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Friday, December 9, 2016

El Kremlin y las elecciones de Estados Unidos

Joseph S. Nye, Jr., a former US assistant secretary of defense and chairman of the US National Intelligence Council, is University Professor at Harvard University. He is the author of Is the American Century Over?
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El Kremlin y las elecciones de Estados Unidos

CAMBRIDGE – A principios de noviembre, el Presidente estadounidense Barack Obama supuestamente se puso en contacto directo con el Presidente ruso Vladimir Putin para advertirle sobre los ciberataques rusos dirigidos a las elecciones presidenciales de EE.UU. El mes anterior, el Director de Inteligencia Nacional, James Clapper, y el Secretario de Seguridad Interior, Jah Johnson, acusaron públicamente a las más altas autoridades rusas de usar ciberataques para “interferir con el proceso electoral estadounidense”.


Pasadas las elecciones del 8 de noviembre, no han surgido evidencias firmes de interferencias o hacking de las máquinas de votación u otros aparatos electorales. Pero en unas elecciones que dependieron de 100.000 votos en tres estados clave, algunos observadores argumentan que la interferencia cibernética rusa puede haber tenido efectos significativos en el proceso político.
¿Es posible impedir en el futuro un comportamiento ruso de este tipo? La disuasión depende siempre de qué y a quién se intente disuadir.
Irónicamente, disuadir a los estados para que no recurran a la fuerza puede ser más fácil que convencerles de no emprender acciones que lleguen a ese nivel. Probablemente se ha exagerado la amenaza de un ataque sorpresa como un “Pearl Harbor cibernético”. Las infraestructuras esenciales, como la electricidad o las comunicaciones, son vulnerables, pero es probable que los actores estatales principales estén limitados por la interdependencia. Y Estados Unidos ha dejado en claro que la disuasión no se limita a las represalias cibernéticas (aunque son posibles), sino que pueden apuntar a otros sectores con las herramientas que escoja, como acusaciones públicas, sanciones económicas y armas nucleares.
Estados Unidos y otros países, entre ellos Rusia, han acordado que en el ciberespacio también son válidas las leyes aplicables a los conflictos armados. El que una ciberoperación se considere un ataque armado depende de sus consecuencias, más que de los instrumentos utilizados. Tendría que causar destrucción de la propiedad y lesiones o muerte a las personas.
Pero, ¿qué ocurre si las operaciones de disuasión no equivalen a un ataque armado? Existen áreas grises en que objetivos importantes (por ejemplo, un proceso político libre) no tienen una importancia estratégica equivalente a la red eléctrica o el sistema financiero. Destruir estos últimos puede dañar vidas y propiedades, mientras que la interferencia con lo primero amenaza valores políticos profundamente arraigados.
En 2015, un Grupo de Expertos de Gobierno de las Naciones Unidas (incluidos Estados Unidos, Rusia, China y la mayoría de los estados con capacidades cibernéticas importantes) acordaron como norma no atacar instalaciones civiles en tiempos de paz. Fue un acuerdo apoyado por los países del G20 en su cumbre realizada en Turquía en noviembre de ese año. Cuando al mes siguiente un ciberataque anónimo interfirió la red eléctrica ucraniana, algunos analistas sospecharon que el gobierno ruso usó armas cibernéticas en su guerra híbrida contra Ucrania. De ser cierto, significaría que Rusia había violado el acuerdo que acababa de firmar.
Pero, ¿cómo interpretar la conducta rusa con respecto a las elecciones estadounidenses? Según autoridades de EE.UU. las agencias de inteligencia rusas hackearon las cuentas de correo electrónico de importantes cargos del Partido Demócrata y entregaron a WikiLeaks material para difundir poco a poco a lo largo de la campaña, asegurando así un flujo constante de noticias adversas a Hillary Clinton.
Esta supuesta alteración rusa de la campaña presidencial demócrata cayó en una zona gris que se podría interpretar como una respuesta propagandística a la proclamación por Clinton en 2010 de una “agenda por la libertad” para la internet, en represalia por lo que las autoridades rusas consideraron como comentarios críticos a la elección de Putin en 2012. Sea cual sea el motivo, pareció un intento de distorsionar el proceso político estadounidense, precisamente el tipo de amenaza política no letal que se querría desalentar en el futuro.
La administración Obama había intentado con anterioridad clasificar la gravedad de los ciberataques, sin sortear las ambigüedades de estas zonas grises. En 2016, Obama se enfrentó a complicadas opciones al estimar el potencial de intensificación gradual de responder con medidas cibernéticas o con una respuesta más transversal, como las sanciones. La administración no quería tomar medidas que por sí mismas distorsionaran las elecciones. Así que, ocho días antes de las elecciones, Estados Unidos advirtió a Rusia sobre la interferencia en las elecciones a través de una línea directa (creada tres años atrás para manejar incidentes importantes en el ciberespacio) que conecta los Centros de Reducción de los Riesgos Nucleares de ambos países.
Puesto que la actividad de hackeo de Rusia pareció reducirse o detenerse, la administración Obama consideró la advertencia como un ejercicio exitoso de disuasión, pero algunos críticos señalan que los rusos ya habían logrado su objetivo.
Tres semanas después de las elecciones, la administración señaló que seguía confiada en la integridad general de la infraestructura electoral estadounidense y que, desde la perspectiva de la seguridad cibernética, las elecciones eran libres y abiertas. Pero las autoridades de inteligencia siguieron investigando el impacto de una campaña de guerra informativa de los rusos, en la que se difundían noticias falsas sobre Clinton con la aparente intención de influir sobre los votantes. Muchas de ellas se originaban en RT News y Sputnik, dos medios de prensa financiados por el estado ruso. ¿Se debía tratar esto como propaganda o como algo nuevo?
Varios críticos creen que el nivel de intervención del estado ruso en el proceso electoral estadounidense de 2016 ha cruzado un límite y no se deben descartar como una forma de conducta de zona gris tolerable. Han instado a la administración Obama a ir más allá en sus denuncias, dando una descripción pública más extensa de los que la inteligencia estadounidense sabe sobre la conducta rusa, e imponiendo sanciones financieras y de viajes contra las autoridades rusas de alto nivel que se identifiquen. Sin embargo, otras autoridades estadounidenses son reticentes a poner en riesgo los medios de inteligencia utilizados para la atribución, y tienen recelos de que se produzca una escalada.
La intervención de Rusia en las elecciones estadounidenses de 2016 fue un punto de inflexión. Ahora que se aproximan importantes elecciones en varias democracias occidentales, los analistas estarán muy atentos a las lecciones que el Kremlin pueda haber aprendido de ella

El Kremlin y las elecciones de Estados Unidos

Joseph S. Nye, Jr., a former US assistant secretary of defense and chairman of the US National Intelligence Council, is University Professor at Harvard University. He is the author of Is the American Century Over?
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El Kremlin y las elecciones de Estados Unidos

CAMBRIDGE – A principios de noviembre, el Presidente estadounidense Barack Obama supuestamente se puso en contacto directo con el Presidente ruso Vladimir Putin para advertirle sobre los ciberataques rusos dirigidos a las elecciones presidenciales de EE.UU. El mes anterior, el Director de Inteligencia Nacional, James Clapper, y el Secretario de Seguridad Interior, Jah Johnson, acusaron públicamente a las más altas autoridades rusas de usar ciberataques para “interferir con el proceso electoral estadounidense”.

Monday, November 28, 2016

¿Trump tico?

Juan Carlos Hidalgo comenta la postura del candidato a la presidencia de Costa Rica, Otto Guevara, en relación a la inmigración.


Juan Carlos Hidalgo
 
es Analista de Políticas Públicas para América Latina del Cato Institute.
¿Merecía Otto Guevara todo un editorial de La Nación castigándolo por ventilar sus renovados bríos electorales tras la victoria de Donald Trump? Sin lugar a dudas. No se trata de criticar a un político por querer aspirar –por quinta vez– a la presidencia. Ni tan siquiera por querer mutar –por quinta vez– sus principios. El problema yace en el mensaje que Guevara querría explotar en campaña: el muy peligroso y siempre presente odio que muchos ticos tienen hacia los inmigrantes, particularmente nicaragüenses. Costa Rica ostenta dos condiciones que constituyen un potente caldo de cultivo para un mensaje populista-xenófobo: una alta y persistente tasa de desempleo y un generoso –e igualmente oneroso– Estado de bienestarque otorga beneficios básicos a inmigrantes indocumentados. A esto súmesele la desconfianza casi universal que generan los extranjeros que llegan a buscar vida a un país, especialmente si son mano de obra poco calificada.



Lamentablemente –y es una realidad que no podemos ocultar– un segmento nada despreciable de la opinión pública costarricense alberga la percepción de que los inmigrantes vienen a robar puestos de trabajo, cometer crímenes y abusar de la beneficencia estatal. La campaña de Trump, quien trató a los inmigrantes mexicanos de violadores y narcotraficantes, solo podría servir de inspiración para un populista demagogo que quiera explotar estos sentimientos. Guevara ya levantó la mano.
La realidad es de hecho muy distinta. Según investigaciones de Juan Diego Trejos, de la Universidad de Costa Rica, los inmigrantes tienen un efecto fiscal positivo, es decir, contribuyen más en impuestos de lo que reciben en servicios. Además, la inmigración nicaragüense no impacta negativamente el índice de pobreza ni la criminalidad. Más bien, al permitir una mayor especialización de la mano de obra y al dinamizar el crecimiento de la población, contribuye significativamente a la economía nacional.
Guevara debería manejar bien esta evidencia, puesto que los liberales históricamente hemos promulgado los beneficios de la inmigración, así como defendemos el libre movimiento de bienes, servicios y capital. Pero más que eso, él debería reconocer el enorme peligro que conlleva atizar los fantasmas del nacionalismo y la xenofobia en una elección.
No es para menos, entonces, que Otto Guevara merezca todo este escarnio por su irresponsable aspiración a reciclarse como el Trump tico en las próximas elecciones.

¿Trump tico?

Juan Carlos Hidalgo comenta la postura del candidato a la presidencia de Costa Rica, Otto Guevara, en relación a la inmigración.


Juan Carlos Hidalgo
 
es Analista de Políticas Públicas para América Latina del Cato Institute.
¿Merecía Otto Guevara todo un editorial de La Nación castigándolo por ventilar sus renovados bríos electorales tras la victoria de Donald Trump? Sin lugar a dudas. No se trata de criticar a un político por querer aspirar –por quinta vez– a la presidencia. Ni tan siquiera por querer mutar –por quinta vez– sus principios. El problema yace en el mensaje que Guevara querría explotar en campaña: el muy peligroso y siempre presente odio que muchos ticos tienen hacia los inmigrantes, particularmente nicaragüenses. Costa Rica ostenta dos condiciones que constituyen un potente caldo de cultivo para un mensaje populista-xenófobo: una alta y persistente tasa de desempleo y un generoso –e igualmente oneroso– Estado de bienestarque otorga beneficios básicos a inmigrantes indocumentados. A esto súmesele la desconfianza casi universal que generan los extranjeros que llegan a buscar vida a un país, especialmente si son mano de obra poco calificada.


Monday, October 17, 2016

10 claves para entender cómo funcionan las elecciones en Estados Unidos

Por Julieta Nassau


Explicar las elecciones en Estados Unidos es complejo ya desde el cuándo: el primer martes después del primer lunes de noviembre, cada cuatro años. También puede ser antes, con el voto anticipado o el sufragio "ausente". La explicación se complica aún más con el cómo: un colegio electoral es el que define quién gana la elección. Hillary Clinton o Donald Trump deberán obtener el voto de por lo menos 270 electores para suceder a Barack Obama en la Casa Blanca.
Pero, ¿quiénes son esos electores? ¿Quién los elige? ¿Qué peso tiene el voto popular en este sistema? Una pequeña guía para seguir -y entender- el proceso electoral de Estados Unidos y los resultados del próximo 8 de noviembre.


¿Cómo se vota en Estados Unidos?
Estados Unidos cuenta con un sistema de elección indirecto, a través de un colegio electoral, un esquema establecido por el artículo II de la Constitución de 1878.
Bajo este sistema, los votantes no eligen directamente a los candidatos a presidente sino a los electores de su estado, quienes obtienen el poder para representarlos al elegir -ellos sí- al futuro jefe de Estado, en función del mandato que reciben en las urnas.
En total, son 538 electores quienes deciden quién va a gobernar el país por los cuatro años siguientes. La cantidad de electores por estado surge de la suma de sus senadores (dos) y sus representantes en el Capitolio (depende de la población de cada estado).
En 48 estados y en el Distrito de Columbia, la fórmula presidencial que recibe la mayoría de los votos recibe el total de los votos electorales de ese estado. Maine y Nebraska son la excepción: allí, el ganador de todo el estado recibe dos votos electorales, y luego el ganador en cada distrito recibe un elector.
Entonces, ¿quién gana?
Para ganar, una fórmula presidencial debe obtener la mitad más uno del total de los votos: 270. Con ese número, el pase a la Casa Blanca está asegurado.
¿Qué pasa si ningún candidato lo alcanza? Entra en acción la Cámara de Representantes, que debe escoger al ganador entre los tres candidatos más votados.
El 20 de enero de 2017 el presidente y el vicepresidente electos tomarán posesión de sus cargos y pondrán un punto final a dos mandatos de Barack Obama.
¿Puede ganar alguien que no haya obtenido la mayoría del voto electoral?
Sí, y esa es la principal crítica a este sistema, tildado muchas veces de poco representativo. El colegio electoral desanima a muchos ciudadanos a emitir su voto, ya que creen que su sufragio no tiene peso en el panorama general.
En total, 16 veces en la historia de los Estados Unidos un candidato ganó gracias al colegio electoral y pese al voto popular. El primero fue Andrew Jackson, en 1824, y el último, George W. Bush , en el año 2000.
En esas elecciones, el candidato demócrata, Al Gore, obtuvo una victoria en el voto popular por 543,895 votos (0.5%), pero el republicano e hijo del ex presidente logró 271 votos electorales contra 266 de su rival, después de un recuento de votos cargado de denuncias -intervención de la Corte Suprema mediante- en Florida.
¿Quiénes son los electores?
Cada partido político que tiene un candidato en carrera designa a su grupo de electores por estado en las convenciones partidarias. No pueden ser legisladores y por lo general son figuras fuertes y leales dentro del espacio político.
Pese a que son elegidos por un partido, los electores en realidad tienen libertad a la hora de emitir su voto ante el colegio electoral. Veintinueve estados y el Distrito de Columbia requieren a los electores votar como se han comprometido, aunque no hay importantes multas para quienes cambien su voto o se abstengan.
En la historia de Estados Unidos, más del 99% de los electores votaron según se habían comprometido. Una de las excepciones fue en el año 2000, con uno de los electores de Al Gore.
¿Qué se vota el 8 de noviembre?
Además del presidente y vicepresidente de Estados Unidos, ese día también se renovarán 34 de las 100 bancas del Senado y la totalidad de las 435 de la Cámara de Representantes. Allí se definirá si el nuevo mandatario contará con mayoría legislativa o si deberá lidiar, como sucedió en los últimos años, con un Capitolio opositor.
¿Cómo se vota?
En otra de las particularidades del sistema electoral de Estados Unidos, los comicios no tienen lugar durante un fin de semana. Cae martes. Como el voto no es obligatorio, no es un día de asueto para los empleados o estudiantes, por lo que se ofrecen algunas alternativas para quienes no se puedan presentar ante la urna el 8 de noviembre.
Votación en persona
Para votar de la forma convencional, las urnas estarán disponibles el martes 8 de noviembre en todo el país. Los votantes deben registrarse y algunos plazos de inscripción cierran hasta un mes antes del día de la elección. Cada votante registrado es asignado a un centro de votación en función de su domicilio. El horario de los comicios depende de cada centro.
El sitio Verified Voter hizo un repaso de los modelos de votación utilizados en Estados Unidos. El más usado (56% en la última elección presidencial) es el tradicional: boletas de papel que deben ser marcadas. Pueden ser escrutados manualmente o con escáner óptico. La segunda opción más popular es la de votación electrónica, el Registro Electrónico Directo (DRE).
Votación por correo
La votación por correo o votación ausente permite votar a aquellos ciudadanos que no pueden acercarse en persona a su centro el día de las elecciones, estén dentro o fuera del país. Aunque todos los estados ofrecen la opción del voto ausente, cada uno tiene distintas reglas sobre quién puede participar. Para votar, deben registrarse para sufragar y solicitar la papeleta de votación ausente, que le es enviada 45 días antes de la elección.
Votación anticipada
La mayoría de los estados ofrece la opción de voto anticipado para votar en fechas específicas anteriores al día de las elecciones y no requieren justificación del votante. Esta fue la opción elegida por Obama la semana pasada en Chicago.
¿Quién puede votar?
Los requisitos varían por estado pero en términos generales los votantes deben ser ciudadanos de Estados Unidos; cumplir con los requisitos de residencia de su estado y ser mayor 18 años al momento de la elección.
¿Qué son los swing states (o estados pendulares)?
De los 270 electores anhelados, algunos ya están asegurados. Vienen de aquellos estados que históricamente votan por un partido y su candidato, como Alabama y los republicanos o California y los demócratas. Los estados que no son marcadamente "azules" (demócratas) ni "rojos" (republicanos) son los llamados "swing states" o estados pendulares, aquellos que -justamente- oscilan entre un partido y otro entre cada elección.
Otra acepción para los "swing states" se enfoca en su capacidad de incidir en el resultado final de la elección. Es el caso de dos estados pendulares decisivos, como Florida (29 electores) y Ohio (18). En este último, desde 1964, cada candidato que ganó allí se hizo también con el premio mayor: la presidencia. Por eso, en esos dos estados es donde los candidatos presidenciales lanzan toda su artillería propagandística.
El sitio Real Clear Politics muestra como los estados sin definición sobre el ganador a Florida, Ohio, North Carolina, Nevada, Minnesota, Iowa, Maine, Arizona y Georgia. Por su parte, New Hampshire, Colorado y Wisconsin pasaron en los últimos meses de ser "indefinidos" a ser "proclives a Clinton".

Los estados marcados en gris son los que todavía no se definieron por un candidato; los números indican la cantidad de electores de cada estado
Los estados marcados en gris son los que todavía no se definieron por un candidato; los números indican la cantidad de electores de cada estado. Foto: Real Clear Politics

¿Quiénes son los candidatos?

Para poder ser candidato a presidente en Estados Unidos, una persona tiene que haber nacido en Estados Unidos y haber vivido allí por lo menos 14 años, además de tener al menos 35 años, un número que superan ampliamente los principales candidatos a esta elección.
Además de Hillary Clinton y Donald Trump, los representantes de los principales partidos, hay otros dos candidatos que ganan cada vez más fuerza en unas elecciones marcadas por el desencanto: Jill Stein (Partido Verde) y Gary Johnson (Partido Libertario).
¿Quién va a ganar?
Todavía no se sabe, claro, y las encuestas muestran a los dos principales candidatos en constante subibaja. Los últimos sondeos, realizados después de conocido el escandaloso video con las declaraciones lascivas de Trump hacia las mujeres pero antes del debate del pasado domingo, mostraron un fuerte crecimiento en la ventaja de Hillary Clinton: 11 puntos sobre su rival. También en cantidad de electores proyectados, la ex secretaria de Estado lleva claramente la delantera.

10 claves para entender cómo funcionan las elecciones en Estados Unidos

Por Julieta Nassau


Explicar las elecciones en Estados Unidos es complejo ya desde el cuándo: el primer martes después del primer lunes de noviembre, cada cuatro años. También puede ser antes, con el voto anticipado o el sufragio "ausente". La explicación se complica aún más con el cómo: un colegio electoral es el que define quién gana la elección. Hillary Clinton o Donald Trump deberán obtener el voto de por lo menos 270 electores para suceder a Barack Obama en la Casa Blanca.
Pero, ¿quiénes son esos electores? ¿Quién los elige? ¿Qué peso tiene el voto popular en este sistema? Una pequeña guía para seguir -y entender- el proceso electoral de Estados Unidos y los resultados del próximo 8 de noviembre.

Thursday, September 1, 2016

Trump tiene quien le diga

Razones

Jorge Fernández Menéndez 
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Decía Kissinger que “la tentación de América es creer que la política exterior es una subdivisión de la siquiatría”. En esa categoría se debe inscribir, también, al narcisista y arrogante candidato Trump.

Vamos a citar a un republicano de esos que Donald Trump no quiere, Henry Kissinger: “Para conseguir la paz (decía el entonces secretario de Estado de Richard Nixon, que recibió el Nobel de la Paz cuando negoció la salida de Estados Unidos de Vietnam) un primer paso importante es comprender qué hay realmente en el corazón y la mente del adversario, entender cómo piensa y cómo ve el mundo. Normalmente, refleja alguna aspiración y, entonces, uno debe decidir si las aspiraciones del adversario son, absolutamente, incompatibles con los principios de uno mismo”.



Yo no sé qué vio, qué encontró el presidente Peña Nieto en el corazón y la mente de Donald Trump cuando ayer se encontraron por primera vez. No creo que a Peña le haya gustado demasiado su invitado (ni al invitado el anfitrión), pero la tarea de Peña como Presidente, citando a Kissinger es decidir si las aspiraciones de ese adversario son, absolutamente, incompatibles con sus principios.
En lo personal, Trump me parece un personaje, absolutamente, detestable y más allá de eso, un verdadero peligro para el futuro de la sociedad contemporánea. Es verdad que lo que rige a Trump no son los principios ni la ideología, sino la ambición del poder sazonada por una ignorancia profunda sobre el mundo y sus problemas. Con todo, es un hombre que puede llegar a la Casa Blanca, a la Presidencia de Estados Unidos, más allá de que hoy, afortunadamente, la ventaja que lleva Hillary Clinton parece decisiva. Pero en unos comicios estadunidenses nunca los resultados están decididos hasta la hora del recuento.
La cita de Peña Nieto con Donald Trump desconcierta, pero se debe entender como parte de una tarea que debe hacerse. Alguien le tiene que decir a Trump que no somos violadores, que no llevamos droga cada vez que viajamos a Estados Unidos, que nadie obliga a los migrantes a viajar hacia el norte. Pero, también, alguien le tiene que mostrar la magnitud de la relación comercial bilateral, explicarle (y eso lo puede entender) que el comercio entre Estados Unidos y México es de un millón de dólares por minuto; que la frontera común es la más transitada del mundo; que un porcentaje altísimo del PIB estadunidense, y por ende de su economía y mano de obra, dependen del comercio con nuestro país; la riqueza (y buena parte del andamiaje social) de su país, se derrumbaría sin el aporte de todo tipo que realizan más de 30 millones de mexicanos o mexico-americanos en la Unión Americana.
Que tenemos graves problemas con el narcotráfico y la violencia, pero que los mismos devienen, en un alto grado, del consumo de drogas de la sociedad estadunidense, consumo que crece día con día, y que va de la mano con el doble discurso de legalizar las drogas, al mismo tiempo dice estar persiguiendo ese comercio. Pero, sobre todo, nuestra violencia está ligada al tráfico de armas que se realiza de Estados Unidos a México, desde que en el 2004 la administración Bush liberó, por completo la venta de armas de asalto, la violencia, alimentada por esas armas, se disparó en nuestro país. Y Trump es un ferviente partidario de que esa venta indiscriminada de armas se mantenga sin cambios.
El alimento de la violencia es el dinero: nadie sabe cuánto dinero del narcotráfico se queda en Estados Unidos, según la mayoría de los especialistas es un 90 por ciento de todo lo que genera esa “industria” que, conservadoramente, se estima en 60 mil millones de dólares. Alguien le tiene que explicar a Donald Trump que mientras Estados Unidos pone los consumidores de drogas y proporciona las armas y el dinero que hacen fuerte a los cárteles, México está poniendo los muertos, más de 20 mil cada año, durante la última década.
Ésa es la realidad que hay que mostrarle a Trump. No creo que le interese, creo que lo que busca es una foto en México que le permita reencauzar su muy desencaminada campaña presidencial. No va a abandonar ni el discurso racista y antiinmigrante (como se debe haber comprobado la misma noche del miércoles en Arizona) ni su defensa de las armas ni tampoco la retórica proteccionista, pero no podrá decir que no se le ha tendido una mano para buscar una convivencia civilizada desde este lado de la frontera. Si la rechaza, como estoy casi seguro que la rechazará ni el gobierno ni la sociedad mexicana tendrán nada qué reprocharse, pero sí mucho por hacer para evitar que ese personaje llegue a la Casa Blanca.
Decía, también, Kissinger que “la tentación de América es creer que la política exterior es una subdivisión de la siquiatría”. En esa categoría se debe inscribir, también, al narcisista y arrogante candidato Trump.

Trump tiene quien le diga

Razones

Jorge Fernández Menéndez 
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Decía Kissinger que “la tentación de América es creer que la política exterior es una subdivisión de la siquiatría”. En esa categoría se debe inscribir, también, al narcisista y arrogante candidato Trump.

Vamos a citar a un republicano de esos que Donald Trump no quiere, Henry Kissinger: “Para conseguir la paz (decía el entonces secretario de Estado de Richard Nixon, que recibió el Nobel de la Paz cuando negoció la salida de Estados Unidos de Vietnam) un primer paso importante es comprender qué hay realmente en el corazón y la mente del adversario, entender cómo piensa y cómo ve el mundo. Normalmente, refleja alguna aspiración y, entonces, uno debe decidir si las aspiraciones del adversario son, absolutamente, incompatibles con los principios de uno mismo”.


Thursday, August 25, 2016

¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?

¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?

Más de una tercera parte de los miembros del Partido Republicano en una encuesta reciente han considerado al presidente de EE.UU., Barack Obama, como el peor enemigo del país norteamericano. Otras de las posibles respuestas eran el Estado Islámico, el ébola, Irán y Rusia. Además, varios miembros del Senado creen que la actual política de la Casa Blanca respecto a Rusia es totalmente errónea.
¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?
¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?REUTERS / Carlo AllegriReuters

A la luz de la campaña electoral presidencial que actualmente está cobrando impulso, los republicanos tratan de demostrar que la política exterior de Obama ha fracasado estrepitosamente. Esta maniobra les ayudaría a reducir considerablemente las posibilidades electorales de Hillary Clinton, la candidata demócrata, opina Edward Lozansky, periodista estadounidense y presidente de la Universidad Americana de Moscú, en su artículo para Sputnik.



En las recientes conversaciones sobre el programa nuclear iraní precisamente Rusia resultó ser un actor clave sin el cual no se habría encontrado una solución, destaca el analista. Incluso la portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Marie Harf, declaró que Moscú tuvo un papel importante en la consecución del acuerdo histórico con Irán, añade. Todo ocurrió en el contexto de una política hostil de Washington hacia Moscú y las sanciones impuestas por iniciativa de Obama. En lugar de destruir la economía rusa y cambiar el equilibrio de las fuerzas mundiales, el presidente de EE.UU. logró únicamente que varios países europeos empezaran a protestar contra estas medidas, que han perjudicado a sus propias economías, indica el periodista.

Varios prominentes políticos, periodistas e incluso antiguos analistas de la CIA y del Pentágono ya han criticado las políticas de la Casa Blanca, que han descrito como peligrosas y perjudiciales para los propios EE.UU., ya que podrían provocar la confrontación militar directa con Rusia, sin descartar ataques nucleares, recuerda Lozansky. Significativamente, en una votación reciente sobre las entregas de armas letales a Ucrania hasta 48 congresistas votaron en contra de dichas entregas, añade.

"Anteriormente, estas voces eran pocas y distantes entre sí. Obviamente, esto está lejos de ser una oposición importante por el momento, pero se puede hablar de una clara tendencia", insta el periodista. La semana pasada Dana Rohrabacher, el congresista de California que fue redactor de discursos del expresidente Ronald Reagan, declaró que en lugar de fomentar la histeria antirrusa Obama haría bien en comenzar a comunicarse con el presidente de Rusia, Vladímir Putin, para encontrar una solución diplomática a la crisis de Ucrania y llegar a un acuerdo sobre operaciones conjuntas de lucha contra el islam radical en Oriente Medio.
Citando sus fuentes de confianza, el analista asegura que un grupo bastante influyente de republicanos pronto hará pública su intención de introducir cambios sustanciales en la política exterior de EE.UU. que incluirían ambos puntos propuestos por Rohrabacher, concluye Lozansky.

¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?

¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?

Más de una tercera parte de los miembros del Partido Republicano en una encuesta reciente han considerado al presidente de EE.UU., Barack Obama, como el peor enemigo del país norteamericano. Otras de las posibles respuestas eran el Estado Islámico, el ébola, Irán y Rusia. Además, varios miembros del Senado creen que la actual política de la Casa Blanca respecto a Rusia es totalmente errónea.
¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?
¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?REUTERS / Carlo AllegriReuters

A la luz de la campaña electoral presidencial que actualmente está cobrando impulso, los republicanos tratan de demostrar que la política exterior de Obama ha fracasado estrepitosamente. Esta maniobra les ayudaría a reducir considerablemente las posibilidades electorales de Hillary Clinton, la candidata demócrata, opina Edward Lozansky, periodista estadounidense y presidente de la Universidad Americana de Moscú, en su artículo para Sputnik.


'Killary' en el poder: ¿sobrevirirá el mundo una presidencia de Hillary Clinton?

El analista político y económico Paul Craig Roberts analiza la campaña presidencial de Clinton, a la que califica de candidata financiado por intereses bancarios, extranjeros y del complejo militar.

Carlos BarriaReuters

Hillary Clinton es un "candidato de teflón", por su singular talento para 'escurrirse' de los problemas, escribe Paul Craig Roberts. Su campaña electoral para la presidencia de los EE.UU. ha estado llena de casos que dañarían seriamente la vida política de cualquier persona, pero ella ha logrado escapar con éxito. Así lo afirma en su blog personal el escritor conservador estadounidense.
En su artículo, Craig señala que Clinton se encuentra bajo investigación por mal uso de información clasificada y por el fallido proyecto de creación del nuevo Estado libio, que lo ha convertido en la mayor fuente de terroristas de la región. "Delitos por los cuales muchos se encuentran ya en prisión". Según el escritor, se la acusa de pagar con favores a cambio de donaciones económicas para su fundación.


"Hillary Clinton representa los intereses de los bancos, el complejo militar, así como del grupo de presión israelí y no los intereses del pueblo norteamericano y de sus aliados europeos".
Asimismo, señala que los honorarios de la representante del Partido Demócrata por sus charlas privadas han aumentado desde el inicio de su candidatura: si antes percibía unos 210.000 dólares por discurso, hoy recibe hasta 675.000 dólares por cada charla.Finalmente, Craig Roberts acusa a Clinton de liderar los proyectos de desestabilización llevados a cabo en Libia, Siria, Honduras y Ucrania. Por todo esto, el analista resume que "como presidenta, Hillary nos garantiza que habrá guerras y más guerras".

'Killary' en el poder: ¿sobrevirirá el mundo una presidencia de Hillary Clinton?

El analista político y económico Paul Craig Roberts analiza la campaña presidencial de Clinton, a la que califica de candidata financiado por intereses bancarios, extranjeros y del complejo militar.

Carlos BarriaReuters

Hillary Clinton es un "candidato de teflón", por su singular talento para 'escurrirse' de los problemas, escribe Paul Craig Roberts. Su campaña electoral para la presidencia de los EE.UU. ha estado llena de casos que dañarían seriamente la vida política de cualquier persona, pero ella ha logrado escapar con éxito. Así lo afirma en su blog personal el escritor conservador estadounidense.
En su artículo, Craig señala que Clinton se encuentra bajo investigación por mal uso de información clasificada y por el fallido proyecto de creación del nuevo Estado libio, que lo ha convertido en la mayor fuente de terroristas de la región. "Delitos por los cuales muchos se encuentran ya en prisión". Según el escritor, se la acusa de pagar con favores a cambio de donaciones económicas para su fundación.

Monday, August 15, 2016

Las elecciones hacen sentir su efecto negativo en EE.UU., dicen economistas

Las elecciones hacen sentir su efecto negativo en EE.UU., dicen economistas


Por Josh Zumbrun
Por primera vez en este ciclo electoral en Estados Unidos, la mayoría de los economistas encuestados por The Wall Street Journal cree que la incertidumbre en torno a los próximos comicios está afectando la actividad económica.
Si bien todas las elecciones generan cierta incertidumbre económica, más de 80% de los economistas en la última encuesta de The Wall Street Journal dicen que el ciclo actual presenta un desorden inusual. La mayoría —57%— dice que la economía ha sufrido, de cierta forma, como resultado de esto.
“Esta elección introduce una incertidumbre del tamaño del Monte Everest”, dice Kevin Swift, economista jefe del American Chemistry Council, una asociación de empresas químicas.


Los economistas han creído desde hace mucho que, en general, la incertidumbre tiene el potencial de restringir el gasto de los consumidores y la inversión empresarial, si las personas y las compañías tienen dudas sobre los impuestos y las regulaciones que enfrentarán en el futuro. Hasta la encuesta de este mes, sin embargo, la mayoría de los economistas pensaba que incluso una elección como la de este año no pasaría al nivel de plantear un problema macroeconómico.
Las opiniones cambiaron después de que un informe del Departamento de Comercio de EE.UU. mostró el mes pasado que la inversión del sector empresarial hasta junio había caído por tercer trimestre consecutivo.
“El gasto de inversión claramente muestra el impacto perjudicial de la elección”, dice Sean Snaith, director del Instituto de Competitividad Económica de la Universidad de Florida Central.
Inicialmente, muchos habían atribuido el declive a las posibles repercusiones del derrumbe de los precios del crudo, que habían socavado la inversión entre los productores petroleros de EE.UU.
No obstante, la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, señaló en su conferencia de prensa de junio que la caída de la inversión fue más amplia de lo que podría explicarse por el bajón del sector energético.
“La inversión empresarial fuera de la energía fue particularmente débil durante el invierno (boreal) y parece haber permanecido así comenzada la primavera”, aseveró.
Los datos desde entonces han confirmado que la debilidad de la inversión había, de hecho, continuado.
The Wall Street Journal sondeó a 62 economistas de negocios, financieros y académicos entre el 5 y el 9 de agosto, aunque no todos los economistas contestaron todas las preguntas.
Los encuestados rebajaron sus proyecciones de crecimiento económico en 2016 a 1,8%, frente a 2% el mes pasado y 2,5% al inicio del año. Sus previsiones de la tasa de desempleo no cambiaron mucho.
Si bien un crecimiento de 1,8% sería otra decepción, indica que la mayoría de los economistas considera que la incertidumbre afectará, pero no paralizará, a EE.UU. La estimación promedio de las probabilidades de que el país entre en recesión durante el próximo año fue de 21%, comparada con 22% el mes pasado. Aun así, la cifra es el doble de la estimación de hace un año.
En el centro de la incertidumbre de las empresas están las dudas sobre qué cambios de política podría implementar el gobierno en los próximos años.
“Nunca antes las opciones de política han sido menos comprendidas en un ciclo electoral”, señala Crews Cutts, economista jefe de la firma de calificación crediticia Equifax.
En el tema de comercio, tanto Hillary Clinton como Donald Trump se han opuesto al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), un tratado entre 12 países que negoció el actual gobierno, y ambos candidatos han expresado dudas sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o Nafta.
Clinton ha propuesto un aumento de los impuestos a los ricos y las empresas. Trump ha propuesto grandes recortes tributarios sin propuestas para reducir el gasto, una medida que muchos economistas consideran que haría disparar el déficit.
Trump ha propuesto políticas drásticas para limitar la inmigración, abandonar pactos comerciales y etiquetar a China como manipulador cambiario, medidas que por designio tendrían consecuencias de amplio alcance.
Este año, es inusualmente complicado deducir cómo las propuestas se traducirían en políticas reales.
Incluso si Clinton ganara la elección, es probable que tenga que enfrentar una Cámara de Representantes aún bajo control republicano. La cámara baja se ha mostrado poco inclinada a adoptar las políticas que ha propuesto la candidata. Las ideas de Trump podrían resultar difíciles de promulgar, ya que muchas de sus ideas van en contra de las posturas de muchos republicanos en el Congreso. La incertidumbre en torno al control del Senado, que cualquiera de los dos partidos podría ganar en noviembre, no hace más que aumentar las dudas.
“El rango de potenciales desenlaces políticos es mucho mayor en lo abstracto”, dice Lou Crandall, economista jefe de Wrightson ICAP. “El mercado tiene dudas sobre cómo esa incertidumbre se traducirá en una acción concreta”

Las elecciones hacen sentir su efecto negativo en EE.UU., dicen economistas

Las elecciones hacen sentir su efecto negativo en EE.UU., dicen economistas


Por Josh Zumbrun
Por primera vez en este ciclo electoral en Estados Unidos, la mayoría de los economistas encuestados por The Wall Street Journal cree que la incertidumbre en torno a los próximos comicios está afectando la actividad económica.
Si bien todas las elecciones generan cierta incertidumbre económica, más de 80% de los economistas en la última encuesta de The Wall Street Journal dicen que el ciclo actual presenta un desorden inusual. La mayoría —57%— dice que la economía ha sufrido, de cierta forma, como resultado de esto.
“Esta elección introduce una incertidumbre del tamaño del Monte Everest”, dice Kevin Swift, economista jefe del American Chemistry Council, una asociación de empresas químicas.

Friday, July 29, 2016

El candidato libertario

Ian Vásquez comenta el inusitado surgimiento en las encuestas del candidato libertario Gary Johnson, un candidato que reúne propuestas significativamente distintas a aquellas de los candidatos del Partido Demócrata y del Partido Republicano.

Ian Vásquez es Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
En la polarizante campaña presidencial de EE.UU. ocurre un fenómeno que parece ir a contracorriente de las tendencias. Es el incipiente surgimiento del candidato de un tercer partido: Gary Johnson del Partido Libertario. Sus ideas distan mucho de las de los otros dos candidatos, y si pudiera influir en el debate nacional, o si llegara a ser elegido —cosa improbable— favorecería a América Latina, pues sus propuestas políticas son mucho más amigables hacia la región. De todas maneras, Johnson refleja un sentimiento importante en el público estadounidense.



Un hecho impresionante acerca de los dos candidatos principales —Hillary Clinton del Partido Demócrata y el republicano Donald Trump— es su nivel de rechazo. Ambos están empatados en los sondeos, recibiendo alrededor de 40% de apoyo popular cada uno. Pero Clinton y Trump son los dos candidatos con las imágenes más fuertemente negativas en las últimas diez elecciones presidenciales de ese país, según una reconocida autoridad que analiza encuestas (fivethirtyeight.com). Un 37% de las personas tiene una imagen altamente desfavorable de Clinton, mientras que un 53% rechaza de igual forma a Trump.
Es más, según el New York Times, buena parte de la gente que se identifica con un partido político está desilusionada con sus candidatos. Más de un tercio de los republicanos, por ejemplo, se siente así y piensa que Trump no representa sus valores. La mayoría de los votantes estadounidenses piensa que ninguno de los dos candidatos es honesto o un individuo en quien se puede confiar.
Es en ese contexto en el que Johnson empieza a recibir un creciente apoyo inusitado para un país en que los candidatos de terceros partidos casi nunca logran más que unos pocos puntos porcentuales en las encuestas, y donde mucho menos han ganado una elección presidencial. Johnson ahora goza de entre 10% y 12% en las encuestas. Es todavía bastante desconocido. Hasta dónde puede llegar depende de qué tan representativas sean sus ideas y de lo mal que lo pueda tratar el ‘establishment’ político.
Según un sondeo de este año de Gallup, el 27% de estadounidenses se puede considerar libertario. Sus puntos de vista son consistentes con los de Johnson y su Partido Libertario que favorecen el conservadurismo fiscal y el liberalismo social. De modo que Johnson representa una alternativa a las propuestas de los otros dos candidatos. Está a favor de limitar el gasto y los impuestos, restringir el intervencionismo militar y exterior, reformar la política antinarcótica, liberalizar más el comercio, poner fin al excesivo poder del Ejecutivo y a los abusos que conlleva, reformar el sistema de justicia criminal que especialmente perjudica ahora a las minorías, etc.
Para que sea más conocido, Johnson tendrá que participar en los debates presidenciales, pero los dos partidos tradicionales harán lo posible para que eso no ocurra. Desde fines de los ochenta, han controlado a quienes incluyen en tales debates, típicamente excluyendo a un tercer candidato. La única excepción fue la del multimillonario Ross Perot en 1992, quien fue incluido porque George Bush padre insistió en ello pensando que le restaría votos a Bill Clinton. Bush se equivocó. Para antes del debate Perot tenía 7% de apoyo en las encuestas. Se llevó el 19% del voto en las elecciones presidenciales y le restó apoyo a Bush.
La lección era clara: participar del debate puede aumentar notablemente el apoyo de un tercer candidato. Desde entonces, no se le ha permitido a uno debatir. La nueva regla es que tiene que tener 15% de apoyo en los sondeos para calificar.
No es imposible que Johnson lo logre. En ese caso, los latinoamericanos también verían propuestas claramente diferentes a las que ofrecen los republicanos y demócratas. Respecto a la guerra contra las drogas, Johnson favorece legalizar la marihuana y reformar la política actual. Aboga además por una política migratoria más liberal y abierta en la que sea fácil para los inmigrantes ir a trabajar a EE.UU. y también, a diferencia de Trump y Clinton, apoya el libre comercio con convicción.
La campaña presidencial estadounidense ha sido decepcionante. Pero además de las fallas en su sistema democrático, está reflejando un poco de esperanza, o por lo menos que el pueblo estadounidense es mucho más diverso políticamente de lo que a primera vista parece.