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Tuesday, September 6, 2016

"Es la ley"

Alfredo Bullard señala que en el Perú invocar que algo está prohibido por la ley no deriva en el cumplimiento de la misma pues la ley está ausente en el día a día.

Alfredo Bullard es un reconocido arbitrador latinoamericano y autor de Derecho y economía: El análisis económico de las instituciones legales. Bullard es socio del estudio Bullard Falla y Ezcurra Abogados.
Hace unos años caminaba por las calles de Indianápolis, EE.UU. Al llegar a una esquina encontré unas líneas pintadas en la pista que nunca había visto antes. No era el típico crucero peatonal ni las diagonales que indican que no se debe interferir en el cruce.
Como no sabía qué significaban, temí que cruzar por esa zona fuera una infracción a la ley. No había nadie a quién preguntar (y tampoco sé si habiendo alguien hubiera preguntado por el temor de pasar la vergüenza de hacer una pregunta estúpida).



Desconcertado, caminé hasta la siguiente esquina donde no había esas líneas y, finalmente, crucé.
Esa misma noche me reuní con unos amigos estadounidenses y les comenté el incidente. Lo cierto es que ninguno me supo explicar qué significaban las rayas en el piso.
Me pregunté, entonces, qué hubiera pasado si caminando por las calles de Lima me hubiera encontrado con las mismas rayas pintadas en el piso. Me quedó clarísimo. Hubiera cruzado la pista sin ninguna duda.
¿Qué hace que la misma persona se comporte de manera tan distinta ante circunstancias idénticas?
En EE.UU. uno siente la presencia de la ley, incluso cuando la ley no está al frente. En el Perú, si las rayas hubieran significado alguna prohibición, esta sería irrelevante porque romper la ley no significa nada. No hay riesgo de “entrar en la dimensión desconocida”. En cambio, en EE.UU., uno sabe que romper la ley sí tiene consecuencias. Uno camina diferente, conduce diferente, entra a una tienda de manera diferente, se comporta en un ómnibus de manera diferente. La ley está presente.
El profesor Paul Campos, en su libro Jurismania: the Madness of American Law (Jurismanía: la demencia del derecho americano) califica esa sensación de sentirse rodeado por la ley como un “panóptico legal”.
El panóptico es un diseño arquitectónico de un edificio que permite a una sola persona observar a todos los que se encuentran en él sin que los observados lo puedan advertir. Fue ideado por Jeremy Bentham en el siglo XVIII y de hecho se utilizó en la construcción de cárceles. El efecto es que, como los observados no pueden saber si el observador los está mirando, se comportan todo el tiempo como si los estuvieran viendo.
La metáfora de Campos no pudo ser más adecuada. En EE.UU. uno se siente observado por el sistema legal, sin necesariamente conocer su presencia efectiva. Siente que el Derecho lo va a agarrar casi en cualquier momento para descargarle sus consecuencias.
Campos usa la figura para criticar el exceso de legalismo en EE.UU. que deviene en sobrerregulación e intervencionismo estatal. Pero en el Perú nos hemos ido al otro extremo. Podríamos decir que el equivalente al panóptico legal es en nuestro país el “Polifemo legal”, el cíclope cegado por Odiseo. Nuestra ley es incapaz de ver y, por tanto, nadie se siente observado por ella.
He pasado esta semana en EE.UU. de vacaciones. Encontré diversas circunstancias que me hicieron recordar el incidente en Indianápolis. A cada rato uno se encuentra con carteles con mensajes que terminan con “It’s the Law” (“Es la ley”).
“Ajústese el cinturón de seguridad: es la ley”. “Deténgase en el crucero peatonal: es la ley”. “Use casco de seguridad: es la ley”. Nosotros no hacemos lo mismo. Que algo esté en la ley no significa nada en relación a su cumplimiento. La ley es un personaje ausente en el día a día. Invocar a que “es la ley” parece lo más fuerte que se puede hacer en EE.UU. para invocar que algo se cumpla. Pero decir que algo “es la ley” en el Perú es una clara invitación para hacer precisamente lo contrario.
Los anglosajones llaman a esa sensación de ley presente ‘the rule of law’, término muy mal traducido como ‘Estado de derecho’ pero que no significa realmente lo mismo. Es sintomático que no tengamos cómo traducirlo. Es también curioso que no tengamos traducción para ‘enforcement’, que no es otra cosa que el acto de hacer cumplir la ley. Y es que, al perder una palabra de un idioma para otro, no solo hemos perdido el término; también hemos perdido su significado.

"Es la ley"

Alfredo Bullard señala que en el Perú invocar que algo está prohibido por la ley no deriva en el cumplimiento de la misma pues la ley está ausente en el día a día.

Alfredo Bullard es un reconocido arbitrador latinoamericano y autor de Derecho y economía: El análisis económico de las instituciones legales. Bullard es socio del estudio Bullard Falla y Ezcurra Abogados.
Hace unos años caminaba por las calles de Indianápolis, EE.UU. Al llegar a una esquina encontré unas líneas pintadas en la pista que nunca había visto antes. No era el típico crucero peatonal ni las diagonales que indican que no se debe interferir en el cruce.
Como no sabía qué significaban, temí que cruzar por esa zona fuera una infracción a la ley. No había nadie a quién preguntar (y tampoco sé si habiendo alguien hubiera preguntado por el temor de pasar la vergüenza de hacer una pregunta estúpida).


Tuesday, August 23, 2016

¿Es hora de bajar los impuestos?

Ian Vásquez considera que la política fiscal al estilo Ronald Reagan podría funcionar en el Perú si Kuczynski logra hacer lo que Reagan no pudo: controlar el gasto público.

Ian Vásquez es Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
El presidente Kuczynski ha prometido anunciar cambios al régimen tributario durante los primeros cien días de su gobierno. Su idea es de bajar paulatinamente el IGV (Impuesto General a las Ventas) del 18% al 15% para el 2019, y continuar con la política del gobierno anterior de reducir el impuesto de renta sobre las empresas —que fue del 30% en el 2015— al 26% en el 2019.
Estas medidas han sido criticadas de irresponsables por la pérdida de ingresos y el mayor déficit fiscal que implican. Un comentarista sintetizó la crítica al declarar recientemente en La República que “este enfoque, llamado también de la oferta, se planteó en EE.UU. bajo Reagan y fracasó”.
¿Será que PPK propone medidas desacreditadas por la experiencia estadounidense? Después de todo, Reagan sí bajó los impuestos y el déficit y la deuda pública crecieron. El récord de la llamada ‘Reaganomics’ nos puede instruir.



El propósito de las políticas de la oferta es precisamente estimular al sector productivo de la economía. Al reducir los impuestos, se alienta la inversión y el trabajo, pues las personas y las empresas esperan retener más del fruto de sus propios esfuerzos. Si los impuestos son muy altos, una reducción puede hasta resultar en mayores ingresos, ya que estimula de manera importante la actividad económica.
Bajo Reagan, EE.UU. redujo las tasas impositivas sobre la renta. La más elevada bajó del 70% al 28%. El crecimiento económico aumentó a un promedio anual del 3,2% de 1981 a 1989, más alto que en las décadas anteriores con la excepción de los sesenta, cuando el presidente Kennedy recortó los impuestos sobre la renta por 30% y, como resultado, el crecimiento anual se disparó un promedio del 5% por varios años. Durante ese mismo período de los ochenta, se crearon 17 millones de puestos de trabajo nuevos y cayó el desempleo al 5,5%. Además, la pobreza disminuyó, el ingreso de todas las clases aumentó y también creció la movilidad económica de la gente. Las políticas impositivas de Reagan claramente impulsaron el crecimiento económico.
Por el lado fiscal, sin embargo, el déficit explotó (llegó hasta un 6,3% del PBI un año) y la deuda pública aumentó del 27% al 42% del PBI. Es por eso que muchos críticos dicen que la economía de la oferta no funcionó. Pero no es verdad que el recorte de impuestos dejó con pocos recursos al Estado. Al contrario, los ingresos provenientes de los impuestos de renta aumentaron un 16% en términos reales de 1982 a 1989. El problema no fue la rebaja de impuestos, sino el aumento del gasto público. Este subió en 22% bajo Reagan, en parte porque duplicó el gasto del Pentágono. El aumento del crecimiento económico fue mayor al de los ingresos, por lo que como porcentaje del PBI, los ingresos fiscales cayeron alrededor de 1%; aun así, llegaron a un nivel (19,22% en 1989) por encima del promedio histórico en la posguerra.
Al fin del día, Reagan logró desacelerar temporalmente el crecimiento del Estado, pero no llegó a achicarlo. Desde entonces, los impuestos, la deuda y el gasto han vuelto a subir, en algunos casos de manera significativa. Lo que sí consiguió Reagan es demostrar que la economía de la oferta puede estimular el crecimiento y aumentar incluso los ingresos fiscales.
¿Puede PPK tener más éxito que Reagan? El recorte que propone PPK es mucho más tímido que el de Reagan, incluye otro tipo de impuestos y parte de un nivel mucho más bajo de lo que fue el caso de EE.UU. Lo más probable es que estimule la economía, pero que resulte en alguna pérdida neta de ingresos al Estado. Por eso, una de las grandes lecciones de la experiencia estadounidense se vuelve todavía más relevante y tiene que ver justo con la parte en que falló Reagan: también se tiene que controlar el gasto.
Desafortunadamente, PPK planea incurrir en déficits fiscales mayores y en un aumento de la deuda para que en un futuro de mayor crecimiento se vuelvan a controlar. Me temo que sin un compromiso para limitar el crecimiento del Estado, como profesaba Reagan tenerlo, es dudoso que PPK vaya a tener más éxito que su histórica contraparte estadounidense

¿Es hora de bajar los impuestos?

Ian Vásquez considera que la política fiscal al estilo Ronald Reagan podría funcionar en el Perú si Kuczynski logra hacer lo que Reagan no pudo: controlar el gasto público.

Ian Vásquez es Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
El presidente Kuczynski ha prometido anunciar cambios al régimen tributario durante los primeros cien días de su gobierno. Su idea es de bajar paulatinamente el IGV (Impuesto General a las Ventas) del 18% al 15% para el 2019, y continuar con la política del gobierno anterior de reducir el impuesto de renta sobre las empresas —que fue del 30% en el 2015— al 26% en el 2019.
Estas medidas han sido criticadas de irresponsables por la pérdida de ingresos y el mayor déficit fiscal que implican. Un comentarista sintetizó la crítica al declarar recientemente en La República que “este enfoque, llamado también de la oferta, se planteó en EE.UU. bajo Reagan y fracasó”.
¿Será que PPK propone medidas desacreditadas por la experiencia estadounidense? Después de todo, Reagan sí bajó los impuestos y el déficit y la deuda pública crecieron. El récord de la llamada ‘Reaganomics’ nos puede instruir.


Tuesday, August 9, 2016

Por el buen camino

Por el buen camino

Por el buen camino
Por Mario Vargas Llosa
El País, Madrid
El 28 de julio asumió la presidencia de Perú Pedro Pablo Kuczynski. Es, desde la caída de la dictadura de Fujimori en el año 2000, el quinto mandatario —luego de Valentín Paniagua, Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala— que llega al poder por la vía democrática. Pesa sobre sus hombros la responsabilidad de impulsar una legalidad y un progreso que en estos dieciséis años han caracterizado la orientación del país. Este progreso hay que entenderlo de manera muy amplia, es decir, no sólo representado por el desarrollo económico que ha hecho de Perú una de las naciones latinoamericanas que ha crecido más y ha atraído más inversiones en este período, sino, también, por ser un país en el que se ha respetado la libertad de expresión y de crítica, y donde han funcionado la diversidad política, el pluralismo y la coexistencia en la diversidad.


Los problemas son todavía enormes, desde luego, empezando por la seguridad y las desigualdades, la corrupción, la falta de oportunidades para los pobres, la insuficiente movilidad social y muchos otros. Pero sería una gran injusticia desconocer que en todos estos años Perú ha gozado de una libertad sin precedentes, que se ha reducido de manera drástica la extrema pobreza, que la clase media ha crecido más que en toda su historia pasada, y que la descentralización económica, administrativa y política del país ha avanzado de manera impresionante.
Pero, tal vez, lo más importante ha sido que en estos últimos dieciséis años una cultura democrática parece haber echado unas raíces que hasta hace poco eran muy débiles y ahora cuentan con el respaldo de una gran mayoría de peruanos. Es posible que todavía existan algunos estrafalarios de la vieja derecha que crean en la solución militar y golpista, y, en la extrema izquierda, grupúsculos que sueñan todavía con la revolución armada, pero, si realmente existen, se trata de sectores muy marginales, sin la menor gravitación en el grueso de la población. La derecha y la izquierda parecen haber depuesto sus viejos hábitos antidemocráticos y haberse resignado a operar en la legalidad. Tal vez hayan comprendido que esta es la única vía posible para que los remedios de los problemas de Perú no sean peores que la enfermedad.
El atraso y la barbarie política, aunque han retrocedido, están lejos de desaparecer
¿Qué explicación tiene semejante evolución de las costumbres políticas en Perú? Los experimentos catastróficos de la dictadura militar socialista del general Velasco, cuyas reformas colectivistas y estatistas empobrecieron al país y sembraron el caos; la guerra revolucionaria y terrorista de Sendero Luminoso y la represión consiguiente que causaron cerca de 70.000 muertos, decenas de miles de heridos y unos daños materiales cuantiosos. Y, finalmente, la dictadura de Fujimori y Montesinos, con sus crímenes abominables y los vertiginosos robos —unos 6.000 millones de dólares, se calcula— de los que el país ha podido recobrar sólo migajas.
Para algunos podría tal vez parecer contradictorio con esto último que la hija del exdictador, Keiko Fujimori, sacara tan alta votación en los últimos comicios y que la bancada que le es adicta sea mayoritaria en el Congreso. Pero esto es puro espejismo; como el odriísmo y el velasquismo, el fujimorismo es una construcción artificialmente sostenida con una inyección frenética de demagogia, populismo y cuantiosos recursos y destinada a desaparecer —apostaría que a corto plazo—, igual que aquellos vestigios de las respectivas dictaduras de las que nacieron. Su existencia nos recuerda que el atraso y la barbarie política, aunque han retrocedido, están todavía lejos de desaparecer de nuestro entorno. El camino de la civilización es largo y difícil. Este camino, emprendido hace un poco más de tres lustros por Perú, no debe tener retrocesos, y esa es la tarea primordial que incumbe a Pedro Pablo Kuczynski y al equipo que lo rodea.
La imagen internacional de Perú nunca ha sido mejor que la de ahora; en Estados Unidos y en Europa aparecen casi a diario análisis, comentarios e informes entusiastas sobre su apertura económica y los incentivos para la inversión extranjera que ofrece. Las empresas peruanas, algunas de las cuales comienzan desde hace algunos años a salir al extranjero, han experimentado un verdadero salto dialéctico, así como la explosión turística, incrementada en los últimos años por el atractivo culinario local, que se ha puesto de moda, en buena medida, quién lo podría negar, gracias a Gastón Acurio y un puñadito de chefs que, como él, han revolucionado la gastronomía peruana.
Ójala que el gobierno de Kuczynski no caiga en una neutralidad cómplice con la tragedia venezolana
Las perspectivas no pueden ser más alentadoras para el Gobierno que se inicia en estos días. Para que ellas no se frustren, como tantas veces en nuestra historia, es imprescindible que la batalla contra la corrupción sea implacable y dé frutos, porque nada desmoraliza más a una sociedad que comprobar que el poder sirve sobre todo para que los gobernantes y sus cómplices se enriquezcan, violentando la ley. Ese, y la falta de seguridad callejera, sobre todo en los barrios más desfavorecidos, es el gran lastre que frena y amenaza el desarrollo, tanto en Perú como en el resto de América Latina. Por eso, la reforma del Poder Judicial y de los organismos encargados de la seguridad, empezando por la Policía, es una primera prioridad. Nada inspira más tranquilidad y confianza en el sistema que sentir que las calles que uno transita son seguras y que se puede confiar en los jueces y policías; y, a la inversa, nada desmoraliza más a un ciudadano que salir de su casa pensando en que será atracado y que si acude a la comisaría o al juez en busca de justicia será atracado otra vez, pues jueces y policías están al servicio, no de las víctimas, sino de los victimarios y ladrones.
Lo que ocurre en Perú está ocurriendo también en otros países de América Latina, como Argentina, donde el Gobierno de Mauricio Macri trata desesperadamente de devolver al país la sensatez y la decencia democráticas que perdió en todos los años delictuosos y demagógicos del kirchnerismo. Y hay que esperar que Brasil, donde la revuelta popular contra la corrupción cancerosa que padecía el Estado ha conmovido hasta los cimientos a casi todas sus instituciones, salga purificado y con una clase política menos putrefacta de esta catarsis institucional.
Ojalá la política diplomática del Gobierno de Pedro Pablo Kuczynski sea coherente con esa democracia que le ha permitido llegar al poder. Y no incurra, como tantos Gobiernos latinoamericanos, en la cobardía de mantener una neutralidad cómplice frente a la tragedia venezolana, como si se pudiera ser neutral frente a la peste bubónica. Es una obligación moral para todo Gobierno democrático apoyar a la oposición venezolana, que lucha gallardamente tratando de recuperar su libertad contra una dictadura cleptómana, de narcotraficantes, que representa un pasado de horror y de vergüenza en América Latina.

Por el buen camino

Por el buen camino

Por el buen camino
Por Mario Vargas Llosa
El País, Madrid
El 28 de julio asumió la presidencia de Perú Pedro Pablo Kuczynski. Es, desde la caída de la dictadura de Fujimori en el año 2000, el quinto mandatario —luego de Valentín Paniagua, Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala— que llega al poder por la vía democrática. Pesa sobre sus hombros la responsabilidad de impulsar una legalidad y un progreso que en estos dieciséis años han caracterizado la orientación del país. Este progreso hay que entenderlo de manera muy amplia, es decir, no sólo representado por el desarrollo económico que ha hecho de Perú una de las naciones latinoamericanas que ha crecido más y ha atraído más inversiones en este período, sino, también, por ser un país en el que se ha respetado la libertad de expresión y de crítica, y donde han funcionado la diversidad política, el pluralismo y la coexistencia en la diversidad.

Monday, August 1, 2016

Un país moderno

Ian Vásquez señala lo que implica ser un país moderno: igualdad ante la ley y respeto a la dignidad del individuo.
Ian Vásquez es Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
En su mensaje a la nación, Pedro Pablo Kuczynski nos ofreció una visión: “Anhelo que en cinco años el Perú sea un país moderno”. Bravo. Esa visión optimista y realista es la que el país necesita.
¿Qué significa ser moderno? Más que nada, apunta a una actitud. Ser moderno implica sostener y compartir ciertos valores y comportamientos que han hecho posible el progreso humano y que han caracterizado a los países más avanzados.
¿Cuáles son esos valores y conductas? Son la tolerancia, el intercambio voluntario, el igual trato ante la ley y el respeto a la dignidad del individuo. Hace un par de años, refiriéndose a los países desarrollados, escuché a la historiadora económica Deirdre McCloskey decir una verdad del tamaño de una catedral: “Somos ricos porque respetamos la dignidad de cada uno”.



Solo una vez que se dispersaron estos nuevos valores en algunas sociedades a partir de un poco más de dos siglos atrás, se dio el Gran Enriquecimiento, según McCloskey. Desde 1800, el ingreso per cápita en los ahora avanzados países miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos) se incrementó en 2.900%. Hasta entonces, el ingreso promedio mundial era de US$3 al día. La pobreza masiva y el crecimiento económico prácticamente nulo fueron la norma por miles de años.
Lo que cambió fueron los valores. Se empezó a respetar al individuo común y corriente, no solo a aquellos que pertenecían a la élite. Se celebró la habilidad de poder enriquecerse, sea quien sea, a través del esfuerzo propio y el intercambio libre. Requirió una tolerancia a las diferencias entre cada quien y entre distintas comunidades, y se fortaleció el concepto de la igualdad. Para citar al pensador argentino Alberto Benegas Lynch (h), ese concepto era que “la igualdad es ante la ley y no mediante ella”.
Por eso, se llegó a desconfiar en el poder político que otorgaba protecciones y privilegios, ya sean económicos o de estatus. Y se limitó el poder. Esa limitación reforzó el Estado de derecho, pues redujo por definición la arbitrariedad en la gobernanza y las reglas de juego. El conjunto de valores que dio origen a la emergencia de los países modernos también permitió la mayor diversidad, pues creó el único sistema en que cada quien pueda hacer su propio proyecto de vida y a la vez convivir pacíficamente en sociedad. No ignoramos retrocesos y excepciones notables, pero el avance del mundo moderno es innegable.
Las instituciones como las cortes o la propiedad privada también juegan papeles importantes en los países modernos. Pero, explica McCloskey, lo que más importa es el valor que la sociedad le da a la libertad y dignidad del individuo. Después de todo, las instituciones se respaldan en los valores que existen en la sociedad. El cambio de valores es un fenómeno sociológico nada tecnocrático y hace recordar la “revolución social” que PPK visualiza para el Perú.
En realidad, tales cambios ya se han estado dando en el Perú a medida que se ha ido modernizando desde los noventa. Y se ven los resultados. La desigualdad ha caído, han surgido nuevos empresarios y empresas multinacionales peruanas, la mortalidad materna se ha reducido en más de 60%, el ingreso per cápita se ha más que duplicado, etc., etc.
Por supuesto que hay muchísimo más por hacer y está lejos el Perú de ser un país moderno. El deficiente Estado de derecho y la pesada regulación laboral son solo dos ejemplos del atraso peruano. La arbitrariedad de las regulaciones debilita el Estado de derecho a la vez que su peso excluye al 70% de los trabajadores del protegido sector minoritario formal. Reformas en estas y otras áreas que den más oportunidad y que reconozcan la dignidad de todos los ciudadanos son necesarias. En la medida en que los peruanos compartan los valores que han conducido a tantos países al desarrollo, ayudará al requerido esfuerzo político a hacer las reformas.
El Perú puede ser un país moderno, quizás no en cinco años, pero tampoco necesitamos esperar un futuro bastante lejano. De todas maneras, esa visión es la correcta y el criterio para juzgar el mandato de PPK debe ser si cumple o no con ella.

Un país moderno

Ian Vásquez señala lo que implica ser un país moderno: igualdad ante la ley y respeto a la dignidad del individuo.
Ian Vásquez es Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
En su mensaje a la nación, Pedro Pablo Kuczynski nos ofreció una visión: “Anhelo que en cinco años el Perú sea un país moderno”. Bravo. Esa visión optimista y realista es la que el país necesita.
¿Qué significa ser moderno? Más que nada, apunta a una actitud. Ser moderno implica sostener y compartir ciertos valores y comportamientos que han hecho posible el progreso humano y que han caracterizado a los países más avanzados.
¿Cuáles son esos valores y conductas? Son la tolerancia, el intercambio voluntario, el igual trato ante la ley y el respeto a la dignidad del individuo. Hace un par de años, refiriéndose a los países desarrollados, escuché a la historiadora económica Deirdre McCloskey decir una verdad del tamaño de una catedral: “Somos ricos porque respetamos la dignidad de cada uno”.


Monday, July 25, 2016

La hora de Kuczynski

La hora de Kuczynski

Sunday, July 10, 2016

Presidente de cervecera peruana será el jefe del gabinete de ministros de Kuczynski

El primer ministro es el portavoz autorizado del presidente y el que coordina las políticas de los 18 ministerios del país sudamericano.
Fernando Zavala, un economista de 45 años que abraza la política de libre mercado, es presidente ejecutivo de la firma Backus, una subsidiaria local de SABMiller que se encamina a ser adquirida por la mayor cervecera del mundo Anheuser-Busch InBev.
Lima. El actual presidente de la mayor cervecera en Perú y ex ministro de Economía, Fernando Zavala, será el jefe del gabinete de ministros del próximo Gobierno del mandatario electo Pedro Pablo Kuczynski, dijo este viernes una fuente cercana al ejecutivo.
Zavala, un economista de 45 años que abraza la política de libre mercado, es presidente ejecutivo de la firma Backus, una subsidiaria local de SABMiller que se encamina a ser adquirida por la mayor cervecera del mundo Anheuser-Busch InBev.



El primer ministro es el portavoz autorizado del presidente y el que coordina las políticas de los 18 ministerios del país sudamericano.
El presidente electo, Pedro Pablo Kuczynski, anuncio el pasado martes que este domingo 10 de julio anunciará el nombre de quien será el jefe de su equipo de ministros, y resaltó que se tratará de una persona con experiencia de gobierno y capacidad para crear consensos en el Congreso.
“El domingo anunciaré al premier o la premier, y luego él me presentará los nombres, así como dice la Constitución, y el siguiente viernes ratificaremos los nombres para no especular tanto”, señaló Kuczynski a la prensa.
Según refirió, maneja aún una “baraja” de posibilidades, y al consultársele sobre el ex ministro Fernando Zavala dijo haber conversado con él.
Kuczynski precisó que el Gobierno actual tiene potestad de decidir cosas para el país hasta el 28 de julio por la mañana, antes del cambio de mando.
* Con información de Reuters y Agencia Andina. 

Presidente de cervecera peruana será el jefe del gabinete de ministros de Kuczynski

El primer ministro es el portavoz autorizado del presidente y el que coordina las políticas de los 18 ministerios del país sudamericano.
Fernando Zavala, un economista de 45 años que abraza la política de libre mercado, es presidente ejecutivo de la firma Backus, una subsidiaria local de SABMiller que se encamina a ser adquirida por la mayor cervecera del mundo Anheuser-Busch InBev.
Lima. El actual presidente de la mayor cervecera en Perú y ex ministro de Economía, Fernando Zavala, será el jefe del gabinete de ministros del próximo Gobierno del mandatario electo Pedro Pablo Kuczynski, dijo este viernes una fuente cercana al ejecutivo.
Zavala, un economista de 45 años que abraza la política de libre mercado, es presidente ejecutivo de la firma Backus, una subsidiaria local de SABMiller que se encamina a ser adquirida por la mayor cervecera del mundo Anheuser-Busch InBev.


Thursday, June 23, 2016

Bienvenido, presidente Kuczynski

Redaccion América Economía
El triunfo de Pedro Pablo Kuczynski en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Perú ha sido una sorpresa y constituye una buena noticia para Perú.
El presidente electo y su ya designado futuro ministro de Hacienda, Alfredo Thorne, anunciaron que estimularán el crecimiento económico con rebajas tributarias y un programa de inversiones públicas que se concentrará inicialmente en los sectores de agua, saneamiento y salud. Ambas iniciativas son dignas de aplauso. Thorne propone bajar el IVA de 18% a 15%, lo que debiera estimular el consumo y dar impulso a la economía por el lado de la demanda. También dará a las empresas un alivio tributario por las utilidades que sean reinvertidas. Estas dos medidas no deberían impactar negativamente la recaudación tributaria, ya que la baja de impuestos disminuirá la evasión y atraerá al sector formal a empresas que hasta ahora operan en la informalidad. Todo esto es en teoría, claro: habrá que ver lo que dice la a veces tozuda realidad.



Gobernar con el Congreso en contra puede llegar a paralizar a un país cuando la polarización ideológica es extrema, como sucede hoy en Estados Unidos y como pudo comprobar Barack Obama con un Congreso que le negó la sal y el agua en su segundo período de gobierno. Perú, afortunadamente, no es Estados Unidos y tanto el presidente electo como la nueva líder de la oposición son sensatos, prácticos y respetuosos del juego democrático. Ambos tendrán que colaborar y poner los intereses de Perú antes que los propios. Y lo van a hacer.
Thorme también ha dicho que liberalizará el régimen laboral, dando a las empresas mayor holgura para despedir trabajadores y, por lo tanto, para contratarlos.
La única medida anunciada por Kuczynski que ha causado revuelo es que piensa gobernar con un déficit fiscal de hasta 3% del PIB, argumentando que la deuda pública peruana es baja  y la calificación de crédito del país es alta, por lo que financiar un déficit de ese nivel sería relativamente fácil. No todos están de acuerdo.
La verdad es que, aparte de pequeños detalles, no habrá sorpresas en la política económica peruana. No las habrá con Kuczynski ni tampoco las habría habido con Keiko Fujimori. Las dos candidaturas que fueron a la segunda vuelta proponían continuar la política económica de mercado que comenzó en los años 90 durante el gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000). El padre de Keiko, sin embargo, no le tenía respeto a la democracia. Cuando vio que sus reformas liberales no serían aprobadas en el Congreso, recurrió a un autogolpe, disolvió el Parlamento e impuso sus reformas por la fuerza. En rápida sucesión, Fujimori puso fin al control de precios, derribó las barreras a las importaciones, eliminó las restricciones a la inversión extranjera directa y privatizó la mayoría de las empresas estatales. Eso sentó las bases del actual modelo económico peruano, que ningún gobierno posterior ha querido cambiar, a pesar de su origen ilegítimo. Para qué cambiar, si había suficiente evidencia de que la apertura había sido buena.
Perú fue el país sudamericano de más alto crecimiento en la década 2001-2010, con un promedio de 4% anual. En los últimos dos años, en plena crisis regional por la baja en los precios de los commodities, el crecimiento bajó a un nada despreciable de 2,8% anual. Si Fujimori padre se hubiera conformado con liberalizar la economía por la fuerza, el recuerdo de su gobierno no habría sido ingrato. Pero se vio envuelto en escándalos de corrupción y atentados a los derechos humanos en los últimos años de su gobierno. Hoy cumple una condena de 25 años de cárcel.
Kuczynski trató de revivir el fantasma de ese padre autoritario y corrupto al enfrentar a Keiko Fujimori, diciendo que si ella ganaba volverían las malas prácticas. Y llegó a acusar de narcotraficantes a varios dirigentes de Fuerza Popular, el partido de la candidata. Pero Keiko no es su padre e hizo lo posible por distanciarse de él. La democracia peruana se ha fortalecido en los últimos 15 años. Keiko supera en encanto personal y en talento político tanto a su padre como al presidente electo e hizo una excelente y agotadora campaña, visitando todos los rincones del país. En la primera vuelta presidencial, en abril, obtuvo el 41% de los votos, mientras Kuczynski, que llegó segundo, apenas alcanzó al 21%.
Jugaba en contra de Kuczynski no sólo su casi inexistente talento político y sus discursos que no entusiasmaban ni a sus seguidores, sino también la edad: tiene 77 años y Keiko 41. Tampoco lo ayuda el hecho de pertenecer a la minoritaria aristocracia blanca que tradicionalmente ha mirado en menos a los indígenas y a los mestizos -los cholos- que constituyen la inmensa mayoría de la población. Y más encima parece medio extranjero. Parte importante de su vida adulta la ha pasado en Estados Unidos, trabajando en organismos internacionales y haciendo negocios como banquero.
En las elecciones parlamentarias que se realizaron junto con la primera vuelta presidencial, Fuerza Popular, el partido de Keiko, consiguió mayoría absoluta al ganar 73 escaños de un total de 130. El partido de Kuczynski, Peruanos por el Kambio, logró elegir apenas 18 parlamentarios. Keiko fue favorita durante toda la campaña y ganó en casi todas las encuestas de intención de voto, aunque su ventaja se fue estrechando a medida que se acercaba la segunda vuelta. La balanza se inclinó finalmente en su contra por dos hechos casi fortuitos que se sucedieron semanas antes de que los peruanos volvieran a las urnas.
Uno fue que la candidata de izquierda Verónika Mendoza, quien había salido tercera en la primera vuelta, decidió apoyar sorpresivamente a Kuczynski. Casi al mismo tiempo se reveló que el secretario general del partido de Keiko, Joaquín Ramírez, estaba siendo investigado por la DEA, la agencia de control de drogas del gobierno estadounidense. Eso pareció dar la razón a Kuczynski cuando decía que la corrupción volvería a apoderarse de Perú si otro Fujimori llegaba a la presidencia.
Kuczynski ganó por tan poco -40.000 votos en un total de 18 millones- que hubo cinco días de suspenso antes de declararlo presidente electo. Al conceder el triunfo a su oponente, Keiko Fujimori recordó a los peruanos que su partido tiene mayoría absoluta en el Congreso y que liderará la oposición.
El mensaje le llegó claro al presidente electo: tendrá que gobernar con apoyo de Keiko Fujimori si quiere poner en marcha cualquier medida que requiera trámite legislativo. Y al mismo tiempo, tendrá que escuchar las demandas de la candidata izquierdista que le dio los votos del sur del país que, en definitiva, le dieron la victoria.
Gobernar con el Congreso en contra puede llegar a paralizar a un país cuando la polarización ideológica es extrema, como sucede hoy en Estados Unidos y como pudo comprobar Barack Obama con un Congreso que le negó la sal y el agua en su segundo período de gobierno. Perú, afortunadamente, no es Estados Unidos y tanto el presidente electo como la nueva líder de la oposición son sensatos, prácticos y respetuosos del juego democrático. Ambos tendrán que colaborar y poner los intereses de Perú antes que los propios. Y lo van a hacer.
Pedro Pablo Kuczynski tiene cinco años por delante para hacer el buen gobierno que debería ser capaz de hacer. Y debe ser uno de los más sorprendidos con el triunfo. En febrero, dos meses antes de la primera vuelta, tenía el 9% de la intención de voto e iba de bajada.

Bienvenido, presidente Kuczynski

Redaccion América Economía
El triunfo de Pedro Pablo Kuczynski en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Perú ha sido una sorpresa y constituye una buena noticia para Perú.
El presidente electo y su ya designado futuro ministro de Hacienda, Alfredo Thorne, anunciaron que estimularán el crecimiento económico con rebajas tributarias y un programa de inversiones públicas que se concentrará inicialmente en los sectores de agua, saneamiento y salud. Ambas iniciativas son dignas de aplauso. Thorne propone bajar el IVA de 18% a 15%, lo que debiera estimular el consumo y dar impulso a la economía por el lado de la demanda. También dará a las empresas un alivio tributario por las utilidades que sean reinvertidas. Estas dos medidas no deberían impactar negativamente la recaudación tributaria, ya que la baja de impuestos disminuirá la evasión y atraerá al sector formal a empresas que hasta ahora operan en la informalidad. Todo esto es en teoría, claro: habrá que ver lo que dice la a veces tozuda realidad.


Wednesday, June 22, 2016

El otro chavismo

Alfredo Bullard considera que los fujimoristas demostraron que no han madurado con su reacción al resultado adverso de la elección presidencial.

Alfredo Bullard es un reconocido arbitrador latinoamericano y autor de Derecho y economía: El análisis económico de las instituciones legales. Bullard es socio del estudio Bullard Falla y Ezcurra Abogados.
“Están en cuestión 1.500 actas. No hay presidente electo”. “Y para llegar a ese número también ha habido irregularidades y malas artes”. Cuando le preguntan qué piensa de la derrota de Keiko Fujimori, dice que Pedro Pablo Kuczynski fue en realidad el derrotado por la votación de su partido al Congreso. “Desde ese punto de vista, la victoriosa es Keiko”. Sobre el USB con el audio adulterado dijo: “Puede ser una conspiración, puede ser que [Chlimper] haya sido un medio para golpear la candidatura de Keiko y que el cerebro gris haya que buscarlo en el otro lado”.
Son algunas frases de Martha Chávez en una entrevista reciente en El Comercio (del pasado 15 de junio). Rabia, piconería, prepotencia, negación de la realidad, exageración de los errores ajenos y minimización de los propios, lealtad mal entendida, falta de credibilidad.



Era como estar en la máquina del tiempo, recordando las épocas cuando lo que el fujimorismo decía se hacía por las buenas o por las malas. El chavismo venezolano de Hugo Chávez y el chavismo peruano de Martha Chávez son de distinto calibre y clase. Pero comparten el mismo estilo. Ojalá no sea algo que venga con el apellido, pues es demasiado común para que el mundo soporte tanto de lo mismo.
Pero Martha Chávez no es el único ejemplo. Pedro Spadaro afirmó cuando salieron los primeros resultados de las elecciones que estaba seguro de que por primera vez el Perú había elegido una presidente mujer. O él mismo cuando vociferó con tono prepotente y desafiante: “El Congreso ya sabemos de quien es”. O la congresista Cecilia Chacón gesticulando con rabia para “ordenar” a sus compañeros de partido que se retiren de la Comisión Permanente durante la designación del nuevo contralor.
Preocupante el montaje teatral cuando Keiko sale a reconocer su derrota usando un lenguaje duro y agresivo y le colocan detrás a todos los fujimoristas elegidos al Congreso en un claro gesto amenazante.
Y otros incondicionales diciendo que el nuevo presidente tiene que ofrecer disculpas. Parecían un conejo diciéndole orejón al burro.
Hasta personas aparentemente respetables como José Chlimper se prestan al jugueteo de la manipulación y la mentira. Parece que vestirse de naranja puede ser peligroso para la salud pública (o de lo público).
Todo esto nos lleva a una sola conclusión: de buena nos libramos. No era cierto que el fujimorismo había madurado, ni que se había democratizado. No era verdad que era capaz de gestos distintos a los que nos traen los recuerdos de los 90. La sonrisa empática de Keiko en la primera vuelta no era tan sincera como parecía y el ceño fruncido y la palabra subida de tono de la segunda vuelta parecen reflejar mejor su carácter y el de su partido. No han aprendido de tener a su principal líder preso ni del juicio que la historia ha hecho sobre él. Sigue siendo un partido sin modales e incapaz de autolimitarse. Seguirá tratando de colocar a cualquiera que lleve el apellido Fujimori en Palacio de Gobierno, llueva, truene o relampaguee. Es tan así que hasta Kenji es para ellos un buen candidato.
¿Qué tendrían que hacer en el fujimorismo para convencernos de que puede ser distinto? Muchas cosas. Primero no presionar por la libertad de Alberto Fujimori. Es un partido que necesita redención. Y para ser redimido necesita un verdadero acto de contrición.
Tiene que ser coherente. Los programas de gobierno de Keiko y PPK tenían muchas coincidencias. Si un partido cree en su programa, no puede dejar de creer en él porque pierde la elección. Si controlan el Congreso deberán empujar las propuestas parecidas a las del gobierno, salvo que la política de venganza pese más que buscar lo mejor para el país.
Y hay que limpiar al partido de las caras rabiosas: de las antiguas y de las nuevas. Tienen que cambiar de tono y de estilo. Y es que tienen que entender, de manera contraria a como reza la frase popular, que el fujimorismo no es más grande que sus problemas.
¿Tiene esperanza el fujimorismo? Me temo que en una casa de apuestas no le iría muy bien. Pero como dijo el escritor francés George Bernanos, “La esperanza es un riesgo que hay que correr”.

El otro chavismo

Alfredo Bullard considera que los fujimoristas demostraron que no han madurado con su reacción al resultado adverso de la elección presidencial.

Alfredo Bullard es un reconocido arbitrador latinoamericano y autor de Derecho y economía: El análisis económico de las instituciones legales. Bullard es socio del estudio Bullard Falla y Ezcurra Abogados.
“Están en cuestión 1.500 actas. No hay presidente electo”. “Y para llegar a ese número también ha habido irregularidades y malas artes”. Cuando le preguntan qué piensa de la derrota de Keiko Fujimori, dice que Pedro Pablo Kuczynski fue en realidad el derrotado por la votación de su partido al Congreso. “Desde ese punto de vista, la victoriosa es Keiko”. Sobre el USB con el audio adulterado dijo: “Puede ser una conspiración, puede ser que [Chlimper] haya sido un medio para golpear la candidatura de Keiko y que el cerebro gris haya que buscarlo en el otro lado”.
Son algunas frases de Martha Chávez en una entrevista reciente en El Comercio (del pasado 15 de junio). Rabia, piconería, prepotencia, negación de la realidad, exageración de los errores ajenos y minimización de los propios, lealtad mal entendida, falta de credibilidad.