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Wednesday, November 23, 2016

Los crecientes fracasos de la Unión Europea y 'Brexit'

Marian L. Tupy señala los fracasos de la Unión Europea (UE), los cuales han provocado una mayor resistencia a ella y una mayor probabilidad de su disolución.


Marian L. Tupy
 
es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y editor del sitio Web www.humanprogress.org.
Desde sus humildes inicios, la Unión Europea (UE) se ha vuelto una entidad supra-nacional que al menos superficialmente se asemeja a un estado federal, pero que carece de un poder soberano. Tiene su propia bandera, himno, moneda, presidente (cinco de ellos, de hecho) y su servicio diplomático. Hoy, la UE está tratando de obtener nuevos poderes, mientras que, paradójicamente, también se enfrenta a una creciente oposición y una creciente probabilidad de colapso. ¿Cómo llegó a esa posición la UE? Para comprender el dilema de la UE, considere sus fracasos pasados y actuales.


La UE nació en 1958, cuando seis países europeos occidentales crearon una zona de comercio libre denominada la Comunidad Económica Europea (CEE). Hay un consenso abrumador entre economistas de que el libre comercio estimula el crecimiento económico. De hecho, ningún país alguna vez se ha vuelto rico estando aislado. No obstante, el impacto de la CEE sobre el crecimiento en Europa Occidental no debería ser subestimado. Los aranceles dentro de Europa sobre los productos no fueron removidas hasta 1968. Como resultado de esto, las reformas domésticas, tales como la liberalización de Ludwig Erhard de la economía de Alemania Occidental en 1948, fueron mucho más importantes para la recuperación posterior a la guerra que la inexistente CEE.
Además, tenga en cuenta que la liberalización del comercio interno de Europa se estaba dando en conjunto con la liberalización comercial a nivel mundial. Este último proceso, que solía ser llamado el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio y que ahora se llama la Organización Mundial del Comercio, empezó en 1947 —ante la insistencia de EE.UU.
Con el tiempo, el comercio interno de la UE se ha vuelto menos, no más, importante para la prosperidad europea. Los costos de las comunicaciones, las transferencias financieras y el transporte se han reducido considerablemente desde la Segunda Guerra Mundial, haciendo del comercio global cada vez más lucrativo para empresas individuales —estén o no en la UE. El comercio entre EE.UU. y la UE, por ejemplo, continúa creciendo, aún cuando no hay un acuerdo de libre comercio entre los dos. De igual forma, las exportaciones británicas a la UE están creciendo a un paso menor que las exportaciones británicas a los países que no son miembros de la UE.
Además, los beneficios económicos del comercio interno de Europa han sido socavados por un diluvio de regulaciones excesivas provenientes de Bruselas. A diferencia de la creencia popular, que sostiene que la integración y la prosperidad van de la mano, el crecimiento en Europa Occidental ha caído conforme la integración europea aumentó (ver gráfico). Hoy, gran parte de Europa simplemente no está creciendo.
Algunos de los problemas de Europa no están relacionados con la UE y están más bien relacionados con una demografía cambiante —bajas tasas de natalidad y una población que envejece. Aún así Europa también ha sufrido de heridas auto-infligidas. Las regulaciones en exceso, las que sofocan el crecimiento europeo, es solo una de ellas. Hay otras políticas destructivas también.

Fuente: Angus Maddison, Statistics on World Population, PIB y PIB per cápita, 1-2008 DC, obtenido el 16 de mayo de 2016.
* Las cifras para los 15 de la UE no contienen datos para Luxemburgo.
La Política Agrícola Común (CAP, por sus siglas en inglés), por ejemplo, ha resultado en montañas de mantequilla y lagos de leche. Estos luego fueron destruidos o arrojados en mercados del Tercer Mundo, donde socavaron a los productores locales. En conjunto con la CAP estuvo la Política Común de Pesca que, en lugar de preservar el stock de pesca de Europa mediante un sistema de cuotas, casi acabó con este. Un estudio holandés, por ejemplo, encontró que, para mantener sus cuotas, por cada tonelada de pescado destinado al consumo, los pescadores lanzaban “dos a cuatro toneladas de pescados muertos” al mar.
Los Fondos Estructurales y de Cohesión, un sistema de pagos transferidos que utilizó el dinero de los contribuyentes en los países ricos para intentar de fomentar el crecimiento y el empleo en el sur sub-desarrollado de Europa, se volvió un despilfarro legendario de mala asignación y corrupción financieras. La Corte Europea de Auditores se ha negado a aprobar el presupuesto de la UE en aproximadamente 20 años consecutivos —citando irregularidades.
El euro se suponía que debería haber conducido a un mayor crecimiento, desempleo más bajo, y mayor competitividad y prosperidad. Según “50 economistas distinguidos” que fueron reunidos por el pro-UE Centro para la Reforma Europea, “hay un consenso amplio de que el euro había sido una decepción: el desempeño económico de la unión monetaria había sido muy pobre, y en lugar de unir a los estados-miembros de la UE y fomentar un sentido más estrecho de unidad y de identidad común, el euro ha dividido a los países y erosionado la confianza en la UE”.
En retrospectiva, debería ser claro que la Eurozona fue mal concebida. Sus miembros se han comprometido a mantener niveles manejables de deuda (límite de un 60 por ciento del PIB) y déficits (límite de un máximo de 3 por ciento al año). Lo que la faltó a la Eurozona fue un mecanismo de cumplimiento creíble. De hecho, algunos de los miembros más grandes de la Eurozona, incluyendo a Francia y Alemania, rompieron sus compromisos en cuanto a la deuda y el déficit poco después del lanzamiento de la moneda común. Otros países hicieron lo mismo.
Todavía peor, la membrecía en la Eurozona ha permitido que algunas de las economías peor manejadas en Europa expandan masivamente sus deudas aprovechándose de las tasas de interés históricamente bajas. Los mercados le prestaron dinero al Sur de Europa, esperando que, si los problemas surgían, estos serían rescatados. Los mercados estaban en lo correcto. Por lo tanto, cuando colapsaron las economías sureñas, sus acreedores —principalmente bancos europeos— fueron rescatados causando un costo masivo al contribuyente europeo. Como siempre, un problema que fue creado por una integración más profunda ha llevado a llamados de “más Europa” y el establecimiento de una “unión fiscal”.
En los últimos años, otro problema serio ha surgido: la inmigración descontrolada de proveniente de África y de Oriente Medio. Mientras que la inmigración puede ser beneficiosa, los países europeos generalmente han sido poco exitosos en integrar a los extranjeros. Algo de ese fracaso tiene que ver con políticas estatales, como extensivas provisiones sociales y restricciones en el mercado laboral que mantienen a los inmigrantes fuera de la fuerza laboral, y algunas tienen que ver con un entendimiento particularmente europeo de la nacionalidad, que está basado en etnicidad, no ciudadanía.
Para bien o para mal, la política migratoria de a través de Europa, que ha permitido grandes flujos entrantes de extranjeros que ahora Bruselas está tratando de “redistribuir” forzadamenteentre los estados miembros, ha tenido éxito en despertar un nivel épico de resentimiento.
El rescate del euro y el mal manejo de la crisis migratoria han puesto de relieve uno de los menos apreciados, aunque más influyentes aspectos negativos de la integración europea: el ataque al Estado de Derecho.
El Artículo 125 del Tratado de Lisboa establece, claramente, que cada estado miembro de la UE es responsable de sus propias deudas. Es inconcebible que la Eurozona hubiese nacido alguna vez sin esa estipulación vital, que fue necesaria para calmar preocupaciones en el electorado alemán.
Además, el Artículo 123 prohíbe al Banco Central Europeo (BCE) comprar bonos soberanos en mercados primarios y bonos soberanos en mercados secundarios —si lo último se hace por motivos fiscales en lugar de monetarios. Bruselas y Frankfurt ignoraron ambas estipulaciones para mantener a Grecia dentro de la Eurozona.
De igual forma, la Regulación de Dublín especifica que las aplicaciones de asilo por parte de aquellos que buscan protección en la UE en virtud de la Convención de Ginebra deben ser examinados y procesados en el punto de ingreso, lo que significa que deben ser evaluados por el primer estado miembro de la UE que pisaron. Grecia, y en menor grado Italia, no han logrado satisfacer sus obligaciones y han permitido que cientos de miles, posiblemente millones, de personas que buscan asilo emigren a otros estados miembros, incluyendo Alemania. El gobierno alemán, en cambio, ha decidido de manera unilateral darle la bienvenida a estos inmigrantes solo para demandar que sean proporcionalmente distribuidos entre otros países de la UE.
Dejando a un lado las cuestiones humanitarias, incluso los estados miembros de la UE que nunca recibieron personas que buscaban asilo en primer lugar, y que no fueron consultados al momento de “permitirles” entrar a la UE en general, ahora están siendo obligados a acomodarlos. Los estados miembros han respondido a las amenazas de la UE incumpliendo con sus obligaciones con el área Schengen y erigiendo barreras para mantener a los inmigrantes fuera —exacerbando así el ataque al Estado de Derecho en Europa.
Conforme Gran Bretaña se prepara para votar acerca de su membrecía en la UE, es útil recordar no solo el éxito de la UE en reducir las barreras comerciales entre los países de la UE, sino también de los muchos fracasos de la UE, pues esta es la razón por la cual la membrecía continua de Gran Bretaña en la UE ya no es algo que se puede dar por sentado

Los crecientes fracasos de la Unión Europea y 'Brexit'

Marian L. Tupy señala los fracasos de la Unión Europea (UE), los cuales han provocado una mayor resistencia a ella y una mayor probabilidad de su disolución.


Marian L. Tupy
 
es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y editor del sitio Web www.humanprogress.org.
Desde sus humildes inicios, la Unión Europea (UE) se ha vuelto una entidad supra-nacional que al menos superficialmente se asemeja a un estado federal, pero que carece de un poder soberano. Tiene su propia bandera, himno, moneda, presidente (cinco de ellos, de hecho) y su servicio diplomático. Hoy, la UE está tratando de obtener nuevos poderes, mientras que, paradójicamente, también se enfrenta a una creciente oposición y una creciente probabilidad de colapso. ¿Cómo llegó a esa posición la UE? Para comprender el dilema de la UE, considere sus fracasos pasados y actuales.

Tuesday, October 4, 2016

Los crecientes fracasos de la Unión Europea y 'Brexit'

Marian L. Tupy señala los fracasos de la Unión Europea (UE), los cuales han provocado una mayor resistencia a ella y una mayor probabilidad de su disolución.

Marian L. Tupy es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y editor del sitio Web www.humanprogress.org.
Desde sus humildes inicios, la Unión Europea (UE) se ha vuelto una entidad supra-nacional que al menos superficialmente se asemeja a un estado federal, pero que carece de un poder soberano. Tiene su propia bandera, himno, moneda, presidente (cinco de ellos, de hecho) y su servicio diplomático. Hoy, la UE está tratando de obtener nuevos poderes, mientras que, paradójicamente, también se enfrenta a una creciente oposición y una creciente probabilidad de colapso. ¿Cómo llegó a esa posición la UE? Para comprender el dilema de la UE, considere sus fracasos pasados y actuales.



La UE nació en 1958, cuando seis países europeos occidentales crearon una zona de comercio libre denominada la Comunidad Económica Europea (CEE). Hay un consenso abrumador entre economistas de que el libre comercio estimula el crecimiento económico. De hecho, ningún país alguna vez se ha vuelto rico estando aislado. No obstante, el impacto de la CEE sobre el crecimiento en Europa Occidental no debería ser subestimado. Los aranceles dentro de Europa sobre los productos no fueron removidas hasta 1968. Como resultado de esto, las reformas domésticas, tales como la liberalización de Ludwig Erhard de la economía de Alemania Occidental en 1948, fueron mucho más importantes para la recuperación posterior a la guerra que la inexistente CEE.
Además, tenga en cuenta que la liberalización del comercio interno de Europa se estaba dando en conjunto con la liberalización comercial a nivel mundial. Este último proceso, que solía ser llamado el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio y que ahora se llama la Organización Mundial del Comercio, empezó en 1947 —ante la insistencia de EE.UU.
Con el tiempo, el comercio interno de la UE se ha vuelto menos, no más, importante para la prosperidad europea. Los costos de las comunicaciones, las transferencias financieras y el transporte se han reducido considerablemente desde la Segunda Guerra Mundial, haciendo del comercio global cada vez más lucrativo para empresas individuales —estén o no en la UE. El comercio entre EE.UU. y la UE, por ejemplo, continúa creciendo, aún cuando no hay un acuerdo de libre comercio entre los dos. De igual forma, las exportaciones británicas a la UE están creciendo a un paso menor que las exportaciones británicas a los países que no son miembros de la UE.
Además, los beneficios económicos del comercio interno de Europa han sido socavados por un diluvio de regulaciones excesivas provenientes de Bruselas. A diferencia de la creencia popular, que sostiene que la integración y la prosperidad van de la mano, el crecimiento en Europa Occidental ha caído conforme la integración europea aumentó (ver gráfico). Hoy, gran parte de Europa simplemente no está creciendo.
Algunos de los problemas de Europa no están relacionados con la UE y están más bien relacionados con una demografía cambiante —bajas tasas de natalidad y una población que envejece. Aún así Europa también ha sufrido de heridas auto-infligidas. Las regulaciones en exceso, las que sofocan el crecimiento europeo, es solo una de ellas. Hay otras políticas destructivas también.

Fuente: Angus Maddison, Statistics on World Population, PIB y PIB per cápita, 1-2008 DC, obtenido el 16 de mayo de 2016.
* Las cifras para los 15 de la UE no contienen datos para Luxemburgo.
La Política Agrícola Común (CAP, por sus siglas en inglés), por ejemplo, ha resultado en montañas de mantequilla y lagos de leche. Estos luego fueron destruidos o arrojados en mercados del Tercer Mundo, donde socavaron a los productores locales. En conjunto con la CAP estuvo la Política Común de Pesca que, en lugar de preservar el stock de pesca de Europa mediante un sistema de cuotas, casi acabó con este. Un estudio holandés, por ejemplo, encontró que, para mantener sus cuotas, por cada tonelada de pescado destinado al consumo, los pescadores lanzaban “dos a cuatro toneladas de pescados muertos” al mar.
Los Fondos Estructurales y de Cohesión, un sistema de pagos transferidos que utilizó el dinero de los contribuyentes en los países ricos para intentar de fomentar el crecimiento y el empleo en el sur sub-desarrollado de Europa, se volvió un despilfarro legendario de mala asignación y corrupción financieras. La Corte Europea de Auditores se ha negado a aprobar el presupuesto de la UE en aproximadamente 20 años consecutivos —citando irregularidades.
El euro se suponía que debería haber conducido a un mayor crecimiento, desempleo más bajo, y mayor competitividad y prosperidad. Según “50 economistas distinguidos” que fueron reunidos por el pro-UE Centro para la Reforma Europea, “hay un consenso amplio de que el euro había sido una decepción: el desempeño económico de la unión monetaria había sido muy pobre, y en lugar de unir a los estados-miembros de la UE y fomentar un sentido más estrecho de unidad y de identidad común, el euro ha dividido a los países y erosionado la confianza en la UE”.
En retrospectiva, debería ser claro que la Eurozona fue mal concebida. Sus miembros se han comprometido a mantener niveles manejables de deuda (límite de un 60 por ciento del PIB) y déficits (límite de un máximo de 3 por ciento al año). Lo que la faltó a la Eurozona fue un mecanismo de cumplimiento creíble. De hecho, algunos de los miembros más grandes de la Eurozona, incluyendo a Francia y Alemania, rompieron sus compromisos en cuanto a la deuda y el déficit poco después del lanzamiento de la moneda común. Otros países hicieron lo mismo.
Todavía peor, la membrecía en la Eurozona ha permitido que algunas de las economías peor manejadas en Europa expandan masivamente sus deudas aprovechándose de las tasas de interés históricamente bajas. Los mercados le prestaron dinero al Sur de Europa, esperando que, si los problemas surgían, estos serían rescatados. Los mercados estaban en lo correcto. Por lo tanto, cuando colapsaron las economías sureñas, sus acreedores —principalmente bancos europeos— fueron rescatados causando un costo masivo al contribuyente europeo. Como siempre, un problema que fue creado por una integración más profunda ha llevado a llamados de “más Europa” y el establecimiento de una “unión fiscal”.
En los últimos años, otro problema serio ha surgido: la inmigración descontrolada de proveniente de África y de Oriente Medio. Mientras que la inmigración puede ser beneficiosa, los países europeos generalmente han sido poco exitosos en integrar a los extranjeros. Algo de ese fracaso tiene que ver con políticas estatales, como extensivas provisiones sociales y restricciones en el mercado laboral que mantienen a los inmigrantes fuera de la fuerza laboral, y algunas tienen que ver con un entendimiento particularmente europeo de la nacionalidad, que está basado en etnicidad, no ciudadanía.
Para bien o para mal, la política migratoria de a través de Europa, que ha permitido grandes flujos entrantes de extranjeros que ahora Bruselas está tratando de “redistribuir” forzadamente entre los estados miembros, ha tenido éxito en despertar un nivel épico de resentimiento.
El rescate del euro y el mal manejo de la crisis migratoria han puesto de relieve uno de los menos apreciados, aunque más influyentes aspectos negativos de la integración europea: el ataque al Estado de Derecho.
El Artículo 125 del Tratado de Lisboa establece, claramente, que cada estado miembro de la UE es responsable de sus propias deudas. Es inconcebible que la Eurozona hubiese nacido alguna vez sin esa estipulación vital, que fue necesaria para calmar preocupaciones en el electorado alemán.
Además, el Artículo 123 prohíbe al Banco Central Europeo (BCE) comprar bonos soberanos en mercados primarios y bonos soberanos en mercados secundarios —si lo último se hace por motivos fiscales en lugar de monetarios. Bruselas y Frankfurt ignoraron ambas estipulaciones para mantener a Grecia dentro de la Eurozona.
De igual forma, la Regulación de Dublín especifica que las aplicaciones de asilo por parte de aquellos que buscan protección en la UE en virtud de la Convención de Ginebra deben ser examinados y procesados en el punto de ingreso, lo que significa que deben ser evaluados por el primer estado miembro de la UE que pisaron. Grecia, y en menor grado Italia, no han logrado satisfacer sus obligaciones y han permitido que cientos de miles, posiblemente millones, de personas que buscan asilo emigren a otros estados miembros, incluyendo Alemania. El gobierno alemán, en cambio, ha decidido de manera unilateral darle la bienvenida a estos inmigrantes solo para demandar que sean proporcionalmente distribuidos entre otros países de la UE.
Dejando a un lado las cuestiones humanitarias, incluso los estados miembros de la UE que nunca recibieron personas que buscaban asilo en primer lugar, y que no fueron consultados al momento de “permitirles” entrar a la UE en general, ahora están siendo obligados a acomodarlos. Los estados miembros han respondido a las amenazas de la UE incumpliendo con sus obligaciones con el área Schengen y erigiendo barreras para mantener a los inmigrantes fuera —exacerbando así el ataque al Estado de Derecho en Europa.
Conforme Gran Bretaña se prepara para votar acerca de su membrecía en la UE, es útil recordar no solo el éxito de la UE en reducir las barreras comerciales entre los países de la UE, sino también de los muchos fracasos de la UE, pues esta es la razón por la cual la membrecía continua de Gran Bretaña en la UE ya no es algo que se puede dar por sentado.

Los crecientes fracasos de la Unión Europea y 'Brexit'

Marian L. Tupy señala los fracasos de la Unión Europea (UE), los cuales han provocado una mayor resistencia a ella y una mayor probabilidad de su disolución.

Marian L. Tupy es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y editor del sitio Web www.humanprogress.org.
Desde sus humildes inicios, la Unión Europea (UE) se ha vuelto una entidad supra-nacional que al menos superficialmente se asemeja a un estado federal, pero que carece de un poder soberano. Tiene su propia bandera, himno, moneda, presidente (cinco de ellos, de hecho) y su servicio diplomático. Hoy, la UE está tratando de obtener nuevos poderes, mientras que, paradójicamente, también se enfrenta a una creciente oposición y una creciente probabilidad de colapso. ¿Cómo llegó a esa posición la UE? Para comprender el dilema de la UE, considere sus fracasos pasados y actuales.


Wednesday, July 6, 2016

Los efectos económicos del 'Brexit'

Iván Alonso considera que no habiendo sido parte el Reino Unido del acuerdo Schengen ni de la moneda común, el 'Brexit' no tendría por qué tener consecuencias económicas negativas.

Iván Alonso obtuvo su PhD. en Economía de la Universidad de California en Los Ángeles y es miembro de la Mont Pelerin Society.
La libra esterlina bajó a un mínimo de 30 años; el euro también bajó; bajaron las bolsas del mundo; bajaron el cobre y el petróleo; los inversionistas se refugiaron en el dólar, el oro y el yen. Claramente, ha habido una sobrerreacción en los mercados financieros. Las consecuencias del ‘Brexit’ a largo plazo no tienen por qué ser tan dramáticas.
Los bancos de inversión han revisado sus proyecciones económicas y esperan, ahora, una recesión en el Reino Unido. Una recesión que comenzaría en la segunda mitad de este año y se extendería a todo el próximo. Dos son las razones en las que se apoyan para esta predicción. Una es la incertidumbre; la otra, un acceso posiblemente más limitado de las exportaciones británicas al Continente (como dicen por allá).



Sí, la incertidumbre puede retraer la inversión y el consumo y llevar a la economía a una recesión. Pero ¿cuál es la incertidumbre? Las islas británicas nunca han sido parte de las dos instituciones principales de la Unión Europea: el acuerdo Schengen y la moneda común, el euro. Y, sin embargo, Londres no ha dejado de ser el centro financiero que siempre fue. Un buen número de británicos parecería pensar que, al contrario, hay más incertidumbre, más dificultad para hacer negocios, quedándose dentro de la Unión Europea, con sus excesivas regulaciones burocráticas. Esa es una de las raíces del “euroescepticismo” que empujó al primer ministro David Cameron a convocar el referéndum, pensando que otro iba a ser el resultado.
Sí, también, el acceso al mercado europeo es importante: representa casi la mitad del comercio internacional británico. Pero Europa tiene más que perder imponiendo restricciones comerciales a su ex miembro. La balanza comercial del Reino Unido con el resto de la Unión Europea es deficitaria. Poner trabas al ingreso de bienes y servicios provenientes de las islas pondría en riesgo 250.000 millones de euros de exportaciones europeas.
Tampoco cabe esperar ningún cambio importante en las relaciones comerciales con el resto del mundo. Inglaterra no ha sido históricamente un país proteccionista. No se va a cerrar ahora. A pesar del ‘brexit’, seguirá siendo una de las naciones más ricas del mundo, con mayor poder adquisitivo, y seguirá demandando igual cantidad de productos de otros países. Ya no se registrarán como exportaciones a la Unión Europea, sino al Reino Unido; pero eso no hace diferencia más allá de la estadística.
¿Qué justifica, entonces, una caída de la libra esterlina como la que hemos visto en los días posteriores al referéndum? El valor de una moneda depende fundamentalmente de la balanza de pagos, es decir, de los movimientos de capitales hacia adentro y hacia afuera del país o territorio donde se asienta. Si los flujos comerciales no se verán, según creemos, alterados, tendría que producirse una retracción de los flujos de inversión extranjera hacia el Reino Unido para que la libra sufra una pérdida permanente de valor. Pero la mayor parte de esa inversión no proviene de la Unión Europea, sino más bien de los inversionistas rusos y asiáticos que compran propiedades en Mayfair y en Belgravia, equipos de fútbol como el Chelsea y el Manchester City o empresas como British Steel y Jaguar.
El ‘Brexit’ es, sobre todo, una derrota para un ideal político. Pero sus consecuencias económicas no son necesariamente negativas.

Los efectos económicos del 'Brexit'

Iván Alonso considera que no habiendo sido parte el Reino Unido del acuerdo Schengen ni de la moneda común, el 'Brexit' no tendría por qué tener consecuencias económicas negativas.

Iván Alonso obtuvo su PhD. en Economía de la Universidad de California en Los Ángeles y es miembro de la Mont Pelerin Society.
La libra esterlina bajó a un mínimo de 30 años; el euro también bajó; bajaron las bolsas del mundo; bajaron el cobre y el petróleo; los inversionistas se refugiaron en el dólar, el oro y el yen. Claramente, ha habido una sobrerreacción en los mercados financieros. Las consecuencias del ‘Brexit’ a largo plazo no tienen por qué ser tan dramáticas.
Los bancos de inversión han revisado sus proyecciones económicas y esperan, ahora, una recesión en el Reino Unido. Una recesión que comenzaría en la segunda mitad de este año y se extendería a todo el próximo. Dos son las razones en las que se apoyan para esta predicción. Una es la incertidumbre; la otra, un acceso posiblemente más limitado de las exportaciones británicas al Continente (como dicen por allá).


Friday, June 24, 2016

'Brexit' y el futuro de Europa

Lorenzo Bernaldo de Quirós considera que la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea concedería una posición dominante a los estados menos favorables a la libertad económica.

Lorenzo Bernaldo de Quirós es presidente de Freemarket International Consulting en Madrid, España y académico asociado del Cato Institute.
El 'Brexit', la potencial salida del Reino Unido de la Unión Europea, es un fenómeno de extraordinaria importancia para el futuro de Europa. La visión convencional de Britania como una potencia hostil al proyecto europeo olvida que ese país fue el principal impulsor del Mercado Único, esto es, de la creación de un espacio económico basado en la libre circulación de bienes, servicios y personas dentro del Viejo Continente. La diferencia entre los británicos y las potencias continentales estriba en la resistencia isleña a transformar la UE en un Superestado controlado de facto por una burocracia irresponsable ante los ciudadanos y con una concepción marcadamente estatista del modelo socioeconómico; esto es, del sistema que ha convertido Europa en un área de bajo crecimiento y con crecientes dificultades para adaptarse a las exigencias de la globalización. Éste es el debate real que continuará tanto si Gran Bretaña decide permanecer en la UE como si opta por abandonarla.



Las recientes negociaciones del Gobierno británico con la UE tenían un objetivo situado más allá de estrechas consideraciones nacionales. Se trataba de establecer salvaguardas para aquellos estados que no forman parte de la eurozona o no desean hacerlo en el futuro. Esto puede conducir a una estructura flexible de la UE en la que no todos los miembros de ella tengan que estar sujetos a las mismas reglas ni se vean forzados a aceptar una "unión cada vez más estrecha" contraria a los intereses de sus ciudadanos. Este esquema permite combinar los deseos de quienes quieren avanzar con mayor rapidez hacia una Europa unida y los de quienes rechazan esa idea, al menos, a la velocidad que quiere imponer la eurocracia y algunos estados miembro. Por otra parte, la coexistencia de esos dos modelos permitirá evaluar cuál es más eficiente y reforzar las presiones a favor de las reformas estructurales en los países de la UE que duermen el sueño de los justos. De igual modo, la posición británica no constituye un fenómeno aislado. En otros Estados de la Unión comienzan a emerger poderosas corrientes que por razones distintas manifiestan una creciente oposición a la senda por la que se ha introducido el proyecto europeo pero con una diferencia sustancial: todos defienden posturas antimercado y proteccionistas. La emergencia de populismos de izquierdas y de derechas en buena parte de los estados continentales es sin duda un resultado de la Gran Recesión, pero también del intento de avanzar hacia esa "unión cada vez más estrecha" a un ritmo que no resulta aceptable para amplios sectores de la población. Si la UE no logra conciliar esas posiciones, las tensiones crecerán y el riesgo de que todo el "proyecto europeo" naufrague se disparará.
Los costes para Britania de salir de la UE son inciertos y oscilan entre el catastrofismo de los eurófilos y el triunfalismo de los escépticos. De acuerdo con los estudios más equilibrados, por ejemplo los realizados por Open Europe, el Reino Unido podría sufrir una pérdida permanente de un 2,2% de su PIB si no lograse mantener un acuerdo comercial que le garantizase el acceso al mercado continental. En caso de conseguir ese objetivo y, en paralelo, Britania liberalizase su comercio con resto del mundo, podría experimentar un incremento estructural de su PIB del 1,6%. Quizá abriría un período de incertidumbre y tal vez se reducirían las entradas de inversiones pero la suerte del Brexit dependería de su capacidad de pactar con la UE y de su apertura a la globalización. Aunque Europa es aún el mercado exportador más importante para Britania, el porcentaje de sus ventas al resto del mundo han aumentado de manera significativa en la última década. Esto reduce los costes de abandonar la unión aduanera europea. La apuesta por una Britania hiperglobalizada y con redes en todo el mundo puede ser una hipótesis atractiva.
Ahora bien, el adiós de UK a Europa no tendría sólo efectos sobre ese país, sino consecuencias impredecibles para la UE. Dejaría de aportar 14.000 millones de euros a las arcas comunitarias, lo que generaría un agujero presupuestario considerable. En el plano político sería un golpe considerable para el prestigio de la UE que perdería a la sexta economía mundial y a uno de sus principales pilares de defensa, un 24% del gasto total de la UE en esa partida. Ello se traduciría en una disminución en términos económicos y diplomáticos de la ya mermada influencia europea en el entorno global. Y, desde luego, la UE se quedaría sin el principal defensor de políticas abiertas y de mercado. Por último se alteraría el equilibrio de poder entre los estados de la UE, convirtiendo a Alemania en la potencia hegemónica del continente.
Si la agenda reformista a escala europea impulsada por Gran Bretaña y apoyada por países como Suecia, Finlandia, Dinamarca, Holanda y, en ocasiones, Alemania constituye una minoría de bloqueo en las votaciones que exigen mayoría cualificada, la salida del Reino Unido concedería una posición dominante a los estados menos favorables a la libertad económica. En este contexto, la deriva estato-intervencionista de la UE se vería reforzada y la probabilidad de introducir reformas pro-mercado se debilitaría de manera sustancial. El resultado sería un predominio de las políticas determinantes de la euroesclerosis. El silencioso papel desempeñado por Gran Bretaña en paliar los excesos intervencionistas a escala europea desaparecería. En el próximo referéndum, los británicos votarán a favor de permanecer en la UE, probablemente por un margen no demasiado amplio, pero lo harán. Pero lo relevante es que el acuerdo entre el Reino Unido y Bruselas abre el portillo a la configuración de una Europa que tiene mucho más que ver con la pluralidad visualizada por Gran Bretaña que con el esquema uniforme y centralizador abanderado por los eurócratas y sus aliados. Para quienes creemos en una Europa basada en la libertad económica es una excelente noticia. Se han sentado las bases para un modelo europeo de geometría variable.
Este artículo fue publicado originalmente en El Mundo (España) el 20 de marzo de 2016.