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Tuesday, August 2, 2016

México y Trump

Luis Rubio
Presidente del Centro de Investigación para el Desarrollo (Cidac), una institución independiente dedicada a la investigación en temas de economía y política, en México. Fue miembro del Consejo de The Mexico Equity and Income Fund y del The Central European Value Fund, Inc., de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y de la Comisión Trilateral. Escribe una columna semanal en Reforma y es frecuente editorialista en The Washington Post, The Wall Street Journal y The Los Angeles Times. En 1993, recibió el Premio Dag Hammarksjold, y en 1998 el Premio Nacional de Periodismo.
Ningún mexicano puede estar feliz ante las interminables diatribas de Trump con que el presunto candidato ha cautivado a parte del electorado estadounidense. Pero esa no es razón para que México se precipite en su respuesta o reaccione sin evaluar las potenciales consecuencias.
El componente mexicano del discurso de Trump no es producto de la casualidad. Más bien, es resultado de una extraña combinación de abandono por nuestra parte y mala suerte. Ambos factores se han conjuntado para convertir a México en la causa de los males de los estadounidenses. Es por esta razón que es imperativo entender la dinámica en que nos encontramos antes de responder.



Trump está cosechando los avatares económicos de las últimas dos décadas, particularmente la pérdida de empleos manufactureros (producto del cambio tecnológico, no de México) y el crecimiento de la migración (producto de la demanda de empleos sobre todo en agricultura y servicios). Es posible que, de haber mantenido una activa presencia pública, algo del impacto negativo sobre México pudiera haber sido neutralizado, pero a estas alturas no hay nada que hacer al respecto para fines de la elección de este año.
Cuando se inició la negociación del TLC en 1990, el gobierno montó una multifacética estrategia de relaciones públicas en Estados Unidos. Por un lado, organizó un plan de acción orientado al poder legislativo de ese país a fin de generar apoyos para el momento en que se presentara el tratado para su aprobación; por otro lado, se articuló un conjunto de medidas diseñadas para atraer la atención de los americanos hacia las cosas mexicanas. Para este fin se presentó la extraordinaria exhibición “México: Esplendores de Treinta Siglos” en Nueva York y muchos museos en el resto de ese país; se organizaron seminarios, conferencias y ciclos de películas y se patrocinaron eventos en todos los rincones de la geografía estadounidense. En la mejor tradición de los países exitosos en Washington, México logró una extraordinaria presencia y reconocimiento, cautivando a los estadounidenses.
El problema es que, a la mexicana, tan pronto se ratificó el TLC, se abandonó la estrategia y se creó un enorme vacío. Ese vacío fue rápidamente llenado por todos los grupos que se habían opuesto al TLC y que, desde entonces, han procurado minarlo, si no es que anularlo. Los tres sectores más prominentes en este ámbito son los sindicatos, los ecologistas y los grupos anti-inmigrantes. Algunos de estos sectores (que, con excepción de los sindicatos, usualmente no son grupos uniformes o con coherencia interna) tienen razones concretas para oponerse, otros derivan su enojo de factores ideológicos y otros son meramente ignorantes; para bien o para mal, al menos dos de las fuentes de mayor estridencia respecto a México -la migración y las drogas- son factores económicos simples: hay demanda, por lo tanto hay oferta. Una cosa no puede explicarse sin la otra.
El abandono de una estrategia de presencia positiva de México en EUA ha sido enormemente costoso, pero también es cierto que en estos veinte años el mundo cambió y tuvimos la mala suerte de que muchos de esos cambios se le atribuyeran a México, más allá de que de que ambas cosas fuesen independientes. En estos veinte años, la globalización transformó la manera de producir en el mundo; la tecnología (sobre todo la robótica) redujo drásticamente la necesidad de mano de obra en la producción industrial; y la revolución digital hizo irrelevante a un enorme segmento de la mano de obra tradicional porque no cuenta con las habilidades necesarias para ser exitosa en ese nuevo mundo.
Nuestra desventura fue que el TLC entró en operación justo cuando todo esto ocurría: cuando la presencia mexicana crecía en todos los ámbitos (sobre todo en la forma de exportaciones y migrantes), todo ello sin que hubiera un parapeto de protección en la forma de una buena campaña de relaciones públicas que protegiera al país y le generara un buen nombre. Es obvio que México no es culpable de todas las calamidades que le atribuye Trump y su séquito, pero es indispensable reconocer que nosotros -nuestra ausencia- contribuyó a crear un caldo de cultivo propicio para que eso ocurriera.
También pasaron otras cosas. Un ejemplo dice más que mil palabras: cuando yo estudiaba en Boston en los setenta, el consulado mexicano se dedicaba esencialmente a la comunidad estadounidense. Es decir, era una mini embajada dedicada a promover los asuntos mexicanos en esa ciudad. Lo mismo ocurría en los otros cuarenta y tantos consulados de entonces. Hoy en día, los consulados parecen delegaciones municipales dedicadas a resolver trámites para migrantes mexicanos. En estos cuarenta años, el crecimiento migratorio cambió todo en la presencia de México en ese país y los consulados así lo reflejan. El efecto es que abandonamos una vital presencia en las comunidades estadounidenses.
Trump está cosechando los avatares económicos de las últimas dos décadas, particularmente la pérdida de empleos manufactureros (producto del cambio tecnológico, no de México) y el crecimiento de la migración (producto de la demanda de empleos sobre todo en agricultura y servicios). Es posible que, de haber mantenido una activa presencia pública, algo del impacto negativo sobre México pudiera haber sido neutralizado, pero a estas alturas no hay nada que hacer al respecto para fines de la elección de este año.
Dicho eso, existe un enorme riesgo: el burdo intento por afectar el resultado de la elección por medio de la ciudadanización tardía puede salir bien si pierde Trump o muy mal si gana. Trump no es irracional: su estrategia es absolutamente lógica, claramente derivada de una cuidadosa lectura de las encuestas y de lo que aqueja a los estadounidenses. Me parece temerario intentar sesgar el resultado de manera tan crasa y vulgar. Lo que está de por medio no es un negocito; de por medio va la viabilidad del país, cuya economía depende, solo en 100%, de las exportaciones a ese país y de las remesas que de ahí vienen.

México y Trump

Luis Rubio
Presidente del Centro de Investigación para el Desarrollo (Cidac), una institución independiente dedicada a la investigación en temas de economía y política, en México. Fue miembro del Consejo de The Mexico Equity and Income Fund y del The Central European Value Fund, Inc., de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y de la Comisión Trilateral. Escribe una columna semanal en Reforma y es frecuente editorialista en The Washington Post, The Wall Street Journal y The Los Angeles Times. En 1993, recibió el Premio Dag Hammarksjold, y en 1998 el Premio Nacional de Periodismo.
Ningún mexicano puede estar feliz ante las interminables diatribas de Trump con que el presunto candidato ha cautivado a parte del electorado estadounidense. Pero esa no es razón para que México se precipite en su respuesta o reaccione sin evaluar las potenciales consecuencias.
El componente mexicano del discurso de Trump no es producto de la casualidad. Más bien, es resultado de una extraña combinación de abandono por nuestra parte y mala suerte. Ambos factores se han conjuntado para convertir a México en la causa de los males de los estadounidenses. Es por esta razón que es imperativo entender la dinámica en que nos encontramos antes de responder.


Wednesday, July 6, 2016

Gobierno venezolano adquirió medicinas de Argentina a 12 veces el valor real

El gobierno ahora presidido por Maduro pagó a empresas cercanas a los Kirchner US$12 millones más de lo que en realidad costaba la mercancía, en medio de una aguda escasez de medicina

(CFKArgentina)
Entre otras irregularidades, las medicinas tenían permisos vencidos y solo podían circular en Argentina. (CFKArgentina)
De acuerdo con el portal de noticias argentino Infobae, el gobierno de Venezuela adquirió medicinas a empresas cercanas a los Kirchner a un sobreprecio de al menos 12 veces el valor real de la mercancía en el mercado.
Según detalla Infobae, las autoridades de aduana de Argentina detectaron que la mercancía comprada por el gobierno de Venezuela tenía un valor declarado de US$ 12.995.490,97; sin embargo, al verificar la documentación, se encontró que la factura emitida por el Laboratorio Internacional Argentino S.A. al exportador Farmamed S.R.L. era por un monto de US$ 780.482,27.
Además de esa irregularidad en las exportaciones a Venezuela, también hay otras como permisos vencidos de habilitación para exportar y distribución de medicamentos que solo deben circular dentro de Argentina. A raíz de esto, la justicia del país presidido por Mauricio Macri comenzó a investigar estas maniobras ilegales.



Por otra parte, Infobae señala que detrás de las exportaciones con irregularidades están los empresarios Pablo Rubio y Juan José Levy, quienes hacen negocios con Venezuela desde hace varios años a través de un fideicomiso que tiene el país caribeño con Argentina.
Esta exportación formaba parte de los acuerdos de Venezuela con el gobierno de Cristina Kirchner, que consistían en el envío de medicamentos por los que a cambio Argentina recibía combustible.
Según el sitio de noticias argentino, los empresarios mencionados lograron estos negocios gracias a los contratos que tendrían con el ex ministro de Planificación de Argentina, Julio De Vido.
Venezuela habría comprado medicamentos a Argentina pagando 10 veces más del valor real en el mercado, en medio de la aguda escasez de remedios que sufre actualmente. Los laboratorios argentinos que aprovecharon la coyuntura negativa que atraviesa ese país fueron Farmamed y Esmer, propiedades de Juan José Levy.
Fuente: Infobae

Gobierno venezolano adquirió medicinas de Argentina a 12 veces el valor real

El gobierno ahora presidido por Maduro pagó a empresas cercanas a los Kirchner US$12 millones más de lo que en realidad costaba la mercancía, en medio de una aguda escasez de medicina

(CFKArgentina)
Entre otras irregularidades, las medicinas tenían permisos vencidos y solo podían circular en Argentina. (CFKArgentina)
De acuerdo con el portal de noticias argentino Infobae, el gobierno de Venezuela adquirió medicinas a empresas cercanas a los Kirchner a un sobreprecio de al menos 12 veces el valor real de la mercancía en el mercado.
Según detalla Infobae, las autoridades de aduana de Argentina detectaron que la mercancía comprada por el gobierno de Venezuela tenía un valor declarado de US$ 12.995.490,97; sin embargo, al verificar la documentación, se encontró que la factura emitida por el Laboratorio Internacional Argentino S.A. al exportador Farmamed S.R.L. era por un monto de US$ 780.482,27.
Además de esa irregularidad en las exportaciones a Venezuela, también hay otras como permisos vencidos de habilitación para exportar y distribución de medicamentos que solo deben circular dentro de Argentina. A raíz de esto, la justicia del país presidido por Mauricio Macri comenzó a investigar estas maniobras ilegales.


Tuesday, July 5, 2016

La Brexplosión antiglobalización

Yoon Young-kwan, former Minister of Foreign Affairs of the Republic of Korea, is Professor Emeritus of International Relations at Seoul National University.

La Brexplosión antiglobalización

SEÚL – El populismo, el nacionalismo y la xenofobia contribuyeron a la victoria de la campaña "Leave" (partir) en el reciente referendo del Reino Unido sobre la pertenencia a la Unión Europea. Pero esas fuerzas flotan en la superficie de un cambio radical más trascendente: un giro fundamental a nivel mundial en la relación entre el estado y el mercado. 
Desde el nacimiento del capitalismo moderno, esos dos marcos de actividad humana generalmente estuvieron enfrentados. Mientras que el mercado tiende a expandirse geográficamente en tanto sus participantes persiguen beneficios económicos, el estado busca mantener en orden a todos y a todo dentro del territorio que controla. Un comerciante puede reconocer oportunidades de mercado en un país extranjero, pero, si pretende aprovecharlas, se topará con el estado -más inmediatamente, con las autoridades inmigratorias del país.


De qué manera reconciliar la tensión entre el mercado y el estado es la preocupación central de la economía política hoy, del mismo modo que lo fue para Adam Smith en el siglo XVIII, para Friedrich List y Karl Marx en el siglo XIX y para John Maynard Keynes y Friedrich von Hayek en su extenso debate sobre el tema a mediados del siglo XX.
Consideremos dos extremos hipotéticos en la relación estado-mercado. El primero es un mercado global sin fisuras en el que los individuos pueden maximizar sus beneficios materiales sin ninguna intervención del estado. El problema con este escenario es que uno puede vivir en un país que es vulnerable a todas las consecuencias negativas de la globalización irrestricta, como la devaluación de la moneda, la explotación laboral, el incumplimiento de las leyes de propiedad intelectual y demás.
El otro extremo es un mundo integrado enteramente por estados autárquicos aislados, donde los individuos están protegidos de las fuerzas económicas externas y el estado tiene plena autonomía en las cuestiones domésticas. En este escenario, habrá que renunciar a todos los beneficios económicos conocidos de la división global del trabajo.
Entre estos dos extremos se encuentra gran parte del mundo tal como es, caracterizado por proyectos de integración regional como la UE y el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte.
Podemos identificar oscilaciones importantes durante la historia del capitalismo en los dos últimos siglos, hacia el mercado y hacia el estado. Por ejemplo, el rechazo de las Leyes del Maíz en el Reino Unido en 1846 favoreció un mercado libre en el comercio internacional y una globalización acelerada hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial.
Después de la Primera Guerra Mundial, el péndulo volvió a oscilar hacia el estado. El capital financiero en Occidente estaba debilitado políticamente y una clase trabajadora movilizada aprovechó la oportunidad para exigir empleos y programas de asistencia social que iban en contra de la lógica y las reglas de un mercado globalizado. En las vísperas de la Segunda Guerra Mundial, sobrevino un creciente proteccionismo de la mano de políticas aislacionistas -como cuando Gran Bretaña abandonó el patrón oro en 1931 en respuesta a una gran demanda de la libra-. The Economist declaró ese lunes 21 de septiembre "el fin definitivo de una época en el desarrollo financiero y económico del mundo". Después de la aprobación del Brexit, el mismo periódico advirtió: "Gran Bretaña está navegando en una tormenta con nadie frente al timón".
La conferencia de Bretton Woods en 1944 marcó otra nueva oscilación hacia el mercado, sólo que esta vez permitió cierto grado de autonomía nacional. Hasta fines de los años 1960, un equilibrio armonioso de apertura internacional y autonomía nacional dio lugar a una prosperidad generalizada.
Ahora bien, la turbulencia regresó en los años 1970 cuando el crecimiento lento y los precios elevados de la "estanflación" así como una crisis energética global hicieron oscilar el péndulo hacia mercados totalmente liberalizados -un cambio del mundo keynesiano al mundo hayekiano, ayudado por Margaret Thatcher en el Reino Unido y Ronald Reagan en Estados Unidos.
Esto nos trae al presente. La crisis económica de 2008, y la imposibilidad de la economía global de recuperarse de ella plenamente, pusieron fin al proyecto iniciado por Thatcher y Reagan. Como en el período posterior a la Primera Guerra Mundial, los trabajadores empezaron a pensar que la globalización los había dejado atrás y que los líderes políticos favorecían a los financistas y a las grandes empresas a costa suya. En el caso del Brexit, la campaña "Leave" votó por más autonomía nacional, aunque tenga un claro costo material.
Una versión norteamericana del Brexit tal vez no esté muy lejos si el próximo presidente de Estados Unidos desecha el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica con 11 países de la costa del Pacífico, firmado en febrero de este año. En un momento en que las negociaciones comerciales a nivel global están casi muertas, el TPP (por su sigla en inglés) debería parecer una estrategia razonable para impulsar el comercio multilateral. Y, sin embargo, ambos candidatos presidenciales en Estados Unidos dicen que se oponen a él y proponen lo que sería un equivalente a un "Amexit" del sistema de comercio global. 
Estamos en un interregno. El descontento social y político seguirá creciendo en todo el mundo hasta que volvamos a colocar a la relación estado-mercado en un equilibrio saludable. El problema es que nadie sabe cómo hacerlo mejor.
Algunos proponen rearmonizar los mercados internacionales con autonomía nacional, como sucedió en Bretton Woods. Pero el orden económico internacional de posguerra fue creado para la era pre-globalización, y no podemos volver a poner al genio dentro de la botella, aun si fuera posible hacerlo. El Brexit marca el comienzo del fin de la última era de globalización. Nadie puede saber qué viene a continuación, pero sí podemos estar seguros de que no será el destino final.

La Brexplosión antiglobalización

Yoon Young-kwan, former Minister of Foreign Affairs of the Republic of Korea, is Professor Emeritus of International Relations at Seoul National University.

La Brexplosión antiglobalización

SEÚL – El populismo, el nacionalismo y la xenofobia contribuyeron a la victoria de la campaña "Leave" (partir) en el reciente referendo del Reino Unido sobre la pertenencia a la Unión Europea. Pero esas fuerzas flotan en la superficie de un cambio radical más trascendente: un giro fundamental a nivel mundial en la relación entre el estado y el mercado. 
Desde el nacimiento del capitalismo moderno, esos dos marcos de actividad humana generalmente estuvieron enfrentados. Mientras que el mercado tiende a expandirse geográficamente en tanto sus participantes persiguen beneficios económicos, el estado busca mantener en orden a todos y a todo dentro del territorio que controla. Un comerciante puede reconocer oportunidades de mercado en un país extranjero, pero, si pretende aprovecharlas, se topará con el estado -más inmediatamente, con las autoridades inmigratorias del país.