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Saturday, July 2, 2016

Otras observaciones sobre el referéndum británico

Otras observaciones sobre el referéndum británico

Por Alberto Benegas Lynch (h)
El referéndum por el cual en Gran Bretaña se decidió abandonar la Unión Europea tal como se presenta en la actualidad tiene muchos costados para analizar (y algunos aspectos contradictorios).
No es un tema que pueda tratarse como blanco o negro sino que presenta varios flancos y andariveles de diversa naturaleza. Por un lado está la xenofobia nacionalista que está haciendo estragos en Europa según reportan las últimas contiendas electorales en diversos países y también en Estados Unidos si prestamos atención al fenómeno Trump.


Esa línea de pensamiento la emprende contra los movimientos migratorios con argumentos racistas sin percatarse que, salvo los africanos, todos descendemos de inmigrantes ya que el origen de nuestra condición humana proviene de aquel continente. Se trata de un asunto de respeto recíproco sin que el país receptor financie compulsivamente servicios y tampoco se pretendan mantener con descuentos al fruto del trabajo a quienes ingresan, tal como sugirió en su momento Gary Becker.
Esta impronta nacionalista también se basa en la soberanía nacional como si fuera lícito atribuir la condición de soberano a un pedazo de tierra, a un gobernante, a la moneda o a la zanahoria, cuando en verdad como nos ha enseñado, entre muchos otros, Bertrand de Jouvenel la única soberanía corresponde a los derechos inalienables de cada persona.
Por otra parte, están los liberales sumamente preocupados por la llamativa e insistente proliferación de reglamentaciones promovidas en Bruselas, especialmente las referidas a la legislación laboral que provoca desempleo, las referidas a la agricultura y los tratamientos inconvenientes de la deuda pública entro otras disposiciones que se van acumulando en grado exponencial.
Según trabajos publicados por el Institute of Economic Affairs de Londres del que forma parte de su consejo académico el que estas líneas escribe, Bruselas se ha convertido en un trampolín para que la creciente burocracia intervenga en aspectos clave, situación que no solo no estaba contemplada en la idea original de la Unión Europea sino que se basaba en la ampliación de las libertades de las personas.
Más aun, algunos autores pertenecientes a la referida institución londinense insisten en que Inglaterra debiera abrirse al mundo más que hacerlo limitándose a una zona. La tendencia contraria se observa en otras de las llamadas integraciones regionales, como por ejemplo, el Mercosur, donde aumenta la burocratización a pasos agigantados-incluyendo el Parlasur-mientras que los postulados de librecambio insertos en el Tratado de Asunción son inexistentes. Una presentación digna de Woody Allen.
Se destaca entre los nacionalistas el argumento decimonónico de la industria incipiente propuesto por Friedrich List. Consiste en la pretensión de endosar sobre las espaldas de los contribuyentes los costos que debieran absorber los empresarios.
En resumen, el caso Brexit presenta dos vertientes contrapuestas que deben ser sopesadas cuidadosamente al efecto de tomar debida nota de las tendencias que las impulsan.

Otras observaciones sobre el referéndum británico

Otras observaciones sobre el referéndum británico

Por Alberto Benegas Lynch (h)
El referéndum por el cual en Gran Bretaña se decidió abandonar la Unión Europea tal como se presenta en la actualidad tiene muchos costados para analizar (y algunos aspectos contradictorios).
No es un tema que pueda tratarse como blanco o negro sino que presenta varios flancos y andariveles de diversa naturaleza. Por un lado está la xenofobia nacionalista que está haciendo estragos en Europa según reportan las últimas contiendas electorales en diversos países y también en Estados Unidos si prestamos atención al fenómeno Trump.

Monday, June 27, 2016

El fracaso democrático de Gran Bretaña

Kenneth Rogoff, Professor of Economics and Public Policy at Harvard University and recipient of the 2011 Deutsche Bank Prize in Financial Economics, was the chief economist of the International Monetary Fund from 2001 to 2003. His most recent book, co-authored with Carmen M. Reinhart, is This Time is… read more
 
CAMBRIDGE – Lo lunático de la votación sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea no es el hecho que los líderes británicos se atrevieran a pedir a su población que sopese los beneficios de la adhesión del país a la Unión Europea frente a las presiones migratorias que dicha adhesión conlleva. Por el contrario, la verdadera locura fue colocar la valla de medición de los resultados de dicha votación en una posición absurdamente baja, misma que requería solamente una mayoría simple. Dado que la participación electoral fue del 70%, se puede decir que la campaña por dejar la UE ganó el referéndum con sólo el respaldo del 36% de los electores habilitados para votar.


Esto no es democracia; esto es un juego de ruleta rusa para las repúblicas. Una decisión que conlleva enormes consecuencias – mucho mayores incluso que modificar la constitución de un país (por supuesto, el Reino Unido carece de una constitución escrita) – se ha llevado a cabo sin aplicar ningún sistema de controles y equilibrios de pesos y contrapesos. 
¿Se debe repetir la votación después de un año para estar seguros? No. ¿Tiene que contar la brexit con el respaldo de una mayoría en el Parlamento? Aparentemente no. ¿Sabía realmente la población del Reino Unido   sobre qué ellos estaban emitiendo su voto? Absolutamente no. De hecho, nadie tiene idea cuáles serán las consecuencias para el Reino Unido tanto interna como externamente; es decir, cuál será el efecto para el Reino Unido en el sistema de comercio mundial, y cuál será el efecto sobre su estabilidad política interna. Me temo que todo esto no pintará un escenario muy bonito.
Eso sí, los ciudadanos de Occidente cuentan con la bendición de vivir en tiempos de paz: se puede abordar la evolución de las circunstancias y prioridades mediante procesos democráticos en lugar de hacerlo a través de guerras exteriores y guerras civiles. Sin embargo, ¿cómo se define, exactamente, un proceso justo y democrático para tomar decisiones irreversibles que definen lo que es una nación? ¿Es realmente suficiente obtener el 52% de los votos a favor de una ruptura en un día lluvioso?
En términos de durabilidad y convicción de las preferencias, la mayoría de las sociedades plantean mayores obstáculos en el camino que tiene que recorrer una pareja de esposos que busca un divorcio en comparación con lo que planteó el gobierno del primer ministro David Cameron para tomar la decisión de salir de la UE. Los que apoyan a la brexit no inventaron este juego ni sus reglas; se tiene amplios precedentes, incluyendo el referéndum en Escocia el año 2014 y el referéndum de Quebec del 1995. Sin embargo, hasta ahora, el cilindro de la pistola nunca se detuvo en la bala. Ahora que la bala sí se disparó, es momento de replantear las reglas del juego.
La idea de que de alguna manera cualquier decisión tomada en cualquier momento según la regla de la mayoría es necesariamente una decisión “democrática” es una perversión del término. Las democracias modernas cuentan con sistemas avanzados de controles y equilibrios de pesos y contrapesos para proteger los intereses de las minorías y para evitar que se tomen decisiones desinformadas con consecuencias catastróficas. Cuanto más grande y más duradera sea una decisión, más altas serán las vallas a superar para tomarla.
Es por esta razón, por ejemplo, que la promulgación de una enmienda constitucional típicamente requiere que se superen vallas muchísimo más altas en comparación con las que se deben superar para aprobar una ley de gastos. Sin embargo, la actual norma internacional para la salida de un país de una unión de países es, sin duda, menos exigente que la que se aplica a una votación para disminuir la edad para beber bebidas alcohólicas.
Ya que Europa se enfrenta ahora al riesgo de que se presente una gran cantidad de nuevas votaciones para salidas de países de la Unión Europea, una pregunta urgente es si existe una mejor manera de tomar estas decisiones. Sondeé la opinión de varios científicos políticos líderes  para ver si existe algún consenso académico; lamentablemente, la respuesta corta a dicha pregunta es no.
Por un lado, la decisión brexit puede haber parecido simple en la papeleta de votación, pero en verdad nadie sabe lo que viene a continuación después de una votación a favor de una salida. Lo que sí sabemos es que, en la práctica, la mayoría de los países requieren de un “súper mayoría” para tomar decisiones que definen a una nación, no un mero 51%. No existe una cifra universal, como por ejemplo el 60%, pero el principio general es que, mínimamente, la mayoría debe ser estable de manera demostrable. Un país no debería hacer cambios fundamentales e irreversibles sobre la base de una minoría muy estrecha que podría prevalecer sólo durante un breve período de un estado emocional pasajero. Incluso si la economía del Reino Unido no cae en una recesión plena después de esta votación (la caída del precio de la libra podría amortiguar el golpe inicial), existen muchas posibilidades de que el desorden económico y político causará que algunos que votaron a favor de la salida sientan lo que se denomina como “el remordimiento después de la compra”.
Desde la antigüedad, los filósofos han tratado de idear sistemas para tratar de equilibrar las fuerzas de la regla de la mayoría con la necesidad de garantizar que los participantes informados obtengan una mayor voz en las decisiones críticas, por no hablar de que se escuchen las voces de la minoría. En las asambleas espartanas de la antigua Grecia, los votos se emitían por aclamación. Las personas podían modular su voz para reflejar la intensidad de sus preferencias, y el funcionario que presidía dicha evento tenía que escuchar cuidadosamente y luego declarar cuál era el resultado. Esta fue una forma imperfecta, pero quizás fue una mejor forma de la que acaba de acontecer en el Reino Unido.
Según algunas versiones, el Estado hermano de Esparta, Atenas, había puesto en práctica el ejemplo histórico más puro de lo que era una democracia. Se otorgó a todas las clases sociales un número igual de votos (aunque, cabe mencionar, que solamente votaban los hombres). En última instancia, sin embargo, después de algunas decisiones catastróficas sobre guerras, los atenienses vieron la necesidad de dar más poder a organismos independientes.
¿Qué debería haber hecho el Reino Unido si tenía que formular la pregunta sobre su adhesión a la UE (pregunta que, dicho sea de paso, no se formuló)? Sin duda, la valla debería haber sido colocada en una posición mucho más alta; es decir, la brexit debería haber exigido, por ejemplo, que se ganen dos votaciones populares espaciadas a lo largo de al menos dos años, tras las cuales se debía obtener una votación de 60% de votos a favor en la Cámara de los Comunes. Si la brexit aún prevalecía, al menos hubiéramos sabido que no fue sólo una foto instantánea tomada en una sola oportunidad de lo que quería un fragmento de la población.
La votación del Reino Unido ha lanzado a Europa a una situación de caos. Mucho dependerá de cómo reaccione el mundo y de cómo maneje el gobierno del Reino Unido su propia reconstitución. Es importante hacer un balance no sólo de los resultados, sino que también del proceso. Cualquier acción para redefinir un acuerdo de larga data sobre las fronteras de un país debería requerir mucho más que una mayoría simple en un referéndum que se celebra en una única oportunidad. La norma internacional vigente en la actualidad de la regla de la mayoría simple es, como acabamos todos de ver, una fórmula para el caos.

El fracaso democrático de Gran Bretaña

Kenneth Rogoff, Professor of Economics and Public Policy at Harvard University and recipient of the 2011 Deutsche Bank Prize in Financial Economics, was the chief economist of the International Monetary Fund from 2001 to 2003. His most recent book, co-authored with Carmen M. Reinhart, is This Time is… read more
 
CAMBRIDGE – Lo lunático de la votación sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea no es el hecho que los líderes británicos se atrevieran a pedir a su población que sopese los beneficios de la adhesión del país a la Unión Europea frente a las presiones migratorias que dicha adhesión conlleva. Por el contrario, la verdadera locura fue colocar la valla de medición de los resultados de dicha votación en una posición absurdamente baja, misma que requería solamente una mayoría simple. Dado que la participación electoral fue del 70%, se puede decir que la campaña por dejar la UE ganó el referéndum con sólo el respaldo del 36% de los electores habilitados para votar.

Otra Unión Europea…

Otra Unión Europea…

Por Eduardo Fernández Luiña 
La Unión Europea (UE) sienta sus raíces en el mítico Tratado de París firmado en el año 1951. Aquel documento, que dio inicio a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) tenía un doble objetivo. De un lado, abrir un espacio de diálogo entre adversarios políticos. Vencedores y vencidos en la Segunda Guerra Mundial podrían ser capaces de cooperar si se lo proponían, edificando una comunidad de intereses que les uniese ad futurum. De otro, y complementando lo anterior, se buscaba la consecución de la paz en un continente asediado por el conflicto bélico durante más de cuarenta años.


En el ADN de la UE está muy presente el libre comercio como elemento pacificador y unificador. La libertad comercial representaba para los padres fundadores un ingrediente básico a la hora de instalar pilares estables de cooperación que ayudasen a generar una comunidad de intereses con objeto de asegurar la paz en el largo plazo. Sin duda, la UE estaba en aquella época comprometida con la libertad, siendo consciente de que el comercio libre pacifica, civiliza y genera prosperidad.
¿Qué le ha pasado entonces a la UE? Phillip Bagus lo señaló muy bien en su trabajo La Tragedia del Euro (2010). Independientemente de la opinión que tengamos alrededor de la moneda única –el que escribe la prefiere a la antigua peseta-, los socialdemócratas ganaron la batalla política y de las ideas frente a los liberal-conservadores. No es que gracias a su victoria se edificase una administración supranacional inmensa y oxidada. Lo anterior es totalmente falso. Actualmente, el presupuesto de la UE no llega siquiera al 2% del PIB comunitario. La administración supranacional es muy pequeña en relación con la de cualquier –y digo cualquier- estado miembro de la unión.
Sin embargo, los eurocrats sí han logrado diseñar una estructura política cuasi sin obligaciones respecto a la rendición de cuentas y con una capacidad hiperreguladora que se entromete en los asuntos nacionales de manera arbitraria y desigual en función del ámbito de política pública que estemos tratando. Existen, por lo tanto y grosso modo, dos problemas centrales asociados a la arquitectura institucional de la actual UE:
  1. Ausencia de transparencia y verdadera rendición de cuentas. Ningún ciudadano conoce a sus diputados supranacionales ni a los tecnócratas que inician la legislación comunitaria y toman decisiones por nosotros en la Comisión Europea –un órgano carente de legitimidad democrática-.
  2. Hiperregulación arbitraria fruto del alejamiento respecto a esa ciudadanía a la que se dice representar en las instituciones supranacionales.
Además de estos dos problemas, ambos de naturaleza técnica, hay uno de naturaleza política por el cual pelean paradójicamente algunos –no digo todos- defensores del BREXIT: La lucha por la libertad económica. La UE ya no parece defender el compromiso que un día tuvo con el libre comercio. Debemos combatir a nivel supranacional por recuperar esa semilla original sobre la cual se edificó este proceso de integración regional. La ciudadanía no parece entender lo importante de esta batalla y nadie desea explicárselo. Pero el libre comercio se encuentra en la esencia de esta nueva y joven forma política. Es el libre comercio a nivel interno lo que le da presencia y fuerza a nivel internacional; el mercado único representa sin duda su mayor activo y sin embargo, para muchos, es algo que debemos evitar a la hora de discutir e intentar legitimar la existencia de la unión.
Sin querer o queriendo, se ha modificado el ADN liberal que puso los primeros ladrillos en el edificio de la UE. Eso, debería ser denunciado y los liberales tendríamos que desarrollar un perfil político y de comunicación más activo y agresivo en pro de una UE concebida estrictamente como un mercado abierto, libre y realmente integrado. Un experimento regional que apueste firmemente por la expansión y promoción de la libertad económica, destruyendo las fronteras a nivel global.
Es esta batalla la que deberíamos estar llevando a cabo. Este argumento es el que debería justificar la existencia de la UE y en todo caso la salida de un país si los principios originales estuviesen, como lo están en riesgo. El BREXIT posee dos caras… Los que ven en la UE un actor hiperregulador que limita las libertades individuales para comerciar tanto a nivel intra como extra comunitario. Y aquellos que ven en el BREXIT una herramienta para satisfacer sus deseos proteccionistas –la llamada soberanía económica- e intervencionistas. La primera cara tiene sentido, la segunda, definitivamente, representa un paso atrás. Ese es el verdadero riesgo del BREXIT en la actualidad.
Si los segundos son más que los primeros y el BREXIT fomenta el proteccionismo económico y el intervencionismo sobre el libre comercio, la cosa irá mal para todos. Si por el contrario, el triunfo del BREXIT sirviese para demostrar que la apertura comercial ayuda a todas las partes y que la evolución de la actual UE se rebela contra sus principios fundacionales, la secesión británica incluso podría traer efectos positivos, abriendo un necesario debate sobre a donde se dirige la unión, para aquellos que desean permanecer en la misma.
Sin embargo, no debemos minusvalorar los logros de esta particular forma política llamada Unión Europea. Este objeto político no identificado, esta estructura a medio camino entre un estado moderno y un organismo internacional, ha pacificado el continente y abierto las fronteras dentro de lo que cabe. Sólo por eso, creo que sigue mereciendo la pena luchar políticamente por el proyecto. Pero definitivamente, es necesario devolver el mismo a sus orígenes y presionar para que la UE avance sin miedo hacia lo que debe ser: el mercado libre y abierto más grande del planeta. Esa será, sin lugar a dudas, la mejor herramienta para construir una sociedad pacífica y próspera y mejorar con ello el futuro de todos los europeos. 

Otra Unión Europea…

Otra Unión Europea…

Por Eduardo Fernández Luiña 
La Unión Europea (UE) sienta sus raíces en el mítico Tratado de París firmado en el año 1951. Aquel documento, que dio inicio a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) tenía un doble objetivo. De un lado, abrir un espacio de diálogo entre adversarios políticos. Vencedores y vencidos en la Segunda Guerra Mundial podrían ser capaces de cooperar si se lo proponían, edificando una comunidad de intereses que les uniese ad futurum. De otro, y complementando lo anterior, se buscaba la consecución de la paz en un continente asediado por el conflicto bélico durante más de cuarenta años.

Friday, June 24, 2016

La libra esterlina sufre el peor desplome desde 1985 tras la victoria del 'Brexit'

La divisa británica cayó por debajo de 1,45 dólares.
Toby MelvilleReuters

La libra esterlina ha experimentado una caída drástica tras la publicación de los resultados del referéndum en la ciudad de Sunderland, que votó mayoritariamente a favor del 'brexit'. La divisa británica cayó por debajo de 1,45 dólares.
Según los analistas, la caída de la libra esterlina ha sido la más profunda desde el Miércoles Negro del año 1992, aunque se espera que la cifra se recupere en el transcurso de la noche.
Sunderland ha sido la primer ciudad británica que ha votado a favor del 'brexit': el 61,3% de sus votantes quieren abandonar a la UE.


Este 23 de junio el Reino Unido ha celebrado el referéndum para decidir si el país debe seguir o no siendo miembro de la UE.
Cerca de 46,5 millones de personas se registraron para participar en este referéndum, una cifra récord en un proceso de votación en el Reino Unido.
Formalmente, el referéndum es consultivo. Sin embargo, el Gobierno del Reino Unido prometió que si los partidarios del 'Brexit' eran mayoría, el procedimiento de salida de la UE se iba a poner en marcha.

La libra esterlina sufre el peor desplome desde 1985 tras la victoria del 'Brexit'

La divisa británica cayó por debajo de 1,45 dólares.
Toby MelvilleReuters

La libra esterlina ha experimentado una caída drástica tras la publicación de los resultados del referéndum en la ciudad de Sunderland, que votó mayoritariamente a favor del 'brexit'. La divisa británica cayó por debajo de 1,45 dólares.
Según los analistas, la caída de la libra esterlina ha sido la más profunda desde el Miércoles Negro del año 1992, aunque se espera que la cifra se recupere en el transcurso de la noche.
Sunderland ha sido la primer ciudad británica que ha votado a favor del 'brexit': el 61,3% de sus votantes quieren abandonar a la UE.

Tuesday, June 21, 2016

Brexit en contexto

Michael Spence, a Nobel laureate in economics, is Professor of Economics at NYU’s Stern School of Business, Distinguished Visiting Fellow at the Council on Foreign Relations, Senior Fellow at the Hoover Institution at Stanford University, Academic Board Chairman of the Asia Global Institute in Hong … read more
 
MILÁN – No creo que los extranjeros hagan un aporte positivo cuando pronuncian opiniones fuertes sobre cómo los ciudadanos de un país, o los de una unidad mayor como la Unión Europea, deberían decidir frente a una opción política importante. Nuestras percepciones, basadas en la experiencia internacional, a veces pueden resultar útiles; pero no debería existir ninguna confusión respecto de la asimetría de los roles.
Esto es particularmente válido en lo que concierne al referendo británico sobre si seguir formando parte de la UE o no. A escasos días de la votación, el resultado es demasiado reñido, y parece haber suficientes votantes indecisos como para inclinar la balanza hacia un lado o hacia el otro. Pero en un momento en el que la fragmentación política y social se extiende mucho más allá de Europa, los extranjeros tal vez puedan sumar cierta perspectiva sobre lo que realmente está en juego. 


En primer lugar, no debería sorprender que, en términos de la distribución del ingreso, la riqueza y los costos y beneficios de un cambio estructural forzado, los patrones de crecimiento en la mayor parte del mundo desarrollado hayan sido problemáticos en los últimos 20 años. Sabemos que la globalización y algunos aspectos de la tecnología digital (particularmente aquellos relacionados con la automatización y la desintermediación) han contribuido a la polarización del empleo y el ingreso, ejerciendo una presión sostenida sobre la clase media en todos los países.
En segundo lugar, la crisis en curso en Europa (más parecida a una enfermedad crónica) ha mantenido el crecimiento en niveles demasiado bajos y el desempleo -especialmente el desempleo juvenil- en niveles inaceptablemente altos. Y Europa no es la única. En Estados Unidos, si bien la tasa formal de desempleo ha caído, los fracasos de gran escala en términos de inclusión han alimentado el desencanto -tanto de la izquierda como de la derecha- con los patrones y las políticas de crecimiento que parecen beneficiar desproporcionadamente a los ciudadanos de mayores ingresos.
Dada la magnitud de las recientes sacudidas económicas, los ciudadanos de los países desarrollados podrían estar más felices si hubiera pruebas de un esfuerzo concertado -basado en una repartición genuina de la carga- para hacer frente a estas cuestiones. En el contexto de Europa, eso implicaría un esfuerzo multinacional.
Pero, en general -y, nuevamente, en todo el mundo desarrollado- han faltado respuestas efectivas. Los bancos centrales se quedaron prácticamente solos con objetivos que exceden la capacidad de sus herramientas e instrumentos, mientras que elementos de la elite esperan la oportunidad de culpar a los responsables de las políticas económicas por el mal desempeño económico.  
Frente a respuestas de políticas no monetarias que son entre deficientes e inexistentes en relación a la magnitud de los desafíos que enfrentamos, la respuesta natural en una democracia es reemplazar a los que toman las decisiones e intentar algo diferente. Después de todo, la democracia es un sistema para la experimentación, así como para la expresión de la voluntad de los ciudadanos. Por supuesto, los "nuevos" tal vez no sean mejores y hasta podrían ser peores -quizá significativamente peores.
En tercer lugar, la UE enfrenta, de una manera más severa, un problema que afecta a gran parte del mundo desarrollado: fuerzas poderosas que operan más allá del control de las autoridades electas están forjando las vidas de los ciudadanos, haciéndolos sentirse impotentes. Pero si bien todos los países deben lidiar con los desafíos de la globalización y el cambio tecnológico, elementos importantes de la gobernancia en la UE están más allá del alcance de las instituciones democráticas, al menos aquellas que la gente entiende y con las que se relaciona.
Esto no quiere decir que la gobernancia local esté libre de problemas. No lo está. La corrupción, los intereses especiales y la simple incompetencia son problemas comunes. Pero la gobernancia democrática es en principio reparable, y las defensas y contramedidas institucionales en verdad existen.
La situación en la eurozona es particularmente inestable, debido al creciente alejamiento de los ciudadanos de una elite distante y tecnócrata; la ausencia de mecanismos de ajuste económico convencionales (tipos de cambio, inflación, inversión pública y demás); y las restricciones ajustadas para las transferencias fiscales, que envían señales poderosas respecto de los límites reales de la cohesión.
El Brexit es una parte de este drama mayor. Tiene que ver esencialmente con la gobernancia, no con la economía. Desde un punto de vista estrictamente económico, los riesgos tanto para el Reino Unido como para el resto de la UE están casi absolutamente a la baja. Pero si eso fuera lo único que contara, el resultado sería una conclusión inevitable a favor de quedarse. 
La verdadera cuestión -la autogobernancia efectiva e inclusiva- no es fácil de enfrentar en ninguna parte, porque las fuerzas como la disrupción tecnológica no respetan fronteras nacionales. En parte, los británicos votan sobre si su capacidad para navegar en estas aguas turbulentas mejora o se ve reducida si siguen siendo miembros de la UE. Pero también está en juego una cuestión más fundamental de identidad política -como sucedió en el referendo por la independencia de Escocia en 2014.
Algunos británicos (quizás inclusive una mayoría), y muchos otros ciudadanos de la UE, siguen queriendo que las generaciones futuras se piensen a sí mismas como europeas (aunque con un orgulloso origen británico, alemán o español) y estén preparadas para intentar nuevamente una reforma de las estructuras de gobernancia de Europa. Y hacen bien en pensar que el mundo sería un lugar mucho mejor con una Europa unida y democrática como una fuerza importante tanto para la estabilidad como para el cambio.
Esa es mi esperanza, aunque puede parecer una expresión de deseo. Más allá del resultado del referendo del Brexit (como muchos extranjeros, espero que Gran Bretaña vote para quedarse y abogue por una reforma generada desde adentro), el voto británico, junto con tendencias políticas centrífugas fuertes y similares en otras partes, debería generar una reconsideración importante de las estructuras de gobernancia y acuerdos institucionales europeos. El objetivo debería ser restablecer una sensación de control y responsabilidad ante los electorados.
Ese sería un buen desenlace en el largo plazo. Exigiría un liderazgo inspirado en todos los rincones de Europa -incluido el gobierno, las empresas, la mano de obra organizada y la sociedad civil así como un compromiso renovado con la integridad, la inclusión, la responsabilidad y la generosidad-. Es un reto monumental; pero no un desafío imposible de cumplir.

Brexit en contexto

Michael Spence, a Nobel laureate in economics, is Professor of Economics at NYU’s Stern School of Business, Distinguished Visiting Fellow at the Council on Foreign Relations, Senior Fellow at the Hoover Institution at Stanford University, Academic Board Chairman of the Asia Global Institute in Hong … read more
 
MILÁN – No creo que los extranjeros hagan un aporte positivo cuando pronuncian opiniones fuertes sobre cómo los ciudadanos de un país, o los de una unidad mayor como la Unión Europea, deberían decidir frente a una opción política importante. Nuestras percepciones, basadas en la experiencia internacional, a veces pueden resultar útiles; pero no debería existir ninguna confusión respecto de la asimetría de los roles.
Esto es particularmente válido en lo que concierne al referendo británico sobre si seguir formando parte de la UE o no. A escasos días de la votación, el resultado es demasiado reñido, y parece haber suficientes votantes indecisos como para inclinar la balanza hacia un lado o hacia el otro. Pero en un momento en el que la fragmentación política y social se extiende mucho más allá de Europa, los extranjeros tal vez puedan sumar cierta perspectiva sobre lo que realmente está en juego. 

Saturday, June 18, 2016

La Libra y el Brexit

La Libra y el Brexit


La posibilidad de que el Reino Unido abandone la Unión Europea tras la noche de San Juan, en el referéndum del Día Internacional de la Viudas, el próximo 23 de Junio, tal vez una de las fechas con más efemérides, ha generado petabytes de comentarios y análisis con todo tipo de cábalas sobre las consecuencias de una ruptura europea, un tema que sin duda nos afectaría a todos y, por supuesto, a la libra esterlina, moneda a la que dedicaremos el artículo de hoy.
Las previsiones sobre tipos de cambio siempre llevan a un cierto escepticismo dada la propia naturaleza de la economía en que vivimos y las grandes incertidumbres que la acechan y que, obviamente, en el caso que nos ocupa, han producido una explosión de volatilidad. Sin embargo, dadas las necesidades empresariales, dichas previsiones han de hacerse y puede hacerse, y así lo hicimos para Business Insider, hace seis años, junto a colegas de otras áreas, en un escenario político igualmente impredecible, y aquí, en Voz Pópuli, que no somos menos, también las hemos hecho para otros países, como Brasil o Turquía, por solo citar dos de muchos, y siempre con buenos resultados, por cierto, aunque pensando en la inversión a largo plazo.
El Reino Unido, como el resto del Europa, está en pleno proceso de cambio de Ciclo Generacional


El marco general
El Reino Unido, como el resto del Europa, está en pleno proceso de cambio de Ciclo Generacional, un momento en que la propia existencia de la nación está en peligro y así lo demuestra su problema escocés, aún no resuelto, y en el que su ruptura con la UE podría reforzar la ruptura del reino. Hablamos de un proceso inexorable que ocurre cada casi cien años y que se ha de gestionar, pero que no se quiere aceptar ni comprender y quien crea que insultándome va a impedir que ciertas leyes históricas, dentro de sus márgenes en tiempo y lugar, vayan a dejar de cumplirse, se equivoca.

Recorrer los derroteros de la libra en los últimos cien años es casi como hacer un repaso a la historia de la Economía Mundial; desde el abandono forzado del Patrón Oro, al que estuvo anclada gracias al Maestro de la Casa de la Moneda Sir Isaac Newton desde 1717, que sobrevivió a las guerras napoleónicas pero no a la Primera Guerra Mundial, con su ruptura violenta del Ciclo Generacional europeo, pasando por su intento fallido por recuperarlo hacia 1925, anclándose esta vez a la moneda de su principal acreedor, los Estados Unidos, y rompiendo con la Gran Depresión, más la devaluación por la Segunda Guerra Mundial, la de la posguerra, hasta la ruptura de Bretton Woods en que entra en flotación tras perder más de dos tercios de su valor inicial, al efecto Volker, el evento Soros y un largo etcétera.
El patrón correctivo de la Libra
La libra tiene un patrón respecto al dólar según el cual, tras una perturbación, produce un movimiento extremo que luego regresa a la "media", cumpliéndose de nuevo esa máxima que dice: return to the mean but first to the extreme o volver a la media pero antes al extremo.
La utilidad del mismo deviene de que, previsiblemente, tras el resultado electoral, se producirá una perturbación, en un sentido o en otro, que se irá a un extremo para volver a la media y cuyos marcadores son los siguientes: extremo inferior en torno a 1,10 $/£ (casi paridad con el euro); la media es la banda 1,375-1,675; y el extremo superior 2 $/£.

Como puede verse, el margen de especulación es altísimo si se desatara un pánico, mucho más probable en caso de Brexit (vendedor) que en el de Brit-in (comprador) o Bremain. Una vez más, encontramos una gran oportunidad de beneficios y por ello siempre he recomendado en distintas ocasiones que exploren la posibilidad de usar plataformas de inversión, que igual se les da bien y no son herramientas difíciles.  
La opinión del Mercado
Para verla hemos de hacer un zoom a la gráfica anterior y hoy solo nos centraremos en un indicador: la media móvil de 50 sesiones (M.Av50 siguiente gráfica, línea verde), que señala bien los techos y zonas de apoyo de la cotización, así como la confirmación de los cambios de tendencia, que es justamente lo que señala el último giro alcista de la gráfica, producido tras no poder romper la dura barrera entorno a 1,4 $/£.

Si afináramos más en el canal ascendente desde ese mínimo anterior, veríamos que lo ha roto contundentemente, anunciándonos una semana de infartos, con todos los elementos dispuesto para una carrera hacia los extremos comentados. Así que, con esos datos y dicho con la reserva legal correspondiente, mi conclusión es que el Mercado, hoy, prevé un no al Brexit muy ajustado y que la cotización volvería a niveles próximo a 1,55 $/£, y, según se acerca el día 23 y se ve el abismo, se creará una formación "W", revisitando los 1,4 $/£ antes de dispararse al alza.
Opinión popular, conspiranoia y sensatez
Casi todos los medios, como Financial Times, o incluso Wikipedia, que tiene datos muy completos, coinciden en un final muy reñido en valores hoy de 45% y un 11% de indecisos, que se supone se repartirían proporcionalmente, mientras que los apostadores, de larga tradición en la Angloesfera, no lo ven tan claro. De ocurrir un sí al Brexit, lo anterior sería un rebote del gato muerto, habría pánico vendedor de la libra y se iría al extremo inferior de 1,10 $/£ y, por el aislacionismo, haría mucho daño a ciertas zonas turísticas españolas y a los británicos se les complicaría mucho el medio plazo por su problema de balanza comercial y burbuja inmobiliaria, pero ese es otro debate.
En esta Europa decadente de fin de Ciclo Generacional, tras una semana en que los asistentes a Bilderberg debatieron sobre nuestro futuro, con las extrañas relaciones de especuladores como Soros con arruina-países como Varoufakis, a quien la Colau llevó en mantillas de seda a nuestra costa, o de señoritos listillos de la City, populares, ocurrentes y guabinosos, como Boris Johnson, que un día dice una cosa y otro otral, o del encumbramiento de cómplices de regímenes criminales llenos de millonarios, represores de los demócratas, como Pablo Iglesias y Cía., ahora con el adosado Alberto Garzón, impuestos por la telebasura en un régimen que no deja que elijamos representantes políticos, es normal que se piense que hay una mano negra detrás, pero esa presunción no creo que sea aplicable allí en este caso.
Así pues, aunque vivimos en sociedades en que se ha impuesto que todas las opiniones son igualmente válidas, campo abonado para charlatanes de feria, y aunque el Reino Unido vive la típica psicopatía inmobiliaria, proclive a jugarse el futuro a una carta marcada, siempre queda la esperanza de que una tierra que dio grandes hombres de gobierno como Isaac Newton o Lord Kitchener, penúltimo en su tipo, o Churchill, por solo citar tres de una larguísima lista, opte por la sensatez y ayude a crear, desde dentro, una Unión Europea con gobiernos representativos de los electores que haga más fuertes a sus partes y no intente eliminarlas. Ese es el único camino de Progreso, un camino que, además, es el más corto y enriquecedor.

La Libra y el Brexit

La Libra y el Brexit


La posibilidad de que el Reino Unido abandone la Unión Europea tras la noche de San Juan, en el referéndum del Día Internacional de la Viudas, el próximo 23 de Junio, tal vez una de las fechas con más efemérides, ha generado petabytes de comentarios y análisis con todo tipo de cábalas sobre las consecuencias de una ruptura europea, un tema que sin duda nos afectaría a todos y, por supuesto, a la libra esterlina, moneda a la que dedicaremos el artículo de hoy.
Las previsiones sobre tipos de cambio siempre llevan a un cierto escepticismo dada la propia naturaleza de la economía en que vivimos y las grandes incertidumbres que la acechan y que, obviamente, en el caso que nos ocupa, han producido una explosión de volatilidad. Sin embargo, dadas las necesidades empresariales, dichas previsiones han de hacerse y puede hacerse, y así lo hicimos para Business Insider, hace seis años, junto a colegas de otras áreas, en un escenario político igualmente impredecible, y aquí, en Voz Pópuli, que no somos menos, también las hemos hecho para otros países, como Brasil o Turquía, por solo citar dos de muchos, y siempre con buenos resultados, por cierto, aunque pensando en la inversión a largo plazo.
El Reino Unido, como el resto del Europa, está en pleno proceso de cambio de Ciclo Generacional

Thursday, June 16, 2016

¿Qué pasaría si los británicos dicen ‘sí’ al brexit?

¿Qué pasaría si los británicos dicen ‘sí’ al brexit?

Por Simon Nixon
El Reino Unido podría estar a apenas dos semanas del caos político, constitucional, diplomático y económico. Al menos esa es la preocupación de los funcionarios encargados de planificar el posible día después del referendo de 23 de junio, en el que los votantes británicos deben decidir si quedarse o no en la Unión Europea, una alternativa que está empezando a parecer factible en medio de señales claras de que la campaña por el no está ganando impulso.
Una encuesta publicada el viernes mostró que los partidarios de dejar la unión llevan seis puntos de ventaja, un margen que se amplía a 10 puntos cuando se proyecta una mayor participación de los votantes de esa inclinación. Otras encuestas, sin embargo, siguen mostrando una votación apretada.
Un voto por una llamada brexit plantearía profundos desafíos para el Estado británico.


El primero sería político. A pesar de que David Cameron ha dicho que tiene la intención de permanecer como primer ministro incluso si el país sale de la UE, la suposición generalizada es que en ese caso renunciaría rápidamente. Después de haber embestido contra su gobierno, sería poco probable que los defensores del brexit confiaran en él para dirigir las negociaciones de salida del bloque; en cualquier caso, Cameron habría perdido credibilidad. Hasta hace poco, parecía que uno de los líderes de brexit, el ex alcalde de Londres Boris Johnson, estaba listo para reemplazarlo, pero la imagen de éste también quedó dañada por su divisiva campaña, y colegas de alto nivel han cuestionado públicamente su idoneidad para el cargo de primer ministro. Algunos jefes conservadores creen que de ser necesario, el partido se unirá en el parlamento para cerrarle el paso a Johnson en la votación final. Una elección impugnada podría dejar al gobierno vacante durante meses.
La salida de la UE también plantearía problemas constitucionales. Un nuevo gobierno tendría que decidir cuál sería la relación del Reino Unido y la UE en un escenario post-brexit.
Esto es esencialmente una elección binaria. La primera opción sería que el Reino Unido preservara lo más posible la relación actual—el denominado modelo noruego—para ganar tiempo y negociar un acuerdo de libre comercio bilateral con la UE. La segunda opción sería cortar todos los compromisos con la UE y ajustarse únicamente a las normas de la Organización Mundial de Comercio mientras se trabaja en un futuro acuerdo con la UE.
La primera opción sería probablemente favorecida por la mayoría de los miembros del parlamento británico, quienes se oponen abrumadoramente a brexit, ya que reduciría al mínimo las perturbaciones económicas. Pero esto requeriría que el Reino Unido siga aceptando la inmigración ilimitada de la UE, participe del presupuesto y aceptar las reglas de la UE, a las cuales se oponen explícitamente muchos defensores de brexit. Esto abriría un escenario de enfrentamiento parlamentario que sólo podría resolverse mediante una elección anticipada.
Las autoridades temen que la agitación política y constitucional podría estar acompañada además por agitación diplomática, sobre todo si el Reino Unido intenta retrasar el inicio de las negociaciones formales de divorcio. La UE querría acordar los términos de salida con el Reino Unido a principios de 2018, cuando deben comenzar las negociaciones sobre un nuevo presupuesto europeo, dice un funcionario basado en Bruselas. Para ello sería necesario que el Reino Unido invocara el artículo 50 de los Tratados de la UE y declarara formalmente su intención de abandonar la unión antes de la próxima cumbre de líderes europeos, el 26 de junio, poniendo así en marcha el período de negociación de dos años.
Algunos promotores de brexit argumentan que el Reino Unido debe retrasar la aplicación del Artículo 50 hasta que se haya llegado a un acuerdo informal con Bruselas, lo cual evitaría dar una ventaja a la UE en las negociaciones. Uno de esos promotores, Michael Gove, ha llegado a sugerir que el Reino Unido podría utilizar sus derechos como miembro de la UE para obstruir el funcionamiento de la organización y presionar así a otros gobiernos para que hagan concesiones al Reino Unido.
Sin embargo, diplomáticos en Londres y Bruselas dicen que esto es ingenuo. En realidad, la UE se negaría a iniciar negociación alguna hasta que el Reino Unido invoque el artículo 50. El Reino Unido también debería seguir aceptando la inmigración ilimitada de la UE y pagar su cuota del presupuesto de la UE hasta que se alcance un acuerdo de salida. Si el Reino Unido actuara de manera unilateral para impedir cualquiera de estas opciones, la UE tendría el derecho de expulsarlo, lo que crearía problemas inmediatos para los sectores de la economía local que dependen de la financiación de la UE o de la pertenencia al mercado único de la UE, entre ellos una gran parte de los mercados financieros.
Tales tácticas difícilmente crearían relaciones armoniosas con países de los depende casi la mitad del comercio exterior del Reino Unido. Si este decide dejar de ser socio para convertirse en competidora, la prioridad de la UE sería evitar una implosión más grande de sus filas. En ese caso, los países miembros del bloque difícilmente podrían ofrecer al Reino Unido un mejor trato fuera de la UE que el que le ofrecen en la actualidad como parte del club. Esto sugiere que los defensores de brexit tienen pocas posibilidades de alcanzar su objetivo de tener acceso abierto al mercado único europeo sin la obligación de aceptar la libre circulación de bienes y personas.
Lo que parece seguro es que la agitación política, constitucional y diplomática crearía también turbulencias económicas, al menos hasta que la niebla de la incertidumbre se levante. La gravedad del choque también dependerá, en parte, de cuánto se expanda la agitación dentro de la UE. Después de todo, el referendo no se lleva a cabo en el vacío sino en un contexto de creciente inestabilidad política en todo el continente.
Incluso algunos defensores de brexit reconocen que un voto del Reino Unido para salir de la UE daría lugar al contagio. De hecho, Gove ha dicho que espera y cree que brexit llevaría a la “liberación” de Europa del euro y de la UE. Muchos responsables políticos europeos, no sólo en el Reino Unido, temen que eso sea precisamente lo que ocurra.

¿Qué pasaría si los británicos dicen ‘sí’ al brexit?

¿Qué pasaría si los británicos dicen ‘sí’ al brexit?

Por Simon Nixon
El Reino Unido podría estar a apenas dos semanas del caos político, constitucional, diplomático y económico. Al menos esa es la preocupación de los funcionarios encargados de planificar el posible día después del referendo de 23 de junio, en el que los votantes británicos deben decidir si quedarse o no en la Unión Europea, una alternativa que está empezando a parecer factible en medio de señales claras de que la campaña por el no está ganando impulso.
Una encuesta publicada el viernes mostró que los partidarios de dejar la unión llevan seis puntos de ventaja, un margen que se amplía a 10 puntos cuando se proyecta una mayor participación de los votantes de esa inclinación. Otras encuestas, sin embargo, siguen mostrando una votación apretada.
Un voto por una llamada brexit plantearía profundos desafíos para el Estado británico.