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Thursday, September 8, 2016

No todas las políticas malas son socialistas


Beware, Pickpockets
No todas las críticas de los mercados o los derechos de propiedad son socialistas. Esto podría ser evidente, pero a menudo se pierde en las redes sociales en las incesantes peleas a gritos que rodean la política económica. En círculos de libre mercado, prácticamente cualquier intervención pública se rechaza en estos días por ser “socialista”, con el resultado predecible de que el término haya perdido mucho de su significado.



En cierto sentido, es una desgracia que el socialismo ya no tenga tanto peso como palabra crítica. Si lo tuviera, podría haber hecho algún bien a la hora de compensar la reciente ola de entusiasmo por el “socialismo democrático”. Pero la falta de actitudes críticas hacia la propia palabra socialismo debería en realidad servir como una llamada de atención, un recordatorio de que una sociedad libre no puede defenderse simplemente usando el tipo de argumentos de culpabilidad por asociación que invocamos gritando indiscriminadamente y y el “¡socialismo!” cada vez que alguien propone aumentar los impuestos.
En otras palabras, las etiquetas no son argumentos, y calificar a una política como “socialista” no es lo mismo que criticarla.
Primero, usar la palabra socialismo de una forma acrítica y despectiva disminuye su eficacia. De hecho el abuso del término por parte de los críticos probablemente sea parte de las razones por las que ya no molesta, especialmente entre los jóvenes interesados por el socialismo democrático.
Segundo, el problema no es solo que el abuso del término sea una mala estrategia: también es inapropiada. Para que el socialismo signifique algo, tenemos que restringir su definición y limitar las formas en que lo aplicamos. Sí, eso sí significa sacrificar algunos momentos ocasionales de “¡te pillé!”, pero la recompensa por centrarse menos en las palabras es que podemos a menudo concentrarnos más en las ideas sustanciales que representan.
Por ejemplo, probablemente la idea más común asociada con el socialismo sea el igualitarismo, especialmente las políticas de redistribución de riqueza. De hecho, a menudo parece que los defensores de los mercados libres definan simplemente el socialismo como un tipo de redistribución de riqueza. Pero hay formas importantes en las que dichas políticas no son socialistas (aunque sean objetables desde otra perspectiva).
Una fuente útil sobre este tema es la sección del libro de Mises Socialismo, que explica sistemas económicos “pseudosocialistas”. Estos sistemas incluyen “varias propuestas de expropiación” que pretenden lograr una distribución más igualitaria de la riqueza. Con respecto a estas políticas, Mises señala que:
Los movimientos [históricos] para la reforma la propiedad generalmente culminan con la demanda de igualdad de la riqueza. Todos deberían ser igualmente ricos, nadie debería poseer más o menos que los demás (…) Está claro que esto no es socialismo (…) El socialismo no quiere dividir los medios de producción en absoluto y quiere hacer más que meramente expropiar: quiere producir sobre la base de la propiedad común de los medios de producción. Por tanto, todas esas propuestas, que solo pretendan expropiar los medios de producción no han de considerarse como socialismo; en el mejor de los casos sólo pueden ser propuestas para una vía al socialismo (Mises, 1951, pp. 266-267; cursivas añadidas).
Mises está sugiriendo que la redistribución de riqueza está relacionada con el socialismo, pero no lo abarca completamente. Por supuesto, hay muchos enlaces entre socialismo y políticas de redistribución, pero el núcleo del socialismo es la cuestión de cómo organizar y llevar a cabo la producción cuando los factores de producción son de propiedad pública. Es posible que la redistribución de riqueza sea parte de una estrategia mayor para instituir el socialismo, pero no es eso lo que quieren decir normalmente los economistas cuando discuten políticas económicas socialistas. El punto de vista de Mises en realidad se suma a nuestra comprensión, al darnos un modo más detallado de pensar acerca de cómo interactúan diferentes tipos de políticas y  sistemas económicos.
Por supuesto, podríamos desperdiciar un montón de espacio discutiendo sobre qué significan “realmente” términos como socialismo. Pero no quiero decir que haya una definición correcta del socialismo que deba usarse en todo momento y en todo contexto (aunque sí encuentro que la definición de Mises es la más útil). Por el contrario, estoy sugiriendo que tenemos que evitar usar estas palabras tan ampliamente que se aplican casi universalmente.
Además, deberíamos tener cuidado con las definiciones que elegimos. Aplicar los términos coherentemente significa que debemos a veces refrenarnos y a la hora de usarlos cuando hacerlo puede hacernos ganar puntos retóricos. Al mismo tiempo, nos anima a pensar acerca de los asuntos más profundos implicados. También es importante que nos evita trivializar ejemplos importantes, al igualarlos con otros menores.
Utilizar palabras como socialismo coherente y moderadamente asegura que tendrán más peso cuando necesitemos invocarlas. Es también una respuesta eficaz para oponentes que usen mal su propia terminología, por ejemplo, definiendo términos como “mercado libre” como “todo lo que no me gusta del mundo”.

No todas las políticas malas son socialistas


Beware, Pickpockets
No todas las críticas de los mercados o los derechos de propiedad son socialistas. Esto podría ser evidente, pero a menudo se pierde en las redes sociales en las incesantes peleas a gritos que rodean la política económica. En círculos de libre mercado, prácticamente cualquier intervención pública se rechaza en estos días por ser “socialista”, con el resultado predecible de que el término haya perdido mucho de su significado.


Thursday, August 18, 2016

No, los latinos en EE.UU. no son más socialistas que los demás grupos

Es hora de poner a descansar la fábula de que los Latinos son "socialistas". Ellos están tan interesados en la libertad como muchos otros estadounidenses.

(Johnsonweld)
Gary Johnson, del Partido Libertario, tiene el doble de posibilidad de ser apoyado por latinos en EE.UU. que por el público general. (Johnsonweld)
EnglishPor Daniel Bier
Cuando escribo sobre inmigración de Latinoamérica, me veo inundado de comentarios reclamándome que, pase lo que pase, los latinos están en contra del movimiento libertario y son “socialistas”. Sin embargo, esto no es así: una nueva encuesta de Fox News Latino revela lo contrario. El candidato por el Partido Libertario para las elecciones presidenciales, Gary Johnson, tiene el doble de posibilidad de ser apoyado por latinos en Estados Unidos que por el público general: 16% contra 8%.



Lejos de ser socialistas, hay información que evidencia que, en promedio, los latinos sienten bastante empatía con las ideas libertarias. Esto no quiere decir, en lo absoluto, que los latinos son libertarios; pero sí significa que ellos están más abiertos al pensamiento libertario que cualquier otro.
Como muy bien mi colega, Emily Ekins, ha señalado, los libertarios son más diversos, en su raza y etnia, que lo que la mayoría de las personas creen. De hecho, en 2014 el Pew Research Center reveló que los latinos se sienten libertarios y entienden la “creencia de un Gobierno limitado”, tanto como todos los estadounidenses que se identifican con este movimiento: 11% en ambos casos.
En 2015 Ekins descubrió que, al promediar nueve encuestas de las empresas Reason-Rupe y Cato-YouGov, de los latinos, 14% se identificaba como libertarios; mientras que solo 13% de la población estadounidense lo hacía.
Dado el hecho de que está creciendo la tendencia de que los latinos se sientan menos identificados con los partidos tradicionales de Estados Unidos (Demócrata y Republicano), el respaldo de los latinos a Gary Johnson durante estas elecciones cobra completo sentido. Actualmente, ellos están atascados entre un partido dirigido por un presidente que ha deportado a más latinos que cualquier otro, y entre otro candidato que cree que esa cantidad de deportados no fue suficiente.
En contraste, Johnson ha sido el candidato que ha adoptado la postura más pro-inmigrante de estas elecciones; debido a que no solo está a favor de legalizar a los que ya se encuentran en Estados Unidos; sino que está dispuesto a abrir las fronteras con México para recibir a más inmigrantes.
Tanto Donald Trump como Hillary Clinton han planteado su oposición al libre comercio como un tema importante de sus campañas. En cambio, los latinos tienden a respaldar el libre comercio.
De acuerdo con una encuesta del Pew Center de marzo de este año, los latinos están 27 puntos por encima de los blancos americanos, en considerar que los tratados de libre comercio “son algo bueno para Estados Unidos” (72% de los latinos apoyan los tratados de libre comercio; mientras que solo 51% de los estadounidense lo hacen). Casi todos los latinos dijeron al Pew Center que los tratados de libre comercio “ayudaron a sus familias”.

Por otra parte, tanto Clinton como Trump plantean políticas exteriores intervencionistas. Y el año pasado Pew encontró que los latinos son, prácticamente, el único grupo étnico o racial cuya mayoría se opone a los “ataques con drones a grupos extremistas”. Así mismo, los latinos fueron quienes más se opusieron a la ocupación de Iraq en 2006, así como a volver invadir al país árabe en 2004. No queda dudad de que ellos se oponen al servicio militar obligatorio.
Además, los dos candidatos de los partidos tradicionales han defendido la idea de otorgarle más poder de vigilancia a la NSA. En contraste, en enero de 2014, la mayoría de los latinos se opuso a que “el Gobierno obtenga información de teléfonos e internet como parte de llevar a cabo esfuerzos en contra del terrorismo”. Igualmente, ellos se oponen a que el Gobierno de EE.UU. tenga una base de datos de musulmanes.

No son socialistas

Ciertamente, los latinos favorecen un “Gobierno más grande que les provea más servicios a menos precios” y que les garantice ciertas cosas; sin embargo, al preguntarles sobre ciertas políticas en específico, se revela que realmente no sienten mucho entusiasmo sobre los Estados inmensos.
Los latinos están divididos completamente con respecto a, por ejemplo, Obamacare. De acuerdo con el Pew Center 47% está a favor y 47% en contra. En 2016 la tendencia continúa: la encuestadora Kaiser demostró que solo 45% ve a la ley de salud positiva, mientras que 40% la ve negativa.
En cuanto a educación, son más los latinos, en comparación con los blancos, los que prefieren tener más opciones de escuelas, poder acceder a escuelas con menos regulaciones (charter), y ven positiva la opción de recibir un cupón escolar. En una encuesta de la Federación Americana por los Niños, se encontró que 78% de los latinos respaldan el hecho de poder elegir sus propias escuelas. En otra encuesta, de la Fundación Friedman, se demostró que los latinos están 10 puntos sobre los demás, en cuando al apoyo de esto se refiere.
Otras encuestas de Pew evidencian que los latinos son el grupo que más apoya el matrimonio homosexual, y desean que los gays y las lesbianas sean aceptados. Se oponen a sentencias obligatorias por droga, quieren que se legalice la marihuana; y están más a favor de que se trate médicamente a los adictos a las drogas, en vez de que sean imputados.
El punto no es demostrar que la mayoría de los latinos aceptan el pensamiento libertario; de hecho la mayoría de ellos está a favor de, por ejemplo, el aumento del salario mínimo y que se aplique un control más estricto a las armas. El punto es que los latinos no tienen puntos de vistas que difieren ampliamente de los de otros estadounidenses. De hecho, en varios temas, son más libertarios que otros electores, así que no sorprende que muchos latinos están pensando en votar por Gary Johnson en noviembre.
Es hora de poner a descansar la fábula de que los latinos son “socialistas”. Ellos están tan interesados en la libertad como muchos otros estadounidenses. Ese es el punto.

Este artículo fue publicado inicialmente por el Instituto Cato y en la Fundación por Educación Económica (FEE). Daniel Bier es editor de la FEE.org. Él escribe sobre ciencia, libertades civiles y libertad económica.

No, los latinos en EE.UU. no son más socialistas que los demás grupos

Es hora de poner a descansar la fábula de que los Latinos son "socialistas". Ellos están tan interesados en la libertad como muchos otros estadounidenses.

(Johnsonweld)
Gary Johnson, del Partido Libertario, tiene el doble de posibilidad de ser apoyado por latinos en EE.UU. que por el público general. (Johnsonweld)
EnglishPor Daniel Bier
Cuando escribo sobre inmigración de Latinoamérica, me veo inundado de comentarios reclamándome que, pase lo que pase, los latinos están en contra del movimiento libertario y son “socialistas”. Sin embargo, esto no es así: una nueva encuesta de Fox News Latino revela lo contrario. El candidato por el Partido Libertario para las elecciones presidenciales, Gary Johnson, tiene el doble de posibilidad de ser apoyado por latinos en Estados Unidos que por el público general: 16% contra 8%.


Thursday, July 14, 2016

Nicolás Maduro pone a los militares a cargo del suministro de alimentos de Venezuela

Nicolás Maduro pone a los militares a cargo del suministro de alimentos de Venezuela

Crisis en Venezuela. (Foto: Getty Images.)
Por Anatoly Kurmanaev
CARACAS — El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, puso a las fuerzas armadas a cargo de un nuevo sistema de suministro de alimentos que busca aliviar la escasez de productos básicos, cediendo aún más poder a un aparato militar que ya está involucrado en todo desde la banca hasta las importaciones.
El líder de las fuerzas armadas, el ministro de Defensa Vladimir Padrino, estará a cargo del transporte y distribución de los productos básicos, el control de precios y la estimulación de la producción, según un decreto publicado el martes en la gaceta oficial.


“Todos los ministerios, todos los ministros y ministras, todas las instituciones del Estado quedan bajo el orden y la subordinación absoluta” a la llamada Gran Misión Abastecimiento Seguro, en cabeza de Padrino, dijo Maduro en una alocución televisiva el lunes por la noche.
El ascenso de Padrino lo ubica entre los hombres más poderosos en el gobierno socialista, a expensas del vicepresidente Aristóbulo Istúriz, el ministro de Industria Miguel Pérez Abad y otros ministros que tenían diferentes roles económicos.
Desde que asumió el poder hace tres años, Maduro ha dependido cada vez más de las fuerzas armadas a medida que una profunda crisis económica ha llevado sus niveles de popularidad al suelo y la escasez de alimentos ha desatado saqueos. Los generales ya están a cargo de las compañías estatales que importan la mayor cantidad de la comida venezolana, dirigen el mayor banco del país, una estación de TV y una minera estatal.
Las fuerzas armadas han reprimido rápidamente todas las manifestaciones de la oposición, así como los disturbios por alimentos que se desatan todos los días a lo largo del país.
“Maduro le está dando las llaves de Miraflores a un jefe militar quien no puede con la crisis económica”, dijo el diputado de la oposición Julio Borges. “Esto significa más alcabala, más corrupción, y menos producción.”
Un ex general de alto rango dijo que las nuevas medidas terminarían desacreditando a las fuerzas armadas “debido a que ahora serán responsables de sostener un modelo que no tiene viabilidad”. Agregó que la decisión también abrirá más puertas a la corrupción en un país al que Transparencia Internacional ubica entre los más corruptos del mundo.
A medida que Maduro le ha dado mayores poderes económicos a los militares, ha suprimido al sector privado, dicen los economistas.
El lunes, Maduro ordenó la toma de la planta local de Kimberly-Clark, luego que el fabricante de papel higiénico y pañales dijera que tuvo que detener la producción debido a la escasez de materias primas.
El colapso de los ingresos petroleros ha recortado las importaciones venezolanas en un 70% este año respecto a sus máximos de 2012, algo sin precedentes, lo cual ha dejado a las empresas sin la capacidad de obtener materiales bajo los estrictos controles de divisas del país, según la firma de consultoría con sede en Caracas Síntesis Financiera.
“Si todas las fábricas tienen que pasar todo por los militares esto no va hacer aparecer a la materia prima.”, dijo Juan Pablo Olalquiaga, presidente de la cámara industrial de Venezuela, Conindustria. “El ejecutivo nacional está mostrando que no entiende el manejo de la economía”.

Nicolás Maduro pone a los militares a cargo del suministro de alimentos de Venezuela

Nicolás Maduro pone a los militares a cargo del suministro de alimentos de Venezuela

Crisis en Venezuela. (Foto: Getty Images.)
Por Anatoly Kurmanaev
CARACAS — El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, puso a las fuerzas armadas a cargo de un nuevo sistema de suministro de alimentos que busca aliviar la escasez de productos básicos, cediendo aún más poder a un aparato militar que ya está involucrado en todo desde la banca hasta las importaciones.
El líder de las fuerzas armadas, el ministro de Defensa Vladimir Padrino, estará a cargo del transporte y distribución de los productos básicos, el control de precios y la estimulación de la producción, según un decreto publicado el martes en la gaceta oficial.

Wednesday, June 22, 2016

¿Cómo conquistó Cuba a Venezuela?

Por Moisés Naím
El País, Madrid
La enorme influencia que Cuba ha logrado ejercer en Venezuela es uno de los acontecimientos geopolíticos más sorprendentes y menos comprendidos del siglo XXI. Venezuela es nueve veces más grande que Cuba, tiene el triple de población y su economía es cuatro veces mayor. El país alberga las principales reservas de petróleo del mundo. Sin embargo, algunas funciones cruciales del Estado venezolano o han sido delegadas a funcionarios cubanos o son directamente controladas por La Habana. Y esto, el régimen cubano lo conquistó sin un solo disparo.
Los motivos de Cuba son obvios. La ayuda venezolana es indispensable para evitar que su economía colapse. Tener un gobierno en Caracas que mantenga dicha ayuda es un objetivo vital del Estado cubano. Y Cuba lleva décadas acumulando experiencia, conocimientos y contactos que le permiten operar internacionalmente con gran eficacia y, cuando es necesario, de manera casi invisible. 


Desde su inicio en 1959, una prioridad de la política exterior del régimen cubano ha sido la creación de vastas redes de apoyo a su causa. Sus servicios de espionaje, su diplomacia, propaganda, ayuda humanitaria, intercambios juveniles, académicos y culturales, y el apoyo en otros países a ONG, intelectuales, periodistas, medios de comunicación y grupos políticos afines han sido pilares básicos de su estrategia internacional. Esto lo hacen todos los países, pero pocos han tenido la necesidad de darle tanta prioridad y durante tanto tiempo como Cuba. La supervivencia económica y política del régimen ha dependido de su éxito en tener aliados en otros países que, a su vez, puedan influir sobre sus gobiernos en apoyo a la isla. En Venezuela esto no fue necesario, ya que logró penetrar directamente en el Gobierno. El hecho indiscutible es que Cuba tiene tanto la necesidad vital como la experiencia y las instituciones para moldear las decisiones de su rico vecino petrolero.
Es bien conocida la enorme ayuda petrolera que recibe la isla desde Venezuela. También las inversiones y el apoyo financiero. Parte creciente de las importaciones de Venezuela se canalizan a través de empresas cubanas. Hace poco se reveló la existencia de un enorme depósito de medicamentos caducados recientemente, que habían sido importados por una empresa cubana: medicinas supuestamente adquiridas en el mercado internacional a precio de saldo, y revendidas a precio regular al Gobierno de Caracas.
La relación va más allá de subsidios y ventajosas oportunidades de negocios para la élite cubana. Como ha documentado Cristina Marcano, una periodista que ha investigado ampliamente este tema, funcionarios cubanos controlan las notarías públicas y los registros civiles de Venezuela. También supervisan los sistemas informáticos de la presidencia, ministerios, programas sociales, policía y servicios de seguridad, así como la petrolera estatal PDVSA.
Y luego está la cooperación militar. El ministro de Defensa de un país latinoamericano me contó lo siguiente: “En una reunión con oficiales de alto rango de Venezuela, llegamos a varios acuerdos de cooperación y otros asuntos. Entonces tres asesores, con inconfundible acento cubano, se incorporaron a la reunión y se dedicaron a cambiar todo lo que habíamos acordado. Los generales venezolanos estaban avergonzados, pero no dijeron una palabra. Estaba claro que los cubanos llevaban la batuta”.
Cuba paga todo esto con personal y “servicios”. Venezuela recibe de Cuba médicos y enfermeras, entrenadores deportivos, burócratas, personal de seguridad, milicias y grupos paramilitares. “Tenemos más de 30.000 cederristas en Venezuela”, se jactaba en 2007 Juan José Rabilero, en esa época coordinador de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) de Cuba.
¿Por qué el Gobierno venezolano permitió esta intervención extranjera tan abusiva? La respuesta es Hugo Chávez. Durante sus 14 años en la presidencia, disfrutó de un poder absoluto gracias al control que ejercía sobre cada una de las instituciones que podrían haberle impuesto límites o exigido transparencia, ya fueran los tribunales o la asamblea legislativa. También dispuso a su antojo de los ingresos petroleros de Venezuela.
Dejar entrar a los cubanos fue una de las expresiones más contundentes de ese poder absoluto.
Chávez tenía muchas razones para arrojarse a los brazos de Fidel Castro. Lo admiraba, y sentía por él un profundo afecto y confianza. Fidel se convirtió en su asesor personal, mentor político y guía geoestratégico. Castro alimentó además la convicción de Chávez de que sus muchos enemigos —sobre todo Estados Unidos y las élites locales— querían liquidarlo, y que no podía esperar de sus fuerzas de seguridad la protección que necesitaba. En cambio, los cubanos sí eran confiables. Cuba también proporcionó toda una engrasada red de activistas, ONG y propagandistas que apoyaron la revolución bolivariana en el extranjero. Chávez también se quejaba públicamente de la ineptitud de sus altos funcionarios. En esto, también Cuba le ayudó, dotándolo de funcionarios con experiencia en el manejo de un Estado cada vez más centralizado.
El alcance de la entrega de Chávez a La Habana lo ilustra dramáticamente la forma en la que manejó el cáncer que acabaría con su vida: confió solo en los médicos que Castro le recomendó, y se trató la mayor parte del tiempo en La Habana, bajo un manto de secretismo.
El sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, ha profundizado aún más la dependencia venezolana de La Habana. Ante las protestas estudiantiles contra un régimen cada vez más autoritario, el Gobierno ha respondido con una represión brutal, que cuenta con los instrumentos y las tácticas perfeccionadas por el Estado policial que controla Cuba desde hace demasiado tiempo.

¿Cómo conquistó Cuba a Venezuela?

Por Moisés Naím
El País, Madrid
La enorme influencia que Cuba ha logrado ejercer en Venezuela es uno de los acontecimientos geopolíticos más sorprendentes y menos comprendidos del siglo XXI. Venezuela es nueve veces más grande que Cuba, tiene el triple de población y su economía es cuatro veces mayor. El país alberga las principales reservas de petróleo del mundo. Sin embargo, algunas funciones cruciales del Estado venezolano o han sido delegadas a funcionarios cubanos o son directamente controladas por La Habana. Y esto, el régimen cubano lo conquistó sin un solo disparo.
Los motivos de Cuba son obvios. La ayuda venezolana es indispensable para evitar que su economía colapse. Tener un gobierno en Caracas que mantenga dicha ayuda es un objetivo vital del Estado cubano. Y Cuba lleva décadas acumulando experiencia, conocimientos y contactos que le permiten operar internacionalmente con gran eficacia y, cuando es necesario, de manera casi invisible. 

Monday, June 20, 2016

Podemos compra el modelo argentino

Los defaults no salen gratis. Su consecuencia más inmediata -incluso en aquellas suspensiones de pagos beatíficamente calificadas de "renegociación de la deuda odiosa"- es que los extranjeros dejan de prestarnos su capital. Y esto, en un país que no tiene instalada una imprenta de billetes en el cuarto de baño de la residencia presidencial, supone ciertamente un problema: toda la financiación del déficit público debe efectuarse o con impopulares subidas de impuestos o con cargo al ahorro interno.
En este sentido, la economía española constituye una combinación terrorífica de todos los factores que impiden un default suave: es una economía con un gigantesco déficit público, con un elevadísimo endeudamiento privado -que absorbe todo el ahorro interno-, con una tendencia crónica a la generación de déficits exteriores, con una carga fiscal monstruosa para el sector productivo del país y sin una divisa propia que el Gobierno pueda inflar a placer.



Por eso, esencialmente, las cuentas de Podemos no cuadraban: uno no puede reclamar simultáneamente más déficit público, más gasto público y más impago de la deuda. Y no puede no por un elemental sentido de la honestidad -"Te voy a impagar lo que te debo pero te voy a seguir pidiendo prestado dinero para, en el futuro, volver a impagártelo"-, sino porque simplemente no hay manera de financiarlo.
Acaso los cuadros del partido consigan engañar a la catequizada parroquia electoral apelando a esa infinita bolsa de oro de Leprechaun en que algunos han convertido al fraude fiscal, pero, dejando de lado las inverosímiles cifras que a este respecto se manejan, esos mismos cuadros supongo que serán conscientes de que, en realidad, no hay forma de financiar su programa. O, al menos, no la había hasta que han comenzado a desgranarnos los detalles del apéndice técnico no adjuntado a ese programa.
Así, resulta que Podemos impulsará la creación de un euro de segunda división para el sur de Europa. La peseta-lira-dracma: algo así como "una divisa común para gobiernos deseosos de sangrar a su población con inflación". No es de extrañar: si Podemos impaga parte de la deuda pública y se niega a recortar el gasto (al contrario, desea multiplicarlo), el déficit del Estado se irá muy por encima del 10% del PIB. ¿Cómo sufragar tamaño dispendio sin poder emitir deuda y sin subir los impuestos? Pues evidentemente imprimiendo moneda y generando una monumental inflación.
La inflación, ciertamente, también es un impuesto que redistribuye la renta desde los ciudadanos al Estado, pero es un impuesto cuya vinculación con las élites políticas pasa más inadvertida para el común de los mortales: resulta mucho más fácil identificar a Montoro con la autoría del sablazo que supone el IRPF o el IVA que con un IPC que sube cada año un 5, un 10 o un 20%. A la postre, los impuestos los sube el Gobierno, pero los precios son cosa de "los empresarios ladrones" que quieren tumbar al victimizado Ejecutivo.








Más allá de la retórica populista, la inflación sí es un impuesto, y un impuesto que, para más inri, pagan los ciudadanos con menor cultura financiera. Los ricos lo tendrían relativamente sencillo para protegerse de una alta inflación de la peseta-lira-dracma: sólo deberían invertir su capital en renta variable nacional o, todavía mejor, en renta variable extranjera. Los ciudadanos cuyo único activo financiero es su depósito bancario, en cambio, lo tienen mucho más crudo: ellos sí son expropiados inmisericordemente por un Gobierno manirroto que necesita financiar su hipertrofia sin capacidad de emitir deuda. No olvidemos los grandes éxitos inflacionistas de la peseta: entre enero de 1961 y diciembre de 1998, la inflación acumulada fue del 2.380%, lo que significa que un millón de pesetas de 1961 quedó reducido a unas 42.000 pesetas de 1998: ese fue el robo inflacionista que practicaron sobre los depositantes los distintos Gobiernos de la época.
Ahora, al parecer, se trata de repetir éxitos pasados. Los mismos que se rasgan las vestiduras cuando oyen hablar de recortes en los salarios nominales abrazan entusiasmados un proyecto inflacionista para rebajarlos agresivamente en términos reales: default, salida del euro depreciación y alta inflación. Como la senda que ha seguido Argentina desde 2001, con tan desestabilizadores resultados: impago de la deuda en 2001, abandono de la paridad dólar-peso, depreciación de la moneda local (hasta 1 dólar = 8 pesos) y devastadora inflación oficial del 250% (si bien Venezuela se lleva la palma, con una inflación del 1.300%).
La receta precisa para que la inversión salga en desbandada del país, para que se cortocircuite la financiación internacional, para que el Estado controle más recursos dentro de la economía a través del atraco inflacionista y para, en última instancia, seguir siendo una economía de bajos salarios, cerrada hacia el exterior, con incapacidad para atraer y retener talento, con una clase media devorada por la fiscalidad y con una tendencia irresistible hacia el impago y la depreciación secular. No sé ustedes, pero yo preferiría parecerme antes a Suiza, Australia, Nueva Zelanda o Canadá (incluso a Alemania, Dinamarca o Suecia) que a Argentina o Venezuela. Estado moderado con baja inflación y estabilidad cambiaria versus Estado ultraintervencionista con saqueo inflacionista y extrema volatilidad cambiaria. Supongo que Podemos (e Izquierda Unida) prefiere mirarse en el modelo de Argentina y Venezuela.
- Seguir leyendo: http://www.libremercado.com/2014-08-04/juan-ramon-rallo-podemos-compra-el-modelo-argentino-73116/

Podemos compra el modelo argentino

Los defaults no salen gratis. Su consecuencia más inmediata -incluso en aquellas suspensiones de pagos beatíficamente calificadas de "renegociación de la deuda odiosa"- es que los extranjeros dejan de prestarnos su capital. Y esto, en un país que no tiene instalada una imprenta de billetes en el cuarto de baño de la residencia presidencial, supone ciertamente un problema: toda la financiación del déficit público debe efectuarse o con impopulares subidas de impuestos o con cargo al ahorro interno.
En este sentido, la economía española constituye una combinación terrorífica de todos los factores que impiden un default suave: es una economía con un gigantesco déficit público, con un elevadísimo endeudamiento privado -que absorbe todo el ahorro interno-, con una tendencia crónica a la generación de déficits exteriores, con una carga fiscal monstruosa para el sector productivo del país y sin una divisa propia que el Gobierno pueda inflar a placer.


Saturday, June 18, 2016

Socialistas de derechas


Es muy conocida la frase con la que comienza Camino de servidumbre, la obra maestra del Nobel de Economía Friedrich von Hayek. El autor lo dedica “a los socialistas de todos los partidos”. En las décadas que han transcurrido desde 1944, cuando se publicó el libro, la historia no ha hecho más que confirmar tozudamente la intuición del economista austriaco. Le tocó vivir la conflagración entre dos totalitarismos oficialmente opuestos entre sí, pero en la práctica casi idénticos. Lo que Hayek o Ludwig von Mises supieron ver era, en realidad, muy simple: que todas las formas de colectivización forzosa y centralización de los planes económicos son en realidad muy similares y conducen a la tiranía. Yo suelo utilizar “colectivismo” más que “socialismo” al explicar estas cosas porque la gente no suele entender que llame “socialista” al PP, o a los democristianos alemanes, o a los tories británicos, o a los fascistas. Para retener su atención y evitar que cierren los oídos y me tomen por extremista, no tengo más remedio que renunciar, al menos inicialmente, a calificar de socialistas a personajes como Mariano Rajoy o Albert Rivera o incluso Santiago Abascal, aunque eso es justamente lo que son y ni siquiera se dan cuenta.



En realidad, el mundo de las ideas políticas no se divide en izquierda y derecha, dos términos tan manidos como vacíos de contenido práctico, sino en estatistas (es decir, colectivizadores de la sociedad, de la cultura y de la economía) e individualistas. El noventa por ciento, y me quedo corto, de los políticos actuales son estatistas, son colectivistas en diverso grado, es decir, son, en palabras de Hayek, socialistas. A los socialistas de izquierdas los conocemos bien, sabemos cuál es su plan de control social absoluto, así que no hace falta explayarse demasiado sobre ellos. Va siendo hora, en cambio, de desenmascarar y señalar el socialismo situado a la derecha del centro —en ese absurdo dial unidimensional que se nos sigue haciendo tragar como único sistema de plasmación espacial de las ideas políticas—. Es necesario hacerlo porque los socialistas de derechas han convencido a mucha gente de que son liberales. Y no, no son liberales ni mucho menos liberal-libertarios. Son conservadores, o neocon, y por lo tanto promueven una forma más de colectivismo o de socialismo, como queramos llamarlo.
Los conservadores circunscriben su liberalismo al ámbito económico, e incluso en éste son de una tibieza irritante
Ya oigo las voces acusándome de repartir carnés, pero lejos de mí semejante crimen nefando: dejaré que lo haga Hayek, a quien supongo aceptado por todos como autoridad en la materia. Hace poco porfiaba en Twitter un conocido economista liberal-conservador, mientras pedía tan tranquilo el voto para el PP, que “Hayek apoyó a Thatcher”. Hombre, Hayek apoyó su política económica a falta de algo mejor, pero fue también quien escribió una obra magistral titulada Por qué no soy conservador, libro que deberían leer todos los partidarios del PP (sector Aguirre) y de Vox, y cuantos desde aquí miraron con delectación al impresentable UKIP británico. Todos ellos circunscriben su liberalismo al ámbito económico, e incluso en éste son de una tibieza irritante. A lo mejor si leyeran ese libro de Hayek hablarían con propiedad y dejarían de usar términos como “liberal”, “libertario” o cualquier otro derivado de “Libertad”, ya que, en puridad, el valor superior para ellos no es la Libertad sino el orden, acompañado de un fuerte nacionalismo y de una visión jerárquica, estamental y tradicionalista de las sociedades. Nos dice Hayek:
“Encierra indudables peligros la asociación de los partidarios de la libertad con los conservadores (…) Conviene, pues, trazar una clara línea de separación entre la filosofía que propugno y la que tradicionalmente defienden los conservadores. Califico de liberal mi postura, que difiere en la misma medida del conservadurismo y del socialismo”.
“Lo típico del conservador es conceder siempre el máximo grado de confianza a la autoridad constituida y procurar invariablemente que su poder, lejos de debilitarse, se refuerce. Y en esas circunstancias resulta ciertamente difícil preservar la libertad. El conservador generalmente no se opone a la arbitrariedad ni a la coacción estatales cuando se ejercen en pos de objetivos que él comparte. (…) El conservador, esencialmente oportunista, carece de principios generales y se limita al final a desear que la jefatura de gobierno se encargue a una persona buena y sabia (…). Al conservador, como al socialista, sólo le preocupa quién gobierne, no le preocupa limitar el poder del gobernante. Y, como el marxista, considera natural imponer a los demás sus valoraciones. (…) Los conservadores suelen sumarse a los liberales contra el dirigismo económico (…) pero ello no les impide ser estatistas (…). Muchos políticos conservadores no son inferiores a los socialistas en sus esfuerzos por desacreditar a la libre empresa”.
“El conservador teme a las nuevas ideas porque sabe que carece de pensamiento propio que oponerles. (…) Se encuentra maniatado por los idearios que ha heredado. (…) Lo digo claramente: lo que más me molesta del conservador es su oscurantismo. (…) La predisposición de los conservadores al nacionalismo les lleva con frecuencia a emprender la vía colectivista. (…) Los conservadores han aceptado gran parte del credo colectivista (…) siendo muchas instituciones colectivistas hasta motivo de orgullo para los conservadores. En estas circunstancias, el partido de la libertad no puede menos de sentirse radicalmente opuesto al conservadurismo”.
Debemos combatir tanto el socialismo de izquierdas como el socialismo de derechas: el odioso conservadurismo que pretende utilizar espuriamente a liberales y libertarios
Leyendo esta radiografía tan certera y tan actual de los conservadores, comprende uno bastantes cosas, bastantes apoyos incomprensibles de algunos maestros del postureo liberal a políticos antiliberales, y bastantes ataques injustificados —supuestamente pragmáticos— a quienes teóricamente representan sus ideas, al menos en economía. Creo que hoy, más que nunca, la batalla de las ideas debe llevar a los liberales y libertarios a combatir con la misma determinación el socialismo de izquierdas y el socialismo de derechas: el odioso conservadurismo que siempre intenta distorsionar la causa de la Libertad y utilizar espuriamente a sus defensores.

Socialistas de derechas


Es muy conocida la frase con la que comienza Camino de servidumbre, la obra maestra del Nobel de Economía Friedrich von Hayek. El autor lo dedica “a los socialistas de todos los partidos”. En las décadas que han transcurrido desde 1944, cuando se publicó el libro, la historia no ha hecho más que confirmar tozudamente la intuición del economista austriaco. Le tocó vivir la conflagración entre dos totalitarismos oficialmente opuestos entre sí, pero en la práctica casi idénticos. Lo que Hayek o Ludwig von Mises supieron ver era, en realidad, muy simple: que todas las formas de colectivización forzosa y centralización de los planes económicos son en realidad muy similares y conducen a la tiranía. Yo suelo utilizar “colectivismo” más que “socialismo” al explicar estas cosas porque la gente no suele entender que llame “socialista” al PP, o a los democristianos alemanes, o a los tories británicos, o a los fascistas. Para retener su atención y evitar que cierren los oídos y me tomen por extremista, no tengo más remedio que renunciar, al menos inicialmente, a calificar de socialistas a personajes como Mariano Rajoy o Albert Rivera o incluso Santiago Abascal, aunque eso es justamente lo que son y ni siquiera se dan cuenta.