La maniobra ante la ONU puede verse como una señal para la carrera de
Obama después de Obama. La resolución del Consejo de Seguridad de la ONU
no fue una sorpresa, tal como lo habíamos previsto en una nota del 1º de diciembre en el Jerusalem Post.
La negativa a vetar la resolución como un último suspiro del régimen de
Obama se esperaba que tuviera lugar entre las elecciones del 8 de
noviembre y la inauguración del 20 de enero.
Sin embargo, se presta poca atención al motivo de Obama. La
venganza contra Benjamin Netanyahu es inadecuada. La maniobra puede ser
vista como una señal para la carrera de Obama después de Obama.
Ian Vásquezes Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
Barack Obama estuvo en Lima días pasados, por lo que es oportuno, al final de su presidencia, repasar su legado. Tras la elección de Donald Trump, se ha vuelto más evidente que lo negativo pesa más en el balance, pues Obama concentró aun más poderes en el Ejecutivo que su antecesor George Bush, y que ahora entregará a su sucesor.
Obama siempre será recordado como el primer presidente estadounidense afroamericano, símbolo del progreso social y de la grandeza de un país que superó una barrera histórica más. Esperamos que esto abra las puertas a que futuros presidentes de diversas etnias y hasta mujeres puedan ocupar la Casa Blanca con mayor facilidad.
Fue elegido al prometer esperanza y cambio –el lema de su campaña– y que uniría un pueblo y un sistema político altamente divididos por las políticas que llevaron al país a guerras, una crisis económica y abusos de poder que un creciente número de estadounidenses vieron con desdén. Prometió también reducir la influencia de grupos de presión en Washington.
Durante su presidencia, sin embargo, Obama logró lo opuesto, como lo evidencia la aguda polarización política actual. Incrementó el gasto público en respuesta a la crisis económica y generó los déficits fiscales más grandes en cuatro décadas. Se debatirá la eficacia de tales políticas por largo tiempo, pero la recuperación económica fue históricamente lenta y vino a un costo elevado: la deuda pública se disparó en casi 50% y está por superar el 100% del PBI. En el camino, la fiesta fiscal de Washington fortaleció a los grupos de presión y el capitalismo de compadrazgo, pues mucho gasto favoreció a los políticamente conectados.
La reforma de salud de Obama fue uno de los cambios de política pública más importantes de Estados Unidos en décadas, pero Obama lo consiguió sin el apoyo de un solo republicano en el Congreso y fue muy impopular con el público. En su segundo mandato, Obama se quejó de que el Congreso no lo apoyaba, por lo que gobernó cada vez más mediante dudosos decretos ejecutivos. Así, enmendó su propia ley de salud unilateralmente y ordenó gastar miles de millones de dólares no aprobados por el Congreso. De la misma manera, ordenó que se legalizara a más de un millón de inmigrantes menores de edad a pesar de que el Congreso rechazó una propuesta de ley semejante. (Su récord en inmigración fue mixto, pues Obama también deportó a millones de inmigrantes de EE.UU., muchísimos más que sus antecesores).
Ahora que está por entrar Trump a la Casa Blanca, no solo heredará estos poderes que los abogados de Obama justificaron, sino que también podrá revertir unilateralmente muchas de las políticas de Obama. Trump podría, por ejemplo, deportar a los inmigrantes menores de edad con más facilidad, especialmente ahora que quedaron registrados con el gobierno. Y el rechazo electoral a Obama significa que su reforma de salud será revertida en gran parte por el Congreso republicano.
No es sino hasta ahora que muchos de los que apoyaron la concentración de poder bajo Obama se están despertando frente al peligro que este significa. Un periodista en “The New York Times” se pregunta: ¿Cuál sería la reacción de los legisladores si Trump, por ejemplo, al no recibir el apoyo del Congreso, simplemente redistribuye el presupuesto nacional para construir un muro con México? Buena pregunta, un poco tardía.
Pero la cosa se pone peor. El presidente que llegó al poder criticando la “presidencia imperial”, especialmente respecto a la política exterior y de seguridad, la ha fortalecido. Tal como lo ha documentado Glenn Greenwald: “Obama no solo continuó con muchas de las políticas más extremas del Poder Ejecutivo que una vez condenó, sino que en muchas ocasiones las fortaleció y extendió. Su administración detuvo a sospechosos por terrorismo sin el debido proceso, propuso nuevos marcos para mantenerlos encerrados sin juicio, puso en la mira a miles de individuos (incluyendo a un ciudadano estadounidense) para ejecutarlos con drones, invocó doctrinas secretas para proteger a la tortura y a los programas de espionaje de la justicia y, de forma encubierta, expandió la vigilancia electrónica masiva de la nación”.
“El culto a la presidencia”, como lo llama mi colega Gene Healy, solo crecerá con Trump, quien es quizás el legado más importante de Obama.
Ian Vásquezes Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
Barack Obama estuvo en Lima días pasados, por lo que es oportuno, al final de su presidencia, repasar su legado. Tras la elección de Donald Trump, se ha vuelto más evidente que lo negativo pesa más en el balance, pues Obama concentró aun más poderes en el Ejecutivo que su antecesor George Bush, y que ahora entregará a su sucesor.
Obama siempre será recordado como el primer presidente estadounidense afroamericano, símbolo del progreso social y de la grandeza de un país que superó una barrera histórica más. Esperamos que esto abra las puertas a que futuros presidentes de diversas etnias y hasta mujeres puedan ocupar la Casa Blanca con mayor facilidad.
Pese a que Obama ha afirmado a veces lo contrario, la política de EEUU en Oriente Medio está ahora enfocada a apaciguar a Irán y aislar a Israel.
En los últimos meses, la Administración Obama ha tratado de prestar la menor atención posible a Irán. El motivo es que, cuando intentaba vender al país el acuerdo nuclear con Teherán, la base de muchos de sus argumentos era que el acuerdo formaba parte de un proceso que, como dijo el presidente Obama, ayudaba a Irán a "llevarse bien con el mundo". La decisión de iniciar negociaciones secretas con el régimen islamista se presentó como una reacción a la elección de un supuesto moderado, Hasán Ruhaní, como presidente del país, y por lo tanto la respuesta a un cambio hacia una actitud más liberal de Teherán, dentro y fuera del país, que había que alentar.
Esto quedó hace poco desenmascarado como un fraude, cuando el asesor de Obama Ben Rhodes presumió de la capacidad de la Casa Blanca para confundir a la crédula prensa en el New York Times. Pero a medida que han ido pasando los meses desde que entró en vigor el acuerdo se ha vuelto cristalino que lo único que está cambiando en Irán es que el régimen se está haciendo más rico. La última prueba de que los islamistas radicales siguen llevando las riendas en Teherán vino con la elección del ayatolá Ahmad Yanati como presidente de la Asamblea de Expertos, el organismo responsable de elegir y quitar al líder supremo del país, y de supervisar sus actividades. Dicho de otro modo, Yanati será el encargado de sustituir al actual líder supremo, el gran ayatolá Alí Jamenei. Es una posición clave, ya que es la persona que ocupa ese puesto, y no el presidente Ruhaní, quien realmente dirige el país. Si Yanati y sus compinches se encargan de la sucesión de Jamenei, entonces no hay duda de que su sucesor será igual de reacio, si no más, a la aproximación a Occidente y defenderá la actual política de Irán, que ayuda a los terroristas y persigue la hegemonía regional. Yanati está entre los más radicales de la línea dura en una élite dirigente llena de radicales de la línea dura. No solo odia a Israel y defiende el mantenimiento de la supresión de los derechos –especialmente de las mujeres–, sino que es un exponente del odio más virulento a Estados Unidos y Occidente. Si se suma a la elección de un nuevo portavoz del Parlamento, Alí Lariyani, que también es considerado un oponente de los no tan moderados moderados, parece que el Gobierno de Teherán sigue completamente en manos de los radicales. Eso podría ser negativo, pero ¿qué tiene que ver con el acuerdo nuclear? La Administración alega que, a pesar de la evidencia de su mala conducta en los últimos meses, con sus pruebas ilegales con misiles y su activa financiación de grupos terroristas, Teherán está respetando los términos del acuerdo nuclear. Eso podría ser estrictamente cierto o no, ya que la vigilancia del programa nuclear de Irán no es tan exhaustiva como se había prometido. Pero aun en el caso de que Irán no estuviese haciendo trampas, el rumbo que adopta el régimen tiene una gran relevancia. Y el motivo es que dentro de una década expirará el acuerdo. En ese momento, lo único que puede evitar que el muy avanzado programa nuclear que se le permitió mantener a Irán desarrolle un arma nuclear es un cambio radical en Teherán. Si el sucesor de Jamenei y el resto de los clérigos que dirigen allí las cosas están tan inmersos en el "¡Muerte a América!" de Yanati, puede apostar a que no se tratará simplemente de un régimen donde los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria tienen libertad para hacer lo que les plazca. Se tratará de un régimen islamista decidido a utilizar la riqueza con que le está colmando Occidente, y la invulnerabilidad que le daría una bomba, para amasar aún más poder,. Confrontado con esta prueba de que Irán no está interesado en "llevarse bien con el mundo",Estados Unidos no tuvo nada que decir sobre el ascenso de Yanati. El portavoz del Departamento de Estado, Mark Toner, fue preguntado al respecto y dijo: "No haremos comentarios". Es llamativo, especialmente cuando se compara con la tendencia de Toner a manifestarse sobre los recientes cambios en Israel. Como señaló acertadamente el director del Times of Israel, David Horovitz, la yuxtaposición del silencio sobre Yanati y los comentarios de Washington sobre elnombramiento de Avigdor Lieberman como ministro de Defensa israelí resultaba curiosa. Toner dijo que la entrada de Lieberman en el Gabinete "plantea preguntas legítimas sobre cuál es el rumbo que se está siguiendo y qué políticas van a adoptar". Curiosamente, Toner lo remató diciendo que había visto "informes desde Israel" sobre la coalición y observado que algunos de los nuevos ministros del Gobierno se "oponían a una solución de dos Estados". Es posible, pero Lieberman no es uno de ellos, ya que siempre ha respaldado la solución de los dos Estados, aunque las fronteras que él trazaría no sean las mismas que las de algunos progresistas. El Departamento de Estado tiene derecho a plantear las preguntas que le parezca, pero es llamativo que la Administración se sienta libre de vapulear a un Gobierno elegido democráticamente mientras se muestra circunspecta sobre una teocracia oligárquica radical que además ha sido correctamente clasificada como el principal patrocinador estatal del terrorismo. ¿Cómo se explica esa diferencia? Se podría alegar que EEUU se preocupa más por los asuntos de un Gobierno aliado que por los de un enemigo como Irán. Pero la diferencia va más allá. En realidad, la Administración Obama ha estado haciendo todo lo posible por mantener las buenas relaciones con Irán y evitar cualquier conducta que se pudiera interpretar como perjudicial para sus teócratas radicales. Por otra parte, ha estado tramando activamente un cambio de Gobierno en Israel. Si está particularmente molesto con Lieberman no es porque crea que vaya a interferir en unas negociaciones de paz que los palestinos no quieren, o que vaya a empezar una guerra. Es porque el secretario de Estado, John Kerry, participó activamente en la maniobra mediante la cual se esperaba que la Unión Sionista, partido de la oposición, se uniera al Gobierno de Netanyahu. La idea, como los esfuerzos pasados por derribar o incapacitar a Netanyahu, era utilizar la influencia de EEUU para inclinar a Israel hacia la izquierda, frente a los deseos de los electores, que dieron la mayoría a la actual coalición de centroderecha. El fracaso de esa estrategia fue la enésima humillación para Kerry y un triunfo para Netanyahu; que eso le vaya a funcionar bien a la larga es, no obstante, una cuestión opinable. Pero lo que estas dos noticias nos demuestran es que, pese a que Obama ha afirmado a veces lo contrario, la política de EEUU en Oriente Medio está ahora enfocada a apaciguar a Irán y aislar a Israel. Esta no es la manera de tratar a un enemigo y a un aliado. Sea quien sea el sucesor de Obama, tendrá que comprender que Irán no va a moderarse, y salvo que EEUU esté realmente dispuesto a dar por perdido el estratégico Oriente Medio, esta política tiene que cambiar.
Pese a que Obama ha afirmado a veces lo
contrario, la política de EEUU en Oriente Medio está ahora enfocada a
apaciguar a Irán y aislar a Israel.
En los últimos meses,
la Administración Obama ha tratado de prestar la menor atención posible a
Irán. El motivo es que, cuando intentaba vender al país el acuerdo nuclear con Teherán,
la base de muchos de sus argumentos era que el acuerdo formaba parte de
un proceso que, como dijo el presidente Obama, ayudaba a Irán a
"llevarse bien con el mundo". La decisión de iniciar negociaciones
secretas con el régimen islamista se presentó como una reacción a la
elección de un supuesto moderado, Hasán Ruhaní, como presidente del
país, y por lo tanto la respuesta a un cambio hacia una actitud más
liberal de Teherán, dentro y fuera del país, que había que alentar.
Bastante se ha estado hablando sobre lo acontecido en la Cumbre de Líderes de Estado de Norteamérica. El intercambio de opiniones ente el mandatario mexicano, Enrique Peña Nieto, y el estadounidense, Barack Obama, sobre el término “populismo” acabó por acaparar las notas principales en medios, redes sociales y conversaciones de pasillo en México. Ante la opinión pública generalizada, el mandatario mexicano fue el que salió peor librado. En este sentido, Peña Nieto trató de criticar y atacar al populismo y el mandatario de la nación más poderosa del mundo le contestó de manera sutil que, no sólo el populismo no es malo, sino que él mismo se definía como populista.
Imaginando lo que pasaba por la mente de Peña Nieto, me atrevo a afirmar que vio una oportunidad única y pensó que hablar de demagogia y populismo sería una manera de atacar a los virtuales candidatos opositores a la presidencia de México y Estados Unidos respectivamente: Andrés Manuel López Obrador y Donald Trump. “Destruyen todo lo que ha costado décadas construir. Son liderazgos que venden respuestas fáciles a los problemas del mundo. Pero nada es así de simple y sencillo: gobernar es complejo y difícil”, afirmó el presidente mexicano. Peña Nieto hablaba del populismo como generalmente se entiende en América Latina, es decir, una estrategia política indisociable de la demagogia. Hablaba de ese populismo que consiste en basar éxitos políticos en carisma y personalidades bonachonas y en vender soluciones que parecen atractivas y que entusiasman a las masas, pero que en la práctica son inoperantes y sólo conducen a los terrenos de corrupción, crisis de Estado de Derecho y una notable dependencia gubernamental de los ciudadanos. Hablaba no sólo del populismo que abanderan Trump y AMLO, sino también del de Evo, Maduro, Kirchner, Dilma, Bachelet, Iglesias y Castro. Peña Nieto tiene razón en algo: gobernar no es sencillo porque no existen soluciones mágicas. Aquellos gobernantes que dicen tener la receta para generar bienestar social, generalmente basan sus propuestas en falacias tanto económicas como políticas, por lo que tienen que recurrir a su carisma, la promesa siempre incumplida de un futuro inmediato mucho más alentador, represión, sistemas de movilización masiva artificial y simulación, para poder mantenerse en el poder. Sin embargo, la reciente bandera antipopulista de Peña Nieto no termina de cuadrar a los ojos de los ciudadanos, quienes no olvidamos que la campaña mediática que lo catapultó a la presidencia se basó principalmente en su apariencia física, su peinado de moda o su romance con una conocida actriz de telenovelas, así como tampoco podemos ignorar que el partido del que forma parte, el PRI, es históricamente el padre institucional del populismo en México. Pareciera ser que su cruzada contra el populismo es fruto más de una coyuntura política y parte de una estrategia mediática que realmente de su convicción o creencias socioeconómicas. Todo parecía indicar que el escenario era perfecto para que Obama secundara las declaraciones del presidente mexicano, sin embargo, para sorpresa de todos, afirmó que no estaba de acuerdo con el uso del término “populismo” que Peña Nieto estaba proponiendo. “No estoy de acuerdo en que la retórica a la que se refieren sea populista. Las personas siempre me han importado. Quiero que todos en Estados Unidos tengan las mismas oportunidades que yo disfruté. Me preocupo por los pobres que trabajan duro y no tienen oportunidades de progresar. Me preocupo por los trabajadores para que tengan una voz colectiva: de que los niños reciban una buena educación, de que haya un sistema tributario justo y de que los beneficiados por esta sociedad, como yo, paguen más para que otros puedan tener esas oportunidades. Con eso se podría decir que yo soy populista”, afirmó Barack Obama. Está claro que hay diferencias marcadas entre las dos visiones de populismo. Obama piensa en un populista como una persona que vela por los pobres, que ha dedicado su vida a causas populares, que tiene empatía ante los más desfavorecidos y que busca la manera de mejorar sus condiciones de vida. Sin embargo, cuando habla de posibles soluciones y cuando analizamos sus políticas, nos damos cuenta de que efectivamente Obama entra en el campo del populismo en cualquiera de sus definiciones. Pretender combatir la pobreza mediante redistribución de riqueza en vez de su creación, proponer impuestos progresivos que eventualmente desincentivarían la inversión y la actividad empresarial, hablar de voces “colectivas” que son objetivamente imposibles y básicamente proponer al Gobierno como solución a la mayoría de los problemas de sus individuos son medidas simplistas y, efectivamente, populistas bajo cualquier óptica. Por lo tanto, se podría concluir que este intercambio de ideas no fue más que una discusión semántica entre populistas sobre cuál debería ser la connotación que se le debe dar al polémico concepto. La gran diferencia entre Obama y Peña Nieto es que el primero es popular (diferente a populista) mientras que el segundo atraviesa por un momento en el que su imagen está muy dañada y goza de poca aceptación; es por esto que casi automáticamente la mayoría tiende a valorar más la opinión del primero. Si entendemos el populismo como lo hace Obama, entonces es verdad que necesitamos gente involucrada en política sensible a los problemas de los más pobres, gente que se preocupe por ellos y que busque la forma de generar condiciones de igualdad de oportunidades. El problema surge cuando venimos a la cuestión de las soluciones, allí entonces habría que darle la razón a Peña Nieto, la cuestión no es sencilla ni podemos seguir comprando soluciones mágicas, mucho menos si provienen del Estado, como las que propone Obama. En estos tiempos debemos tener cuidado con la retórica y el lenguaje que utilizamos. El populismo y la demagogia han tenido resultados desastrosos en las sociedades y economías latinoamericanas y no podemos cerrar los ojos ante esta realidad sólo porque Obama, que es popular, se ostenta de ser un “orgulloso populista”. Celebrar estas declaraciones en México es empoderar mediáticamente a personajes populistas y altamente peligrosos para nuestro desarrollo y progreso como individuos y como nación.
Bastante se ha estado hablando sobre lo acontecido en la Cumbre de
Líderes de Estado de Norteamérica. El intercambio de opiniones ente el
mandatario mexicano, Enrique Peña Nieto, y el estadounidense, Barack Obama, sobre el término “populismo” acabó por acaparar las notas principales en medios, redes sociales y conversaciones de pasillo en México.
Ante la opinión pública generalizada, el mandatario mexicano fue el
que salió peor librado. En este sentido, Peña Nieto trató de criticar y
atacar al populismo y el mandatario de la nación más poderosa del mundo
le contestó de manera sutil que, no sólo el populismo no es malo, sino
que él mismo se definía como populista.
Craig Roberts revela la fecha en que EE.UU. dejó de ser una potencia unipolar
El discurso del presidente ruso, Vladímir Putin, en la 70.ª Asamblea General de la ONU cambió el equilibrio de poder en el mundo y marcó el inicio de una nueva era, en la que el mundo ya no se deja intimidar por los agresores de Washington, ha declarado el destacado analista político y exasesor económico de Ronald Reagan, Paul Craig Roberts.
Presidente de EE.UU., Barack Obama REUTERS/Kevin Lamarque
Antes del discurso de Putin, que tuvo lugar el 28 de septiembre en la sede de la ONU en Nueva York, el mundo entero se dejaba intimidar por Washington, ya que la resistencia a sus políticas traía una rápida retribución. Por ejemplo, Oriente Medio y África resultaron ser objetivos de las sanciones económicas y las invasiones militares que destruyeron países enteros. A su vez, Francia y otros vasallos de EE.UU. sufrieron confiscaciones multimillonarias del patrimonio neto de bancos, por no seguir las políticas de Washington hacia otros países, indica el analista en su reciente artículo.
"Otros países se sentían impotentes frente a la arrogante hegemonía de la potencia unipolar", insiste Craig Roberts. Pero "el presidente ruso Putin puso término a todo esto, cuando el 28 de septiembre se puso de pie ante el mundo, en presencia de la arrogancia desbordada de la potencia hegemónica, y tomó la iniciativa en este asunto peligroso", destaca el politólogo. "Putin denunció que Washington representa una amenaza para la soberanía, y con ello para la libertad, de los pueblos y países. [...] Denunció la ilegalidad de las agresiones de Washington contra la soberanía de otras naciones, y declaró que Rusia ya no puede tolerar este estado de cosas en el mundo", ha recordado el analista. Dos días más tarde Putin "se hizo cargo de la guerra en Siria y comenzó a exterminar al Estado Islámico, financiado y equipado por Washington. Los misiles de crucero lanzados desde el mar Caspio alcanzaron objetivos del EI con una precisión milimétrica y mostraron a los vasallos de Washington de la UE que el escudo antimisiles norteamericano (ABM, por sus siglas en inglés) no podría protegerlos si ellos permiten que Washington les empuje a un conflicto con Rusia", ha concluido Craig Roberts.
Craig Roberts revela la fecha en que EE.UU. dejó de ser una potencia unipolar
El discurso del presidente ruso, Vladímir
Putin, en la 70.ª Asamblea General de la ONU cambió el equilibrio de
poder en el mundo y marcó el inicio de una nueva era, en la que el mundo
ya no se deja intimidar por los agresores de Washington, ha declarado
el destacado analista político y exasesor económico de Ronald Reagan,
Paul Craig Roberts.
Presidente de EE.UU., Barack Obama REUTERS/Kevin Lamarque
Antes del discurso de Putin,
que tuvo lugar el 28 de septiembre en la sede de la ONU en Nueva York,
el mundo entero se dejaba intimidar por Washington, ya que la
resistencia a sus políticas traía una rápida retribución. Por ejemplo,
Oriente Medio y África resultaron ser objetivos de las sanciones
económicas y las invasiones militares que destruyeron países enteros. A
su vez, Francia y otros vasallos de EE.UU. sufrieron confiscaciones
multimillonarias del patrimonio neto de bancos, por no seguir las
políticas de Washington hacia otros países, indica el analista en su
reciente artículo.
Más de una tercera parte de los miembros del Partido Republicano en una encuesta reciente han considerado al presidente de EE.UU., Barack Obama, como el peor enemigo del país norteamericano. Otras de las posibles respuestas eran el Estado Islámico, el ébola, Irán y Rusia. Además, varios miembros del Senado creen que la actual política de la Casa Blanca respecto a Rusia es totalmente errónea.
¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?REUTERS / Carlo AllegriReuters
A la luz de la campaña electoral presidencial que actualmente está cobrando impulso, los republicanos tratan de demostrar que la política exterior de Obama ha fracasado estrepitosamente. Esta maniobra les ayudaría a reducir considerablemente las posibilidades electorales de Hillary Clinton, la candidata demócrata, opina Edward Lozansky, periodista estadounidense y presidente de la Universidad Americana de Moscú, en su artículo para Sputnik.
En las recientes conversaciones sobre el programa nuclear iraní precisamente Rusia resultó ser un actor clave sin el cual no se habría encontrado una solución, destaca el analista. Incluso la portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Marie Harf, declaró que Moscú tuvo un papel importante en la consecución del acuerdo histórico con Irán, añade. Todo ocurrió en el contexto de una política hostil de Washington hacia Moscú y las sanciones impuestas por iniciativa de Obama. En lugar de destruir la economía rusa y cambiar el equilibrio de las fuerzas mundiales, el presidente de EE.UU. logró únicamente que varios países europeos empezaran a protestar contra estas medidas, que han perjudicado a sus propias economías, indica el periodista. Varios prominentes políticos, periodistas e incluso antiguos analistas de la CIA y del Pentágono ya han criticado las políticas de la Casa Blanca, que han descrito como peligrosas y perjudiciales para los propios EE.UU., ya que podrían provocar la confrontación militar directa con Rusia, sin descartar ataques nucleares, recuerda Lozansky. Significativamente, en una votación reciente sobre las entregas de armas letales a Ucrania hasta 48 congresistas votaron en contra de dichas entregas, añade.
"Anteriormente, estas voces eran pocas y distantes entre sí. Obviamente, esto está lejos de ser una oposición importante por el momento, pero se puede hablar de una clara tendencia", insta el periodista. La semana pasada Dana Rohrabacher, el congresista de California que fue redactor de discursos del expresidente Ronald Reagan, declaró que en lugar de fomentar la histeria antirrusa Obama haría bien en comenzar a comunicarse con el presidente de Rusia, Vladímir Putin, para encontrar una solución diplomática a la crisis de Ucrania y llegar a un acuerdo sobre operaciones conjuntas de lucha contra el islam radical en Oriente Medio. Citando sus fuentes de confianza, el analista asegura que un grupo bastante influyente de republicanos pronto hará pública su intención de introducir cambios sustanciales en la política exterior de EE.UU. que incluirían ambos puntos propuestos por Rohrabacher, concluye Lozansky.
Más de una tercera parte de los miembros del
Partido Republicano en una encuesta reciente han considerado al
presidente de EE.UU., Barack Obama, como el peor enemigo del país
norteamericano. Otras de las posibles respuestas eran el Estado
Islámico, el ébola, Irán y Rusia. Además, varios miembros del Senado
creen que la actual política de la Casa Blanca respecto a Rusia es
totalmente errónea.
¿Quién es el peor enemigo de EE.UU.?REUTERS / Carlo AllegriReuters
A
la luz de la campaña electoral presidencial que actualmente está
cobrando impulso, los republicanos tratan de demostrar que la política
exterior de Obama ha fracasado estrepitosamente. Esta maniobra les ayudaría a reducir considerablemente las posibilidades electorales de Hillary Clinton, la candidata demócrata, opina Edward Lozansky, periodista estadounidense y presidente de la Universidad Americana de Moscú, en su artículo para Sputnik.
Las autoridades de EE.UU., unos "locos", están librando una guerra contra la humanidad. Washington tiene la intención de ampliar los límites del imperio estadounidense hasta que llegue a la dominación mundial absoluta. Y para esto está listo, incluso, a desencadenar una guerra nuclear contra Rusia, según el periodista Stephen Lendman.
"Locos dominan el manicomio de Washington"RIA NOVOSTI
En artículo publicado en 'Global Research', Lendman afirma que el presidente estadounidense, Barack Obama, quiere obtener el permiso del Congreso para una guerra sin límites bajo el pretexto de combatir al Estado Islámico. "Desde el primer día de su mandato Obama declaró la guerra a toda la humanidad. Ningún Estado en la historia ha representado una amenaza para la comunidad mundial como EE.UU.", dice. Los militares ucranianos que combaten en Donbass reciben órdenes del Pentágono, y al mismo tiempo decenas de instructores militares estadounidenses se preparan para ir a Siria. "Su misión es enseñar a los militantes de la llamada 'oposición moderada' a decapitar personas", asegura el periodista.
Lendman está convencido de que Obama está luchando en Siria a través de sus marionetas, como el grupo terrorista Estado Islámico. "Los instructores de la CIA y de las Fuerzas Especiales les enseñan a decapitar personas, etc.", dice. El artículo recuerda que agentes de inteligencia de EE.UU. operan en 150 países del mundo utilizando como tapadera sus embajadas y consulados, así como otras organizaciones. "Su principal tarea es desestabilizar Estados, llevando a cabo una política independiente a través de golpes de Estado, asesinatos políticos o la intervención militar", según el impulsor del proyecto TomDispatch.com., Nick Turse. Lendman señala que "en su guerra contra la humanidad EE.UU. usa armas de destrucción masiva: armas químicas, biológicas y la radiación, y realiza pruebas de nuevas armas". Eso muestra que Washington no se detendrá hasta que llegue al dominio total del mundo. "Para ello EE.UU. está dispuesto a las medidas más extremas, incluso a una guerra nuclear contra Rusia", opina. "Requieren un agravamiento de la guerra en Siria. Medidas más decisivas para derrocar a Al Assad. Exigen tomar una postura más dura contra Rusia. Exigen un ataque preventivo contra Irán. Cuando un manicomio está dirigido por locos, eso puede terminar en cualquier cosa, incluso en lo peor", escribe el autor haciendo referencia a un conflicto militar con Rusia o Irán. Por otra parte el periodista de Global Research, hablando sobre los ataques de la Junta de Gobernadores de Transmisiones de EE.UU. contra la cadena de RT, subrayó que a diferencia de "los así llamados 'medios de comunicación' que actúan bajo las órdenes de Washington" y que "sirven a los intereses de los ricos" RT "transmite noticias e información veraz que todos tienen derecho a saber".
Las autoridades de EE.UU., unos "locos",
están librando una guerra contra la humanidad. Washington tiene la
intención de ampliar los límites del imperio estadounidense hasta que
llegue a la dominación mundial absoluta. Y para esto está listo,
incluso, a desencadenar una guerra nuclear contra Rusia, según el
periodista Stephen Lendman.
"Locos dominan el manicomio de Washington"RIA NOVOSTI
En artículo publicado en 'Global Research',
Lendman afirma que el presidente estadounidense, Barack Obama, quiere
obtener el permiso del Congreso para una guerra sin límites bajo el
pretexto de combatir al Estado Islámico. "Desde el primer día de su mandato Obama declaró la guerra a toda la humanidad. Ningún Estado en la historia ha representado una amenaza para la comunidad mundial como EE.UU.", dice.
Los
militares ucranianos que combaten en Donbass reciben órdenes del
Pentágono, y al mismo tiempo decenas de instructores militares
estadounidenses se preparan para ir a Siria. "Su misión es enseñar a los
militantes de la llamada 'oposición moderada' a decapitar personas",
asegura el periodista.
La perturbadora imputación de Donald Trump de que Obama es el “fundador” de los yihadistas de ISIS/Daesh ha causado tremendo revuelo, tanto en EUA como en el resto del mundo.
Ya Trump había acusado sin rubor a Obama y a su entonces secretaria de Estado, Hillary, de estar detrás de la proliferación yihadista.
El mismo presidente ruso Vlady Putin había indiciado a EUA de encontrarse detrás del irredentismo yihadista.
Debido a la conmoción, el mismo Trump se desdijo para comentar que sus declaraciones eran producto del “sarcasmo”, para luego volver a la carga un día después y reiterar sus graves cuan temerarias imputaciones que sus seguidores, que conforman un mínimo del 40% del electorado, creen a pie juntillas.
Pero, ¿quién fundó realmente a los yihadistas?
La clave primigenia se encuentra en la “Operación Ciclón” de la CIA, cuando el 3 de julio de 1979 el presidente Carter autorizó en forma “secreta” $500 millones de dólares para crear, a instancias de Zbigniew Brzezinski (ZB), su asesor de Seguridad Nacional, un movimiento de guerrilleros islámicos en Afganistán/Pakistán con el fin de desestabilizar y empantanar a la URSS.
La CIA fue encargada de la “Operación Ciclón” que financió y armó a los guerrilleros de la Yihad, los legendarios muyahidines de 1979: antecesores de sus hijos y nietos yihadistas hasta 2016.
ZB confesó a la revista francesa Le Nouvel Observateur que el objetivo de “Operación Ciclón” era inducir a una intervención militar soviética: el día que los soviéticos oficialmente cruzaron la frontera (Nota: de Afganistán) le escribí al presidente Carter: ahora tenemos la oportunidad de propinarle a la URSS su guerra de Vietnam.
La URSS había intervenido para apoyar al régimen filo-marxista de la República Democrática de Afganistán y, desde el vecino Pakistán, el general Muhammad Zia-ul-Haq coordinó, con la bendición de la CIA, a los muyahidines durante la década de los 80.
A propósito, el gral. Zia-ul-Haq, quien mandó ejecutar al primer Zulfikar Ali Bhutto después de haberlo depuesto en un golpe militar, murió en un extraño atentado aéreo y se llevó todos sus secretos al paraíso. ¿Para borrar rastros y rostros?
El financiamiento de “Operación Ciclón” por la CIA es calificado como el más costoso y de mayor duración por EUA: continuó 10 años después de su arranque durante la guerra civil en Afganistán de cuatro años entre las fuerzas de Mohamed Najibullah, de la República Democrática de Afganistán, y los muyahidines glorificados por el montaje hollywoodense del superhéroe Rambo.
Los célebres servicios de espionaje de Pakistán (ISI, por sus siglas en inglés), lubricaron la intermediación de fondos, armas y entrenamiento militar para los muyahidines en los que contribuyeron el espionaje británico MI6 y los Servicios Aéreos Especiales (SAS) de Gran Bretaña.
El espionaje pakistaní ISI entrenó a más de 100,000 muyahidines. Desde el ISI, servicio de espionaje de Pakistán, hasta los caleidoscópicos yihadistas de ISIS transcurrieron dos generaciones de la transmogrificación cocinada por la CIA y su alquimia de monstruos.
Los soviéticos abandonaron Afganistán, donde sufrieron 14,000 muertos y más de 50,000 heridos, el 15 de febrero de 1989, lo cual desembocó en la caída del Muro de Berlín y el colapso de la URSS.
Nolan Kraszkiewicz y David Edger, de la Universidad de Oklahoma, evalúan la Operación Ciclón (1979-1989) que desempeñó en forma magnificente los objetivos de EUA: drenar las finanzas y acabar con la URSS como superpotencia, pero con una consecuencia inesperada: EUA dejó el terreno y la infraestructura para sus nuevos enemigos, los Talibanes, quienes le dieron refugio seguro a Al-Qaeda, lo cual desembocó en el 11/9.
Ante la metástasis incoercible de los muyahidines, la entonces primer ministro de Pakistán, Benazir Bhutto advirtió a Daddy Bush: “están creando a un Frankenstein” y que, según Evan Thomas de la revista Newsweek, era la ruta al 11 de septiembre, la cual, por cierto, había previsto tres años antes nada menos que el entonces superespía Vladimir Putin. Juan Cole (JC), uno de los máximos arabistas de EUA, contesta los alegatos de Trump: “No, Obama, no fundó ISIS, Sr. Trump: ese fue el Partido Republicano, ya que el republicano George W.Bush creó Daesh/ISIS”.
JC remata: Abu Musa al-Zarqawi, operador de Al-Qaeda en Iraq durante la segunda Guerra del Golfo, fundó ISIS de los escombros de su organización mucho antes que Obama fuera presidente.
JC está más atento a defender a Obama que a investigar e ir hasta las raíces del yihadismo desde la Operación Ciclón de la CIA eterna.
Obama no fundó a los yihadistas de ISIS/Daesh–genuina transmogrificación y gratificación de la dupla Carter/Brzezinski–, pero los dejó renacer y proliferar en forma deliberada, en coordinación con Hillary Clinton, su anterior y polémica secretaria de Estado, desde los rescoldos de sus abuelos y padres genealógicos: los muyahidines del binomio Afganistán/Pakistán de hace 37 años.
Carter, Reagan, los dos Bush (Daddy y Baby), los dos Clinton (Bill y Hillary) y Obama, productos del bipartidismo imperante en EUA (partidos Demócrata y Republicano), por igual mantuvieron a conveniencia la llama votiva del terrorismo islámico: desde los muyahidines hasta sus hijos y nietos yihadistas, debido a propósitos geoestratégicos de EUA con el fin de socavar las entrañas musulmanas de las tres superpotencias euroasiáticas: ayer la URSS, hoy Rusia, al unísono de los dos rivales geoeconómicos de Washington: China e India. Y 37 años después de la eclosión de los muyahidines, The New York Times admite que la CIA apoya a los rebeldes sirios en la guerra de encargo de EUA: ¡hijos y nietos yihadistas postmodernos!
Lo destacable es que Obama se jacta de que los yihadistas serán derrotados inevitablemente, pero conservarán sus redes.
¿No se pueden, acaso, desmantelar las redes yihadistas?
¿Significa que EUA mantendrá la incubación del terrorismo islámico por tiempo indefinido, como Espada de Damocles contra las entrañas mahometanas del RIC (Rusia, India y China) conforme convenga a sus intereses geoestratégicos en Eurasia?
El inexorable tiempo concedió la razón histórica a la exprimer Benazir Bhutto, también asesinada e hija del ejecutado primer Zulfikar Ali, sobre el Frankenstein que creó la CIA.
Tal Frankenstein epitomiza un programa estructurado desde Carter en 1979 mediante la Operación Ciclón, pasando secuencialmente por Reagan/los Clinton/los Bush, hasta ahora con Obama después de 37 años y que no ha variado en su esencia geoestratégica: descarrilar a Rusia –incluyendo las entrañas islámicas de China e India, dependiendo como se comporten frente a los intereses geoeconómicos y geofinancieros de EUA– con los yihidistas de ISIS, como ayer lo hicieron sus abuelos y padres muyahidines de ISI con la URSS.
La perturbadora
imputación de Donald Trump de que Obama es el “fundador” de los
yihadistas de ISIS/Daesh ha causado tremendo revuelo, tanto en EUA como
en el resto del mundo.
Ya Trump había acusado sin rubor a Obama y
a su entonces secretaria de Estado, Hillary, de estar detrás de la
proliferación yihadista.
El mismo presidente ruso Vlady Putin había indiciado a EUA de encontrarse detrás del irredentismo yihadista.
El discurso del presidente ruso, Vladímir Putin, en la 70.ª Asamblea General de la ONU cambió el equilibrio de poder en el mundo y marcó el inicio de una nueva era, en la que el mundo ya no se deja intimidar por los agresores de Washington, ha declarado el destacado analista político y exasesor económico de Ronald Reagan, Paul Craig Roberts.
Presidente de EE.UU., Barack Obama REUTERS/Kevin Lamarque
Antes del discurso de Putin, que tuvo lugar el 28 de septiembre en la sede de la ONU en Nueva York, el mundo entero se dejaba intimidar por Washington, ya que la resistencia a sus políticas traía una rápida retribución. Por ejemplo, Oriente Medio y África resultaron ser objetivos de las sanciones económicas y las invasiones militares que destruyeron países enteros. A su vez, Francia y otros vasallos de EE.UU. sufrieron confiscaciones multimillonarias del patrimonio neto de bancos, por no seguir las políticas de Washington hacia otros países, indica el analista en su reciente artículo.
"Otros países se sentían impotentes frente a la arrogante hegemonía de la potencia unipolar", insiste Craig Roberts. Pero "el presidente ruso Putin puso término a todo esto, cuando el 28 de septiembre se puso de pie ante el mundo, en presencia de la arrogancia desbordada de la potencia hegemónica, y tomó la iniciativa en este asunto peligroso", destaca el politólogo. "Putin denunció que Washington representa una amenaza para la soberanía, y con ello para la libertad, de los pueblos y países. [...] Denunció la ilegalidad de las agresiones de Washington contra la soberanía de otras naciones, y declaró que Rusia ya no puede tolerar este estado de cosas en el mundo", ha recordado el analista. Dos días más tarde Putin "se hizo cargo de la guerra en Siria y comenzó a exterminar al Estado Islámico, financiado y equipado por Washington. Los misiles de crucero lanzados desde el mar Caspio alcanzaron objetivos del EI con una precisión milimétrica y mostraron a los vasallos de Washington de la UE que el escudo antimisiles norteamericano (ABM, por sus siglas en inglés) no podría protegerlos si ellos permiten que Washington les empuje a un conflicto con Rusia", ha concluido Craig Roberts.