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Friday, August 5, 2016

Washington aún no está listo para descartar acuerdos comerciales

Las semejanzas con el movimiento en contra del orden establecido que Donald Trump llevará esta semana hasta la convención republicana en Cleveland han hecho del voto británico para abandonar la Unión Europea un candente tema de conversación entre los republicanos.
Shawn Donnan Financial Times
Los rumores de un acuerdo con el Reino Unido compensan la reacción negativa contra la ‘globalización’. (El Financiero)
Las semejanzas con el movimiento en contra del orden establecido que Donald Trump llevará esta semana hasta la convención republicana en Cleveland han hecho del voto británico para abandonar la Unión Europea (UE) un candente tema de conversación entre los republicanos.

Trump interpretó de inmediato el referéndum como una confirmación de su promesa de desmantelar la “globalización”. El día después de la votación, proclamó: “En todo el mundo la gente está enojada”.

Pero varios de los republicanos convencionales a los que Trump se ha enfrentado en temas como la raza, el comercio y las normas generales del debate y el decoro en la política estadounidense también han identificado el “Brexit” como una oportunidad estratégica a más largo plazo.

La semana pasada, dos de los republicanos más poderosos del Congreso — el congresista Kevin Brady de Texas, presidente de la Comisión de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes, y el senador Orrin Hatch de Utah, presidente de la Comisión de Finanzas del Senado — le hicieron un llamado al presidente Barack Obama para que iniciara rápidamente discusiones sobre acuerdos comerciales con un nuevo gobierno británico.

Este pacto, según argumentan, enlazaría dos economías liberales afines, brindaría beneficios económicos a ambas partes, y le daría más vigor a una relación comercial y estratégica ya de por sí impresionante.

También le daría a EU una potencial ventaja sobre los restantes miembros de la UE y Bruselas, con los que EU ha estado sosteniendo negociaciones dolorosamente lentas durante los últimos tres años.

Algunas conversaciones preliminares ya han comenzado. Sin embargo, cualquier acuerdo entre EU y el Reino Unido probablemente tomará años en materializarse.

A Obama le quedan sólo seis meses en el cargo, por lo que cualquier negociación comercial importante entre EU y el Reino Unido quedaría a cargo de la próxima administración, ya sea encabezada por Trump o por su rival demócrata Hillary Clinton.

Hay una enorme madeja de incertidumbres y complejidades que deben solucionarse antes de que las conversaciones puedan comenzar de forma seria.

Bajo las reglas de la UE, al Reino Unido no se le permite siquiera negociar sus propios acuerdos comerciales mientras sea miembro del bloque comercial. También está la cuestión de qué tipo de relación comercial establecerá el gobierno de la primera ministra, Theresa May, con la UE, lo cual definirá las condiciones de cualquier negociación con EU.

Los acuerdos comerciales — y la globalización en general — no están de moda en el ámbito político estadounidense este año electoral. En sus campañas los dos principales candidatos presidenciales han hablado más de deshacer acuerdos comerciales que de lograrlos.

Trump quiere construir un muro en la frontera con México e imponerle aranceles punitivos a China. Tanto él como la Clinton han denunciado otro acuerdo comercial mucho mayor y posiblemente más estratégico para EU, cuyas negociaciones encabezó el Sr. Obama, el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) entre 12 países, que cuenta con el respaldo de la mayoría de los republicanos convencionales.

Y sin embargo, el hecho de que algunos republicanos importantes en el Congreso aún están hablando de posibles pactos en un año en que el candidato de su partido está despotricando contra el comercio debería darles cierto consuelo a aquellos que creen en el valor de las economías abiertas.

Como mínimo, demuestra que todavía hay personas importantes en Washington quienes son capaces de pensar en algo más que en el ruido político actual.

Washington aún no está listo para descartar acuerdos comerciales

Las semejanzas con el movimiento en contra del orden establecido que Donald Trump llevará esta semana hasta la convención republicana en Cleveland han hecho del voto británico para abandonar la Unión Europea un candente tema de conversación entre los republicanos.
Shawn Donnan Financial Times
Los rumores de un acuerdo con el Reino Unido compensan la reacción negativa contra la ‘globalización’. (El Financiero)
Las semejanzas con el movimiento en contra del orden establecido que Donald Trump llevará esta semana hasta la convención republicana en Cleveland han hecho del voto británico para abandonar la Unión Europea (UE) un candente tema de conversación entre los republicanos.

Trump interpretó de inmediato el referéndum como una confirmación de su promesa de desmantelar la “globalización”. El día después de la votación, proclamó: “En todo el mundo la gente está enojada”.

Wednesday, July 20, 2016

Washington aún no está listo para descartar acuerdos comerciales

Las semejanzas con el movimiento en contra del orden establecido que Donald Trump llevará esta semana hasta la convención republicana en Cleveland han hecho del voto británico para abandonar la Unión Europea un candente tema de conversación entre los republicanos.
Shawn Donnan Financial Times
Los rumores de un acuerdo con el Reino Unido compensan la reacción negativa contra la ‘globalización’. (El Financiero)
Las semejanzas con el movimiento en contra del orden establecido que Donald Trump llevará esta semana hasta la convención republicana en Cleveland han hecho del voto británico para abandonar la Unión Europea (UE) un candente tema de conversación entre los republicanos.

Trump interpretó de inmediato el referéndum como una confirmación de su promesa de desmantelar la “globalización”. El día después de la votación, proclamó: “En todo el mundo la gente está enojada”.

Pero varios de los republicanos convencionales a los que Trump se ha enfrentado en temas como la raza, el comercio y las normas generales del debate y el decoro en la política estadounidense también han identificado el “Brexit” como una oportunidad estratégica a más largo plazo.

La semana pasada, dos de los republicanos más poderosos del Congreso — el congresista Kevin Brady de Texas, presidente de la Comisión de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes, y el senador Orrin Hatch de Utah, presidente de la Comisión de Finanzas del Senado — le hicieron un llamado al presidente Barack Obama para que iniciara rápidamente discusiones sobre acuerdos comerciales con un nuevo gobierno británico.

Este pacto, según argumentan, enlazaría dos economías liberales afines, brindaría beneficios económicos a ambas partes, y le daría más vigor a una relación comercial y estratégica ya de por sí impresionante.

También le daría a EU una potencial ventaja sobre los restantes miembros de la UE y Bruselas, con los que EU ha estado sosteniendo negociaciones dolorosamente lentas durante los últimos tres años.

Algunas conversaciones preliminares ya han comenzado. Sin embargo, cualquier acuerdo entre EU y el Reino Unido probablemente tomará años en materializarse.

A Obama le quedan sólo seis meses en el cargo, por lo que cualquier negociación comercial importante entre EU y el Reino Unido quedaría a cargo de la próxima administración, ya sea encabezada por Trump o por su rival demócrata Hillary Clinton.

Hay una enorme madeja de incertidumbres y complejidades que deben solucionarse antes de que las conversaciones puedan comenzar de forma seria.

Bajo las reglas de la UE, al Reino Unido no se le permite siquiera negociar sus propios acuerdos comerciales mientras sea miembro del bloque comercial. También está la cuestión de qué tipo de relación comercial establecerá el gobierno de la primera ministra, Theresa May, con la UE, lo cual definirá las condiciones de cualquier negociación con EU.

Los acuerdos comerciales — y la globalización en general — no están de moda en el ámbito político estadounidense este año electoral. En sus campañas los dos principales candidatos presidenciales han hablado más de deshacer acuerdos comerciales que de lograrlos.

Trump quiere construir un muro en la frontera con México e imponerle aranceles punitivos a China. Tanto él como la Clinton han denunciado otro acuerdo comercial mucho mayor y posiblemente más estratégico para EU, cuyas negociaciones encabezó el Sr. Obama, el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) entre 12 países, que cuenta con el respaldo de la mayoría de los republicanos convencionales.

Y sin embargo, el hecho de que algunos republicanos importantes en el Congreso aún están hablando de posibles pactos en un año en que el candidato de su partido está despotricando contra el comercio debería darles cierto consuelo a aquellos que creen en el valor de las economías abiertas.

Como mínimo, demuestra que todavía hay personas importantes en Washington quienes son capaces de pensar en algo más que en el ruido político actual.

Washington aún no está listo para descartar acuerdos comerciales

Las semejanzas con el movimiento en contra del orden establecido que Donald Trump llevará esta semana hasta la convención republicana en Cleveland han hecho del voto británico para abandonar la Unión Europea un candente tema de conversación entre los republicanos.
Shawn Donnan Financial Times
Los rumores de un acuerdo con el Reino Unido compensan la reacción negativa contra la ‘globalización’. (El Financiero)
Las semejanzas con el movimiento en contra del orden establecido que Donald Trump llevará esta semana hasta la convención republicana en Cleveland han hecho del voto británico para abandonar la Unión Europea (UE) un candente tema de conversación entre los republicanos.

Trump interpretó de inmediato el referéndum como una confirmación de su promesa de desmantelar la “globalización”. El día después de la votación, proclamó: “En todo el mundo la gente está enojada”.

Sunday, June 19, 2016

El gobierno destroza la economía

 
[Publicado en Mises Daily el 15 de junio de 2008]
En este momento solo se trata de esperar a que la Oficina Nacional de Investigación Económica declare que hemos entrado en recesión. Por supuesto, trabajan con datos pasados, todos lo hacemos. Pero los datos demostrarán lo que ha sido verdad durante meses. Las tendencias son coherentes con toda recesión individual registrada. Miradlo vosotros mismos.
Todo esto es bastante malo. Tal vez tengas asegurado tu trabajo. Tal vez estés fuera de la bolsa. Tal vez no esté esperando un beneficio de alguna inversión inmobiliaria. El problema que golpea a todos es la inflación, que está rugiendo fuera de control en todos los sectores que nos importan. Hemos entrado en dobles dígitos y si los precios del productor anuncian los precios del consumidor, tenemos malos tiempos a la vista.



¿Qué hace entonces Washington? En una acción de increíble estupidez, el Congreso ha aprobado una extensión de las prestaciones de desempleo. Sigue siendo verdad la vieja regla: si subvencionas algo, conseguirás más. Así que esto nos dará más desempleo. No cabe ninguna duda. Por tanto empeorará y prolongará el problema.
Solo hace falta un segundo de lógica económica para ver por qué. En un entorno recesionista, necesitamos mercados laborales más libres, no más socializados. Las empresas tiene que ser capaces de contratar trabajadores a precios inferiores. No queremos aumentar el coste de contratar, queremos reducirlo, especialmente con el desempleo en aumento. Por el contrario, el Congreso saquea a los trabajadores de este país para impedir que la gente entre en el mercado laboral.
No solo es estúpido: es altamente peligroso. Los británicos intentaron esto en la década de 1930 y, más que ninguna otra acción, esta contribuyó a las altas tasas de desempleo que alimentaron movimientos políticos socialistas, que llevaron a la destrucción de la economía. Podrían hacer lo mismo aquí, en Estados Unidos.
Pasando a la Fed, aquí vemos una camarilla de obsesos que cree que la mayor amenaza para el país ahora mismo son los precios a la baja. Y están completamente decididos a impedir que ocurra esto, precisamente en el momento en que los precios a la baja sería lo mejor que le podría pasar al país.
¿Y qué genera esta obsesión? Una compresión defectuosa de la Gran Depresión. Como FDR y sus asesores, este grupo está convencido de que lo que causó la depresión fue la caída en los precios de todo. Esto es lo que genera un mal pensamiento económico. Los precios bajos fueron lo mejor que tuvo para ofrecer la década de 1930. ¡Imaginemos la misma depresión entre el rugido de la inflación! Los sufrimientos de la gente habrían sido inconmensurablemente peores.
Así que dejad a Washington que se asegure de que la próxima experiencia con cualquier fenómeno económico será siempre peor que la última. Están tratando de darnos la Gran Depresión con una tendencia aún peor: ¡caída de la producción, aumento del desempleo, más precios al alza! (Si no lo habéis leído, por favor, conseguid una copia de America’s Great Depression, de Rothbard. De paso mandad unas pocas copias a la Fed).
La visión de Bernanke de la Gran Depresión por supuesto no tiene ningún sentido. Pero es la única explicación que puedo imaginar para explicar por qué la Fed está haciendo todo lo posible para hinchar la economía inventando formas cada vez más tramposas de hacer que los bancos presten dinero, como si el dinero y el crédito fueran as salvar al mundo. Podríais pensar que observarían las penalidades económicas de muchas naciones africanas con inflación desbocada en los muchos miles por ciento. Sus economías no van bien. ¡Pero una persona como Bernanke es capaz de mirar a un lugar como Zimbabue y apuntar que al menos no está sufriendo deflación!
En esta etapa del debate sobre qué hacer con la recesión, la administración Bush y los republicanos parecen bastante buenos en comparación con los demócratas. Es fácil olvidar que Bush ostenta la mayoría de la responsabilidad directa de este desastre. Su guerra ha drenado las existencias de capital, disminuidos los suministros de petróleo y desplazada la inversión privada. No ha hecho nada para mantener bajos los precios de la gasolina y ha rechazado específicamente propuestas iniciales para tratar de reducir los precios.
Ha alentado a la Fed con su inflación, al poner prioridad en sus aventuras militares por encima de políticas económicas sólidas. Es una burda simplificación, pero sigue conteniendo verdad: el estado de guerra de Bush  es la causa de esta recesión. Es una simplificación en el sentido de que no habría ocurrido sin la máquina de dinero de la esquina  de la Casa Blanca que ha reclamado que pusiera la directa.
¿Cuál es la respuesta correcta a una recesión? La primera regla debe ser no hacer daño. En lo que se refiere al gobierno, es pedir mucho y bastante. Más allá de eso, en un mundo ideal, deberíamos cerrar la Fed, reducir el coste del empleo, reducir impuestos, liquidar los controles medioambientales a la exploración y refinado de petróleo: eso sería un buen principio. Podríamos esperar que la recesión durara menos de un año bajo estas políticas. Tal y como está, podríamos estar una larga y profunda recesión.

El gobierno destroza la economía

 
[Publicado en Mises Daily el 15 de junio de 2008]
En este momento solo se trata de esperar a que la Oficina Nacional de Investigación Económica declare que hemos entrado en recesión. Por supuesto, trabajan con datos pasados, todos lo hacemos. Pero los datos demostrarán lo que ha sido verdad durante meses. Las tendencias son coherentes con toda recesión individual registrada. Miradlo vosotros mismos.
Todo esto es bastante malo. Tal vez tengas asegurado tu trabajo. Tal vez estés fuera de la bolsa. Tal vez no esté esperando un beneficio de alguna inversión inmobiliaria. El problema que golpea a todos es la inflación, que está rugiendo fuera de control en todos los sectores que nos importan. Hemos entrado en dobles dígitos y si los precios del productor anuncian los precios del consumidor, tenemos malos tiempos a la vista.


Saturday, June 18, 2016

En Siria arranca la Tercera Guerra Mundial

Bandera de Siria
Desde la caída del muro de Berlín, Rusia ha pasado por una fase de gran depresión económica y social en la que apenas podían poner a navegar más de dos destructores y su aviación militar estaba en tierra. Sus tropas pasaban hambre y se veían incapaces de mantener los frentes de insurgencia en el sur del país y en las antiguas regiones soviéticas.
Desde la llegada de Putin al poder, el presupuesto de defensa ruso se ha multiplicado por siete, ha lanzado nuevos programas de armamento incluyendo nuevos misiles nucleares, algunos de ellos desplegados en trenes en movimiento para evitar su destrucción. Desde 2005 Rusia, sin hacer mucho ruido en la esfera internacional, ha sido capaz de generar una capacidad militar que en la era de la distensión y el buenismo occidental, resulta mucho más letal que la de la antigua Unión Soviética sin haber abandonado sus ansias expansionistas.



La tercera fase comenzó con la intervención en Ucrania y los continuos escarceos de la aviación rusa sobre Europa, incluyendo sobrevuelos de aviones con capacidad nuclear sobre los países de Europa Occidental. La invasión de Crimea constituyó sin duda la primera prueba de fuego. De forma parecida a como hizo Hitler en el territorio de los sudetes, Rusia puso a prueba la capacidad de respuesta política y militar de Occidente, ¿y qué ocurrió?; nada. En un mes después de la invasión se reunía el consejo de ministro de la Federación rusa en Sebastopol. Mientras, la intervención rusa en Ucrania es un clamor, y a estas alturas es evidente que Rusia planea un golpe definitivo para anexionarse las repúblicas prorrusas a final de año cuando convenzan a la opinión pública internacional de que el régimen de Kiev ha incumplido los acuerdos de Minsk. Es una historia que se repite en otros modelos de expansionismo de los últimos siglos.
Rusia ha sido el gran aliado en las discusiones entre Estados Unidos e Irán, del régimen de los ayatolás, hasta el punto de que es Moscú quien acogerá los sobrantes de material radioactivo de Irán. Teherán ha conseguido varios objetivos estratégicos para su régimen: fin del embargo; reconocimiento internacional y hasta un cierto agradecimiento por su intervención contra el Estado Islámico en Irak, cuando en el fondo lo que está planteando es la invasión de Irak, para lo cual los dos enemigos son los kurdos y los suníes sirios e iraquíes que cada vez con más intensidad se abrazan al Daesh como la única manera de resistir el ataque de los chiítas. La intervención de Irán en Irak está reforzando al Estado Islámico con la llegada de cientos de nuevos militantes cada semana.
Rusia, después de estar mareando la perdiz con el Pentágono haciendo ver que habría colaboración para Siria, ha decidido actuar apoyando a Assad aludiendo a la vieja fraternidad ruso-siria; otro paso típico de estos modelos de intervención militar. Rusia ha desplegado decenas de carros de combate y unos treinta aviones en Siria. Pero los ataques de Rusia no han ido contra el Estado Islámico sino contra los insurgentes moderados, la mayoría sunitas, que eran apoyados por Turquía y Occidente. Rusia ha decidido reforzar al régimen de Assad para luego con el soporte militar de Irán derrotar a los sunitas en Irak y Siria, y establecer una alianza o confederación chiíta entre las tres naciones. De momento, le quieren dejar el trabajo sucio contra los radicales del Daesh a Occidente con los riesgos que esto implica para los países europeos.
Turquía está perdida en este juego. Por una parte castiga a los kurdos que están frenando al Daesh y a los iraníes, pero por otra se puede encontrar con cientos de kilómetros de frontera con un mundo chiíta, enemigo histórico de los turcos, que podría sacudirse en unos pocos años de los acuerdos con Occidente y regresar con el apoyo de Rusia a la capacidad nuclear.

¿Cuáles serán las consecuencias inmediatas?

Cuando Siria haya recuperado con el apoyo ruso el control del país, prohibirá a las naciones occidentales intervenir en el conflicto, y entonces con Irán terminará la guerra contra los sunitas en Irak y Siria.
Las tropas iraníes llegarán a la frontera con Israel y desde Siria podrán sin grandes dificultades atacar constantemente al pueblo judío, que se encontrará con la mayor amenaza a su seguridad e integridad desde que se fundó el estado de Israel y estará obligada a intervenir en Siria para salvaguardar su seguridad contra una alianza sirio iraní apoyada por Rusia, que luego jugará nuevas cartas para sacar en Europa ventajas de las cesiones en Oriente Medio, y esto pasa por un nuevo estatus de los países del este de Europa.
Los países sunitas liderados por Arabia no van a permitir que el régimen iraní se expanda de esta manera y formarán una coalición internacional de países moderados desde Marruecos hasta el Golfo para impedir que la amenaza se haga realidad. De esta manera un conflicto militar mayúsculo se formará en la región, y llegados a este escenario, Occidente ya no podrá hacer nada.
Los errores de Obama aplaudidos por los regímenes buenistas europeos son los que nos están llevando a este clímax bélico que se producirá en los próximos meses. Aplaudir las revueltas democráticas para luego no apoyarlas militarmente, dejándolas a los pies de los caballos como la revolución en Irán; no reaccionar de una forma determinante ante la invasión de Crimea; haber dado a entender que la alianza con Israel no era tan sólida; creer que con Irán podría haber una colaboración sincera; no apoyar de una forma más activa a sus aliados en la región frente a la amenaza iraní y, sobre todo, la retirada de Irak, el mayor error estratégico de Estados Unidos de los últimos cincuenta años.
Ahora entenderán muchos por qué era tan importante Irak en este escenario y la presencia occidental en la región. Si entonces no queríamos la guerra, ahora la vamos a tener que aceptar porque no habrá otra alternativa. Lo peor de todo esto es que si Irán se sale con la suya, todos los movimientos terroristas del Sahel y Nigeria que juraron fidelidad de conveniencia a Estado Islámico, sin inmutarse, lo harán con Irán y comenzarán a desestabilizar países como Marruecos y Argelia amenazando ya directamente nuestros propios intereses nacionales.

Nunca desde la crisis de los misiles de Cuba el mundo había estado más cerca del cataclismo como hoy; evitarlo dependerá de la fortaleza de Occidente y de la inteligencia en la selección de los apoyos y del manejo de la diplomacia y la fuerza para que se pueda evitar un conflicto que pueda llegar a adquirir unas dimensiones que no se nos ocurrirían en nuestras peores pesadillas.

En Siria arranca la Tercera Guerra Mundial

Bandera de Siria
Desde la caída del muro de Berlín, Rusia ha pasado por una fase de gran depresión económica y social en la que apenas podían poner a navegar más de dos destructores y su aviación militar estaba en tierra. Sus tropas pasaban hambre y se veían incapaces de mantener los frentes de insurgencia en el sur del país y en las antiguas regiones soviéticas.
Desde la llegada de Putin al poder, el presupuesto de defensa ruso se ha multiplicado por siete, ha lanzado nuevos programas de armamento incluyendo nuevos misiles nucleares, algunos de ellos desplegados en trenes en movimiento para evitar su destrucción. Desde 2005 Rusia, sin hacer mucho ruido en la esfera internacional, ha sido capaz de generar una capacidad militar que en la era de la distensión y el buenismo occidental, resulta mucho más letal que la de la antigua Unión Soviética sin haber abandonado sus ansias expansionistas.