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Sunday, August 28, 2016

La función fundamental del Estado del Bienestar es el Bienestar Corporativo

La función fundamental del Estado del Bienestar es el Bienestar Corporativo

Por Kevin Carson
Gracias a un amigo de Twitter, acabo de encontrarme con unos comentarios del año 2005 de Lee Scott, CEO de Walmart, pidiéndole al congreso que aprobara un aumento del sueldo mínimo:
“El sueldo mínimo de 5,15 dólares en los Estados Unidos no ha subido en casi una década y creemos que está fuera de sintonía con los tiempos que vivimos. En Wal-Mart podemos ver directamente como muchos de nuestros clientes tienen dificultades para llegar a fin de mes. Nuestros clientes simplemente no tienen el dinero para comprar artículos de primera necesidad”.
A primera vista estos comentarios parecen sumamente extraños, pues la fuente es el máximo ejecutivo de una empresa que, tal como usted sabrá si ha seguido las noticias durante el Viernes Negro, se caracteriza por mantener los sueldos de sus trabajadores tan bajos como sea humanamente posible.


Pero si lo piensa bien, en realidad no existe contradicción alguna. Existe un fundamental dilema del priosionero en el corazón mismo del capitalismo. A las grandes corporaciones les interesa garantizar colectivamente un nivel suficientemente alto de poder adquisitivo que permita que los camiones se sigan moviendo y que los inventarios sigan rotando.
Dicho de otra manera, el interés de un empleador individual es pagar solo lo necesario para mantener a los empleados en un nivel de subsistencia mientras trabajan, sin excedente suficiente para cubrir perídos de enfermedad o desempleo. Pero el interés colectivo de todos los empleadores es que se pague lo suficiente a los trabajadores para cubrir el costo de reproducción de la fuerza de trabajo.
El propósito fundamental del estado capitalista es resolver estos dilemas del prisionero. Cuando el estado impone un sueldo mínimo suficienemente alto para facilitar la reproducción de la fuerza de trabajo (aunque este no sea el objetivo explícito fuera del modelo socialdemócrata europeo), los costos recaen igualitariamente sobre todos los empleadores de una industria determinada. Y al contrario del caso de un cártel privado y voluntario, ningún empleador puede violar el acuerdo con sus competidores para obtener una ventaja cortoplacista. De esta manera, el financiamento del costo de reproducción de la fuerza de trabajo deja de ser un motivo de competencia de costos entre empleadores; se conveirte en un costo colectivo de la industria entera que puede ser pasado completamente a los consumidores como un recargo vía precios administrados.
Marx tuvo mucho que decir sobre este fenómeno, ilustrado por el Acta de las Diez Horas de Trabajo en Gran Bretaña (El Capital, vol. 1, cap. 10).
“Estas actas limitan la pasión del capital por un drenaje ilimitado de la fuerza de trabajo, limitando forzosamente la duración del día de trabajo a travez de regulaciones estatales, hechas por un estado regido por capitalista y latifundista. … La limitación impuesta sobre la mano de obra de las fábricas se debió a la misma necesidad que exparció el guano sobre los campos ingleses. El mismo entusiasmo ciego por el saqueo que en un caso drenó los suelos, en el otro arrancó de raíz la fuerza vital de la nación”.
Marx argumentaba que este interés común en prevenir “el drenaje de los suelos” era lo que explicaba el apoyo que muchos capitalistas (como por ejemplo el empleador Josiah Wedgwood) dieron al Acta de las Diez Horas.
El estado funciona de manera polifacética como el comité ejecutivo de la clase económica regente, llevando a cabo muchas funciones que a sus miembros no les interesa llevar a cabo individualmente.
Los salarios mínimos, la negociación colectiva y los esquemas de cobertura médica universal pueden ser percibidas individualmente por los capitalistas como restricciones o imposiciones. Pero en general son apoyadas por los capitalistas más iluminados, especialmente por aquellos en las industrias que más se benefician de estas medidas. Considérese, por ejemplo, el rol de Gerard Swope, CEO de General Electric, en la coalición empresarial que respaldó al New Deal.
El salario mínimo aumenta el poder adquisitivo agregado de la clase trabajadora, y ayuda a los empleadores a asegurarse una fuente confiable de fuerza de trabajo de manera sostenible. El estado del bienestar impide que el desempleo, el hambre y la damnificación lleguen a niveles políticamente desestabilizadores que derrumbarían al capitalismo desde abajo. La cobertura médica universal bajo el modelo británico o el canadiense externaliza los costos laborales que de otro modo serían sufragados por los empleadores (como se hace en países como Estados Unidos), que proveen seguro de salud como beneficio a sus empleados.
Cada vez que usted oiga retórica de ama de casa acerca de “nuestras familias trabajadoras”, o declaraciones auto-congratulatorias como “a los demócratas le importa”, trate de ir más allá de lo que dice la voz y échele un vistazo a lo que hacen las manos. En un mercado liberado (sin el estado para velar por los intereses de los capitalistas) el capitalismo corporativo se marchitaría como un caracol de jardín al que se le echa sal en la espalda. El estado trabaja para los capitalistas. No trabaja para usted.

La función fundamental del Estado del Bienestar es el Bienestar Corporativo

La función fundamental del Estado del Bienestar es el Bienestar Corporativo

Por Kevin Carson
Gracias a un amigo de Twitter, acabo de encontrarme con unos comentarios del año 2005 de Lee Scott, CEO de Walmart, pidiéndole al congreso que aprobara un aumento del sueldo mínimo:
“El sueldo mínimo de 5,15 dólares en los Estados Unidos no ha subido en casi una década y creemos que está fuera de sintonía con los tiempos que vivimos. En Wal-Mart podemos ver directamente como muchos de nuestros clientes tienen dificultades para llegar a fin de mes. Nuestros clientes simplemente no tienen el dinero para comprar artículos de primera necesidad”.
A primera vista estos comentarios parecen sumamente extraños, pues la fuente es el máximo ejecutivo de una empresa que, tal como usted sabrá si ha seguido las noticias durante el Viernes Negro, se caracteriza por mantener los sueldos de sus trabajadores tan bajos como sea humanamente posible.

Wednesday, August 24, 2016

La opresión del Estado y su dictadura fiscal

Impuestos
Hoy en Occidente creemos que sólo son genuinas democracias las nuestras. Y sin embargo hay algo en ellas que no tiene nada de democrático, como es el modo en que se recaudan los impuestos. Bajo el pretexto de ser necesarios para pagar las pensiones, la sanidad y la educación, se cometen los más ignominiosos atropellos sin que nadie se oponga, porque la mayor parte de los ciudadanos cree, aunque en muchos casos no sea verdad, que son beneficiarios netos del sistema. Hoy es más fácil ingresar en prisión preventiva sin fianza por ser acusado de delito fiscal que por serlo de estafa, apropiación indebida o alzamiento de bienes. Y es un disparate.



Los parlamentos nacieron para controlar lo que gastaba el rey y no pagar más impuestos que los justos. Hoy ocurre lo contrario. El electorado, que piensa que todo es en su beneficio, se convierte en cómplice y aplaude y respalda esta forma casi confiscatoria de recaudar, creyendo que es indispensable para poder pagar el Estado del Bienestar. En realidad, eso es sólo el pretexto. Se recauda así para tener con qué pagar las muchas subvenciones, prebendas y ayudas que los políticos reparten entre los suyos y sus amigos, incluidos muchos empresarios. Y los contribuyentes afectados callan, silencian y ocultan el maltrato que sufren porque, en caso de denunciarlo públicamente, son inmediatamente tachados de defraudadores. En pocas dictaduras pasan estas cosas.

La opresión del Estado y su dictadura fiscal

Impuestos
Hoy en Occidente creemos que sólo son genuinas democracias las nuestras. Y sin embargo hay algo en ellas que no tiene nada de democrático, como es el modo en que se recaudan los impuestos. Bajo el pretexto de ser necesarios para pagar las pensiones, la sanidad y la educación, se cometen los más ignominiosos atropellos sin que nadie se oponga, porque la mayor parte de los ciudadanos cree, aunque en muchos casos no sea verdad, que son beneficiarios netos del sistema. Hoy es más fácil ingresar en prisión preventiva sin fianza por ser acusado de delito fiscal que por serlo de estafa, apropiación indebida o alzamiento de bienes. Y es un disparate.


Thursday, August 4, 2016

El síndrome de Estocolmo y el Estado del Bienestar

Por: David Muñoz Lagarejos.
mani empleo
Imagen: 
El vínculo afectivo que una persona secuestrada presenta ante sus captores es lo que se conoce como síndrome de Estocolmo. Las víctimas que experimentan este síndrome muestran típicamente dos tipos de reacción ante la situación: por una parte, tienen sentimientos positivos hacia sus secuestradores; y por otra parte, muestran miedo e ira contra las autoridades policiales, aquellos que quieren liberarles.
Las políticas del bienestar, lo que conocemos como Estado del Bienestar, nacido a partir de la esencia del Estado-Provisor que surgió después de la Segunda Guerra Mundial, tiene una amplia relación con el Síndrome de Estocolmo.





Por una parte, aquellos que defienden dicho Estado del Bienestar no suelen reconocer que fuera de él también sería posible recibir los servicios básicos que toda persona quisiera. Es lo que se conoce como falacia del Proveedor Único, por el cual solo el Estado es capaz de proveer a los ciudadanos de sanidad, educación, pensiones, etc. Dicha falacia consiste en creer que un determinado sector solo puede ser ofrecido por empresas públicas o la propia administración pública, es decir, por el sector público.
Los defensores del Estado del Bienestar aceptan ser expoliados con unos impuestos cada vez más altos y endeudados por la clase política con la excusa de que si no fuera por el Estado no sería posible recibir educación, sanidad y demás servicios. La noción de Estado benefactor cuando no existe tal. El Estado del Bienestar utiliza como una de sus armas fundamentales la violencia psicológica, de forma intensa y constante. Necesita convencer a la mayor parte de los ciudadanos de que por sí mismos son seres inútiles, incapaces de cubrirse las necesidades más básicas. El miedo es un arma muy poderosa. El objetivo de toda esta violencia psicológica tan intensa y constante es hundir la autoestima de tantas personas como sea posible, para que la mayor parte de la población acepte el saqueo permanente como su única posibilidad de supervivencia, para que caigan en la falacia del Proveedor Único y lo acepten sin rechistar.
Muchos de los “secuestrados” por el Estado del Bienestar contra su voluntad también desarrollan el síndrome de Estocolmo. Pese a que el Estado del Bienestar no cumple sus objetivos, muchos lo defienden aunque les haga mal, como los secuestrados hacia sus captores. Y como ocurre en el citado síndrome, los defensores del Estado del Bienestar también muestran miedo e ira hacia aquellos que quieran liberarles de la carga del secuestro: en este caso, las políticas liberales, la reducción de impuestos, reducción de regulaciones y libertad para elegir los servicios que cada persona quiera, y no los que el político y burócrata de turno quieran, en definitiva la reducción drástica de los ámbitos de actuación del Estado, justo lo contrario de lo que viene ocurriendo últimamente, donde no hay ámbito que no esté regulado por políticos y burócratas, haciendo más difícil la vida de las personas.
Los cuatro pilares del Estado del Bienestar español son la sanidad, la educación (que debería ser únicamente enseñanza, ya que la educación de valores y moral debe ser enseñada en casa), las pensiones y las prestaciones por desempleo. Son aspectos fundamentales en la vida de cada persona, y por ello no debieran estar en manos del Estado, sino en manos de la sociedad civil. Para ello deberíamos pasar del Estado del Bienestar actual a una Sociedad del Bienestar.
LOS CIUDADANOS ANTE EL ESTADO DEL BIENESTAR
Se ha expandido en los últimos años la idea del Estado intervencionista y responsable del bienestar de los ciudadanos dentro de la concepción que los ciudadanos tienen del papel del Estado en las democracias.
Como prueba de lo anterior tenemos el siguiente gráfico, que nos muestra el porcentaje de apoyo de los ciudadanos hacia la responsabilidad del Estado en diferentes ámbitos de actuación de éste:
Fuente: Max Kaase y Kenneth Newton, Beliefs in Government. 1998.
Fuente: Max Kaase y Kenneth Newton, Beliefs in Government. 1998.
Los porcentajes de ciudadanos que piensan que el Estado tiene una responsabilidad esencial son muy altos, en algunos casos se acercan al cien por cien de los encuestados, sobre todo en lo relativo a lo que conocemos como pilares básicos del Estado del Bienestar, como educación y sanidad, o también ancianos y empleo. Hay un altísimo consenso en torno a la idea de la responsabilidad del Estado en el bienestar social. En este sentido se constata un cambio de enorme trascendencia respecto a la filosofía del Estado Liberal no intervencionista.
Por tanto, nos damos cuenta de que son muchos los “secuestrados” por el Estado del Bienestar que dan su apoyo a éste. El síndrome de Estocolmo también aparece en el Estado del Bienestar.
Un Estado del Bienestar que cada vez lo es menos, se ha ido transformando en el Bienestar del Estado y de los que viven de él. La dictadura de los impuestos en la que nos encontramos actualmente hace imposible que se pueda buscar una vida digna fuera de los mandatos políticos del Estado del Bienestar. Nos controlan y nos imponen todo, como dice Gregorio Hernández Jiménez: “El Estado del Bienestar es el totalitarismo que nos ha tocado padecer y vencer en este punto de la historia”.
Una de las mayores mentiras del Estado del Bienestar es que su función es “ayudar a los más desfavorecidos”. El Estado del Bienestar no ayuda a los más desfavorecidos, lo que hace es generar cada vez más desfavorecidos, a través del proceso de empobrecimiento masivo de la población. El sistema económico actual no es el capitalismo, como habitualmente se suele decir de forma equivocada, sino el Estado del Bienestar y la “dictadura de los impuestos”: la mayor parte de la riqueza generada en el mundo por personas y empresa va directa al Estado del Bienestar, a través de los impuestos.
Llamando capitalismo a lo que en realidad es el Estado del Bienestar han conseguido que mucha gente crea que todos los problemas creados por el Estado del Bienestar han sido creados por el capitalismo (y por una excesiva libertad, cuando ha sido lo contrario), y que de esa forma crean que la solución es menos capitalismo y más Estado del Bienestar, justo lo contrario de lo que realmente se necesita. Llamar capitalismo, o liberalismo, al Estado del Bienestar es una de las falacias más repetidas, y también una de las más rentables para la clase política y los grandes medios de comunicación. Por eso los grandes medios de comunicación son parte indisoluble de la clase política (la casta), porque son los que realmente cambian el significado de las palabras, y los que con ello dan la vuelta a la realidad, creando una imagen falsa sobre aquello que les interese. La forma de cambiar el significado de una palabra para cambiar el mundo es, en este caso concreto, repetir millones y millones de veces capitalismo cuando en realidad se están refiriendo al Estado del Bienestar. Como sucede con un secuestro, decir a la víctima que si no fuera por la “bondad” del captor, estaría muerto. Te secuestro, pero gracias a mí no mueres. Te obligo a contribuir al Estado del Bienestar, aunque no quieras, pero gracias a mí tienes sanidad, educación, pensiones, etc. Y muchos pican. La propaganda estatista de la gran mayoría de partidos políticos y agentes sociales conlleva la falacia del Proveedor Único de la que hablaba antes, y esta falacia hace que algunos den gracias al Estado del Bienestar por no dejarles progresar por ellos mismos. Síndrome de Estocolmo y Estado del Bienestar.

El síndrome de Estocolmo y el Estado del Bienestar

Por: David Muñoz Lagarejos.
mani empleo
Imagen: 
El vínculo afectivo que una persona secuestrada presenta ante sus captores es lo que se conoce como síndrome de Estocolmo. Las víctimas que experimentan este síndrome muestran típicamente dos tipos de reacción ante la situación: por una parte, tienen sentimientos positivos hacia sus secuestradores; y por otra parte, muestran miedo e ira contra las autoridades policiales, aquellos que quieren liberarles.
Las políticas del bienestar, lo que conocemos como Estado del Bienestar, nacido a partir de la esencia del Estado-Provisor que surgió después de la Segunda Guerra Mundial, tiene una amplia relación con el Síndrome de Estocolmo.


Thursday, July 28, 2016

Hans-Hermann Hoppe: “Veremos el colapso del Estado del Bienestar como vimos el del comunismo”

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La Fundación Rafael del Pino organiza el 20 de junio a las 19 horas, la Conferencia Magistral de Hans-Hermann Hoppe titulada “from Aristocracy to Monarchy to Democracy. A Tale of Moral and Economic Folly and Decay”. La conferencia irá seguida de un diálogo del profesor Hoppe con Pedro Schwartz, Catedrático Rafael del Pino en la Universidad CEU San Pablo.
Siempre polémico y provocador, el filósofo Hans-Herman Hoppe ha visitado España para promocionar el libro Economía y Ética de la Propiedad Privada, disponible en versión física y electrónica y publicado por la Editorial Innisfree. Hoppe visitó la Fundación Rafael del Pino para impartir una conferencia y hablar en exclusiva con Libre Mercado sobre diversos asuntos.
Pregunta: Discutiendo sobre la política monetaria de EEUU, usted ha dicho que la mejor manera de debatir con economistas como Paul Krugman es hablar con ellos como si fueran niños pequeños.
Respuesta: ¿Cómo se puede decir que imprimiendo dinero se conseguirá que una sociedad sea más rica? Si esto fuese cierto, ¿no podríamos acabar con la pobreza de la noche a la mañana? ¡Cualquier país del Tercer Mundo podría imprimir el dinero necesario para dar a cada recién nacido un montón de dinero y así acabar con la miseria! El debate es tan absurdo que quizá hablando con estos economistas como si fuesen niños podemos llegar a alguna parte. Lo que hay que entender es que imprimiendo dinero no abrimos más fábricas ni producimos más bienes.



Hablando de política monetaria, usted también ha advertido de que la discrecionalidad de los bancos centrales daña el emprendimiento.
Si tenemos un dinero respaldado por el oro o la plata podemos anticipar en gran medida el panorama monetario al que nos enfrentaremos de un año para otro. Sin embargo, si el dinero es fiduciario y un banco central como la Reserva Federal puede duplicar la masa monetaria en menos de un año, entonces las actividades del sector privado se vuelven mucho más complejas.
Ese daño al emprendimiento contrasta con el beneficio obtenido por empresas financieras, que en un sistema monetario como el actual tienen un rol privilegiado y pueden enriquecerse mientras el resto del sector privado vive en la incertidumbre.
Háblenos de Economía y Ética de la Propiedad Privada, que acaba de salir publicado en la Editorial Innisfree.
El libro es una colección de artículos en la que enarbolo esta defensa desde dos puntos de vista. La primera parte hace una defensa utilitaria de la propiedad privada, explicando por qué esta institución genera mejores incentivos para la creación de riqueza y la mejora de la productividad. Esto contrasta con la propiedad pública, que plantea el conflicto continuo entre las personas, ya que cada uno tendrá una idea diferente de lo que debe hacerse con ella.
En la segunda parte del libro hago una defensa ética de la propiedad privada, justificándola frente a la injustificable propiedad pública. La propiedad privada es el fundamento de la vida humana. Necesitamos tener propiedad sobre nosotros mismos para poder debatir sobre éste y cualquier otro tema, y eso demuestra que hasta quien intenta justificar la propiedad pública está, en realidad, cayendo en una contradicción, pues su propia argumentación la hará desde la propiedad privada que tiene sobre sí mismo.
En su conferencia en la Fundación Rafael del Pino habló de otro tema recurrente en su trabajo: los incentivos de la democracia y de las antiguas monarquías. Desde la óptica económica, usted defiende que el primer sistema es peor aún que el segundo.
Empezaré definiendo el Estado como una institución que tiene máximo poder de decisión y gestiona un territorio de forma monopólica. Las monarquías y la democracia son formas de gestionar ese Estado. Ambas son instituciones peligrosas y, por lo tanto, no hablo de encontrar una buena solución sino de encontrar la menos mala. En ese sentido, detecto una cierta superioridad de las antiguas monarquías en la medida en que el Rey considera el Estado como su propiedad privada. Esto le llevará a pensar más en el largo plazo y a intentar preservar el valor de su capital, de ese Estado que, en cierta medida, es suyo.
En la democracia, el cuidado de esa propiedad por parte de un gobierno es de una legislatura, quizá dos o tres, pero no hablamos de una propiedad que permanece en las manos de los gestores durante toda la vida. Por eso, mientras que el monarca tiende a conservar su capital, el gobernante en democracia se orienta a consumir ese capital mientras ostenta el poder.
Hay otra ventaja de la antigua monarquía sobre la democracia, y es que en el primero de estos dos sistemas se llega al poder “por accidente”, pero en el segundo se llega mediante la competencia electoral. La competencia en sí es un mecanismo de eficiencia, no es buena ni mala en sí misma. Si se compite para producir bienes y servicios, esa eficiencia es buena, pero si se compite por hacer algo malo, esa eficiencia es peligrosa. En la democracia, la competencia por el poder de fijar impuestos y de ordenar leyes consigue que lleguen al poder quienes son más eficientes haciendo algo que, en esencia, es malo.
¿Mantiene su teoría en el caso de Medio Oriente?
Si comparamos países de Medio Oriente entre sí, vemos que Jordania o Marruecos son más civilizados que Egipto, Libia, Siria y esos lugares en los que se cambió la vieja monarquía por formas diferentes de autoritarismo.
Lleva algunos años viviendo en Turquía. ¿Qué opina de lo ocurrido en los últimos tiempos?
La principal razón por la que vivo allí es que es el país de mi esposa. Dicho esto, he visto con mis propios ojos que el país ha tenido un crecimiento económico notable, muy por encima de Europa. No obstante, desde las últimas elecciones, el presidente Erdogan se ha empezado a comportar de forma cada vez más intolerante y polémica.
La mecha se prendió con la pretensión de construir un centro comercial en un parque, pero también hay descontento por leyes como las que limitan la venta de alcohol, por el intento de prohibir el pintalabios entre las azafatas de aerolíneas, etc. Todo se ha acumulado y ha terminado llevando a mucha gente a la calle. Las protestas no nacieron de la oposición política, de hecho, la oposición es aún peor que el partido de Erdogan… Por si no fuese suficiente, el Gobierno se excedió reprimiendo las protestas, lo que generó más descontento. La actuación de Erdogan ha sido estúpida, porque todo se podría haber evitado actuando con un poco más de moderación y tacto.
¿Qué opina de los indignados? Este tipo de protestas, ocurridas en España con el movimiento 15-M o en EEUU con la plataforma Ocupa Wall Street, ha cuestionado el sistema capitalista que usted defiende.
Son protestas de ignorantes económicos que no entienden que esos escándalos financieros que tanto les disgustan tienen todo que ver con el socialismo monetario en el que vivimos. Sus críticas deberían ser contra el estatalismo, contra el intervencionismo, no contra el capitalismo, pero mucha gente en estas protestas son meros izquierdistas que no tienen el más mínimo entendimiento de la economía.
Por último, quisiera preguntarle por el futuro de Europa…
A día de hoy, como los alemanes hacen alguna que otra cosa bien, esto les permite tener la capacidad de rescatar a países como España. El problema es que esto hace que España siga cometiendo estupideces económicas. En cualquier caso, la montaña de deuda que es el Estado del Bienestar es insostenible, por lo que veremos su colapso, como vimos el del comunismo hace apenas veinte años.

Hans-Hermann Hoppe: “Veremos el colapso del Estado del Bienestar como vimos el del comunismo”

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La Fundación Rafael del Pino organiza el 20 de junio a las 19 horas, la Conferencia Magistral de Hans-Hermann Hoppe titulada “from Aristocracy to Monarchy to Democracy. A Tale of Moral and Economic Folly and Decay”. La conferencia irá seguida de un diálogo del profesor Hoppe con Pedro Schwartz, Catedrático Rafael del Pino en la Universidad CEU San Pablo.
Siempre polémico y provocador, el filósofo Hans-Herman Hoppe ha visitado España para promocionar el libro Economía y Ética de la Propiedad Privada, disponible en versión física y electrónica y publicado por la Editorial Innisfree. Hoppe visitó la Fundación Rafael del Pino para impartir una conferencia y hablar en exclusiva con Libre Mercado sobre diversos asuntos.
Pregunta: Discutiendo sobre la política monetaria de EEUU, usted ha dicho que la mejor manera de debatir con economistas como Paul Krugman es hablar con ellos como si fueran niños pequeños.
Respuesta: ¿Cómo se puede decir que imprimiendo dinero se conseguirá que una sociedad sea más rica? Si esto fuese cierto, ¿no podríamos acabar con la pobreza de la noche a la mañana? ¡Cualquier país del Tercer Mundo podría imprimir el dinero necesario para dar a cada recién nacido un montón de dinero y así acabar con la miseria! El debate es tan absurdo que quizá hablando con estos economistas como si fuesen niños podemos llegar a alguna parte. Lo que hay que entender es que imprimiendo dinero no abrimos más fábricas ni producimos más bienes.


Friday, July 8, 2016

Stephen Hicks: El populismo triunfa donde falla la educación

El filósofo canadiense apunta a los intelectuales como los mayores responsables del fracaso o éxito de un país a largo plazo

El filósofo canadoestadounidense Stephen Hicks visitó el centro de Buenos Aires el jueves 5 de noviembre para participar del lanzamiento de su libro recientemente traducido al castellano, Explicando el posmodernismo. En el transcurso de una hora y media, el profesor de la Universidad de Rockford presentó un panorama general de las diversas cuestiones planteadas en el libro, y estableció las diferencias entre la filosofía continental y la angloamericana.
Para Hicks, estas escuelas de pensamiento están en constante conflicto. Por un lado, se encuentran los ídolos del sistema educativo de América Latina: Rousseau, Marx, Hegel, Heidegger, Foucault, Sartre, Kant, Nietzsche y Derrida. Por el otro, tenemos a Bacon, Locke, Newton, Smith, Hume y Stuart Mill.
Hicks insiste en la importancia de la educación para luchar contra regímenes populistas disfuncionales.
Al final de su discurso, no era difícil entender por qué, por ejemplo, los estadounidenses tienen como modelos a seguir a individuos como Steve Jobs, mientras que en Argentina son más como el Che Guevara.
Hicks ofreció sus perspectivas al PanAm Post, y habló sobre las relaciones entre filosofía y temas como la corrupción, la política y la educación.
Stephen Hicks explaining the main differences between the Anglo-American and the Continental  philosophy. (PanAm Post)
Stephen Hicks explicando las principales diferencias entre la filosofía angloamericana y la continental. (PanAm Post)

 
¿Quién es más responsable por el fracaso o el éxito de un país: los empresarios, los políticos o los intelectuales?
Los políticos son en gran parte culpables, así también como los hombres de negocios que son amigos y coquetean inapropiadamente con los políticos. Pero la culpa más importante, sin duda, va para los intelectuales. Los intelectuales son los que capacitan a los maestros cuando estos van a la universidad. Los maestros luego se hacen cargo de los jóvenes y entonces forman la cultura de la gente para pensar de una manera determinada.
Ciertamente, los intelectuales que trabajan como profesores universitarios son los que forman a los futuros abogados, periodistas, y personas de todas las profesiones. Por lo tanto, la responsabilidad intelectual es principalmente de los profesores.
Usted mencionó la corrupción durante su discurso, sobre todo en América Latina. ¿Cómo puede la filosofía luchar contra la corrupción?
La corrupción es principalmente una cuestión de ética, y las personas aprenden diferentes tipos de sistemas éticos. Algunas personas llegan a creer, moralmente hablando, que este ya es un mundo corrupto, del que no son responsables. Que se salve quien pueda, y creen que si no practican la corrupción, entonces otras personas lo harán y ellos van a ser las víctimas. Por lo tanto, llegan a creer que la corrupción está bien.
Sin embargo, creo que la mayoría de las personas que están envueltas en actos de corrupción saben que es posible hacer las cosas en la política, o en los negocios, o en cualquier otro aspecto de la vida, sin que haya corrupción.
Ellos saben que su sistema corrupto está mal, pero aún así decidieron participar en este como un atajo y eso es una irresponsabilidad.
Los defensores del libre mercado y los derechos individuales generalmente se basan en argumentos utilitarios. ¿Es este el camino correcto para convencer a la gente sobre las ideas de libertad?
Yo creo que es absolutamente importante que la libertad conduce a buenos resultados. Una de las razones por las cuales una sociedad libre es buena es que mejora la vida de la gente. Las personas están más satisfechas, porque escogen sus propias carreras, eligen su propia familia, su propio arte; la gente se vuelve más próspera. Por lo tanto, las consecuencias son muy importantes.
Pero lo importante aquí es que la libertad es una cuestión de principios. Los seres humanos necesitan tomar sus propias decisiones en la vida. Eso es lo que significa ser humano. Así que, incluso si las decisiones que las personas toman son equivocadas, y conducen en algunos casos a malas consecuencias, hay que respetar su libertad como una cuestión de principios.
Algunos dicen que el posmodernismo está pasando de moda, y que no tiene el mismo atractivo que ha tenido en décadas anteriores. ¿Estamos saliendo de la fase de la posmodernidad?
Realmente me encantaría pensar que sí. Yo crecí en una era con un clima intelectual posmodernista y este ha sido el dominante para la última generación.
Probablemente lo más acertado sería decir que se ha abierto el debate contra el posmodernismo. Las cosas se mueven más lentamente en el mundo posmoderno.
Los pensadores posmodernos comenzaron a dominar en los años 70 y 80, y al llegar a finales de la década de los años 90, se comenzaron a ver algunas personas articuladas e inteligentes argumentando en contra del posmodernismo en la literatura, en el derecho, en la historia, y así sucesivamente. Me uní también a ese debate a finales de los 90.
En este momento, es apropiado decir que en el mundo académico todavía hay una gran cantidad de posmodernismo, pero también hay una gran cantidad de personas que se resisten y están tratando desarrollar alternativas. Nadie puede decir aún cuál de ellas va a prevalecer.
Lo que me hace un poco optimista, sin embargo, es que en el mundo intelectual a las personas les gustan los nuevos argumentos y nuevos enfoques. El posmodernismo ha estado rondando por alrededor de una generación, así que estoy empezando a sentir que se volvió un poco añejo.
Pero a menos que los argumentos de los posmodernistas se contesten a un nivel muy fundamental, estos podrían alejarse por un tiempo y luego volver a aparecer en la próxima generación en una forma ligeramente diferente.
Dado el éxito de los regímenes populistas en América Latina, ¿diría usted que la gente se deja llevar por la pasión?
Creo que la gente puede y debe ser movida por pasiones. Somos seres humanos, racionales [y] apasionados. Pero lo importante, como un proyecto filosófico personal para todos nosotros, es reflexionar sobre lo que es importante y lo que significan nuestras vidas y luego comprometerse apasionadamente a la consecución de nuestros objetivos. Y también, disfrutar con pasión todas las cosas que hacemos.
El problema, por supuesto, ocurre cuando se trata de hacer una cosa sin la otra.
El éxito del populismo solo funciona cuando se tiene un sistema educativo disfuncional. Si usted tiene un sistema en el que las personas no están educadas y no se les enseña a pensar por sí mismas entonces recurren a otras formas de liderazgo, a las que siguen ciegamente.
Esos líderes son, en muchos casos, muy hábiles en saber qué botones presionar para despertar pasiones en la gente y lograr que hagan lo que ellos quieran.
El problema del populismo disfuncional es un problema de educación. Obviamente, lo que queremos en una sociedad democrática, libre y abierta es que la población esté mejor informada y sea apasionada por la política, pero claro, en una dirección liberal.

Stephen Hicks: El populismo triunfa donde falla la educación

El filósofo canadiense apunta a los intelectuales como los mayores responsables del fracaso o éxito de un país a largo plazo

El filósofo canadoestadounidense Stephen Hicks visitó el centro de Buenos Aires el jueves 5 de noviembre para participar del lanzamiento de su libro recientemente traducido al castellano, Explicando el posmodernismo. En el transcurso de una hora y media, el profesor de la Universidad de Rockford presentó un panorama general de las diversas cuestiones planteadas en el libro, y estableció las diferencias entre la filosofía continental y la angloamericana.
Para Hicks, estas escuelas de pensamiento están en constante conflicto. Por un lado, se encuentran los ídolos del sistema educativo de América Latina: Rousseau, Marx, Hegel, Heidegger, Foucault, Sartre, Kant, Nietzsche y Derrida. Por el otro, tenemos a Bacon, Locke, Newton, Smith, Hume y Stuart Mill.
Hicks insiste en la importancia de la educación para luchar contra regímenes populistas disfuncionales.
Al final de su discurso, no era difícil entender por qué, por ejemplo, los estadounidenses tienen como modelos a seguir a individuos como Steve Jobs, mientras que en Argentina son más como el Che Guevara.
Hicks ofreció sus perspectivas al PanAm Post, y habló sobre las relaciones entre filosofía y temas como la corrupción, la política y la educación.
Stephen Hicks explaining the main differences between the Anglo-American and the Continental  philosophy. (PanAm Post)
Stephen Hicks explicando las principales diferencias entre la filosofía angloamericana y la continental. (PanAm Post)

Saturday, July 2, 2016

Lecciones del derrumbe populista en América Latina

Lecciones del derrumbe populista en América Latina

Por Washington Abdala
Lo difícil y peculiar del presente latinoamericano es que todos sabemos lo que está mal, pero no siempre acertamos en recorrer el camino correcto. Es que, en la actividad gubernamental, nunca es fácil saber cuál es la fórmula que resultará exitosa, porque depende de variables de diverso calibre y contextos mutantes. Veamos algunos ejemplos que delatan lo complejo que es gobernar acertando con las medidas que se toman.


En algún momento, en Brasil creyeron —casi todos los analistas y los observadores supuestamente imparciales— que el liderazgo de Lula da Silva, con sus metodologías gradualistas en materia de reformas, era el camino acertado para recorrer un tiempo de prosperidad y lograr hasta la aceptación de los Estados Unidos, que veían en ese accionar un ejemplo para la región. Claro, hubo que esperar a saber todo para que aquel ejemplo se transformara en patetismo puro y vergüenza regional. No creo que nadie imaginara la dimensión de la corrupción. O sea, Brasil pasó de ser referencia moral a papelón universal. El Partido de los Trabajadores pagará cara la cleptocracia que incubó en el poder. Por lo pronto, ya cayó una presidente y siguen firmas. Inimaginable para el poderoso integrante del BRIC de hace dos años.
Otro ejemplo. Era muy claro que los zapatistas mexicanos enarbolaban un relato utópico, con ideas imposibles de concretar. Los métodos que argumentaban fueron tan naíf como demenciales, por eso resultaron inaplicables siempre. México fue alienando y la fórmula zapatista, local y parcial, jamás se universalizó, ni fue tenida en cuenta como relevante por ningún integrante de las élites de los gobiernos de turno. Los zapatistas son el pasado y no suministraron pistas para salir de las crisis actuales. Es más, ni las vieron venir en sus dimensiones violentas o económicas.
El eje bolivariano era el otro referente geopolítico que, con Hugo Chávez con vida y liderazgo activo (y petróleo caro), parecía detonar algunas supuestas verdades que luego supimos que eran sólo efectos fantasía, mientras ese país cayó en una decadencia populista, quedó sumido en un poder militar que todos sabemos que terminará rematadamente mal. Por eso, el gesto del secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA) de quebrar con los protocolos diplomáticos y sacudir las inercias funge como un llamado de atención ante el mundo, como diciendo: "Miren que estoy avisando que va a pasar lo peor, yo advertí". Y por más culebrones con los Estados Unidos, el final siempre será el mismo.
De la Argentina kirchnerista mejor ni abusarse, porque ya sería grosero, con un modelo que tuvo pretensiones progresistas pero que sólo fue distributivo durante un tiempo, luego únicamente endeudó a la sociedad en cifras astronómicas que el actual Gobierno ni se anima a contarle aún a la población para que algunas gentes no infarten. La realidad en Argentina, además, cada día aporta datos imposibles de imaginar hasta para el más creativo guionista de cine de ciencia ficción.
Queda en pie la Bolivia de Evo Morales, que no dejó de reconocer que tuvo mejorías en relación con los depredatorios regímenes anteriores, pero que ya comienza a manifestar registros de agotamiento (nunca olvidemos que es una economía que tiene un sostén externo fruto también de la droga que vende). Y el Ecuador de Rafael Correa, que ha sido, quizás, de toda esta barra, el más inteligente, máxime cuando uno repasa los números de ese país y no puede desconsiderarlo. Distintos de Perú y Colombia, son indicadores (los ecuatorianos y los bolivianos) que en economía hablan solos. El capital únicamente invierte donde encuentra rentabilidad. Si tiene temor, huye (Venezuela). Pero si considera que habrá spread o plusvalía, se afinca y se expande (Perú).
La conclusión es una sola pero evidente: las izquierdas, en sus praxis latinoamericanas, con 387 millones de personas que somos, excepto los 16 millones del Ecuador y los 11 millones de Bolivia, el resto nadie quiere saber nada con los modelos populistas. O sea, queda claro que no se puede tener un gasto público insensato. Queda claro que no se puede tener un déficit que supere en demasía un 3% del PBI. Queda claro que sin inversión auténtica y real nada es posible. Y queda claro que con arreglos monetarios sólo se gana tiempo y no salud económica. Todo lo demás es teoría. Esta es la realidad para no vivir en la inflación y en el salario devaluado.
Lo bueno es que es posible y verdadero salir de las crisis. Las dramáticas posguerras del siglo pasado nos mostraron eso: que los países que quisieron se remangaron y los sacaron adelante. Claro, hay una generación que tiene que sudar, remar, empujar y dar más de lo que correspondería en tiempos de bonanza.
En el presente —que no estamos en una crisis tipo posguerra, pero tampoco estamos en una época de prosperidad— solamente cabe que exista algún tipo de compromiso colectivo dentro de cada nación que entienda que se están jugando asuntos superiores. Si la ciudadanía no termina por creer en esto, si los líderes no convencen a la masa de semejante evidencia, si ellos no se convencen antes, nada será posible. Y aunque se tenga razón, no se podrá quebrar la lógica negativa del presente.
Hay que tener razón, liderarla y además contagiar a los otros. Si falla alguna de estas tres concausas, estamos liquidados.
El autor es un abogado y escritor. Ex presidente de la Cámara de Diputados de Uruguay.

Lecciones del derrumbe populista en América Latina

Lecciones del derrumbe populista en América Latina

Por Washington Abdala
Lo difícil y peculiar del presente latinoamericano es que todos sabemos lo que está mal, pero no siempre acertamos en recorrer el camino correcto. Es que, en la actividad gubernamental, nunca es fácil saber cuál es la fórmula que resultará exitosa, porque depende de variables de diverso calibre y contextos mutantes. Veamos algunos ejemplos que delatan lo complejo que es gobernar acertando con las medidas que se toman.

Monday, June 20, 2016

MOISES NAIM Regalar dinero: ¿idea inevitable?







Los suizos han planteado la posibilidad de cobrar por parte del Estado un subsidio de 2.500 euros al mes a cambio de nada.

 
Esta consulta es muy importante. No porque la propuesta vaya a ganar (según las encuestas, no tendrá los votos necesarios), sino porque puede ser la precursora de una tendencia mundial. De hecho, en varios países ya se está probando la idea de garantizar un ingreso mínimo y sin condiciones a los ciudadanos. En Finlandia, el gobierno seleccionó al azar a 10.000 adultos a quienes durante dos años pagará 550 euros mensuales. El objetivo es medir el impacto que tendrá ese ingreso en la propensión a trabajar y otras decisiones de vida que toman los beneficiarios. Si esta prueba tiene éxito, la intención del Gobierno finlandés (¡que es de derecha!) es extender este esquema a nivel nacional. Experimentos parecidos se están llevando a cabo en Canadá, Holanda, Kenia y otros países.


 
Los defectos y problemas con esta idea son obvios. Tener un ingreso garantizado puede desestimular el trabajo. Darle una compensación material a una persona sin que, a cambio, haya producido algo de valor es una propuesta cuestionable tanto desde el punto de vista económico como social y ético. Los riesgos de corrupción y clientelismo político que tienen iniciativas de este tipo son altos. Finalmente, esta no es una idea barata. Este tipo de subsidios pueden transformarse en una pesada carga para el Estado y crear gigantescos y crónicos déficits en el presupuesto público.
Y sin embargo… Puede ser una idea inevitable.
No hay dudas de que la globalización y las nuevas tecnologías han creado inmensas oportunidades para la humanidad. De la disminución de la pobreza a nivel mundial a los avances en medicina o el empoderamiento de grupos sociales históricamente marginados, el progreso es obvio. Pero es igual de obvio que la globalización y las tecnologías que reemplazan a trabajadores por máquinas también tienen efectos nocivos. La destrucción de puestos de trabajo, la compresión de salarios y en algunos países -sobre todo en Estados Unidos y Europa – el aumento de la desigualdad, tienen diversas causas. Pero sabemos que tanto la globalización como la automatización contribuyen a crear condiciones que nutren mucho del populismo y el tóxico extremismo político que estamos viendo en tantos países.
Para muchos, la respuesta es que, si bien las nuevas tecnologías destruyen industrias, también crean otras que producen tantos o más empleos que los que desaparecen. Y eso ha estado sucediendo. No obstante, a medida que se acelera el cambio tecnológico y se popularizan robots que, a bajo costo, pueden hacer muchas de las tareas que hoy desempeña un trabajador, crece la preocupación de que las nuevas industrias y los nuevos puestos de trabajo no aparecerán ni en la cantidad ni al ritmo necesarios para compensar las pérdidas de empleo y la reducción salarial. Ante esta situación, las respuestas que da el mundo son tres.
1) Más educación y entrenamiento para los desplazados. Esto es prioritario. Pero la realidad es que, si bien hay éxitos ocasionales en este campo, el resultado de los esfuerzos de formación ha sido decepcionante. En la mayoría de los países -aún en los más avanzados- los presupuestos dedicados a ayudar a los trabajadores desplazados han sido poco generosos, las técnicas educativas que se usan son poco eficaces y las burocracias encargadas de estos programas suelen ser ineficientes. Cambiar esto es urgente.
2) Más proteccionismo. Donald Trump, por ejemplo, es solo uno de los políticos que hoy proliferan en el mundo y que prometen proteger el empleo reduciendo tanto el número de inmigrantes que compiten con trabajadores locales como el volumen de productos importados que, por ser más baratos, desplazan la producción nacional. No es difícil imaginar a uno de estos demagogos prometiendo que, de ganar las elecciones, prohibirá el uso de robots y otras tecnologías “mata empleos”. Que estas propuestas no son una solución y que, en muchos casos, ni siquiera se pueden aplicar no parecen ser obstáculos para que millones de personas se entusiasmen con las promesas de los populistas. Temo que algunos países acabarán adoptando estas malas ideas.
3) Más ingresos mínimos garantizados. Así es. Regalar dinero a cambio de nada. Puede ser una idea descabellada. Pero un mundo donde nueve robots de bajo costo pueden hacer el trabajo de 140 obreros (¡en China!) es un mundo donde hay que estar abierto a examinar todas las opciones. Aún aquellas que puedan parecer -o ser- descabelladas. Unos niveles altos y permanentes de paro son inaceptables e insostenibles. Por ello hay que probarlo todo, entendiendo siempre que gobernar raras veces implica escoger entre una política maravillosa y otra espantosa. Lo más usual es que quienes gobiernan se vean obligados a escoger entre lo malo y lo terrible.

MOISES NAIM Regalar dinero: ¿idea inevitable?







Los suizos han planteado la posibilidad de cobrar por parte del Estado un subsidio de 2.500 euros al mes a cambio de nada.

 
Esta consulta es muy importante. No porque la propuesta vaya a ganar (según las encuestas, no tendrá los votos necesarios), sino porque puede ser la precursora de una tendencia mundial. De hecho, en varios países ya se está probando la idea de garantizar un ingreso mínimo y sin condiciones a los ciudadanos. En Finlandia, el gobierno seleccionó al azar a 10.000 adultos a quienes durante dos años pagará 550 euros mensuales. El objetivo es medir el impacto que tendrá ese ingreso en la propensión a trabajar y otras decisiones de vida que toman los beneficiarios. Si esta prueba tiene éxito, la intención del Gobierno finlandés (¡que es de derecha!) es extender este esquema a nivel nacional. Experimentos parecidos se están llevando a cabo en Canadá, Holanda, Kenia y otros países.


El colapso del Estado del Bienestar socialista




James M. Roberts y Dr. J. D. Foster 

El Estado del Bienestar socialista (o "socialdemócrata") de Europa colapsa bajo el peso de una deuda insostenible. No hay posibilidad alguna de que los políticos europeos cumplan jamás muchos de los costosos derechos a beneficios que han prometido a sus ciudadanos.
El problema fundamental en la Unión Europea (UE) es el fracaso de su política monetaria. Ello, en conjunción con los debilitadores efectos de un Estado de Bienestar social, ha desembocado en un colapso económico generalizado entre los Estados de menor influencia –especialmente en Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España (los países PIIGS), pero también en algunos de los más recientes miembros de la UE– y amenaza con arrastrar a los estados más importantes.



Durante años, este hundimiento entre los Estados menos relevantes se enmascaraba con acumulación de deuda: los países pedían prestado (a unos tipos de interés con descuento de facto) para superar su incapacidad de generar ingresos suficientes mediante la producción y la venta de bienes y servicios. La carencia de crecimiento real y de perspectivas de crecimiento, en combinación con una deuda en expansión, condujo a una crisis de solvencia a largo plazo que se ha manifestado recientemente como una serie de crisis de liquidez.
La situación monetaria y fiscal en la Unión Europea es cada vez más inmanejable debido a que la carga de la deuda aumenta y las perspectivas de crecimiento disminuyen aún más. Parafraseando un viejo dicho: "Se puede engañar a algunos mercados crediticios todo el tiempo y a todos los mercados por algún tiempo, pero no se puede engañar a todos los mercados crediticios indefinidamente".
La idea de una "eurozona" estaba mal concebida desde el principio. Cada vez más se reconoce que la falta de control de Bruselas sobre el gasto social, especialmente en los países PIIGS, condenaba al fracaso a toda la zona desde el arranque. Los acuerdos (como el Tratado de Maastricht) fueron repetidamente violados, incluso por los países más grandes de la UE.
Pero la creciente brecha de competitividad entre miembros de la UE era mucho más importante. Algunos, como Alemania, tendieron a la adopción de políticas como las reformas del mercado laboral que se apoyaban sobre sus idiosincráticos puntos fuertes económicos. Los fuertes se hicieron más fuertes, mientras que otros, como Italia y Grecia, se congelaron o incluso retrocedieron en el ámbito de las políticas que habían mantenido su competitividad internacional. El enfoque actual, consistente en dar un golpe de timón aplicando dolorosas políticas que podrían hacer a estos países competitivos simplemente llega mal y tarde.
Y ahora, la inestabilidad se está contagiando rápidamente a los pilares de Europa: primero a España, luego a Italia y ahora aparentemente a Francia. Los países europeos del sur siguieron endeudándose en euros a bajos tipos de interés (inflando simultáneamente las burbujas de la vivienda en esos países) hasta que, en palabras de Margaret Thatcher, a los Gobiernos socialistas "se les acabó el dinero de los demás". Como resultado, algunos de los mayores bancos privados de Europa tienen cantidades tóxicas de deuda soberana de los PIIGS y se ven amenazados con la extinción a través de quiebras en serie, por lo que se les considera como "demasiado grandes para caer". Hay, de hecho, una creciente preocupación por la solvencia del banco francés Société Générale debido a esta crisis y es probable que varios bancos europeos importantes tengan problemas si la situación no se resuelve.
Durante décadas, uno de los más trágicos precios a pagar en el Estado del Bienestar europeo ha sido el desempleo estructural de Europa, especialmente entre los jóvenes, en combinación con pagos de asistencia social que convirtieron el desempleo en un estatus aceptable –incluso deseable– mientras que se privaba de dignidad y sentido de la responsabilidad a los afectados. Los recientes disturbios en el Reino Unido son una ominosa reflexión sobre este fracaso.
Una de las preguntas claves es: ¿Cuánto tiempo más estarán dispuestos los trabajadores y contribuyentes de Alemania y otros países más fiscalmente prudentes del norte de Europa a trabajar hasta cerca de los 70 años para subsidiar (a través de rescates de la eurozona y quiebras ordenadas) a sus vecinos del sur de Europa para que estos sí se puedan jubilar antes de los 60 años con generosas pensiones financiadas por el gobierno y vayan a la playa?
La respuesta de las élites europeas, hasta la fecha, ha sido tratar de confrontar la crisis de solvencia a través de políticas fiscales y la crisis de liquidez mediante más endeudamiento, ignorando los fracasos de la política monetaria de la UE, ya que no tienen una solución políticamente aceptable. Es obvio a dónde va a conducir todo esto, como ya concluyó un análisis de la Fundación Heritage.
Quizá, en vez de estas medidas hasta ahora tomadas, algunos de los países PIIGS decidirán salirse del euro. ¿O quizá los países del Norte dejen el euro (y las deudas soberanas de los PIIGS, denominadas en euros) y resuciten el marco alemán? Parece inevitable que se tome alguno de estos caminos.
El Estado del Bienestar europeo ha contribuido muchísimo a esta situación disminuyendo la competitividad de Europa respecto al resto del mundo y es por lo que el Reino Unido, aunque no sujeto al fracaso de política monetaria, no puede escapar completamente de las consecuencias sobre el crecimiento. Mientras tanto, las fortalezas propias de Alemania le han permitido tomar ventaja sobre sus socios comerciales ligados al euro.
Para que no quede ninguna duda, el fracaso de la política monetaria subyacente es el propio euro. Está ahora meridianamente claro que esta política estaba condenada al fracaso, no solo porque Europa no pudo armonizar la moneda con otras políticas, sino porque la unión monetaria entre Estados de fuerte y débil crecimiento solo puede acabar con una trágica desintegración monetaria. La esperanza de que ayudaría a que los países de bajo crecimiento alcanzasen a los demás era solo castillos en el aire.
¿Tendrán éxito las élites de Europa en su intento de salvar la eurozona una vez más, quizás creando un ministerio central de Economía de la Unión Europea que sea el único con poder para emitir nueva deuda para los países de la UE? Esto garantizaría que los PIIGS pagaran tipos de interés más bajos que los que su historial crediticio exigiría, mientras que el norte paga más.
El presidente francés Nicolas Sarkozy parece apuntar a "hacer uso de la crisis griega para dar un salto espectacular en la gobernanza de la eurozona". El reciente pronunciamiento de Berlín y París de que el nuevo eurobono ha muerto antes de nacer, sin embargo, nos sugiere que la paciencia de Alemania está a punto de acabarse; aparentemente, ese gran salto va a tener que ser en una dirección distinta.
Para Estados Unidos, Europa es la perfecta demostración: una advertencia de lo que ocurre cuando se permite que el Estado actúe sin control, con la pérdida de libertad y déficits fiscales como consecuencia. Afortunadamente, aunque Estados Unidos solo tiene una moneda, alcanzó hace mucho tiempo ya las condiciones necesarias para una solución satisfactoria.
Es casi seguro que esta crisis resultará en algo nuevo en la actual Europa. La aparición, tanto colectiva como individualmente, de sociedades europeas más fuertes, con regímenes financieros y monetarios duraderos estaría ciertamente en el interés de Estados Unidos y del resto del mundo.
Como informa Ambrose Evans-Pritchard desde el periódico británico The Telegraph, el probable resultado a corto plazo lo describe Daniel Gross, del Centre for European Policy Studies: "Alemania y los otros estados con calificación AAA deben ponerse de acuerdo en algún tipo de régimen de deuda pública, el eurobono. De otro modo, el euro implosionará". No obstante, como ya se mencionó anteriormente, Francia, y sobre todo Alemania, se han opuesto vigorosamente al eurobono y por muy buenas razones. Asumiendo que la valoración de Gross esté en lo cierto, y es muy probable que así sea, el futuro del euro es en realidad sombrío.
Mientras tanto, debe reducirse el gasto del Gobierno de Estados Unidos, actualmente camino de consumir un tercio de la economía para cuando los recién nacidos de hoy se gradúen en la universidad. Se deben contener y reformar los derechos sociales y el gasto discrecional no de defensa debe retroceder a sus niveles de 2008.
Para reducir el gasto federal e impedir el colapso económico, los políticos de Estados Unidos deberían seguir el plan de la Fundación Heritage detallado en Para Salvar el Sueño Americano.
- Seguir leyendo: http://www.libremercado.com/2011-08-28/fundacion-heritage-el-colapso-del-estado-del-bienestar-socialista-60803/

El colapso del Estado del Bienestar socialista




James M. Roberts y Dr. J. D. Foster 

El Estado del Bienestar socialista (o "socialdemócrata") de Europa colapsa bajo el peso de una deuda insostenible. No hay posibilidad alguna de que los políticos europeos cumplan jamás muchos de los costosos derechos a beneficios que han prometido a sus ciudadanos.
El problema fundamental en la Unión Europea (UE) es el fracaso de su política monetaria. Ello, en conjunción con los debilitadores efectos de un Estado de Bienestar social, ha desembocado en un colapso económico generalizado entre los Estados de menor influencia –especialmente en Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España (los países PIIGS), pero también en algunos de los más recientes miembros de la UE– y amenaza con arrastrar a los estados más importantes.