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Tuesday, October 4, 2016

EE.UU.: Los candidatos colectivistas

David Boaz es Vicepresidente Ejecutivo del Cato Institute
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Hace unas semanas Barack Obama instigó a los alumnos que estaban por graduarse de la Universidad Wesleyan de Connecticut a que se dedicaran al “servicio colectivo”. Este no es un tema fuera de lo común en los discursos de graduación. Pero fue interesante lo mucho que profundizó al discutir los diversos tipos de activismo sin fines de lucro, mientras que en ningún momento mencionó las virtudes del comercio o de los logros individuales.
Obama les dijo a los estudiantes que “nuestra salvación individual depende de la salvación colectiva”. Criticó a aquellos que quieren “tomar su diploma, salir de esta tarima e ir únicamente detrás de una casa grande y buenos trajes y todas las otras cosas que nuestra cultura del dinero dice que deberías comprar”.



Las personas a las que Obama está menospreciando son aquellos que construyeron Estados Unidos—los comerciantes y empresarios y manufactureros que nos dieron los trenes, aviones, casas, electrodomésticos, motores a vapor, electricidad, teléfonos, computadoras y Starbucks. Lo que está ignorando aquí es el trabajo que hacen muchos estadounidenses, el trabajo que nos da comida, ropa, un techo y cada vez más comodidades. Es la actitud que uno esperaría de un miembro del partido Demócrata.
O del candidato republicano de este año. John McCain también denuncia el “contentarse con uno mismo” e insiste que los estadounidenses sirvan “un propósito nacional que va más allá de nuestros intereses individuales”. Durante un debate del partido Republicano en la Biblioteca Reagan el 3 de mayo del 2007, McCain ridiculizó la capacidad de liderazgo de Mitt Romney, diciendo, “Yo…lideré por patriotismo, no por lucro”. Cuando se le cuestionó esta aseveración, el McCain argumentó que Romney “administraba empresas, y las compraba, y las vendía y a veces la gente perdía sus empleos. Esa es la naturaleza de ese negocio”. Perfectamente podría haber estado transmitiendo el mensaje de Barack Obama.
“Una causa más importante”, “el servicio comunitario”—para muchos de nosotros, estas frases delicadas suenan cálidas y reconfortantes. Pero su propósito es el de menospreciar y denigrar nuestras propias vidas, es el de criticar nuestra propia búsqueda de la felicidad. Sus conceptos son más apropiados para un país más colectivista que para uno que ha sido fundado sobre una revolución liberal—una revolución que pretendía defender nuestros derechos a “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.
Pareciera que a McCain le gustaría vernos a todos enlistados en las fuerzas armadas. En un ensayo de la revista Washington Monthly publicado en octubre del 2001, su visión del servicio nacional sonaba militarista. Él escribió con entusiasmo acerca de programas cuyos participantes “no sólo se ponen uniformes y trabajan en equipos… sino que de hecho viven juntos en cuarteles que antes eran bases militares, y son asignados proyectos de servicios lejos de la base donde residen”, y “se reunirían para realizar ejercicios calisténicos diarios, muchas veces en lugares públicos, por ejemplo, al frente del municipio”.
Obama no nos enviaría a las fuerzas armadas. Él solo quiere nuestras almas. Como dijera su esposa Michelle en la Universidad de California el 3 de febrero, dos días antes de las elecciones primarias de California, “Barack Obama les pedirá que trabajen. Él demandará que dejen a un lado su cinismo… Que se exijan a ser mejores. Y a que se involucren. Barack nunca permitirá que vuelvan a sus vidas normales, sin involucrarse y sin informarse”.
Hay un tinte de hipocresía aquí. Obama, quien ganó $4,2 millones el año pasado y vive en una casa de $1,6 millones—y cuyos “trajes elegantes” y “corbatas impecables” lo hicieron uno de los “Hombres Mejor Vestidos en el Mundo” según la revista Esquire—menosprecia a los estudiantes universitarios que podrían querer “ir detrás de una casa grande y buenos trajes”. McCain, quien con su esposa ganó más de $6 millones el año pasado y quien tiene por lo menos siete casas, ridiculiza Romney por haber construido empresas.
Pero la hipocresía no es el asunto más importante. Éste es en realidad que Obama y McCain nos están diciendo a los estadounidenses que nuestras vidas normales no son lo suficientemente buenas, que buscar nuestra felicidad es “contentarse con uno mismo”, que construir una empresa es “seguir nuestra cultura del dinero”, que trabajar para proveer una mejor vida a nuestras familias es una “preocupación obtusa”.
Ellos están equivocados. Cada vida humana cuenta. Su vida cuenta. Usted tiene derecho a vivirla como usted así lo desee, de buscar su propia felicidad. Usted tiene derecho a derivar satisfacción de sus logros. Y si usted persigue al todopoderoso dólar, puede que descubra que está siendo conducido, como por una mano invisible, a hacer cosas que mejoran la vida de otros.

EE.UU.: Los candidatos colectivistas

David Boaz es Vicepresidente Ejecutivo del Cato Institute
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Hace unas semanas Barack Obama instigó a los alumnos que estaban por graduarse de la Universidad Wesleyan de Connecticut a que se dedicaran al “servicio colectivo”. Este no es un tema fuera de lo común en los discursos de graduación. Pero fue interesante lo mucho que profundizó al discutir los diversos tipos de activismo sin fines de lucro, mientras que en ningún momento mencionó las virtudes del comercio o de los logros individuales.
Obama les dijo a los estudiantes que “nuestra salvación individual depende de la salvación colectiva”. Criticó a aquellos que quieren “tomar su diploma, salir de esta tarima e ir únicamente detrás de una casa grande y buenos trajes y todas las otras cosas que nuestra cultura del dinero dice que deberías comprar”.


Wednesday, September 14, 2016

Por qué los candidatos ya no hablan de recortar el gasto federal


Si Donald Trump tiene algún interés en recortar los programas sociales federales, indudablemente no ha supuesto una parte importante de su campaña.
De hecho, probablemente sea seguro decir que una buena parte del atractivo de Trump para muchos de sus seguidores es el hecho de que no haya dicho nada acerca de recortes sustanciales en Seguridad Social, Medicare o programas sociales para las rentas bajas.

Las prestaciones sociales son populares

Después de todo, los programas de prestaciones sociales son inmensamente populares entre los estadounidenses, como demostraba un estudio de Pew:
En 2013, cuando Pew encuestó a estadounidenses con respecto a qué programas públicos debían recortarse, mayoríass dispares se opusieron a recortes en Medicare o Seguridad Social. Cuando se les preguntaba qué programas debían recortarse como parte de las negociaciones presupuestarias en Washington, el 87% de los encuestados se oponía a recortes en la Seguridad Social, mientras que el 82% se oponía a recortes en Medicare. (La popularidad de estos programas se extiende entre republicanos, demócratas y votantes no afiliados). (…)
Pew reporta que el 71% de los estadounidenses se oponen a recortes en “ayuda a los necesitados” (como Medicaid, TANF, etc.).



La oposición a estos programas podría funcionar políticamente en muchos distritos del Congreso, pero las competencias con grupos mayores y más diversos de electores, como las elecciones estatales, y especialmente las elecciones nacionales, la oposición a estos programas es probable que equivalga a un suicidio político.
A muchos votantes mayores (que tienen un mayor grado de participación que los más jóvenes) les gusta decir que sus programas de Seguridad Social y Medicare son en realidad un forma de “recuperar” lo que “pagaron”, pero la realidad es que muchos receptores de Medicare reciben más de tres veces lo que pagaron y la mayoría de los estadounidenses que reciben beneficios para ancianos reciben más de lo que pagaron en total. Estos votantes no van a renunciar a un acuerdo tan ventajoso, sin que importe cuántas horas extras de trabajo impliquen para los jóvenes.
Entretanto, los recortes fiscales siguen siendo populares porque pocos votantes entienden que esos recortes en ausencia de recortes en el gasto simplemente se traducen posteriormente en más impuestos o en mayores impuestos ocultos en forma de inflación de precios.
Mirando el panorama de las elecciones de 2016, uno se sorprende por lo poco que se habla de recortes presupuestarios en absoluto. Incluso los ataques contra el estado del bienestar se han limitado a su aplicación a los extranjeros ilegales y a otros grupos considerados insuficientemente estadounidenses. Este año, las elecciones ignoran virtualmente la economía, al centrarse en asuntos culturales relacionados con la inmigración, las acusaciones de racismo, la religión y el sexo.
Los estadounidenses pueden ir a las barricadas sobre si los carteles de los baños transgénero deberían estar o no en inglés y español, pero todos podemos estar de acuerdo en que es mejor que ningún presidente toque nuestras pensiones públicas. En otras palabras, la postura general parecer ser que el gasto social es como la tarta de manzana estadounidense. Es simplemente importante asegurarse de que solo los verdaderos estadounidenses consigan algo de ella.
En esto, Trump tal vez haya seguido el ejemplo del establishment republicano, que se dio cuenta desde hace mucho que hace falta estar loco para llevar a cabo una campaña de recorte de programas sociales. Después de perder dos elecciones nacionales en la década de 1990, los republicanos nominaron al candidato del “conservadurismo compasivo”, George W. Bush. La expresión pretendía enviar el mensaje de que a Bush le interesaban poco los grandes recortes en prestaciones sociales. Bush fue así a la campaña a favor del mayor aumento en gasto social desde la Gran Sociedad cuando apoyó la expansión del Medicare.
Mitt Romney, por el contrario, nunca consiguió presentar un mensaje aceptable sobre prestaciones sociales. Dio vueltas en torno al asunto, pero acabó dando a la mayoría de los votantes la impresión de que quería recortar las prestaciones. A esta impresión le pudo haber ayudado el hecho de que Romney en realidad sí reclamó recortar la Seguridad Social y Medicare en la CPAC a principios de 2012.
No es sorprendente que Romney perdiera fácilmente en las elecciones de 2012.

Por qué los republicanos pueden ganar elecciones en el ámbito estatal, pero no nacionales

La popularidad de estos programas nacionales ayuda a explicar en parte por qué los republicanos convencionales tienen tanta desventaja en las elecciones presidenciales. Debido en parte a una percepción de que los demócratas son mejores para los programas de prestaciones sociales, los demócratas empiezan cada elección presidencial con una ventaja en el colegio electoral. El asunto de las prestaciones sociales ayuda los demócratas en el viejo Rust Belt (incluyendo Pensilvania), Nueva Inglaterra, los estados occidentales de los Grandes Lagos e incluso Iowa. Muchas de estas áreas tienden a ser socialmente conservadoras, favorables a las armas y religiosas, pero en las elecciones nacionales se inclinan por los demócratas.
De hecho, si miramos más allá del asunto de las prestaciones sociales, encontramos que muchos de estos estados se inclinan por los republicanos. Solo un vistazo al mapa de gobernadores del Partido Republicano debería hacer que nos rasquemos la cabeza preguntándonos por qué no parece poder ganar elecciones nacionales. Los estados en rojo tienen todos gobernadores republicanos en 2016. Si un candidato republicano a la presidencia ganara en todos estos estados con gobernadores republicanos, ganaría con holgura:
Fuente: Wikipedia.
Pero eso no es probable que ocurra.
En lo que se refiere a las elecciones presidenciales, estados como Nuevo México, Wisconsin, Illinois, Michigan y Nueva Jersey son todos fiablemente “azules”. Y aun así, cuando se producen las elecciones estatales, muchos de ellos eligen gobernadores republicanos. Muchos de ellos han elegido recientemente al menos un miembro republicano del Senado de EEUU. Muchos de estos estados también tienen una mayoría republicana en al menos una cámara del parlamento estatal.
Parte de esto puede atribuirse al hecho de que la mayoría de las elecciones a gobernador se producen en años intermedios, cuando no hay elecciones presidenciales. En esos años, la participación de los votantes suele ser menor. Es debatible si una menor participación favorece necesariamente o no a los republicanos, pero persiste el hecho de que un grupo distinto y menor de personas votan en las elecciones intermedias a gobernador de las que votan en las elecciones presidenciales. Sin embargo, podría sospecharse que una mayor participación tendería a favorecer en general a los programas populares de prestaciones sociales.
Pero otra razón para el nivel relativamente alto de éxito de los republicanos se debe al hecho de que las elecciones estatales no tienden a centrarse en las prestaciones sociales a nivel nacional. Por ejemplo, muchos candidatos a gobernador pueden presentarse con programas de recorte de impuestos y contrarios al gasto público, porque, a nivel estatal, estas posturas no impactan en los programas federales de prestaciones sociales (aunque puedan afectar a Medicare hasta cierto punto). Además, las campañas al Senado de EEUU a menudo tratan asuntos locales, como subvenciones agrícolas y construcción de carreteras.
Pero en casi todas las elecciones con un electorado más grande que un distrito de la Cámara de EEUU, oponerse al gasto en prestaciones sociales se convierte en un gran problema político.
George W. Bush se dio cuenta de esto cuando lanzó su campaña de “conservadurismo compasivo” y probablemente Trump también se dio cuenta con su campaña de estado neutral del bienestar.

El asunto del recorte presupuestario está muerto

Lo que nos dice todo esto es que el recorte presupuestario está muerto como asunto político importante. Es raro escuchar a algún candidato de algún partido mayoritario en estas elecciones dicen algo en absoluto acerca de recortar el gasto público o equilibrar presupuestos. Trump ha afirmado de forma poco convincente que puede recortar el déficit nacional vendiendo algunos activos públicos. Pero indudablemente no ha hablado de recortar prestaciones a los votantes. Los programas de la tercera edad han sido sacrosantos, pero, como señalaba Will Marshall en The Hill, ya nadie habla siquiera de una reforma del estado del bienestar. Simplemente se ha convertido en algo indiscutible para la mayoría de los votantes.
Parece haber una creencia prolongada entre algunos republicanos de pensamiento libertario y otros de que, en el fondo, a la gente le preocupan estos asuntos. Por desgracia, hay pocas evidencias de que sea así. Lo único que cambiaría esto sería una transformación ideológica. Pero eso requiere tiempo, energía, compromiso y argumentos convincentes. Pocos están interesados en ese trabajo tan penoso.
Entretanto, la política actual de monetización de deuda y tirar adelante para que las futuras generaciones se ocupen de eso parece haber funcionado bastante bien desde que Reagan disparó el gasto en déficit sin comparación en tiempos de paz. En la década de 1990, oímos muchas cosas acerca de los peligros de un déficit presupuestario masivo. Sin embargo, desde entonces, los votantes parecen haber perdido el interés.
Tal vez la apatía tenga algo que ver con el enorme tamaño e incomprensibilidad de las cifras afectadas. Pocos saben los que significan 14 billones de dólares de deuda y a pocos parece importarle. Parafraseando a Josif Stalin: una deuda de 1 millón de dólares es un problema, pero 14 billones de dólares de deuda es solo una estadística.

Por qué los candidatos ya no hablan de recortar el gasto federal


Si Donald Trump tiene algún interés en recortar los programas sociales federales, indudablemente no ha supuesto una parte importante de su campaña.
De hecho, probablemente sea seguro decir que una buena parte del atractivo de Trump para muchos de sus seguidores es el hecho de que no haya dicho nada acerca de recortes sustanciales en Seguridad Social, Medicare o programas sociales para las rentas bajas.

Las prestaciones sociales son populares

Después de todo, los programas de prestaciones sociales son inmensamente populares entre los estadounidenses, como demostraba un estudio de Pew:
En 2013, cuando Pew encuestó a estadounidenses con respecto a qué programas públicos debían recortarse, mayoríass dispares se opusieron a recortes en Medicare o Seguridad Social. Cuando se les preguntaba qué programas debían recortarse como parte de las negociaciones presupuestarias en Washington, el 87% de los encuestados se oponía a recortes en la Seguridad Social, mientras que el 82% se oponía a recortes en Medicare. (La popularidad de estos programas se extiende entre republicanos, demócratas y votantes no afiliados). (…)
Pew reporta que el 71% de los estadounidenses se oponen a recortes en “ayuda a los necesitados” (como Medicaid, TANF, etc.).


Thursday, September 1, 2016

Trump tiene quien le diga

Razones

Jorge Fernández Menéndez 
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Decía Kissinger que “la tentación de América es creer que la política exterior es una subdivisión de la siquiatría”. En esa categoría se debe inscribir, también, al narcisista y arrogante candidato Trump.

Vamos a citar a un republicano de esos que Donald Trump no quiere, Henry Kissinger: “Para conseguir la paz (decía el entonces secretario de Estado de Richard Nixon, que recibió el Nobel de la Paz cuando negoció la salida de Estados Unidos de Vietnam) un primer paso importante es comprender qué hay realmente en el corazón y la mente del adversario, entender cómo piensa y cómo ve el mundo. Normalmente, refleja alguna aspiración y, entonces, uno debe decidir si las aspiraciones del adversario son, absolutamente, incompatibles con los principios de uno mismo”.



Yo no sé qué vio, qué encontró el presidente Peña Nieto en el corazón y la mente de Donald Trump cuando ayer se encontraron por primera vez. No creo que a Peña le haya gustado demasiado su invitado (ni al invitado el anfitrión), pero la tarea de Peña como Presidente, citando a Kissinger es decidir si las aspiraciones de ese adversario son, absolutamente, incompatibles con sus principios.
En lo personal, Trump me parece un personaje, absolutamente, detestable y más allá de eso, un verdadero peligro para el futuro de la sociedad contemporánea. Es verdad que lo que rige a Trump no son los principios ni la ideología, sino la ambición del poder sazonada por una ignorancia profunda sobre el mundo y sus problemas. Con todo, es un hombre que puede llegar a la Casa Blanca, a la Presidencia de Estados Unidos, más allá de que hoy, afortunadamente, la ventaja que lleva Hillary Clinton parece decisiva. Pero en unos comicios estadunidenses nunca los resultados están decididos hasta la hora del recuento.
La cita de Peña Nieto con Donald Trump desconcierta, pero se debe entender como parte de una tarea que debe hacerse. Alguien le tiene que decir a Trump que no somos violadores, que no llevamos droga cada vez que viajamos a Estados Unidos, que nadie obliga a los migrantes a viajar hacia el norte. Pero, también, alguien le tiene que mostrar la magnitud de la relación comercial bilateral, explicarle (y eso lo puede entender) que el comercio entre Estados Unidos y México es de un millón de dólares por minuto; que la frontera común es la más transitada del mundo; que un porcentaje altísimo del PIB estadunidense, y por ende de su economía y mano de obra, dependen del comercio con nuestro país; la riqueza (y buena parte del andamiaje social) de su país, se derrumbaría sin el aporte de todo tipo que realizan más de 30 millones de mexicanos o mexico-americanos en la Unión Americana.
Que tenemos graves problemas con el narcotráfico y la violencia, pero que los mismos devienen, en un alto grado, del consumo de drogas de la sociedad estadunidense, consumo que crece día con día, y que va de la mano con el doble discurso de legalizar las drogas, al mismo tiempo dice estar persiguiendo ese comercio. Pero, sobre todo, nuestra violencia está ligada al tráfico de armas que se realiza de Estados Unidos a México, desde que en el 2004 la administración Bush liberó, por completo la venta de armas de asalto, la violencia, alimentada por esas armas, se disparó en nuestro país. Y Trump es un ferviente partidario de que esa venta indiscriminada de armas se mantenga sin cambios.
El alimento de la violencia es el dinero: nadie sabe cuánto dinero del narcotráfico se queda en Estados Unidos, según la mayoría de los especialistas es un 90 por ciento de todo lo que genera esa “industria” que, conservadoramente, se estima en 60 mil millones de dólares. Alguien le tiene que explicar a Donald Trump que mientras Estados Unidos pone los consumidores de drogas y proporciona las armas y el dinero que hacen fuerte a los cárteles, México está poniendo los muertos, más de 20 mil cada año, durante la última década.
Ésa es la realidad que hay que mostrarle a Trump. No creo que le interese, creo que lo que busca es una foto en México que le permita reencauzar su muy desencaminada campaña presidencial. No va a abandonar ni el discurso racista y antiinmigrante (como se debe haber comprobado la misma noche del miércoles en Arizona) ni su defensa de las armas ni tampoco la retórica proteccionista, pero no podrá decir que no se le ha tendido una mano para buscar una convivencia civilizada desde este lado de la frontera. Si la rechaza, como estoy casi seguro que la rechazará ni el gobierno ni la sociedad mexicana tendrán nada qué reprocharse, pero sí mucho por hacer para evitar que ese personaje llegue a la Casa Blanca.
Decía, también, Kissinger que “la tentación de América es creer que la política exterior es una subdivisión de la siquiatría”. En esa categoría se debe inscribir, también, al narcisista y arrogante candidato Trump.

Trump tiene quien le diga

Razones

Jorge Fernández Menéndez 
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Decía Kissinger que “la tentación de América es creer que la política exterior es una subdivisión de la siquiatría”. En esa categoría se debe inscribir, también, al narcisista y arrogante candidato Trump.

Vamos a citar a un republicano de esos que Donald Trump no quiere, Henry Kissinger: “Para conseguir la paz (decía el entonces secretario de Estado de Richard Nixon, que recibió el Nobel de la Paz cuando negoció la salida de Estados Unidos de Vietnam) un primer paso importante es comprender qué hay realmente en el corazón y la mente del adversario, entender cómo piensa y cómo ve el mundo. Normalmente, refleja alguna aspiración y, entonces, uno debe decidir si las aspiraciones del adversario son, absolutamente, incompatibles con los principios de uno mismo”.


Tuesday, August 9, 2016

Economía elemental para candidatos

Manuel Suárez Mier
“Los candidatos presidenciales en EU pretenden cerrar la puerta a la libertad de comercio, que ha permitido el mayor abatimiento de pobreza en la historia de la humanidad.”
 
En 1946 el célebre periodista Henry Hazlitt escribió una joya de sólo 222 hojas que tituló “Economía en una lección”. La lección es: “El arte de la economía consiste en considerar todos los efectos, incluso los más remotos, de las acciones y políticas públicas y no sólo sus consecuencias inmediatas, y en determinar su impacto para todos y no sólo para grupos aislados.”
La validez de lo escrito por Hazlitt hace 70 años es evidente al revisar las propuestas de política económica que se escuchan con creciente frecuencia en todos los ámbitos  del globo por movimientos populistas que dicen representar al segmento de la sociedad menos beneficiado por el sistema económico prevaleciente.



Los candidatos presidenciales en EU pretenden cerrar la puerta a la libertad de comercio iniciada al fin de la Segunda Guerra Mundial, que ha permitido el mayor abatimiento de pobreza en la historia de la humanidad, a nombre de los marginados de los frutos que este sistema ha dejado en EU, lo que sería el remedio erróneo.
Desde que existe la división del trabajo, que implica la especialización en tareas estrechamente definidas en las que el trabajador se vuelve un especialista, es difícil encontrar casos en los que el avance tecnológico, que torna obsoletos productos y procesos productivos, no perjudique al trabajador que ve esfumarse su chamba.
Pero la división del trabajo y el avance tecnológico son dos de las fuentes esenciales del crecimiento económico que ha permitido que el nivel promedio del ingreso de los trabajadores sea enormemente mayor hoy que antes que si iniciara la Revolución Industrial, donde se origina la fase de progreso más acelerado del género humano.
Este fenómeno, que es parte consubstancial de una economía dinámica, siempre cambiante, se ve exacerbado por la globalización que permite la división del trabajo a nivel internacional en perjuicio de trabajadores que se ven obligados a competir con otros con menores salarios pero no siempre menor productividad.
Mientras que las ganancias de la globalización son generalizadas y difusas entre la población de todos los países vía menores precios y mayor acceso a bienes que incorporan avances tecnológicos de punta, las pérdidas se concentran en segmentos cuyas áreas de especialización ya no pagan como antes o desaparecieron del todo.
En EU la población afectada negativamente o que ha progresado a un ritmo menor que el promedio, ha sido en las últimas décadas aquella que perdió su ventaja comparativa, típicamente trabajadores en la industria que o se volvió obsoleta por el avance tecnológico o fue desplazada por trabajadores foráneos más productivos.
Estos son justamente los votantes que aceptan las consignas de Donald Trump de “hacer grandiosa a América de nuevo” o la “revolución” socializante de Bernie Sanders, en buena y lamentable medida adoptadas por Hillary Clinton, que promete traer los empleos perdidos de regreso a EU, sin reparar que tal cosa es imposible o que de intentarse tendría costos descomunales.
Una guerra comercial iniciada por EU con la imposición unilateral de tarifas y una inequitativa revisión de acuerdos comerciales, resultaría en represalias que impactarían de inmediato 12 millones de empleos directamente vinculados a la industria exportadora e indirectamente a toda la economía, que entraría en recesión.
Una caída seria en las importaciones elevaría los precios de productos de consumo y los anaqueles de empresas como Walmart y Costco se vaciarían de mercancía barata pero de alta calidad, con grave perjuicio para los más pobres, que verían el poder adquisitivo de su ingreso esfumarse en una tercera parte.
El impacto para la economía mexicana sería devastador, lo que generaría incentivos para una emigración masiva hacia EU con o sin el muro prometido.
¡Mejor que los candidatos lean con detenimiento la lección de Hazlitt!

Economía elemental para candidatos

Manuel Suárez Mier
“Los candidatos presidenciales en EU pretenden cerrar la puerta a la libertad de comercio, que ha permitido el mayor abatimiento de pobreza en la historia de la humanidad.”
 
En 1946 el célebre periodista Henry Hazlitt escribió una joya de sólo 222 hojas que tituló “Economía en una lección”. La lección es: “El arte de la economía consiste en considerar todos los efectos, incluso los más remotos, de las acciones y políticas públicas y no sólo sus consecuencias inmediatas, y en determinar su impacto para todos y no sólo para grupos aislados.”
La validez de lo escrito por Hazlitt hace 70 años es evidente al revisar las propuestas de política económica que se escuchan con creciente frecuencia en todos los ámbitos  del globo por movimientos populistas que dicen representar al segmento de la sociedad menos beneficiado por el sistema económico prevaleciente.