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Tuesday, September 20, 2016

Confiar en uno mismo es el jaquemate contra el populismo

By: María Marty - 

Los políticos populistas de la región parecen pelearse por ser los que más viviendas, escuelas y hospitales hicieron. (Flickr)
Los políticos populistas de la región parecen pelearse por ser los que más viviendas, escuelas y hospitales hicieron. (Flickr)
Nacemos, y en cuanto podemos, intentamos gatear, trepar, caminar, correr, leer, nadar, escribir y subirnos al árbol más alto. Nos gustan los desafíos y la aventura. Queremos probarnos y hacer las cosas por nosotros mismos.
No importan los moretones, raspones y errores. Preguntamos el porqué de todo y esperamos explicaciones. Queremos entender la naturaleza y sus leyes. Queremos experimentar el mundo, dominarlo y disfrutarlo. Y sentimos, consciente o inconscientemente, que estamos equipados con las herramientas necesarias para lograrlo: una mente y un cuerpo eficaces.
En un hogar y en una escuela, a unos les confirman lo anterior. Los felicitan ante un logro. Les hablan de un mundo aprehensible y lógico. Les presentan la vida como algo digno de ser vivido. Los incentivan a tomar decisiones, a explorar, a cuestionar. Sus errores no se convierten en drama, pero tampoco en culpa del vecino.



Les enseñan, más con el ejemplo que con la palabra, a respetar la libertad y la propiedad, propia y ajena. Para cuando están listos para votar, ya no sólo sienten, sino que también piensan que son adecuados para cruzar la maravillosa puerta que los conducirá hacia la independencia.
En otra casa y en otra escuela, a otros les dan una respuesta diferente. A sus preguntas, les responden con un “porque lo digo yo y punto”; a sus intentos con un “no vas a poder”, a su creatividad con un “mejor hazlo como todos”, a sus sueños con un “mejor ir por lo seguro”. Toda aventura se convierte en peligro, toda desobediencia en castigo, todo error en desilusión.
El sentido de propiedad es etiquetado de egoísmo, y el amor por la libertad es considerado rebeldía. El mundo que parecía lógico y benévolo se derrumba, junto con la confianza en sí mismos. Para cuando están listos para votar, están convencidos de que la mejor receta para no fallar, es poner sus vidas en manos de alguien que “sepa” más.
Llegan las elecciones. ¿Por quién votarán unos y otros? La respuesta es simple: por el candidato que coincida con su autoconcepto. Si creen que son valiosos, votarán por quien respete su dignidad. Si piensan que son inútiles, votarán por quien los trate como tales. Crudo pero cierto.
Si alguien piensa que no está capacitado para hacerse cargo de su vida, ¿votará acaso por alguien que le prometa libertad, competencia, dejarlo solo y en paz? ¿O se sentirá más atraído a votar por el asistencialismo, subsidios, defensa contra potenciales enemigos y distribución de riqueza ajena? ¿Eligirá a quien le diga que es el único responsable por su futuro y por los hijos que decida traer al mundo, o por alguien que le ofrezca subirse a una espalda ajena?
Y cuando haya elegido al populista de turno, el círculo vicioso habrá comenzado a girar, porque una vez que el “salvador” está en el poder, hará lo imposible para que lo sigan votando, generando una continua necesidad de él. Como cualquier estupefaciente, se nutrirá de la debilidad para generar adicción.
Si escuchamos los discursos de todos nuestros políticos, es fácil —y triste— deducir qué piensan de sus votantes. Todos parecen pelearse por ser el que más viviendas, escuelas y hospitales hizo. Por ser el autor intelectual de las asignaciones universales por hijo. Por haber implementado los centenares de planes sociales que existen hoy en día. Por haber subsidiado, por haber protegido, por haber cuidado.
Pero el asistencialismo está lejísimos de ser un triunfo. Es, más bien, una clara demostración de un fracaso rotundo; la evidencia absoluta de que no han sabido generar un sistema que permita a la gente salir de la pobreza y la dependencia, parándose en sus propios pies. Un Gobierno exitoso diría: “Acabamos con todos los planes sociales y servicios públicos. Ya nadie los necesita. Todo ciudadano está ahora en condiciones de pagar por los productos y servicios que necesitan y desean para su vida”.
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Algunos datos ilustrativos: en Argentina, por ejemplo, 21,6 millones de personas reciben dinero del Estado, de los cuales 8,5 millones reciben planes sociales. ¿Cuántos mantienen a estos 21,6 millones? Sólo 7,5 millones de argentinos.
¿Es posible que más de 50% de la población viva a expensas de otra?
Los inmigrantes que cruzaron el océano a fines del siglo XIX, dejando familia, tierra e historia detrás, no lo hicieron porque alguien les garantizara su supervivencia de este lado del planeta. Algunos eran mucho más pobres que los pobres que actualmente viven de los planes sociales. Pero no vinieron por protección ni beneficios ni privilegios. Vinieron con la única meta de encontrar paz, libertad y la oportunidad de hacer su propio camino.
Soplan vientos de esperanza para América Latina. Pero si queremos romper el círculo vicioso del populismo definitivamente, tenemos que empezar por casa: por los valores que transmitimos a nuestros hijos, y por evaluar cómo está nuestra autoestima. En definitiva, como toda profecía autocumplida, seremos lo que pensamos de nosotros mismos. Como dijo Henry Ford “Tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, estás en lo cierto”.
Ojalá abandonemos de una vez por todas el miedo, el resentimiento y la actitud de víctimas, y comencemos a confiar en las oportunidades que la vida y la propia naturaleza nos ofrece. El día que eso ocurra, el populismo habrá muerto y los políticos dejarán de usar la necesidad, la pobreza y el hambre como palabras claves y las reemplazarán por producción, riqueza, crecimiento y, fundamentalmente, libertad.

Confiar en uno mismo es el jaquemate contra el populismo

By: María Marty - 

Los políticos populistas de la región parecen pelearse por ser los que más viviendas, escuelas y hospitales hicieron. (Flickr)
Los políticos populistas de la región parecen pelearse por ser los que más viviendas, escuelas y hospitales hicieron. (Flickr)
Nacemos, y en cuanto podemos, intentamos gatear, trepar, caminar, correr, leer, nadar, escribir y subirnos al árbol más alto. Nos gustan los desafíos y la aventura. Queremos probarnos y hacer las cosas por nosotros mismos.
No importan los moretones, raspones y errores. Preguntamos el porqué de todo y esperamos explicaciones. Queremos entender la naturaleza y sus leyes. Queremos experimentar el mundo, dominarlo y disfrutarlo. Y sentimos, consciente o inconscientemente, que estamos equipados con las herramientas necesarias para lograrlo: una mente y un cuerpo eficaces.
En un hogar y en una escuela, a unos les confirman lo anterior. Los felicitan ante un logro. Les hablan de un mundo aprehensible y lógico. Les presentan la vida como algo digno de ser vivido. Los incentivan a tomar decisiones, a explorar, a cuestionar. Sus errores no se convierten en drama, pero tampoco en culpa del vecino.


Tuesday, August 2, 2016

La Escuela Austríaca en la ciencia económica

Karelys Abarca
Karelys Abarca es Economista, egresada de la Universidad Central de Venezuela, y Profesora-Investigadora en la Facultad de Economía de esta casa de estudios. Ha sido dos veces Premio Nacional Alberto Adriani, galardón otorgado por el Banco Central de Venezuela y la Fundación Alberto Adriani. Twitter: @karelitabarca
Carl Menger fue el fundador de la Escuela Austríaca de economía, una de las menos divulgadas entre las que provocaron la revolución marginalista a finales del siglo XIX. Su primer libro, Gründsätze der Volkswirtschaftslehre (Principios de Enseñanza de Economía Política) hace importantes críticas a la economía clásica, pues presenta una teoría del valor antagónica a la corriente de pensamiento predominante. De acuerdo a esta visión son los precios de los bienes los que determinan los costos de producción y no al contrario. Carl Menger realizó también una profunda investigación sobre la moneda, donde explora la evolución histórica del dinero, así como una teoría del valor monetario que sirvió de partida a otros pensadores de esta escuela, como Wieser y Von Mises.



Uno de los exponentes de la Escuela Austríaca, Ludwig von Mises comenzó a dictar clases en la Universidad de Nueva York en 1948, después que la persecución nazi obligase a abandonar Viena a la mayor parte de los investigadores de esta corriente, apagándose la escuela en Austria y renaciendo en Estados Unidos. Entre los aportes más importantes de von Mises a la ciencia económica se encuentra una teoría del ciclo económico basada en causas monetarias y estructurales; además de la demostración científica de la imposibilidad de cuantificar la eficiencia económica en el modelo socialista. Esta imposibilidad deviene del contraste con el concepto austriaco de eficiencia dinámica, impulsada por la innovación, el emprendimiento y la competencia en el sistema, mientras que en socialismo los controles y la planificación centralizada hacen inviable la adecuada asignación de recursos. En el caso específico de Venezuela podemos verificar la tesis de Ludwig von Mises, pues eficiencia y modelo económico socialista aparecen como términos disociados.
Para la Escuela Austriaca la utilidad marginal, específicamente la ley de utilidad marginal decreciente, explica por qué el consumidor obtiene una satisfacción subjetiva menor cada vez que consume unidades adicionales de un bien, y puede explicar por sí misma la formación de precios sin incluir los costos de producción. Es decir, que a partir del principio de la utilidad marginal, la Escuela Austriaca llegó a la conclusión de que no son los costos los que determinan los precios, sino al contrario, son los precios de los bienes y servicios finales los que determinan los costos de producción.
Friedrich von Hayek, por su parte, fue uno de los discípulos más reconocidos de von Mises. Hayek afirma que la información en la economía de mercado es imperfecta, incorporando la incertidumbre en el análisis económico de manera coherente y pionera, incluso antes que otras escuelas de pensamiento. Un importante aporte de Hayek es su teoría monetaria y la relación con los ciclos económicos. Respecto a la expansión de la oferta monetaria, Hayek demuestra que ésta no genera un efecto de crecimiento en la economía real, sino distorsiones en los precios, lo que conlleva a una asignación ineficiente de los recursos. Esto significa que la inflación generada por una pésima política monetaria del gobierno, empobrece a la gente y destruye la eficiencia del sistema económico. Hayek también contribuye en la profundización de la tesis de imposibilidad de cuantificación de la eficiencia económica en el modelo socialista.
Igual que Menger y von Mises, Hayek estaba convencido que son las ideas y no la fuerza, las que deben prevalecer para establecer una sociedad libre, siendo el ámbito más propicio de las ideas, la Academia y no la Política. En este sentido, todos los pensadores de la Escuela Austriaca hicieron valiosos aportes al nuevo pensamiento liberal.
Pero la diferencia primordial que distancia a la Escuela Austriaca de otras escuelas del pensamiento económico es la teoría del valor. Las escuelas clásica y neoclásica afirman que los precios están determinados por los costos de producción y las leyes de comportamiento del consumidor sólo complementan esta formación de precios, no obstante las conclusiones de los austriacos fueron completamente diferentes.
Para la Escuela Austriaca la utilidad marginal, específicamente la ley de utilidad marginal decreciente, explica por qué el consumidor obtiene una satisfacción subjetiva menor cada vez que consume unidades adicionales de un bien, y puede explicar por sí misma la formación de precios sin incluir los costos de producción. Es decir, que a partir del principio de la utilidad marginal, la Escuela Austriaca llegó a la conclusión de que no son los costos los que determinan los precios, sino al contrario, son los precios de los bienes y servicios finales los que determinan los costos de producción.
De acuerdo a la teoría de valor de la Escuela Austriaca, ninguna empresa estará dispuesta a pagar por los factores de producción un precio superior al que los consumidores pagarían por el bien final. Las empresas están dispuestas a pagar los precios de los factores productivos, porque los consumidores están dispuestos a pagar los precios finales, de donde se concluye que los costos son el resultado de la existencia de precios esperados de bienes y servicios y no al revés. Si alguien duda de la importancia de esta premisa, que observe con detalle el caso venezolano.
En Venezuela se vive una constante situación de escasez por efecto de los controles de precios, que hacen que las señales de mercado entre consumidores y productores se borren, por lo que las personas dan mayor valor subjetivo a todo porque nada se consigue, y están dispuestas a pagar un precio más alto por las cosas, favoreciendo a la alta inflación, con lo que se incrementan a la par los costos de producción. A pesar de los controles y regulaciones del gobierno sobre el proceso productivo de las empresas, no se puede evitar ni detener el incremento de los costos de producción, porque no se puede detener el incremento de los precios de los bienes y servicios finales en los mercados no regulados o negros que se forman de manera paralela a los controles de precios. La economía venezolana demuestra de manera contundente que es la utilidad marginal del consumo la que determina los precios de los bienes y servicios finales y no los costos de producción de las empresas.
Considerando las ideas de la Escuela Austriaca, la solución inflacionaria en Venezuela exige eliminar los controles de precios para estabilizarlos y bajar la presión que ejerce la escasez sobre la psique de los consumidores, en vez de sofocar a las empresas a través del control de costos de producción, además se debe aplicar una política monetaria coherente y disciplinada. Para resolver la economía de Venezuela se requiere libertad de acción por parte de consumidores y productores, y una moneda estable, porque tal como afirma esta escuela la eficiencia es dinámica, y no hay eficiencia donde predomina el control.

La Escuela Austríaca en la ciencia económica

Karelys Abarca
Karelys Abarca es Economista, egresada de la Universidad Central de Venezuela, y Profesora-Investigadora en la Facultad de Economía de esta casa de estudios. Ha sido dos veces Premio Nacional Alberto Adriani, galardón otorgado por el Banco Central de Venezuela y la Fundación Alberto Adriani. Twitter: @karelitabarca
Carl Menger fue el fundador de la Escuela Austríaca de economía, una de las menos divulgadas entre las que provocaron la revolución marginalista a finales del siglo XIX. Su primer libro, Gründsätze der Volkswirtschaftslehre (Principios de Enseñanza de Economía Política) hace importantes críticas a la economía clásica, pues presenta una teoría del valor antagónica a la corriente de pensamiento predominante. De acuerdo a esta visión son los precios de los bienes los que determinan los costos de producción y no al contrario. Carl Menger realizó también una profunda investigación sobre la moneda, donde explora la evolución histórica del dinero, así como una teoría del valor monetario que sirvió de partida a otros pensadores de esta escuela, como Wieser y Von Mises.


Wednesday, July 6, 2016

La Escuela Austríaca en la ciencia económica

Karelys Abarca
Karelys Abarca es Economista, egresada de la Universidad Central de Venezuela, y Profesora-Investigadora en la Facultad de Economía de esta casa de estudios. Ha sido dos veces Premio Nacional Alberto Adriani, galardón otorgado por el Banco Central de Venezuela y la Fundación Alberto Adriani. Twitter: @karelitabarca
Carl Menger fue el fundador de la Escuela Austríaca de economía, una de las menos divulgadas entre las que provocaron la revolución marginalista a finales del siglo XIX. Su primer libro, Gründsätze der Volkswirtschaftslehre (Principios de Enseñanza de Economía Política) hace importantes críticas a la economía clásica, pues presenta una teoría del valor antagónica a la corriente de pensamiento predominante. De acuerdo a esta visión son los precios de los bienes los que determinan los costos de producción y no al contrario. Carl Menger realizó también una profunda investigación sobre la moneda, donde explora la evolución histórica del dinero, así como una teoría del valor monetario que sirvió de partida a otros pensadores de esta escuela, como Wieser y Von Mises.



Uno de los exponentes de la Escuela Austríaca, Ludwig von Mises comenzó a dictar clases en la Universidad de Nueva York en 1948, después que la persecución nazi obligase a abandonar Viena a la mayor parte de los investigadores de esta corriente, apagándose la escuela en Austria y renaciendo en Estados Unidos. Entre los aportes más importantes de von Mises a la ciencia económica se encuentra una teoría del ciclo económico basada en causas monetarias y estructurales; además de la demostración científica de la imposibilidad de cuantificar la eficiencia económica en el modelo socialista. Esta imposibilidad deviene del contraste con el concepto austriaco de eficiencia dinámica, impulsada por la innovación, el emprendimiento y la competencia en el sistema, mientras que en socialismo los controles y la planificación centralizada hacen inviable la adecuada asignación de recursos. En el caso específico de Venezuela podemos verificar la tesis de Ludwig von Mises, pues eficiencia y modelo económico socialista aparecen como términos disociados.
Para la Escuela Austriaca la utilidad marginal, específicamente la ley de utilidad marginal decreciente, explica por qué el consumidor obtiene una satisfacción subjetiva menor cada vez que consume unidades adicionales de un bien, y puede explicar por sí misma la formación de precios sin incluir los costos de producción. Es decir, que a partir del principio de la utilidad marginal, la Escuela Austriaca llegó a la conclusión de que no son los costos los que determinan los precios, sino al contrario, son los precios de los bienes y servicios finales los que determinan los costos de producción.
Friedrich von Hayek, por su parte, fue uno de los discípulos más reconocidos de von Mises. Hayek afirma que la información en la economía de mercado es imperfecta, incorporando la incertidumbre en el análisis económico de manera coherente y pionera, incluso antes que otras escuelas de pensamiento. Un importante aporte de Hayek es su teoría monetaria y la relación con los ciclos económicos. Respecto a la expansión de la oferta monetaria, Hayek demuestra que ésta no genera un efecto de crecimiento en la economía real, sino distorsiones en los precios, lo que conlleva a una asignación ineficiente de los recursos. Esto significa que la inflación generada por una pésima política monetaria del gobierno, empobrece a la gente y destruye la eficiencia del sistema económico. Hayek también contribuye en la profundización de la tesis de imposibilidad de cuantificación de la eficiencia económica en el modelo socialista.
Igual que Menger y von Mises, Hayek estaba convencido que son las ideas y no la fuerza, las que deben prevalecer para establecer una sociedad libre, siendo el ámbito más propicio de las ideas, la Academia y no la Política. En este sentido, todos los pensadores de la Escuela Austriaca hicieron valiosos aportes al nuevo pensamiento liberal.
Pero la diferencia primordial que distancia a la Escuela Austriaca de otras escuelas del pensamiento económico es la teoría del valor. Las escuelas clásica y neoclásica afirman que los precios están determinados por los costos de producción y las leyes de comportamiento del consumidor sólo complementan esta formación de precios, no obstante las conclusiones de los austriacos fueron completamente diferentes.
Para la Escuela Austriaca la utilidad marginal, específicamente la ley de utilidad marginal decreciente, explica por qué el consumidor obtiene una satisfacción subjetiva menor cada vez que consume unidades adicionales de un bien, y puede explicar por sí misma la formación de precios sin incluir los costos de producción. Es decir, que a partir del principio de la utilidad marginal, la Escuela Austriaca llegó a la conclusión de que no son los costos los que determinan los precios, sino al contrario, son los precios de los bienes y servicios finales los que determinan los costos de producción.
De acuerdo a la teoría de valor de la Escuela Austriaca, ninguna empresa estará dispuesta a pagar por los factores de producción un precio superior al que los consumidores pagarían por el bien final. Las empresas están dispuestas a pagar los precios de los factores productivos, porque los consumidores están dispuestos a pagar los precios finales, de donde se concluye que los costos son el resultado de la existencia de precios esperados de bienes y servicios y no al revés. Si alguien duda de la importancia de esta premisa, que observe con detalle el caso venezolano.
En Venezuela se vive una constante situación de escasez por efecto de los controles de precios, que hacen que las señales de mercado entre consumidores y productores se borren, por lo que las personas dan mayor valor subjetivo a todo porque nada se consigue, y están dispuestas a pagar un precio más alto por las cosas, favoreciendo a la alta inflación, con lo que se incrementan a la par los costos de producción. A pesar de los controles y regulaciones del gobierno sobre el proceso productivo de las empresas, no se puede evitar ni detener el incremento de los costos de producción, porque no se puede detener el incremento de los precios de los bienes y servicios finales en los mercados no regulados o negros que se forman de manera paralela a los controles de precios. La economía venezolana demuestra de manera contundente que es la utilidad marginal del consumo la que determina los precios de los bienes y servicios finales y no los costos de producción de las empresas.
Considerando las ideas de la Escuela Austriaca, la solución inflacionaria en Venezuela exige eliminar los controles de precios para estabilizarlos y bajar la presión que ejerce la escasez sobre la psique de los consumidores, en vez de sofocar a las empresas a través del control de costos de producción, además se debe aplicar una política monetaria coherente y disciplinada. Para resolver la economía de Venezuela se requiere libertad de acción por parte de consumidores y productores, y una moneda estable, porque tal como afirma esta escuela la eficiencia es dinámica, y no hay eficiencia donde predomina el control.

La Escuela Austríaca en la ciencia económica

Karelys Abarca
Karelys Abarca es Economista, egresada de la Universidad Central de Venezuela, y Profesora-Investigadora en la Facultad de Economía de esta casa de estudios. Ha sido dos veces Premio Nacional Alberto Adriani, galardón otorgado por el Banco Central de Venezuela y la Fundación Alberto Adriani. Twitter: @karelitabarca
Carl Menger fue el fundador de la Escuela Austríaca de economía, una de las menos divulgadas entre las que provocaron la revolución marginalista a finales del siglo XIX. Su primer libro, Gründsätze der Volkswirtschaftslehre (Principios de Enseñanza de Economía Política) hace importantes críticas a la economía clásica, pues presenta una teoría del valor antagónica a la corriente de pensamiento predominante. De acuerdo a esta visión son los precios de los bienes los que determinan los costos de producción y no al contrario. Carl Menger realizó también una profunda investigación sobre la moneda, donde explora la evolución histórica del dinero, así como una teoría del valor monetario que sirvió de partida a otros pensadores de esta escuela, como Wieser y Von Mises.


Thursday, June 23, 2016

2016: las elecciones mexicanas del descrédito

Ivonne Melgar
Ivonne Melgar es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM (México). Trabajó en unomásuno y en Reforma. Es reportera y columnista del periódico Excélsior, Grupo Imagen y Cadena Tres Noticias. Ha reporteado las actividades de Los Pinos (casa de gobierno de México) desde 2003. Es autora de la columna de análisis político Retrovisor que se publica todos los sábados en Excélsior.
La campaña electoral de 2016 se convirtió en una competencia de expedientes de corrupción, narcopolítica e historias personales inconfesables.
Los candidatos a las doce gubernaturas en disputa se concentraron en evidenciar las fortunas de sus adversarios y los excesos en el manejo de los recursos públicos de los mandatarios estatales.



A la narrativa de la canallesca electoral mexicana de 2016 se suma AMLO y su hermano Arturo López Obrador, quien dice apoyar al candidato del PRI al gobierno veracruzano, Héctor Yunes Landa. La descalificación del presidenciable de Morena de que ése es un acto acomodaticio de alguien sin ideales, y el anuncio de que “por eso ya no tengo hermanos”, es tan dramático como revelador de la mezquindad plural que hoy marca a la política mexicana.
De manera que los protagonistas de la temporada son los involucrados en las acusaciones que representantes del PRI, PAN y PRD se lanzaron en este proceso, particularmente en Veracruz, Tamaulipas, Oaxaca, Chihuahua y Durango.
Así que las elecciones de 2016 quedarán como aquellas que paralizaron al Senado en la tarea de concretar las leyes que darían sustento al Sistema Nacional Anticorrupción.
Y en el registro de los medios de comunicación, serán los comicios caracterizados por los destapes que los competidores hicieron de sus contendientes.
Pero más que una guerra de propaganda negra, atestiguamos decenas de piezas del rompecabezas que conforman el ejercicio del poder, historias de vida que vinculan a la corrupcion con los negocios, el conflicto de interés, la compra de bienes y los depósitos bancarios en el extranjero.
Le hemos llamado guerra sucia a esta forma de hacer campaña electoral. En estricto, son expedientes que nos muestran a una clase gobernante ocupada en retener el poder. No en ejercerlo.
Ha sido una campaña que ha consumado el descrédito de la política a cargo de los políticos.
En un primer plano, los perdedores de este proceso son los tres grandes partidos —PRI, PAN y PRD— enfrascados en un círculo vicioso de acusaciones mutuas de corrupción, pero incapaces de diseñar salidas para combatirla y castigarla.
Si nos limitamos a las historias que se lograron sembrar en la opinión pública, diríamos a manera de resumen caricaturesco que en Tamaulipas el narco tiene más fuerza que el INE, que en Veracruz no hay ni a quien irle, que en Oaxaca todos se sirven del erario con la cuchara grande y que los gobernadores hacen y deshacen a su antojo.
Pero la derrota de la legitimidad de una partidocracia que se ha desnudado corrupta y corruptora también arrasó en esta campaña electoral de 2016 con otros protagonistas del juego democrático.
Es evidente que los encuestadores dejaron de ser los centinelas de la competencia. No sólo porque la desconfianza de la gente descalifica sus reportes, sino porque el potencial votante les oculta deliberadamente sus intenciones.
Pero en esta guerra de lodo también salió herida la otrora disciplina del partido en el poder, en medio de una soterrada sucesión presidencial hacia 2018.
“La marca del PRI no vende”, susurran los priistas en una campaña en la que el logo de su instituto político tendió a desaparecer en la publicidad electoral y mientras su dirigente, Manlio Fabio Beltrones, afronta las dificultades propias de una estructura  infiltrada por distintos intereses. Pero la mala imagen del partido en el poder no se transformó en una oportunidad para la oposición que, pese a sumar fuerzas, está literalmente padeciendo a los independientes.
El asunto se agrava en estados donde los abanderados sin partido se llevarán rebanadas de diez puntos, una cuota que podría tener José Luis Barraza en Chihuahua y que le harían falta para ganar a Javier Corral.
Frente a esas vicisitudes de la partidocracia, se afirma que el gran ganador de la temporada será Morena y su líder y candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador.
Es cierto que los celebrados spots del frijol con gorgojo, del avión presidencial que “no tiene ni Obama” y de los tan ladrones unos como rateros los otros, se han visto reforzados por las acusaciones de corrupción de los candidatos del PAN, PRI y PRD. También es cierto que frente a los señalamientos de peculado, pederastia o cómplices del narco, AMLO puede seguir predicando como el purificador de la vida pública y repartidor de absoluciones, siempre y cuando la jueguen con él.
Pero esa narrativa del tabasqueño, ganadora mediáticamente hablando, se diluye cuando el pretendido abanderado de izquierda se muestra en su dimensión humana como un hermano al que sólo le importa su meta política y es capaz de darle la espalda a los suyos por el pecado de irle a un partido diferente.
Estupefactos habíamos escuchado el deslinde de Alejandro Murat, candidato del PRI al gobierno de Oaxaca, al prometer que su padre, el exgobernador de la entidad, se autoexiliará, que vivirá fuera del país.
Historias escalofriantes del poder. Porque mientras el hijo renegado promete ser diferente, las crónicas de la secrecía electoral cuentan que José Murat opera a distancia a favor de su crío.
A la narrativa de la canallesca electoral mexicana de 2016 se suma AMLO y su hermano Arturo López Obrador, quien dice apoyar al candidato del PRI al gobierno veracruzano, Héctor Yunes Landa. La descalificación del presidenciable de Morena de que ése es un acto acomodaticio de alguien sin ideales, y el anuncio de que “por eso ya no tengo hermanos”, es tan dramático como revelador de la mezquindad plural que hoy marca a la política mexicana.

2016: las elecciones mexicanas del descrédito

Ivonne Melgar
Ivonne Melgar es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM (México). Trabajó en unomásuno y en Reforma. Es reportera y columnista del periódico Excélsior, Grupo Imagen y Cadena Tres Noticias. Ha reporteado las actividades de Los Pinos (casa de gobierno de México) desde 2003. Es autora de la columna de análisis político Retrovisor que se publica todos los sábados en Excélsior.
La campaña electoral de 2016 se convirtió en una competencia de expedientes de corrupción, narcopolítica e historias personales inconfesables.
Los candidatos a las doce gubernaturas en disputa se concentraron en evidenciar las fortunas de sus adversarios y los excesos en el manejo de los recursos públicos de los mandatarios estatales.


Tuesday, June 21, 2016

El antídoto contra el populismo


La irrupción de Podemos en la escena política española ha pillado a PP y PSOE ideológicamente desarmados. Los partidos tradicionales llevan décadas sin plantear un debate de ideas de fondo. Han acostumbrado a la población a estériles discusiones en las que se tiran los trastos a la cabeza empleando la retórica partidista y el ataque personal. Pero detrás de la verborrea del típico político español no hay más respaldo filosófico que la pura sed de poder y el amor por el dinero ajeno.



De la eclosión de Podemos y otras coaliciones de izquierda radical pueden decirse muchas cosas. Lo que no puede decirse es que no pongan ideas, equivocadas o no, sobre la mesa. Iglesias, Monedero o Errejón llevan muchos años inmersos en el debate de las ideas, desarrollando argumentos y trabajando la comunicación política. Justo al contrario que las tradicionales formaciones que llevan décadas repartiéndose el poder en España: ni ideas, ni argumentos ni comunicación política. No hay más que fijarse en el propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, para encontrar al ejemplo paradigmático de político profesional que rehuye de cualquier debate de ideas de fondo y que descuida al máximo su comunicación política. Es por esto que, sin pólvora argumental, PP y PSOE se ven incapaces de dar la batalla de las ideas contra formaciones como Podemos.
El problema es que el proyecto de toma del poder de Podemos se basa en la clásica estrategia populista. El populismo, sea de izquierdas o derechas, detecta problemas y sufrimiento reales, realiza un diagnóstico erróneo y propone las soluciones equivocadas. Los remedios que plantean los populistas no tienen que funcionar, sino que han de ser fáciles de vender. Son falsas soluciones mágicas, atajos efectistas, intuitivos y en apariencia poco dolorosos que jamás tienen en cuenta las consecuencias de llevarlas a cabo. La finalidad no es solucionar los problemas, cosa que de hecho puede ir contra sus intereses, sino enfrentar a los ciudadanos en un falaz falso dilema: estás con nosotros o contra el pueblo.
El populismo apela al colectivo (pueblo, patria) como si fuera un ente homogéneo con idénticos intereses, objetivos y proyectos vitales. Y contra el pueblo, los populistas ponen en la diana enemigos comunes a los que culpar de todos los problemas, sean estos externos (los mercados, los alemanes, los yanquis, los inmigrantes) o internos (la casta, los ricos, la oligarquía, ciertas minorías religiosas). Las ideas de los populistas, habitualmente de un alto componente estatista, son así identificadas como las ‘ideas del pueblo’. Si no estás de acuerdo con ellas, por disparatadas que sean, entonces formas parte de la casta, sirves a la oligarquía o no eres un buen ciudadano. No importa que la mayoría vote a otras formaciones políticas: sólo los populistas representan al pueblo. Estás con ellos o contra ellos; estás con el pueblo o contra el pueblo.
El populismo envenena el debate político. Sobre todo cuando se inyecta en un escenario como el español, en el que las principales fuerzas políticas han renunciado al debate de las ideas. A partidos como PP y PSOE sólo les quedan dos alternativas. La primera es la campaña del miedo: “O nosotros o el caos”. Sí, les puede llegar a funcionar, pero también es fácil que sea interpretado como una señal de desesperación o debilidad argumental, y se vuelva contra ellos mismos. La segunda es, simplemente, copiar al populista, adoptar progresivamente sus ideas y tomar elementos de su retórica. Así, como un virus, el populismo se va propagando por la población y va infectando a otros grupos políticos. Como resultado, un país que ya antes tenía muchos problemas, pasa a tener los mismos más uno adicional: el populismo en todos los partidos.
¿Qué antídoto cabe contra la deriva populista? El discurso del miedo no sólo es probablemente inútil, sino que tampoco soluciona los problemas de fondo. La única manera de combatir el populismo de forma útil y constructiva, aunque ni mucho menos de éxito garantizado, es remangarse y dar la batalla de las ideas de forma rigurosa y honesta. Y, a mi entender, quien mejor puede hacer esto es el liberalismo. No sólo porque, aunque desde reductos minoritarios, los liberales no han abandonado el debate de las ideas y han seguido trabajando en ellas desde plataformas como el Instituto Juan de Mariana. Sino también porque, en mi opinión, el liberalismo es superior a sus alternativas: identifica mejor la causa de los problemas, plantea soluciones funcionales y, sobre todo, propone un modelo de cooperación pacífica y en libertad que es superior tanto desde el punto de vista económico como desde el ético. Sólo así, dando la batalla de las ideas con rigor y honestidad en nuestro día a día y desde los altavoces de los que dispongamos, podremos contribuir a despertar a muchas personas de la falsa ilusión de las soluciones mágicas y frenar el populismo de todos los partidos.

El antídoto contra el populismo


La irrupción de Podemos en la escena política española ha pillado a PP y PSOE ideológicamente desarmados. Los partidos tradicionales llevan décadas sin plantear un debate de ideas de fondo. Han acostumbrado a la población a estériles discusiones en las que se tiran los trastos a la cabeza empleando la retórica partidista y el ataque personal. Pero detrás de la verborrea del típico político español no hay más respaldo filosófico que la pura sed de poder y el amor por el dinero ajeno.