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Sunday, September 11, 2016

Cómo China se volvió capitalista

Ronald Coase y Ning Wang dijeron de su libro How China Became Capitalist: "Siendo un relato de cómo China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos primeras décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos partes por un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989".
Ronald Coase (1910-2013) fue un Premio Nobel y Profesor Distinguido de la Escuela de Leyes de la Universida de Chicago.
Ning Wang profesor asistente en la Escuela de Política y Estudios Globales en Arizona State University.
Este ensayo fue publicado originalmente en inglés en la edición de Enero/Febrero de 2013 del Cato Policy Report. Está basado en el libro de los mismos autores How China Became Capitalist (Palgrave, 2013).
Nadie predijo que la “modernización socialista” que el gobierno chino post-Mao lanzó en 30 años resultaría ser lo que los académicos denominan hoy la gran transformación económica de China. Cómo las acciones de los campesinos, trabajadores, académicos, y legisladores chinos se combinaron y derivaron en esta consecuencia no intencionada es la historia que intentamos contar. Hoy, no necesitamos presentar datos estadísticos para convencerlo del auge de la economía china, aún cuando China todavía se enfrenta a retos enormes. Muchos chinos todavía son pobres, muchos menos chinos tienen acceso a agua pura que a los teléfonos celulares, y todavía se enfrentan a muchos obstáculos cuando se trata de proteger sus derechos y ejercer su libertad. No obstante, China ha sido transformado desde adentro a lo largo de los últimos 35 años. Esta transformación es la principal historia de nuestra época. La lucha de China, en otras palabras, es la lucha del mundo.



En contra de la sabiduría convencional, tomamos el fin de 1976 como el inicio de la reforma post-Mao y argumentamos que China básicamente se convirtió en una economía de mercado para fines de los noventa y antes de que se uniese a la Organización Mundial de Comercio en 2001. En el nuevo milenio, la economía china ha mantenido su ímpetu de crecimiento y se ha vuelto más integrada con la economía global. Siendo un relato de cómo China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos primeras décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos partes por un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989.
La primera parte del relato se trata acerca de dos reformas. Una fue diseñada por Pekín; su objetivo era revitalizar el sector estatal y salvar al socialismo. La otra resultó de iniciativas que vinieron desde abajo. La reforma liderada por el Estado se dio en dos partes. La primera empezó en 1976 bajo Hua Gofeng. Hua era el sucesor designado por Mao, quien consolidó su base de poder luego de arrestar a “ La Pandilla de los Cuatro” y poniéndole fin a la Revolución Cultural. Aunque era leal a Mao, Hua era un reformador económico.
Con el respaldo total de Deng Xiaoping y otros líderes chinos, Hua lanzó su programa económico modernización, que luego sería criticado desdeñado como “El Salto al Exterior”. Esencialmente, era un programa liderado por el Estado y por las inversiones, con un enfoque en la industria pesada; es un buen ejemplo de lo que los economistas denominaron “la industrialización del gran empuje”. Pero el programa duró poco más de dos años. Se canceló a principios de 1979, en parte debido a sus propios defectos y en parte debido al cambio de liderazgo: a fines de 1978 el Comité Central tuvo una reunión, en la cual Deng Xiaoping y Chen Yun volvieron al poder y Hua ya no estaba al mando.
Deng Xiaoping es ampliamente conocido en Occidente. La biografía reciente de Ezra Vogel ha documentado en detalle el papel que jugó Deng en las reformas de China. En comparación, Chen Yun es una figura obscura. Pero Chen era la principal autoridad de China a cargo de los asuntos económicos. Él fue el arquitecto del primer Plan Quinquenal de China en 1953 y un ferviente partidario de la planificación central. Desde que creció y estudió en Shanghái, antes de convertirse en un revolucionario, Chen también percibió un papel limitado pero crítico para el sector y el mercado privados bajo el socialismo. Chen perdió su posición cuando Mao inició el Gran Salto Adelante en 1958, política a la que Chen se oponía. Él volvió al poder junto con Deng a fines de 1978 y recibió el trabajo de diseñar una programa de reforma económica.
Chen creía que la economía china desde hace mucho había sufrido de un desbalance estructural: demasiada inversión en industria pesada en relación a la industria ligera y la agricultura, y los sectores y la planificación estatales eran ensalzados excluyéndose a los sectores y mercados privados. En su opinión, el programa económico de Hua, que se enfocaba en la industria pesada, empeoró la economía china. Por eso Chen acabó de manera forzada con “El Gran Salto Afuera”, enfrentándose a una fuerte oposición del Consejo de Estado e impuso su política económica. Esto marcó la segunda ronda de reformas lideradas por Pekín. Esta ronda de reformas lideradas por el Estado tuvo dos elementos: ajustes a nivel macro y reformas en las empresas estatales al nivel micro. Los ajustes estructurales fueron impuestos a través de toda la economía. Por ejemplo, más inversiones fueron canalizadas desde los bienes capitales hacia la producción de bienes de consumo. Más dinero se asignó a la agricultura. El gobierno elevó los precios de compra para los productos agrícolas en mas de un 20 por ciento en 1979 y aumentó significativamente las importaciones de granos. Pekín también tomó medidas para descentralizar el comercio extranjero y le dio más autonomía fiscal a los gobiernos provinciales. Al nivel micro, el énfasis se puso en lo que era visto como la base económica del socialismo, las empresas propiedad del Estado. La estrategia era devolverle algunos derechos a las empresas estatales y permitirles quedarse con algo de las ganancias. Desde 1979 y durante toda la década de los ochenta, el gobierno chino estuvo preocupado con fomentar las empresas estatales.
La reforma desde los márgenes
No hay duda de que el gobierno post-Mao realizó una serie de reformas. Pero hoy, con el beneficio de la retrospectiva, sabemos que las fuerzas económicas que realmente estaban transformando la economía china durante la primera década de reforma fueron la agricultura privada, las empresas municipales y de las aldeas, los negocios privados en las ciudades, y las Zonas Económicas Especiales. Ninguna de estas fue iniciada por Pekín. Fueron jugadores marginales operando fuera de los límites impuestos por el socialismo. A estas fuerzas marginales, el gobierno chino estaba contento de ignorarlos siempre y cuando no amenazaran al sector estatal o al poder político del Partido. Esto creó espacio para lo que denominamos “revoluciones marginales”, las cuales trajeron de vuelta a China las fuerzas del emprendimiento y del mercado durante la primera década de la reforma.
Una de estas reformas marginales es la agricultura privada. La agricultura privada ciertamente no era algo nuevo en China. Antes de 1949, había existido durante milenios. A principios de la década de los cincuenta, Mao trató de colectivizar despiadadamente la agricultura. Algunos campesinos creyeron en Mao y esperaban que la colectivización les ofrecería una nueva oportunidad para salir de la pobreza. Luego de 20 años de una agricultura colectivizada y de 40 millones de muertes por hambrunas, ellos sabían qué les convenía. Muchos volvieron a la agricultura privada luego de que muriese Mao, incluso cuando Pekín todavía estaba tratando de fortalecer el sistema de las comunas. En septiembre de 1980, Pekín fue obligado a permitir la agricultura privada en zonas donde “la gente había perdido su confianza en la colectividad”. Pero una vez que se le abrieron las puertas al agro privado, este ya no podía ser controlado. Para principios de 1982 esto se volvió una política nacional. La agricultura china fue des-colectivizada. Después en el recuento oficial de la reforma, Pekín se atribuiría el crédito de haber lanzado la reforma agrícola. Pero la reforma implementada por Pekín simplemente elevaba los precios de compra de los granos y aumentaba las importaciones de granos; el agro privado, que es lo que en realidad transformó la agricultura china y liberó a los campesinos, no vino de Pekín.
Las empresas municipales y de las aldeas fueron operaciones industriales ubicadas en áreas rurales. Durante las primeras dos décadas de reformas, estas fueron el sector más dinámico de la economía china. Como operaban fuera del plan estatal, no tenían acceso garantizado a materias primas controladas por el Estado pero tenían que comprarlas en el mercado negro a un precio más alto. También estaban excluidas del sistema de distribución controlado por el Estado para vender sus productos, pero tenían que contratar sus propios equipos de ventas para que viajen alrededor de China con el objetivo de encontrar mercados para sus productos. En otras palabras, tenían que operar como verdaderas empresas de negocios. Esto es lo que hicieron. Y no tardó mucho para que ellos superen con su desempeño a las empresas estatales, las cuales tenían todos los privilegios y protecciones del Estado y que simplemente dejaron de ser emprendedoras.
Los primeros negocios en las ciudades chinas fueron iniciados por personas que no tenían un trabajo en el sector estatal. Muchos fueron jóvenes citadinos que recientemente habían vuelto del campo. Durante la era de Mao, 20 millones de graduados de los primeros años de secundaria (jóvenes desde 15 a 18 años) en las ciudades fueron enviados al campo en parte porque el gobierno no podía crear suficientes empleos. Después de la muerte de Mao, ellos volvieron, pero no encontraron empleo alguno en el sector estatal. Jóvenes, desempleados, y ansiosos, se tomaron las calles y bloquearon el paso de los trenes. Esta creciente presión obligó al gobierno a abrir la puerta al auto-empleo. Las tiendas privadas empezaron a surgir en las ciudades chinas; rápidamente acabaron con el monopolio estatal de la economía urbana.
Entre las cuatro revoluciones marginales, las Zonas Económicas Especiales fueron las más controversiales. Fueron establecidas para cooptar el capitalismo y salvar al socialismo. La idea era permitirles experimentar con la economía de mercado, importando tecnología avanzada y conocimientos administrativos, vendiendo productos a los mercados globales, creando empleos y estimulando el crecimiento económico. Pero los experimentos estuvieron limitados a unas cuantas zonas para que no socavaran el socialismo en otras partes, y por si acaso los experimentos fracasaran, su daño al socialismo sería insignificante.
La competencia regional
La presencia de dos reformas fue una característica determinante de la transición económica de China. No separar las dos es la principal fuente de confusión al momento de comprender las reformas en China. El gobierno chino, comprensiblemente, ha promulgado un relato de la reforma que gira alrededor del Estado, proyectándose así mismo como un diseñador omnisciente y como un instigador de la misma. El hecho de que el Partido Comunista de la China ha sobrevivido a la reforma de mercado, todavía monopoliza el poder político, y sigue activo en la economía ha ayudado a vender el relato estatista de la reforma. Pero fueron las revoluciones marginales las que trajeron el emprendimiento y las fuerzas de mercado de vuelta a China durante la primera década de la reforma, cuando el gobierno chino estaba ocupado rescatando al sector estatal.
La segunda parte de nuestro relato empieza en 1992 después de Deng Xiaoping realizara su tour por el sur del país. Mientras que las revoluciones marginales trajeron las fuerzas de mercado de vuelta a la China durante la década anterior, la competencia regional se volvió la principal fuerza transformadora durante la segunda década, convirtiendo a China en una economía de mercado para fines del siglo. La competencia regional no era nueva; había existido durante la primera década de la reforma. Pero luego creó barreras al comercio en las fronteras de las provincias y fragmentó la economía china. China implementó la reforma de precios en 1992, la reforma tributaria en 1994, y empezó a privatizar las empresas estatales para mediados de los noventa. Estas medidas reformadoras abrieron el camino para el auge de un mercado común nacional, que fue capaz de imponer la disciplina de mercado a todos los actores económicos, convirtiendo a la competencia regional en una fuerza transformadora.
Aquí, nuestro relato difiere de aquel presentado por Huang Yasheng en su libro, Capitalismo con características chinas. Un argumento controversial de Huang es que China fue más capitalista y empresarial en los ochenta que en los noventa. Si el argumento quiere decir que los emprendimientos privados prevalecieron en contra del Estado durante los ochenta, entonces está muy en sintonía con nuestro relato de las “revoluciones marginales”. Pero si este sugiere que China se apartó del libre mercado durante la segunda década de las reformas, está ignorando un cambio fundamental en la economía durante los noventa. Y esto es el florecimiento de un mercado nacional común, el cual era un requisito para que la competencia regional funcione.
Identificada con las inversiones repetitivas, la competencia regional es muchas veces culpada por distorsionar la ventaja comparativa y por socavar las economías de escala. Una imagen más matizada surgió en nuestro relato. Lo que la competencia regional hizo fue convertir la ventaja de China en espacio, siendo un país continental, en la alta velocidad de la industrialización. Cómo esto sucedió puede ser mejor apreciado desde una perspectiva Hayekiana, la cual resalta el crecimiento del conocimiento como la fuerza catalizadora que determina el cambio económico. En la época de Mao, la educación estaba siendo atacada y el conocimiento se volvió un riesgo político; China se aisló de Occidente y se apartó de sus propias tradiciones. La ideología radical de Mao empobreció la economía China y, peor aún, cerró las mentes de los chinos.
Luego de la muerte de Mao, China volvió a adherirse al pragmatismo. “Buscando verdad en los hechos” se volvió el nuevo lema del Partido; volverse rico se convirtió en algo glorificado. El obstáculo más limitante para el crecimiento económico era la falta de conocimiento. Esto incluía al conocimiento técnico, al conocimiento acerca de las instituciones —cómo varias instituciones que respaldan al mercado funcionan, y al conocimiento local —lo que Hayek describía como “el conocimiento de las circunstancias particulares del tiempo y el lugar”. La solución a este problema se encontró en la competencia regional. Cuando las 32 provincias de China, sus 282 municipalidades, 2.862 condados, 19.522 pueblos y 14.667 aldeas se lanzaron a una competencia abierta en busca de inversión y buenas indeas para desarrollar la economía local, China se volvió un laboratorio gigantesco donde muchos y diversos experimentos económicos fueron ensayados de manera simultánea. El conocimiento de todo tipo fue creado, descubierto y difundido rápidamente. Mediante el crecimiento del conocimiento, la escala enorme de la industrialización china hizo posible su rápida velocidad.
Conclusión
Considerando nuestro relato de cómo China se volvió capitalista, ¿qué podemos decir acerca de la forma en que el capitalismo surgió en China? Una característica persistente de la transición hacia el mercado de China es la falta de liberalización política. Esto no es para sugerir que el sistema político chino se ha mantenido intacto durante los últimos 35 años. El Partido se ha distanciado así mismo de la ideología radical; ya no es comunista, excepto en nombre. En los últimos años, el Internet ha empoderado cada vez más a los chinos para que hagan escuchar su voz en cuestiones políticas. No obstante, China sigue siendo gobernada por un solo partido político.
Esta continuidad esconde un cambio fundamental en la realidad política de la China. Con la muerte de Deng Xiaoping, la política del “caudillo” llegó a su fin. Bajo Jiang Zemin y Hu Jintao, China ya no fue gobernada por un líder carismático. En este sentido, la política China hoy es cualitativamente distinta a aquella de la época de Mao o de Deng. Pero el gobierno chino no ha reconocido el hecho de este cambio político en la realidad; ha habido pocos esfuerzos para construir instituciones que preparen a China para una nueva realidad política.
La combinación de una veloz liberalización económica y una política que parece no cambiar ha conducido a muchos a describir la economía de mercado de China como una economía liderada por el Estado, como un capitalismo autoritario, lo cual mucha gente ha reconocido correctamente como frágil e insostenible. Cuándo y cómo China se adherirá a la democracia, y si el Partido sobrevivirá su democratización, son las principales preguntas realizadas acerca del futuro político de China. En nuestro libro, ofrecemos una perspectiva distinta. Provee un diagnóstico distinto del principal defecto en la economía de mercado de China: China ha desarrollado un mercado sólido de productos, pero todavía carece de un mercado libre de ideas.
El mercado de ideas apunta a una manera alternativa de pensar acerca del futuro político de China. Nuestro razonamiento está principalmente basado en las siguientes dos consideraciones. Primero, la competencia entre múltiples partidos no funciona a menos que sea cultivada y disciplinada por un mercado libre de ideas, sin el cual la democracia fácilmente puede ser secuestrada por grupos de interés y socavada por la tiranía de la mayoría. El desempeño de la democracia depende de manera crítica del mercado de ideas, así como la privatización depende del mercado de activos capitales. Segundo, la competencia entre múltiples partidos prácticamente no tiene precedente en la historia china. De hecho, la palabra china para “partido” (党) tiene una fuerte connotación negativa en el pensamiento político chino tradicional. “Formar un partido y perseguir el interés propio” (结党营私) ha sido consistentemente denunciado como algo que socava el ideal político, que es que “lo que está debajo del cielo es para todos” (天下为公). En cambio, el mercado de ideas tiene una raíz profunda y venerada en el pensamiento chino tradicional: “dejen que cien escuelas de pensamiento compitan” ha sido respetado como un ideal político desde los tiempos de Confucio. Es nuestra opinión que el mercado de ideas promete una estrategia más gradual y viable para reconstruir la política china sobre los principios de la tolerancia, la justicia y la humildad.
A lo largo de los últimos 35 años, China se ha abierto capitalismo no solo en el ámbito económico. La teoría de los sentimientos morales tiene más de una docena de traducciones chinas; el libro se ha ganado el corazón y la mente del Premier Wen Jiabao. El mensaje de Adam Smith atrae mucho a los chinos, no en poca medida debido a su palpable similitud con el pensamiento chino tradicional acerca de la economía y la sociedad. Un resultado sorprendente de la transición de China hacia el capitalismo es que China encontró una forma de volver a sus raíces culturales.
“Buscar la verdad en los hechos” es una enseñanza china tradicional, que Deng Xiaoping equivocadamente denominó “la esencia del Marxismo”. Pero muchos hechos están encubiertos en China porque un mercado libre de ideas todavía no existe. Somos optimistas, aunque de manera precavida, de que China puede que se adhiera a un mercado de ideas durante las próximas décadas, así como permitió un mercado de productos en el pasado reciente. Conforme nuestra economía moderna se vuelva más y más determinada por el conocimiento, las ganancias de un libre intercambio de ideas se volverán demasiado grandes; los costos de suprimirlo son demasiado altos.
La adopción de China tanto de su historia como de la globalización nos conduce a creer que el capitalismo chino, que recién inició su largo viaje, será distinto. Esto es deseable no solo para China, sino para Occidente y para todos los demás también. También es deseable para la economía de mercado a nivel mundial. Hoy, la biodiversidad es reconocida como algo vital para mantener nuestro ambiente natural. La diversidad institucional juega un papel similar cuando se trata de mantener a la sociedad humana resistente. El capitalismo será mucho más sólido si no es un monopolio de Occidente, pero florece en sociedades con distintas culturas, religiones, historias y sistemas políticos. Mientras que el comercio en el mercado global de productos hace que la guerra sea demasiado cara como para ser librada, un mercado global de ideas puede tolerar y prosperar sobre la colisión de ideas pero nos aleja de la colisión de civilizaciones.

Cómo China se volvió capitalista

Ronald Coase y Ning Wang dijeron de su libro How China Became Capitalist: "Siendo un relato de cómo China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos primeras décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos partes por un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989".
Ronald Coase (1910-2013) fue un Premio Nobel y Profesor Distinguido de la Escuela de Leyes de la Universida de Chicago.
Ning Wang profesor asistente en la Escuela de Política y Estudios Globales en Arizona State University.
Este ensayo fue publicado originalmente en inglés en la edición de Enero/Febrero de 2013 del Cato Policy Report. Está basado en el libro de los mismos autores How China Became Capitalist (Palgrave, 2013).
Nadie predijo que la “modernización socialista” que el gobierno chino post-Mao lanzó en 30 años resultaría ser lo que los académicos denominan hoy la gran transformación económica de China. Cómo las acciones de los campesinos, trabajadores, académicos, y legisladores chinos se combinaron y derivaron en esta consecuencia no intencionada es la historia que intentamos contar. Hoy, no necesitamos presentar datos estadísticos para convencerlo del auge de la economía china, aún cuando China todavía se enfrenta a retos enormes. Muchos chinos todavía son pobres, muchos menos chinos tienen acceso a agua pura que a los teléfonos celulares, y todavía se enfrentan a muchos obstáculos cuando se trata de proteger sus derechos y ejercer su libertad. No obstante, China ha sido transformado desde adentro a lo largo de los últimos 35 años. Esta transformación es la principal historia de nuestra época. La lucha de China, en otras palabras, es la lucha del mundo.


Friday, July 29, 2016

El problema va más allá de Trump

Desde la tribuna

Armando Román Zozaya 
 
Parecía imposible: Donald Trump no sería candidato a la presidencia de su país. Sin embargo, arrasó en la contienda republicana. Luce imposible: Trump nunca será presidente de Estados Unidos. De hecho, si las elecciones fueran el día de hoy, Clinton ganaría. No obstante, faltan más de treses meses para la elección y ya quedó claro que a Trump no hay que darlo por derrotado.
¿Y si Donald Trump es presidente? La agenda de Trump es totalmente radical y sumamente negativa: todo es culpa de los extranjeros de una forma u otra. Asimismo, según él, Estados Unidos está en decadencia, lo cual es producto de que no hay un gobierno fuerte, dispuesto a hacer lo que sea necesario, dentro y fuera de sus fronteras, para recuperar la grandeza, y el respeto, perdidos: la fuerza es, pues, la solución.



La fuerza contra los migrantes, contra las minorías que no se adaptan al american way of life, contra otros países, contra los políticos de Washington que no escuchan ni atienden a quienes Trump ha etiquetado como “los desposeídos”, “los olvidados”. Sí, Trump va contra todos. Así tiene el potencial de generar conflictos de carácter internacional, pero también doméstico: Trump contra el Congreso, la Suprema Corte, los gobernadores, las ONG, etcétera.
¿Tal vez Trump no es lo que ha exhibido? ¿Tal vez todo es un show para construir su candidatura y, de llegar a presidente, se moderaría? ¿Tal vez el presidente Trump sería muy diferente, para bien, del candidato Trump? Incluso si ese fuera su plan —estoy convencido de que no lo es—, lo que Trump ha creado, gane o no gane, será muy difícil de detener: si gana la Presidencia, lo hará justamente gracias a esa agenda radical; sus seguidores —votantes y poderes fácticos— jamás le perdonarían el no ejecutarla. Si no la gana, Clinton no se podrá dar el lujo de ignorar totalmente a quienes respaldan a Trump.
Es justamente en sus simpatizantes donde descansa el poder de Trump. Es más, en un contexto en el que sólo un puñado de votantes se identificaran con él, Donald Trump sería una anécdota y nada más. El hecho de que sea candidato y tenga posibilidades de ganar nos dice, pues, muchísimo sobre la sociedad estadunidense. Asimismo, esto tiene implicaciones que trascienden al propio Trump.
Estados Unidos no está en decadencia. Pero sí es verdad que el cambio tecnológico, la integración comercial, la movilidad del capital y, aunque sea limitada, del factor trabajo, así como, en cierta medida, la migración ilegal, han resultado en que haya estadunidenses que no encuentran las opciones laborales que creen merecer. Esta realidad, aunada al racismo, la xenofobia y la ignorancia que siempre han estado presentes en Estados Unidos, han resultado en que haya suficientes votantes, y grupos de poder, dispuestos a apoyar a Trump.
Lo anterior no va a cambiar gane Trump o no. Así, si bien es obvio que Clinton no se apegaría a la agenda trumpista, si de verdad quiere gobernar con efectividad, tendrá que acercarse, aunque sea un poco, a quienes están detrás de Trump. No estoy diciendo que Clinton construiría un muro entre México y Estados Unidos, por ejemplo, pero sí es posible que, como Obama, continúe deportando mexicanos y, a pesar de que no ha dicho una palabra al respecto, eventualmente ponga sobre la mesa una renegociación del TLCAN.
Sea presidente Trump o no, México tiene que entender y analizar la realidad estadunidense, y actuar en consecuencia. Por supuesto, las cosas serían mucho más graves si ganase Trump, pero, insisto, esa realidad, esos millones de votantes y los poderes fácticos que sostienen a Trump, no van a desaparecer ni a dejar de tener influencia sólo porque Clinton llegue a la Casa Blanca.
El futuro de las relaciones México-EU trasciende, pues, a Trump. Esto hay que tenerlo claro, especialmente porque estamos hablando de la que es, en todo sentido, nuestra relación bilateral de mayor trascendencia.

El problema va más allá de Trump

Desde la tribuna

Armando Román Zozaya 
 
Parecía imposible: Donald Trump no sería candidato a la presidencia de su país. Sin embargo, arrasó en la contienda republicana. Luce imposible: Trump nunca será presidente de Estados Unidos. De hecho, si las elecciones fueran el día de hoy, Clinton ganaría. No obstante, faltan más de treses meses para la elección y ya quedó claro que a Trump no hay que darlo por derrotado.
¿Y si Donald Trump es presidente? La agenda de Trump es totalmente radical y sumamente negativa: todo es culpa de los extranjeros de una forma u otra. Asimismo, según él, Estados Unidos está en decadencia, lo cual es producto de que no hay un gobierno fuerte, dispuesto a hacer lo que sea necesario, dentro y fuera de sus fronteras, para recuperar la grandeza, y el respeto, perdidos: la fuerza es, pues, la solución.


Friday, July 8, 2016

México necesita más maestros y menos rufianes posando como docentes

Dejemos de llamar “maestros” a quienes no lo son, no victimicemos a victimarios ni defendamos lo indefendible

(UCN) maestros
El problema que atraviesa nuestro sistema educativo en México es muy complejo y tiene muchas variables. (UCN)
Tristemente hoy en México hablar de maestros es hablar de conflictos, política, huelgas, manifestaciones, paros, violencia, sindicatos, luchas de poder y muchas cosas más que poco o nada tienen que ver con educación.
El problema que atraviesa nuestro sistema educativo es muy complejo y tiene muchas variables que han hecho que parezca un laberinto sin salida; cada posible solución termina por guiarnos a otro problema que no habíamos alcanzado a visualizar antes.
Todos los actores involucrados tenemos responsabilidad en el problema:



  • El gobierno por permitir corrupción en todas sus filas. Por desviar fondos de lo que es la herramienta más valiosa que tienen los individuos para mejorar sus condiciones de vida, la educación. Por solapar y mantener a líderes sindicales durante años, e incluso décadas, que solo veían por sus intereses personales. Por destinar el presupuesto educativo a infraestructura de mala calidad y a salarios de aviadores en vez de invertirlo en tecnología y mejoras sistémicas en los procesos de impartición de la educación. Por pretenderse dueños de la verdad y ser lo suficientemente soberbios para asegurar que solo ellos pueden saber y definir que es lo mejor para los niños y jóvenes mexicanos. Por acomodar los programas de estudio a sus intereses políticos a través de adoctrinamiento patriotero disfrazado de civismo. Por ser el mayor freno para esfuerzos educativos que buscan hacer las cosas de manera diferente e independiente sin intervención estatal.
  • Los “maestros” (así, entre comillas) por dedicarse a todo menos a dar clases y a mejorar como profesionales de la educación. Por enseñarles a los más jóvenes que cuando algo se quiere, se toman las armas y se bloquean calles en lugar de dialogar y conseguirlo por méritos propios; por confundir sus derechos con la obligación del resto de pagar por sus privilegios. Por olvidarse de que el ejemplo es el verdadero formador de ciudadanos cívicos y responsables y por olvidarse de que este país necesita maestros de verdad, porque luchadores sociales, políticos de quinta y vividores del Estado ya nos sobran. Por proponer la violencia como método de solución legítima a conflictos de carácter político llevándose entre las patas a los más necesitados, que son sus alumnos.
  • Nosotros (la sociedad, el ciudadano de a pie, usted que está leyendo esto y yo) por confiar las necesidades más básicas de un ser humano para progresar, como la salud y la educación, a un ente que consideramos ineficiente y corrupto. Por ser indiferentes a las situaciones de pobreza e injusticia que se viven en las zonas más marginadas y pretender que soluciones simplistas como “escoger a un buen gobernante” van a remediarlo todo. Por olvidarnos de fomentar la competitividad y productividad en nuestro entorno en lugar del conformismo y la dependencia hacia al gobierno. Por no abrir los ojos y darnos cuenta de que todos los problemas que enfrentamos como país comienzan en casa cuando nos vemos al espejo y no vemos más que a una víctima de sus circunstancias y no a una persona capaz de reescribir su destino con libertad y responsabilidad.
Seamos intelectualmente y moralmente honestos: no deberíamos tomar parte ni por el gobierno ni por el CNTE. Hacerlo sería como apoyar a una banda de criminales cuando se enfrenta a otra.
Por un lado, es necesario entender que el gobierno se está enfrentando a un monstruo que el mismo engendró y alimentó hasta que se convirtiera en lo que son hoy los mafiosos sindicatos “educativos”; por el otro, los supuestos “maestros” y líderes sindicales solo buscan posicionarse y mantener sus cuotas de poder en un sistema político que cada vez resulta más obsoleto.
Para nosotros como sociedad permanecer indiferentes no es una opción válida; nuestro silencio y nuestra indiferencia nos volverían cómplices.
Llego la hora de tomar partido por México. Busquemos la manera de apoyar y empoderar a aquellos que más lo necesitan: los alumnos y los maestros de verdad.
Tomemos partido por los alumnos que necesitan hacerse de herramientas para poder salir adelante y poder cumplir sus sueños sin necesidad de comprometer su identidad ni su integridad como personas y hoy no solo no tienen clases, sino que están recibiendo un ejemplo de que las cosas se consiguen más fácilmente a través de violentar los derechos de terceros. Indirectamente pueden llegar a creer que es más fácil y loable tomar las calles y las armas que los libros y los cuadernos para salir adelante.
Tomemos partido por los maestros que lo son de verdad y no solo de nombre, aquellos que creen en la educación como el medio para mantener viva la esperanza de un mundo mejor y lo reflejan en su vida y sus actos.
Negarse a ser evaluados, cerrar carreteras, aventar bombas molotov, adoctrinar alumnos con teorías estatistas y colectivistas, escribir con faltas de ortografía, pisotear arbitrariamente los derechos de libertad de tránsito de terceros, cerrar negocios, desestabilizar la situación económica del país, acusar de traidores de la patria a quienes no los apoyan y dejar a miles de niños sin clase mientras pretenden seguir cobrando y viviendo del erario público es de rufianes y bandidos, no de maestros.
Dejemos de llamar “maestros” a quienes no lo son, no victimicemos a victimarios ni defendamos lo indefendible. No nos confundamos ni permitamos que desvirtúen una de las vocaciones más valiosas en la historia de la humanidad; ser maestro debe ser un privilegio y un compromiso de vida, no una oportunidad para vivir a costa del dinero de los demás y en detrimento del destino y sueños de las nuevas generaciones.
Todos aquellos que hemos tenido la enorme oportunidad de estudiar recordamos con cariño a las personas que con paciencia y alegría nos enseñaron a leer, a escribir, a sumar y a restar; pero sobre todo a aquellas personas que nos enseñaron a creer que todo es posible con esfuerzo y dedicación, aquellas que nos demostraron que no hay sueños inalcanzables cuando se anteponen el trabajo y la voluntad. Esos son los verdaderos maestros, los que tanta falta hacen para poder construir un México próspero y en paz.

México necesita más maestros y menos rufianes posando como docentes

Dejemos de llamar “maestros” a quienes no lo son, no victimicemos a victimarios ni defendamos lo indefendible

(UCN) maestros
El problema que atraviesa nuestro sistema educativo en México es muy complejo y tiene muchas variables. (UCN)
Tristemente hoy en México hablar de maestros es hablar de conflictos, política, huelgas, manifestaciones, paros, violencia, sindicatos, luchas de poder y muchas cosas más que poco o nada tienen que ver con educación.
El problema que atraviesa nuestro sistema educativo es muy complejo y tiene muchas variables que han hecho que parezca un laberinto sin salida; cada posible solución termina por guiarnos a otro problema que no habíamos alcanzado a visualizar antes.
Todos los actores involucrados tenemos responsabilidad en el problema:


Wednesday, July 6, 2016

Mentira y engaño en Latinoamérica

Ángel Soto recuerda a sus 40 años un libro poco usual, Del buen salvaje al buen revolucionario y la vida de su autor venezolano, Carlos Rangel.

Ángel Soto es Profesor dela Facultad de Comunicación de la Universidad de los Andes (Chile).
Hace cuarenta años, en 1976, se publicó la primera edición de un libro distinto, poco usual —dice el editor— en el panorama ensayístico latinoamericano en el que se hace una descripción de los mitos y realidades de nuestros continente, que más bien parece seguir empantanado en las “venas abiertas”. Me refiero al trabajo del venezolano Carlos Rangel, cuyo título es Del buen salvaje al buen revolucionario (Caracas, 1976).



Su autor, nacido en 1929 fue periodista, diplomático y escritor. Un intelectual latinoamericano del siglo XX, es decir, un hombre que vivió el corto siglo XX y la lucha ideológica, educado en EE.UU. y Francia. A lo largo de su carrera escribió innumerables artículos y entre sus libros también destaca El tercermundismo (1982) y Marx y los socialismos reales y otros ensayos, escrito el mismo año de su muerte en 1988.
No pasa desapercibido que el texto que comentamos se inicia con una cita de Ortega y Gasset: “Todo el que en política y en historia se rija por lo que se dice, errará lamentablemente”. Frase que mantiene plena vigencia y que da cuenta de los mitos permanentes de nuestra discusión política. Desde seguir culpando a los españoles de nuestra pobreza hasta el abuso norteamericano, pasando por la redistribución de la riqueza y la educación gratuita para todos, etc. Discurso que —como bien se cita a Octavio Paz— nos recuerda que “la mentira se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente… Nos movemos en la mentira con naturalidad… De ahí que la lucha contra la mentira oficial y constitucional sea el primer paso de toda tentativa seria de reforma” (p. 9). El propio Paz —citado por Rangel— en El laberinto de la soledad dice que mentimos por placer y que ésta posee “una importancia decisiva” en la vida cotidiana del latinoamericano: en el amor, la amistad, la política (Gota a Gota: Madrid, 2007, p. 122).
¡Que gran verdad!. Latinoamérica es presa de esa otra consigna, menos ideológica, pero tan dañina que es: “miente, miente que algo queda”.
En la 11ª edición Del Buen salvaje al buen revolucionario, publicada en 1992, el intelectual Jean-Francois Revel escribe en el prólogo, que ha sido la propia Europa la que ayudó a construir ese mito del estado de naturaleza abusado a partir de sus propias necesidades de aventuras, sueños y exotismo, y que esas imágenes las hemos proyectado cristalizándolas en la idea de la Latinoamérica revolucionaria del siglo XX (Monte Ávila: Caracas, 1992, p. 12), nunca mejor representadas en el mítico barbudo cubano de comienzos de los 60 con Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara y que podemos proyectar hasta el mexicano Sub comandante Marcos en Chiapas, mientras que por otro lado podría hacerse extensiva al fundamentalismo ecológico. Siempre me he preguntado cuánto de convencimiento real hay en esto último y cuánto hay de impulso (y financiamiento) desde el mismo mundo desarrollado que no quiere ver amenazado su dominio del mercado.
Si Latinoamérica es occidente o no, es un tema que discutiremos en otra columna de estos Fragmentos, pero lo que sí es importante afirmar aquí —siguiendo a Revel— es que el subdesarrollo de la región es ante todo político más que económico (p.17). Ahí esta la cuestión fundamental del asunto. Yo me permitió agregar, cultural.
¿Quién creería que el desarrollo llegará al momento de alcanzar los U$25.000 per cápita? Sí, alguien aludirá a la desigualdad del ingreso, mientras unos ganan U$60.000 otros quizás ganan U$3.000, pero eso nos dejaría empantanados en la planilla excel que hemos criticado en otros lugares.
En octubre del 2007, se publicó en España una nueva edición de este libro, que incluyó un prólogo del colombiano Plinio Apuleyo Mendoza donde enfatizó que estamos dirigidos por la mentira, calificando a Rangel como un “aguafiestas, un provocador y desde luego para los marxistas de todo pelaje un reaccionario” (Gota a Gota: Madrid, 2007, pp. 14-16). Y como no, si el venezolano fue uno de esos hombres que se anticipan a su tiempo en ideas, son políticamente incorrectos, van de frente y dicen las cosas cara a cara —algo difícil de encontrar en nuestra región donde el apuñalamiento por la espalda es el deporte de cada día— pero inevitablemente, al final de los días, tienen razón —y como bien dice Apuleyo— lo consiguen “porque se apoyan en la realidad y no en los mitos”.
Uno de ellos: ¿Quién podría identificar un solo caso de progreso económico en la historia del mundo a causa del socialismo? ¿Quién podría señalar un caso de éxito que no sea fruto de haber optado por el camino de la libertad política y económica, es decir, de la democracia y el mercado?
Sin embargo seguimos creyéndole a los populistas y a los vendedores de milagros. A parlanchines que buscan refundar de manera permanente nuestros países dictando nuevas constituciones como si ese fuera el problema, cuando la verdadera razón del atraso esta en que “buscamos culpables distintos a nosotros mismos”, y en ese camino “hemos adobado mentiras redentoras” (Gota a Gota: Madrid, 2007, p. 21).
Que paradójico resulta que en 1976 fue escrito en una Venezuela radicalmente distinta a la actual, ¿es que quizás se observaron señales que no se quisieron ver?
Son muchos los temas que se abordan —e invito al lector a leer el libro completo, no se arrepentirá— pero no puedo dejar de mencionar el capítulo “Héroes y traidores”.
¿Qué nos paso en el origen de nuestros procesos de independencia? Escasas libertades, precariedad jurídico-institucional, caudillismo y —sobre todo— traición, envidia y mentira. El “tirar hacia abajo a quien le va bien”, idea que con distintas expresiones esta presente en todo el continente y sin embargo ¿no hay acaso mayor dolor que el causado por la traición? El puñal por la espalda en esos proyectos en los que nos ilusionamos en conjunto, ponemos el alma, pero que sin embargo la soberbia, el egoísmo, la envidia y el oportunismo del mediocre terminan por destruir. Eso, en parte, es la historia de Latinoamérica.
Hace diez años, cuando se cumplieron los 30 de la publicación del libro de Rangel, el escritor Carlos Alberto Montaner se preguntaba por qué los venezolanos, y especialmente su clase dirigente, que tuvo la oportunidad de leer este libro, cayó igualmente en el chavismo, la “quintaesencia del tercermundismo denunciado en este libro”. La respuesta fue, porque como suele suceder, se le percibió “como una argumentación ideológica sin conexión con la realidad”, aunque tal vez, por sobre todo, fue una “advertencia contra el aventurismo político de la izquierda colectivista” (p. 435), que un sector de la clase dirigente no quiso ver, obnubilados por la riqueza, por la confianza en que el futuro estaba asegurado y por sobre todo ninguneando las ideas, a la intelectualidad.
Hoy, diez años más tarde, y a 40 años de su publicación, debiera volver a servir, no sólo a los venezolanos, sino que a todos los latinoamericanos, a repensar que no podemos seguir siendo víctimas del engaño, la mentira y de la traición.

Mentira y engaño en Latinoamérica

Ángel Soto recuerda a sus 40 años un libro poco usual, Del buen salvaje al buen revolucionario y la vida de su autor venezolano, Carlos Rangel.

Ángel Soto es Profesor dela Facultad de Comunicación de la Universidad de los Andes (Chile).
Hace cuarenta años, en 1976, se publicó la primera edición de un libro distinto, poco usual —dice el editor— en el panorama ensayístico latinoamericano en el que se hace una descripción de los mitos y realidades de nuestros continente, que más bien parece seguir empantanado en las “venas abiertas”. Me refiero al trabajo del venezolano Carlos Rangel, cuyo título es Del buen salvaje al buen revolucionario (Caracas, 1976).


Un caso a favor de la Unión Europea

Juan Carlos Hidalgo cree que a pesar de sus múltiples defectos, el ideal liberal detrás del mercado común europeo merece ser defendido.

Juan Carlos Hidalgo es Analista de Políticas Públicas para América Latina del Cato Institute.
El sonido de los silbatos a las 7:30 a.m. marcó el inicio de la enorme ofensiva: 100.000 tropas británicas y francesas salieron de sus trincheras y avanzaron hacia las líneas enemigas. Tras varias semanas de inmisericorde artillería aliada, no esperaban encontrar mayor resistencia. Estaban equivocados: los alemanes los esperaban con sus ametralladoras MG 08. Más de 22.000 soldados perderían su vida en el primer día de la batalla del Somme, cuyo 100.° aniversario se conmemoró el viernes.



Se suponía que esa sería la “guerra que acabaría con todas las guerras”. Sin embargo, una generación después, Europa estaba otra vez en llamas. Acabada la II Guerra Mundial, un continente desangrado y con la amenaza de la ocupación soviética a sus puertas no podía darse el lujo de perder la paz de nuevo.
Fue así como nació la idea de crear una comunidad de naciones unidas por el libre intercambio. En palabras de Robert Schuman, ministro de relaciones exteriores francés, el objetivo era “hacer de la guerra algo no solo impensable, sino materialmente imposible”.
La idea no era nueva: ya en 1748 Montesquieu había observado que “el efecto natural del comercio es conducir a la paz. Dos naciones que comercian entre sí dependen recíprocamente la una de la otra”. Por lo tanto, el antídoto para evitar más conflagraciones en Europa era generar esa dependencia mutua. Con ese norte se funda en 1951 la Comunidad Europea del Carbón y Acero, precursora de la actual Unión Europea (UE), que vendría a consolidar las llamadas “cuatro libertades”: el libre movimiento de bienes, servicios, capital y personas.
El proyecto europeo enfrenta días aciagos. El Brexit le ha dado fuerza a los movimientos nacionalistas que sueñan con volver a erigir muros a lo largo del Viejo Continente. La desintegración de la UE es una seria posibilidad. Y aun cuando resulta difícil pensar que una Europa dividida vaya a revivir los horrores que la han marcado la mayor parte de su historia, el académico eslovaco Dalibor Rohac bien señala en su nuevo libro Towards An Imperfect Union que las recriminaciones que acompañarían la desaparición de la UE minarían la confianza que existe entre los países, lo cual aumentaría la probabilidad de conflictos futuros.
La UE tiene mucho criticable —su enorme burocracia, absurdas regulaciones y dispendiosos subsidios agrícolas—, pero la historia nos recuerda que, hoy más que nunca, el ideal liberal detrás del mercado común europeo merece ser defendido.

Un caso a favor de la Unión Europea

Juan Carlos Hidalgo cree que a pesar de sus múltiples defectos, el ideal liberal detrás del mercado común europeo merece ser defendido.

Juan Carlos Hidalgo es Analista de Políticas Públicas para América Latina del Cato Institute.
El sonido de los silbatos a las 7:30 a.m. marcó el inicio de la enorme ofensiva: 100.000 tropas británicas y francesas salieron de sus trincheras y avanzaron hacia las líneas enemigas. Tras varias semanas de inmisericorde artillería aliada, no esperaban encontrar mayor resistencia. Estaban equivocados: los alemanes los esperaban con sus ametralladoras MG 08. Más de 22.000 soldados perderían su vida en el primer día de la batalla del Somme, cuyo 100.° aniversario se conmemoró el viernes.


Los efectos económicos del 'Brexit'

Iván Alonso considera que no habiendo sido parte el Reino Unido del acuerdo Schengen ni de la moneda común, el 'Brexit' no tendría por qué tener consecuencias económicas negativas.

Iván Alonso obtuvo su PhD. en Economía de la Universidad de California en Los Ángeles y es miembro de la Mont Pelerin Society.
La libra esterlina bajó a un mínimo de 30 años; el euro también bajó; bajaron las bolsas del mundo; bajaron el cobre y el petróleo; los inversionistas se refugiaron en el dólar, el oro y el yen. Claramente, ha habido una sobrerreacción en los mercados financieros. Las consecuencias del ‘Brexit’ a largo plazo no tienen por qué ser tan dramáticas.
Los bancos de inversión han revisado sus proyecciones económicas y esperan, ahora, una recesión en el Reino Unido. Una recesión que comenzaría en la segunda mitad de este año y se extendería a todo el próximo. Dos son las razones en las que se apoyan para esta predicción. Una es la incertidumbre; la otra, un acceso posiblemente más limitado de las exportaciones británicas al Continente (como dicen por allá).



Sí, la incertidumbre puede retraer la inversión y el consumo y llevar a la economía a una recesión. Pero ¿cuál es la incertidumbre? Las islas británicas nunca han sido parte de las dos instituciones principales de la Unión Europea: el acuerdo Schengen y la moneda común, el euro. Y, sin embargo, Londres no ha dejado de ser el centro financiero que siempre fue. Un buen número de británicos parecería pensar que, al contrario, hay más incertidumbre, más dificultad para hacer negocios, quedándose dentro de la Unión Europea, con sus excesivas regulaciones burocráticas. Esa es una de las raíces del “euroescepticismo” que empujó al primer ministro David Cameron a convocar el referéndum, pensando que otro iba a ser el resultado.
Sí, también, el acceso al mercado europeo es importante: representa casi la mitad del comercio internacional británico. Pero Europa tiene más que perder imponiendo restricciones comerciales a su ex miembro. La balanza comercial del Reino Unido con el resto de la Unión Europea es deficitaria. Poner trabas al ingreso de bienes y servicios provenientes de las islas pondría en riesgo 250.000 millones de euros de exportaciones europeas.
Tampoco cabe esperar ningún cambio importante en las relaciones comerciales con el resto del mundo. Inglaterra no ha sido históricamente un país proteccionista. No se va a cerrar ahora. A pesar del ‘brexit’, seguirá siendo una de las naciones más ricas del mundo, con mayor poder adquisitivo, y seguirá demandando igual cantidad de productos de otros países. Ya no se registrarán como exportaciones a la Unión Europea, sino al Reino Unido; pero eso no hace diferencia más allá de la estadística.
¿Qué justifica, entonces, una caída de la libra esterlina como la que hemos visto en los días posteriores al referéndum? El valor de una moneda depende fundamentalmente de la balanza de pagos, es decir, de los movimientos de capitales hacia adentro y hacia afuera del país o territorio donde se asienta. Si los flujos comerciales no se verán, según creemos, alterados, tendría que producirse una retracción de los flujos de inversión extranjera hacia el Reino Unido para que la libra sufra una pérdida permanente de valor. Pero la mayor parte de esa inversión no proviene de la Unión Europea, sino más bien de los inversionistas rusos y asiáticos que compran propiedades en Mayfair y en Belgravia, equipos de fútbol como el Chelsea y el Manchester City o empresas como British Steel y Jaguar.
El ‘Brexit’ es, sobre todo, una derrota para un ideal político. Pero sus consecuencias económicas no son necesariamente negativas.

Los efectos económicos del 'Brexit'

Iván Alonso considera que no habiendo sido parte el Reino Unido del acuerdo Schengen ni de la moneda común, el 'Brexit' no tendría por qué tener consecuencias económicas negativas.

Iván Alonso obtuvo su PhD. en Economía de la Universidad de California en Los Ángeles y es miembro de la Mont Pelerin Society.
La libra esterlina bajó a un mínimo de 30 años; el euro también bajó; bajaron las bolsas del mundo; bajaron el cobre y el petróleo; los inversionistas se refugiaron en el dólar, el oro y el yen. Claramente, ha habido una sobrerreacción en los mercados financieros. Las consecuencias del ‘Brexit’ a largo plazo no tienen por qué ser tan dramáticas.
Los bancos de inversión han revisado sus proyecciones económicas y esperan, ahora, una recesión en el Reino Unido. Una recesión que comenzaría en la segunda mitad de este año y se extendería a todo el próximo. Dos son las razones en las que se apoyan para esta predicción. Una es la incertidumbre; la otra, un acceso posiblemente más limitado de las exportaciones británicas al Continente (como dicen por allá).