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Tuesday, October 4, 2016

No, la Fed no tiene un plan. Sí, la Fed realmente está monetizando deuda pública

• 


Caramba, qué diferencia suponen unos pocos años.
Después del crash de 2008, la Fed entró en un periodo de política monetaria “extraordinaria”, marcado por compras a gran escala de bonos del Tesoro y otros títulos (peores) de bancos comerciales. Este proceso, llamado flexibilización cuantitativa, empezó en noviembre de 2008 como una medida supuestamente temporal para proporcionar liquidez (y por tanto estabilidad operativa) al sector bancario. Una crisis en Wall Street se habría convertido en una crisis a pie de calle en caso contrario, decía la explicación.
En una fecha tan reciente como 2013, de los cargos oficiales de la Fed hablaban muy confiadamente acerca de devolver el balance de esta a los niveles anteriores a la crisis. En otras palabras, se invertiría la expansión sin precedentes de la base monetaria (de menos de un billón de dólares a más de cuatro billones). ¡La Fed tenía un plan!
He aquí al presidente de la Fed de St. Louis, James Bullard, en 2010:



El Comité Federal de Mercados Abiertos (FMOC, por sus siglas en inglés) ha declarado a menudo su intención de devolver el balance de la Fed a la normalidad, a niveles anteriores a la crisis a lo largo del tiempo. Una vez se haga esto, el Tesoro quedará con tanta deuda en poder del público como antes de que la Fed realizara estas acciones.
Además, los cargos oficiales de la Fed se mostraron firmes en el sentido de que la flexibilización cuantitativa no equivaldría a una monetización de la deuda pública por parte del banco central. Según los economistas de la Fed, David Andolfatto y Li Li, la cuestión depende de lo que la Fed pretenda hacer con su cartera a largo plazo. Suponiendo que el hinchado balance creado por la flexibilización cuantitativa volviera a niveles anteriores a la crisis, la Fed estaría actuando sencillamente de acuerdo con su mandato dual y estabilizando la economía. He aquí la sincera declaración de la Fed de St. Louis en 2013:
Por ejemplo, el FMOC ha realizado adquisiciones inusualmente grandes de títulos a largo plazo, incluyendo deuda del tesoro. ¿Pero es esta deuda una adquisición permanente? ¿O su estancia en el balance de la Fed será temporal? Andolfatto y Li se ocupan de estas preguntas:
  • Si esta deuda del Tesoro acumulada se supone que es permanente, es razonable esperar que la correspondiente oferta de nuevo dinero también sea permanente y permanecezca la economía, ya sea como efectivo en circulación o como reservas bancarias, escriben Andolfatto y Li. Como el interés obtenido sobre los títulos se remite al Tesoro, el gobierno federal esencialmente puede tomar prestado y gastar gratis este nuevo dinero. Así, bajo este escenario, la creación de dinero se convierte una fuente permanente de financiación del gasto público.
  • Por otro lado, si el reciente aumento de existencias de deuda del Tesoro de la Fed es solo temporal (una adquisición inusualmente grande en respuesta a una recesión inusualmente grande), debemos esperar que la base monetaria vuelva en algún momento a un nivel más normal, con la Fed vendiendo los títulos o dejando que maduren sin reemplazarlos. Bajo este escenario, la Fed no está monetizando deuda pública: simplemente está gestionando la oferta de la base monetaria de acuerdo con los objetivos establecidos por su mandato dual. Se necesitarán algunos medios distintos de la creación de dinero para financiar la deuda del Tesoro devuelta al público a través de ventas en el mercado abierto.
Muchos economistas, sobre todo austriacos, pero también ciertos compañeros de viaje, han argumentado durante años (incluso antes de la flexibilización cuantitativa) que la voluntad de la Fed de comprar deuda del Tesoro representaba una especie de cheque en blanco para el Congreso: no os preocupéis por la deuda, gastad lo que necesitéis para impedir que los nativos se preocupen… Limitaos a emitir títulos del Tesoro para empapelar los déficits y estaremos ahí (guiño guiño) para proporcionar un mercado de protección listo para actuar. No hace falta aumentar los tipos.
Y los críticos de la Fed, también sobre todo austriacos, han argumentado desde 2008 que nunca volverá la política monetaria “normal”, que nunca se rebajará la flexibilización cuantitativa y que los tipos de interés artificialmente bajos (o incluso negativos) están aquí para quedarse. En otras palabras, que la Fed y sus 300 economistas ilustres no saben qué hacer, salvo ir tirando otros pocos meses mientras esperan una recuperación económica milagrosa.
Saltamos al día de hoy y la recuperación no se ha materializado. Y los cargos oficiales de la Fed, presentes y pasados, cantan una canción distinta cerca de restaurar alguna vez el balance a niveles anteriores a 2008.
Consideremos esta notable admisión realizada recientemente por el expresidente de la Fed, Ben Bernanke:
Pero ese principio (reducir el balance de la Fed) ahora también se está reconsiderando. En la conferencia anual de exclusiva de la Fed en Jackson Hole, que reúne a algunos de los políticos más influyentes del mundo, varios economistas eminentes argumentaron que la Fed debía mantener indefinidamente un balance grande. La idea tiene el respaldo de Bernanke, que recientemente cuestionó el continuo apoyo de Yellen a la estrategia de salida diseñada hace dos años. “¿Tiene sentido este plan? La respuesta no está clara”, escribía Bernanke, que es ahora miembro distinguido de la Institución Brookings. El plan de la fed “de retornar a un balance anterior a 2008 y el marco operativo asociado necesitan más reflexión”.
Merece la pena leer entero este artículo del Washington Post. La alusión a Sartre es un intento de humor, aunque el Post haya estado entre los mayores seguidores de la Fed. Pero la sección de comentarios al artículo, como es habitual, cuenta la historia real: incluso sus lectores progresistas tienen la sensación de que la Fed está desorientada y de que no hay gente brillante en Washington trabajando en un “plan” para salvarnos. La política monetaria extraordinaria es ahora lo normal y todos aquellos expertos que suponían que la Fed sabía lo que estaba haciendo se equivocaban y todavía se equivocan.

No, la Fed no tiene un plan. Sí, la Fed realmente está monetizando deuda pública

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Caramba, qué diferencia suponen unos pocos años.
Después del crash de 2008, la Fed entró en un periodo de política monetaria “extraordinaria”, marcado por compras a gran escala de bonos del Tesoro y otros títulos (peores) de bancos comerciales. Este proceso, llamado flexibilización cuantitativa, empezó en noviembre de 2008 como una medida supuestamente temporal para proporcionar liquidez (y por tanto estabilidad operativa) al sector bancario. Una crisis en Wall Street se habría convertido en una crisis a pie de calle en caso contrario, decía la explicación.
En una fecha tan reciente como 2013, de los cargos oficiales de la Fed hablaban muy confiadamente acerca de devolver el balance de esta a los niveles anteriores a la crisis. En otras palabras, se invertiría la expansión sin precedentes de la base monetaria (de menos de un billón de dólares a más de cuatro billones). ¡La Fed tenía un plan!
He aquí al presidente de la Fed de St. Louis, James Bullard, en 2010:


Saturday, September 17, 2016

VIDEGARAY PRÁCTICAMENTE HUYÓ DE HACIENDA, DEJANDO AL PAÍS AL BORDE DE LA CRISIS: EXPROCURADOR FISCAL


Meade: no me preocupa 2018; la economía “no está en terapia intensiva”


“Videgaray debe ser sometido a juicio político, pues violó la Constitución y le entregó cifras fantasiosas a su sucesor, José Antonio Meade”: Gabriel Reyes Orona

videgaray-con-sus-tijeras-y-las-finanzas-de-mexicoLa revista Proceso publica un reportaje firmado por Jesusa Cervantes, donde el exprocurador fiscal de la Federación Gabriel Reyes Orona, asegura que Luis Videgaray sabía que el paquete financiero no iba a pasar en el Congreso debido a la abultada deuda pública que él colocó sin avisar al Legislativo. Durante más de tres años, él y sus colaboradores Aristóteles Núñez (próximo titular de la Función Pública, según trascendidos) y Fernando Aportela, tejieron una maraña de mentiras para ocultarlo; por eso prácticamente huyeron de la SHCP, dejando al país al borde de la crisis. Incluso sentencia que Videgaray debe ser sometido a juicio político, pues violó la Constitución y le entregó cifras fantasiosas a su sucesor, José Antonio Meade.
Reyes Orona califica la salida del ex secretario de Hacienda como una “operación bumerán”, pero aclara que la fuerte crisis económica no es únicamente culpa de Videgaray, sino también del equipo de trabajo de la dependencia, el cual, puntualiza, le fue impuesto por el propio Meade.
carton-the-apprentice-chavo-del-toro-videgaray-you-are-fired-circula-en-redesSobre la polémica visita de Donald Trump a México, de la cual se señala directamente a Videgaray como el artífice intelectual, Reyes Orona comenta que lo invitó “por miedo a la deuda pública”. E insiste: la razón de su renuncia fue porque sabía que frente al escándalo de Trump el paquete financiero no iba a pasar en el Congreso. Eso explica también las renuncias de Núñez al SAT, y la de Fernando Aportela como subsecretario de Hacienda.
Núñez y Aportela “saben cómo está todo; saben que la papa caliente se está pasando de calor y está a punto de volar. Saben que el problema es inmanejable. Entonces, se lo devuelven a quien se los dio (Meade)”, puntualiza el entrevistado.
Y reitera: “Videgaray no se va de Hacienda porque le digan cosas sobre Trump, sino porque ya avizora una crisis financiera del país”.
jose-antonio-meade-niega-estar-pensando-en-2018-fotoarte-notiguiaMientras tanto, el ahora encargado de las finanzas públicas, José Antonio Meade, dice en entrevista con Excélsior que ni encarta ni se descarta como precandidato en el 2018, pero que su “interés inmediato” es el mancillado Paquete Económico para el próximo año, en el que los altos salarios de la burocracia no fueron tocados ni con el pétalo de una rosa, pero sí hubo recortes del 20% en los importantes sectores de educación y medio ambiente, como si el horno estuviera para bollos.
En la entrevista, Meade llama a consolidar las finanzas públicas como eje que dé certeza y tranquilidad; afirma que el presupuesto para el próximo año es un paquete distinto que exige a todos los actores especial cuidado en la estabilidad del país. Lástima que la percepción sea que los únicos que tendrán estabilidad económica son los funcionarios y no el pueblo, además de que si el nuevo secretario multiusos de Peña no cumple con las expectativas y promesas del paquete económico -en cuya confección ni siquiera participó-, muy difícilmente tendrá que preocuparse siquiera de figurar en la contienda del 2018. ¿No cree usted?

VIDEGARAY PRÁCTICAMENTE HUYÓ DE HACIENDA, DEJANDO AL PAÍS AL BORDE DE LA CRISIS: EXPROCURADOR FISCAL


Meade: no me preocupa 2018; la economía “no está en terapia intensiva”


“Videgaray debe ser sometido a juicio político, pues violó la Constitución y le entregó cifras fantasiosas a su sucesor, José Antonio Meade”: Gabriel Reyes Orona

videgaray-con-sus-tijeras-y-las-finanzas-de-mexicoLa revista Proceso publica un reportaje firmado por Jesusa Cervantes, donde el exprocurador fiscal de la Federación Gabriel Reyes Orona, asegura que Luis Videgaray sabía que el paquete financiero no iba a pasar en el Congreso debido a la abultada deuda pública que él colocó sin avisar al Legislativo. Durante más de tres años, él y sus colaboradores Aristóteles Núñez (próximo titular de la Función Pública, según trascendidos) y Fernando Aportela, tejieron una maraña de mentiras para ocultarlo; por eso prácticamente huyeron de la SHCP, dejando al país al borde de la crisis. Incluso sentencia que Videgaray debe ser sometido a juicio político, pues violó la Constitución y le entregó cifras fantasiosas a su sucesor, José Antonio Meade.
Reyes Orona califica la salida del ex secretario de Hacienda como una “operación bumerán”, pero aclara que la fuerte crisis económica no es únicamente culpa de Videgaray, sino también del equipo de trabajo de la dependencia, el cual, puntualiza, le fue impuesto por el propio Meade.
carton-the-apprentice-chavo-del-toro-videgaray-you-are-fired-circula-en-redesSobre la polémica visita de Donald Trump a México, de la cual se señala directamente a Videgaray como el artífice intelectual, Reyes Orona comenta que lo invitó “por miedo a la deuda pública”. E insiste: la razón de su renuncia fue porque sabía que frente al escándalo de Trump el paquete financiero no iba a pasar en el Congreso. Eso explica también las renuncias de Núñez al SAT, y la de Fernando Aportela como subsecretario de Hacienda.
Núñez y Aportela “saben cómo está todo; saben que la papa caliente se está pasando de calor y está a punto de volar. Saben que el problema es inmanejable. Entonces, se lo devuelven a quien se los dio (Meade)”, puntualiza el entrevistado.
Y reitera: “Videgaray no se va de Hacienda porque le digan cosas sobre Trump, sino porque ya avizora una crisis financiera del país”.
jose-antonio-meade-niega-estar-pensando-en-2018-fotoarte-notiguiaMientras tanto, el ahora encargado de las finanzas públicas, José Antonio Meade, dice en entrevista con Excélsior que ni encarta ni se descarta como precandidato en el 2018, pero que su “interés inmediato” es el mancillado Paquete Económico para el próximo año, en el que los altos salarios de la burocracia no fueron tocados ni con el pétalo de una rosa, pero sí hubo recortes del 20% en los importantes sectores de educación y medio ambiente, como si el horno estuviera para bollos.
En la entrevista, Meade llama a consolidar las finanzas públicas como eje que dé certeza y tranquilidad; afirma que el presupuesto para el próximo año es un paquete distinto que exige a todos los actores especial cuidado en la estabilidad del país. Lástima que la percepción sea que los únicos que tendrán estabilidad económica son los funcionarios y no el pueblo, además de que si el nuevo secretario multiusos de Peña no cumple con las expectativas y promesas del paquete económico -en cuya confección ni siquiera participó-, muy difícilmente tendrá que preocuparse siquiera de figurar en la contienda del 2018. ¿No cree usted?

Thursday, June 23, 2016

México comparado

Luis Rubio 
Presidente del Centro de Investigación para el Desarrollo (Cidac), una institución independiente dedicada a la investigación en temas de economía y política, en México. Fue miembro del Consejo de The Mexico Equity and Income Fund y del The Central European Value Fund, Inc., de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y de la Comisión Trilateral. Escribe una columna semanal en Reforma y es frecuente editorialista en The Washington Post, The Wall Street Journal y The Los Angeles Times. En 1993, recibió el Premio Dag Hammarksjold, y en 1998 el Premio Nacional de Periodismo.
El mundo antes funcionaba de manera vertical porque todo estaba concentrado: la información, el control de las fábricas, las relaciones sindicales. Las decisiones se concentraban y la sociedad sabía lo que las estructuras del poder permitían. El mundo de hoy es cada vez más horizontal, donde la información tiene una multiplicidad de fuentes (que son autónomas, como las redes sociales, y se retroalimentan); en la economía se agrega valor en puntos del proceso sobre el que ninguna autoridad centralizada tiene control; y los sindicatos han perdido capacidad de controlar hacia abajo y vender el servicio hacia arriba. Esto que ocurre en los ámbitos públicos no es distinto a lo que se observa en las escuelas, las familias y los gobiernos. El monopolio del poder desapareció, o al menos se debilitó dramáticamente, porque es incompatible con una economía moderna y una sociedad con capacidades para desarrollarse.



El fenómeno es mundial y nadie puede quedar exento, excepto si opta por empobrecerse al abstraerse del mundo exterior, como ocurre con algunos sistemas ermitaños. Aunque, por supuesto, cada país tiene características propias que emanan de su historia y circunstancias, muchos de nuestros retos no son, al menos en concepto, radicalmente a los de otras naciones.
La dinámica político-económica de México y China es radicalmente distinta, pero el desafío es sumamente parecido.
Lo que sigue es una evaluación de China* que podría parecer absolutamente mexicana:
·       “Los regímenes autoritarios contemporáneos que carecen de legitimidad derivada de un proceso político competitivo tienen esencialmente tres medios para mantenerse en el poder. Uno es el soborno de sus poblaciones por medio de beneficios materiales; el segundo es la represión a través de violencia y el miedo. El tercero consiste en apelar a sus sentimientos nacionalistas. [El gobierno] ha empleado los tres instrumentos, pero ha dependido principalmente de los resultados económicos y ha recurrido a la represión (selectiva) y el nacionalismo sólo como un medio secundario.”
·       “Las autocracias, que se han visto obligadas a realizar un pacto faustiano con el diablo para mantener su legitimidad con base en su desempeño, están destinadas a perder la apuesta porque los cambios socioeconómicos resultantes del crecimiento económico fortalecen las capacidades autónomas de las fuerzas sociales de base urbana, como son los empresarios, intelectuales, profesionales, creyentes religiosos, y los trabajadores ordinarios, todo esto a través de mayores niveles más altos de alfabetización, mayor acceso a la información, acumulación de riqueza privada, y una mejor capacidad para organizar la acciones colectivas.”
·       “Si las dificultades económicas de largo plazo fuesen puramente estructurales, las perspectivas del país no serían necesariamente graves. Un conjunto de reformas eficaces podría asignar recursos de manera más eficiente para hacer la economía más productiva.”
·       “Sin duda alguna, las reformas económicas de las últimas décadas han cambiado radicalmente al país. Sin embargo, el [sistema] aún preserva sus instintos e instituciones depredadoras.”
·       “El rechazo a cualquier límite significativo al poder del [gobierno] implica, en términos prácticos, que [el país] no puede desarrollar instituciones judiciales verdaderamente independientes o agencias reguladoras capaces de hacer cumplir las leyes y las normas.”
·       “En tanto [el partido y el gobierno] se mantengan por encima de la ley, es imposible implementar reformas económicas”.
·       “Lo que mantiene atorado a la economía no es su dinámico sector privado sino las ineficientes empresas estatales, que continúan recibiendo subsidios y desperdician un escaso capital.”
·       “Una serie de reformas económicas genuinas y completas, si realmente fuesen adoptadas, amenazarían los cimientos del sistema prevaleciente.”
·       “La preservación de instituciones depredadoras y extractivas impide que funcionen las reformas económicas radicales… haciendo imposible la construcción de una economía genuina de mercado sustentada en el Estado de derecho.”
·       “Ahora que termina la era de rápido crecimiento producto de reformas parciales, así como de factores o eventos excepcionales, lograr un crecimiento sostenido requerirá una revisión radical de sus instituciones económicas y políticas con el fin de lograr una mayor eficiencia. Pero dar un paso de esta naturaleza sería fatal para [el sistema] porque destruiría las bases económicas de su poder; así, es difícil imaginar que [el sistema] de hecho cometiera suicidio económico y, por lo tanto, político.”
·       “Quienes no sean persuadidos por este razonamiento deberían contar el número de dictaduras en la historia que voluntariamente cedieron sus privilegios y el control de la economía con el fin de garantizar la prosperidad del país en el largo plazo.”
·       “La fuente más importante de cambio en los regímenes autoritarios es el colapso de la unidad de las élites gobernantes… Esto ocurre principalmente por la intensificación del conflicto dentro de las élites respecto a la mejor estrategia de supervivencia y distribución del poder y régimen clientelar… La experiencia de las transiciones democráticas desde los 70 muestra que el asunto más polémico que enfrentan las élites es cómo responder al reclamo de cambio político por parte de las fuerzas sociales: recurrir a la represión para apaciguar a esas fuerzas a través de una escalada violenta o recurrir a la liberalización para darles cabida.”
La dinámica político-económica de México y China es radicalmente distinta, pero el desafío es sumamente parecido.

México comparado

Luis Rubio 
Presidente del Centro de Investigación para el Desarrollo (Cidac), una institución independiente dedicada a la investigación en temas de economía y política, en México. Fue miembro del Consejo de The Mexico Equity and Income Fund y del The Central European Value Fund, Inc., de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y de la Comisión Trilateral. Escribe una columna semanal en Reforma y es frecuente editorialista en The Washington Post, The Wall Street Journal y The Los Angeles Times. En 1993, recibió el Premio Dag Hammarksjold, y en 1998 el Premio Nacional de Periodismo.
El mundo antes funcionaba de manera vertical porque todo estaba concentrado: la información, el control de las fábricas, las relaciones sindicales. Las decisiones se concentraban y la sociedad sabía lo que las estructuras del poder permitían. El mundo de hoy es cada vez más horizontal, donde la información tiene una multiplicidad de fuentes (que son autónomas, como las redes sociales, y se retroalimentan); en la economía se agrega valor en puntos del proceso sobre el que ninguna autoridad centralizada tiene control; y los sindicatos han perdido capacidad de controlar hacia abajo y vender el servicio hacia arriba. Esto que ocurre en los ámbitos públicos no es distinto a lo que se observa en las escuelas, las familias y los gobiernos. El monopolio del poder desapareció, o al menos se debilitó dramáticamente, porque es incompatible con una economía moderna y una sociedad con capacidades para desarrollarse.


Rusia: la relación entre Keynes y el rublo

Steve Hanke
 
Steve H. Hanke es profesor de economía aplicada en la Johns Hopkins University en Baltimore. Hanke se desempeña como presidente del Toronto Trust Argentina en Buenos Aires, el fondo mutual con el mejor desempeño en el mundo en 1995. Ha sido asesor de varios gobiernos en un diverso conjunto de temas políticos. Actualmente es consejero estatal y asesor del presidente de Montenegro y asesor del ministro de economía y finanzas de Ecuador. En 1998. Hanke fue nombrado una de las 25 personas más influyentes en el mundo por la revista World Trade, y un Asociado Distinguido de la International Atlantic Economic Society.
El 3 de marzo de 2014 EE.UU. inició una guerra contra Rusia. Esto sucedió cuando EE.UU. impuso sanciones por primera vez. Y si, las sanciones no son nada más que guerra a través de medios no militares. Dicho esto, el 11 de noviembre Rusia cometió un gran error. Dejó que el rublo flote. Desde ese entonces, el rublo no ha flotado en un mar de tranquilidad. Ha caído marcadamente junto con el petróleo —en alrededor de 25% y su volatilidad se ha disparado a alrededor de 65%.



La caída del rublo significa que las importaciones rusas serán más caras y sus exportaciones más competitivas. Esta combinación ayudará a mantener positivo el saldo de la cuenta corriente de Rusia, lo cual compensará en algo la masiva fuga de capitales.
Es hora de que Putin aprenda una lección de Keynes y haga lo que ya hacen la mayoría de los grandes productores de petróleo: atar el rublo al dólar.
Además, las cuentas fiscales de Rusia están denominadas en rublos que se están depreciando y sus exportaciones se cobran en dólares que se están apreciando. Siendo así las cosas, el impacto fiscal debido a los precios más bajos del petróleo será amortiguado por un rublo débil.
Pero hay límites a cualquier beneficio temporal de una devaluación del rublo. Cuando una moneda se devalúa, el fantasma de la inflación siempre está a la vuelta de la esquina. ¿Cómo puede Rusia evitar un mayor daño y corregir su error del 11 de noviembre? Rusia debería abandonar su régimen de tipo de cambio flotante, que adoptó el 10 de noviembre. El petróleo y otras materias primas que Rusia exporta están denominadas en dólares. Al adoptar un régimen de tipo de cambio flotante, Rusia está invitando la inestabilidad. El tipo de cambio nominal del rublo fluctuará junto con el petróleo y otras materias primas. Cuando el precio del petróleo aumenta (cae) el rublo se apreciará (depreciará), y Rusia experimentará un paseo en montaña rusa distinguido por bajos deflacionarios y altos inflacionarios. Para evitar estos paseos salvajes, la mayoría de los grandes productores de petróleo —Arabia Saudita, Kuwait, Qatar, y Emiratos Árabes Unidos— atan sus monedas al dólar. Rusia debería hacer lo mismo.
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Para hacer las cosas bien, Rusia debería aprender de la estrategia que John Maynard Keynes utilizó en Rusia y establecer una caja de convertibilidad.
Bajo una caja de convertibilidad el banco central emite billetes y monedas. Estos son convertibles a moneda extranjera de reserva a un tipo de cambio fijo y a libre demanda. Como reservas, la autoridad monetaria tiene títulos y valores de alta calidad denominados en la moneda de reserva. Sus reservas son iguales al 100 por ciento, o más, de sus notas y billetes en circulación, conforme lo determine la ley. Un banco central que opera bajo las normas de una caja de convertibilidad no acepta depósitos y genera ingresos por la diferencia entre el interés pagado por los títulos y valores y el gasto de mantener sus notas y billetes en circulación. No tiene política monetaria discrecional. En cambio, las fuerzas del mercado por sí solas determinan la oferta del dinero.
Hay un precedente histórico en Rusia de una caja de convertibilidad. Luego de la Revolución Bolchevique, cuando las tropas de Gran Bretaña y otras naciones aliadas invadieron el norte de Rusia, la moneda estaba en caos. La guerra civil de Rusia había empezado, y cada parte involucrada en el conflicto estaba emitiendo una moneda que valía casi nada. Hubo más de 2.000 emisores distintos de rublos fiduciarios.
Para facilitar el comercio, los británicos establecieron la Caja Nacional de Emisión para el norte de Rusia en 1918. La Caja emitía notas de “rublos británicos”. Estos estaban respaldados por libras esterlinas y eran convertibles a libras a un tipo de cambio fijo. Kurt Schuler y yo descubrimos documentos en los archivos de la Oficina Británica de Asuntos Exteriores que demuestran que el padre del rublo británico fue John Maynard Keynes, quien era en ese entonces funcionario de la Tesorería Británica.
A pesar de la guerra civil, el rublo británico fue un gran éxito. La moneda nunca se desvió de su tipo de cambio fijo en relación a la libra británica. A diferencia de otros rublos rusos, el rublo británico fue un depósito de valor confiable. Naturalmente, el rublo británico sacó de circulación a los demás rublos.
Desafortunadamente, la vida del rublo británico fue breve: la Caja Nacional de Emisión cesó sus operaciones en la década de 1920, luego de que las tropas de los aliados se retiraran de Rusia.
Siendo esto así, es hora de que Putin aprenda una lección de Keynes y haga lo que ya hacen la mayoría de los grandes productores de petróleo: atar el rublo al dólar.

Rusia: la relación entre Keynes y el rublo

Steve Hanke
 
Steve H. Hanke es profesor de economía aplicada en la Johns Hopkins University en Baltimore. Hanke se desempeña como presidente del Toronto Trust Argentina en Buenos Aires, el fondo mutual con el mejor desempeño en el mundo en 1995. Ha sido asesor de varios gobiernos en un diverso conjunto de temas políticos. Actualmente es consejero estatal y asesor del presidente de Montenegro y asesor del ministro de economía y finanzas de Ecuador. En 1998. Hanke fue nombrado una de las 25 personas más influyentes en el mundo por la revista World Trade, y un Asociado Distinguido de la International Atlantic Economic Society.
El 3 de marzo de 2014 EE.UU. inició una guerra contra Rusia. Esto sucedió cuando EE.UU. impuso sanciones por primera vez. Y si, las sanciones no son nada más que guerra a través de medios no militares. Dicho esto, el 11 de noviembre Rusia cometió un gran error. Dejó que el rublo flote. Desde ese entonces, el rublo no ha flotado en un mar de tranquilidad. Ha caído marcadamente junto con el petróleo —en alrededor de 25% y su volatilidad se ha disparado a alrededor de 65%.


Saturday, June 18, 2016

¿La próxima crisis se llevará por delante a los más ricos?

Ante la perspectiva de una posible crisis financiera inminente, nos preguntamos si los ricos, esta vez, también tienen algo que temer. ¿O acaso vivimos en una economía estructurada para satisfacer sus intereses?
pixabay.com

Cada vez son más las voces que alertan sobre el posible advenimiento de una nueva crisis financiera. Incluso en un escenario masificado de medios de comunicación, en los que cada opinador o 'experto' expone sus tesis influidas por doctrinas e ideologías variopintas, las predicciones y los argumentos que se escuchan empiezan a agruparse en torno a una idea común y ese coro de voces alarmadas parece referirse a una amenaza real.
Cada vez son más las voces que alertan sobre el posible advenimiento de una nueva crisis financiera
Es como si otra vez estuviéramos viendo crecer un tsunami en el horizonte y, desde la orilla, se sintiera el temor a que una nueva crisis arrasará de nuevo los mercados, cuando aún estamos retirando los escombros del anterior desastre.



Rumores de un desastre inminente

Hace escasamente un mes y medio, Ignacio Crespo, el economista español que predijo con éxito la crisis financiera de 2008, ponía fecha al próximo derrumbe financiero y lo situaba muy cerca, en 2017: "Los servicios de estudios de los grandes bancos mundiales ya están empezando a percibir claros síntomas de la próxima recesión, basados en el análisis de señales como los tipos de cambio de las principales divisas y bolsas del mundo, la duración previsible de la recesión y las vías de salida".
Paul HackettReuters
Esto va a ser un desastre, deberíamos estar muy preocupados y prepararnos
Si esto les resulta inquietante, vean lo que opina Jim Rogers, el experto inversor estadounidense que ha sabido predecir cada una de las crisis financieras de las últimas décadas: "Esto va a ser un desastre, deberíamos estar muy preocupados y prepararnos". En declaraciones recogidas por el 'Wall Street Daily', Rogers afirma directamente que "la próxima crisis financiera global ya ha empezado y conllevará graves consecuencias a los países desarrollados. Se vaporizarán cientos de billones de dólares de riqueza y declinarán o desaparecerán muchas viejas instituciones, partidos políticos, gobiernos y costumbres".
Los mismos inspectores del Banco de España que en 2006 alertaron, sin éxito, sobre una burbuja inmobiliaria que desataría una crisis bancaria en el país vuelven a alzar la voz
En suelo español también se ve la sombra de una nueva crisis que planea sobre la economía. Hace pocos días el diario 'El Mundo' se hacía eco de una inquietante noticia: "Los mismos inspectores del Banco de España que en 2006 alertaron, sin éxito, sobre una burbuja inmobiliaria que desataría una crisis bancaria en el país vuelven a alzar la voz. Ahora han estallado por el deterioro en las inspecciones de la banca y el peligro de que los errores del pasado puedan volver a repetirse".

¿Tienen los ricos algo que temer?

Todo indica que no pisamos un suelo económico muy estable. Pero, ¿esto es así para todos?
Jon NazcaReuters
No lo parece. A principios de este año, RT informaba de la publicación de un documento de Intermon Oxfam, cuyas principales conclusiones resultaron demoledoras. Como su propio nombre indica, todos vivimos en un sistema económico que funciona para favorecer al 1 % de la población mundial. Las cifras son tan interesantes como desoladoras: "En 2015, solo 62 personas poseían la misma riqueza que 3.600 millones, la mitad más pobre de la humanidad. No hace mucho, en 2010, eran 388 personas".
En 2015, solo 62 personas poseían la misma riqueza que 3.600 millones 
Además, el mismo informe indica que esta abrumadora desigualdad tiene una perversa tendencia a crecer, en el seno de un sistema socioeconómico que, a todas luces, la alimenta: "La riqueza en manos de las 62 personas más ricas del mundo se ha incrementado en un 44 % en apenas cinco años, algo más de medio billón de dólares (542.000 millones) desde 2010,hasta alcanzar 1,76 billones de dólares".
El informe de Intermon Oxfam no se limita a ofrecer datos, sino que intercala reflexiones muy esclarecedoras que componen, junto a las cifras, el dibujo de una realidad exageradamente injusta: "Es innegable que los grandes beneficiados de la economía mundial son quienes más tienen. Nuestro sistema económico está cada vez más distorsionado y orientado a favorecerles. Lejos de alcanzar a los sectores menos favorecidos, los más ricos están absorbiendo el crecimiento de los ingresos y la riqueza mundial a un ritmo alarmante. Una vez en sus manos, un complejo entramado de paraísos fiscales y toda una industria de gestores de grandes patrimonios garantizan que esa riqueza no sea redistribuida, quedando fuera del alcance de la ciudadanía en su conjunto y de los Gobiernos”.
Es innegable que los grandes beneficiados de la economía mundial son quienes más tienen. Nuestro sistema económico está cada vez más distorsionado y orientado a favorecerles
¿Y en España? Los datos son igualmente preocupantes. Un anexo del mismo estudio indica que "España no es una excepción: en 2015, el 1 % más rico de la población concentra ya casi tanta riqueza como el 80 % más pobre. Mientras, la población en situación de pobreza y exclusión ha alcanzado en 2014 su máximo histórico, un 29,2 % de la población, 13,4 millones de personas". En cuanto a la tendencia de crecimiento de esa desigualdad, la cifra es también alarmante y, curiosamente, simétrica: "España es también el país de la OCDE en el que más ha crecido la desigualdad desde el inicio de la crisis, tan solo por detrás de Chipre, y casi 10 veces más que el promedio europeo. Incluso, 14 veces más que en Grecia". El informe señala que, durante el año pasado, las 20 personas más ricas de España disfrutaron de un incremento del 15 % de su riqueza. Es el mismo porcentaje que supuso la reducción de riqueza que tuvo que soportar el 99 % de la población de ese país.
España no es una excepción: en 2015, el 1 % más rico de la población concentra ya casi tanta riqueza como el 80 % más pobre
El dato es tan importante que ese 99 % ha pasado a convertirse en un nuevo sinónimo para referirse a 'los oprimidos', o 'los indignados', que también declaran ser 'los del 99%'. No en vano, se convirtió en el lema del movimiento 'Occupy Wall Street' ('We are the 99 %') [Ocupa Wall Street (Somos el 99 %)] y lo hemos escuchado recientemente en la campaña preelectoral española, en boca del político comunista Alberto Garzón, líder de Izquierda Unida. Eso no es extraño, porque la distribución de la riqueza en España es, simplemente, tan injusta como en el cómputo global del planeta. Sin embargo, la derecha española, en el poder, no parece consciente de la gravedad de la situación.
A finales de ese mismo año, 2015, Álvaro Nadal, en calidad de director de la Oficina Económica del presidente del Gobierno, declaraba que "no es cierto que el problema de la economía española sea la desigualdad" y explicaba que "todo el espectro de la izquierda dice que el problema de la economía española es un problema de desigualdad, de reparto de la riqueza. Es incorrecto. Nosotros no hemos resuelto nuestros problemas de pobreza mirando eso, sino solucionando nuestras problemas de competitividad", según informa 'El Plural'.
La derecha española, en el poder, no parece consciente de la gravedad de la situación
Quizá se entiende mejor su postura si tenemos en cuenta que se avecinaban las elecciones de diciembre. Pero a la luz de los datos, resulta muy difícil compartirla. Intermon Oxfam, al menos, insiste en lo contrario: "Mientras los hogares más pobres han ido perdiendo poder adquisitivo a través de los salarios y un modelo fiscal cada vez más regresivo, la concentración de riqueza y patrimonio en muy pocas manos no ha encontrado frenos para seguir creciendo".

Desigualdad-crisis-desigualdad: un círculo vicioso

Llegados a este punto, la pregunta es inevitable: ¿Están relacionadas las crisis económicas con la desigualdad global?
Damir SagoljReuters
En un reciente artículo firmado por el economista Vicens Navarro y publicado en la página web de la asociación Attacc se establece una clara conexión entre ambos fenómenos. Navarro afirma que "una de las causas más importantes de que ocurriera la Gran Recesión y de que ésta fuera tan larga fue el gran crecimiento de las desigualdades, resultado de la aplicación de las políticas públicas que se conocen como políticas neoliberales". A su juicio, el diagnóstico es tan irrefutable que "incluso un gran número de organismos internacionales responsables de haber promovido tales políticas, como el Fondo Monetario Internacional o la OCDE, estén, por fin, cuestionando la aplicación de tales medidas neoliberales, que todavía se reproducen y promueven en la mayoría de países de la Eurozona". Para concluir, Navarro lamenta que "en España tal cuestionamiento no ha ocurrido todavía, en parte debido a la muy limitada diversidad ideológica de los mayores medios de información y persuasión. La enorme falta de diversidad ideológica de estos grandes medios —claramente influenciados por la banca, cuyos créditos los sostienen— explica que en España todavía la sabiduría convencional esté estancada en tal pensamiento".
Una de las causas más importantes de que ocurriera la Gran Recesión fue el gran crecimiento de las desigualdades, resultado de la aplicación de las políticas públicas neoliberales
En conclusión, parece que, en efecto, como se suele comentar, y como la historia viene confirmando tozudamente, el sistema neoliberal capitalista, tanto a nivel local como global, está abocado a producir crisis económicas periódicas. Algunos indicios sugieren que estamos, de nuevo, al inicio de una de ellas. Y también parece que, una vez más, los más ricos no sólo saldrán indemnes, sino que probablemente se harán más ricos todavia. Así que podemos establecer que la relación entre la desigualdad y las crisis económicas no sólo existe y es directa, sino que además es circular y se reproduce constantemente. Entonces, ¿Es este sistema sostenible? Y, si no lo es, ¿cuanto tiempo le queda?  Hay quienes ya pronostican su fin, pero lo cierto es que sigue vivo. Y mientras así sea, todo indica que los ricos, 'los del 1 %', están a salvo.

¿La próxima crisis se llevará por delante a los más ricos?

Ante la perspectiva de una posible crisis financiera inminente, nos preguntamos si los ricos, esta vez, también tienen algo que temer. ¿O acaso vivimos en una economía estructurada para satisfacer sus intereses?
pixabay.com

Cada vez son más las voces que alertan sobre el posible advenimiento de una nueva crisis financiera. Incluso en un escenario masificado de medios de comunicación, en los que cada opinador o 'experto' expone sus tesis influidas por doctrinas e ideologías variopintas, las predicciones y los argumentos que se escuchan empiezan a agruparse en torno a una idea común y ese coro de voces alarmadas parece referirse a una amenaza real.
Cada vez son más las voces que alertan sobre el posible advenimiento de una nueva crisis financiera
Es como si otra vez estuviéramos viendo crecer un tsunami en el horizonte y, desde la orilla, se sintiera el temor a que una nueva crisis arrasará de nuevo los mercados, cuando aún estamos retirando los escombros del anterior desastre.


Socialistas de derechas


Es muy conocida la frase con la que comienza Camino de servidumbre, la obra maestra del Nobel de Economía Friedrich von Hayek. El autor lo dedica “a los socialistas de todos los partidos”. En las décadas que han transcurrido desde 1944, cuando se publicó el libro, la historia no ha hecho más que confirmar tozudamente la intuición del economista austriaco. Le tocó vivir la conflagración entre dos totalitarismos oficialmente opuestos entre sí, pero en la práctica casi idénticos. Lo que Hayek o Ludwig von Mises supieron ver era, en realidad, muy simple: que todas las formas de colectivización forzosa y centralización de los planes económicos son en realidad muy similares y conducen a la tiranía. Yo suelo utilizar “colectivismo” más que “socialismo” al explicar estas cosas porque la gente no suele entender que llame “socialista” al PP, o a los democristianos alemanes, o a los tories británicos, o a los fascistas. Para retener su atención y evitar que cierren los oídos y me tomen por extremista, no tengo más remedio que renunciar, al menos inicialmente, a calificar de socialistas a personajes como Mariano Rajoy o Albert Rivera o incluso Santiago Abascal, aunque eso es justamente lo que son y ni siquiera se dan cuenta.



En realidad, el mundo de las ideas políticas no se divide en izquierda y derecha, dos términos tan manidos como vacíos de contenido práctico, sino en estatistas (es decir, colectivizadores de la sociedad, de la cultura y de la economía) e individualistas. El noventa por ciento, y me quedo corto, de los políticos actuales son estatistas, son colectivistas en diverso grado, es decir, son, en palabras de Hayek, socialistas. A los socialistas de izquierdas los conocemos bien, sabemos cuál es su plan de control social absoluto, así que no hace falta explayarse demasiado sobre ellos. Va siendo hora, en cambio, de desenmascarar y señalar el socialismo situado a la derecha del centro —en ese absurdo dial unidimensional que se nos sigue haciendo tragar como único sistema de plasmación espacial de las ideas políticas—. Es necesario hacerlo porque los socialistas de derechas han convencido a mucha gente de que son liberales. Y no, no son liberales ni mucho menos liberal-libertarios. Son conservadores, o neocon, y por lo tanto promueven una forma más de colectivismo o de socialismo, como queramos llamarlo.
Los conservadores circunscriben su liberalismo al ámbito económico, e incluso en éste son de una tibieza irritante
Ya oigo las voces acusándome de repartir carnés, pero lejos de mí semejante crimen nefando: dejaré que lo haga Hayek, a quien supongo aceptado por todos como autoridad en la materia. Hace poco porfiaba en Twitter un conocido economista liberal-conservador, mientras pedía tan tranquilo el voto para el PP, que “Hayek apoyó a Thatcher”. Hombre, Hayek apoyó su política económica a falta de algo mejor, pero fue también quien escribió una obra magistral titulada Por qué no soy conservador, libro que deberían leer todos los partidarios del PP (sector Aguirre) y de Vox, y cuantos desde aquí miraron con delectación al impresentable UKIP británico. Todos ellos circunscriben su liberalismo al ámbito económico, e incluso en éste son de una tibieza irritante. A lo mejor si leyeran ese libro de Hayek hablarían con propiedad y dejarían de usar términos como “liberal”, “libertario” o cualquier otro derivado de “Libertad”, ya que, en puridad, el valor superior para ellos no es la Libertad sino el orden, acompañado de un fuerte nacionalismo y de una visión jerárquica, estamental y tradicionalista de las sociedades. Nos dice Hayek:
“Encierra indudables peligros la asociación de los partidarios de la libertad con los conservadores (…) Conviene, pues, trazar una clara línea de separación entre la filosofía que propugno y la que tradicionalmente defienden los conservadores. Califico de liberal mi postura, que difiere en la misma medida del conservadurismo y del socialismo”.
“Lo típico del conservador es conceder siempre el máximo grado de confianza a la autoridad constituida y procurar invariablemente que su poder, lejos de debilitarse, se refuerce. Y en esas circunstancias resulta ciertamente difícil preservar la libertad. El conservador generalmente no se opone a la arbitrariedad ni a la coacción estatales cuando se ejercen en pos de objetivos que él comparte. (…) El conservador, esencialmente oportunista, carece de principios generales y se limita al final a desear que la jefatura de gobierno se encargue a una persona buena y sabia (…). Al conservador, como al socialista, sólo le preocupa quién gobierne, no le preocupa limitar el poder del gobernante. Y, como el marxista, considera natural imponer a los demás sus valoraciones. (…) Los conservadores suelen sumarse a los liberales contra el dirigismo económico (…) pero ello no les impide ser estatistas (…). Muchos políticos conservadores no son inferiores a los socialistas en sus esfuerzos por desacreditar a la libre empresa”.
“El conservador teme a las nuevas ideas porque sabe que carece de pensamiento propio que oponerles. (…) Se encuentra maniatado por los idearios que ha heredado. (…) Lo digo claramente: lo que más me molesta del conservador es su oscurantismo. (…) La predisposición de los conservadores al nacionalismo les lleva con frecuencia a emprender la vía colectivista. (…) Los conservadores han aceptado gran parte del credo colectivista (…) siendo muchas instituciones colectivistas hasta motivo de orgullo para los conservadores. En estas circunstancias, el partido de la libertad no puede menos de sentirse radicalmente opuesto al conservadurismo”.
Debemos combatir tanto el socialismo de izquierdas como el socialismo de derechas: el odioso conservadurismo que pretende utilizar espuriamente a liberales y libertarios
Leyendo esta radiografía tan certera y tan actual de los conservadores, comprende uno bastantes cosas, bastantes apoyos incomprensibles de algunos maestros del postureo liberal a políticos antiliberales, y bastantes ataques injustificados —supuestamente pragmáticos— a quienes teóricamente representan sus ideas, al menos en economía. Creo que hoy, más que nunca, la batalla de las ideas debe llevar a los liberales y libertarios a combatir con la misma determinación el socialismo de izquierdas y el socialismo de derechas: el odioso conservadurismo que siempre intenta distorsionar la causa de la Libertad y utilizar espuriamente a sus defensores.

Socialistas de derechas


Es muy conocida la frase con la que comienza Camino de servidumbre, la obra maestra del Nobel de Economía Friedrich von Hayek. El autor lo dedica “a los socialistas de todos los partidos”. En las décadas que han transcurrido desde 1944, cuando se publicó el libro, la historia no ha hecho más que confirmar tozudamente la intuición del economista austriaco. Le tocó vivir la conflagración entre dos totalitarismos oficialmente opuestos entre sí, pero en la práctica casi idénticos. Lo que Hayek o Ludwig von Mises supieron ver era, en realidad, muy simple: que todas las formas de colectivización forzosa y centralización de los planes económicos son en realidad muy similares y conducen a la tiranía. Yo suelo utilizar “colectivismo” más que “socialismo” al explicar estas cosas porque la gente no suele entender que llame “socialista” al PP, o a los democristianos alemanes, o a los tories británicos, o a los fascistas. Para retener su atención y evitar que cierren los oídos y me tomen por extremista, no tengo más remedio que renunciar, al menos inicialmente, a calificar de socialistas a personajes como Mariano Rajoy o Albert Rivera o incluso Santiago Abascal, aunque eso es justamente lo que son y ni siquiera se dan cuenta.


Thursday, June 16, 2016

Vulnerabilidad

Uno se puede quejar mucho de la economía mexicana y casi siempre habrá razones para ello. Sin embargo, me parece que hoy mismo no hay casi nada de qué preocuparse. La inflación es muy baja, aun con los vaivenes del tipo de cambio; la economía crece poco, pero nada mal comparando con el resto del mundo; el empleo formal también está creciendo; seguimos siendo un país desigual, pero no empeoramos. Rumbo mediocre, habrá quien diga, pero cuando buena parte del mundo está sufriendo de estancamiento o franca contracción, tampoco es para ponerse a llorar.

Pero el casi es lo importante. Hay un asunto que tenemos encima y para el que no hay mucho tiempo: la deuda pública. También aquí, si comparamos con el resto del mundo, no estamos muy mal. Prácticamente todos los países industrializados traen deudas superiores al 100 por ciento de su PIB, y algunos casi triplican ese nivel. Pero el tamaño razonable de la deuda depende no sólo del tamaño de la economía (y por eso se presenta como proporción del PIB), sino de la paciencia que tienen los acreedores, que varía de país en país.

En aquel libro famoso de Reinhart y Rogoff, This Time is Different, proponían los autores un par de techos para el endeudamiento de una nación. Para los ricos, el límite parecía ser 90 por ciento del PIB, mientras que para los emergentes rondaría 60 por ciento. Fue famoso esto porque hubo una polémica alrededor de la primera cifra, y se afirmó que los autores habían cometido un error de cálculo elemental, y ese 90 por ciento no era realmente el techo. Puesto que ahora andan por encima de 100 por ciento y no ha pasado nada raro, parece que los críticos tenían razón. Pero del otro límite, el que nos toca a nosotros, no tenemos evidencia para saber si aplica o no. China ha superado ese nivel por bastante, y no le ha pasado mucho, aunque hay varios factores que podrían explicarlo, desde su tamaño hasta el nivel de sus reservas. Brasil está ya encima de 60 por ciento y no le está yendo bien.

Pero lo importante aquí es si nosotros queremos probar ese límite o no. Yo creo que no, y por eso me parece que la deuda es el tema más importante que tenemos que enfrentar, y pronto. La deuda del sector público federal no ha llegado a 60 por ciento del PIB, pero ya se acerca. Si utilizamos los Requerimientos Financieros del Sector Público como indicador, por ser una medida ampliada de deuda, al cierre de 2015 estábamos en 47.6 por ciento del PIB. (La deuda formal es de 45 por ciento, pero creo que los requerimientos deben ser nuestra referencia). A esa cantidad hay que sumar la deuda de los gobiernos estatales, que al final está respaldada por el gobierno federal, y más desde la aprobación de la nueva ley sobre el tema. Ahí tenemos 2.9 por ciento del PIB, al primer trimestre de 2016. Actualizando el dato federal a marzo y sumando todo, nuestra deuda pública está por ahí de 51 por ciento del PIB. En el resto del año, si no pasa nada, se le sumarán dos puntos más, al menos, que es lo que falta de déficit. Cerraríamos por ahí de 53, tal vez 54 por ciento del PIB.

Esto significa que estaremos a seis puntos de un posible nivel de riesgo. Al ritmo que traemos, con un anual de 3.0 por ciento del PIB, son dos años más. Este gobierno entregaría la administración en condiciones vulnerables, tal vez a otro partido político, y tal vez con un gobierno hostil en Estados Unidos. No suena bien. Hay que enfrentar esto ya.

Vulnerabilidad

Uno se puede quejar mucho de la economía mexicana y casi siempre habrá razones para ello. Sin embargo, me parece que hoy mismo no hay casi nada de qué preocuparse. La inflación es muy baja, aun con los vaivenes del tipo de cambio; la economía crece poco, pero nada mal comparando con el resto del mundo; el empleo formal también está creciendo; seguimos siendo un país desigual, pero no empeoramos. Rumbo mediocre, habrá quien diga, pero cuando buena parte del mundo está sufriendo de estancamiento o franca contracción, tampoco es para ponerse a llorar.

La importancia de controlar la deuda pública

En el Informe sobre la Situación de las Finanzas Públicas y la Deuda Pública dado a conocer el pasado fin de semana, se confirmó que la deuda pública en México sigue creciendo de manera importante. En su definición más amplia, que es el “Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público” se ha duplicado como porcentaje del PIB en los pasados diez años, ya que de representar cerca de 22 por ciento de la producción nacional en 2006 llegó a 36.4 por ciento al final de 2012 y ya equivale al 47.6 por ciento al término del primer trimestre del presente año. Esto es, más que se ha duplicado en una década.

La deuda pública resulta de un desequilibrio fiscal entre todos los ingresos públicos y todos los gastos del sector público, el cual ha sido superior a 4.0 por ciento del PIB en los últimos años. Para poder cubrir este faltante el gobierno tiene que endeudarse cada año, lo cual tiene distintos impactos en los mercados financieros nacionales e internacionales. Uno de los más frecuentes es el desplazamiento del sector privado de los mercados de deuda, así como presionar al alza las tasas de interés que se le cobran a los deudores. Es por lo mismo muy frecuente el reclamo de las empresas, sobre todo las pequeñas y medianas, de que no obtienen créditos a tasas competitivas, lo cual les impide rivalizar de manera adecuada contra los productores extranjeros.

Por el lado del gasto público es frecuente ver y escuchar la presión de los distintos sectores y grupos que no sólo piden, sino exigen, más recursos para cubrir necesidades reales que consideran necesarias, como si el gobierno federal fuera una fuente inagotable de recursos financieros. Lo mismo se pide dinero para que se construyan más carreteras que para sistemas de agua potable u hospitales o edificios de oficinas, que para otorgar subsidios a sectores necesitados o para realizar congresos constituyentes. Por otro lado, también justifican el gasto para crear sistemas de transporte o para reforzar la lucha contra la delincuencia.

Sin embargo, los ingresos públicos no sólo no se incrementan, sino que disminuyen como lo confirma el reporte de finanzas públicas durante el primer trimestre de 2016. En los primeros tres meses del presente año los ingresos totales que tuvo el sector público fueron inferiores en 5.3 por ciento (una vez descontando la inflación) que en los mismos meses del año pasado. Esto significa que los ingresos nominales del sector público son menores en casi 8.0 por ciento respecto al año anterior.

Resalta esta contracción a pesar de que los ingresos públicos derivados de los impuestos han crecido en los mismos meses en 5.9 por ciento por arriba de la inflación; es decir, los causantes estamos pagando más impuestos en presente año, al igual que en 2015. La razón de los menores ingresos totales se debe a que los ingresos no tributarios, principalmente los petroleros, han tenido una contracción de 22.9 por ciento en el trimestre.

Cabe destacar el esfuerzo que ha realizado el gobierno para evitar que se eleve aún más la deuda, como es la reducción del gasto público, el cual ha bajado 7.3 por ciento en comparación al año pasado. Sin embargo, hay ciertos conceptos que no se pueden reducir como son el costo financiero de la deuda, que está ya elevándose a tasas de 13 por ciento, y el pago de pensiones y jubilaciones que está creciendo 4.3 por ciento arriba de la inflación.

El déficit fiscal se puede cubrir de manera temporal por medio del incremento en la deuda pública, pero en el mediano plazo esto eleva el pago de los intereses, lo que a su vez sube el gasto público, lo que vuelve a incrementar el gasto público, cayendo así en un círculo vicioso del cual es muy difícil salir. Esta es la situación actual que tienen Brasil y Venezuela y que en la década de los ochenta le pasó en México. Es por lo mismo muy importante que el gasto público se ejerza con honradez y en aspectos que realmente ayuden a mejorar el ingreso nacional y la producción.

Estamos a tiempo para detener el crecimiento del déficit público y de la deuda, lo cual es la base del crecimiento estable y sólido, en este momento en que el entorno internacional está en un periodo de relativa tranquilidad. Sin embargo, los síntomas son claros de que se tendrá un nuevo periodo de fuerte volatilidad internacional en el mediano plazo.

La importancia de controlar la deuda pública

En el Informe sobre la Situación de las Finanzas Públicas y la Deuda Pública dado a conocer el pasado fin de semana, se confirmó que la deuda pública en México sigue creciendo de manera importante. En su definición más amplia, que es el “Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público” se ha duplicado como porcentaje del PIB en los pasados diez años, ya que de representar cerca de 22 por ciento de la producción nacional en 2006 llegó a 36.4 por ciento al final de 2012 y ya equivale al 47.6 por ciento al término del primer trimestre del presente año. Esto es, más que se ha duplicado en una década.