Si uno quiere ser rico, ¿qué debe hacer? Creo que la mejor apuesta sería crear o participar en una empresa emergente
[1]. Esa ha sido una manera fiable de hacerse rico a lo largo de cientos de años. El término “empresa emergente” data de los años 1960, pero lo que ocurre en ellas es muy similar a los viajes a la aventura de los comerciantes durante la Edad Media.
Las empresas emergentes normalmente tienen componentes tecnológicos, por lo que el término “empresa emergente de alta tecnología” es prácticamente redundante. Una empresa emergente es una compañía pequeña que se ocupa de problemas técnicos serios.
Mucha gente se hace rica sin saber nada más que eso. No hay que saber de física para ser un buen jugador de béisbol. Pero creo que entender los problemas subyacentes puede ayudar. ¿Por qué tienen que ser pequeñas las empresas emergentes? ¿Una empresa emergente tiene inevitablemente que dejar de serlo cuando crece? ¿Y por es tan común que se dediquen a desarrollar nuevas tecnologías? ¿Por qué hay tantas empresas emergentes que se dedican a vender nuevos fármacos o software y ninguna a vender aceite de maíz o detergente?
La propuesta
Económicamente, se puede pensar en una empresa emergente como una forma de comprimir toda una vida de trabajo en unos pocos años. En lugar de trabajar a baja intensidad durante cuarenta años, se trabaja tan duramente como sea posible durante cuatro. Esto es especialmente rentable en tecnología, donde se puede obtener un extra por trabajar rápido.
Este sería un esquema rápido de la propuesta económica. Un buen hacker de unos veintitantos años puede conseguir un empleo en el que gane unos 80.000$ al año. Así que de media ese hacker debe de ser capaz de rendir al menos el equivalente a 80.000$ al año para que la compañía ni gane ni pierda. Probablemente se pueda trabajar durante el doble de horas de lo que lo hace un empleado de empresa y con dedicación probablemente se pueda triplicar lo que se hace en una hora
[2]. Podríamos también multiplicar por dos, por lo menos, eliminando la rémora del gerente de pelo puntiagudo
[3] que sería su jefe en una compañía grande. A continuación hay otro multiplicador: ¿hasta qué punto uno tiene mayor capacidad de lo que la descripción de su trabajo indica? Supongamos otro multiplicador por tres. Combinando todos estos multiplicadores, afirmo que esa persona puede ser 36 veces más productiva de lo que cabría esperar en un trabajo de empresa cualquiera
[4]. Si un hacker medianamente bueno merece 80.000$ al año en una gran compañía, entonces un buen hacker trabajando muy duro sin ninguna porquería corporativa que le frene debería ser capaz de realizar un trabajo que rinda unos 3.000.000$ al año.
Como todas las cuentas de la vieja, ésta es muy a bulto. No voy a intentar discutir los números reales. Pero me atengo a la estructura del cálculo. No afirmo que el multiplicador sea exactamente de 36, por sin duda es mayor que 10 y probablemente raras veces sea mayor de 100.
Si tres millones anuales parecen mucho, recordemos que estamos hablando del caso límite: el caso en que no sólo no dejamos nada de tiempo libre y que se trabaja tan duro que se pone en peligro la salud.
Las empresas emergentes no son mágicas. No cambian las leyes de creación de la riqueza. Sólo representan un punto en el extremo final de la curva. Aquí opera una ley de la conservación: si queremos ganar un millón de dólares, tenemos que soportar el valor de un millón de dólares en dolor. Por ejemplo, una forma de ganar un millón de dólares sería trabajar en Correos toda la vida y ahorrar cada penique del salario. Imaginemos la tensión de trabajar para Correos durante cincuenta años. En una empresa emergente comprimiríamos toda esta tensión en tres o cuatro años. Podríamos tener cierto descuento si compráramos el dolor en tamaño económico, pero no podemos eludir la ley básica de la conservación. Si crear una empresa emergente fuera fácil, todo el mundo lo haría.
Millones, no miles de millones
Si tres millones de dólares al año parecen mucho a alguna gente, a otros puede parecerles poco. ¿Tres
millones? ¿Cómo podría ser un milmillonario, como Bill Gates?
De momento, dejemos a Bill Gates a un lado. No es una buena idea tomar a los ricos como ejemplo, porque la prensa sólo se ocupa de los más ricos y éstos suelen ser valores atípicos. Bill Gates es un hombre inteligente, decidido y muy trabajador, pero se necesita más que eso para ganar tanto dinero como él. Se necesita tener mucha suerte.
El éxito de cualquier compañía tiene un gran componente de azar. Así que los tipos de los que acabamos sabiendo en los papeles son los muy inteligentes, completamente entregados
y a quienes les toca la lotería. Sin duda Bill es inteligente y entregado, pero también ocurrió que Microsoft resultó ser el beneficiario de uno de una de las más espectaculares meteduras de pata en la historia de los negocios: el acuerdo de licencia de DOS. Sin duda, Bill hizo todo lo posible por conseguir que IBM metiera la pata e hizo muy bien al explotarlo, pero si hubiera habido una persona con seso en IBM, el futuro de Microsoft hubiera sido muy diferente. En ese momento Microsoft hubiera tenido poco que hacer frente a IBM. Era simplemente un suministrador de componentes. Si IBM hubiera adquirido una licencia exclusiva, como hubieran debido hacer, Microsoft hubiera seguido firmando el acuerdo. Aún así, hubiera significado un montón de dinero y además IBM podía haber obtenido un sistema operativo en cualquier otro sitio.
Por el contrario, IBM acabó utilizando todo su poder de mercado para dar a Microsoft control sobre el estándar PC. A partir de ese momento, Microsoft sólo tuvo que cumplir. Nunca tuvo que jugársela a una decisión importante. Todo lo que tuvo que hacer fue actuar sensatamente con las licencias y copiar con rapidez más productos innovadores.
Si IBM no hubiera cometido este error, Microsoft hubiera seguido siendo una compañía de éxito, pero no hubiera podido crecer tanto tan rápido. Bill Gates sería rico, pero se encontraría en el algún lugar al final de la lista del Forbes 400 con otras personas de su edad.
Hay un montón de maneras de hacerse rico y este ensayo sólo se ocupa de una de ellas. Este ensayo se ocupa de cómo hacer dinero creando riqueza y obteniendo retribución por ello. Hay muchas otras formas de obtener dinero, incluyendo la suerte, la especulación, el matrimonio, la herencia, el robo, la extorsión, el fraude, el monopolio, la corrupción, la extorsión, la falsificación y la exploración. Muchas de las mayores fortunas probablemente se hayan fundado en varias de ellas.
La ventaja de crear riqueza como forma de hacerse rico no es sólo que resulta más legítima (muchos de los otros métodos son actualmente ilegales), sino que es más
honrada. Sólo hay que hacer algo que quiera la gente.
El dinero no es riqueza
Si queremos crear riqueza, no resultará útil entender qué es. La riqueza no es lo mismo que el dinero
[5]. La riqueza es tan antigua como el hombre. De hecho, bastante más antigua: las hormigas tienen riqueza. El dinero es una invención relativamente reciente.
La riqueza es lo fundamental. La riqueza son las cosas que queremos: comida, ropa, casas, coches, artilugios, viajes a lugares interesantes y cosas así. Podemos tener riqueza sin tener dinero. Si tuviéramos una máquina mágica a la que se le pudiera pedir que nos fabricara un coche o cocinar la comida o hacer la colada o cualquier otra cosa que queramos, no necesitaríamos dinero. Si estuviéramos en mitad de la Antártida, donde no hay nada que comprar, no importaría cuánto dinero tuviésemos.
La riqueza es lo que queremos, no el dinero. Pero si la riqueza es lo importante ¿por qué todo el mundo habla acerca de hacer dinero? Es una especie de atajo: el dinero es una forma de trasladar riqueza y en la práctica son normalmente términos intercambiables. Pero no son la misma cosa y salvo que planeemos hacernos ricos mediante la falsificación, hablar de
hacer dinero puede dificultar entender cómo hacer dinero.
El dinero es un efecto colateral de la especialización. En una sociedad especializada, no podemos fabricar nosotros mismos la mayoría de las cosas que necesitamos. Si queremos una patata o un lápiz o un lugar para vivir, debemos obtenerlos de otros.
¿Cómo conseguiremos que la persona que cultiva patatas nos dé algunas? Dándole algo que quiera a cambio. Pero no iríamos muy lejos cambiando cosas directamente con la gente que las necesita. Si fabricamos violines y ningún granjero local quiere uno, ¿cómo comeremos?
La solución que encuentran las sociedades a medida que se van especializando es hacer el intercambio en un proceso de dos pasos. En lugar de intercambiar directamente violines por patatas, intercambiamos violines por, digamos, plata, que podemos a continuación volver a intercambiar por cualquier otra cosa que queramos. El producto intermedio (el
medio de intercambio) puede ser cualquier cosa que sea poco común y transportable. Históricamente los metales han sido los más comunes, pero recientemente hemos venido utilizando un medio de intercambio llamado
dólar, que no existe físicamente. Sin embargo, funciona como medio de intercambio, porque su rareza viene garantizada por el Gobierno de Estados Unidos.
La ventaja de un medio de intercambio es que hace que funcione el comercio. El inconveniente es que tiende a obscurecer lo que el mismo comercio significa. La gente piensa que lo que hace un negocio es hacer dinero. Pero el dinero es precisamente el paso intermedio (un atajo) para lo que quiere la gente. Lo que hacen en realidad la mayoría de negocios es crear riqueza. Hacen algo que la gente quiere
[6].
La falacia de la tarta
Un sorprendente número de gente mantiene de su infancia la idea de que hay una cantidad fija de riqueza en el mundo. En cualquier familia normal, hay una cantidad fija de
dinero en un momento dado. Pero no es lo mismo.
Cuando se habla de la riqueza en este contexto, a menudo se la describe como una tarta. “No podemos hacer más grande la tarta”, dicen los políticos. Cuando hablamos acerca de la cantidad de dinero en la cuenta bancaria de una familia o de la cantidad disponible de ingresos fiscales de un gobierno, es cierto. Si una persona obtiene más, otra tiene que obtener menos.
Recuerdo creer, cuando era niño, que si unos pocos ricos tenían todo el dinero, les quedaba poco a todos los demás. Mucha gente parece seguir creyendo algo así aunque ya sean bastante maduros. La falacia normalmente aparece en el trasfondo cuando oímos a alguien decir algo acerca de que un x por ciento de la población tiene un y por ciento de la riqueza. Si planeamos iniciar una empresa emergente, aunque no nos demos cuenta, estamos planeando refutar la falacia de la tarta.
Lo que hace que la gente vaya por mal camino es la abstracción del dinero. El dinero no es riqueza. Sólo es algo que utilizamos para trasladar riqueza. Así que aunque pueda haber en ciertos momentos concretos (como en nuestra familia, este mes) una cantidad fija de dinero disponible para intercambios de cosas que queremos con otra gente, no hay una cantidad fija de riqueza en el mundo.
Podemos crear más riqueza. La riqueza se ha venido creando y destruyendo (en conjunto, creando) durante toda la historia de la humanidad.
Supongamos que tenemos un coche abollado. En lugar de sentarnos en el sofá el próximo verano, podemos emplear el tiempo en reparar nuestro coche volviéndolo a su estado original. Al hacerlo creamos riqueza. El mundo (y nosotros en concreto) es un coche reparado más rico. Y no sólo de una forma metafórica. Si vendemos nuestro coche, obtendremos más por él.
Al reparar nuestro viejo coche nos hemos hecho más ricos. No hemos hecho a nadie más pobre. Así que es evidente que no hay una tarta fija. Y de hecho, si lo vemos de esta forma, nos asombramos de que alguien piense que lo es
[7] Los niños saben, sin saber que saben, que pueden crear riqueza. Si tenemos que dar un regalo a alguien y no tenemos dinero, lo fabricamos. Pero los niños son tan poco hábiles al hacer cosas que consideran que los regalos hechos manualmente son cosas claramente inferiores a los comprados en las tiendas (una sencilla expresión del pensamiento general). De hecho, los deformes ceniceros que hicimos para nuestros padres no valen mucho en el mercado de segunda mano.
Artesanos
La gente que más probablemente pueda entender que la riqueza puede crearse son los que son buenos fabricando cosas: los artesanos. Sus objetos artesanales se compran en las tiendas. Pero con el crecimiento de la industrialización cada vez hay menos artesanos. Uno de los principales grupos que quedan es el de los programadores informáticos.
Un programador puede sentarse delante de un ordenador y
crear riqueza. Un buen programa es, en sí, algo valioso. No hay fabricación que nos confunda. Esos caracteres tecleados son un producto completo y acabado. Si alguien se sienta y desarrolla o navegador web que no sea una patata (una estupenda idea, por cierto), el mundo sería más rico en esa proporción
[8].
En una compañía todos trabajan conjuntamente para crear riqueza, en el sentido de hacer más cosas que quiera la gente. Muchos de los empleados (como los encargados del correo o el departamento de personal) trabajan en algo alejado de la verdadera fabricación de productos. Los programadores no. Estos literalmente piensan el producto, una línea cada vez. Así que les es más evidente a los programadores que la riqueza es algo que se crea, en lugar de algo que algún Padre imaginario distribuye como las porciones de una tarta.
También resulta evidente para los programadores que hay enormes variaciones en el ritmo al que se crea la riqueza. En Viaweb tuvimos un programador que era una especie de monstruo en productividad. Recuerdo ver lo que había hecho en un día y estimar que había aportado varios cientos de miles de dólares al valor de mercado de la compañía. Un gran programador puede crear de una tacada el equivalente a millones de dólares de riqueza en pocas semanas. Un programador mediocre puede generar en el mismo periodo una riqueza de cero o negativa (por ejemplo, incluyendo errores).
Es por eso que muchos de los mejores programadores son liberales. En nuestro mundo, nadas o te hundes y no valen las excusas. Cuando los que se encuentran lejos de la creación de riqueza (universitarios, periodistas, políticos) oyen que el 5% más rico tiene la mitad de la riqueza total, tienden a pensar
¡injusticia! Un programador experto es más probable que piense
¿sólo? Probablemente el 5% de los programadores escriba el 99% del software de calidad.
La riqueza puede crearse sin necesidad de que se venda. Los científicos, al menos hasta hace poco, reglaban en la práctica la riqueza que creaban. Todos somos más ricos al saber de la penicilina, porque es mucho menos probable que muramos por infecciones. La riqueza es todo lo que quiera la gente y sin duda la gente quiere no morir. A menudo los hackers regalan su trabajo al escribir código abierto que cualquiera puede emplear libremente. Soy mucho más rico por el sistema operativo FreeBSD que estoy ejecutando en el ordenador que estoy usando y también Yahoo!, que los emplea en todos sus servidores.
Qué es un empleo
En los países industrializados, la gente se integra en una institución u otra al menos hasta los veintitantos años. Después de todos esos años, nos acostumbramos a la idea de pertenecer a un grupo de gente que se levanta por las mañanas, va al mismo conjunto de edificios y hace cosas que normalmente no les divierten. Pertenecer a esos grupos se convierte en parte de nuestra identidad: nombre, edad, puesto, institución. Si tenemos que presentarnos o alguien nos describe, se haría algo así como: John Smith, 10 años, estudiante en la escuela tal y tal o John Smith, 20 años, estudiante en la universidad tal y tal.
Cuando John Smith acaba los estudios se supone que debe conseguir un empleo. Y conseguir un empleo parece querer decir integrarse en otra institución. Aparentemente es casi como la universidad. Escogemos las compañías en las que queremos trabajar y solicitamos unirnos a ellas. Si le gustamos a alguna, nos convertimos en miembros de este nuevo grupo. Nos ventamos por la mañana y vamos a un nuevo conjunto de edificios y hacemos cosas que normalmente no nos divierten. Hay unas pocas diferencias: la vida no es tan divertida y nos pagan en lugar pagarles nosotros como hacíamos en la universidad. Pero los parecidos parecen mayores que las diferencias. John Smith es ahora John Smith, 22, programador de software en la empresa tal y tal.
De hecho, la vida de John Smith ha cambiado más de lo que él cree. Socialmente, una empresa se parece mucho a la universidad, pero cuanto más profundizamos en la realidad subyacente, más diferente se muestra.
Lo que una compañía tiene que hacer y hace si quiere continuar existiendo, es ganar dinero. Y la forma en la que la mayoría de las compañías hacen dinero es creando riqueza. Las compañías pueden estar tan especializadas que esta similitud queda oculta, pues no sólo las compañías manufactureras crean riqueza. Un componente importante de la riqueza es la ubicación. ¿Recordamos aquella máquina mágica que podía fabricarnos un coche y hacernos la comida y todo lo demás? No sería tan útil si enviara la comida a un lugar cualquiera del Asia Central. Si la riqueza significa lo que quiere la gente, las empresas que transportan cosas también crean riqueza. Lo mismo vale para muchas otras clases de empresas que no fabrican nada físico. Prácticamente todas las empresas existen para hacer algo que la gente quiere.
Y eso es también lo que nosotros hacemos cuando vamos a trabajar a una empresa. Pero aquí hay otra capa que tapa la realidad subyacente. En una empresa, el trabajo que hacemos se diluye con el de otra mucha gente. Puede que ni siquiera nos demos cuenta de que estamos haciendo algo que quiere la gente. Nuestra contribución puede ser indirecta. Pero la empresa en su conjunto debe estar ofreciendo a la gente algo que quieran o no haría dinero. Y si nos están pagando x dólares al año, debemos estar contribuyendo de media en trabajo equivalente al menos a x dólares al año o la empresa estaría gastando más de lo que gana y quebraría.
Algunos de los que se gradúan en la universidad piensan y dicen que necesitan un empleo, como si lo importante fuera ser miembro de una institución. Una forma más directa de decirlo sería: tenemos que empezar a hacer algo que la gente quiera. No necesitamos incorporarnos a una empresa para hacerlo. Una empresa no es más que un grupo de gente trabajando junta para hacer algo que quiere cierta gente. Está hacer algo que la gente quiere lo que importa, no incorporarse al grupo
[9].
Para la mayor parte de la gente, su mejor plan es entrar a trabajar para una empresa ya existente. Pero está bien comprender qué ocurre cuando lo hacemos. Un empleo significa hacer algo que la gente quiere en conjunto con todos los demás miembros de esa compañía.
Trabajar más duro
Ese conjunto se convierte en un problema. Pienso que el principal problema que afecta a las grandes empresas es la dificultad de asignar un valor al trabajo de cada persona. En la mayoría de los casos tiran adelante. En una gran empresa nos pagan un salario bastante previsible por trabajar razonablemente duro. No se espera que seamos evidentemente incompetentes o vagos, pero tampoco que dediquemos toda nuestra vida al trabajo.
Sin embargo, resulta que hay economías de escala en qué parte de nuestra vida dediquemos a nuestro trabajo. En el tipo de negocio correcto, alguien que tenga verdadera dedicación para trabajar podría generar diez o incluso cien veces la riqueza de un empleado medio. Por ejemplo, un programador, en lugar de mantener y actualizar a trompicones un componente de software, podría escribirlo de nuevo y con él crear una nueva fuente de ganancias.
Las empresas no están preparadas para premiar a la gente que haga esto. No podemos acudir a nuestro jefe y decirle: me gustaría empezar a trabajar diez veces más duro, así que ¿puede por favor, pagarme diez veces más? Por una razón: la versión oficial es que ya estamos trabajando tan duro como podemos. Pero un problema más serio es que la empresa no tiene forma de medir el valor de nuestro trabajo.
Los comerciales son una excepción. Es fácil medir qué beneficio generan y normalmente se les paga un porcentaje de éste. Si un comercial quiere trabajar más duro, simplemente puede empezar a hacerlo y automáticamente se le pagará proporcionalmente más.
Hay otro empleo aparte de ventas donde las grandes empresas pueden contratar gente de primera: en los trabajos de alta dirección. Y por la misma razón: su rendimiento puede medirse. Los altos directivos se consideran responsables del rendimiento de toda la empresa. A causa de que el rendimiento de un empleado ordinario normalmente no puede medirse, no se espera que haga más que poner un empeño consistente. Sin embargo los altos directivos, como los comerciales tienen que enfrentarse con la realidad de los números. El Director General de una empresa que no marcha no puede alegar que ha puesto un empeño consistente. Si la empresa va mal, es que lo ha hecho mal.
Una empresa que pudiera pagar a todos sus empleados así de directamente tendría un enorme éxito. Muchos empleados trabajarían más duro si se les pagara por ello. Y aún más importante: ese tipo de compañía atraería a gente que quiera trabajar especialmente duro. Podría aplastar a sus competidores.
Desgraciadamente, las empresas no pueden pagar a todos igual que a los comerciales. Los comerciales trabajan solos. El trabajo de la mayoría de los empleados se entremezcla. Supongamos que una empresa fabrica algún tipo de aparato de consumo. Los ingenieros construyen un aparato fiable con todo tipo de nuevas características, los diseñadores idean un bonito diseño y después la gente de marketing convence a todos de que es algo que tienen que tener. ¿Cómo sabríamos en qué medida las ventas de ese aparato se deban al esfuerzo de cada grupo? O dicho eso ¿qué parte se debe a los creadores de anteriores aparatos que dieron a la empresa una reputación de calidad? No hay manera de separar todas sus contribuciones. Incluso aunque pudiéramos leer las mentes de los consumidores, encontraríamos que todos esos factores se difuminan entre sí.
Si queremos ir más aprisa, es un problema que nuestros trabajos se mezclen con los de un número grande de personas. En un grupo grande, nuestro rendimiento no puede medirse separadamente… y el resto del grupo nos ralentiza.
Medición y proyección
Para hacernos ricos necesitamos ponernos en situación respecto de dos cosas: medición y proyección. Necesitamos estar en una posición donde nuestro rendimiento pueda medirse o no habrá manera de que nos paguen más por hacer más cosas. Y tenemos que tener proyección, en el sentido de que las decisiones que tomemos tengan un efecto importante.
La medición por sí sola no es suficiente. Un ejemplo de empleo con medición pero sin proyección es el trabajo a destajo en una fábrica. Nuestro rendimiento se mide y se nos paga de acuerdo con él, pero no tenemos capacidad de decisión. La única decisión que podemos tomar es lo aprisa que trabajemos y eso probablemente sólo incrementaría nuestros ingresos en un factor de dos o tres.
Un ejemplo de empleo con medición y proyección sería el de protagonista de una película. Nuestro rendimiento puede medirse mediante las ganancias de la película. Y tenemos proyección en el sentido de que nuestra actuación puede contribuir a las ganancias o arruinarlas.
También los directores generales tienen tanto medición como proyección. Se les mide, en el sentido de que el rendimiento de la empresa es su rendimiento. Y tienen proyección en que sus decisiones hacen que la empresa se mueva en una u otra dirección.
Creo que todo el que se hace rico por sus propios medios se encontrará en una situación con medición y proyección. Todos los que puedo pensar lo están: directores generales, estrellas de cine, gestores de fondos de inversión, deportistas profesionales. Una buena pista para detectar la presencia de proyección es la posibilidad de fallar. Lo bueno debe equilibrarse con lo malo, así que si hay un gran potencial de ganancias debe haber también una terrible posibilidad de pérdidas. Directores, estrellas, gestores de fondos y deportistas, todos ellos viven con la espada pendiendo sobre sus cabezas; en el momento en que empiezan a fallar, están acabados. Si tenemos un trabajo que parece seguro, no nos vamos a hacer ricos, porque si no hay peligro es casi seguro que no habrá proyección.
Pero no tenemos que llegar a ser directores generales o estrellas de cine para estar en una situación con medición y proyección. Todo lo que necesitamos es formar parte de un grupo pequeño que trabaje en un problema complicado.
Pequeñez = Medición
Si no podemos medir el valor del trabajo hecho por cada empleado individualmente, sí podemos acercarnos. Podemos medir el valor del trabajo hecho por grupos pequeños.
Un nivel al que podemos medir adecuadamente el beneficio generado por los empleados es el la empresa completa. Por tanto, cuando la empresa es pequeña, estaríamos bastante cerca de medir las contribuciones de empleados individualmente. Una empresa emergente viable podría tener sólo diez empleados, lo que nos da un factor de diez al medir el esfuerzo individual.
Empezar o integrarse en una empresa emergente es por tanto lo más cerca que la mayor parte de la gente puede estar de decir a su jefe: quiero trabajar diez veces más duro, así que págueme, por favor, diez veces más. Hay dos diferencias: no lo decimos a nuestro jefe, sino directamente a nuestros clientes (con los cuales, después de todo, nuestro jefe es sólo un intermediario) y no lo estamos haciendo individualmente, sino dentro de un grupo pequeño de otra gente con ambiciones.
Normalmente, será un grupo. Excepto en unos pocos tipos de trabajos especiales, como los actores y escritores, no podemos ser una empresa unipersonal. Y la gente que trabaja con nosotros, mejor que sea buena, porque es con su trabajo con el que se asimilará el nuestro.
Una gran empresa es como una galera gigante con mil remeros. Hay dos cosas que hacen que su velocidad sea baja. Una es que los remeros individualmente no ven resultado alguno en trabajar más duro. El otro es que, en un grupo de mil personas, el remero medio tiende a ser realmente mediocre.
Si tomamos de la galera diez personas al azar y los ponemos en un bote, probablemente podrían ir más rápido. Tendrían palos y zanahorias que les motivarían. Un remero enérgico se vería espoleado por la idea de que su actividad tendría un efecto visible en la velocidad del bote. Y si alguno vaguea, el resto es más probable que lo advierta y se queje.
Pero la ventaja real del bote de diez hombres se aprecia cuando tomamos los diez
mejores remeros de la gran galera y los ponemos juntos en un bote. Todos ellos tendrían la motivación extra de estar en un grupo pequeño. Pero es aún más importante que al seleccionar ese pequeño grupo podemos obtener los mejores remeros. Cada uno estaría el 1% de los mejores. Es mucho mejor negocio para ellos integrar su trabajo junto con un pequeño grupo de iguales que integrarlo con todos.
Eso es lo que de verdad vale para las empresas emergentes. Idealmente, estamos juntándonos con un grupo de personas que también quieren trabajar mucho más duro y ganar mucho más dinero que en una gran empresa. Y puesto que las empresas emergentes suelen fundarse por grupos autoseleccionados de personas ambiciosas que ya se conocen entre sí (por lo menos por referencias), el nivel de medición es más preciso que el que obtendríamos por la simple pequeñez. Una empresa emergente no es sólo diez personas, sino diez personas como nosotros.
Steve Jobs dijo una vez que el éxito o fracaso de una empresa emergente depende de sus diez primeros empleados. Estoy de acuerdo. Si cabe, más bien los cinco primeros. El ser pequeño no es, por sí mismo lo que hace que las empresas emergentes vayan adelante, sino más bien que los grupos pequeños pueden seleccionarse. No querríamos algo pequeño en el sentido de una aldea, sino pequeño en el sentido de un equipo de estrellas.
Cuanto más grande sea un grupo, más cerca estará la media de sus miembros de la media de la población total. Así que, si todo lo demás es igual, una persona muy capaz en una gran empresa está probablemente haciendo un mal negocio, ya que su rendimiento se minimiza por el peor rendimiento general del resto. Por supuesto, a menudo todo lo demás no es igual: la persona capaz puede no preocuparse por el dinero o puede preferir la estabilidad de una gran empresa. Pero una persona muy capaz a la que le preocupa el dinero normalmente haría bien en irse y trabajar con un pequeño grupo de iguales.
Tecnología = proyección
Las empresas emergentes ofrecen a todos una forma de estar en una situación de medición y proyección. Permiten la medición porque son pequeñas y ofrecen proyección porque hacen dinero inventando nueva tecnología.
¿Qué es tecnología? Es
técnica. Es la forma en que todos hacemos las cosas. Cuando descubrimos una nueva forma de hacer las cosas, su valor se multiplica por todas las personas que la usan. Es la caña de pescar en lugar del pez, como dice la frase hecha. Ésa es la diferencia entre una empresa emergente y un restaurante o una peluquería. Freímos huevos o cortamos el pelo a un cliente cada vez. Pero si resolvemos un problema técnico que preocupa a mucha gente, ayudamos a todos los que utilicen nuestra solución. Eso es proyección.
Si nos fijamos en la historia, parece que la mayoría de la gente que se hace rica lo consigue desarrollando nueva tecnología. Simplemente no podemos freír huevos o cortar el pelo más rápidamente. Lo que hizo ricos a los florentinos en el 1200 fue el descubrimiento de nuevas técnicas para fabricar el producto de más alta tecnología de la época, el paño tejido de calidad. Lo que hizo ricos a los holandeses en 1600 fue el descubrimiento de técnicas de construcción naval y navegación que les permitieron dominar los mares del Lejano Oriente.
Por suerte, hay una relación natural entre pequeñez y resolución de problemas complicados. La vanguardia de la tecnología se mueve a toda velocidad. La tecnología que resulta válida hoy día puede no tener valor en unos años. Las pequeñas empresas están más a gusto en este mundo, porque no tienen capas burocráticas que les ralenticen. Asimismo, los avances técnicos suelen proceder de aproximaciones heterodoxas y las empresas pequeñas se ven menos limitadas por las convenciones.
Las grandes empresas pueden desarrollar tecnología. Pero no puede hacerlo con rapidez. Su tamaño las hace lentas e impide que premien a los empleados por los esfuerzos extraordinarios que se necesiten. Así que, en la práctica, las grandes compañías sólo llegan a desarrollar tecnología en campos donde los requisitos de grandes capitales impiden a las empresas emergentes competir con ellas, como microprocesadores, centrales eléctricas o aerolíneas. E incluso en estos campos dependen en buena medida de empresas emergentes para componentes e ideas.
Es obvio que las empresas emergentes de biotecnología o software existen por resolver problemas técnicos complicados, pero creo que también esto es cierto en negocios que no parecen tener nada que ver con la tecnología. Por ejemplo, McDonalds se hizo grande al diseñar un sistema, las franquicias de McDonalds, que les permitía su reproducción a voluntad por toda la tierra. Una franquicia McDonalds se controla bajo reglas tan precisas que es prácticamente como un componente de software. Se escribe una vez, se ejecuta en todas partes. Lo mismo vale para Wal-Mart. Sam Walton se hizo rico no por ser un minorista, sino por diseñar un nuevo tipo de tienda.
Hay que utilizar como guía la dificultad no sólo al elegir el objetivo general de nuestra empresa, sino también en los puntos de decisión que haya en el camino. En Viaweb, una de nuestras reglas de oro era
correr hacia arriba. Supongamos que somos un chico pequeño y listo al que le persigue un matón grande y gordo. Abrimos una puerta y encontramos una escalera. ¿Iríamos hacia arriba o hacia abajo? Yo digo que hacia arriba. El matón probablemente puede correr hacia abajo tan rápidamente como nosotros. Yendo hacia arriba su tamaño sería más bien una desventaja. Correr hacia arriba es duro para nosotros, pero aún más duro para él.
Lo que esto quería decir en la práctica era que buscábamos deliberadamente problemas complicados. Si había dos características que podíamos añadir a nuestro software, ambas valiosas por igual en proporción a su dificultad, siempre escogíamos la más complicada. No sólo porque era más valiosa, sino
porque era más complicada. Nos encantaba forzar a competidores más grandes y lentos a seguirnos por terrenos difíciles. Igual que las guerrillas, las empresas emergentes prefieren el terreno difícil, por donde las tropas del gobierno central no les pueden seguir. Puede recordar momentos en que estábamos completamente agotados después de bregar todo el día con algún horrible problema técnico. Y yo estaba encantado, porque algo que fuera complicado para nosotros, sería imposible para nuestra competencia.
Esto no es sólo una buena forma de gestionar una empresa emergente. Es lo que es una empresa emergente. Los capitalistas de riesgo lo saben y tienen una expresión para ello:
barreras de entrada. Si acudimos a un capitalista de riesgo con una idea nueva y le pedimos que invierta en ella, una de las primeras cosas que preguntará será ¿sería difícil que algún otro pueda desarrollarla? Es decir ¿cuánta tierra hemos dejado por medio entre nosotros y nuestros potenciales perseguidores?
[10] Y será mejor que tengamos una explicación convincente de por qué nuestra tecnología sería complicada de duplicar. En otro caso, tan pronto como alguna gran compañía se enterara, ella misma la haría, y con su marca, capital e influencia en la distribución, nos echaría del mercado de la noche a la mañana. Seríamos como guerrillas atrapadas en campo abierto por ejércitos regulares.
Una manera de levantar barreras de entrada es a través de patentes. Pero las patentes pueden no ofrecer mucha protección. La competencia normalmente encuentra maneras de sortear una patente. Y si no pueden, simplemente la violan y nos retan a que les demandemos. Una gran empresa no teme que le demanden, es algo cotidiano para ellas. Ya se asegurarán de que demandarles sea caro y tarde mucho tiempo. ¿Hemos oído hablar alguna vez de Philo Farnsworth? Inventó la televisión. La razón por la que nunca hemos oído hablar de él es que su empresa no fue la que hizo dinero con ella.
[11] La compañía que lo hizo fue RCA y el premio para Fansworth por su trabajo fue una década de juicios sobre la patente.
Aquí, como suele ocurrir, al mejor defensa es un buen ataque. Si podemos desarrollar una tecnología que sencillamente sea demasiado complicada de duplicar por nuestra competencia, no necesitaremos confiar en otras defensas. Empecemos escogiendo un problema complicado y en cada punto en que haya que tomar una decisión, elijamos la opción más complicada.
[12] Los inconvenientes
Si fuera simplemente cosa de trabajar más duro que un empleado normal y cobrar proporcionalmente, obviamente sería un buen negocio crear una empresa emergente. Hasta cierto punto sería más divertido. No creo que a mucha gente le guste el ritmo lento de las grandes empresas, las reuniones interminables, las conversaciones alrededor de la máquina de café, los incomprensibles mandos intermedios y todo lo demás.
Desafortunadamente hay varios inconvenientes. Uno es que no podemos escoger en qué punto de la curva queremos situarnos. No podemos decidir, por ejemplo, si nos gustaría trabajar dos o tres veces más duro y cobrar esa cantidad más. Cuando estamos en una empresa emergente, nuestra competencia decide lo duro que trabajamos. Y casi todos toman la misma decisión: tan duro como nos sea posible.
El otro inconveniente es que el rendimiento es sólo proporcional de media a nuestra productividad. Como ha dicho antes, hay un gran factor de azar en el éxito de cualquier compañía. Así que en la práctica el resultado no es que seamos 30 veces más productivos y ganemos 30 veces más. Es que somos 30 veces más productivos y ganamos entre cero y mil veces más. Si la media es 30x, la mediana probablemente es cero. La mayor parte de las empresas emergentes quiebra y no sólo los portales de comida para perros de los que hemos oído hablar durante la burbuja de Internet. Es habitual que una empresa emergente desarrolle un producto verdaderamente bueno, le tome demasiado tiempo hacerlo, se quede sin dinero y tenga que cerrar.
Una empresa emergente es como un mosquito. Un oso puede asimilar un golpe y un cangrejo está blindado contra uno, pero el mosquito está diseñado para una sola cosa: para ganar. No se gasta energía en la defensa. La defensa de los mosquitos, como especie, consiste en que hay infinidad de ellos, lo que es poco consuelo para cada mosquito individual.
Las empresas emergentes, como los mosquitos, tienden a ser propuestas de todo o nada. Y generalmente no sabemos cual de los dos resultados vamos a obtener hasta el último momento. Viaweb estuvo al borde de la quiebra bastantes veces. Nuestra trayectoria fue como una onda senoidal. Afortunadamente, nos compraron en lo más alto del ciclo, pero estuvimos condenadamente cerca. Mientras visitábamos Yahoo! en California para hablar acerca de venderles la compañía, tuvimos que pedir prestada una sala de conferencias para reafirmar a un inversor que estaba a punto de negarse a una nueva ronda de financiación que necesitábamos para seguir vivos.
No es que nos gustara el aspecto de todo o nada de las empresas emergentes. Todos los hackers de Viaweb eran extremadamente reacios al riesgo. Nos hubiera encantado si hubiera habido alguna forma de trabajar superduro y cobrar por ello, sin tener que pasar por una lotería. Hubiéramos preferido con mucho un 100% de posibilidades de ganar 1 millón de dólares que un 20% de 10 millones, aunque teóricamente la segunda posibilidad es del doble. Por desgracia, no hay hoy día ningún área en el mundo de los negocios donde podamos obtener lo primero.
Lo más cercano sería vender nuestra empresa emergente en sus primeros pasos, renunciando a los beneficios (y riesgos) en favor de una recompensa menor, pero más segura. Tuvimos una oportunidad de hacerlo y, después nos dimos cuenta, la dejamos pasar estúpidamente. Después nos encontramos cómicamente ansiosos por vender. Durante el siguiente año o así, si alguien mostraba el más mínimo interés por Viaweb, intentábamos venderle la compañía. Pero no hubo interesados, así que tuvimos que seguir adelante.
Hubiera sido una ganga comprarnos en un estado tan temprano, pero las empresas que compran no buscan gangas. Una empresa lo suficientemente grande como para adquirir empresas emergentes será suficientemente grande como para ser bastante conservadora y dentro de la misma, la gente a cargo de las adquisiciones estaría entre los más conservadores, al ser probablemente tipos de las escuelas de negocios que entraron más tarde en la empresa. Preferirían pagar en exceso por una opción segura. Así que resulta más sencillo vender una empresa emergente ya establecida, aun con una gran prima, que una en un estado inicial de desarrollo.
Tener usuarios
Creo que es una buena idea que nos compren, si podemos. Llevar un negocio es diferente de hacerlo crecer. Es simplemente dejar que una gran empresa tome el mando una vez que hayamos llegado a la altura de crucero. También es más juicioso financieramente, porque vendiendo podemos diversificar. ¿Qué pensaríamos de un asesor financiero que pusiera todos los activos de sus clientes en un solo valor volátil?
¿Cómo conseguimos que nos compren? Sobre todo, haciendo las mismas cosas que haríamos si no pretendemos vender la empresa. Siendo rentables, por ejemplo. Pero ser comprados es también un arte en sí mismo y tenemos que emplear un montón de tiempo para aprender.
Los potenciales compradores suelen retrasarse si pueden. Lo más complicado de que te compren es hacerles actuar. Para la mayoría de la gente la motivación más poderosa no es la esperanza de ganar, sino el miedo a perder. Para potenciales adquirentes, la motivación más poderosa es la perspectiva de que uno de sus competidores nos compre. Eso, según hemos descubierto, hace que los directores generales nos pongan en el punto de mira. La segunda mayor es la preocupación de que si no nos compran ahora, continuaremos creciendo rápidamente y les costaría más adquirirnos más tarde o incluso podríamos convertirnos en competidores.
En ambos casos, todo se reduce a los usuarios. Podríamos pensar que una empresa que quiera comprarnos haría un montón de investigaciones y decidiría por sí misma si nuestra tecnología es valiosa. En absoluto. A lo que se atienen es al número de usuarios que tengamos.
En efecto, los compradores asumen que los clientes saben cuál es la mejor tecnología. Y esto no es tan tonto como suena. Los usuarios son la única prueba real de que hemos creado riqueza. La riqueza es lo que la gente quiere y si la gente no usa nuestro sofware, tal vez no sea sólo porque hagamos mal nuestro marketing. Quizá sea porque no hemos hecho lo que quieren.
Los capitalistas de riesgo tienen una lista de señales de peligro a las que atender. Cerca de lo más alto está la empresa de chalados de la tecnología, obsesionados por resolver interesantes problemas técnicos, en lugar de satisfacer a los usuarios. En una empresa emergente, no sólo estamos tratando de resolver problemas. Estamos tratando de resolver problemas
que preocupan a los usuarios.
Así que creo que deberíamos usar a los usuarios como piedra de toque, igual que hacen los compradores. Tratemos una empresa emergente como un problema de optimización en el cual el rendimiento se mide por el número de usuarios. Como sabe cualquiera que haya tratado de optimizar software, la clave es la medición. Cuando intentamos adivinar dónde es lento nuestro programa y qué lo haría mas rápido, casi siempre adivinamos mal.
El número de usuarios puede no ser la piedra de toque perfecta, pero está muy cerca de serlo. Es lo que preocupa a los compradores. Es de lo que dependen los beneficios. Es lo que preocupa a la competencia. Es lo que impresiona a la prensa y a los nuevos usuarios potenciales. Sin duda es una mejor piedra de toque que nuestras nociones a priori acerca de qué problemas son importantes resolver, no importa lo técnicamente expertos que seamos.
Entre otras cosas, tratar una empresa emergente como un problema de optimización no ayudará a evitar otro escollo que preocupa con razón al capital de riesgo: emplear mucho tiempo en desarrollar un producto. Podemos caracterizar esto como algo que los hackers ya saben evitar: la optimización prematura. Saquemos una versión 1.0 tan pronto como podamos. Hasta que no tengamos algunos usuarios que medir, estaremos optimizando basándonos en conjeturas.
En este caso lo que no tenemos que perder de vista es el principio subyacente de que la riqueza es lo que la gente quiere. Si queremos hacernos ricos creando riqueza, tenemos que saber qué quiere la gente. Pocos negocios prestan realmente atención a satisfacer a los usuarios. ¿Cuántas veces entramos en una tienda o llamamos por teléfono a una empresa con una sensación en el fondo de temor? Cuando escuchamos “su llamada es importante para nosotros, por favor no cuelgue”, ¿pensamos: Dios mío, todo va a ir bien?
Un restaurante puede permitirse servir alguna vez un plato quemado. Pero en tecnología cocinamos una sola cosa y ésa es la que come todo el mundo. Así que cualquier diferencia entre lo que la gente quiere y lo que le damos se multiplica. Agradamos o molestamos a los clientes a gran escala. Cuanto más cerca estemos de lo que quieren, más riqueza generaremos.
Riqueza y poder
Crear riqueza no es la única manera de hacerse rico. Durante la mayor parte de la historia humana, ni siquiera ha sido la más común. Hasta hace dos siglos, las principales fuentes de riqueza eran las minas, esclavos y siervos, tierra y ganados, y las únicas formas de adquirirlas rápidamente eran la herencia, el matrimonio, la conquista o la confiscación. Naturalmente, la riqueza tenía una mala reputación.
Cambiaron dos cosas. La primera fue el imperio de la ley. Durante la mayor parte de la historia, si conseguimos de alguna manera hacer fortuna, el soberano o sus secuaces encontraban la forma de robártela. Pero en la Europa medieval ocurrió algo nuevo. Una nueva clase de comerciantes y fabricantes empezó a florecer en los pueblos.
[13] Juntos, eran capaces de hacer frente al señor feudal local. Así que por primera vez en nuestra historia, los matones dejaron de robar el dinero el dinero de la comida de los débiles. Naturalmente, esto resultó un gran incentivo y posiblemente la causa principal del segundo gran cambio, la industrialización.
Se ha escrito mucho acerca de las causas de la Revolución Industrial. Pero sin duda, una condición necesaria, si no suficiente fue que la gente que hizo fortuna fuera capaz de disfrutarla en paz.
[14] Una evidencia es lo que paso en los países que intentaron volver al antiguo modelo, como la Unión Soviética y, hasta cierto punto, la Gran Bretaña de los gobiernos laborista de los 1960 y principios de los 1970. Quitemos el incentivo de la riqueza y la innovación tecnológica acaba parándose.
Recordemos lo que económicamente es una empresa emergente: una manera de decir: quiero trabajar más aprisa. En lugar de acumular dinero poco a poco recibiendo un salario regularmente durante cincuenta años, queremos ganarlo lo más pronto posible. Así que los gobiernos que nos prohíban acumular riqueza están de hecho decretando que trabajemos más lentamente. Nos permiten ganar 3 millones de dólares en cincuenta años, pero no están dispuestos a dejarnos trabajar tan duro como para que podamos ganarlos en dos. Es como el jefe de empresa al que no podemos acudir y decirle quiero trabajar diez veces más duro, así que págueme diez veces más, por favor. Excepto que éste no es un jefe del que podamos escapar creando nuestra propia empresa.
El problema de trabajar lentamente no sólo que la innovación técnica se haga lentamente. Es que tiende a no hacerse en absoluto. Sólo cuando buscamos deliberadamente los problemas complicados como forma de utilizar la velocidad para obtener todas sus ventajas asumimos este tipo de proyectos. Desarrollar tecnología es insoportable. Es, como dijo Edison, un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de transpiración. Sin el incentivo de la riqueza, nadie querría hacerlo. Los ingenieros trabajarán en proyectos atractivos, como aviones de combate y cohetes a la Luna a cambio de salarios normales, pero tecnologías más mundanas, como bombillas o semiconductores tienen que ser desarrollados por emprendedores.
Las empresas emergentes no son sólo lo que pasó en Silicon Valley en las últimas décadas. Desde que se hizo posible hacerse rico creando riqueza, cualquiera que lo haya logrado ha usado esencialmente la misma receta: medición y proyección, en la que la medición deriva de trabajar en un grupo pequeño y la proyección, de desarrollar nuevas técnicas. La receta era la misma en Florencia en 1200 que en Santa Clara hoy día.
Entenderlo puede ayudar a contestar a una importante pregunta: porqué Europa creció tan poderosamente. ¿Tenía que ver con la geografía de Europa? ¿Había en los europeos algo racialmente superior? ¿Era su religión? La respuesta (o al menos la causa aproximada) puede ser que los europeos cabalgaron en la cresta de una poderosa nueva idea: permitir a quienes hicieran un montón de dinero conservarlo.
Una vez que nos permiten hacerlo, la gente que quiera ser rica puede hacerlo generando riqueza, en lugar de robándola. El crecimiento tecnológico resultante se traduce no sólo en riqueza, sino también en poder militar. La teoría que llevó al avión de combate invisible la desarrolló un matemático soviético. Pero al no tener la Unión Soviética una industria informática, para ellos quedó como una teoría, no tenían máquinas capaces de ejecutar los cálculos lo suficientemente deprisa como para diseñar un avión de verdad.
En este sentido, la Guerra Fría nos enseña la misma lección que la Segunda Guerra Mundial y, en este sentido, la mayoría de las guerras recientes. No dejemos que una clase dirigente de guerreros y políticos aplasten a los emprendedores. La misma receta que hace ricos a los individuos, hace poderosos a los países. Dejemos que los débiles disfruten su dinero para la comida y gobernaremos el mundo.