Iván Alonso considera que no habiendo sido parte el Reino Unido del acuerdo Schengen ni de la moneda común, el 'Brexit' no tendría por qué tener consecuencias económicas negativas.
Los bancos de inversión han revisado sus proyecciones económicas y esperan, ahora, una recesión en el Reino Unido. Una recesión que comenzaría en la segunda mitad de este año y se extendería a todo el próximo. Dos son las razones en las que se apoyan para esta predicción. Una es la incertidumbre; la otra, un acceso posiblemente más limitado de las exportaciones británicas al Continente (como dicen por allá).
Sí, la incertidumbre puede retraer la inversión y el consumo y llevar a la economía a una recesión. Pero ¿cuál es la incertidumbre? Las islas británicas nunca han sido parte de las dos instituciones principales de la Unión Europea: el acuerdo Schengen y la moneda común, el euro. Y, sin embargo, Londres no ha dejado de ser el centro financiero que siempre fue. Un buen número de británicos parecería pensar que, al contrario, hay más incertidumbre, más dificultad para hacer negocios, quedándose dentro de la Unión Europea, con sus excesivas regulaciones burocráticas. Esa es una de las raíces del “euroescepticismo” que empujó al primer ministro David Cameron a convocar el referéndum, pensando que otro iba a ser el resultado.
Sí, también, el acceso al mercado europeo es importante: representa casi la mitad del comercio internacional británico. Pero Europa tiene más que perder imponiendo restricciones comerciales a su ex miembro. La balanza comercial del Reino Unido con el resto de la Unión Europea es deficitaria. Poner trabas al ingreso de bienes y servicios provenientes de las islas pondría en riesgo 250.000 millones de euros de exportaciones europeas.
Tampoco cabe esperar ningún cambio importante en las relaciones comerciales con el resto del mundo. Inglaterra no ha sido históricamente un país proteccionista. No se va a cerrar ahora. A pesar del ‘brexit’, seguirá siendo una de las naciones más ricas del mundo, con mayor poder adquisitivo, y seguirá demandando igual cantidad de productos de otros países. Ya no se registrarán como exportaciones a la Unión Europea, sino al Reino Unido; pero eso no hace diferencia más allá de la estadística.
¿Qué justifica, entonces, una caída de la libra esterlina como la que hemos visto en los días posteriores al referéndum? El valor de una moneda depende fundamentalmente de la balanza de pagos, es decir, de los movimientos de capitales hacia adentro y hacia afuera del país o territorio donde se asienta. Si los flujos comerciales no se verán, según creemos, alterados, tendría que producirse una retracción de los flujos de inversión extranjera hacia el Reino Unido para que la libra sufra una pérdida permanente de valor. Pero la mayor parte de esa inversión no proviene de la Unión Europea, sino más bien de los inversionistas rusos y asiáticos que compran propiedades en Mayfair y en Belgravia, equipos de fútbol como el Chelsea y el Manchester City o empresas como British Steel y Jaguar.
El ‘Brexit’ es, sobre todo, una derrota para un ideal político. Pero sus consecuencias económicas no son necesariamente negativas.
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