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Thursday, August 4, 2016

El síndrome de Estocolmo y el Estado del Bienestar

Por: David Muñoz Lagarejos.
mani empleo
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El vínculo afectivo que una persona secuestrada presenta ante sus captores es lo que se conoce como síndrome de Estocolmo. Las víctimas que experimentan este síndrome muestran típicamente dos tipos de reacción ante la situación: por una parte, tienen sentimientos positivos hacia sus secuestradores; y por otra parte, muestran miedo e ira contra las autoridades policiales, aquellos que quieren liberarles.
Las políticas del bienestar, lo que conocemos como Estado del Bienestar, nacido a partir de la esencia del Estado-Provisor que surgió después de la Segunda Guerra Mundial, tiene una amplia relación con el Síndrome de Estocolmo.





Por una parte, aquellos que defienden dicho Estado del Bienestar no suelen reconocer que fuera de él también sería posible recibir los servicios básicos que toda persona quisiera. Es lo que se conoce como falacia del Proveedor Único, por el cual solo el Estado es capaz de proveer a los ciudadanos de sanidad, educación, pensiones, etc. Dicha falacia consiste en creer que un determinado sector solo puede ser ofrecido por empresas públicas o la propia administración pública, es decir, por el sector público.
Los defensores del Estado del Bienestar aceptan ser expoliados con unos impuestos cada vez más altos y endeudados por la clase política con la excusa de que si no fuera por el Estado no sería posible recibir educación, sanidad y demás servicios. La noción de Estado benefactor cuando no existe tal. El Estado del Bienestar utiliza como una de sus armas fundamentales la violencia psicológica, de forma intensa y constante. Necesita convencer a la mayor parte de los ciudadanos de que por sí mismos son seres inútiles, incapaces de cubrirse las necesidades más básicas. El miedo es un arma muy poderosa. El objetivo de toda esta violencia psicológica tan intensa y constante es hundir la autoestima de tantas personas como sea posible, para que la mayor parte de la población acepte el saqueo permanente como su única posibilidad de supervivencia, para que caigan en la falacia del Proveedor Único y lo acepten sin rechistar.
Muchos de los “secuestrados” por el Estado del Bienestar contra su voluntad también desarrollan el síndrome de Estocolmo. Pese a que el Estado del Bienestar no cumple sus objetivos, muchos lo defienden aunque les haga mal, como los secuestrados hacia sus captores. Y como ocurre en el citado síndrome, los defensores del Estado del Bienestar también muestran miedo e ira hacia aquellos que quieran liberarles de la carga del secuestro: en este caso, las políticas liberales, la reducción de impuestos, reducción de regulaciones y libertad para elegir los servicios que cada persona quiera, y no los que el político y burócrata de turno quieran, en definitiva la reducción drástica de los ámbitos de actuación del Estado, justo lo contrario de lo que viene ocurriendo últimamente, donde no hay ámbito que no esté regulado por políticos y burócratas, haciendo más difícil la vida de las personas.
Los cuatro pilares del Estado del Bienestar español son la sanidad, la educación (que debería ser únicamente enseñanza, ya que la educación de valores y moral debe ser enseñada en casa), las pensiones y las prestaciones por desempleo. Son aspectos fundamentales en la vida de cada persona, y por ello no debieran estar en manos del Estado, sino en manos de la sociedad civil. Para ello deberíamos pasar del Estado del Bienestar actual a una Sociedad del Bienestar.
LOS CIUDADANOS ANTE EL ESTADO DEL BIENESTAR
Se ha expandido en los últimos años la idea del Estado intervencionista y responsable del bienestar de los ciudadanos dentro de la concepción que los ciudadanos tienen del papel del Estado en las democracias.
Como prueba de lo anterior tenemos el siguiente gráfico, que nos muestra el porcentaje de apoyo de los ciudadanos hacia la responsabilidad del Estado en diferentes ámbitos de actuación de éste:
Fuente: Max Kaase y Kenneth Newton, Beliefs in Government. 1998.
Fuente: Max Kaase y Kenneth Newton, Beliefs in Government. 1998.
Los porcentajes de ciudadanos que piensan que el Estado tiene una responsabilidad esencial son muy altos, en algunos casos se acercan al cien por cien de los encuestados, sobre todo en lo relativo a lo que conocemos como pilares básicos del Estado del Bienestar, como educación y sanidad, o también ancianos y empleo. Hay un altísimo consenso en torno a la idea de la responsabilidad del Estado en el bienestar social. En este sentido se constata un cambio de enorme trascendencia respecto a la filosofía del Estado Liberal no intervencionista.
Por tanto, nos damos cuenta de que son muchos los “secuestrados” por el Estado del Bienestar que dan su apoyo a éste. El síndrome de Estocolmo también aparece en el Estado del Bienestar.
Un Estado del Bienestar que cada vez lo es menos, se ha ido transformando en el Bienestar del Estado y de los que viven de él. La dictadura de los impuestos en la que nos encontramos actualmente hace imposible que se pueda buscar una vida digna fuera de los mandatos políticos del Estado del Bienestar. Nos controlan y nos imponen todo, como dice Gregorio Hernández Jiménez: “El Estado del Bienestar es el totalitarismo que nos ha tocado padecer y vencer en este punto de la historia”.
Una de las mayores mentiras del Estado del Bienestar es que su función es “ayudar a los más desfavorecidos”. El Estado del Bienestar no ayuda a los más desfavorecidos, lo que hace es generar cada vez más desfavorecidos, a través del proceso de empobrecimiento masivo de la población. El sistema económico actual no es el capitalismo, como habitualmente se suele decir de forma equivocada, sino el Estado del Bienestar y la “dictadura de los impuestos”: la mayor parte de la riqueza generada en el mundo por personas y empresa va directa al Estado del Bienestar, a través de los impuestos.
Llamando capitalismo a lo que en realidad es el Estado del Bienestar han conseguido que mucha gente crea que todos los problemas creados por el Estado del Bienestar han sido creados por el capitalismo (y por una excesiva libertad, cuando ha sido lo contrario), y que de esa forma crean que la solución es menos capitalismo y más Estado del Bienestar, justo lo contrario de lo que realmente se necesita. Llamar capitalismo, o liberalismo, al Estado del Bienestar es una de las falacias más repetidas, y también una de las más rentables para la clase política y los grandes medios de comunicación. Por eso los grandes medios de comunicación son parte indisoluble de la clase política (la casta), porque son los que realmente cambian el significado de las palabras, y los que con ello dan la vuelta a la realidad, creando una imagen falsa sobre aquello que les interese. La forma de cambiar el significado de una palabra para cambiar el mundo es, en este caso concreto, repetir millones y millones de veces capitalismo cuando en realidad se están refiriendo al Estado del Bienestar. Como sucede con un secuestro, decir a la víctima que si no fuera por la “bondad” del captor, estaría muerto. Te secuestro, pero gracias a mí no mueres. Te obligo a contribuir al Estado del Bienestar, aunque no quieras, pero gracias a mí tienes sanidad, educación, pensiones, etc. Y muchos pican. La propaganda estatista de la gran mayoría de partidos políticos y agentes sociales conlleva la falacia del Proveedor Único de la que hablaba antes, y esta falacia hace que algunos den gracias al Estado del Bienestar por no dejarles progresar por ellos mismos. Síndrome de Estocolmo y Estado del Bienestar.

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