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Wednesday, October 26, 2016

La demografía, la democracia y el capitalismo global

Robert Guest afirma que las fronteras abiertas son una herramienta importante para crear riqueza, mucho más que la ayuda externa. Guest considera que la transportación asequible y las comunicaciones fáciles han permitido a los inmigrantes alrededor del mundo crear poderosas redes que atraviesan las fronteras y llegan a influenciar los negocios, la tecnología y la política.

Robert Guest es editor de negocios de la revista The Economist y autor de Borderless Economics: Chinese Sea Turtles, Indian Fridges, and the New Fruits of Global Capitalism
Esta es una transcripción del discurso que dio en un foro en el Cato Institute el 17 de noviembre de 2011.

Mi libro, Borderless Economics: Chinese Sea Turtles, Indian Fridges, and the New Fruits of Global Capitalism, trata sobre la libertad de tránsito —acerca de por qué el mundo es un lugar mejor cuando las personas son libres de migrar de un lugar a otro. Si desea entender por qué esto es tan importante, el mejor lugar para comenzar es un lugar donde no se permite la libertad de tránsito.
Corea del Norte es el tipo de lugar donde generalmente no permiten que nadie entre o salga. Y si se cierra a las personas, se cierra a las ideas. Cuando visité el país, fui a una exposición de tecnología norcoreana. Me mostraron el ordenador Kim II-Sung —el cual, me aseguraron, estaba utilizando software norcoreano, la mejor tecnología del mundo. Recibí esa información con algo de escepticismo. Así que me acerqué y pulsé el interruptor del equipo para reiniciarlo, y, ¿qué apareció en la pantalla? "Texas Instruments".



Corea del Norte es 17 veces más pobre que Corea del Sur —que era en realidad más pobre hace un par de generaciones— y es, entre otras cosas, el desprendimiento del país —su aislamiento— lo que explica por qué las personas ahora mueren de hambre ahí.
¿Por qué importa la libertad de tránsito? Cuando las personas se trasladan, transportan ideas y contactos.  En las últimas décadas, ha habido un cambio fundamental en la naturaleza de la migración mundial. En primer lugar, más personas se están trasladando. Ahora existen 215 millones de inmigrantes de primera generación en el mundo. Eso constituye un aumento de 40% en las dos últimas décadas y es cerca del 3% de la población mundial. Si los inmigrantes fuesen un país, serían el quinto más grande del mundo —y probablemente el más innovador.
Cuando las personas piensan en China, piensan en un gran país en el este de Asia. Pero si se piensa en cambio en las personas chinas, la imagen es diferente. Hay 70 millones de chinos viviendo fuera de su país, cifra mayor a la de los franceses viviendo en Francia.
Otro cambio importante involucra a la comunicación. Era costumbre que, cuando los inmigrantes dejaban su país de origen, perdían comunicación con el lugar del que venían tan pronto llegaban a EE.UU. A inicios del siglo veinte, una llamada telefónica trasatlántica costaba más que un salario mensual y todavía no se había creado el transporte aéreo barato. Las personas perdían contacto. Ahora, tan pronto como el avión toca la pista, los inmigrantes pueden enviar mensajes de texto a sus familiares, llamarlos (gratis) vía Skype, o ponerse al día con ellos a través de varias redes sociales. Los inmigrantes de hoy en día se mantienen íntima y constantemente conectados. Así que crean redes y estas tienen grandes consecuencias para los negocios, la tecnología y la política.
Cuando se quiere realizar negocios que traspasen las fronteras —especialmente en el mundo emergente— es importante conocer personas. En sociedades donde no hay un Estado de Derecho, por ejemplo, es importante saber en quién se puede confiar. Los chinos fuera de su país entienden la cultura china de negocios muy bien, razón por la cual alrededor del 70% de la inversión extranjera directa que ingresa a China lo hace por medio de la diáspora china.
Considere el caso de Cheung Yan, una mujer china que vino a EE.UU. hace dos décadas y notó dos cosas sobre el país. Notó que los estadounidenses botan enormes cantidades de papel de desecho —correo basura, catálogos viejos, ediciones dominicales sin leer del New York Times, entre otros. También notó que muchos barcos provenientes de China venían completamente llenos, pero regresaban parcialmente vacíos porque los productos que EE.UU. envía a China a menudo son ligeros. Estoy hablando de propiedad intelectual, películas, títulos del Estado, entre otras cosas.
La señora Cheung creó una empresa a partir de estas observaciones. Comenzó a cargar todo ese papel de desecho en estos barcos vacíos hacia China. Ella tenía contactos que le ayudaron a establecer una planta de reciclaje allí. Convirtió el papel en cajas de cartón. Otras empresas chinas sin duda utilizaron esas cajas para empacar televisiones y enviarlas de nuevo a EE.UU. La señora Cheung es ahora una de las personas más adineradas de China —todo esto gracias a su perspectiva foránea, que le permitió ver una oportunidad que todos los demás habían pasado por alto.
Las redes de inmigrantes tienen un enorme impacto en la tecnología también. Vivek Wadhwa de Duke University encontró que a pesar de que los inmigrantes son solo un octavo de la población de EE.UU., representan un cuarto de los fundadores de empresas de alta tecnología. Ahora, parte de esto se debe a un sesgo de selección. Las personas que están preparadas para abandonar la comodidad de su hogar y buscar fortuna en el extranjero son personas dinámicas y creativas. Pero no es solamente eso. Vivir en el exilio —aprendiendo un nuevo idioma, enfrentando nuevas situaciones, lidiando con problemas poco familiares— lo obliga a uno a pensar fuera de los esquemas tradicionales.
Varios estudios han revelado esto. Por ejemplo, William Maddux de INSEAD y Adam Galinsky de Northwestern University reunieron a un grupo de estudiantes de maestría de negocios y les pidieron que resolvieran un rompecabezas de creatividad llamado el problema de la vela Dunker. Cada estudiante recibió una caja de tachuelas, una vela y fósforos. Se les pidió que pegaran la vela en la pared y la encendieran de tal forma que no derramara cera sobre el suelo. La solución es vaciar la caja de tachuelas y pegarla a la pared, permitiéndole actuar como candelabro para la vela. El descubrimiento interesante fue que los estudiantes que habían vivido en el extranjero fueron capaces de completar el ejercicio con mucha mayor facilidad. Su experiencia les permitió, literalmente, “pensar fuera de la caja”.
La migración produce redes que atraviesan las fronteras. Eso hace que la colaboración internacional sea mucho más fácil y eso impulsa la innovación. Permítame darle un ejemplo. Cientos de millones de personas en India no tienen ninguna forma de identificación en este momento. No pueden probar que existen —lo que significa que no pueden obtener crédito, abrir cuentas bancarias, o hacer negocios con desconocidos. El gobierno de la India quería crear una base de datos biométrica para solucionar este problema, pero no tenían idea de cómo lograrlo. Así que le pidieron ayuda a Nandan Nilekani, un indio multimillonario que hizo su fortuna en software. Él se puso en contacto con algunos de sus inteligentes amigos indios en Silicon Valley. Pronto, estaban comunicándose constantemente vía Skype. Antes de que pasara mucho tiempo, varios de ellos viajaron a Bangalore y comenzaron a construir el sistema necesario. Hoy en día, el gobierno de la India está registrando a millones de personas utilizando la base de datos biométrica que ellos crearon. Gracias al poder de la colaboración, cientos de millones de indios podrían probar su identidad pronto.
Hay muchos ejemplos de cómo las redes de la diáspora influyen en la política. Más de 500.000 chinos han estudiado o trabajado en el extranjero y luego regresado a casa —uno de los movimientos de estudios en el extranjero más grandes de la historia. El gobierno chino ha impulsado esto porque quiere que sus ciudadanos aprendan habilidades en las áreas de la ingeniería y la medicina. Pero, el asunto es que, el gobierno quiere separar estas habilidades técnicas de las malas ideas que estos individuos podrían adquirir en una democracia —por ejemplo, la democracia. Y lo que están descubriendo es que es imposible separar estas cosas.
Cuando las personas son expuestas a la democracia, como en EE.UU., no pueden evitar notar que el aire es más limpio, que las personas son más libres, y que las disputas políticas no se resuelven con guerras civiles. Y esta enorme élite educada está regresando a China y asumiendo posiciones influyentes. Lideran compañías tecnológicas, centros de investigación y universidades. Están subiendo dentro del mismo Partido Comunista.
En 2002 cerca del 6% de los miembros del Comité Central del Partido Comunista eran "tortugas marinas" —es decir, que habían estudiado o trabajado en el extranjero y regresado. Cinco años después, ese número más o menos se duplicó llegando al 11% —y Cheng Li de Brookings Institution predice que será entre 15 y 17% en 2012, cuando el país estará listo para un gran cambio en las posiciones más altas.
El Estado es muy fuerte en China, pero también es frágil. Hay un descontento generalizado, especialmente en las zonas rurales. Cuando llegue una crisis, habrá presión por una reforma. Y entonces hará una gran diferencia que tantos de la élite hayan visto de primera mano como funciona una democracia avanzada. Las tortugas marinas eventualmente harán de China un país democrático.
Me gustaría finalizar con un pensamiento sobre la demografía. Europa está en medio de una crisis de la deuda porque sus ciudadanos han dejado de tener suficientes hijos. El día de mañana no habrá suficientes trabajadores para pagar las pensiones que nos prometieron ayer. La inmigración podría ayudar. Pero nuestros estados de bienestar le paga a los inmigrantes para que no trabajen.
EE.UU. es completamente diferente. No se puede vivir de las prestaciones sociales aquí siendo un joven físicamente capaz. Por esta razón los inmigrantes trabajan, lo que significa que rápidamente aprenden a llevarse bien con los estadounidenses nativos. Esto, en parte, es la razón por la que el modelo estadounidense es tan robusto. Y a medida de que la población mundial se estabiliza, más y más de la fuerza económica de un país será determinada por dónde quiere vivir la gente, antes que por cuántas personas hayan nacido allí. Creo que muchas personas escogerán vivir aquí, si ustedes se lo permiten.

La demografía, la democracia y el capitalismo global

Robert Guest afirma que las fronteras abiertas son una herramienta importante para crear riqueza, mucho más que la ayuda externa. Guest considera que la transportación asequible y las comunicaciones fáciles han permitido a los inmigrantes alrededor del mundo crear poderosas redes que atraviesan las fronteras y llegan a influenciar los negocios, la tecnología y la política.

Robert Guest es editor de negocios de la revista The Economist y autor de Borderless Economics: Chinese Sea Turtles, Indian Fridges, and the New Fruits of Global Capitalism
Esta es una transcripción del discurso que dio en un foro en el Cato Institute el 17 de noviembre de 2011.

Mi libro, Borderless Economics: Chinese Sea Turtles, Indian Fridges, and the New Fruits of Global Capitalism, trata sobre la libertad de tránsito —acerca de por qué el mundo es un lugar mejor cuando las personas son libres de migrar de un lugar a otro. Si desea entender por qué esto es tan importante, el mejor lugar para comenzar es un lugar donde no se permite la libertad de tránsito.
Corea del Norte es el tipo de lugar donde generalmente no permiten que nadie entre o salga. Y si se cierra a las personas, se cierra a las ideas. Cuando visité el país, fui a una exposición de tecnología norcoreana. Me mostraron el ordenador Kim II-Sung —el cual, me aseguraron, estaba utilizando software norcoreano, la mejor tecnología del mundo. Recibí esa información con algo de escepticismo. Así que me acerqué y pulsé el interruptor del equipo para reiniciarlo, y, ¿qué apareció en la pantalla? "Texas Instruments".


Sunday, August 21, 2016

La crisis del capitalismo global

Por Mario Teijeiro

Centro de Estudios Públicos

Luego de la caída de Lehman Brothers en Septiembre, la crisis financiera adquirió un carácter dramático, el pánico se apropió de los inversores y se inició un proceso recesivo global de intensidad y duración de difícil previsión. La capitalización de los bancos y las garantías extraordinarias concedidas por los gobiernos han sido pasos necesarios para frenar el colapso de los mercados de crédito. Pero la confianza no se ha restablecido y los precios de acciones, bonos corporativos y commodities continúan deprimidos y volátiles.



¿Por qué la confianza no se ha restablecido? En primer lugar porque en este clima de pánico la demanda mundial se ha desplomado y estamos frente a la probabilidad de una recesión importante y prolongada. Esta circunstancia genera un circulo vicioso de desconfianza, ya que ha instalado el temor de que los beneficios empresarios se desplomarán (lo que validaría un valor aparentemente “regalado” de las acciones), las quiebras empresarias aumentarán (lo que validaría un precio muy bajo de los bonos corporativos) y los países emergentes entrarán en serias dificultades (lo que validaría la caída de los bonos soberanos). La decisión de los países centrales de que no se produzcan más quiebras financieras desordenadas tipo Lehman ha disminuido significativamente el riesgo de depositantes y tenedores de bonos de entidades financieras de países centrales, pero no ha hecho desaparecer el riesgo de los accionistas de esas entidades que pueden sufrir por el empeoramiento de las carteras de préstamos, asociado a la recesión mundial que se avecina.
En segundo lugar, los mercados se mantienen deprimidos por las continuas ventas de bancos de inversión y fondos de cobertura (hedge funds) que tenían posiciones de acciones, bonos y préstamos financiados parcialmente con líneas de crédito bancarias. El corte de esas líneas por bancos ansiosos por disminuir riesgos y recuperar liquidez, fuerza la liquidación de activos a cualquier precio. En tercer lugar, ha continuado el rescate masivo de inversores en pánico de sus fondos de inversión, que fuerza a ventas de bonos y acciones por parte de esas instituciones. En cuarto lugar, todavía no han tenido un impacto efectivo en el mercado el programa de U$S 700 mil millones de la Tesorería para comprar carteras hipotecarias y recién ha comenzado el programa de la Reserva Federal para comprar directamente papeles comerciales.
Las amenazas de la recesión
¿Estaremos en los inicios de una crisis como la de la gran depresión iniciada en 1930? Los síntomas iniciales son parecidos pero existe conciencia que los errores cometidos en aquella oportunidad no deben repetirse. Las decididas acciones en materia de apoyo a las entidades financieras es un indicador claro que ya no se permitirán –como ocurrió en los 30- sucesivas quiebras desordenadas de miles de bancos, en perjuicio de depositantes y acreedores. Los gobiernos facilitarán la absorción de entidades débiles por entidades más sólidas, lo que llevará a una mayor concentración de la actividad financiera. Pero, ¿los grandes bancos sobrevivirán un eventual empeoramiento de sus carteras? Muchos probablemente sí y cuando así no fuera, el Estado tomará control de entidades que son “demasiado grandes como para caer”, les eliminará sus préstamos fallidos (a costa de los contribuyentes futuros) y posteriormente reprivatizará los bancos ya saneados. Pero el rescate no alcanzará a los mutuals funds, los hedge funds y los prívate equity funds que seguirán “implosionando” ante el rescate de sus cuotapartistas en pánico y la evaporación de sus fuentes bancarias de financiamiento.
El problema central en el corto plazo es que la inseguridad de los propios bancos en su propio financiamiento y capitalización y las dudas sobre la solvencia de sus eventuales clientes, hará que presten mucho menos que lo que sus fondos líquidos les permitirían. No se animarán a prestar a quienes más lo necesitarían (empresas con alto endeudamiento, hedge funds, individuos transitoriamente desempleados o empresas con un flujo de caja comprometido por la recesión). El sector financiero es naturalmente procíclico, no anticíclico. Presta cuando menos se lo necesita y se retrae cuando más se lo necesita.
Las excepcionales medidas financieras de las últimas semanas son una condición necesaria para evitar una profundización del colapso del crédito, pero no serán suficientes para revertir inmediatamente la recesión económica. La lección que se aprendió de la crisis de 1930 es que el Estado debe expandir las líneas de crédito a los bancos para evitar un colapso total del crédito. Pero también se aprendió que esto puede ser insuficiente para reflotar inmediatamente la economía, ya que un sistema financiero jaqueado por temores estará limitado para canalizar las inyecciones de liquidez intentadas desde los bancos centrales.
La dinámica de la recesión mundial
Restablecidas las garantías mínimas sobre la sobrevivencia de las entidades financieras y las acreencias de depositantes y bonistas, la prioridad ahora es morigerar la recesión y evitar la deflación en las economías desarrolladas. La recesión disminuye la capacidad de empresas e individuos de servir sus deudas y la deflación agrandaría el tamaño de esas deudas en términos reales. Los estados mismos encontrarían inconveniente que sus deudas, además de aumentar por el déficit fiscal y las operaciones de rescate, aumenten en términos reales por una deflación generalizada.
El único factor positivo que hoy beneficia a las economías centrales es la caída del precio del petróleo, que aumenta la capacidad de gasto doméstico de sus consumidores. Pero hay otras repercusiones globales que agravarán la caída de la demanda. Por ejemplo, las devaluaciones de Canadá, México, Australia y Brasil no harán sino disminuir la demanda por exportaciones americanas y hacer más competitivas las exportaciones de esos países hacia USA, en perjuicio de la producción americana. El punto central es que la mayoría de los países pueden devaluar frente al dólar, el yen o el euro y así morigerar un panorama interno deflacionario y super recesivo, pero al hacerlo concentran las presiones deflacionarias en los países centrales.
Ni Europa ni Japón ni USA pueden devaluar y por el contrario sus monedas se aprecian en términos de otros países desarrollados y sobre todo emergentes. Su única solución para paliar la recesión y evitar una perversa deflación es utilizar su propia política fiscal y monetaria. ¿Será suficiente la política monetaria que capitaliza bancos, garantiza líneas de crédito, facilita líneas de redescuento y financia directamente empresas productivas comprando sus papeles comerciales? Los resultados recién empiezan a sentirse a través de una baja de la tasa Libor de corto plazo. El financiamiento de largo plazo a empresas privadas se recuperará mucho más lentamente, a la espera que la recesión económica no arriesgue la sobrevivencia de quienes colocan bonos o demandan crédito.
Las limitaciones del sistema financiero para canalizar una política monetaria expansiva en estas circunstancias pueden necesitar el complemento de una política fiscal deficitaria, que estimule la demanda directamente a través de bajas impositivas y programas de gasto. Los países centrales pasarán por un periodo de experimentación en sus políticas de reflotamiento de la economía mundial, probablemente continuarán yendo por un tiempo detrás de los acontecimientos y se sucederán las medidas hasta que la economía empiece a recuperarse. Pero no estaremos frente a la pasividad posterior a la crisis del 29 que garantizó la Gran Depresión.
Las lecciones de la crisis
El sistema financiero continúa demostrando una y otra vez, sea en países emergentes o desarrollados, que es intrínsecamente inestable y capaz de generar ciclos de auge y depresión. Los enemigos de la libertad se regocijan cada vez que una crisis financiera “demuestra” las falencias del capitalismo liberal. Nuestros gobernantes llegan al ridículo de concluir que lo que está ocurriendo en el mundo desarrollado es una validación de sus ideas intervencionistas y saqueadoras del sector privado. La paradoja es que el sistema financiero en su actual forma es la antítesis del liberalismo. Es el sistema financiero que se impuso después de la Gran Depresión, que fomenta la irresponsabilidad de los banqueros al amparo de las garantías explícitas e implícitas del Estado. Esas garantías estatales son tan perversas como las intervenciones que en otros mercados aseguran monopolios privados o distorsionan el comercio. Denunciar los males del liberalismo por la crisis financiera es análogo a argumentar que la libertad de precios es perversa después de garantizarle a la industria la capacidad de aumentar sus precios al amparo de la protección de la competencia externa. Lo que ha provocado la crisis no es el liberalismo sino el libertinaje financiero al amparo de garantías estatales.
Tal como argumentara en un artículo anterior (La nueva crisis financiera, 25 de Enero de 2008), la naturaleza de la industria financiera debe revisarse profundamente. En primer lugar, los bancos que gozan de garantías estatales deberían mantener patrimonios mínimos y reservas liquidas (en proporción a sus activos) que sean substancialmente superiores a las actuales. En segundo lugar, con sus depósitos a corto plazo los bancos deberían prestar sólo a corto plazo; y otorgar préstamos a individuos, empresas o entes estatales que tengan un endeudamiento global que no supere niveles prudentes. En tercer lugar, los bancos deberían tener prohibido prestar a vehículos o instituciones que a su vez invierten en activos riesgosos (instituciones de préstamos hipotecarios, fondos de inversión accionaria, hedge funds, prívate equity funds, etc.). En cuarto lugar, ninguna institución no bancaria que invierta en activos de riesgo debería tener garantías estatales y quienes decidan invertir en sus fondos de riesgo deberían afrontar todos los riesgos de las fluctuaciones de precio. Finalmente, el Estado no debería garantizar el fondeo de instituciones que prestan para determinados fines sociales (como las garantías otorgadas al fondeo de instituciones hipotecarias como Fannie Mae y Freddie Mac).
Pero así como en la Argentina la irresponsabilidad financiera durante la Convertibilidad dio por tierra con todo principio liberal, hoy el ambiente político en los países desarrollados se ha tornado propicio para ideas más intervencionistas. Lo importante en estas circunstancias es que los países desarrollados limiten su activismo a la política monetaria y fiscal, se concentren en revisar los principios básicos con los que ha operado el sistema financiero internacional, pero mantengan e incluso acentúen el liberalismo comercial. Sería catastrófico que como ocurrió en la década de 1930, se produjera ahora una oleada de proteccionismo comercial. Son los intereses comunes del comercio los que mantendrán al mundo unido y cooperando para superar esta crisis.

La crisis del capitalismo global

Por Mario Teijeiro

Centro de Estudios Públicos

Luego de la caída de Lehman Brothers en Septiembre, la crisis financiera adquirió un carácter dramático, el pánico se apropió de los inversores y se inició un proceso recesivo global de intensidad y duración de difícil previsión. La capitalización de los bancos y las garantías extraordinarias concedidas por los gobiernos han sido pasos necesarios para frenar el colapso de los mercados de crédito. Pero la confianza no se ha restablecido y los precios de acciones, bonos corporativos y commodities continúan deprimidos y volátiles.


Tuesday, August 2, 2016

México y Trump

Luis Rubio
Presidente del Centro de Investigación para el Desarrollo (Cidac), una institución independiente dedicada a la investigación en temas de economía y política, en México. Fue miembro del Consejo de The Mexico Equity and Income Fund y del The Central European Value Fund, Inc., de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y de la Comisión Trilateral. Escribe una columna semanal en Reforma y es frecuente editorialista en The Washington Post, The Wall Street Journal y The Los Angeles Times. En 1993, recibió el Premio Dag Hammarksjold, y en 1998 el Premio Nacional de Periodismo.
Ningún mexicano puede estar feliz ante las interminables diatribas de Trump con que el presunto candidato ha cautivado a parte del electorado estadounidense. Pero esa no es razón para que México se precipite en su respuesta o reaccione sin evaluar las potenciales consecuencias.
El componente mexicano del discurso de Trump no es producto de la casualidad. Más bien, es resultado de una extraña combinación de abandono por nuestra parte y mala suerte. Ambos factores se han conjuntado para convertir a México en la causa de los males de los estadounidenses. Es por esta razón que es imperativo entender la dinámica en que nos encontramos antes de responder.



Trump está cosechando los avatares económicos de las últimas dos décadas, particularmente la pérdida de empleos manufactureros (producto del cambio tecnológico, no de México) y el crecimiento de la migración (producto de la demanda de empleos sobre todo en agricultura y servicios). Es posible que, de haber mantenido una activa presencia pública, algo del impacto negativo sobre México pudiera haber sido neutralizado, pero a estas alturas no hay nada que hacer al respecto para fines de la elección de este año.
Cuando se inició la negociación del TLC en 1990, el gobierno montó una multifacética estrategia de relaciones públicas en Estados Unidos. Por un lado, organizó un plan de acción orientado al poder legislativo de ese país a fin de generar apoyos para el momento en que se presentara el tratado para su aprobación; por otro lado, se articuló un conjunto de medidas diseñadas para atraer la atención de los americanos hacia las cosas mexicanas. Para este fin se presentó la extraordinaria exhibición “México: Esplendores de Treinta Siglos” en Nueva York y muchos museos en el resto de ese país; se organizaron seminarios, conferencias y ciclos de películas y se patrocinaron eventos en todos los rincones de la geografía estadounidense. En la mejor tradición de los países exitosos en Washington, México logró una extraordinaria presencia y reconocimiento, cautivando a los estadounidenses.
El problema es que, a la mexicana, tan pronto se ratificó el TLC, se abandonó la estrategia y se creó un enorme vacío. Ese vacío fue rápidamente llenado por todos los grupos que se habían opuesto al TLC y que, desde entonces, han procurado minarlo, si no es que anularlo. Los tres sectores más prominentes en este ámbito son los sindicatos, los ecologistas y los grupos anti-inmigrantes. Algunos de estos sectores (que, con excepción de los sindicatos, usualmente no son grupos uniformes o con coherencia interna) tienen razones concretas para oponerse, otros derivan su enojo de factores ideológicos y otros son meramente ignorantes; para bien o para mal, al menos dos de las fuentes de mayor estridencia respecto a México -la migración y las drogas- son factores económicos simples: hay demanda, por lo tanto hay oferta. Una cosa no puede explicarse sin la otra.
El abandono de una estrategia de presencia positiva de México en EUA ha sido enormemente costoso, pero también es cierto que en estos veinte años el mundo cambió y tuvimos la mala suerte de que muchos de esos cambios se le atribuyeran a México, más allá de que de que ambas cosas fuesen independientes. En estos veinte años, la globalización transformó la manera de producir en el mundo; la tecnología (sobre todo la robótica) redujo drásticamente la necesidad de mano de obra en la producción industrial; y la revolución digital hizo irrelevante a un enorme segmento de la mano de obra tradicional porque no cuenta con las habilidades necesarias para ser exitosa en ese nuevo mundo.
Nuestra desventura fue que el TLC entró en operación justo cuando todo esto ocurría: cuando la presencia mexicana crecía en todos los ámbitos (sobre todo en la forma de exportaciones y migrantes), todo ello sin que hubiera un parapeto de protección en la forma de una buena campaña de relaciones públicas que protegiera al país y le generara un buen nombre. Es obvio que México no es culpable de todas las calamidades que le atribuye Trump y su séquito, pero es indispensable reconocer que nosotros -nuestra ausencia- contribuyó a crear un caldo de cultivo propicio para que eso ocurriera.
También pasaron otras cosas. Un ejemplo dice más que mil palabras: cuando yo estudiaba en Boston en los setenta, el consulado mexicano se dedicaba esencialmente a la comunidad estadounidense. Es decir, era una mini embajada dedicada a promover los asuntos mexicanos en esa ciudad. Lo mismo ocurría en los otros cuarenta y tantos consulados de entonces. Hoy en día, los consulados parecen delegaciones municipales dedicadas a resolver trámites para migrantes mexicanos. En estos cuarenta años, el crecimiento migratorio cambió todo en la presencia de México en ese país y los consulados así lo reflejan. El efecto es que abandonamos una vital presencia en las comunidades estadounidenses.
Trump está cosechando los avatares económicos de las últimas dos décadas, particularmente la pérdida de empleos manufactureros (producto del cambio tecnológico, no de México) y el crecimiento de la migración (producto de la demanda de empleos sobre todo en agricultura y servicios). Es posible que, de haber mantenido una activa presencia pública, algo del impacto negativo sobre México pudiera haber sido neutralizado, pero a estas alturas no hay nada que hacer al respecto para fines de la elección de este año.
Dicho eso, existe un enorme riesgo: el burdo intento por afectar el resultado de la elección por medio de la ciudadanización tardía puede salir bien si pierde Trump o muy mal si gana. Trump no es irracional: su estrategia es absolutamente lógica, claramente derivada de una cuidadosa lectura de las encuestas y de lo que aqueja a los estadounidenses. Me parece temerario intentar sesgar el resultado de manera tan crasa y vulgar. Lo que está de por medio no es un negocito; de por medio va la viabilidad del país, cuya economía depende, solo en 100%, de las exportaciones a ese país y de las remesas que de ahí vienen.

México y Trump

Luis Rubio
Presidente del Centro de Investigación para el Desarrollo (Cidac), una institución independiente dedicada a la investigación en temas de economía y política, en México. Fue miembro del Consejo de The Mexico Equity and Income Fund y del The Central European Value Fund, Inc., de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y de la Comisión Trilateral. Escribe una columna semanal en Reforma y es frecuente editorialista en The Washington Post, The Wall Street Journal y The Los Angeles Times. En 1993, recibió el Premio Dag Hammarksjold, y en 1998 el Premio Nacional de Periodismo.
Ningún mexicano puede estar feliz ante las interminables diatribas de Trump con que el presunto candidato ha cautivado a parte del electorado estadounidense. Pero esa no es razón para que México se precipite en su respuesta o reaccione sin evaluar las potenciales consecuencias.
El componente mexicano del discurso de Trump no es producto de la casualidad. Más bien, es resultado de una extraña combinación de abandono por nuestra parte y mala suerte. Ambos factores se han conjuntado para convertir a México en la causa de los males de los estadounidenses. Es por esta razón que es imperativo entender la dinámica en que nos encontramos antes de responder.


Thursday, June 23, 2016

Seguridad y autogobierno, Ron Paul

Seguridad y libertad
Artículo escrito por Ron Paul 
Los asesinatos sin sentido y terribles de la semana pasada en una sala de cine en Colorado recordó a los estadounidenses que la vida es frágil y hermosa, y no debemos tomar a la familia, amigos y seres queridos como algo para siempre. Nuestras oraciones están con las víctimas y las familias de los fallecidos. Como nación, debemos utilizar este terrible suceso para reunirnos con la determinación de crear una sociedad con unos valores de vida mejor.
También debemos hacer frente a la triste realidad de que el gobierno no nos puede proteger de todo daño posible. No importa cuántas leyes se hagan, no importa cuántos policías o agentes federales pongamos en las calles, no importa cuán a menudo controlemos Internet, una persona determinada o grupo aún puede causar un gran daño. Nosotros, como individuos somos responsables de nuestra seguridad y la seguridad de nuestras familias.



Por otra parte, es el papel de la sociedad civil y no gubernamental el construir una cultura de individuos responsables, pacíficos y productivos. El gobierno no puede imponer la moral o infundir esperanza en las personas con problemas. Los controles externos sobre nuestra conducta impuestos por el gobierno a través de leyes, policía y cárceles por lo general se aplican sólo después de un terrible crimen.
El autogobierno interno, por el contrario, es un regulador mucho más poderoso de la conducta humana que cualquier otra ley. Esta autonomía debe desarrollarse desde el nacimiento, en primer lugar por los padres, pero más tarde también a través de la influencia positiva de los familiares y los adultos. Más allá de la infancia, el desarrollo del carácter puede ocurrir a través de las instituciones religiosas, cívicas y sociales. En última instancia, el autogobierno no puede desarrollarse sin una base fundamental de la moralidad.
El gobierno, sin embargo, no es un agente moral. El Estado debe proteger nuestros derechos, pero no puede desarrollar nuestro carácter. Cada vez que se producen terribles crímenes, muchos estadounidenses es comprensible que exijan que el gobierno “hacer algo” para evitar hechos similares en el futuro. Pero este impulso reflexivo, casi siempre conduce a malas leyes y a la pérdida de la libertad.
¿Queremos realmente vivir en un mundo de controles policiales, cámaras de vigilancia y detectores de metales? ¿Realmente creen que el gobierno puede garantizar la seguridad total? ¿Queremos cometer involuntariamente todos los descontentos, de una persona perturbada, o alienada, que fantasea con la violencia? ¿O podemos aceptar que la libertad es más importante que la ilusión de seguridad proporcionada por el Estado?
La libertad no se define por la seguridad. La libertad se define por la capacidad de los ciudadanos a vivir sin la interferencia del gobierno. El gobierno no puede crear un mundo sin riesgos, ni de verdad queremos vivir en un lugar ficticio. Sólo una sociedad totalitaria, clamaría por una seguridad absoluta, como un ideal digno, ya que requeriría un control total del Estado sobre la vida de sus ciudadanos. La libertad tiene sentido sólo si seguimos creyendo en ella, cuando suceden cosas terribles y una falsa seguridad gubernamental nos atrae.

Seguridad y autogobierno, Ron Paul

Seguridad y libertad
Artículo escrito por Ron Paul 
Los asesinatos sin sentido y terribles de la semana pasada en una sala de cine en Colorado recordó a los estadounidenses que la vida es frágil y hermosa, y no debemos tomar a la familia, amigos y seres queridos como algo para siempre. Nuestras oraciones están con las víctimas y las familias de los fallecidos. Como nación, debemos utilizar este terrible suceso para reunirnos con la determinación de crear una sociedad con unos valores de vida mejor.
También debemos hacer frente a la triste realidad de que el gobierno no nos puede proteger de todo daño posible. No importa cuántas leyes se hagan, no importa cuántos policías o agentes federales pongamos en las calles, no importa cuán a menudo controlemos Internet, una persona determinada o grupo aún puede causar un gran daño. Nosotros, como individuos somos responsables de nuestra seguridad y la seguridad de nuestras familias.


Wednesday, June 22, 2016

Los crecientes fracasos de la Unión Europea y 'Brexit'

Marian L. Tupy señala los fracasos de la Unión Europea (UE), los cuales han provocado una mayor resistencia a ella y una mayor probabilidad de su disolución.

Marian L. Tupy es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y editor del sitio Web www.humanprogress.org.
Desde sus humildes inicios, la Unión Europea (UE) se ha vuelto una entidad supra-nacional que al menos superficialmente se asemeja a un estado federal, pero que carece de un poder soberano. Tiene su propia bandera, himno, moneda, presidente (cinco de ellos, de hecho) y su servicio diplomático. Hoy, la UE está tratando de obtener nuevos poderes, mientras que, paradójicamente, también se enfrenta a una creciente oposición y una creciente probabilidad de colapso. ¿Cómo llegó a esa posición la UE? Para comprender el dilema de la UE, considere sus fracasos pasados y actuales.



La UE nació en 1958, cuando seis países europeos occidentales crearon una zona de comercio libre denominada la Comunidad Económica Europea (CEE). Hay un consenso abrumador entre economistas de que el libre comercio estimula el crecimiento económico. De hecho, ningún país alguna vez se ha vuelto rico estando aislado. No obstante, el impacto de la CEE sobre el crecimiento en Europa Occidental no debería ser subestimado. Los aranceles dentro de Europa sobre los productos no fueron removidas hasta 1968. Como resultado de esto, las reformas domésticas, tales como la liberalización de Ludwig Erhard de la economía de Alemania Occidental en 1948, fueron mucho más importantes para la recuperación posterior a la guerra que la inexistente CEE.
Además, tenga en cuenta que la liberalización del comercio interno de Europa se estaba dando en conjunto con la liberalización comercial a nivel mundial. Este último proceso, que solía ser llamado el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio y que ahora se llama la Organización Mundial del Comercio, empezó en 1947 —ante la insistencia de EE.UU.
Con el tiempo, el comercio interno de la UE se ha vuelto menos, no más, importante para la prosperidad europea. Los costos de las comunicaciones, las transferencias financieras y el transporte se han reducido considerablemente desde la Segunda Guerra Mundial, haciendo del comercio global cada vez más lucrativo para empresas individuales —estén o no en la UE. El comercio entre EE.UU. y la UE, por ejemplo, continúa creciendo, aún cuando no hay un acuerdo de libre comercio entre los dos. De igual forma, las exportaciones británicas a la UE están creciendo a un paso menor que las exportaciones británicas a los países que no son miembros de la UE.
Además, los beneficios económicos del comercio interno de Europa han sido socavados por un diluvio de regulaciones excesivas provenientes de Bruselas. A diferencia de la creencia popular, que sostiene que la integración y la prosperidad van de la mano, el crecimiento en Europa Occidental ha caído conforme la integración europea aumentó (ver gráfico). Hoy, gran parte de Europa simplemente no está creciendo.
Algunos de los problemas de Europa no están relacionados con la UE y están más bien relacionados con una demografía cambiante —bajas tasas de natalidad y una población que envejece. Aún así Europa también ha sufrido de heridas auto-infligidas. Las regulaciones en exceso, las que sofocan el crecimiento europeo, es solo una de ellas. Hay otras políticas destructivas también.

Fuente: Angus Maddison, Statistics on World Population, PIB y PIB per cápita, 1-2008 DC, obtenido el 16 de mayo de 2016.
* Las cifras para los 15 de la UE no contienen datos para Luxemburgo.
La Política Agrícola Común (CAP, por sus siglas en inglés), por ejemplo, ha resultado en montañas de mantequilla y lagos de leche. Estos luego fueron destruidos o arrojados en mercados del Tercer Mundo, donde socavaron a los productores locales. En conjunto con la CAP estuvo la Política Común de Pesca que, en lugar de preservar el stock de pesca de Europa mediante un sistema de cuotas, casi acabó con este. Un estudio holandés, por ejemplo, encontró que, para mantener sus cuotas, por cada tonelada de pescado destinado al consumo, los pescadores lanzaban “dos a cuatro toneladas de pescados muertos” al mar.
Los Fondos Estructurales y de Cohesión, un sistema de pagos transferidos que utilizó el dinero de los contribuyentes en los países ricos para intentar de fomentar el crecimiento y el empleo en el sur sub-desarrollado de Europa, se volvió un despilfarro legendario de mala asignación y corrupción financieras. La Corte Europea de Auditores se ha negado a aprobar el presupuesto de la UE en aproximadamente 20 años consecutivos —citando irregularidades.
El euro se suponía que debería haber conducido a un mayor crecimiento, desempleo más bajo, y mayor competitividad y prosperidad. Según “50 economistas distinguidos” que fueron reunidos por el pro-UE Centro para la Reforma Europea, “hay un consenso amplio de que el euro había sido una decepción: el desempeño económico de la unión monetaria había sido muy pobre, y en lugar de unir a los estados-miembros de la UE y fomentar un sentido más estrecho de unidad y de identidad común, el euro ha dividido a los países y erosionado la confianza en la UE”.
En retrospectiva, debería ser claro que la Eurozona fue mal concebida. Sus miembros se han comprometido a mantener niveles manejables de deuda (límite de un 60 por ciento del PIB) y déficits (límite de un máximo de 3 por ciento al año). Lo que la faltó a la Eurozona fue un mecanismo de cumplimiento creíble. De hecho, algunos de los miembros más grandes de la Eurozona, incluyendo a Francia y Alemania, rompieron sus compromisos en cuanto a la deuda y el déficit poco después del lanzamiento de la moneda común. Otros países hicieron lo mismo.
Todavía peor, la membrecía en la Eurozona ha permitido que algunas de las economías peor manejadas en Europa expandan masivamente sus deudas aprovechándose de las tasas de interés históricamente bajas. Los mercados le prestaron dinero al Sur de Europa, esperando que, si los problemas surgían, estos serían rescatados. Los mercados estaban en lo correcto. Por lo tanto, cuando colapsaron las economías sureñas, sus acreedores —principalmente bancos europeos— fueron rescatados causando un costo masivo al contribuyente europeo. Como siempre, un problema que fue creado por una integración más profunda ha llevado a llamados de “más Europa” y el establecimiento de una “unión fiscal”.
En los últimos años, otro problema serio ha surgido: la inmigración descontrolada de proveniente de África y de Oriente Medio. Mientras que la inmigración puede ser beneficiosa, los países europeos generalmente han sido poco exitosos en integrar a los extranjeros. Algo de ese fracaso tiene que ver con políticas estatales, como extensivas provisiones sociales y restricciones en el mercado laboral que mantienen a los inmigrantes fuera de la fuerza laboral, y algunas tienen que ver con un entendimiento particularmente europeo de la nacionalidad, que está basado en etnicidad, no ciudadanía.
Para bien o para mal, la política migratoria de a través de Europa, que ha permitido grandes flujos entrantes de extranjeros que ahora Bruselas está tratando de “redistribuir” forzadamente entre los estados miembros, ha tenido éxito en despertar un nivel épico de resentimiento.
El rescate del euro y el mal manejo de la crisis migratoria han puesto de relieve uno de los menos apreciados, aunque más influyentes aspectos negativos de la integración europea: el ataque al Estado de Derecho.
El Artículo 125 del Tratado de Lisboa establece, claramente, que cada estado miembro de la UE es responsable de sus propias deudas. Es inconcebible que la Eurozona hubiese nacido alguna vez sin esa estipulación vital, que fue necesaria para calmar preocupaciones en el electorado alemán.
Además, el Artículo 123 prohíbe al Banco Central Europeo (BCE) comprar bonos soberanos en mercados primarios y bonos soberanos en mercados secundarios —si lo último se hace por motivos fiscales en lugar de monetarios. Bruselas y Frankfurt ignoraron ambas estipulaciones para mantener a Grecia dentro de la Eurozona.
De igual forma, la Regulación de Dublín especifica que las aplicaciones de asilo por parte de aquellos que buscan protección en la UE en virtud de la Convención de Ginebra deben ser examinados y procesados en el punto de ingreso, lo que significa que deben ser evaluados por el primer estado miembro de la UE que pisaron. Grecia, y en menor grado Italia, no han logrado satisfacer sus obligaciones y han permitido que cientos de miles, posiblemente millones, de personas que buscan asilo emigren a otros estados miembros, incluyendo Alemania. El gobierno alemán, en cambio, ha decidido de manera unilateral darle la bienvenida a estos inmigrantes solo para demandar que sean proporcionalmente distribuidos entre otros países de la UE.
Dejando a un lado las cuestiones humanitarias, incluso los estados miembros de la UE que nunca recibieron personas que buscaban asilo en primer lugar, y que no fueron consultados al momento de “permitirles” entrar a la UE en general, ahora están siendo obligados a acomodarlos. Los estados miembros han respondido a las amenazas de la UE incumpliendo con sus obligaciones con el área Schengen y erigiendo barreras para mantener a los inmigrantes fuera —exacerbando así el ataque al Estado de Derecho en Europa.
Conforme Gran Bretaña se prepara para votar acerca de su membrecía en la UE, es útil recordar no solo el éxito de la UE en reducir las barreras comerciales entre los países de la UE, sino también de los muchos fracasos de la UE, pues esta es la razón por la cual la membrecía continua de Gran Bretaña en la UE ya no es algo que se puede dar por sentado.

Los crecientes fracasos de la Unión Europea y 'Brexit'

Marian L. Tupy señala los fracasos de la Unión Europea (UE), los cuales han provocado una mayor resistencia a ella y una mayor probabilidad de su disolución.

Marian L. Tupy es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y editor del sitio Web www.humanprogress.org.
Desde sus humildes inicios, la Unión Europea (UE) se ha vuelto una entidad supra-nacional que al menos superficialmente se asemeja a un estado federal, pero que carece de un poder soberano. Tiene su propia bandera, himno, moneda, presidente (cinco de ellos, de hecho) y su servicio diplomático. Hoy, la UE está tratando de obtener nuevos poderes, mientras que, paradójicamente, también se enfrenta a una creciente oposición y una creciente probabilidad de colapso. ¿Cómo llegó a esa posición la UE? Para comprender el dilema de la UE, considere sus fracasos pasados y actuales.


¿Qué es la inflación?

¿Qué es la inflación?

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Por Ricardo Manuel Rojas
En las últimas décadas, muchos políticos –y economistas que avalan académicamente sus discursos-, se han empeñado en sostener que la inflación es el aumento de los precios. Ello es muy conveniente, pues permite echarle la culpa a alguien más que al propio gobierno por sus nefastas consecuencias (por ejemplo a los comerciantes que “suben” los precios, a los “especuladores”, a las variaciones del comercio internacional, etc.).
Sin embargo, la teoría económica más ortodoxa ha explicado desde siempre que la inflación es el aumento en la cantidad de dinero circulante en relación con los bienes disponibles. El aumento de los precios es una consecuencia de la inflación, al igual que la fiebre es una consecuencia de la infección. Son efectos, no causas; y el único ente capaz de generar inflación es el gobierno, al emitir moneda sin respaldo.


Pensando en esta distorsión del concepto, se me ocurrió consultar el diccionario de la Real Academia Española para ver cómo la define. Esto lo hice con cierto recelo ideológico, basado en el rechazo de que exista una autoridad política del lenguaje.
Ya en el siglo XVIII, los autores morales escoceses explicaban que las mayor parte de las instituciones sociales son el producto de una evolución espontánea que, si bien requiere de la participación humana, no son organizadas o diseñadas por ninguna autoridad o director. Adam Ferguson lo decía con estas palabras: “Las naciones tropiezan con instituciones que ciertamente son el resultado de la acción humana, pero no la ejecución del designio humano”. Es bueno recordar que tanto Ferguson como Adam Smith ubicaban entre estas instituciones que crecían espontáneamente, al derecho, el mercado, la moneda y el lenguaje.
Por eso probablemente el idioma inglés no tiene, como el castellano, una autoridad que se arrogue el monopolio de determinar el significado de las palabras que las personas utilizan. Al igual que en el mercado, existe una “mano invisible” que termina consensuando el significado de los términos entre los distintos diccionarios, sin que medie imposición de autoridad alguna.
Consulté en la página web de la Real Academia Española cuál es el significado de la palabra “inflación” en su acepción económica en la actualidad, y me encontré con esta definición: “Econ. Elevación notable del nivel de precios con efectos desfavorables para la economía de un país”.
Desalentado por esta diferencia entre la acepción “oficial” del término y su significado real, decidí consultar a la vigésima edición del mismo diccionario, del año 1984, y me encontré con que la Real Academia Española definía a la inflación de este modo hace veinte años: “Econ. Exceso de moneda circulante en relación con su cobertura, lo que desencadena un alza general de precios”.
Advertí entonces que los conceptos vienen siendo cambiados por la autoridad del lenguaje, del mismo modo que ocurría con el decálogo de la “animalidad” en la granja o con la neo-lengua de 1984, descriptos por Orwell.
Esta decisión del “dictador de la lengua”, resulta curiosamente operativa para los dictadores de la moneda, del mercado y del derecho, para usar los ejemplos traídos por Ferguson hace más de dos siglos.
El nuevo concepto impuesto arbitrariamente justifica que los gobernantes, como “dictadores monetarios”, sigan emitiendo moneda sin pudor, desligando este proceso de sus consecuencias inflacionarias; permite echarle la culpa del aumento de los precios a los comerciantes y por lo tanto intervenir como “dictador del mercado”, imponiendo “precios sugeridos”, cerrando la exportación de productos, etc., y como “dictador de la ley”, amenazando con la cárcel a quienes no acaten sus regulaciones, como ocurre con la ley de Abastecimiento en Argentina.
El punto de partida de todo ello es torcerle el sentido a las palabras, distorsionar los conceptos, y de ese modo evitar una discusión razonable sobre la realidad.
Pero como decía Francis Bacon, “la realidad, para ser comandada, debe ser obedecida”. Distorsionarla, sólo puede conducir al caso general, incluso para quienes piensan que el engaño es una forma aceptable de gobierno.
La causa de la inflación seguirá siendo el aumento de la emisión monetaria, aunque filólogos y políticos pretendan disponer otra cosa.
El autor es Vicepresidente de la Fundación Friedrich A. von Hayek de Buenos Aires.

¿Qué es la inflación?

¿Qué es la inflación?

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Por Ricardo Manuel Rojas
En las últimas décadas, muchos políticos –y economistas que avalan académicamente sus discursos-, se han empeñado en sostener que la inflación es el aumento de los precios. Ello es muy conveniente, pues permite echarle la culpa a alguien más que al propio gobierno por sus nefastas consecuencias (por ejemplo a los comerciantes que “suben” los precios, a los “especuladores”, a las variaciones del comercio internacional, etc.).
Sin embargo, la teoría económica más ortodoxa ha explicado desde siempre que la inflación es el aumento en la cantidad de dinero circulante en relación con los bienes disponibles. El aumento de los precios es una consecuencia de la inflación, al igual que la fiebre es una consecuencia de la infección. Son efectos, no causas; y el único ente capaz de generar inflación es el gobierno, al emitir moneda sin respaldo.

Sunday, June 19, 2016

Hayek y Keynes, una relación liberal peligrosa

Santiago Navajas

Introducción: tres libros
Han sido tres los libros que últimamente se han publicado y que han tratado, en su núcleo o como un capítulo importante, la relación de amor-odio que mantuvieron Keynes y Hayek. El primero que debe leerse es La gran búsqueda, una panorámica general de las historias de las ideas económicas que ha escrito Sylvia Nasar sobre los dos últimos siglos y que sitúa a Alfred Marshall y los fabianos esposos Webb como el origen legítimo de la izquierda civilizada, en contraposición a la barbarie conceptual que representa Karl Marx. A continuación, el libro en el que Nicholas Whapshott ha descrito el cuerpo a cuerpo, espíritu a espíritu, entre Keynes y Hayek, una completa explicación para esos dos magníficos raps que crearon John Papola y Russ Roberts1. Y, por último, un primerísimo plano de John Maynard Keynes, esa mezcla entre Isaac Newton, Lawrence de Arabia y James Bond en la que debió inspirarse Isaac Asimov para crear en la saga Fundación a Hari Seldon, el fundador de la psicohistoria. Todo ello a la espera, por supuesto, de que se publique en España la biografía de Allan Ebenstein sobre Hayek2. Aunque habitualmente se les suele retratar como enfrentados, en realidad nunca estuvieron tan lejos el uno del otro. Para muestra, lo que confesó Hayek a la muerte de Keynes y que le podría haber servido de lápida:



Era el hombre más grande que he conocido jamás y por quien sentía una admiración sin límites.
Más bien fueron dos caras de una misma moneda: la del liberalismo de la libertad y la equidad, del mercado y la competencia, que cada uno interpretó desde dos posiciones diferentes aunque, en el fondo, tuvieran muchos puntos en común. Ni socialistas ni conservadores, tanto Keynes como Hayek fueron, por malentendidos combinados con interés de secta, asociados respectivamente a las posiciones de la derecha y de la izquierda, aunque se les podría considerar como liberales radicales, en el sentido de su excentricidad respecto de la norma y su pasión por ir a la raíz misma de las cosas. Siendo el liberalismo una corriente minoritaria tanto en lo académico como en lo popular, ambos tuvieron que acercarse a las posturas dominantes de socialistas y conservadores para hacer valer en algo sus ideas aunque repetidamente hicieron fe de su profesión liberal3.
La resistencia liberal
En unas circunstancias históricas en las que el pack formado por la democracia liberal y la economía de mercado estaba cercano a desaparecer bajo la égida totalitaria de los nazis y los comunistas, tanto Keynes como Hayek estuvieron en la vanguardia ilustrada y humanista de grandes pensadores que resistieron el embate teórico pero también práctico del desafío totalitario –junto a Popper, Arendt, Mises, Cassirer, Berlin, Ortega y Gasset y esa inmensa minoría de liberales en aquellos tiempos de utopías criminales, valga la redundancia–. En aquellos momentos, sin embargo, parecía que iban a perder la batalla de las ideas frente a las hordas irracionalistas capitaneadas por Heidegger a la derecha, Sartre a la izquierda y todo el agitprop de la mayor parte de los intelectuales al servicio de Hitler o Stalin4. Fue una casualidad, pero reveladora, que ambos pasaran varias noches juntos en 1942, armados con palas para sofocar posibles incendios, en el tejado de Cambridge vigilando el cielo esperando que atacara la Luftwaffe.
Sin embargo, mientras que el inglés Keynes creía que el carácter británico era inmune a las tentaciones totalitarias, el austríaco Hayek había comprobado in situ como los cultos pueblos austríaco y alemán caían rendidos al influjo carismático de Adolf Hitler, al que siguieron, no precisamente a ciegas, hacia la muerte y el abismo. De ahí, de esa vivencia personal, vendría la más o menos sensibilidad hacia el crecimiento del Estado y el control que iba teniendo sobre cada vez más facetas de la sociedad civil. Lo que a Keynes le parecía un mal menor, a Hayek le parecía meterse de cabeza en la boca del leviatán. Al final, ni el optimismo de Keynes ni el pesimismo de Hayek se han cumplido, ya que el Estado ha crecido hasta hacerse omnipresente y de una forma que Keynes no hubiera imaginado, ni aprobado, al tiempo que nuestras sociedades hiperestatizadas no han caído en el totalitarismo, pero sí han degenerado en un mundo huxleyano, tan feliz como superficial y banal, en el que con demasiada facilidad no somos despojados de nuestra libertad sino que la ofrecemos gustosos en el altar de la seguridad, el bienestar o los dogmas de lo políticamente correcto.
Paradigmas
Del mismo modo que entre Cassirer y Heidegger, Bohr y Einstein o Wittgenstein y Popper, la discusión que mantenían Keynes y Hayek era, en cierto sentido, una pelea de sordos porque los compromisos ontológicos y metodológicos de cada uno de ellos sobrepasaban los límites de una conversación acotada. Y es que ambos estaban en trincheras tan lejanas que por mucho que se gritasen no era probable que llegasen a escucharse. En realidad, la disputa entre Hayek y Keynes es un caso de libro del concepto de paradigma en Thomas Kuhn. Keynes y Hayek se encontraban en dimensiones diferentes de la ciencia económica, ya que mientras que Hayek se movía en el ámbito de lo que hoy llamamos microeconomía, el estudio de la relaciones económicas que se producen entre los individuos, Keynes estaba inventado lo que se denominaría macroeconomía, la visión de las relaciones económicas contempladas a vista de pájaro, es decir, desde una perspectiva más abstracta y totalizadora. O dicho a la manera de Skidelsky:
Mientras Hayek empezaba con premisas que no podían llegar a resultados perversos, Keynes empezaba por los resultados perversos e intentaba construir premisas consistentes con ellos.
Que es como decir que mientras que Hayek pertenecería, metafóricamente, a la izquierda hegeliana ("Lo racional es real"), Keynes pertenecería a su derecha ("Lo real es racional"). O, también, que Hayek se ocupaba del deber ser y Keynes se preocupaba por el mondo y lirondo ser.
Pero nada une más que tener un idéntico enemigo a las puertas de lo que consideras que es la máxima expresión de la civilización: el burgués way of life. Tanto Hayek como Keynes tenían dos enemigos intelectuales en común. En un extremo, los fans del crecimiento y expansión sin límite del Estado, de tendencia totalitaria, que provocarían una tumoración estatista en la sociedad civil que terminaría por destruir el núcleo de la misma, los individuos. En el otro extremo, los fanáticos del laissez faire5, defensores de un mercado sin regulación alguna, anarquistas de salón que sentían un odio enfermizo hacia cualquier forma de autoridad combinado con una inocente confianza roussoniana en la espontaneidad social. Tanto Keynes como Hayek, por el contrario, partían de la tradición contractualista que había fundado el Estado liberal moderno y que en ese momento, los años que van de la crisis del 29 al final de la II Guerra Mundial, se estaba transformando en un Estado liberal de bienestar, en el que se trataba de mantener una esfera de libertad en todos los órdenes, incluso de expandirla en algunos (como los derechos civiles), a la vez que ampliaba la red de seguridad vinculada a riesgos objetivos, convirtiéndose el Estado en una compañía de seguros respecto a los imprevistos de la vida, tanto social como económicamente, tanto contingente como estructuralmente.
La más radical diferencia entre Keynes y Hayek se situaba, por tanto, no tanto en la dirección a seguir –la de un Estado que gestionase el mercado para garantizar en él su característica fundamental, la competencia– sino en la intensidad y el sentido de dicha gestión, que no debería incurrir ni por exceso en el intervencionismo socialista o conservador ni por defecto en el pasotismo libertario. A partir de esta coincidencia básica a todo liberal, las discrepancias eran profundas (tanto metodológicas como filosóficas y de talante), del mismo modo que ambos chocarían con la tercera pata del taburete liberal en la economía del siglo XX: las teorías neoclásicas de la Escuela de Chicago que tendrían su más famoso representante en Milton Friedman, que se convertiría a final del siglo XX en la encarnación más reconocida del espíritu liberal, aparentemente más hayekeano en el espíritu filosófico aunque en cuanto a su contenido económico más cercano a la arquitectura social propuesta por Keynes.
Macro y micro
Dentro del marco general liberal, por tanto, las diferencias entre Keynes y Hayek eran de enfoque. Como hemos señalado anteriormente, mientras que Hayek realizaba un acercamiento de abajo hacia arriba a los procesos económicos, considerando las interacciones particulares y concretas de los individuos en el mercado, Keynes realizaba un análisis de arriba abajo, considerando magnitudes generales como la oferta y la demanda. Estableciendo una analogía grosso modo, podríamos establecer que la diferencia entre uno y otro consistía en la misma que separaba la aproximación de Bohr en la física cuántica, que atendía a las magnitudes de microescala, mientras que Einstein tenía una visión de la realidad física desde la perspectiva de las grandes escalas del universo, lo que condicionaba a su vez su concepción filosófica de la realidad física6 (la diferencia entre los físicos y los economistas en esa misma época es que los físicos compartían un vocabulario común que definía unos conceptos definidos, operables además con la objetividad, la univocidad y el rigor de las matemáticas, mientras que las discusiones económicas entre Hayek y Keynes, como en general en toda la profesión, se perdían en unas indefiniciones terminológicas que entorpecían y oscurecían el debate, además de unos prejuicios ideológicos más arraigados y una cercanía al poder político que contaminaban el debate conceptual con intereses espurios. Además de que la econometría que acababa de surgir de la mano de Simon Kuznets fue rechazada demasiado a la ligera por la escuela austríaca, de la que Hayek era un miembro destacado aunque heterodoxo, porque en principio era más proclive al planteamiento macroeconómico).
De forma parecida, la polémica entre Popper y Wittgenstein sobre si hay o no problemas filosóficos auténticos se encontraba dentro del mismo paradigma ilustrado mientras que, sin embargo, la disputa entre Cassirer y Heidegger, entre un neoilustrado y un antihumanista, en realidad los situaba en dimensiones de la visión del significado y la vida tan distantes que más que un diálogo no podía ser sino un cruce de monólogos en paralelo, sin posibilidad alguna de síntesis ni negociación. Por el contrario, el diálogo entre Keynes y Hayek duró toda su vida y fue tan duro y exigente como fructífero para ambas partes, en el que se reconocían tanta admiración personal como respeto intelectual.
'Centesimus annus', 'hayekeynesiana'
Un ejemplo un quizás sorprendente híbrido de Hayek + Keynes se encuentra en la encíclica de Juan Pablo II Centesimus Annus. Mientras que los apartados 31 y 32 tienen un aroma indiscutiblemente favorable al libre mercado, el resto de la parte económica (del 33 al 37) introduce limitaciones al funcionamiento laissez faire del mismo, en aras de una "preocupación social" que también era uno de los rasgos distintivos de Keynes frente a otros liberales que preferían refugiarse en problemas teóricos y académicos independientemente de los problemas de la realidad económica inmediata (y de donde vino el famoso exabrupto de Keynes sobre que, en el largo plazo, todos muertos. Boutade cuyo último coletazo ha sido la acusación del historiador Niall Ferguson acerca de que el presunto desinterés de Keynes por el futuro provendría de que era homosexual y sin descendencia, lo que además de ser una tontería ridícula es falso7, ya que Keynes fue bisexual a lo largo de su vida –en serie, no en paralelo–, y en su matrimonio quería tener hijos aunque su mujer resultó no ser fértil).
Así, Juan Pablo II, por un lado, reconoce que (el énfasis es mío)
se hace cada vez más evidente y determinante el papel del trabajo humano, disciplinado y creativo, y el de las capacidades de iniciativa y de espíritu emprendedor, como parte esencial del mismo trabajo... La moderna economía de empresa comporta aspectos positivos, cuya raíz es la libertad de la persona, que se expresa en el campo económico y en otros campos;
mientras, que por otro lado,
Da la impresión de que, tanto a nivel de naciones, como de relaciones internacionales, el libre mercado es el instrumento más eficaz para colocar los recursos y responder eficazmente a las necesidades. Sin embargo, esto vale sólo para aquellas necesidades que son 'solventables', con poder adquisitivo, y para aquellos recursos que son 'vendibles', esto es, capaces de alcanzar un precio conveniente. Pero existen numerosas necesidades humanas que no tienen salida en el mercado. Es un estricto deber de justicia y de verdad impedir que queden sin satisfacer las necesidades humanas fundamentales y que perezcan los hombres oprimidos por ellas.
Es una aproximación al equilibrio entre la libertad negativa, la favorita de los liberales de derechas, y la libertad positiva, la de aquellos que, como Keynes, podríamos definir como liberales de izquierda. Es decir, que Wojtyla sumaba en su encíclica hayekeynesiana la libertad que exige para su disfrute que nadie interfiera con sus deseos con la libertad que presupone por parte del Estado cierta igualación de las oportunidades que por nacimiento puede ser que no se den.
Neocontractualismo
Así llegamos a la filosofía social de ambos pensadores, Hayek y Keynes. Será una visión contractualista de la sociedad la que complemente el desarrollo económico. En el sentido en que economistas posteriores como Amartya Sen harán caso omiso de la recomendación de la muy keynesiana (y en cuanto más keynesiana que el papa Keynes, profundamente antiliberal) Joan Robinson para olvidarse de "esa basura de la ética". Porque la economía sin ética y sin política está vacía, del mismo modo que la ética y la política sin economía están ciegas.
Siendo David Gauthier, Robert Nozick y John Rawls los filósofos que dentro del marco liberal han desarrollado las teorías neocontractualistas más potentes, centrémonos en este último como ejemplo de lo que podría ser un punto de acuerdo entre Hayek y Keynes. Plantea Rawls en La justicia como equidad la existencia de dos principios que combinan la libertad negativa y la libertad positiva que había planteado Isaiah Berlin, del que fue discípulo en Oxford, como si fueran cuasi contradictorios. Al resolver la paradoja de la relación de la libertad individual a hacer lo que se quiera con la legitimidad del Estado para realizar ajustes en el sistema de libertades colectivas, Rawls resuelve la relación entre sociedad civil y Estado, dejándole a este último determinadas acciones regulatorias para ajustar la "maquinaria" del mercado, la metáfora favorita de Keynes, o para sanar al "organismo" de mercado, la metáfora favorita de Hayek.
Porque si el primer principio establece la tradicional aspiración liberal a hacer lo que uno quiera (con el natural límite en el respeto a la libertad de los demás)8,
cada persona debe tener un derecho igual al esquema más extenso de libertades básicas iguales compatible con un esquema similar de libertades para otros,
el segundo principio regula la libertad positiva:
Las desigualdades sociales y económicas deben de resolverse de modo tal que:
1. resulten en el mayor beneficio de los miembros menos aventajados de la sociedad (el principio de la diferencia).
2. los cargos y puestos deben de estar abiertos para todos bajo condiciones de igualdad de oportunidades (justa igualdad de oportunidades);
con el importante matiz de que entre dichos principios se establece una jerarquía que, y aquí reside la clave liberal frente a la socialdemócrata, sitúa al primer principio por encima del segundo, la libertad por encima de la igualdad, favoreciendo un equilibrio asimétrico entre ambos valores, respetando la clásica preeminencia de la libertad frente a la segunda que se manifestaba en esa secuencia, donde el orden sí que importa, de libertad-igualdad-fraternidad.
Hayek recoge esos dos principios en Camino de servidumbre. El de la libertad negativa9:
De esto, el individualista concluye que debe dejarse a cada individuo, dentro de límites definidos, seguir sus propios valores y preferencias antes que los de otro cualquiera, que el sistema de fines del individuo debe ser supremo dentro de estas esferas y no estar sujeto al dictado de los demás;
donde he subrayado la restricción "dentro de límites definidos", que tiene en cuenta tanto los límites que marcan las libertades de otros individuos como las externalidades negativas que pudiese acarrear dicha acción en libertad. Y es que el individualismo hayekiano se opone al colectivismo pero no así al individualismo compasivo, al que hace referencia Juan Pablo II, es decir, que la acción social de los individuos a través del mecanismo de la competencia en el mercado incluye tanto la competición como la cooperación, ya que somos más libres (y más felices) en cuanto los demás son también más libres (y más felices)10.
En cuanto al segundo principio rawlsiano, de contenido social, Hayek también lo recogió en Camino de servidumbre cuando escribió11:
No puede haber ninguna duda de que un mínimo de comida, alojamiento y ropa, suficiente para preservar la salud y la capacidad de trabajar, tiene que estar garantizado para todo el mundo. Cuando, como en el caso de enfermedad o accidente, ni el deseo de evitar estas calamidades ni los esfuerzos para superar sus consecuencias se ven debilitados por la provisión de asistencia –cuando, en pocas palabras, nos enfrentamos a riesgos realmente asegurables–, la necesidad de que el Estado ayude a organizar un sistema de seguridad social de conjunto es muy fuerte.
En este sentido, Hayek está mucho más cercano a Keynes que a una fanática del individualismo como Ayn Rand (que, por cierto, anotó Camino de servidumbre con el estilo combativo y faltón que la caracterizaba, con las expresiones "está loco de remate", "loco abismal", “idiota” y “total y absoluto bastardo vicioso”), que no podría estar más en desacuerdo con lo que Hayek expresó en otro momento12:
Siempre y cuando el Gobierno planifique la competencia o intervenga cuando la competencia no pueda hacerlo, no hay ninguna objeción.
Planificación para la competencia
Esta "planificación para la competencia" va a ser el consenso al que lleguen Hayek y Keynes, y será el testigo que recoja la economía liberal neoclásica en Chicago. Esto llevará a un cambio metafórico porque de la mano invisible de Adam Smith (que de todos modos ya evidenció la necesidad de dicha planificación para la competencia) pasaríamos a la mano de hierro (planificadora) en guante de seda (liberal), es decir, a la articulación de un Estado tan fuerte y sólido en la regulación del mercado como cuidadoso para incentivar la competencia en lugar de matarla. Esta planificación en el buen sentido consiste en hacer de levadura para la competencia, en contraposición a la planificación para el socialismo, que supondría la sustitución del mecanismo de la competencia-en-el-mercado por el intervencionismo estatalista.
Una vez asumida la metáfora de la mano de hierro en guante de seda, de la disciplina en el mercado a través de la regulación estatal, sin embargo, Hayek va a avisar a Keynes de que la lógica de la acción democrática lleva ineluctablemente a una Gobierno cada vez más poderoso, grande e intervencionista que, en el límite, caería de cabeza en la dictadura totalitaria. De manera que, para huir de los totalitarismos en el corto plazo, nazis y comunistas, Keynes estaría abierto las puertas de la Troya liberal a la farsa del caballo intervencionista. Sin embargo, Keynes se mostraba más optimista, atribuyendo al carácter de los pueblos la sabiduría suficiente para que el peligro del totalitarismo no prendiese en un sistema liberal. Claro, no era lo mismo, como expusimos anteriormente, la experiencia vital del británico Keynes, que solía cenar con Churchill y los académicos de Cambridge, que la del austríaco Hayek, que tuvo que salir por pies de la doble amenaza a su integridad de los comunistas, primero, y los nazis, después...
Otra diferencia es en el modo de ejercer la mano visible liberal. A raíz del cambio de actitud de Keynes en 1939 respecto a la política del Gobierno, ya que lo que había en ese momento era un exceso de demanda durante la guerra, Hayek le felicitó13:
Me tranquiliza comprobar que estamos tan absolutamente de acuerdo en lo que respecta a la economía de la escasez, aunque discrepemos en cuanto al momento de aplicarla.
Hayek no comprendía que realmente eran dos tipos de aplicación del liberalismo diferentes los que sostenían Keynes y él. Porque mientras que el inglés defendía un liberalismo del caso, en el que la política económica dependería de las circunstancias del momento y la idiosincrasia del regulador de turno, Hayek prefería un liberalismo de la regla, un piloto automático que gobernase siguiendo un programa determinado (aunque ya dicho programa significase una refutación del laissez faire ingenuo).
The End
Finalmente, la historia, el largo plazo, parece estar dándole la razón más bien a Keynes, ya que la expansión del Estado no se ha resuelto en una deriva totalitaria generalizada sino más bien en lo contrario, una expansión de la democracia liberal a través de la globalización que ha perdido en libertad en algunas parcelas en contraposición a las ganancias gigantescas obtenidas en otras, más importantes.
Y es que si los socialistas son ingenieros sociales, los liberales podrían ser catalogados como arquitectos sociales. Un tipo de planificación liberal de tipo soft, light o fuzzy. Fue sin duda Keynes el que abrió en la esfera liberal la compuerta de cierta planificación de las acciones estatales, desde una perspectiva progresista, de preocupación social. Sin embargo, el núcleo fundamental de la economía era, por supuesto, el mercado. Y la acción del Estado estaba completamente subordinada a complementar al mercado para que este funcionase de la manera óptima. De hecho, en cuanto la labor estatal de cebar la maquinaria de la competencia de la economía de mercado para que esta no gripase hubiese cesado, una vez que el motor económico comenzase a carburar nuevamente después de una rotura, siguiendo con la metáfora mecánica, el Estado debía retirarse de nuevo a boxes, únicamente preocupado de regulaciones mínimas del mismo, hinchando las ruedas o llenando el depósito de gasolina (dinero).
Aunque en un primer momento Hayek, siguiendo la estela austríaca, rechazó este planteamiento de la función reguladora del Estado, sin embargo de lo que terminó abjurando fue de la ingenua actitud decimonónica del laissez faire y ya en Camino de servidumbre planteó una "arquitectura social" que pasaba incluso por la creación de un sistema de sanidad público y universal, así como un sistema de educación básico.
Otro punto en común entre Hayek y Keynes consistía en que fueron de los pocos intelectuales que no sólo no cayeron bajo el influjo de la propaganda y el hechizo comunista de la Unión Soviética –que encandiló a discípulos en Cambridge como Joan Robinson e incluso a socialistas fabianos como Beatrice Webb–, sino que, como refiere Sylvia Nasar en La gran búsqueda en relación a Keynes, sentía "un profundo desprecio por el Partido Laborista oficial y ponía en el mismo saco a la Alemania fascista y a la URSS estalinista", señalando el origen estatalista y antiliberal de ambos. Sin embargo, y ya en el marco de las democracias liberales, Keynes comprendió mejor la política que Hayek, en cuanto que el cuerpo electoral siempre va a exigir un liberalismo activo, que hiciera algo, para resolver los problemas acuciantes del corto plazo. Mientras que un liberalismo que esperase a que el sistema se arreglase por sí solo sería sistemáticamente rechazado por pasivo e incompetente. Aquí opera un rasgo de la psicología popular que espera acciones visibles para los problemas. Un corolario de aquello que sostenía Nietzsche según el cual nunca nos libraremos de creer en Dios porque creemos en la gramática. Es decir, que ante un predicado (una acción) creemos que tiene que existir necesariamente un sujeto, aunque sea implícito. Del mismo modo, y parafraseando al filósofo alemán, podríamos decir que siempre vamos a pedir más intervención del Estado porque nunca dejaremos de creer en la gramática.