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Monday, July 18, 2016

Sobre economía y socialismo


Reconozco que siempre me apasionó la Revolución Rusa: no ideológicamente (nunca me he dejado fascinar por el socialismo), sino histórica y sociológicamente. ¡Qué desastre! Y qué barbaridad…
Por edad, soy de ésos que estudió EGB, BUP y COU en España: aunque en algunos casos sólo fui consciente años después, muchos de mis profesores eran comunistas. Los recuerdo bien: barbudos y sesudos ellos, estiradas y muy leídas ellas, profesando su activismo sotto voce, incitando a sus alumnos a secundar las ridículas huelgas estudiantiles de los 80 o presumiendo del “Yankee Go Home” después de alguna manifa anti-OTAN.



Es decir, como los líderes actuales de Podemos, pero aseados física e intelectualmente. Personas profundamente equivocadas, sin el menor atisbo de autocrítica, pero respetables: los de hoy, no me merecen ningún respeto, ni físico ni intelectual. Aquéllos no podían no saber: éstos no tienen intención de ocultarlo.
De hecho, su intención es más bien la contraria: no se esconden, no necesitan justificarse. Sólo así alguien puede considerarse un “leninista amable”. Por eso dominan los medios de comunicación, por eso okupan las redes sociales: para dejarnos su mensaje. Quieren que vivamos como en Cuba o en Venezuela, extender sus paraísos socialistas del Caribe al Mediterráneo. Y lo van a conseguir.
En cierta medida, ya lo han hecho: victoria por incomparecencia del contrario. Lo que hay enfrente de estos nuevos-viejos comunistas es simplemente socialdemocracia, de derechas o de izquierdas, pero intervencionismo al fin y al cabo. Y ya se sabe que cuando la gente puede elegir entre el original y una mala copia, la mayoría suele preferir el primero a la segunda.
Y es que, sin pretender equiparar nuestros actuales sistemas democráticos al Archipiélago Gulag que nos contó Solzhenitsyn, sí se pueden identificar algunas similitudes que, en ausencia de la calidad institucional adecuada, podrían facilitar experimentos sociológicos como el que pretende imponer el partido político Podemos en España: experimentos que ya se demostraron imposibles, tanto desde un punto de vista teórico como práctico, en el pasado.
A desarrollar esta idea, la identificación de una serie de elementos comunes a sistemas socialistas y no socialistas para explicar el intervencionismo que padecen las actuales democracias, dediqué algo de tiempo en forma de trabajo para la asignatura Análisis Económico del Socialismo en el Máster en Economía UFM-OMMA, impartida por el profesor Juan Ramón Rallo.
En su magnífico libro The Socialist System, el economista húngaro János Kornai identifica la relación causal que une los distintos componentes del sistema socialista clásico, de manera que cada elemento de esta cadena es consecuencia del anterior, formando lo que podríamos llamar la cadena de valor intelectual del socialismo.
Así, como consecuencia del poder absoluto del partido marxista-leninista y de la inseparabilidad de su ideología oficial, el Estado se atribuye una posición dominante y la práctica totalidad de la propiedad existente, lo que hace que el mecanismo de coordinación sea mayoritariamente burocrático, con unas características (planificación central, restricción presupuestaria suave, irrelevancia de los precios, etc.) que hacen prevalecer la producción por encima del consumo, generando desabastecimientos y excedentes de manera simultánea: es lo que Kornai denomina “economía de la escasez”.
Lejos de mi intención comparar sistemas socialistas y sistemas no socialistas: simplemente me parece que muchos de los errores que cometen nuestros gobiernos, elegidos democráticamente, están en el ideario socialista y ofrecen una coartada perfecta para que siga habiendo gente que crea que la utopía es posible. No es difícil encontrar algunos ejemplos sin salir de España.
Pensemos en la influencia que tienen hoy en día los partidos políticos sobre el poder judicial: a raíz de la Ley Orgánica 6/1985, los vocales judiciales no son elegidos por los jueces, sino por el parlamento. Esta perversión democrática no ha cambiado cuando los dos principales partidos políticos han alternado gobierno y oposición: no puede ser una sorpresa que la justicia sea una de las instituciones peor valoradas por los españoles.
Si hablamos de burocracia, además de estatal, autonómica y municipal, tenemos el enorme aparato burocrático de la Unión Europea. Pensemos en los medicamentos: si a pesar del plazo de la inversión, del capital necesario y del cálculo de probabilidades de éxito, una empresa farmacéutica finalmente produce de manera exitosa un nuevo medicamento en Estados Unidos y consigue la aprobación del burócrata de turno (la FDA, Food and Drug Administration, por sus siglas en inglés), ¿por qué no se puede comercializar en España? Porque depende de una decisión de otro burócrata, en este caso, europeo.
En cuanto a planificación económica, sabemos que las economías socialistas buscan el crecimiento económico para legitimar lo antes posible el socialismo entre la sociedad, habitualmente pobre, a través de agregados tangibles: ese crecimiento se traduce mayoritariamente en inversión. Es cierto que en España no hay una oficina de planificación central elaborando planes anuales o quinquenales de obligado cumplimiento para los órganos subordinados, pero todos los gobiernos también tienen objetivos y plazos que ejecutan a través de sus ministerios, secretarías, agencias, observatorios, etc. Todos los gobiernos elegidos democráticamente e independientemente de su ideología política, han planificado programas de inversión faraónicos con el fin de presentar los logros alcanzados durante su legislatura, especialmente en infraestructuras públicas: líneas de alta velocidad, aeropuertos, autopistas, tranvías urbanos…
Llegados a este punto, alguien podría pensar que a pesar del poder de sus partidos políticos, sus asfixiantes instituciones burocráticas y el peso cada vez más importante de su economía planificada, España supera la prueba del intervencionismo: no vemos desabastecimientos (exceso de demanda) y excedentes (exceso de oferta), propios del caos económico socialista.
En el caso de bienes y servicios públicos, no está tan claro: en realidad, todas las democracias actuales promueven su consumo hasta el infinito, generando en el ciudadano desinformado la falsa impresión de que son gratis. Pero no lo son, por lo que el racionamiento vertical típico de un sistema socialista, también es aplicado en este caso: recuerdo muy bien, por ejemplo, las restricciones de agua en los hoteles o las prohibiciones para regar campos de golf en la España de los 90. Desgraciadamente, la gestión del agua era, y sigue siendo, mayoritariamente pública.
No voy a decir que el liberalismo ha estado presente alguna vez en política: posiblemente, no lo estará nunca, por definición. Pero cuando el espectro ideológico en España se ha desplazado tanto hacia la izquierda que la única alternativa al socialismo real de Podemos es la socialdemocracia de los demás, no puede sorprendernos leer que “el comunismo se ha puesto de moda”. No el que predijeron Marx y Engels, por supuesto, sino el que utiliza igual de bien que entonces la propaganda: planes educativos, medios de comunicación, redes sociales, tertulias políticas, series, películas, etc. Como si fueran diferentes…

Sobre economía y socialismo


Reconozco que siempre me apasionó la Revolución Rusa: no ideológicamente (nunca me he dejado fascinar por el socialismo), sino histórica y sociológicamente. ¡Qué desastre! Y qué barbaridad…
Por edad, soy de ésos que estudió EGB, BUP y COU en España: aunque en algunos casos sólo fui consciente años después, muchos de mis profesores eran comunistas. Los recuerdo bien: barbudos y sesudos ellos, estiradas y muy leídas ellas, profesando su activismo sotto voce, incitando a sus alumnos a secundar las ridículas huelgas estudiantiles de los 80 o presumiendo del “Yankee Go Home” después de alguna manifa anti-OTAN.


Thursday, July 14, 2016

Nicolás Maduro pone a los militares a cargo del suministro de alimentos de Venezuela

Nicolás Maduro pone a los militares a cargo del suministro de alimentos de Venezuela

Crisis en Venezuela. (Foto: Getty Images.)
Por Anatoly Kurmanaev
CARACAS — El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, puso a las fuerzas armadas a cargo de un nuevo sistema de suministro de alimentos que busca aliviar la escasez de productos básicos, cediendo aún más poder a un aparato militar que ya está involucrado en todo desde la banca hasta las importaciones.
El líder de las fuerzas armadas, el ministro de Defensa Vladimir Padrino, estará a cargo del transporte y distribución de los productos básicos, el control de precios y la estimulación de la producción, según un decreto publicado el martes en la gaceta oficial.


“Todos los ministerios, todos los ministros y ministras, todas las instituciones del Estado quedan bajo el orden y la subordinación absoluta” a la llamada Gran Misión Abastecimiento Seguro, en cabeza de Padrino, dijo Maduro en una alocución televisiva el lunes por la noche.
El ascenso de Padrino lo ubica entre los hombres más poderosos en el gobierno socialista, a expensas del vicepresidente Aristóbulo Istúriz, el ministro de Industria Miguel Pérez Abad y otros ministros que tenían diferentes roles económicos.
Desde que asumió el poder hace tres años, Maduro ha dependido cada vez más de las fuerzas armadas a medida que una profunda crisis económica ha llevado sus niveles de popularidad al suelo y la escasez de alimentos ha desatado saqueos. Los generales ya están a cargo de las compañías estatales que importan la mayor cantidad de la comida venezolana, dirigen el mayor banco del país, una estación de TV y una minera estatal.
Las fuerzas armadas han reprimido rápidamente todas las manifestaciones de la oposición, así como los disturbios por alimentos que se desatan todos los días a lo largo del país.
“Maduro le está dando las llaves de Miraflores a un jefe militar quien no puede con la crisis económica”, dijo el diputado de la oposición Julio Borges. “Esto significa más alcabala, más corrupción, y menos producción.”
Un ex general de alto rango dijo que las nuevas medidas terminarían desacreditando a las fuerzas armadas “debido a que ahora serán responsables de sostener un modelo que no tiene viabilidad”. Agregó que la decisión también abrirá más puertas a la corrupción en un país al que Transparencia Internacional ubica entre los más corruptos del mundo.
A medida que Maduro le ha dado mayores poderes económicos a los militares, ha suprimido al sector privado, dicen los economistas.
El lunes, Maduro ordenó la toma de la planta local de Kimberly-Clark, luego que el fabricante de papel higiénico y pañales dijera que tuvo que detener la producción debido a la escasez de materias primas.
El colapso de los ingresos petroleros ha recortado las importaciones venezolanas en un 70% este año respecto a sus máximos de 2012, algo sin precedentes, lo cual ha dejado a las empresas sin la capacidad de obtener materiales bajo los estrictos controles de divisas del país, según la firma de consultoría con sede en Caracas Síntesis Financiera.
“Si todas las fábricas tienen que pasar todo por los militares esto no va hacer aparecer a la materia prima.”, dijo Juan Pablo Olalquiaga, presidente de la cámara industrial de Venezuela, Conindustria. “El ejecutivo nacional está mostrando que no entiende el manejo de la economía”.

Nicolás Maduro pone a los militares a cargo del suministro de alimentos de Venezuela

Nicolás Maduro pone a los militares a cargo del suministro de alimentos de Venezuela

Crisis en Venezuela. (Foto: Getty Images.)
Por Anatoly Kurmanaev
CARACAS — El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, puso a las fuerzas armadas a cargo de un nuevo sistema de suministro de alimentos que busca aliviar la escasez de productos básicos, cediendo aún más poder a un aparato militar que ya está involucrado en todo desde la banca hasta las importaciones.
El líder de las fuerzas armadas, el ministro de Defensa Vladimir Padrino, estará a cargo del transporte y distribución de los productos básicos, el control de precios y la estimulación de la producción, según un decreto publicado el martes en la gaceta oficial.

Tuesday, July 5, 2016

Socialismo y corrupción: dos caras de la misma moneda


"El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente".
Lord Acton.
La corrupción es tristemente un fenómeno de plena actualidad en España, además de ser la mayor preocupación, después del paro, que tienen la mayoría de españoles según el Centro de Investigaciones Sociológicas. Cada día nos despertamos ante nuevos casos de corrupción, tanto nacionales (Gürtel, ERES, Púnica, Guateque, MercaSevila, Edu…) como internacionales (Venezuela, Argentina, Ucrania, Corea del Norte…) que nos repugnan como ciudadanos cumplidores con la Ley y con nuestras obligaciones tributarias. El último caso con el que hoy amanecíamos era la supuesta mordida de 50 millones de dólares que la empresa Duro Felguera habría pagado a chavistas a cambio de un suculento contrato. La corrupción es en la gran mayoría de casos corrupción de dinero público, por lo que sus consecuencias nos afectan a todos. Mientras que los casos de corrupción en el ámbito privado sólo afecta a los accionistas de las empresas involucradas, cuando nos encontramos ante corrupción con dinero público, los damnificados son la sociedad en su conjunto.



Reducir la corrupción en cualquier país es uno de los objetivos más loables que una sociedad puede perseguir, además de uno de los más demandados. Tanto es así que no podemos entender el auge de partidos como Podemos o más recientemente Ciudadanos si no es por el hecho de que los votantes están hartos de una cleptocracia que lleva décadas llenándose los bolsillos con el dinero que tanto nos cuesta ganar y que tan gratuitamente despilfarran los políticos. Ya se sabe, “el dinero público no es de nadie”.
El problema viene cuando, fruto de un mal diagnóstico del problema, se plantean soluciones que, o bien no resuelven el problema (en el mejor de los casos) o bien incluso lo agravarían (en el peor de los casos). El diagnóstico simplista que ha hecho Podemos (y que pese a ello le ha resultado tremendamente exitoso) es que la corrupción es culpa de los dos principales partidos políticos en nuestro país. Para los demagogos que ahora reniegan del liberticida y corrupto chavismo (I, II y III), eliminar la corrupción es tan sencillo como cambiar al PPSOE por los dirigentes de Podemos. Obviamente, si fuese tan sencillo de resolver, la corrupción no sería un problema con el que el ser humano lleva luchando cada vez que una sociedad avanzada ha emergido.
La corrupción, tal y como demuestran diversos estudios científicos, es imposible de erradicar aunque sí se puede combatir. Según revelan estudios en la materia, existe una correlación positiva entre el nivel de corrupción y  el grado de poder de un individuo. Es decir, que a mayor poder acumulado por un individuo, mayor es el grado de corrupción que padece su persona. Tal y como explica Ignacio Moncada en éste imprescindible artículo, la principal cauda de la corrupción según Víctor Lapuente Gine (profesor de Ciencia Política en la Universidad de Gotemmburgo) es la politización de las instituciones. Lamentablemente, nuestro país destaca en el ranking europeo de politización de las instituciones. Si sumamos estos dos factores (la correlación positiva entre poder y corrupción y que la corrupción se origina con la politización de las instituciones), podemos concluir que una sociedad que busque reducir la corrupción deberá perseguir una reducción del poder que los  políticos acumulen así como una disminución de la politización de las instituciones.
Hablemos ahora de socialismo. Los países más socialistas del mundo son también los más corruptos. Hablo de Corea del Norte, de Cuba, de Venezuela, de China (muy socialista a nivel político pero muy capitalista a nivel económico, una peligrosa combinación), de Ecuador. La esencia del socialismo es el poder absoluto del Estado en el control de la vida de sus siervos. Una sociedad que abrace con todas sus fuerzas el ideario socialista acabará siendo esclava del Estado mientras que los pocos que ocupen los cargos más poderosos dentro de la jerarquía cleptocrática estatal se llenarán los bolsillos y vivirán como si de reyes se tratara. Será una sociedad que se empobrecerá al mismo ritmo al que sus gobernantes se enriquecerán. Ahí (y no ahora), la desigualdad sí sería un problema. En las sociedades fuertemente intervenidas, la riqueza de unos sí que es fruto de la pobreza de otros. Kim Jon-un es inmensamente rico porque todos los norcoreanos le pertenecen. Puede disponer de ellos como un  niño dispone de sus piezas de Lego: a su antojo. Ahí tenemos el reciente ejemplo de Viktor Yanukovich ex presidente de Ucranía y las papeleras del baño de la residencia presidencial en bañadas en oro. O la vida de lujos de Kim Yong-un mientras su pueblo se muere de hambre ante las hambrunas provocadas por la planificación estatal de la producción agrícola.
Las soluciones para reducir la corrupción son lógicas y simples: menos gasto público, mayor persecución judicial de la corrupción, penas y multas mucho mayores, menor discrecionalidad de gasto público. En definitiva, menor poder de unos a costa de otros. Más libertad para la sociedad civil y menos poder para el Estado. Más libertad y menos coacción. Y es que la corrupción y el socialismo son dos caras de una misma moneda. Nada hay más empobrecedor para una sociedad que el hecho de creer que los políticos son la solución (y no la causa) de sus problemas. El estatismo es una idea errónea muy peligrosa que no hará sino aumentar la corrupción de un país. Es estúpido creer que un grupo reducido de políticos que  gestiona más de 500.000 millones de euros al año de dinero de los ciudadanos (sin mencionar el inmenso poder que otorga el BOE) no va a intenten llenarse los bolsillos, con independencia del partido político al que pertenezcan. Creer esto es tan  infantil y estúpido como que un adulto crea en los Reyes Magos, con la diferencia de que el segundo seguirá recibiendo regalos una vez se tope con la cruda realidad. Y creer que un partido político como Podemos no va a aumentar la corrupción en nuestro país, más.
Implementar estas soluciones es otra cosa bien distinta. La sociedad debe comprender que las soluciones fáciles no existen. Podemos no es la llave que nos acercará a una sociedad mucho menos corrupta. Ojalá, pero no. Si queremos un país con mucha menos corrupción, debemos luchar por conseguir que España sea un país mucho menos socialista, con menos Estado, con menos políticos, con menos opciones de que alguien se llene sus bolsillos con el sudor de nuestra fuente. Lo que necesitamos en definitiva es país mucho más libre. Ya lo dicen nuestros amigos los americanos: freedom works.

Socialismo y corrupción: dos caras de la misma moneda


"El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente".
Lord Acton.
La corrupción es tristemente un fenómeno de plena actualidad en España, además de ser la mayor preocupación, después del paro, que tienen la mayoría de españoles según el Centro de Investigaciones Sociológicas. Cada día nos despertamos ante nuevos casos de corrupción, tanto nacionales (Gürtel, ERES, Púnica, Guateque, MercaSevila, Edu…) como internacionales (Venezuela, Argentina, Ucrania, Corea del Norte…) que nos repugnan como ciudadanos cumplidores con la Ley y con nuestras obligaciones tributarias. El último caso con el que hoy amanecíamos era la supuesta mordida de 50 millones de dólares que la empresa Duro Felguera habría pagado a chavistas a cambio de un suculento contrato. La corrupción es en la gran mayoría de casos corrupción de dinero público, por lo que sus consecuencias nos afectan a todos. Mientras que los casos de corrupción en el ámbito privado sólo afecta a los accionistas de las empresas involucradas, cuando nos encontramos ante corrupción con dinero público, los damnificados son la sociedad en su conjunto.