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Wednesday, June 15, 2016

Por qué Brexit sí y Catalunya no

Brexit
Por qué Brexit sí y Catalunya no.
No hay nada intrínsecamente bueno o malo en que una región o un país se independicen; depende del contexto. Y el mejor ejemplo para hacer esa evaluación es contrastar dos situaciones actuales: la independencia de Gran Bretaña de la Unión Europea, y la independencia de Cataluña de España.
Dejando aparte los diferentes aspectos históricos y legales de esas dos situaciones, la cuestión contextual esencial a considerar es si la independencia (o la separación) en cada caso va a promover los derechos individuales, o a violarlos.


En el caso del llamado “Brexit” – o sea, “Britain exit”, la salida de Gran Bretaña de la UE – el objetivo es liberarse del control y del colectivismo cada vez más opresivo de las instituciones europeas. Un excelente video a favor del Brexit explica elocuentemente por qué es deseable la separación de Gran Bretaña del resto de Europa: un país debe tener control de sus leyes y de su futuro, y ese control debe residir en sus ciudadanos, quienes a su vez deben poder cambiar a su gobierno si éste no les sirve (en el doble sentido de la palabra “servir”). Hoy, los derechos de los británicos están siendo violados por la enorme y destructiva burocracia en Bruselas; por lo tanto, su independencia es, no sólo deseable, sino absolutamente necesaria para su supervivencia a largo plazo.
En el caso de Cataluña, el objetivo de los líderes nacionalistas es exactamente el opuesto. Ellos no buscan construir una sociedad libre que proteja los derechos individuales de sus ciudadanos, lo cual sería una razón moral y práctica a favor de la separación; lo que buscan es más control, es ser ellos mismos quienes opriman a sus ciudadanos, es cambiar la opresión central de Madrid por la opresión local de Barcelona: son los mismos perros con distintos collares. Esos buscadores de poder se oponen a la verdadera libertad, llamándola “libertad salvaje”, y proponen otro tipo de “libertad”, una libertad adulterada, una libertad parcial que ellos determinarán hasta dónde puede llegar. Su actitud la resume esta memorable y condescendiente frase: “Si tenemos que dar un poco más de libertad, lo haremos”.
¿Y yo qué tengo que ver con todo eso?, puedes estar preguntándote. Pues porque vivas donde vivas, y aunque te sientas física y emocionalmente alejado de esas decisiones, estás siendo seriamente afectado por ellas. Darle la vuelta a la deprimente situación actual del mundo ha de empezar en algún sitio concreto donde las ideas racionales consigan echar raíces, y ese sitio no va a ser un país minúsculo sin recursos o un enclave en alguna isla desierta, como los “paraísos” libertarios más o menos anarquistas que algunos intelectuales imaginan. Y cómo evolucione el mundo te va a afectar, quieras o no, estés en España o en USA o en Latinoamérica o en Singapore.
Lo ideal sería que un país desarrollado fuese el promotor de esas ideas racionales y asumiese el liderazgo intelectual y moral que el mundo necesita. Brasil tiene un movimiento intelectual embrionario favorable a Objetivismo, pero aún está por demostrar que su inercia cultural puede ser frenada. Gran Bretaña, en cambio, tiene tanto el tamaño como la tradición de liderar al mundo en ideas racionales, y podría convertirse en una enorme Quebrada de Galt (ver La Rebelión de Atlas), desde donde el mundo – esta vez, un mundo racional – vuelve a nacer.
Estados Unidos no se convirtió en líder mundial por el mero hecho de independizarse de Gran Bretaña (muchas colonias se han independizado a lo largo de la historia), sino por las ideas que fundaron al país: reconociendo al individuo como un fin en sí mismo, dándole sus ciudadanos (y a futuros inmigrantes) la oportunidad de trabajar y prosperar sin coerción del gobierno, o sea, haciendo posible el sentido de vida americano y su corolario, el “American dream”.
Muchas de esas ideas pro-libertad habían surgido de la Ilustración, del trabajo de pensadores como Isaac Newton y John Locke, y fueron los Padres Fundadores – en su mayoría también de ascendencia británica – quienes las plasmaron en la Constitución. Ahora, 240 años más tarde, Gran Bretaña tiene la oportunidad de recuperar el liderazgo político y económico mundial que en su día cedió a Estados Unidos, y que éstos no están siendo capaces de mantener.
La separación de Cataluña no parece ir a ningún sitio, “gracias a Dios”. Pero ojalá que los votantes británicos entiendan a fondo el asunto político más importante de sus vidas, y que el Brexit vaya adelante. Por sí solo, el hecho de que Gran Bretaña salga de la UE no garantiza que el mundo vaya a cambiar para mejor, pero hará que ese cambio sea posible. Será un paso en la dirección correcta, un primer paso hacia la salvación que aún podemos tener esperanza de ver durante nuestras vidas.

Por qué Brexit sí y Catalunya no

Brexit
Por qué Brexit sí y Catalunya no.
No hay nada intrínsecamente bueno o malo en que una región o un país se independicen; depende del contexto. Y el mejor ejemplo para hacer esa evaluación es contrastar dos situaciones actuales: la independencia de Gran Bretaña de la Unión Europea, y la independencia de Cataluña de España.
Dejando aparte los diferentes aspectos históricos y legales de esas dos situaciones, la cuestión contextual esencial a considerar es si la independencia (o la separación) en cada caso va a promover los derechos individuales, o a violarlos.

Tuesday, June 14, 2016

GRETEL LEDO Venezuela: Cuando la diplomacia no es suficiente


Imagen: Marquinam.

El país atraviesa hoy uno de sus peores momentos históricos
 
 
El león no puede protegerse de las trampas y el zorro no puede defenderse de los lobos. Uno debe ser por tanto un zorro para reconocer trampas y león para asustar a los lobos. (Nicolás Maquiavelo 1469 – 1527)

Maquiavelo afirmaba que la política no tiene relación con la moral. Indudablemente el pueblo venezolano piensa diferente y la comunidad internacional se está haciendo sentir. ¿A Maduro le queda poco tiempo?

Privación ilegítima de la libertad de civiles y dirigentes políticos no afines al gobierno, monopolio discursivo instaurado en medios de comunicación, caída del crudo, escasez de productos básicos, crisis económica acuciante, son tan sólo algunos de los disparadores que han desatado un resquebrajamiento en los niveles de confianza necesarios para gobernar una nación.

En Brasil los escándalos de corrupción y el profundo deterioro de la economía han desplazado a una presidencia elegida democráticamente. Venezuela hoy atraviesa uno de sus peores momentos históricos. Ya no se trata de un mero descontento popular. Está en juego el mismo orden democrático.

La Carta Democrática Interamericana que data del 11 de septiembre de 2001 reconoce que la democracia representativa es indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región. En este sentido, se recalca entre los propósitos de la Organización de Estados Americanos (OEA), el principio de no intervención. Pese a ello, se estipula que cualquier alteración o ruptura inconstitucional del orden democrático en un Estado del Hemisferio constituye un obstáculo insuperable para la participación del gobierno de dicho Estado en la Organización. Así, conforme al Art. 3 son elementos esenciales de la democracia representativa: el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos.
La democracia requiere para sí transparencia en las actividades gubernamentales,  respeto por los derechos sociales y libertad de expresión y de prensa.

Argentina protagonizó la confusión constante en un río revuelto de aguas turbias. Pocos días atrás el seno del Presidente Macri pedía a gritos un “llamado a la acción” mientras que, la Canciller Malcorra, se distanciaba haciendo uso del arte de la diplomacia: “el problema de Venezuela lo tienen que resolver los venezolanos entre sí, encontrando un mecanismo de diálogo que les permita decidir cómo van a resolver la crisis”. Pareciese que apelar a la Carta no fuese la solución. Pese a ello no podemos eludir como país nuestra condición. Hoy presidimos el Consejo Permanente de la OEA.

La fuerte demanda instada por la comunidad internacional sumada a la solicitud del Secretario General, Luis Almagro y el objeto de críticas a los que se vio sometida Argentina frente a la inactividad política, llevó a que finalmente nuestro país convocase a una sesión extraordinaria. El próximo 23 de junio, la OEA votará si corresponde o no la Carta Democrática al país petrolero. Se espera la aplicabilidad del Art. 20: “En caso de que en un Estado Miembro se produzca una alteración del orden constitucional que afecte gravemente su orden democrático, cualquier Estado Miembro o el Secretario General podrá solicitar la convocatoria inmediata del Consejo Permanente para realizar una apreciación colectiva de la situación y adoptar las decisiones que estime conveniente. El Consejo Permanente, según la situación, podrá disponer la realización de las gestiones diplomáticas necesarias, incluidos los buenos oficios, para promover la normalización de la institucionalidad democrática.”

De no prosperar la vía diplomática y una vez constatada la ruptura del orden democrático, la Asamblea General está facultada a suspender a Venezuela del ejercicio de su derecho de participación en la OEA. Se requiere para ello del voto afirmativo de los dos tercios de los Estados Miembros. La suspensión entrará en vigor de manera inmediata (Art. 21).

No se trata de una simple suspensión. Se alecciona a un país y se lo alerta internacionalmente estableciendo una clara valla a la impunidad de los dirigentes de turno que se entronan en los gobiernos bajo un marco despótico ultrajando los derechos inalienables de todo ciudadano. La democracia garantiza una convivencia ordenada política y socialmente, el respeto a la dignidad humana, la libertad, los derechos de todos y cada uno de los miembros. Se refuerza y profundiza con la participación libre de todos los habitantes.

La libertad dignifica la esencia de todo hombre y la democracia es el marco para su desarrollo. Sin democracia no se ejercitan los derechos y libertades individuales, no se protegen los derechos humanos básicos, como la libertad de expresión y el derecho a la protección de la ley en un plano de igualdad, la oportunidad de organizarse y participar plenamente en la vida política, económica y cultural de una sociedad.

Pasar por alto lo que sucede en Venezuela y alegar que se trata de una problemática meramente nacional y soberana implica lisa y llanamente convalidar lo que sucede puertas adentro de una nación. No se trata de una situación particular. Vidas humanas en juego y un sistema democrático que resquebraja el espíritu de la OEA.
No siempre la vía diplomática es la adecuada. ¿Hasta cuándo será utilizada como “excusa ligera” para no intervenir? La comunidad de valores puede llegar a provocar un viraje de cosmovisiones. Tenemos la oportunidad histórica como región para marcar la diferencia frente a la indiferencia reinante.


Gretel Ledo
Analista Política Internacional. Magister en Relaciones Internacionales Europa – América Latina (Università di Bologna). Abogada, Politóloga y Socióloga (UBA)

GRETEL LEDO Venezuela: Cuando la diplomacia no es suficiente


Imagen: Marquinam.

El país atraviesa hoy uno de sus peores momentos históricos
 
 
El león no puede protegerse de las trampas y el zorro no puede defenderse de los lobos. Uno debe ser por tanto un zorro para reconocer trampas y león para asustar a los lobos. (Nicolás Maquiavelo 1469 – 1527)

Maquiavelo afirmaba que la política no tiene relación con la moral. Indudablemente el pueblo venezolano piensa diferente y la comunidad internacional se está haciendo sentir. ¿A Maduro le queda poco tiempo?

Privación ilegítima de la libertad de civiles y dirigentes políticos no afines al gobierno, monopolio discursivo instaurado en medios de comunicación, caída del crudo, escasez de productos básicos, crisis económica acuciante, son tan sólo algunos de los disparadores que han desatado un resquebrajamiento en los niveles de confianza necesarios para gobernar una nación.