Wikipedia

Search results

Showing posts with label inversion. Show all posts
Showing posts with label inversion. Show all posts

Tuesday, June 21, 2016

Sobre innovación y empresa


Ejemplo real que alguien me contó en una clase de Dirección Estratégica (no tengo motivos para dudar de su veracidad): una peluquería en el centro de Madrid, en uno de los barrios más caros de España, con una clientela razonablemente estable (en su mayoría, mujeres de mediana edad con poder adquisitivo medio-alto) y varios ayudantes relativamente bien pagados. Cuando llega la crisis, una de tantas, hay que liquidar el negocio y pagar indemnizaciones, bastante altas dada la regulación española: sólo cabe reinventarse, así que con una pequeña moto para moverse por la ciudad, una agenda y su cartera de clientes, nuestro pequeño empresario crea una peluquería urbana a domicilio, allá por los años 90.



Recordé este brillante caso durante la asignatura Innovación y Empresa, impartida por la profesora Raquel Merino: a diferencia de otras materias del Máster en Economía UFM-OMMA, gran parte de su contenido teórico era absolutamente desconocido para mí, pero las lecturas recomendadas y la documentación proporcionada para seguir las clases fueron muy buenas. En mi opinión, el examen fue uno de los más completos a los que me enfrenté en el máster.
Toda esa teoría comprendía un espectro bastante amplio de conceptos, desde el origen de la corporación mercantil y sus diversas formas jurídicas hasta los distintos modelos (Kondratiev, Schumpeter, Mensch, Dent) que explican los ciclos económicos largos y su relación con las olas de innovaciones tecnológicas desde la Revolución Industrial, pasando por los fundamentos de la legislación en defensa de la competencia, como consecuencia del paradigma neoclásico, o el papel de los beneficios extraordinarios y su influencia en el tamaño y la cuota de mercado de una empresa, como parte de un proceso competitivo no estático sino dinámico.
Me gustó especialmente el trabajo de Clayton Christensen y Joseph Bower: en 1995, estos autores incorporaron el concepto de innovación al análisis estratégico, identificando dos tipos de innovaciones tecnológicas, a las que llamaron “tecnologías sostenibles”, aquéllas que permiten mantener una mejora constante de algo que los clientes existentes ya valoran, y “tecnologías disruptivas”, aquéllas que ofrecen algo distinto de lo que ya existe, pudiendo incluso ser peor en algún sentido para los actuales clientes y que, por tanto, tiende a valorarse sólo en nuevos mercados.
Posteriormente, Christensen sustituyó la palabra “tecnología” por “innovación”, reflejando que es el uso que hacemos de una determinada tecnología lo que provoca la ruptura del statu quo, no la tecnología en sí misma. Esa idea le permitió definir dos tipos de innovaciones disruptivas: de perfil bajo (compitiendo en el mismo mercado que las innovaciones sostenibles, pero con una estructura de costes diferente, lo que determinará la estrategia competitiva de la empresa) y de nuevo mercado (compitiendo en un mercado diferente, ya sea porque se buscan nuevos clientes o nuevas aplicaciones del producto o servicio que no son demandas por los clientes existentes).
Detrás de las ideas de Christensen y Bower, se encontraba el concepto de destrucción creativa de Joseph Schumpter, íntimamente relacionado con el de innovación: en su búsqueda de nuevos productos y servicios, nuevos mercados y nuevos procesos de producción, el empresario sustituye continuamente lo existente por lo nuevo, de manera que la empresa siempre está cambiando.
Esta visión dinámica de la función empresarial hizo que me cuestionara algunas ideas sobre la estrategia corporativa: mi conocimiento se limitaba al modelo de las 5 fuerzas de Porter (las barreras de entrada, los productos o servicios sustitutivos, el poder de negociación con proveedores, el poder de negociación con clientes y los competidores dentro del sector de la empresa) y sus estrategias genéricas (diferenciación y liderazgo en costes), cuyo objetivo no es otro que minimizar el impacto negativo de dichas fuerzas, ya sea contrarrestándolas o influyendo en ellas si es posible.
Volviendo a leer a Michael Porter, entendí su relación con el modelo de competencia perfecta de la Escuela Neoclásica: es conocido su análisis externo a la empresa, centrado en el sector de la misma, pero no tanto los supuestos necesarios para que su aplicación tenga sentido. Me di cuenta de que su modelo asume que el mercado se encuentra en equilibrio, que la información es objetiva y constante, y que la función empresarial es simplemente una función de producción, con entradas y salidas, para asignar eficientemente los recursos y extraer valor.
Ya he comentado en otras ocasiones mi preferencia por el concepto de mercado de la Escuela Austríaca frente al de la Escuela Neoclásica, pero me gustaría reseñar brevemente los elementos que, a mi juicio, también hacen que sea un mejor marco teórico para construir un modelo de análisis estratégico, que encajaría perfectamente con las innovaciones disruptivas y sostenibles de Christensen.
Y es que un mercado dinámico, que nunca alcanza el punto de equilibrio, hace que siempre haya oportunidades de negocio por descubrir: ese descubrimiento continuo por parte del empresario es lo que permite obtener beneficios en un mundo de incertidumbre e información dispersa, que cambia constantemente. Los cambios se manifiestan en forma de innovaciones, que son las armas que tienen los emprendedores para crear valor y obtener una ventaja competitiva frente a sus competidores: dicha ventaja siempre es temporal, ya que puede ser imitada por el resto del mercado en ausencia de barreras de entrada impuestas por los poderes públicos.
No pretendo negar que muchas empresas obtienen su ventaja competitiva a partir del análisis externo del sector en el que compite, sobre todo cuando se combina con la visión interna del análisis de los recursos disponibles: sin embargo, esa visión no tiene en cuenta elementos fundamentales como la función empresarial y el impacto de las innovaciones, conceptos que sí están presentes en la Escuela Austríaca y que permiten, por tanto, explicar ciertos entornos empresariales más cerca de Christensen que de Porter.
Y ahí fue cuando recordé el caso mencionado al principio: al contrario de lo que piensa mucha gente hoy en día, innovar es algo más que crear una nueva aplicación para un dispositivo móvil…

Sobre innovación y empresa


Ejemplo real que alguien me contó en una clase de Dirección Estratégica (no tengo motivos para dudar de su veracidad): una peluquería en el centro de Madrid, en uno de los barrios más caros de España, con una clientela razonablemente estable (en su mayoría, mujeres de mediana edad con poder adquisitivo medio-alto) y varios ayudantes relativamente bien pagados. Cuando llega la crisis, una de tantas, hay que liquidar el negocio y pagar indemnizaciones, bastante altas dada la regulación española: sólo cabe reinventarse, así que con una pequeña moto para moverse por la ciudad, una agenda y su cartera de clientes, nuestro pequeño empresario crea una peluquería urbana a domicilio, allá por los años 90.


Wednesday, June 15, 2016

¿Cuántos pobres hubo en España en 2015?

El grillete que sigue atando a muchos españoles a la pobreza es el difícil acceso al mercado laboral.

Flickr/Francisco Sepúlveda
La tasa de riesgo de pobreza y exclusión social (tasa Arope) se redujo en 2015 desde el 29,2 al 28,6% de la población. Sigue siendo una tasa muy elevada (en 2008, antes de desatarse la crisis en toda su intensidad, era del 23,8), pero al menos ha dejado de crecer. Ahora bien, ¿qué significa que el 28,6% de la población española se halla en una situación de "riesgo de pobreza y exclusión social"?
Lo primero a aclarar es que lo anterior no implica que casi un 30% de los españoles sean pobres: en realidad, son ciudadanos que se supone que podrían llegar a ser pobres si permanecieran durante mucho tiempo en su actual situación. ¿Y cuál es su situación actual? Un 22,1% de los españoles percibe rentas inferiores al llamado umbral de pobreza (8.010 euros anuales para hogares unipersonales, 16.823 euros para hogares con dos adultos y dos niños); el 12,8% experimenta "baja densidad en el empleo" (trabajar menos del 20% de las horas que podría trabajar) y el 6,7% sufre carencia material severa (insuficiencia de ciertos bienes que consideramos esenciales para mantener una vida digna).



Evidentemente, existen muchas intersecciones entre esos tres grupos (en caso contrario, la tasa Arope no sería del 28,6%, sino del 41,6%): la mayor parte de los que sufren carencia material severa es porque perciben rentas inferiores al umbral de pobreza; a su vez, muchos de los que perciben rentas inferiores al umbral de pobreza presentan una baja densidad en el empleo. La tasa Arope del 28,6% indica, justamente, cuántos españoles están en al menos uno de estos tres grupos.
Con todo, estar en uno de esos tres grupos no implica necesariamente ser pobre (sino, como digo, estar en riesgo de pobreza o exclusión social). Por ejemplo, una persona que esté desempleada integrará la categoría de "baja densidad en el empleo", pero podría contar con amplios ahorros (o con prestaciones públicas) que le permitieran no vivir como pobre. A su vez, una persona que ingrese 8.000 euros anuales puede ser propietario de su casa y residir en una zona donde el coste de la vida es más bajo que en la media de España (el umbral de pobreza de 8.010 euros por persona es el mismo para todo el territorio nacional, cuando evidentemente no es igual de costoso vivir en el centro de Madrid que en un pueblecito extremeño). Ciertamente, podríamos admitir que todas estas personas están en riesgo de ser pobres (por eso se denomina tasa de riesgo de pobreza o exclusión social), pero no necesariamente que ya son pobres.
¿Cómo medir, entonces, la pobreza en España? A mi juicio, el indicador que más se le acerca es el de carencia material severa: a saber, cuántos españoles carecen de determinados bienes esenciales para poder desarrollar una buena vida. La tasa Arope considera que hay nueve bienes básicos para vivir dignamente:
  1. Irse de vacaciones al menos una semana al año.
  2. Comer carne, pollo o pescado al menos cada dos días.
  3. Mantener la vivienda con una temperatura adecuada.
  4. Afrontar gastos imprevistos (de 650 euros).
  5. No retrasarse en el pago de gastos relacionados con la vivienda principal (hipoteca o alquiler, recibos de gas, comunidad...) o en compras a plazos en los últimos 12 meses.
  6. Automóvil.
  7. Teléfono (incluido teléfono móvil).
  8. Televisor en color.
  9. Lavadora.
Si alguien no puede permitirse afrontar cuatro de los anteriores nueve gastos, la tasa Arope lo cataloga como persona que sufre de "carencia material severa", esto es, pobre. En 2015, como dijimos, el 6,7% de los españoles estaba en esa situación, es decir, unos 3 millones de personas. De ellos, unos 2,25 millones eran mayores de 16 años y 750.000 eran menores de 16 años. ¿Y por qué 2,25 millones de adultos (y, en consecuencia, 750.000 menores a su cargo) padecían de carencia material severa? La mayor parte porque se encontraban desempleados (860.000) y otra parte importante porque estaban inactivas (alrededor de 600.000); otras 660.000 personas padecían de carencia material pese a tener un empleo y casi 120.000 eran jubilados. Por consiguiente, el grillete que sigue atando a muchos españoles a la pobreza es el difícil acceso al mercado laboral: sólo el 3,7% de las personas con empleo padecen de carencia material severa (y en su mayor parte serán personas con empleo precario, un problema que también se explica por la distorsionada realidad de nuestro mercado laboral).
Cabe, no obstante, efectuar un matiz adicional: que una persona sea incapaz de hacer frente a cuatro de los nueve gastos anteriores puede que la califique como pobre, pero desde luego no como extremadamente pobre. Si queremos acotar más el significado de pobre para incluir a, por ejemplo, aquellas personas con dificultades para acceder a una alimentación saludable (en concreto, aquellas que no pueden permitirse comer carne o pescado una vez cada dos días), llegaremos a la cifra de que sólo el 2,5% de los españoles (1,15 millones de personas) se encuentran en esa situación, de la que afortunadamente escaparon 275.000 a lo largo de 2015. De los 1,15 millones incapaces de mantener una alimentación saludable, 370.000 son parados, 260.000 son inactivos, 90.000 son jubilados, 200.000 son empleados y 230.000 son menores de edad a cargo de los anteriores.
En definitiva, ésta es la auténtica magnitud del drama social de España: una magnitud que debería tratar de acotarse, en primer lugar, ampliando las escasas oportunidades actualmente disponibles por muchos de estos grupos de ciudadanos. A saber, bajando impuestos y liberalizando la economía. Que la mayor parte de la pobreza se deba a la muy difícil inserción laboral de una parte de los españoles es algo que en buena medida puede enmendarse a muy corto plazo: basta con eliminar costosas e innecesarias trabas regulatorias a la creación de empresas y de empleo.
- Seguir leyendo: http://www.libremercado.com/2016-05-29/juan-ramon-rallo-cuantos-pobres-hubo-en-espana-en-2015-79115/

¿Cuántos pobres hubo en España en 2015?

El grillete que sigue atando a muchos españoles a la pobreza es el difícil acceso al mercado laboral.

Flickr/Francisco Sepúlveda
La tasa de riesgo de pobreza y exclusión social (tasa Arope) se redujo en 2015 desde el 29,2 al 28,6% de la población. Sigue siendo una tasa muy elevada (en 2008, antes de desatarse la crisis en toda su intensidad, era del 23,8), pero al menos ha dejado de crecer. Ahora bien, ¿qué significa que el 28,6% de la población española se halla en una situación de "riesgo de pobreza y exclusión social"?
Lo primero a aclarar es que lo anterior no implica que casi un 30% de los españoles sean pobres: en realidad, son ciudadanos que se supone que podrían llegar a ser pobres si permanecieran durante mucho tiempo en su actual situación. ¿Y cuál es su situación actual? Un 22,1% de los españoles percibe rentas inferiores al llamado umbral de pobreza (8.010 euros anuales para hogares unipersonales, 16.823 euros para hogares con dos adultos y dos niños); el 12,8% experimenta "baja densidad en el empleo" (trabajar menos del 20% de las horas que podría trabajar) y el 6,7% sufre carencia material severa (insuficiencia de ciertos bienes que consideramos esenciales para mantener una vida digna).