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Friday, November 11, 2016

El vaquero libertario y profeta (II)




“Al terminar tan potente frase este inusual vaquero, invadido ya por un sentimiento de rebelión tuve que propinarme una suave cachetada para recordar estaba disfrutando de una película, no a punto de iniciar la primera carga en el centro de una revolución en contra de un opresivo gobierno.”

RICARDO VALENZUELA
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Al terminar tan potente frase este inusual vaquero, invadido ya por un sentimiento de rebelión tuve que propinarme una suave cachetada para recordar estaba disfrutando de una película, no a punto de iniciar la primera carga en el centro de una revolución en contra de un opresivo gobierno.
Llegaban a mi mente recuerdos de mis años universitarios en Monterrey cuando, por $5 pesos, mi amigo chihuahuense Manuel Pereda y yo invadíamos un cine al aire libre para disfrutar de tres cintas de Tony Aguilar. Todas ellas parecieran repeticiones del drama anterior, sólo con cambio de nombres de aquellos famosos “héroes” de la revolución mexicana arengando a los pobres para, embriagados por el odio, lanzarlos al campo de batalla para exterminar a los ricos explotadores. 

 
Era tal el efecto que nos provocaban las historias que, en una ocasión habiendo terminado el programa, mi amigo Pereda casi gritando me dice: “Oiga chingón, algo anda mal con este asunto, su abuelo es latifundista igual que mi papá, pero siempre salimos de este cine listos para lanzar una carga de caballería contra ellos por ricos y explotadores.” Años después entendería que era el moldeo de mente que sufrían los mexicanos.
Cuando Valiant termina su perorata se da cuenta del asombro dibujado en el rostro de la pareja. “Mr. Valiant”, le dice la mujer, “no teníamos idea de sus conocimientos de historia.” El vaquero responde: “Soy un hombre rudo sin mucha educación, pero algo que me inculcó mi madre fue el amor por la lectura y gran admiración por Thomas Jefferson y el resto de los padres de este país. Cuando ella me enseño a leer, porque nunca atendí escuela alguna, me di a devorar las obras que habían moldeado la mente de esos hombres que tanto admiro.”
“¿Qué fue lo que aprendió de todas esas lecturas?” Le pregunta ahora el hombre. “Aprendí que los padres del país, conscientes que los primeros inmigrantes llegaron en busca de libertad lejos de la opresión de Reyes, iglesias y ejércitos, formaron una República en la cual el hombre común tuviera oportunidades en un ambiente de libertad donde, a diferencia de los sirvientes feudales, fuera dueño del fruto de su trabajo y todos seríamos iguales ante la ley. No habría gobiernos opresivos escogiendo ganadores y perdedores.”
“Adams escribió que este nuevo país era parte de un gran plan para “la iluminación del ignorante y la emancipación de algo tan antiguo como la misma humanidad, la servidumbre humana,”. Pensaba que las leyes republicanas combinadas con buena educación, producirían una sociedad virtuosa y responsable. La virtud puede ser enseñada, afirmaba, y educación será la herramienta que produzca caballeros para escalar los niveles de la sociedad, y ya no sea un privilegio de nacimiento.”
Hace una corta pausa y prosigue: “Pero yo pienso que eso va a depender de la forma que eduquen a la gente. Porque cuando a las masas les siembran ideas dementes en la cabeza, se comportan como los caballos mal amansados y ya no sirven ni pal arado. Así vale más que se queden brutos pues la educación puede ser un arma de dos filos, tiene la capacidad de crear caballeros virtuosos, pero también hombres resentidos, dependientes y envidiosos.”
Dentro de su esquema libertario, este vaquero manejaba de forma genial el concepto de los derechos naturales del hombre con origen anterior a los gobiernos: El derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad cuya protección justificaba, inclusive, el cegar otras vidas.
El hombre de Filadelfia le reclamaba; “no puedes tomar la ley por tus propias manos, hay un gobierno para protegernos”. Valiant respondía; “yo no he visto algún gobierno que los proteja contra lobos, indios, asaltantes y cuatreros durante los últimos 40 días.” “Pero matar es pecado respondía el citadino”. Valiant cerraba el dialogo diciendo; “prefiero ser yo el pecador y no el que me apunta con su colt 45 exigiéndome le entregue mi caballo”. Continuaba. “Pero hay muchos tipos de asaltantes y el gobierno, en lugar de protegerte, se puede convertir en uno de los peores cuando pretende robarte el fruto de tu trabajo.” 
“No entiendo”, le revira el hombre. “Es sencillo” replica el vaquero, “Jefferson lo dijo claramente: El curso de la historia siempre ha sido que los gobiernos se agigantan mientras las libertades se encojen, y la consecuencia es el abuso de poder. Por eso los creadores de la constitución trataron de desparramarlo y no se concentrara.”
“Cuando logramos la independencia las colonias se convirtieron en estados soberanos y nacieron sus constituciones. Los estados eran autónomos y todos en conjunto una gran zona de libertad económica sin impuestos ni tarifas. Pero, primero en el norte y ahora en el sur, el gobierno federal se expande y las libertades cada día están más amenazadas. La guerra de independencia fue provocada por eso; los impuestos con los que sangraban las colonias que es el ataque más cruel a la libertad.”
La pareja no salía de su asombro ante las afirmaciones del vaquero y el hombre casi con ansiedad pregunta ¿Qué piensa sucederá en el futuro?
El montaraz luego de expulsar una bocanada de humo prosigue. “Jefferson antes de su muerte hizo varias advertencias.” “No se enamoren de ese nuevo concepto tan de moda en Europa, democracia, porque, de la forma que lo están estructurando, puede convertirse en el mandato de la plebe cuando un 51% de la gente acuerda oprimir al otro 49%. Siempre que hay guerra y se disuelve el humo de los cañones, emergen naciones menos libres. Habrá devastadoras guerras en Europa en menos de cien años, EU no debe participar porque si lo hace, iniciará la pérdida de libertad y su declive.”
Cuando llegan al punto en que sus caminos se apartan, Valiant se dispone a continuar su jornada y la mujer al despedirse le afirma: “Bien Mr. Valiant, espero tenga una buena vida.”
El vaquero sonríe y responde: “Señora; mi vida no podría ser mejor, tengo todo lo que necesito: Primero, ese Sr. Grant que dicen me anda buscando para ayudarme con una trampa de coyote en las manos, está a más de 3000 millas de aquí y que nunca se atreva a cruzar el umbral de mi cabaña, pues cargo mi colt 45 y una carabina 30-30. La opresión del gobierno seguirá extendiéndose pero yo continuaré cabalgando hacia el oeste donde no haya llegado.”
“Tengo café, frijoles y carne seca en mis alforjas, buen tabaco para masticar. Le suelto la rienda a mi caballo y al caer la noche hago campamento, tiro una cobija en el suelo, me acuesto y miro las estrellas, respiro profundamente la libertad dibujando en mi mente el propósito de mi vida y cómo lo voy alcanzar; esa es mi casa Señora.”

El vaquero libertario y profeta (II)




“Al terminar tan potente frase este inusual vaquero, invadido ya por un sentimiento de rebelión tuve que propinarme una suave cachetada para recordar estaba disfrutando de una película, no a punto de iniciar la primera carga en el centro de una revolución en contra de un opresivo gobierno.”

RICARDO VALENZUELA
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Al terminar tan potente frase este inusual vaquero, invadido ya por un sentimiento de rebelión tuve que propinarme una suave cachetada para recordar estaba disfrutando de una película, no a punto de iniciar la primera carga en el centro de una revolución en contra de un opresivo gobierno.
Llegaban a mi mente recuerdos de mis años universitarios en Monterrey cuando, por $5 pesos, mi amigo chihuahuense Manuel Pereda y yo invadíamos un cine al aire libre para disfrutar de tres cintas de Tony Aguilar. Todas ellas parecieran repeticiones del drama anterior, sólo con cambio de nombres de aquellos famosos “héroes” de la revolución mexicana arengando a los pobres para, embriagados por el odio, lanzarlos al campo de batalla para exterminar a los ricos explotadores. 

Monday, October 17, 2016

Viviendo como un libertario

Hace seis o siete años tuve mi primer encuentro con el libertarismo, encuentro que no podía materializarse de una forma distinta que a través de los libros, que eran prácticamente la única alternativa que había para hacerlo. Las ideas de la libertad estaban -y siguen estando- relegadas de los ámbitos intelectuales y culturales más concurridos, donde el marxismo y el socialismo en general predominaban de forma absoluta. Las alternativas para llegar a unas ideas distintas a las predominantes eran pocas, y aunque en internet podía conseguirse información muy valiosa, también es verdad que no había la cantidad de material audiovisual y referencial del que disponemos hoy día en castellano: conferencias, foros, cortos, etc. Lo cierto es que uno se hacía libertario de la única forma que podía: leyendo.


De ahí que a los libertarios se nos trate en mayor o menor medida como a ratones de biblioteca. Siempre estamos leyendo, citando, haciendo referencia a uno u otro autor, o discutiendo entramadas teorías de órdenes sociales y económicos. Creo que estas características son bastante comunes en los libertarios de mi generación y de las anteriores: hemos aprendido a discutir y a razonar como libertarios. Esta forma de llegar al libertarismo nos ha llevado a desconfiar de todo aquel que se diga libertario y que no demuestre una tendencia natural hacia la actividad intelectual. Si consideramos que el libertario que tenemos en frente no está suficientemente preparado intelectualmente podemos llegar al punto de desdeñarlo, de ridiculizarlo y de apartarlo.
Es por ello que considero oportuno que nos preguntemos lo siguiente: ¿sólo puede ser libertario el típico ratón de biblioteca que consume horas y horas leyendo o también puede ser libertaria una persona normal que sólo siente intuitivamente que el libertarismo es el camino correcto?
Hemos aprendido a pensar como libertarios, pero la mayoría de nosotros no tiene la más mínima idea de lo que es vivir como un libertario. Más allá de las complejas preguntas filosóficas, de los problemas que nos plantean las teorías políticas y de los entramados desafíos científicos de la economía, el libertarismo es esencialmente una ética. El libertarismo es una forma de percibir nuestro entorno, es una forma de sentir, es una forma de establecer relaciones con los demás; en definitiva: ¡es una forma de vivir!
Es verdaderamente inconsistente defender unas ideas al tiempo que en la vida real no las practicas a nivel personal. ¿Cómo vamos a ser creíbles si no practicamos lo que predicamos? Hay una nueva generación de libertarios que no han tenido entre sus manos un libro de Rothbard, o no han leído un tratado de Mises, o ni siquiera han ojeado una novela de Rand, pero que han asumido el compromiso de vivir acorde a unas ideas que son profundamente intuitivas, y eso tiene tanto valor y mérito que leer todos los tratados económicos o políticos de los diversos autores del universo liberal-libertario.
El libertarismo tiene la suerte de ser una teoría consistente, totalmente compatible con los más diversos estilos de vida, por lo que algunos han pretendido calificarlo de relativismo moral. ¿Relativismo moral? Para nada: si algo es verdad es que los seres humanos tenemos gustos y preferencias que varían de un sujeto a otro, y que la única opción viable para enfrentarse a los desafíos que presenta esta diversidad es el respeto irrestricto al plan vital del prójimo –gracias Alberto Benegas Lynch (h)– que sólo representa el liberalismo libertario. Cualquier filosofía que tenga el utópico propósito de hacer que los hombres se amolden a unos patrones predefinidos, desconociendo la diversidad existente dada la condición humana, está condenada al fracaso. El libertarismo pasa esta prueba de fuego: usted puede ser un conservador en sus relaciones personales o un libertino sexual, puede ser un religioso practicante o un ateo, puede consumir drogas o no hacerlo, puede ser pobre o rico; pero siempre y cuando respete el espacio vital de los demás y no vulnere sus derechos o la integridad de su propiedad, entonces usted puede ser un libertario.
Para ser libertario no hace falta ser un intelectual curtido y tampoco un lector voraz, sino ser una persona razonablemente respetuosa de la forma de vida de los demás, aunque en mayor o menor medida no la compartamos, así como de sus derechos y propiedades.
Sinceramente creo que necesitamos mucha más gente viviendo como libertario que gente pensando como libertario. Y no pretendo con esto desdeñar la actividad intelectual, de la que yo mismo disfruto en demasía y a la que le doy un valor casi supremo, sino darles la importancia que se merecen a aquellas personas que se han avocado a vivir y a sentir de forma coherente con el libertarismo, pues es una forma efectiva de transformar nuestro entorno y llevarlo a una situación más favorable y abierta para recibir las ideas de la libertad y que pueda materializarse así el cambio que tanto anhelamos los libertarios.
El cambio comienza desde dentro, no sólo creyendo que es posible, sino demostrando con nuestro ejemplo que no hay mejor forma de vivir que ejerciendo la libertad con responsabilidad, y que por tanto sólo el libertarismo representa una base sólida no sólo para el progreso sino también para la felicidad.
Quiero darle las gracias a Roi Vázquez-Guerra, pues la conversación que tuvimos sobre éste tema me inspiro para escribir este artículo. Y a la vez quiero dedicar estas líneas a Gloria Álvarez, quien ha demostrado no sólo que se puede ser un libertario sin ser un gran intelectual, sino que ha logrado empezar a transformar su entorno inspirando a otras personas que gracias a su figura hoy se acercan al ideario de la libertad.

Viviendo como un libertario

Hace seis o siete años tuve mi primer encuentro con el libertarismo, encuentro que no podía materializarse de una forma distinta que a través de los libros, que eran prácticamente la única alternativa que había para hacerlo. Las ideas de la libertad estaban -y siguen estando- relegadas de los ámbitos intelectuales y culturales más concurridos, donde el marxismo y el socialismo en general predominaban de forma absoluta. Las alternativas para llegar a unas ideas distintas a las predominantes eran pocas, y aunque en internet podía conseguirse información muy valiosa, también es verdad que no había la cantidad de material audiovisual y referencial del que disponemos hoy día en castellano: conferencias, foros, cortos, etc. Lo cierto es que uno se hacía libertario de la única forma que podía: leyendo.

Friday, July 29, 2016

El candidato libertario

Ian Vásquez comenta el inusitado surgimiento en las encuestas del candidato libertario Gary Johnson, un candidato que reúne propuestas significativamente distintas a aquellas de los candidatos del Partido Demócrata y del Partido Republicano.

Ian Vásquez es Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
En la polarizante campaña presidencial de EE.UU. ocurre un fenómeno que parece ir a contracorriente de las tendencias. Es el incipiente surgimiento del candidato de un tercer partido: Gary Johnson del Partido Libertario. Sus ideas distan mucho de las de los otros dos candidatos, y si pudiera influir en el debate nacional, o si llegara a ser elegido —cosa improbable— favorecería a América Latina, pues sus propuestas políticas son mucho más amigables hacia la región. De todas maneras, Johnson refleja un sentimiento importante en el público estadounidense.



Un hecho impresionante acerca de los dos candidatos principales —Hillary Clinton del Partido Demócrata y el republicano Donald Trump— es su nivel de rechazo. Ambos están empatados en los sondeos, recibiendo alrededor de 40% de apoyo popular cada uno. Pero Clinton y Trump son los dos candidatos con las imágenes más fuertemente negativas en las últimas diez elecciones presidenciales de ese país, según una reconocida autoridad que analiza encuestas (fivethirtyeight.com). Un 37% de las personas tiene una imagen altamente desfavorable de Clinton, mientras que un 53% rechaza de igual forma a Trump.
Es más, según el New York Times, buena parte de la gente que se identifica con un partido político está desilusionada con sus candidatos. Más de un tercio de los republicanos, por ejemplo, se siente así y piensa que Trump no representa sus valores. La mayoría de los votantes estadounidenses piensa que ninguno de los dos candidatos es honesto o un individuo en quien se puede confiar.
Es en ese contexto en el que Johnson empieza a recibir un creciente apoyo inusitado para un país en que los candidatos de terceros partidos casi nunca logran más que unos pocos puntos porcentuales en las encuestas, y donde mucho menos han ganado una elección presidencial. Johnson ahora goza de entre 10% y 12% en las encuestas. Es todavía bastante desconocido. Hasta dónde puede llegar depende de qué tan representativas sean sus ideas y de lo mal que lo pueda tratar el ‘establishment’ político.
Según un sondeo de este año de Gallup, el 27% de estadounidenses se puede considerar libertario. Sus puntos de vista son consistentes con los de Johnson y su Partido Libertario que favorecen el conservadurismo fiscal y el liberalismo social. De modo que Johnson representa una alternativa a las propuestas de los otros dos candidatos. Está a favor de limitar el gasto y los impuestos, restringir el intervencionismo militar y exterior, reformar la política antinarcótica, liberalizar más el comercio, poner fin al excesivo poder del Ejecutivo y a los abusos que conlleva, reformar el sistema de justicia criminal que especialmente perjudica ahora a las minorías, etc.
Para que sea más conocido, Johnson tendrá que participar en los debates presidenciales, pero los dos partidos tradicionales harán lo posible para que eso no ocurra. Desde fines de los ochenta, han controlado a quienes incluyen en tales debates, típicamente excluyendo a un tercer candidato. La única excepción fue la del multimillonario Ross Perot en 1992, quien fue incluido porque George Bush padre insistió en ello pensando que le restaría votos a Bill Clinton. Bush se equivocó. Para antes del debate Perot tenía 7% de apoyo en las encuestas. Se llevó el 19% del voto en las elecciones presidenciales y le restó apoyo a Bush.
La lección era clara: participar del debate puede aumentar notablemente el apoyo de un tercer candidato. Desde entonces, no se le ha permitido a uno debatir. La nueva regla es que tiene que tener 15% de apoyo en los sondeos para calificar.
No es imposible que Johnson lo logre. En ese caso, los latinoamericanos también verían propuestas claramente diferentes a las que ofrecen los republicanos y demócratas. Respecto a la guerra contra las drogas, Johnson favorece legalizar la marihuana y reformar la política actual. Aboga además por una política migratoria más liberal y abierta en la que sea fácil para los inmigrantes ir a trabajar a EE.UU. y también, a diferencia de Trump y Clinton, apoya el libre comercio con convicción.
La campaña presidencial estadounidense ha sido decepcionante. Pero además de las fallas en su sistema democrático, está reflejando un poco de esperanza, o por lo menos que el pueblo estadounidense es mucho más diverso políticamente de lo que a primera vista parece.

El candidato libertario

Ian Vásquez comenta el inusitado surgimiento en las encuestas del candidato libertario Gary Johnson, un candidato que reúne propuestas significativamente distintas a aquellas de los candidatos del Partido Demócrata y del Partido Republicano.

Ian Vásquez es Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
En la polarizante campaña presidencial de EE.UU. ocurre un fenómeno que parece ir a contracorriente de las tendencias. Es el incipiente surgimiento del candidato de un tercer partido: Gary Johnson del Partido Libertario. Sus ideas distan mucho de las de los otros dos candidatos, y si pudiera influir en el debate nacional, o si llegara a ser elegido —cosa improbable— favorecería a América Latina, pues sus propuestas políticas son mucho más amigables hacia la región. De todas maneras, Johnson refleja un sentimiento importante en el público estadounidense.


Sunday, July 24, 2016

La educación de un libertario

6876
Sigo comprometido con la fe de mis años de adolescente: con la verdadera libertad humana como condición previa para el mayor bien. Estoy en contra de los impuestos confiscatorios, los colectivos totalitarios y la ideología de la inevitabilidad de la muerte para todas las personas. Por todas estas razones, me sigo calificando como “libertario”.
Pero debo confesar que, a lo largo de las dos últimas décadas, he cambiado radicalmente sobre cómo alcanzar estos objetivos. Lo más importante es que ya no creo que libertad y democracia sean compatibles. Analizando la evolución de mi pensamiento, espero mostrar algunos de los retos que afrontan hoy todos los liberales clásicos.



Como alumno de Stanford que estudiaba filosofía a finales de la década de 1980, naturalmente entraba en el toma y daca del debate y el deseo de conseguir libertad a través de medios políticos. Fundé un periódico estudiantil para desafiar las ortodoxias que prevalecían en la universidad y conseguimos algunas victorias limitadas, la más notable en la anulación de los códigos de lenguaje instituidos por la universidad. Pero, en un sentido más amplio, no conseguimos tanto con todo el esfuerzo aplicado. Se parecía mucho a una guerra de trincheras en el frente occidental en la Primera Guerra Mundial: había mucha carnicería, pero no llegamos a ser el centro del debate. En retrospectiva, estábamos predicando principalmente al coro, aunque esto tuviera el beneficio adicional importante de convencer a los miembros del coro para continuar cantando el resto de sus vidas.
Como abogado y trader joven en Manhattan en la década de 1990, empecé a entender por qué tantos se desilusionan después de la universidad. El mundo parece un lugar demasiado grande. En lugar de luchar contra la constante indiferencia del universo, muchos de mis iguales más sensatos se retiraban a atender sus pequeños jardines. Cuanto mayor es el CI, más pesimista se vuelve uno con respecto a las políticas de libre mercado: el capitalismo sencillamente no es tan popular entre la multitud. Entre los conservadores más inteligentes, este pesimismo se manifestaba a menudo en beber compulsivamente; los libertarios más inteligentes, por el contrario, tenían más resacas de derecho positivo y escapaban no solo del alcohol sino de lo que viene después.
Avanzando hasta 2009, las perspectivas para una política libertaria parecen realmente sombrías. La prueba A es una crisis financiera causada por un exceso de deuda y apalancamiento, facilitado por un gobierno que garantizó todo tipo de riesgo moral, y ya sabemos que la respuesta a esta crisis implica más deuda y apalancamiento y más gobierno. Quienes han argumentado a favor de los mercados libres han estado gritando en un huracán. Los acontecimientos de meses recientes hicieron añicos cualquier esperanza remanente de libertarios con mentalidad política. Para lo que somos libertarios en 2009, nuestra educación culmina con el conocimiento de que la más amplia educación del cuerpo político se ha convertido en una pérdida de tiempo.
De hecho, aún más pesimistamente, la tendencia ha ido en el sentido incorrecto durante mucho tiempo. Volviendo a las finanzas, la última depresión económica en Estados Unidos que no generó una intervención pública masiva fue el colapso de 1920-21- Fue agudo pero corto y conllevó el tipo de “destrucción creativa” schumpeteriana que podía llevar a un auge real. La década que siguió (los felices 20) fue tan fuerte que los historiadores han olvidado la depresión que la inició. La década de 1920 fue la última en la historia estadounidense durante la cual se podía ser verdaderamente optimista en política. Desde 1920, el enorme aumento en los beneficiarios sociales y la extensión del voto a las mujeres (dos grupos de votantes que son notablemente duros con los libertarios) han convertido a la idea de “democracia capitalista” en un oxímoron.
A la vista de estas realidades, cabría desesperarse si se limitara el horizonte al mundo de la política. Yo no desespero porque ya no creo que la política abarque todos los futuros posibles de nuestro mundo. En nuestros tiempos, la gran tarea del libertarismo es encontrar una vía de escape de la política en todas sus formas: desde las catástrofes totalitarias y fundamentalistas a las irreflexivas demostraciones que guían la llamada “socialdemocracia”.
Así que la cuestión crucial se refiere solo a los medios, a cómo escapar, no por vía política, sino más allá de ella. Como en realidad no quedan lugar libre en nuestro mundo, sospecho que el modo de escapar debe implicar algún tipo de proceso nuevo y no intentado hasta ahora que nos lleve a algún país no descubierto y, por esta razón, he centrado mis esfuerzos en las nuevas tecnologías que puedan crear un nuevo espacio de libertad. Dejadme que hable brevemente de tres de esas nuevas fronteras tecnológicas:
(1) Ciberespacio. Como empresario e inversor, he centrado mis esfuerzos en Internet. A finales de la década de 1990, la visión creadora de PayPal se centró en la creación de una nueva divisa mundial, libre de todo control público y dilución, el fin de la soberanía monetaria, por decirlo así. En la década del 2000, empresas como Facebook crearon el espacio para nuevas formas de disensión y nuevas formas de crear comunidades no ligadas a estados-nación históricos. Empezando un nuevo negocio de Internet, un empresario puede crear un mundo nuevo. La esperanza de Internet es que estos nuevos mundos impacten y obliguen al cambio del orden social y político existente. La limitación de Internet está en que estos nuevos mundos son virtuales y cualquier escapada puede ser más imaginaria que real. La cuestión pendiente, que no se responderá en muchos años, se centra sobre cuál de estas posibilidades de Internet resultará verdad.
(2) Espacio exterior. Debido a que los vastos alcances del espacio exterior representan una frontera ilimitada, también representan una posibilidad ilimitada de escapar de la política mundial. Pero la frontera final sigue teniendo una barrera de entrada: Las tecnologías de cohetes han visto solo modestos avances desde la década de 1960, así que el espacio exterior sigue estando todavía casi imposiblemente lejos. Debemos redoblar los esfuerzos por colonizar el espacio, pero también debemos ser realistas acerca de los horizontes temporales que supone. El futuro libertario de la ciencia ficción clásica, al estilo de Heinlein, no llegará antes de la segunda mitad del siglo XXI.
(3) Ocupación del mar. Entre el ciberespacio y el espacio exterior se encuentra la posibilidad de colonizar los océanos. Para mí, las preguntas sobre si la gente viviría allí (respuesta: lo harían los suficientes) son secundarias con respecto a las preguntas acerca de si es inminente la tecnología de ocupación del mar. Desde mi punto de vista, la tecnología implicada es más provisional que Internet, pero mucho más realista que el viaje espacial. Podemos haber llegado a la etapa en la que sea económicamente viable o en la que pronto lo sea. Es un riesgo realista y por esta razón apoyo con entusiasmo esta iniciativa.
El futuro de la tecnología no está predeterminado y debemos resistir la tentación del utopismo tecnológico, la idea de que la tecnología tienen un impulso o voluntad propia y de que garantizará un futuro más libre y por tanto podemos ignorar el terrible arco de la política en nuestro mundo.
Una metáfora mejor es que estamos en una carrera mortal entre política y tecnología. El futuro será mucho mejor o mucho peor, pero la cuestión del futuro sigue estando muy abierta. No sabemos exactamente lo apretada que está esta carrera, pero sospecho que puede estarlo mucho, hasta el final. Al contrario que en el mundo de la política, en el mundo de la tecnología las decisiones de las personas pueden seguir siendo lo esencial. El destino de nuestro mundo puede depender de los esfuerzos de una sola persona que construya o divulgue la maquinaria de la libertad que haga al mundo seguro para el capitalismo.
Por esta razón, todos debemos desear a Patri Friedman lo mejor en su extraordinario experimento.

La educación de un libertario

6876
Sigo comprometido con la fe de mis años de adolescente: con la verdadera libertad humana como condición previa para el mayor bien. Estoy en contra de los impuestos confiscatorios, los colectivos totalitarios y la ideología de la inevitabilidad de la muerte para todas las personas. Por todas estas razones, me sigo calificando como “libertario”.
Pero debo confesar que, a lo largo de las dos últimas décadas, he cambiado radicalmente sobre cómo alcanzar estos objetivos. Lo más importante es que ya no creo que libertad y democracia sean compatibles. Analizando la evolución de mi pensamiento, espero mostrar algunos de los retos que afrontan hoy todos los liberales clásicos.


Friday, July 22, 2016

El candidato libertario

El candidato libertario

Ian Vásquez

Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute. Ha publicado artículos en diarios de Estados Unidos y de América Latina y ha aparecido en las cadenas televisivas. Es miembro de la Mont Pèlerin Society y del Council on Foreign Relations. Recibió su BA en Northwestern University y su Maestría en la Escuela de Estudios Internacionales de Johns Hopkins University. Trabajó en asuntos interamericanos en el Center for Strategic and International Studies y en Caribbean/Latin American Action.

En la polarizante campaña presidencial de EE.UU. ocurre un fenómeno que parece ir a contracorriente de las tendencias. Es el incipiente surgimiento del candidato de un tercer partido: Gary Johnson del Partido Libertario. Sus ideas distan mucho de las de los otros dos candidatos, y si pudiera influir en el debate nacional, o si llegara a ser elegido —cosa improbable— favorecería a América Latina, pues sus propuestas políticas son mucho más amigables hacia la región. De todas maneras, Johnson refleja un sentimiento importante en el público estadounidense.



Un hecho impresionante acerca de los dos candidatos principales —Hillary Clinton del Partido Demócrata y el republicano Donald Trump— es su nivel de rechazo. Ambos están empatados en los sondeos, recibiendo alrededor de 40% de apoyo popular cada uno. Pero Clinton y Trump son los dos candidatos con las imágenes más fuertemente negativas en las últimas diez elecciones presidenciales de ese país, según una reconocida autoridad que analiza encuestas (fivethirtyeight.com). Un 37% de las personas tiene una imagen altamente desfavorable de Clinton, mientras que un 53% rechaza de igual forma a Trump.
Es más, según el New York Times, buena parte de la gente que se identifica con un partido político está desilusionada con sus candidatos. Más de un tercio de los republicanos, por ejemplo, se siente así y piensa que Trump no representa sus valores. La mayoría de los votantes estadounidenses piensa que ninguno de los dos candidatos es honesto o un individuo en quien se puede confiar.
Es en ese contexto en el que Johnson empieza a recibir un creciente apoyo inusitado para un país en que los candidatos de terceros partidos casi nunca logran más que unos pocos puntos porcentuales en las encuestas, y donde mucho menos han ganado una elección presidencial. Johnson ahora goza de entre 10% y 12% en las encuestas. Es todavía bastante desconocido. Hasta dónde puede llegar depende de qué tan representativas sean sus ideas y de lo mal que lo pueda tratar el ‘establishment’ político.
Según un sondeo de este año de Gallup, el 27% de estadounidenses se puede considerar libertario. Sus puntos de vista son consistentes con los de Johnson y su Partido Libertario que favorecen el conservadurismo fiscal y el liberalismo social. De modo que Johnson representa una alternativa a las propuestas de los otros dos candidatos. Está a favor de limitar el gasto y los impuestos, restringir el intervencionismo militar y exterior, reformar la política antinarcótica, liberalizar más el comercio, poner fin al excesivo poder del Ejecutivo y a los abusos que conlleva, reformar el sistema de justicia criminal que especialmente perjudica ahora a las minorías, etc.
Para que sea más conocido, Johnson tendrá que participar en los debates presidenciales, pero los dos partidos tradicionales harán lo posible para que eso no ocurra. Desde fines de los ochenta, han controlado a quienes incluyen en tales debates, típicamente excluyendo a un tercer candidato. La única excepción fue la del multimillonario Ross Perot en 1992, quien fue incluido porque George Bush padre insistió en ello pensando que le restaría votos a Bill Clinton. Bush se equivocó. Para antes del debate Perot tenía 7% de apoyo en las encuestas. Se llevó el 19% del voto en las elecciones presidenciales y le restó apoyo a Bush.
La lección era clara: participar del debate puede aumentar notablemente el apoyo de un tercer candidato. Desde entonces, no se le ha permitido a uno debatir. La nueva regla es que tiene que tener 15% de apoyo en los sondeos para calificar.
No es imposible que Johnson lo logre. En ese caso, los latinoamericanos también verían propuestas claramente diferentes a las que ofrecen los republicanos y demócratas. Respecto a la guerra contra las drogas, Johnson favorece legalizar la marihuana y reformar la política actual. Aboga además por una política migratoria más liberal y abierta en la que sea fácil para los inmigrantes ir a trabajar a EE.UU. y también, a diferencia de Trump y Clinton, apoya el libre comercio con convicción.
La campaña presidencial estadounidense ha sido decepcionante. Pero además de las fallas en su sistema democrático, está reflejando un poco de esperanza, o por lo menos que el pueblo estadounidense es mucho más diverso políticamente de lo que a primera vista parece.

El candidato libertario

El candidato libertario

Ian Vásquez

Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute. Ha publicado artículos en diarios de Estados Unidos y de América Latina y ha aparecido en las cadenas televisivas. Es miembro de la Mont Pèlerin Society y del Council on Foreign Relations. Recibió su BA en Northwestern University y su Maestría en la Escuela de Estudios Internacionales de Johns Hopkins University. Trabajó en asuntos interamericanos en el Center for Strategic and International Studies y en Caribbean/Latin American Action.

En la polarizante campaña presidencial de EE.UU. ocurre un fenómeno que parece ir a contracorriente de las tendencias. Es el incipiente surgimiento del candidato de un tercer partido: Gary Johnson del Partido Libertario. Sus ideas distan mucho de las de los otros dos candidatos, y si pudiera influir en el debate nacional, o si llegara a ser elegido —cosa improbable— favorecería a América Latina, pues sus propuestas políticas son mucho más amigables hacia la región. De todas maneras, Johnson refleja un sentimiento importante en el público estadounidense.


Monday, July 18, 2016

El candidato libertario

Ian Vásquez comenta el inusitado surgimiento en las encuestas del candidato libertario Gary Johnson, un candidato que reúne propuestas significativamente distintas a aquellas de los candidatos del Partido Demócrata y del Partido Republicano.
Ian Vásquez es Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
En la polarizante campaña presidencial de EE.UU. ocurre un fenómeno que parece ir a contracorriente de las tendencias. Es el incipiente surgimiento del candidato de un tercer partido: Gary Johnson del Partido Libertario. Sus ideas distan mucho de las de los otros dos candidatos, y si pudiera influir en el debate nacional, o si llegara a ser elegido —cosa improbable— favorecería a América Latina, pues sus propuestas políticas son mucho más amigables hacia la región. De todas maneras, Johnson refleja un sentimiento importante en el público estadounidense.



Un hecho impresionante acerca de los dos candidatos principales —Hillary Clinton del Partido Demócrata y el republicano Donald Trump— es su nivel de rechazo. Ambos están empatados en los sondeos, recibiendo alrededor de 40% de apoyo popular cada uno. Pero Clinton y Trump son los dos candidatos con las imágenes más fuertemente negativas en las últimas diez elecciones presidenciales de ese país, según una reconocida autoridad que analiza encuestas (fivethirtyeight.com). Un 37% de las personas tiene una imagen altamente desfavorable de Clinton, mientras que un 53% rechaza de igual forma a Trump.
Es más, según el New York Times, buena parte de la gente que se identifica con un partido político está desilusionada con sus candidatos. Más de un tercio de los republicanos, por ejemplo, se siente así y piensa que Trump no representa sus valores. La mayoría de los votantes estadounidenses piensa que ninguno de los dos candidatos es honesto o un individuo en quien se puede confiar.
Es en ese contexto en el que Johnson empieza a recibir un creciente apoyo inusitado para un país en que los candidatos de terceros partidos casi nunca logran más que unos pocos puntos porcentuales en las encuestas, y donde mucho menos han ganado una elección presidencial. Johnson ahora goza de entre 10% y 12% en las encuestas. Es todavía bastante desconocido. Hasta dónde puede llegar depende de qué tan representativas sean sus ideas y de lo mal que lo pueda tratar el ‘establishment’ político.
Según un sondeo de este año de Gallup, el 27% de estadounidenses se puede considerar libertario. Sus puntos de vista son consistentes con los de Johnson y su Partido Libertario que favorecen el conservadurismo fiscal y el liberalismo social. De modo que Johnson representa una alternativa a las propuestas de los otros dos candidatos. Está a favor de limitar el gasto y los impuestos, restringir el intervencionismo militar y exterior, reformar la política antinarcótica, liberalizar más el comercio, poner fin al excesivo poder del Ejecutivo y a los abusos que conlleva, reformar el sistema de justicia criminal que especialmente perjudica ahora a las minorías, etc.
Para que sea más conocido, Johnson tendrá que participar en los debates presidenciales, pero los dos partidos tradicionales harán lo posible para que eso no ocurra. Desde fines de los ochenta, han controlado a quienes incluyen en tales debates, típicamente excluyendo a un tercer candidato. La única excepción fue la del multimillonario Ross Perot en 1992, quien fue incluido porque George Bush padre insistió en ello pensando que le restaría votos a Bill Clinton. Bush se equivocó. Para antes del debate Perot tenía 7% de apoyo en las encuestas. Se llevó el 19% del voto en las elecciones presidenciales y le restó apoyo a Bush.
La lección era clara: participar del debate puede aumentar notablemente el apoyo de un tercer candidato. Desde entonces, no se le ha permitido a uno debatir. La nueva regla es que tiene que tener 15% de apoyo en los sondeos para calificar.
No es imposible que Johnson lo logre. En ese caso, los latinoamericanos también verían propuestas claramente diferentes a las que ofrecen los republicanos y demócratas. Respecto a la guerra contra las drogas, Johnson favorece legalizar la marihuana y reformar la política actual. Aboga además por una política migratoria más liberal y abierta en la que sea fácil para los inmigrantes ir a trabajar a EE.UU. y también, a diferencia de Trump y Clinton, apoya el libre comercio con convicción.
La campaña presidencial estadounidense ha sido decepcionante. Pero además de las fallas en su sistema democrático, está reflejando un poco de esperanza, o por lo menos que el pueblo estadounidense es mucho más diverso políticamente de lo que a primera vista parece

El candidato libertario

Ian Vásquez comenta el inusitado surgimiento en las encuestas del candidato libertario Gary Johnson, un candidato que reúne propuestas significativamente distintas a aquellas de los candidatos del Partido Demócrata y del Partido Republicano.
Ian Vásquez es Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
En la polarizante campaña presidencial de EE.UU. ocurre un fenómeno que parece ir a contracorriente de las tendencias. Es el incipiente surgimiento del candidato de un tercer partido: Gary Johnson del Partido Libertario. Sus ideas distan mucho de las de los otros dos candidatos, y si pudiera influir en el debate nacional, o si llegara a ser elegido —cosa improbable— favorecería a América Latina, pues sus propuestas políticas son mucho más amigables hacia la región. De todas maneras, Johnson refleja un sentimiento importante en el público estadounidense.