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Friday, June 24, 2016

Miedo al Brexit

Juan Ramón Rallo dice que exageran quienes esperan consecuencias terribles de un "Brexit", que más bien estas serían modestas a largo plazo.

Juan Ramón Rallo es Director del Instituto Juan de Mariana (España) y columnista de ElCato.org. Juan Ramón obtuvo el tercer lugar en nuestro primer concurso de ensayos, Voces de Libertad 2008.
Los mercados financieros suelen ser miedosos y tienden a sobrerreaccionar ante los acontecimientos más inmediatos. El gran inversor Warren Buffett suele decir que la bolsa es una máquina de votar a corto plazo pero una máquina de pesar en el largo plazo: es decir, a corto plazo se mueve por euforias y pánicos irracionales mientras que, a largo plazo, expresa con exquisita precisión el verdadero valor de fondo de los activos financieros cotizados.



Las fluctuaciones que estamos experimentando durante estos días a propósito del Brexit deben ser analizadas desde esta óptica: a corto plazo, el Brexit genera mucha incertidumbre institucional acerca de cuál va a ser el encaje de Reino Unido en Europa durante las próximas décadas. La cada vez más probable salida del país supone una ruptura sin precedentes con respecto a un mega-Estado comunitario que se nos había venido imponiendo a todos los europeos desde hace medio siglo sin debate ni análisis crítico alguno. Evidentemente, el Brexit haría necesario replantear todo este proceso de integración, algo que añadiría más interrogantes al futuro político-institucional de Europa y, por tanto, desestabilizaría a los mercados financieros en el corto plazo.
Mas la cuestión verdaderamente relevante no es ésta, sino cuáles serán las consecuencias prácticas del Brexit. Si no las hay —si Reino Unido sale de la Unión Europea pero se reengancha mediante algún status similar al de Noruega o incluso al de Suiza— las consecuencias a largo plazo serán muy modestas: incluso podrían ser positivas en la medida en que Reino Unido aproveche su salida para liberalizar su economía al margen del yugo bruselense. Ahora bien, si el Brexit motiva la adopción de represalias ora por Europa ora por Reino Unido —barreras arancelarias, contingentes migratorios, rearme regulatorio, subidas de impuestos, etc.— entonces sí sufriremos consecuencias nefastas para el largo plazo.
De momento, las perspectivas a este último respecto no son del todo halagüeñas: los mentideros europeos ya están anunciando que Francia prepara un “Brexit sangriento” para disuadir a otros países de que sigan por el mismo camino; a su vez, el ministro de Economía inglés, George Osborne, ya ha amenazado a los ingleses con subidas de impuestos en caso de que se materialice la ruptura. Lejos de preocuparnos por lo que suceda en la bolsa durante las próximas semanas, deberíamos ocuparnos en que los políticos de uno y otro lado no aprovechen la coyuntura para recortar nuestras libertades: eso sí sería verdaderamente pauperizador en el largo plazo.

Miedo al Brexit

Juan Ramón Rallo dice que exageran quienes esperan consecuencias terribles de un "Brexit", que más bien estas serían modestas a largo plazo.

Juan Ramón Rallo es Director del Instituto Juan de Mariana (España) y columnista de ElCato.org. Juan Ramón obtuvo el tercer lugar en nuestro primer concurso de ensayos, Voces de Libertad 2008.
Los mercados financieros suelen ser miedosos y tienden a sobrerreaccionar ante los acontecimientos más inmediatos. El gran inversor Warren Buffett suele decir que la bolsa es una máquina de votar a corto plazo pero una máquina de pesar en el largo plazo: es decir, a corto plazo se mueve por euforias y pánicos irracionales mientras que, a largo plazo, expresa con exquisita precisión el verdadero valor de fondo de los activos financieros cotizados.


Wednesday, June 22, 2016

Los crecientes fracasos de la Unión Europea y 'Brexit'

Marian L. Tupy señala los fracasos de la Unión Europea (UE), los cuales han provocado una mayor resistencia a ella y una mayor probabilidad de su disolución.

Marian L. Tupy es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y editor del sitio Web www.humanprogress.org.
Desde sus humildes inicios, la Unión Europea (UE) se ha vuelto una entidad supra-nacional que al menos superficialmente se asemeja a un estado federal, pero que carece de un poder soberano. Tiene su propia bandera, himno, moneda, presidente (cinco de ellos, de hecho) y su servicio diplomático. Hoy, la UE está tratando de obtener nuevos poderes, mientras que, paradójicamente, también se enfrenta a una creciente oposición y una creciente probabilidad de colapso. ¿Cómo llegó a esa posición la UE? Para comprender el dilema de la UE, considere sus fracasos pasados y actuales.



La UE nació en 1958, cuando seis países europeos occidentales crearon una zona de comercio libre denominada la Comunidad Económica Europea (CEE). Hay un consenso abrumador entre economistas de que el libre comercio estimula el crecimiento económico. De hecho, ningún país alguna vez se ha vuelto rico estando aislado. No obstante, el impacto de la CEE sobre el crecimiento en Europa Occidental no debería ser subestimado. Los aranceles dentro de Europa sobre los productos no fueron removidas hasta 1968. Como resultado de esto, las reformas domésticas, tales como la liberalización de Ludwig Erhard de la economía de Alemania Occidental en 1948, fueron mucho más importantes para la recuperación posterior a la guerra que la inexistente CEE.
Además, tenga en cuenta que la liberalización del comercio interno de Europa se estaba dando en conjunto con la liberalización comercial a nivel mundial. Este último proceso, que solía ser llamado el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio y que ahora se llama la Organización Mundial del Comercio, empezó en 1947 —ante la insistencia de EE.UU.
Con el tiempo, el comercio interno de la UE se ha vuelto menos, no más, importante para la prosperidad europea. Los costos de las comunicaciones, las transferencias financieras y el transporte se han reducido considerablemente desde la Segunda Guerra Mundial, haciendo del comercio global cada vez más lucrativo para empresas individuales —estén o no en la UE. El comercio entre EE.UU. y la UE, por ejemplo, continúa creciendo, aún cuando no hay un acuerdo de libre comercio entre los dos. De igual forma, las exportaciones británicas a la UE están creciendo a un paso menor que las exportaciones británicas a los países que no son miembros de la UE.
Además, los beneficios económicos del comercio interno de Europa han sido socavados por un diluvio de regulaciones excesivas provenientes de Bruselas. A diferencia de la creencia popular, que sostiene que la integración y la prosperidad van de la mano, el crecimiento en Europa Occidental ha caído conforme la integración europea aumentó (ver gráfico). Hoy, gran parte de Europa simplemente no está creciendo.
Algunos de los problemas de Europa no están relacionados con la UE y están más bien relacionados con una demografía cambiante —bajas tasas de natalidad y una población que envejece. Aún así Europa también ha sufrido de heridas auto-infligidas. Las regulaciones en exceso, las que sofocan el crecimiento europeo, es solo una de ellas. Hay otras políticas destructivas también.

Fuente: Angus Maddison, Statistics on World Population, PIB y PIB per cápita, 1-2008 DC, obtenido el 16 de mayo de 2016.
* Las cifras para los 15 de la UE no contienen datos para Luxemburgo.
La Política Agrícola Común (CAP, por sus siglas en inglés), por ejemplo, ha resultado en montañas de mantequilla y lagos de leche. Estos luego fueron destruidos o arrojados en mercados del Tercer Mundo, donde socavaron a los productores locales. En conjunto con la CAP estuvo la Política Común de Pesca que, en lugar de preservar el stock de pesca de Europa mediante un sistema de cuotas, casi acabó con este. Un estudio holandés, por ejemplo, encontró que, para mantener sus cuotas, por cada tonelada de pescado destinado al consumo, los pescadores lanzaban “dos a cuatro toneladas de pescados muertos” al mar.
Los Fondos Estructurales y de Cohesión, un sistema de pagos transferidos que utilizó el dinero de los contribuyentes en los países ricos para intentar de fomentar el crecimiento y el empleo en el sur sub-desarrollado de Europa, se volvió un despilfarro legendario de mala asignación y corrupción financieras. La Corte Europea de Auditores se ha negado a aprobar el presupuesto de la UE en aproximadamente 20 años consecutivos —citando irregularidades.
El euro se suponía que debería haber conducido a un mayor crecimiento, desempleo más bajo, y mayor competitividad y prosperidad. Según “50 economistas distinguidos” que fueron reunidos por el pro-UE Centro para la Reforma Europea, “hay un consenso amplio de que el euro había sido una decepción: el desempeño económico de la unión monetaria había sido muy pobre, y en lugar de unir a los estados-miembros de la UE y fomentar un sentido más estrecho de unidad y de identidad común, el euro ha dividido a los países y erosionado la confianza en la UE”.
En retrospectiva, debería ser claro que la Eurozona fue mal concebida. Sus miembros se han comprometido a mantener niveles manejables de deuda (límite de un 60 por ciento del PIB) y déficits (límite de un máximo de 3 por ciento al año). Lo que la faltó a la Eurozona fue un mecanismo de cumplimiento creíble. De hecho, algunos de los miembros más grandes de la Eurozona, incluyendo a Francia y Alemania, rompieron sus compromisos en cuanto a la deuda y el déficit poco después del lanzamiento de la moneda común. Otros países hicieron lo mismo.
Todavía peor, la membrecía en la Eurozona ha permitido que algunas de las economías peor manejadas en Europa expandan masivamente sus deudas aprovechándose de las tasas de interés históricamente bajas. Los mercados le prestaron dinero al Sur de Europa, esperando que, si los problemas surgían, estos serían rescatados. Los mercados estaban en lo correcto. Por lo tanto, cuando colapsaron las economías sureñas, sus acreedores —principalmente bancos europeos— fueron rescatados causando un costo masivo al contribuyente europeo. Como siempre, un problema que fue creado por una integración más profunda ha llevado a llamados de “más Europa” y el establecimiento de una “unión fiscal”.
En los últimos años, otro problema serio ha surgido: la inmigración descontrolada de proveniente de África y de Oriente Medio. Mientras que la inmigración puede ser beneficiosa, los países europeos generalmente han sido poco exitosos en integrar a los extranjeros. Algo de ese fracaso tiene que ver con políticas estatales, como extensivas provisiones sociales y restricciones en el mercado laboral que mantienen a los inmigrantes fuera de la fuerza laboral, y algunas tienen que ver con un entendimiento particularmente europeo de la nacionalidad, que está basado en etnicidad, no ciudadanía.
Para bien o para mal, la política migratoria de a través de Europa, que ha permitido grandes flujos entrantes de extranjeros que ahora Bruselas está tratando de “redistribuir” forzadamente entre los estados miembros, ha tenido éxito en despertar un nivel épico de resentimiento.
El rescate del euro y el mal manejo de la crisis migratoria han puesto de relieve uno de los menos apreciados, aunque más influyentes aspectos negativos de la integración europea: el ataque al Estado de Derecho.
El Artículo 125 del Tratado de Lisboa establece, claramente, que cada estado miembro de la UE es responsable de sus propias deudas. Es inconcebible que la Eurozona hubiese nacido alguna vez sin esa estipulación vital, que fue necesaria para calmar preocupaciones en el electorado alemán.
Además, el Artículo 123 prohíbe al Banco Central Europeo (BCE) comprar bonos soberanos en mercados primarios y bonos soberanos en mercados secundarios —si lo último se hace por motivos fiscales en lugar de monetarios. Bruselas y Frankfurt ignoraron ambas estipulaciones para mantener a Grecia dentro de la Eurozona.
De igual forma, la Regulación de Dublín especifica que las aplicaciones de asilo por parte de aquellos que buscan protección en la UE en virtud de la Convención de Ginebra deben ser examinados y procesados en el punto de ingreso, lo que significa que deben ser evaluados por el primer estado miembro de la UE que pisaron. Grecia, y en menor grado Italia, no han logrado satisfacer sus obligaciones y han permitido que cientos de miles, posiblemente millones, de personas que buscan asilo emigren a otros estados miembros, incluyendo Alemania. El gobierno alemán, en cambio, ha decidido de manera unilateral darle la bienvenida a estos inmigrantes solo para demandar que sean proporcionalmente distribuidos entre otros países de la UE.
Dejando a un lado las cuestiones humanitarias, incluso los estados miembros de la UE que nunca recibieron personas que buscaban asilo en primer lugar, y que no fueron consultados al momento de “permitirles” entrar a la UE en general, ahora están siendo obligados a acomodarlos. Los estados miembros han respondido a las amenazas de la UE incumpliendo con sus obligaciones con el área Schengen y erigiendo barreras para mantener a los inmigrantes fuera —exacerbando así el ataque al Estado de Derecho en Europa.
Conforme Gran Bretaña se prepara para votar acerca de su membrecía en la UE, es útil recordar no solo el éxito de la UE en reducir las barreras comerciales entre los países de la UE, sino también de los muchos fracasos de la UE, pues esta es la razón por la cual la membrecía continua de Gran Bretaña en la UE ya no es algo que se puede dar por sentado.

Los crecientes fracasos de la Unión Europea y 'Brexit'

Marian L. Tupy señala los fracasos de la Unión Europea (UE), los cuales han provocado una mayor resistencia a ella y una mayor probabilidad de su disolución.

Marian L. Tupy es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y editor del sitio Web www.humanprogress.org.
Desde sus humildes inicios, la Unión Europea (UE) se ha vuelto una entidad supra-nacional que al menos superficialmente se asemeja a un estado federal, pero que carece de un poder soberano. Tiene su propia bandera, himno, moneda, presidente (cinco de ellos, de hecho) y su servicio diplomático. Hoy, la UE está tratando de obtener nuevos poderes, mientras que, paradójicamente, también se enfrenta a una creciente oposición y una creciente probabilidad de colapso. ¿Cómo llegó a esa posición la UE? Para comprender el dilema de la UE, considere sus fracasos pasados y actuales.


Soberanía y globalización

Manuel Suárez-Mier considera que es más probable que la Unión Europea evolucione hacia una mejor unión si Reino Unido permanece dentro de ella.

Manuel Suárez-Mier es Profesor de Economía de American University en Washington, DC.
Algunos estimados lectores cuestionaron lo que ellos leyeron como una defensa a ultranza de la permanencia del Reino Unido (RU) en la Unión Europea (UE) en mi última columna, enfatizando la pérdida de soberanía que implica ser parte de una alianza política como la UE y la merma en el dominio de la democracia nacional.
Cualquier agrupación internacional a la que pertenezca un país, ya sea la ONU, la OEA, la OMC, el FMI y el TLC de Norteamérica implica ceder soberanía a cambio de los beneficios de pertenecer al ente multilateral, lo que el electorado de cada nación soberana debe ponderar de manera informada.
Yo no tengo duda que un análisis que evalúe costos y beneficios de pertenecer a entidades multilaterales, hallará casos claros en que los beneficios exceden por mucho a los costos, como el TLC que integró los sistemas productivos de México, Canadá y EE.UU., y convirtió a Norteamérica en la región más competitiva del orbe.



¿Hay instituciones multilaterales en las que los costos superan a los beneficios? Por supuesto, las que se sustentan en bases precarias y supuestos falsos. La lista de entidades fracasadas es larga e incluye a casi todos los intentos de integración en Latinoamérica pues los países querían seguir siendo proteccionistas.
Tal fue el caso de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) que intentó copiar lo que hizo Europa con el Tratado de Roma que creó el Mercado Común Europeo —antecedente de la UE—, y que fracasó completamente pues lo países nunca tuvieron la intención de abrir sus economías a la competencia regional.
En el caso de la decisión que los habitantes del RU tomarán el jueves, creo que ponderando costos y beneficios, éstos son mayores porque a pesar de los excesos y la burocracia de la UE, sus logros son fantásticos si se le compara con la situación prevaleciente antes del proceso de integración regional.
Me parece incomprensible cómo uno de los grupos más decididos a favor de la salida de la EU, sean los mayores de 60 años —51% frente a 34% y 9% de indecisos. ¿Ya se les olvidó el precario nivel de vida que padecía la clase media del RU antes de su acceso a la UE en 1973 y de las reformas de Margaret Thatcher en los 1980s?
Yo fui por primera vez a Europa en 1969. Me sorprendió el relativo estancamiento y pesimismo que percibí en Bélgica e Inglaterra, donde pasé un mes estudiando sus instituciones, pero me asombró el atraso de España frente a un México pujante, que crecía con celeridad y que estaba construyendo una excelente infraestructura.
También me llama la atención que la mayoría de los conservadores, el partido del Primer Ministro David Cameron quien hace una intensa campaña para permanecer en la UE, esté en contra en proporciones similares a los viejitos, mientras que los miembros del Partido Laborista apoyen permanecer, 59% frente a 32%, aunque su líder, el comunista Jeremy Corbyn, vea a la UE como una conspiración capitalista.
El debate sobre la membresía del RU en la UE me recuerda la intensa polémica que tuvimos en los 1990s cuando yo defendía el TLC en los términos planteados, frente a opositores como Jorge G. Castañeda que deseaban una asociación más organizada, como la UE, pues ello canalizaría a México cuantiosos recursos para su desarrollo.
Mi argumento entonces era que el TLC era la opción más avanzada de integración económica susceptible de aprobarse en el Congreso de EE.UU., donde las opciones más radicales —unión aduanera o mercado común— no tenían la menor posibilidad política, y el solo proponerlas culminaría en un fracaso grave.
Lo que la UE requiere hoy, que sufre el desencanto de muchos de los habitantes de sus países miembros, es revisar el principio que “hay que avanzar hacia una unión más perfecta”, siempre regida por la élite que ha manejado su evolución y hoy controla sus instituciones. Ello será más fácil con el RU dentro y no fuera.

Soberanía y globalización

Manuel Suárez-Mier considera que es más probable que la Unión Europea evolucione hacia una mejor unión si Reino Unido permanece dentro de ella.

Manuel Suárez-Mier es Profesor de Economía de American University en Washington, DC.
Algunos estimados lectores cuestionaron lo que ellos leyeron como una defensa a ultranza de la permanencia del Reino Unido (RU) en la Unión Europea (UE) en mi última columna, enfatizando la pérdida de soberanía que implica ser parte de una alianza política como la UE y la merma en el dominio de la democracia nacional.
Cualquier agrupación internacional a la que pertenezca un país, ya sea la ONU, la OEA, la OMC, el FMI y el TLC de Norteamérica implica ceder soberanía a cambio de los beneficios de pertenecer al ente multilateral, lo que el electorado de cada nación soberana debe ponderar de manera informada.
Yo no tengo duda que un análisis que evalúe costos y beneficios de pertenecer a entidades multilaterales, hallará casos claros en que los beneficios exceden por mucho a los costos, como el TLC que integró los sistemas productivos de México, Canadá y EE.UU., y convirtió a Norteamérica en la región más competitiva del orbe.