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Friday, September 30, 2016

Argentina: Valores, crisis económicas y Cambiemos

Por Roberto Cachanosky

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En los últimos 70 años la economía argentina ha sufrido infinidad de crisis económicas, la mayoría generadas en desbordes fiscales. Niveles de déficit fiscal que forzaban devaluaciones, tarifazos, impuestazos y medidas por el estilo.
Es más, la larga decadencia económica argentina no solo está plagada de agudos procesos inflacionarios, megainflacionarios e hiperinflacionarios y defaults de la deuda pública, sino que también tiene un largo listado de confiscaciones de activos privados.
Ya en el gobierno del Dr. Arturo Illia se pesificaron los depósitos del sector privado. Ocurrió en 1964. Los US$ 200 millones depositados en los bancos fueron devueltos en pesos. Esos US$ 200 millones eran equivalentes a unos US$ 1.600 millones actuales indexados por IPC EE.UU. 

El listado de confiscaciones sigue con el ahorro forzoso de Alfonsín en 1988, el plan Bonex en diciembre de 1989, el corralito de 2001, el corralón y la pesificación asimétrica de 2002, la confiscación de nuestros ahorros en las AFJP en 2008, el cepo cambiario y tantos otros actos que violaron la propiedad privada en nombre de la solidaridad social.
El largo listado de confiscaciones de activos, saltos inflacionarios, incrementos de la carga tributaria, defaults y demás destrozos económicos tienen que ver, entre otras cosas, con el continuo aumento del gasto público que en la era K llegó a niveles récord.
Pero la pregunta es: ¿Por qué se ha desbocado tanto el gasto público en la Argentina a lo largo de décadas que llevó a incrementar la presión tributaria hasta niveles asfixiantes y a diferentes acciones de confiscaciones de activos privados?
El gasto público se disparó porque, si bien hay una demanda de populismo, pareciera ser que la democracia se ha transformado en una competencia populista para ver quién es el que ofrece la mayor cantidad de medidas populistas que no pueden cumplirse y que, inevitablemente, terminan en crisis económicas. Podríamos decir que las recurrentes crisis económicas son consecuencia de esa oferta y demanda de populismo.
Pero al mismo tiempo, la demanda de populismo y la oferta de populismo obedecen a los valores que hoy imperan en la sociedad. Si la mayoría de la población demanda vivir a costa del trabajo ajeno, el empresario pide protección para no competir, el Estado crea puestos públicos innecesarios a nivel nacional, provincial y municipal para lograr ese clientelismo político que acerca votos. En fin, una sociedad cuyas reglas de juego consisten en vivir del trabajo ajeno, violando los derechos de propiedad y pidiéndole al Estado que use el monopolio de la fuerza para quitarle el fruto del trabajo a los que trabajan para transferirlos a los que no quieren trabajar ni competir como empresarios, entonces, es inevitable concluir que si hay una gran demanda de populismo (saqueo de la riqueza ajena por parte del Estado), es porque los valores que hoy imperan en la Argentina son esos. No son los valores de la cultura del trabajo, de competir e innovar, de tener la dignidad de querer trabajar para progresar. En fin, esos valores que hicieron que la Argentina fuera un gran país a fines del siglo XIX y principios del siglo XX.
Si se acepta que nuestras crisis económicas se originan en comportamientos populistas, lamentablemente las declaraciones de Federico Pinedo diciendo que el gobierno de Macri tiene que hacer un gobierno de izquierda, enorgulleciéndose de que Cambiemos tiene mayor cantidad de planes sociales que el kirchnerismo, muestra que más que Cambiemos es "Profundicemos" la crisis de valores que están destruyendo la Argentina.
Si hoy el Gobierno tiene que aumentar la cantidad de planes sociales, ese dato nos indica que la economía hoy está peor. En todo caso sería para mostrar como un logro que el Gobierno no tuvo que incrementar la cantidad de planes sociales. Que no aumentó la cantidad de gente que vive de los recursos que el Estado le quita al contribuyente.
Argentina necesita desesperadamente un gran flujo de inversiones, para eso hay que, entre otras cosas, disminuir la presión impositiva, algo que el Gobierno no va a hacer en la medida que tenga más gasto público porque otorga más planes sociales. El resultado está a la vista: el sector público nacional solo redujo su planta de personal en 10.900 empleados, mientras que el sector privado perdió 115.000 puestos de trabajo entre diciembre 2015 y junio de este año. El sector que genera riqueza para sostener al sector público sufre un brutal ajuste en nombre de las políticas sociales de izquierda que pregona Pinedo.
Nadie pide que el gobierno de Macri solucione la pesada herencia que recibió del kirchnerismo en solo 8 meses. Ni siquiera va a poder resolverla en 4 años. Es más, 70 años de desaforado populismo y políticas de vivir del trabajo ajeno no se hace desaparecer en unos pocos años de gobierno sensatos.
Lo preocupante de todo esto es que si Pinedo representa la voz de Cambiemos, su discurso está profundizando la cultura de no trabajar y no competir y tener un estado saqueador y confiscador. Porque para otorgar más "planes sociales" hay que saquear al sector privado con más impuestos.
Esperemos que realmente sea Cambiemos y no terminemos en un "Profundicemos el populismo" que destruyó a la Argentina, cayendo en una nueva desilusión.
Gobernar también es transmitir un discurso de decencia, cultura del trabajo, esfuerzo personal, competir, desarrollar la capacidad de innovación y crear riqueza. Lo otro es solo buscar los votos necesarios para mantenerse en el poder.

Argentina: Valores, crisis económicas y Cambiemos

Por Roberto Cachanosky

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En los últimos 70 años la economía argentina ha sufrido infinidad de crisis económicas, la mayoría generadas en desbordes fiscales. Niveles de déficit fiscal que forzaban devaluaciones, tarifazos, impuestazos y medidas por el estilo.
Es más, la larga decadencia económica argentina no solo está plagada de agudos procesos inflacionarios, megainflacionarios e hiperinflacionarios y defaults de la deuda pública, sino que también tiene un largo listado de confiscaciones de activos privados.
Ya en el gobierno del Dr. Arturo Illia se pesificaron los depósitos del sector privado. Ocurrió en 1964. Los US$ 200 millones depositados en los bancos fueron devueltos en pesos. Esos US$ 200 millones eran equivalentes a unos US$ 1.600 millones actuales indexados por IPC EE.UU. 

Saturday, July 16, 2016

Poder Económico vs. Político

 
“Habíais dicho que no veíais ninguna diferencia entre el poder económico y el poder político – ninguna diferencia entre el poder del dinero y el de las armas – ninguna diferencia entre la recompensa y el castigo – ninguna diferencia entre la compra y el saqueo – ninguna diferencia entre el placer y el miedo – ninguna diferencia entre la vida y la muerte. Estáis aprendiendo la diferencia ahora”. (La Rebelión de Atlas)
+ + +
Un desastroso “paquete” intelectual con el que nos engañan los teóricos del estatismo es equiparar el poder económico con el poder político. Lo habéis oído expresado en bromuros tales como: “Un hombre hambriento no es libre”, o “Le da igual a un trabajador recibir órdenes de un empresario que de un burócrata”. La mayoría de la gente acepta estos equívocos, aunque saben que el trabajador más pobre en los Estados Unidos es más libre y más seguro que el comisario más rico en la Rusia soviética. ¿Cuál es el principio básico, esencial, fundamental, que distingue la libertad de la esclavitud? Es el principio de la acción voluntaria versus la coacción y la compulsión física.


La diferencia entre el poder político y cualquier otro tipo de “poder” social, entre un gobierno y una organización privada, es el hecho de que el gobierno tiene el monopolio legal sobre el uso de la fuerza física.
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¿Qué es el poder económico? Es el poder de producir y vender lo que uno ha producido. En una economía libre, donde ningún hombre o grupo de hombres puede usar la coerción física contra otros, el poder económico sólo puede lograrse por medios voluntarios: por la elección voluntaria y el acuerdo entre todos los que participan en el proceso de la producción y el comercio. En un mercado libre, todos los precios, los salarios y los beneficios quedan determinados – no por el capricho arbitrario de los ricos o de los pobres, no por la “codicia” de nadie o por la necesidad de nadie – sino por la ley de la oferta y la demanda. El mecanismo de un mercado libre refleja y resume todas las elecciones y decisiones económicas adoptadas por todos los participantes. Los hombres intercambian sus productos o servicios por consentimiento mutuo en beneficio mutuo, cada uno de acuerdo con su criterio propio, independiente y no-forzado. Un hombre puede enriquecerse solamente si es capaz de ofrecer mejores valores – mejores productos o servicios, a un precio menor – que otros son capaces de ofrecer.
La riqueza, en un mercado libre, se consigue por el voto “democrático” libre y general – por las ventas y las compras de cada individuo que participa en la vida económica del país. Cada vez que compras un producto en vez de otro, estás votando por el éxito de algún fabricante específico. Y, en este tipo de votación, cada hombre vota únicamente sobre aquellas cuestiones que está cualificado a juzgar: sus propias preferencias, intereses y necesidades. Nadie tiene el poder de decidir por los demás o de sustituir su criterio por el de ellos; nadie tiene el poder de designarse a sí mismo “la voz del público” y dejar al público sin voz y sin voto.
Ahora voy a definir la diferencia entre poder económico y poder político: el poder económico se ejerce a través de algo positivo, ofreciéndoles a los hombres una recompensa, un incentivo, un pago, un valor; el poder político se ejerce a través de algo negativo, amenazando con castigo, daño, encarcelamiento, destrucción. La herramienta del hombre de negocios son los valores; la herramienta del burócrata es el miedo.
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Evadiendo la diferencia entre producción y saqueo, han llamado al empresario ladrón. Evadiendo la diferencia entre libertad y coacción, le han llamado capataz de esclavos. Evadiendo la diferencia entre recompensa y terror, le han llamado explotador. Evadiendo la diferencia entre cheques salariales y armas, le han llamado autócrata. Evadiendo la diferencia entre comercio y fuerza, le han llamado tirano. El tema más crucial que han tenido que evadir ha sido la diferencia entre lo merecido y lo inmerecido.

Poder Económico vs. Político

 
“Habíais dicho que no veíais ninguna diferencia entre el poder económico y el poder político – ninguna diferencia entre el poder del dinero y el de las armas – ninguna diferencia entre la recompensa y el castigo – ninguna diferencia entre la compra y el saqueo – ninguna diferencia entre el placer y el miedo – ninguna diferencia entre la vida y la muerte. Estáis aprendiendo la diferencia ahora”. (La Rebelión de Atlas)
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Un desastroso “paquete” intelectual con el que nos engañan los teóricos del estatismo es equiparar el poder económico con el poder político. Lo habéis oído expresado en bromuros tales como: “Un hombre hambriento no es libre”, o “Le da igual a un trabajador recibir órdenes de un empresario que de un burócrata”. La mayoría de la gente acepta estos equívocos, aunque saben que el trabajador más pobre en los Estados Unidos es más libre y más seguro que el comisario más rico en la Rusia soviética. ¿Cuál es el principio básico, esencial, fundamental, que distingue la libertad de la esclavitud? Es el principio de la acción voluntaria versus la coacción y la compulsión física.

Friday, July 15, 2016

Replanteando el significado de egoísmo

replanteando egoísmo 
En el ámbito de la ética no hay característica más ampliamente condenada que el egoísmo. Prácticamente nadie cuestiona la premisa que nos han enseñado a todos desde la infancia: actuar para beneficio propio es moralmente malo, sacrificarse a otros es la esencia de la virtud moral. Es considerado incuestionable y evidente que el egoísmo es malo.
Pero, ¿lo es?
El egoísmo es vilipendiado porque se le asocia con el comportamiento amoral y depredador de un Bernie Madoff o de Atila, rey de los Hunos. El egoísmo queda supuestamente personificado en alguien que miente, roba y mata con el fin de satisfacer sus propios deseos.


Si examinamos seriamente el significado de lo que es egoísmo, sin embargo, surge una evaluación muy distinta. Ser egoísta es preocuparse por los intereses propios de uno. Si es así, ¿qué pasa con quienes persiguen sus propias metas y se centran en sus propios intereses sin victimizar a otros? ¿Qué pasa con el estudiante ambicioso que decide pasar tiempo estudiando en vez de ceder a las súplicas de sus hermanos de fraternidad para que se vaya con ellos de fiesta? ¿Qué pasa con el empresario que, haciendo caso omiso de las personas que le instan a ir a por “dinero fácil”, lucha y sufre durante años para poder desarrollar un producto superior? ¿Qué pasa con el artista dedicado que se niega a ceder y en vez de eso crea una obra que responde plenamente a sus criterios independientes? Todas ellas son personas que están actuando en beneficio propio – que están actuando egoístamente – pero cuya ganancia no la consiguen por medio de la pérdida de otro. ¿Por qué, entonces, se asocia el preocuparse por la propia vida con victimizar a otros? ¿Por qué no son quienes no victimizan – o sea, las personas que optan por mejorar sus vidas por su propio esfuerzo – los representantes correctos del egoísmo?
Piensa en qué significa preocuparte por tu propio interés. No implica hacer lo que te venga en gana; ese es el camino de la auto-destrucción. El primer requisito del interés personal es un compromiso con la razón – un compromiso por descubrir y aceptar los hechos de la realidad, el compromiso de dejarse guiar por la mente en vez de por caprichos aleatorios. El individuo verdaderamente egoísta enfoca la vida a largo plazo y en base a principios morales. Por ejemplo, él abraza el valor de la honestidad porque entiende que falsificar la realidad, de cualquier forma que lo haga, a la larga le causará perjuicios. Él abraza el valor de la justicia porque entiende que juzgar a las personas por lo que son en realidad, en vez de fingir que son otra cosa, es en su propio interés. Él abraza el valor de la integridad porque entiende que se beneficia siendo leal a sus propias convicciones – las cuales él deriva de los hechos de la realidad – en vez de rendirlas a la conveniencia del momento. (Para una elaboración más detallada sobre egoísmo y principios morales, ver el capítulo 4 de mi libro En defensa del egoísmo.)
En el trato con la gente, por lo tanto, la persona egoísta rechaza la antítesis de la razón: la fuerza. Esa persona respeta el principio de los derechos individuales porque se da cuenta de que su propio interés depende de ello. En consecuencia – y contrariamente a los Atilas y a los Madoff – él trata con otros a través de persuasión y comercio, no a través de coerción y engaño.
El individuo auténticamente egoísta disfruta de una vida productiva y que se respeta a sí misma. Él rechaza lo inmerecido. Él no chupa la sangre de otros, como hace una sanguijuela. Él vive, no quitándoles sus bienes a otros, sino ganándose lo que quiere. Se relaciona con la gente ofreciendo valor por valor, para beneficio mutuo. Él no se sacrifica por otros ni sacrifica a otros por él.
Los depredadores del mundo se contradicen en sus verdaderos intereses a largo plazo. Al evadir las exigencias de la vida humana, al tratar de existir con la ley de la jungla, están perjudicándose a sí mismos. Su maldad no radica en el deseo de lograr su propio bienestar, sino en su creencia irracional de que la forma de lograrlo es alimentándose parasitariamente de otros.
Pero los que marcan el tono intelectual de nuestra cultura quieren hacernos creer que el egoísmo requiere la destrucción de otros. Ellos difuminan la distinción obvia entre un productor y un depredador, entre alguien que hace dinero y alguien que lo roba. Ellos fusionan a los dos en un nebuloso “paquete único”, haciéndole creer a la gente que, igual que un depredador está cometiendo un crimen moral, también lo hace cualquier persona que persiga su verdadero interés personal.
De esa forma, nos han dejado con la falsa alternativa de o ser altruista sacrificándonos por otros, o ser “egoísta” sacrificando a otros a nosotros. Y ¿qué pasa con la verdadera alternativa? ¿Qué pasa con el grupo de individuos auto-responsables y auto-suficientes que diligentemente persiguen sus propios intereses sin sacrificarse ellos mismos ni sacrificar a los demás? No existe tal categoría, nos dicen.
Pero sí existe, de hecho, esa categoría, y representa el egoísmo verdadero y racional, así que, ¿qué justifica las exigencias del altruismo? ¿Qué razón terrenal hay para que tengas que subordinarte a los demás? ¿Por qué tienes el deber de sufrir para que otra persona pueda beneficiarse?
Puede ser perfectamente apropiado, por simple generosidad, ayudarle a una víctima inocente que ha tenido una desgracia. Pero eso no es lo que el código del altruismo requiere de ti. La generosidad es un regalo por el cual el destinatario debe estar agradecido. El altruismo, sin embargo, exige el pago de una deuda: una deuda moral no elegida que le debes a cualquier persona que carezca de lo que tú tienes. Si se necesita dinero para la matrícula universitaria de alguien, o para pagar su seguro de salud o su hipoteca – o para ayudarle a los extranjeros de Bangladesh – estás ordenado a proporcionarlo, según la doctrina del altruismo.
La pregunta es: ¿Por qué? ¿Por qué el hecho de que alguien necesite tu dinero le genera un derecho a tenerlo, mientras el hecho de que tú lo hayas ganado, no?
Tienes una vida, y debería ser preciosa. Debe ser un fin en sí misma, no simplemente un medio para los fines de otros. No debes estar obligado a sacrificarte por los deseos y las necesidades de otros. Tu vida es tuya, y debes tener el derecho moral a vivirla.
# # #
Por Peter Schwartz,

Replanteando el significado de egoísmo

replanteando egoísmo 
En el ámbito de la ética no hay característica más ampliamente condenada que el egoísmo. Prácticamente nadie cuestiona la premisa que nos han enseñado a todos desde la infancia: actuar para beneficio propio es moralmente malo, sacrificarse a otros es la esencia de la virtud moral. Es considerado incuestionable y evidente que el egoísmo es malo.
Pero, ¿lo es?
El egoísmo es vilipendiado porque se le asocia con el comportamiento amoral y depredador de un Bernie Madoff o de Atila, rey de los Hunos. El egoísmo queda supuestamente personificado en alguien que miente, roba y mata con el fin de satisfacer sus propios deseos.

Wednesday, June 22, 2016

Más allá de la atrocidad, entendamos al enemigo

ataques paris enemigo 
La masacre terrorista en París el 13 de noviembre del 2015 fue un acto de guerra. Los ataques coordinados, por los cuales el Estado Islámico se atribuyó responsabilidad, refutan la idea de que ISIS, el enemigo, había sido “contenido” (el término que Barack Obama usó en una entrevista en televisión sólo unas horas antes de que comenzaran las explosiones y los tiroteos). No es ni mucho menos la primera vez que el presidente americano ha subestimado el problema. Además, al realizar esos ataques en el corazón de Europa, lejos de su cuasi-estado en el Medio Oriente, ISIS ha rebatido la premisa de que es sobre todo una amenaza regional. Pero la falta de comprensión que tenemos de ese grupo va más allá de simplemente captar su capacidad militar operativa.


Lo que esencialmente le da a ese grupo su atractivo y le permite tener esa ambición de crecimiento tan insólita es su pretensión de estar fomentando un ideal moral (aunque sea perverso). El Estado Islámico es una facción líder dentro de un movimiento más amplio: el totalitarismo islámico. Ese movimiento – que incluye Al Qaeda, Hamas, Hezbolá e Irán, entre otros – está unificado por el mandato religioso de conquistar y dominar. Sus seguidores creen que la palabra de Alá debe controlar todas las facetas de la vida de un individuo, y de toda la humanidad. El subyugar a la gente sólo en un rincón del planeta no es suficiente para ellos; los “justos” deben actuar hasta conseguir que la gente le obedezca a Alá, y sólo a Alá, en todas partes. Para el yihadista, ningún acto de salvajismo puede ser descartado como inmoral, siempre y cuando tenga lugar en el camino de Alá. Los asesinos de París, como tantos otros antes que ellos, estaban aplicando su propia comprensión de la doctrina religiosa islámica, castigando a los no creyentes en una ciudad impía.
Podríamos haber acabado con esa amenaza hace mucho tiempo. Todavía podemos.
El presidente de Francia, François Hollande, ha prometido destruir el Estado Islámico. Ojalá lo esté diciendo en serio. Ese será un buen primer paso, pero no puede ser el único paso. Acabar con la amenaza yihadista requiere que les demostremos a sus seguidores que su causa es inútil.
En mi libro Cómo ganar la guerra imposible de ganar propongo cómo hacerlo. Hemos de reconocer en qué forma nuestros varios enfoques políticos (antes del 11 de septiembre y a partir de esa fecha) no han sido más que una auto-inmolación y una incoherencia. Nuestro fracaso para acabar con ese movimiento – y no digamos nada de las políticas que lo hicieron posible – ha animado a sus seguidores a imaginar que su visión es, de alguna forma, factible. Pero si tomamos las medidas necesarias, sí podemos derrotar al movimiento yihadista.
# # #
Artículo de Elan Journo

Más allá de la atrocidad, entendamos al enemigo

ataques paris enemigo 
La masacre terrorista en París el 13 de noviembre del 2015 fue un acto de guerra. Los ataques coordinados, por los cuales el Estado Islámico se atribuyó responsabilidad, refutan la idea de que ISIS, el enemigo, había sido “contenido” (el término que Barack Obama usó en una entrevista en televisión sólo unas horas antes de que comenzaran las explosiones y los tiroteos). No es ni mucho menos la primera vez que el presidente americano ha subestimado el problema. Además, al realizar esos ataques en el corazón de Europa, lejos de su cuasi-estado en el Medio Oriente, ISIS ha rebatido la premisa de que es sobre todo una amenaza regional. Pero la falta de comprensión que tenemos de ese grupo va más allá de simplemente captar su capacidad militar operativa.

Wednesday, June 15, 2016

Lo que le debemos a Steve Jobs

 
Ver al mundo llorar la muerte de Steve Jobs nos recuerda los tiempos en que grandes multitudes de americanos se reunían para celebrar la inauguración de un nuevo puente o un nuevo ferrocarril. Hoy Steve Jobs es reconocido mundialmente como un genio creativo que ha cambiado nuestro mundo de forma profunda y para mejor. Hasta el presidente Obama, no muy dado a alabar a hombres de negocios, ha dicho: “Jobs ha transformado nuestras vidas, redefinido industrias enteras, y conseguido una de las hazañas más inauditas en la historia humana: ha cambiado la forma en que cada uno de nosotros ve el mundo”.
Todo eso suscita una importante pregunta que hasta hoy nadie ha formulado: ¿Qué le debemos a Jobs, y a los genios productivos como él?


Por un lado, les debemos gratitud, la cual no siempre les damos: en este caso, Jobs es la excepción que confirma la regla. Pero les debemos algo más que eso, algo que ni siquiera Jobs ha recibido: Les debemos el reconocimiento de que sus logros son algo profundamente moral.
Si dedicar tu vida a crear valores que la mejoran es un logro moral, entonces no hay nada más grande y más noble que los genios creativos cuya capacidad productiva ha creado nuestro mundo moderno: un mundo en el que vivimos tres veces más tiempo que nuestros antepasados; en el que nuestros hogares están calientes en invierno y fríos en verano, y tienen luz durante la noche; en el que podemos atravesar un continente en cuestión de horas; en el que podemos darle las buenas noches a nuestros hijos desde el otro lado del globo.
Pero, lejos de reconocer que los grandes productores son unos ejemplos de moralidad, los apilamos con Al Capone y Bernie Madoff, como si fueran gente a la que hay que pararles los pies o por lo menos mantenerlos amarrados hasta que aprendan a servir desinteresadamente a los demás. Jobs llegó incluso a ser criticado por dedicar su vida a Apple en vez de a la filantropía.
Esta perversa actitud nos ha llevado a negarle a los héroes creativos como Jobs la tercera cosa que les debemos: libertad. Los innovadores, por definición, desafían lo convencional, y sólo la libertad protege su derecho a hacerlo. Cuando el gobierno viola la libertad, iniciando la fuerza contra los que producen – regulando sus acciones, controlando sus decisiones, despojándoles de su riqueza – está ahogando y a la larga aplastando la mente creativa.
Jobs fue capaz de prosperar porque la industria de la tecnología de la información aún es relativamente libre. Pero ¿qué habría pasado si hubiera sido objeto del mismo fango regulador que existe en la industria automovilística? ¿O si los burócratas de los años 70 hubieran empezado a dictar las especificaciones para la fabricación de microprocesadores o las normas de eficiencia energética para granjas de servidores? Probablemente nunca habríamos tenido esta revolución de la información.
Lloremos la pérdida de Steve Jobs, pero aprovechemos también esta oportunidad para mirarnos al espejo y preguntarnos si hemos tratado a Jobs y a otros como él como realmente se merecen.
# # #
Por Yaron Brook y Don Watkins, del Ayn Rand Institute, contribuidores a www.forbes.com

Lo que le debemos a Steve Jobs

 
Ver al mundo llorar la muerte de Steve Jobs nos recuerda los tiempos en que grandes multitudes de americanos se reunían para celebrar la inauguración de un nuevo puente o un nuevo ferrocarril. Hoy Steve Jobs es reconocido mundialmente como un genio creativo que ha cambiado nuestro mundo de forma profunda y para mejor. Hasta el presidente Obama, no muy dado a alabar a hombres de negocios, ha dicho: “Jobs ha transformado nuestras vidas, redefinido industrias enteras, y conseguido una de las hazañas más inauditas en la historia humana: ha cambiado la forma en que cada uno de nosotros ve el mundo”.
Todo eso suscita una importante pregunta que hasta hoy nadie ha formulado: ¿Qué le debemos a Jobs, y a los genios productivos como él?

¿Quién le ha hecho más bien a la humanidad, Bill Gates o la Madre Teresa?

“A los hombres les han enseñado que la mayor virtud no es crear, sino dar. Pero no se puede dar lo que no ha sido creado”. — Ayn Rand
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¿Quién le ha hecho un mayor bien a la humanidad, Bill Gates o la Madre Teresa? Si pudieses decidir, ¿en qué sociedad preferirías vivir, en una sociedad de Bill Gateses o en una de Madres Teresas? ¿Cómo imaginas que sería tu vida en cada caso?
Piensa. ¿Qué necesitas tú para vivir? ¿Cuáles son los requirimientos básicos de tu supervivencia?
[Todas las citas son de Ayn Rand]
“Nada nos es dado en la Tierra. Todo lo que necesitamos debe ser producido. Y aquí el ser humano afronta su alternativa básica, la de que puede sobrevivir en sólo una de dos formas: por el trabajo autónomo de su propia mente, o como un parásito alimentado por las mentes de los demás. El creador es original. El parásito es dependiente. El creador enfrenta la naturaleza a solas. El parásito enfrenta la naturaleza a través de un intermediario.”


¿Sería tu vida más rica, más larga, más feliz, si estuvieras rodeado de personas creativas, inteligentes, productivas… o si vivieras en un mundo de parásitos que lo único que hacen es quitarle a quienes producen para darle a quienes no producen?
“El problema de la producción, te dicen, ha sido resuelto y no merece más estudio ni atención; el único problema que queda para que tus “reflejos” lo resuelvan es ahora el problema de la distribución. ¿Quién resolvió el problema de la producción? La humanidad, responden. ¿Cuál fue la solución? Los bienes están aquí. ¿Cómo llegaron hasta aquí? De alguna forma. ¿Qué lo causó? Nada tiene causas.”
¿Qué sería de ti sin individuos como Bill Gates, sin los hombres de la mente, sin productores?
“…colócate en cualquier terreno desierto en un paraje inexplorado por los hombres y pregúntate qué forma de supervivencia podrías lograr y cuánto tiempo durarías si te negaras a pensar, sin nadie a tu alrededor para enseñarte lo que hacer; o, si decidieras pensar, cuánto tu mente sería capaz de descubrir – pregúntate a cuántas conclusiones independientes has llegado en el transcurso de tu vida y cuánto tiempo has dedicado a realizar las acciones que aprendiste de otros – pregúntate si serías capaz de descubrir cómo arar la tierra y producir tu alimento, si serías capaz de inventar una rueda, una palanca, una bobina de inducción, un generador o un tubo electrónico – y entonces decide si los hombres competentes son explotadores que viven del fruto de tu trabajo y te roban la riqueza que tú produces, y si te atreves a creer que posees el poder de esclavizarlos. Que tus mujeres le echen un vistazo a una hembra en la jungla, de rostro arrugado y senos pendulantes, allí sentada machacando harina en un cuenco hora tras hora, siglo tras siglo – y entonces que se pregunten si su “instinto de hacer herramientas” les proporcionará frigoríficos, lavadoras y televisores, y si no, si les interesa destruir a quienes proporcionaron todo eso…”
¿Te has preguntado qué premisas has aceptado, y qué ideas son las que están destruyendo el mundo sin que te des cuenta?
“Ellos proclaman que cada hombre que nace tiene derecho a existir sin trabajar y, no importando que estén siendo contrariadas las leyes de la realidad, tiene derecho a recibir su “sustento mínimo” – su comida, su vestimenta, su techo – sin esfuerzo de su parte, como su derecho de nacimiento. ¿Recibirlo – de quién? Evasión. Cada hombre, anuncian, es dueño de una parte proporcional de los beneficios tecnológicos creados en el mundo. ¿Creados – por quién? Evasión.”
¿Qué moralidad ensalza a los parásitos, considerándolos héroes y bienhechores de la humanidad, mientras condena y esclaviza a los que realmente te mantienen vivo, llamándolos malvados y “egoístas”?
“Esa, la más vil de las criaturas – el doble parásito que vive de las llagas del pobre y de la sangre del rico – es lo que los hombres han llegado a considerar un ideal moral.”
Esa es la moralidad que muchos millonarios en el mundo han aceptado implícitamente. Hasta el propio Bill Gates, el arquetipo de self-made-man, el productor “par excellence”, está infectado por una moralidad que le hace sentirse culpable por producir, por crear puestos de trabajo, por hacer más eficientes a millones de personas. Todos ellos han aceptado una moralidad que predica que lo moral no es producir sino “dar”.
“A los hombres les han enseñado que la mayor virtud no es crear, sino dar. Pero no se puede dar lo que no ha sido creado”.

¿Quién le ha hecho más bien a la humanidad, Bill Gates o la Madre Teresa?

“A los hombres les han enseñado que la mayor virtud no es crear, sino dar. Pero no se puede dar lo que no ha sido creado”. — Ayn Rand
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¿Quién le ha hecho un mayor bien a la humanidad, Bill Gates o la Madre Teresa? Si pudieses decidir, ¿en qué sociedad preferirías vivir, en una sociedad de Bill Gateses o en una de Madres Teresas? ¿Cómo imaginas que sería tu vida en cada caso?
Piensa. ¿Qué necesitas tú para vivir? ¿Cuáles son los requirimientos básicos de tu supervivencia?
[Todas las citas son de Ayn Rand]
“Nada nos es dado en la Tierra. Todo lo que necesitamos debe ser producido. Y aquí el ser humano afronta su alternativa básica, la de que puede sobrevivir en sólo una de dos formas: por el trabajo autónomo de su propia mente, o como un parásito alimentado por las mentes de los demás. El creador es original. El parásito es dependiente. El creador enfrenta la naturaleza a solas. El parásito enfrenta la naturaleza a través de un intermediario.”