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Friday, December 9, 2016

La felicidad es el objetivo

Alberto Benegas Lynch (h) indica que todos actuamos en aras de avanzar nuestro interés propio, sea este bueno o malo y comenta las implicaciones que esto tiene para la condición humana.


Alberto Benegas Lynch (h)
 
es académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.
Tal como se ha señalado en diversas oportunidades, todos actuamos en nuestro interés personal el cual podrá ser sublime o ruin. En definitiva constituye una perogrullada sostener que está en interés del sujeto actuante actuar como actúa. También cabe recalcar que siempre apunta a lo que estima lo hará más feliz, ya se trate de un masoquista, un suicida o un acto corriente de los que se llevan a cabo cotidianamente.
En última instancia entonces todos los actos se basan en la conjetura de que lo realizado proporcionará más felicidad, lo cual no significa que en realidad esto ocurra: la persona en cuestión puede o no percibir el error después de llevada a cabo la acción pero la felicidad no es escindible del bien en el sentido de la incorporación de valores que alimenten el alma. Naturalmente el mal objetivamente considerado aleja de la felicidad por más que se lo pueda malinterpretar subjetivamente puesto que las cosas son independientemente de lo que se opine que son, de lo contrario caeríamos en el relativismo epistemológico (que convierte en relativa la propia afirmación del relativismo), lo cual, dejando de lado el campo de lo perverso, no contradice el hecho  de la interpretación subjetiva (el prefiero o no prefiero, me gusta o no me gusta).


Ahora han aparecido varios libros que analizan la felicidad desde la perspectiva económica, algunos a nuestro juicio disparatados como cuando se propone reducir por decreto los horarios laborales sin percatarse que esto arrastra los mismos efectos del salario mínimo y otros dislates equivalentes en cuanto a que conducen indefectiblemente al desempleo. Otras obras en cambio resultan de gran interés como, por ejemplo, Happiness & Economics de Bruno Frey en coautoría con Alois Stutzer que parten de la Declaración de la Independenciaestadounidense donde se enfatiza “la búsqueda de la felicidad” y lo contraponen a las mediciones convencionales del producto bruto como manifestación de bienestar, a lo cual nos hemos referido en otra ocasión.
También ahora en otro plano reiteramos en parte algo que ya hemos escrito con anterioridad. La vida está conformada por una secuencia de problemas de diversa índole, lo cual naturalmente se desprende de la condición imperfecta del ser humano. La ausencia de problemas es la perfección, situación que, como es bien sabido y sentido, no está al alcance de los mortales. Además, si los seres humanos fueran perfectos no existirían ya que la perfección —la suma de todo lo bueno— es posible solo en un ser (la totalidad de los atributos no pueden residir en varios).
De más está decir que el asunto no consiste en buscarse problemas sino en mitigarlos en todo lo que sea posible, al efecto de encaminarse hacia las metas que actualicen las potencialidades de cada uno en busca del bien ya que, como queda dicho, las incorporaciones de lo bueno es lo que proporciona felicidad. Lo malo, por definición, naturalmente hace mal y, por ende, aleja de la felicidad que de todos modos es siempre parcial puesto que, como queda dicho, el estado de plenitud no es posible en el ser humano, se trata de un tránsito y una búsqueda permanente que exige como condición primera el amor al propio ser, cosa que no solo no se contradice con que ese cuidado personal apunte a la satisfacción de otros sino que es su requisito indispensable puesto que el que se odia a si mismo es incapaz de amar a otro debido a que, de ese modo, renuncia al gozo propio de hacer el bien.
El bien otorga paz interior y tranquilidad de conciencia que permiten rozar destellos de felicidad que es la alegría interior sin límites, pero no se trata solo de no robar, no matar, acariciar a los niños y darle de beber a los ancianos. Se trata de actuar como seres humanos contestes de la enorme e indelegable responsabilidad de la misión de cada uno encaminada a contribuir aunque más no sea milimétricamente a que el mundo sea un poco mejor respecto al momento del nacimiento, siempre en el afán del propio mejoramiento sin darle descanso a renovados proyectos para el logro de nobles propósitos.
Los estados de felicidad siempre parciales por las razones apuntadas, demandan libertad para optimizarse ya que esa condición es la que hace posible que cada uno siga su camino sin que otros bloqueen ese tránsito ni se interpongan en el recorrido personalísimo que se elija, desde luego, sin interferir en idénticas facultades de otros. Los atropellos del Leviatán necesariamente reducen las posibilidades de felicidad, sea cual fuera la invasión a las autonomías individuales y siempre debe tenerse en cuenta que los actos que no vulneran derechos de terceros no deben ser impedidos ya que la responsabilidad es de cada cual. Nadie deber ser usado como medio para los fines de otros.
La característica sobresaliente del ser humano es su libre albedrío que no comparte con ninguna de las especies conocidas y, por tanto, sus facultades intelecto-volitivas lo distinguen y le otorgan la condición humana propiamente dicha. En esta línea argumental, la antes referida actualización de sus potencialidades alude de modo muy especial al conocimiento, es decir, al alimento de su alma (Goethe ha dicho que cuando uno lee no solo se informa sino que, sobre todo, se transforma). Puede el hombre ejercitarse en gatear o en ladrar pero lo que lo distingue es su intelecto, en consecuencia, el ensanchamiento de su ser radica en la incorporación del saber, en enriquecerse por dentro. Por ello es que la demostración de verdadero amor al prójimo consiste en alimentar su alma, comenzando con la propia familia, los amigos y, en su caso, alumnos, lectores y todo el que quiera escuchar, para lo cual, como queda dicho, es requisito indispensable e ineludible el cotidiano autoperfeccionamiento y la consiguiente autocrítica.
Voltaire, en uno de sus reflexiones se pregunta si no será más feliz alguien que no se cuestiona nada ni intenta averiguar tema alguno sobre las cosas ni siquiera sobre su propia naturaleza y concluye que esto último es compatible con el estado de satisfacción del animal no racional y no es propio de un ser humano. Esto no desconoce que todos somos muy ignorantes, que desconocemos infinitamente más de lo que conocemos, pero se trata del esfuerzo por mejorar, por la autoperfección según sean las posibilidades y las circunstancias por las que atraviesa cada uno, se trata de la faena de incorporar algo más de tierra fértil en el mar de ignorancia en el que nos desenvolvemos para así honrar nuestra condición humana.
El libre albedrío es el resultado de los estados de conciencia que son consubstanciales a la condición humana, en cuyo contexto recomiendo muy especialmente la excelente obra de John Eccles —premio Nobel en neurofisiología— y Karl Popper —filósofo de la ciencia— titulada El yo y su cerebro (el yo es la mente, la psique o los estados de conciencia, mientras que el cerebro es lo material junto al resto de los kilos de protoplasma).
Ahora bien, como los estados de conciencia, la psique o la mente son fenómenos extramateriales no se descomponen, perduran a la muerte del cuerpo y, en consecuencia, continúan viviendo según el comportamiento del ser en cuestión en su prueba terrena, nunca exceptuado de errores (nadie puede “tirar la primera piedra”) pero según haya sido el esfuerzo en el autoperfeccionamiento, en el alimento de su propia alma y, en este ámbito, la felicidad adquiere dimensiones muy diferentes.
Este tema evidentemente se conecta con la existencia de la Primera Causa, asunto que me recuerda la contestación de Carl Jung cuando le preguntaron si creía en Dios a lo cual respondió “No creo en Dios, se que Dios existe”. Esto no es un asunto de fe sino una cuestión eminentemente racional: el lector y yo estamos ahora comunicándonos, tanto uno como otro provenimos de nuestros padres, abuelos, bisabuelos etc. etc. pero esta concatenación de causas no puede operar ad infinitum puesto que si fueran en regresión infinita nunca hubieran comenzado las causas que permiten nuestra comunicación actual, ergo no existiríamos. La única posibilidad para que el lector y yo estemos en este momento en comunicación es que las causas que nos dieron origen tuvieron alguna vez un punto de partida, es decir la Primera Causa, la Causa Incausada, Dios, Yahavéh, Alá o como se le quiera denominar, lo cual para nada es incompatible con conjeturas probables como el Big-Bang que es un fenómeno contingente como todo lo que deriva de aquella explosión inicial, más no necesario. Entonces, la cercanía o el alejamiento relativo del Ser Perfecto depende de nuestras decisiones en la vida terrena, experiencia que se vincula estrechamente a la idea de felicidad. Todos los que se esfuerzan en autoperfeccionarse están, de hecho, suponiendo la existencia de la Perfección, es “la presencia real” al decir de George Steiner.
Es común el temor al fin de la vida corpórea si no se tiene una visión bien plantada de lo trascendente en el hombre. Incluso es frecuente que se tienda a evitar la palabra muerte, así se habla de “fallecimiento” o en la parla anglosajona se recurre a la críptica fórmula de “he passed away” y, según Fernando Savater, los antiguos romanos, al producirse la defunción, decían que “se fue con la mayoría” (apuntamos nosotros que es ésta una noción un tanto gaseosa revestida de elucubraciones demográficas).
En resumen,  la imperiosa necesidad de contar con proyectos nobles y de mantener la brújula, no significa tomarse demasiado en serio y perder el sentido del humor, especialmente la saludable capacidad de reírse de uno mismo. En este sentido, conviene tener presente la sentencia de Kim Basinger: “Si lo quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes” y también la sabia reflexión de quien fuera mi entrañable y queridísimo amigo José Ignacio García Hamilton en cuanto a que “lo importante no es lo que a uno le sucede, sino como uno administra lo que le sucede”. De cualquier manera, en línea con la conclusión aristotélica, Pascal afirma con razón que “todo hombre tiene a la felicidad como su objetivo; no hay excepción”, el secreto reside en no equivocar el rumbo y distinguir claramente la huella del pantano.
Por último y en otro plano puesto que la felicidad se ubica en la dimensión comentada, hay predicadores que hacen mucho daño al tratar el tema de la pobreza material (no la evangélica, de espíritu) lo cual deriva en angustias y problemas de diversa índole para desenvolverse en la vida. Así, hay predicadores que, por un lado, alaban la pobreza material, por otro la condenan y, para completar el galimatías, proponen medidas que la extienden. En este contexto, siempre es oportuno recordarle a los referidos predicadores lo escrito por Sto. Tomás de Aquino en la Suma Teológica: “no es preciso que donde hay mayor pobreza haya mayor perfección; antes al contrario, puede haber gran perfección con gran opulencia”.

La felicidad es el objetivo

Alberto Benegas Lynch (h) indica que todos actuamos en aras de avanzar nuestro interés propio, sea este bueno o malo y comenta las implicaciones que esto tiene para la condición humana.


Alberto Benegas Lynch (h)
 
es académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.
Tal como se ha señalado en diversas oportunidades, todos actuamos en nuestro interés personal el cual podrá ser sublime o ruin. En definitiva constituye una perogrullada sostener que está en interés del sujeto actuante actuar como actúa. También cabe recalcar que siempre apunta a lo que estima lo hará más feliz, ya se trate de un masoquista, un suicida o un acto corriente de los que se llevan a cabo cotidianamente.
En última instancia entonces todos los actos se basan en la conjetura de que lo realizado proporcionará más felicidad, lo cual no significa que en realidad esto ocurra: la persona en cuestión puede o no percibir el error después de llevada a cabo la acción pero la felicidad no es escindible del bien en el sentido de la incorporación de valores que alimenten el alma. Naturalmente el mal objetivamente considerado aleja de la felicidad por más que se lo pueda malinterpretar subjetivamente puesto que las cosas son independientemente de lo que se opine que son, de lo contrario caeríamos en el relativismo epistemológico (que convierte en relativa la propia afirmación del relativismo), lo cual, dejando de lado el campo de lo perverso, no contradice el hecho  de la interpretación subjetiva (el prefiero o no prefiero, me gusta o no me gusta).

Friday, July 15, 2016

Replanteando el significado de egoísmo

replanteando egoísmo 
En el ámbito de la ética no hay característica más ampliamente condenada que el egoísmo. Prácticamente nadie cuestiona la premisa que nos han enseñado a todos desde la infancia: actuar para beneficio propio es moralmente malo, sacrificarse a otros es la esencia de la virtud moral. Es considerado incuestionable y evidente que el egoísmo es malo.
Pero, ¿lo es?
El egoísmo es vilipendiado porque se le asocia con el comportamiento amoral y depredador de un Bernie Madoff o de Atila, rey de los Hunos. El egoísmo queda supuestamente personificado en alguien que miente, roba y mata con el fin de satisfacer sus propios deseos.


Si examinamos seriamente el significado de lo que es egoísmo, sin embargo, surge una evaluación muy distinta. Ser egoísta es preocuparse por los intereses propios de uno. Si es así, ¿qué pasa con quienes persiguen sus propias metas y se centran en sus propios intereses sin victimizar a otros? ¿Qué pasa con el estudiante ambicioso que decide pasar tiempo estudiando en vez de ceder a las súplicas de sus hermanos de fraternidad para que se vaya con ellos de fiesta? ¿Qué pasa con el empresario que, haciendo caso omiso de las personas que le instan a ir a por “dinero fácil”, lucha y sufre durante años para poder desarrollar un producto superior? ¿Qué pasa con el artista dedicado que se niega a ceder y en vez de eso crea una obra que responde plenamente a sus criterios independientes? Todas ellas son personas que están actuando en beneficio propio – que están actuando egoístamente – pero cuya ganancia no la consiguen por medio de la pérdida de otro. ¿Por qué, entonces, se asocia el preocuparse por la propia vida con victimizar a otros? ¿Por qué no son quienes no victimizan – o sea, las personas que optan por mejorar sus vidas por su propio esfuerzo – los representantes correctos del egoísmo?
Piensa en qué significa preocuparte por tu propio interés. No implica hacer lo que te venga en gana; ese es el camino de la auto-destrucción. El primer requisito del interés personal es un compromiso con la razón – un compromiso por descubrir y aceptar los hechos de la realidad, el compromiso de dejarse guiar por la mente en vez de por caprichos aleatorios. El individuo verdaderamente egoísta enfoca la vida a largo plazo y en base a principios morales. Por ejemplo, él abraza el valor de la honestidad porque entiende que falsificar la realidad, de cualquier forma que lo haga, a la larga le causará perjuicios. Él abraza el valor de la justicia porque entiende que juzgar a las personas por lo que son en realidad, en vez de fingir que son otra cosa, es en su propio interés. Él abraza el valor de la integridad porque entiende que se beneficia siendo leal a sus propias convicciones – las cuales él deriva de los hechos de la realidad – en vez de rendirlas a la conveniencia del momento. (Para una elaboración más detallada sobre egoísmo y principios morales, ver el capítulo 4 de mi libro En defensa del egoísmo.)
En el trato con la gente, por lo tanto, la persona egoísta rechaza la antítesis de la razón: la fuerza. Esa persona respeta el principio de los derechos individuales porque se da cuenta de que su propio interés depende de ello. En consecuencia – y contrariamente a los Atilas y a los Madoff – él trata con otros a través de persuasión y comercio, no a través de coerción y engaño.
El individuo auténticamente egoísta disfruta de una vida productiva y que se respeta a sí misma. Él rechaza lo inmerecido. Él no chupa la sangre de otros, como hace una sanguijuela. Él vive, no quitándoles sus bienes a otros, sino ganándose lo que quiere. Se relaciona con la gente ofreciendo valor por valor, para beneficio mutuo. Él no se sacrifica por otros ni sacrifica a otros por él.
Los depredadores del mundo se contradicen en sus verdaderos intereses a largo plazo. Al evadir las exigencias de la vida humana, al tratar de existir con la ley de la jungla, están perjudicándose a sí mismos. Su maldad no radica en el deseo de lograr su propio bienestar, sino en su creencia irracional de que la forma de lograrlo es alimentándose parasitariamente de otros.
Pero los que marcan el tono intelectual de nuestra cultura quieren hacernos creer que el egoísmo requiere la destrucción de otros. Ellos difuminan la distinción obvia entre un productor y un depredador, entre alguien que hace dinero y alguien que lo roba. Ellos fusionan a los dos en un nebuloso “paquete único”, haciéndole creer a la gente que, igual que un depredador está cometiendo un crimen moral, también lo hace cualquier persona que persiga su verdadero interés personal.
De esa forma, nos han dejado con la falsa alternativa de o ser altruista sacrificándonos por otros, o ser “egoísta” sacrificando a otros a nosotros. Y ¿qué pasa con la verdadera alternativa? ¿Qué pasa con el grupo de individuos auto-responsables y auto-suficientes que diligentemente persiguen sus propios intereses sin sacrificarse ellos mismos ni sacrificar a los demás? No existe tal categoría, nos dicen.
Pero sí existe, de hecho, esa categoría, y representa el egoísmo verdadero y racional, así que, ¿qué justifica las exigencias del altruismo? ¿Qué razón terrenal hay para que tengas que subordinarte a los demás? ¿Por qué tienes el deber de sufrir para que otra persona pueda beneficiarse?
Puede ser perfectamente apropiado, por simple generosidad, ayudarle a una víctima inocente que ha tenido una desgracia. Pero eso no es lo que el código del altruismo requiere de ti. La generosidad es un regalo por el cual el destinatario debe estar agradecido. El altruismo, sin embargo, exige el pago de una deuda: una deuda moral no elegida que le debes a cualquier persona que carezca de lo que tú tienes. Si se necesita dinero para la matrícula universitaria de alguien, o para pagar su seguro de salud o su hipoteca – o para ayudarle a los extranjeros de Bangladesh – estás ordenado a proporcionarlo, según la doctrina del altruismo.
La pregunta es: ¿Por qué? ¿Por qué el hecho de que alguien necesite tu dinero le genera un derecho a tenerlo, mientras el hecho de que tú lo hayas ganado, no?
Tienes una vida, y debería ser preciosa. Debe ser un fin en sí misma, no simplemente un medio para los fines de otros. No debes estar obligado a sacrificarte por los deseos y las necesidades de otros. Tu vida es tuya, y debes tener el derecho moral a vivirla.
# # #
Por Peter Schwartz,

Replanteando el significado de egoísmo

replanteando egoísmo 
En el ámbito de la ética no hay característica más ampliamente condenada que el egoísmo. Prácticamente nadie cuestiona la premisa que nos han enseñado a todos desde la infancia: actuar para beneficio propio es moralmente malo, sacrificarse a otros es la esencia de la virtud moral. Es considerado incuestionable y evidente que el egoísmo es malo.
Pero, ¿lo es?
El egoísmo es vilipendiado porque se le asocia con el comportamiento amoral y depredador de un Bernie Madoff o de Atila, rey de los Hunos. El egoísmo queda supuestamente personificado en alguien que miente, roba y mata con el fin de satisfacer sus propios deseos.

Wednesday, June 15, 2016

¿Quién le ha hecho más bien a la humanidad, Bill Gates o la Madre Teresa?

“A los hombres les han enseñado que la mayor virtud no es crear, sino dar. Pero no se puede dar lo que no ha sido creado”. — Ayn Rand
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¿Quién le ha hecho un mayor bien a la humanidad, Bill Gates o la Madre Teresa? Si pudieses decidir, ¿en qué sociedad preferirías vivir, en una sociedad de Bill Gateses o en una de Madres Teresas? ¿Cómo imaginas que sería tu vida en cada caso?
Piensa. ¿Qué necesitas tú para vivir? ¿Cuáles son los requirimientos básicos de tu supervivencia?
[Todas las citas son de Ayn Rand]
“Nada nos es dado en la Tierra. Todo lo que necesitamos debe ser producido. Y aquí el ser humano afronta su alternativa básica, la de que puede sobrevivir en sólo una de dos formas: por el trabajo autónomo de su propia mente, o como un parásito alimentado por las mentes de los demás. El creador es original. El parásito es dependiente. El creador enfrenta la naturaleza a solas. El parásito enfrenta la naturaleza a través de un intermediario.”


¿Sería tu vida más rica, más larga, más feliz, si estuvieras rodeado de personas creativas, inteligentes, productivas… o si vivieras en un mundo de parásitos que lo único que hacen es quitarle a quienes producen para darle a quienes no producen?
“El problema de la producción, te dicen, ha sido resuelto y no merece más estudio ni atención; el único problema que queda para que tus “reflejos” lo resuelvan es ahora el problema de la distribución. ¿Quién resolvió el problema de la producción? La humanidad, responden. ¿Cuál fue la solución? Los bienes están aquí. ¿Cómo llegaron hasta aquí? De alguna forma. ¿Qué lo causó? Nada tiene causas.”
¿Qué sería de ti sin individuos como Bill Gates, sin los hombres de la mente, sin productores?
“…colócate en cualquier terreno desierto en un paraje inexplorado por los hombres y pregúntate qué forma de supervivencia podrías lograr y cuánto tiempo durarías si te negaras a pensar, sin nadie a tu alrededor para enseñarte lo que hacer; o, si decidieras pensar, cuánto tu mente sería capaz de descubrir – pregúntate a cuántas conclusiones independientes has llegado en el transcurso de tu vida y cuánto tiempo has dedicado a realizar las acciones que aprendiste de otros – pregúntate si serías capaz de descubrir cómo arar la tierra y producir tu alimento, si serías capaz de inventar una rueda, una palanca, una bobina de inducción, un generador o un tubo electrónico – y entonces decide si los hombres competentes son explotadores que viven del fruto de tu trabajo y te roban la riqueza que tú produces, y si te atreves a creer que posees el poder de esclavizarlos. Que tus mujeres le echen un vistazo a una hembra en la jungla, de rostro arrugado y senos pendulantes, allí sentada machacando harina en un cuenco hora tras hora, siglo tras siglo – y entonces que se pregunten si su “instinto de hacer herramientas” les proporcionará frigoríficos, lavadoras y televisores, y si no, si les interesa destruir a quienes proporcionaron todo eso…”
¿Te has preguntado qué premisas has aceptado, y qué ideas son las que están destruyendo el mundo sin que te des cuenta?
“Ellos proclaman que cada hombre que nace tiene derecho a existir sin trabajar y, no importando que estén siendo contrariadas las leyes de la realidad, tiene derecho a recibir su “sustento mínimo” – su comida, su vestimenta, su techo – sin esfuerzo de su parte, como su derecho de nacimiento. ¿Recibirlo – de quién? Evasión. Cada hombre, anuncian, es dueño de una parte proporcional de los beneficios tecnológicos creados en el mundo. ¿Creados – por quién? Evasión.”
¿Qué moralidad ensalza a los parásitos, considerándolos héroes y bienhechores de la humanidad, mientras condena y esclaviza a los que realmente te mantienen vivo, llamándolos malvados y “egoístas”?
“Esa, la más vil de las criaturas – el doble parásito que vive de las llagas del pobre y de la sangre del rico – es lo que los hombres han llegado a considerar un ideal moral.”
Esa es la moralidad que muchos millonarios en el mundo han aceptado implícitamente. Hasta el propio Bill Gates, el arquetipo de self-made-man, el productor “par excellence”, está infectado por una moralidad que le hace sentirse culpable por producir, por crear puestos de trabajo, por hacer más eficientes a millones de personas. Todos ellos han aceptado una moralidad que predica que lo moral no es producir sino “dar”.
“A los hombres les han enseñado que la mayor virtud no es crear, sino dar. Pero no se puede dar lo que no ha sido creado”.

¿Quién le ha hecho más bien a la humanidad, Bill Gates o la Madre Teresa?

“A los hombres les han enseñado que la mayor virtud no es crear, sino dar. Pero no se puede dar lo que no ha sido creado”. — Ayn Rand
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¿Quién le ha hecho un mayor bien a la humanidad, Bill Gates o la Madre Teresa? Si pudieses decidir, ¿en qué sociedad preferirías vivir, en una sociedad de Bill Gateses o en una de Madres Teresas? ¿Cómo imaginas que sería tu vida en cada caso?
Piensa. ¿Qué necesitas tú para vivir? ¿Cuáles son los requirimientos básicos de tu supervivencia?
[Todas las citas son de Ayn Rand]
“Nada nos es dado en la Tierra. Todo lo que necesitamos debe ser producido. Y aquí el ser humano afronta su alternativa básica, la de que puede sobrevivir en sólo una de dos formas: por el trabajo autónomo de su propia mente, o como un parásito alimentado por las mentes de los demás. El creador es original. El parásito es dependiente. El creador enfrenta la naturaleza a solas. El parásito enfrenta la naturaleza a través de un intermediario.”