¿Qué pasaría si los británicos dicen ‘sí’ al brexit?
Por Simon Nixon
El Reino Unido podría estar a apenas dos
semanas del caos político, constitucional, diplomático y económico. Al
menos esa es la preocupación de los funcionarios encargados de
planificar el posible día después del referendo de 23 de junio, en el
que los votantes británicos deben decidir si quedarse o no en la Unión
Europea, una alternativa que está empezando a parecer factible en medio
de señales claras de que la campaña por el no está ganando impulso.
Una encuesta publicada el viernes mostró
que los partidarios de dejar la unión llevan seis puntos de ventaja, un
margen que se amplía a 10 puntos cuando se proyecta una mayor
participación de los votantes de esa inclinación. Otras encuestas, sin
embargo, siguen mostrando una votación apretada.
Un voto por una llamada brexit plantearía profundos desafíos para el Estado británico.
El primero sería político. A pesar de
que David Cameron ha dicho que tiene la intención de permanecer como
primer ministro incluso si el país sale de la UE, la suposición
generalizada es que en ese caso renunciaría rápidamente. Después de
haber embestido contra su gobierno, sería poco probable que los
defensores del brexit confiaran en él para dirigir las negociaciones de
salida del bloque; en cualquier caso, Cameron habría perdido
credibilidad. Hasta hace poco, parecía que uno de los líderes de brexit,
el ex alcalde de Londres Boris Johnson, estaba listo para reemplazarlo,
pero la imagen de éste también quedó dañada por su divisiva campaña, y
colegas de alto nivel han cuestionado públicamente su idoneidad para el
cargo de primer ministro. Algunos jefes conservadores creen que de ser
necesario, el partido se unirá en el parlamento para cerrarle el paso a
Johnson en la votación final. Una elección impugnada podría dejar al
gobierno vacante durante meses.
La salida de la UE también plantearía
problemas constitucionales. Un nuevo gobierno tendría que decidir cuál
sería la relación del Reino Unido y la UE en un escenario post-brexit.
Esto es esencialmente una elección
binaria. La primera opción sería que el Reino Unido preservara lo más
posible la relación actual—el denominado modelo noruego—para ganar
tiempo y negociar un acuerdo de libre comercio bilateral con la UE. La
segunda opción sería cortar todos los compromisos con la UE y ajustarse
únicamente a las normas de la Organización Mundial de Comercio mientras
se trabaja en un futuro acuerdo con la UE.
La primera opción sería probablemente
favorecida por la mayoría de los miembros del parlamento británico,
quienes se oponen abrumadoramente a brexit, ya que reduciría al mínimo
las perturbaciones económicas. Pero esto requeriría que el Reino Unido
siga aceptando la inmigración ilimitada de la UE, participe del
presupuesto y aceptar las reglas de la UE, a las cuales se oponen
explícitamente muchos defensores de brexit. Esto abriría un escenario de
enfrentamiento parlamentario que sólo podría resolverse mediante una
elección anticipada.
Las autoridades temen que la agitación
política y constitucional podría estar acompañada además por agitación
diplomática, sobre todo si el Reino Unido intenta retrasar el inicio de
las negociaciones formales de divorcio. La UE querría acordar los
términos de salida con el Reino Unido a principios de 2018, cuando deben
comenzar las negociaciones sobre un nuevo presupuesto europeo, dice un
funcionario basado en Bruselas. Para ello sería necesario que el Reino
Unido invocara el artículo 50 de los Tratados de la UE y declarara
formalmente su intención de abandonar la unión antes de la próxima
cumbre de líderes europeos, el 26 de junio, poniendo así en marcha el
período de negociación de dos años.
Algunos promotores de brexit argumentan
que el Reino Unido debe retrasar la aplicación del Artículo 50 hasta que
se haya llegado a un acuerdo informal con Bruselas, lo cual evitaría
dar una ventaja a la UE en las negociaciones. Uno de esos promotores,
Michael Gove, ha llegado a sugerir que el Reino Unido podría utilizar
sus derechos como miembro de la UE para obstruir el funcionamiento de la
organización y presionar así a otros gobiernos para que hagan
concesiones al Reino Unido.
Sin embargo, diplomáticos en Londres y
Bruselas dicen que esto es ingenuo. En realidad, la UE se negaría a
iniciar negociación alguna hasta que el Reino Unido invoque el artículo
50. El Reino Unido también debería seguir aceptando la inmigración
ilimitada de la UE y pagar su cuota del presupuesto de la UE hasta que
se alcance un acuerdo de salida. Si el Reino Unido actuara de manera
unilateral para impedir cualquiera de estas opciones, la UE tendría el
derecho de expulsarlo, lo que crearía problemas inmediatos para los
sectores de la economía local que dependen de la financiación de la UE o
de la pertenencia al mercado único de la UE, entre ellos una gran parte
de los mercados financieros.
Tales tácticas difícilmente crearían
relaciones armoniosas con países de los depende casi la mitad del
comercio exterior del Reino Unido. Si este decide dejar de ser socio
para convertirse en competidora, la prioridad de la UE sería evitar una
implosión más grande de sus filas. En ese caso, los países miembros del
bloque difícilmente podrían ofrecer al Reino Unido un mejor trato fuera
de la UE que el que le ofrecen en la actualidad como parte del club.
Esto sugiere que los defensores de brexit tienen pocas posibilidades de
alcanzar su objetivo de tener acceso abierto al mercado único europeo
sin la obligación de aceptar la libre circulación de bienes y personas.
Lo que parece seguro es que la agitación
política, constitucional y diplomática crearía también turbulencias
económicas, al menos hasta que la niebla de la incertidumbre se levante.
La gravedad del choque también dependerá, en parte, de cuánto se
expanda la agitación dentro de la UE. Después de todo, el referendo no
se lleva a cabo en el vacío sino en un contexto de creciente
inestabilidad política en todo el continente.
Incluso algunos defensores de brexit
reconocen que un voto del Reino Unido para salir de la UE daría lugar al
contagio. De hecho, Gove ha dicho que espera y cree que brexit llevaría
a la “liberación” de Europa del euro y de la UE. Muchos responsables
políticos europeos, no sólo en el Reino Unido, temen que eso sea
precisamente lo que ocurra.
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