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Monday, August 15, 2016

Ecuador: Desconociendo la realidad

Ecuador: Desconociendo la realidad

Por Gabriela Calderón de Burgos 
Recientemente el presidente dijo: “Colombia nos depreció la moneda. Perú nos depreció la moneda, y nosotros no pudimos responder”. Esto asume algo que simplemente no ocurre en la vida real. Los gobiernos de estos países, al igual que el de Ecuador si tuviese moneda propia, no tienen la capacidad de determinar un tipo de cambio real para su moneda.
Esto es así porque el mundo de hoy está de cierta forma “dolarizado”. Ronald McKinnon explicaba en su libro (2013) que el dólar se encuentra en un 85 a 90% de las transacciones interbancarias de tipo de cambio a nivel mundial, la mayoría de los gobiernos utilizan al dólar como reservas y la mayoría de las materias primas comercializadas a nivel internacional son facturadas en dólares.


¿De qué nos serviría devaluar frente a la caída del precio del petróleo? El presidente explicó: “Mucho más sencillo sería tener tipo de cambio, que se deprecie un poco la moneda, se fomenten las exportaciones, se restringen las importaciones y se corrige el desbalance externo”.
Pero esto incurre en la tradicional falacia de Nirvana. Ante algo imperfecto, se presume que existe una alternativa perfecta. Como sabemos, las utopías no son alternativas reales. El economista Larry White explica que las únicas dos alternativas reales a la dolarización son: (1) un tipo de cambio ajustable y (2) un tipo de cambio en libre flotación. No se trata de un “régimen imaginario en el que las depreciaciones precisamente calibradas del tipo de cambio de la moneda local son administradas por expertos justo cuando es necesario ajustar los salarios, una mejora por sobre la dolarización sin incurrir en costos. Darle a un banco central como el de Ecuador la discreción de emitir su propia moneda es deshacerse del ancla en el dólar que actualmente mantiene en su lugar las expectativas de inflación del público y estabiliza el sistema”.
También se ha dicho que la apreciación del dólar nos resta competitividad. Steve Hanke señaló durante su visita a Guayaquil en julio: “Suiza ha tenido la moneda más fuerte del mundo durante los últimos 100 años... se ha apreciado alrededor de 1% al año en relación al dólar americano... pero la economía exportadora de Suiza y la competitividad de la industria suiza es superior a casi cualquier lugar en el mundo... ¿qué está pasando?... la moneda fuerte obliga al Gobierno a desregular la economía”. Otros ejemplos son los de Alemania y Japón.
Finalmente, el estatus de la balanza comercial no es un indicador relevante para determinar el bienestar de los ciudadanos de un país. Algunas autoridades han celebrado esta semana que la balanza comercial ha vuelto a estar en “azul” sin percatarse de que esto pasa justo cuando el país atraviesa un segundo año decepcionante en cuanto al crecimiento económico y el empleo. No olvidemos tampoco que la última vez que la balanza comercial estuvo así de “bien” fue el “fenomenal” año 2000 y sin que existan salvaguardias. Así que tampoco procede el regodeo del Gobierno, dado que la balanza comercial se suele autocorregir con o sin intervenciones suyas que no hacen más que encarecer artificialmente el costo de consumir y producir en el país.

Ecuador: Desconociendo la realidad

Ecuador: Desconociendo la realidad

Por Gabriela Calderón de Burgos 
Recientemente el presidente dijo: “Colombia nos depreció la moneda. Perú nos depreció la moneda, y nosotros no pudimos responder”. Esto asume algo que simplemente no ocurre en la vida real. Los gobiernos de estos países, al igual que el de Ecuador si tuviese moneda propia, no tienen la capacidad de determinar un tipo de cambio real para su moneda.
Esto es así porque el mundo de hoy está de cierta forma “dolarizado”. Ronald McKinnon explicaba en su libro (2013) que el dólar se encuentra en un 85 a 90% de las transacciones interbancarias de tipo de cambio a nivel mundial, la mayoría de los gobiernos utilizan al dólar como reservas y la mayoría de las materias primas comercializadas a nivel internacional son facturadas en dólares.

Thursday, August 11, 2016

Debilidad estructural

Isaac Katz considera que la debilidad estructural en la economía mexicana es la ausencia de un Estado de Derecho sólido.

Isaac Katz es investigador y catedrático del Instituto Autónomo de México.
El INEGI dio a conocer dos indicadores que apuntan hacia un estancamiento de la economía. Primero, una estimación oportuna del PIB en el segundo trimestre y segundo, los indicadores cíclicos para el mes de mayo.
Respecto de la estimación oportuna del PIB, la actividad económica durante el segundo trimestre decreció 0,3% respecto del primer trimestre y un crecimiento con relación al segundo trimestre del año pasado de únicamente 1,4%. Por sectores de actividad respecto del trimestre previo, el primario decreció 0,1%, el secundario cayó 1,7% y el terciario no cambió. Respecto del segundo trimestre del 2015, el primario creció 4,3%, el secundario disminuyó en 0,5%, mientras que el terciario creció en 2,4%.



Por lo que toca a los indicadores cíclicos, el coincidente a mayo se ubicó en 99,9 puntos (con una disminución respecto a abril de 0,02 puntos), mientras que el índice adelantado a junio se ubicó en 99,4 puntos (una caída de 0,03 puntos en relación a mayo).
Es claro que la economía no va bien y las expectativas de crecimiento para éste y el próximo año se han revisado a la baja. Se pueden adelantar explicaciones puntuales sobre el mediocre crecimiento que ha tenido recientemente la actividad económica, como es el bajo crecimiento de la economía estadounidense y su efecto sobre las exportaciones manufactureras, la disminución en el valor de la producción petrolera, así como el dispendio e ineficacia del gasto público. El problema, a mi parecer, es uno más profundo, uno que es realmente estructural y que se centra en la debilidad del estado de derecho prevaleciente en México. Un indicador de ello es que México, a pesar de tener una posición geográfica envidiable, con un tratado de libre comercio con la economía más grande del mundo, reciba flujos de inversión extranjera directa que apenas llegan a representar el 2% del PIB.
México es un país de leyes solo porque son muchas, no porque sean eficientes y menos aún porque se cumplan. Un íntegro estado de derecho tiene cuatro elementos centrales. Primero, en el marco legal tienen que estar eficientemente definidos los derechos de propiedad. Segundo, los agentes económicos privados deben tener la libertad de utilizar sus recursos mientras en el ejercicio de esa libertad no atenten en contra de los derechos de terceros. Tercero, todo intercambio tiene que ser libre y voluntario, lo cual requiere que todos los mercados operen en competencia. Cuarto, que el poder judicial sea independiente, imparcial, eficiente y expedito y que garantice el cumplimiento de los contratos y proteja los derechos privados de propiedad en contra de actos de terceros, incluidos los actos de gobierno que los vulneren.
Es claro que estamos muy lejos de ser un país en el que predomine el estado de derecho: las leyes, empezando por la constitución, no son eficientes; existe una continua violación de los derechos privados de propiedad; no todas las transacciones son enteramente voluntarias dada la existencia de prácticas monopólicas privadas y gubernamentales; y, finalmente, el poder judicial no está garantizando la inviolabilidad de la propiedad privada ni el cumplimiento de los contratos.
Elementos coyunturales podrán explicar puntualmente el desempeño de tal o cual sector de actividad en un periodo dado, pero no pueden explicar el que la economía mexicana lleve más de tres décadas creciendo a tasas más que mediocres, un crecimiento promedio anual de solo 2%. Debilidad del estado de derecho, corrupción e impunidad son los elementos que lo explican y mientras esto no cambie, difícilmente experimentaremos un mejor desempeño.

Debilidad estructural

Isaac Katz considera que la debilidad estructural en la economía mexicana es la ausencia de un Estado de Derecho sólido.

Isaac Katz es investigador y catedrático del Instituto Autónomo de México.
El INEGI dio a conocer dos indicadores que apuntan hacia un estancamiento de la economía. Primero, una estimación oportuna del PIB en el segundo trimestre y segundo, los indicadores cíclicos para el mes de mayo.
Respecto de la estimación oportuna del PIB, la actividad económica durante el segundo trimestre decreció 0,3% respecto del primer trimestre y un crecimiento con relación al segundo trimestre del año pasado de únicamente 1,4%. Por sectores de actividad respecto del trimestre previo, el primario decreció 0,1%, el secundario cayó 1,7% y el terciario no cambió. Respecto del segundo trimestre del 2015, el primario creció 4,3%, el secundario disminuyó en 0,5%, mientras que el terciario creció en 2,4%.


Monday, August 1, 2016

Mercosur: ¿la suerte está echada?

Víctor Pavón indica que en el Mercosur desde hace tiempos no rigen los principios jurídicos, sino el criterio político, y que permanecer en este bloque perjudica a Paraguay.

Víctor Pavón es Gerente Ejecutivo de la Asociación Paraguaya de Universidades Privadas- APUP y autor de los libros Gobierno, justicia y libre mercado y Cartas sobre el liberalismo.
Solo un escritor como Franz Kafka podría darnos una mano desde la literatura para comprender lo que ocurre en el Mercosur. ¿Un dictador como representante del bloque? Tanto desprecio por la justicia y por sobrevalorar el caudillismo populista en la política, hace que en nuestra región el escenario se vuelva kafkiano, esto es, una situación absurda, insólita, frustrante y surrealista.
La presidencia pro tempore para Venezuela —que sería igual a decir “apoyamos al régimen de Nicolás Maduro”, se configura con la famosa frase atribuida por Suetonio al emperador romano Julio César, en el momento en que este cruzara el río Rubicón: alea jacta est (la suerte está echada). Solo que esta vez va como una interrogante.



Con el advenimiento del socialismo del siglo XXI, el Mercosur recibió una estocada mortal en estos últimos años. Presidentes de la República, cancilleres, ministros, políticos y hasta organismos de derechos humanos contemplaron sin ruborizarse el grave deterioro de los derechos ciudadanos. Y fue en el Mercosur donde se dieron los pasos de riesgo; pasos que llevan finalmente a la confrontación.
Y si bien hoy día este escenario es diferente a lo que antaño conllevaba a las guerras, lo que viene sucediendo en el bloque son señales de alerta por las reiteradas decisiones arbitrarias y violatorias del orden internacional. La institucionalidad jurídica se ve constantemente dañada; lo que supone ausencia de incentivos para el comercio internacional.
Esta extrema debilidad institucional le ha provocado graves daños al Paraguay. Desde el proteccionismo comercial, pasando por trabas arancelarias y el continuo aumento del Arancel Externo Común, hasta la suspensión en el año 2012 por un supuesto quiebre del orden democrático, el Mercosur se ha venido a convertir en un obstáculo en vez de ser una vidriera para mostrarnos al mundo para así atraer capitales, exportar todavía más y crear puestos de trabajo.
Esta vez, una nueva bofetada al Paraguay se está consumando. La presidencia pro témpore para Maduro no es más que la continuación del dogma impuesto de hacer valer el criterio político sobre lo jurídico, como en efecto en su momento lo dijo el presidente uruguayo, Pepe Mujica, para justificar la suspensión a nuestro país luego del juicio político constitucionalmente llevado a cabo.
En el Mercosur, por supuesto, desde hace bastante tiempo no rigen los principios jurídicos que avalan las buenas relaciones internacionales. Manda el criterio político, una conducta típicamente del subdesarrollo cuando deja de lado la variable jurídica, entendida ésta última como la establecida sobre valores y principios de justicia, igualdad ante la ley, así como el respeto irrestricto a la soberanía del individuo como poseedor de derechos inalienables de buscar su felicidad sin dañar a nadie.
El problema que tenemos con Venezuela para que acceda a la presidencia pro témpore del Mercosur no es con su pueblo, una sociedad que sufre el constante asedio de la violencia estatal para ni siquiera permitirles comprar o vender bienes y servicios de primera necesidad.
El problema con Venezuela se llama Nicolás Maduro y sus cómplices del socialismo del siglo XXI que siguen expoliando a su gente bajo el pretexto de la lucha en favor de los pobres que, en realidad y como se ha visto, consiste en una lucha de clases de raigambre marxista que hace finalmente a los pobres más pobres de lo que son. Entregar a Venezuela la presidencia pro témpore del Mercosur será un aliciente para el régimen bolivariano de Nicolás Maduro y así traicionar las esperanzas de un pueblo que padece las más detestables violaciones a sus libertades y propiedad privada.

Mercosur: ¿la suerte está echada?

Víctor Pavón indica que en el Mercosur desde hace tiempos no rigen los principios jurídicos, sino el criterio político, y que permanecer en este bloque perjudica a Paraguay.

Víctor Pavón es Gerente Ejecutivo de la Asociación Paraguaya de Universidades Privadas- APUP y autor de los libros Gobierno, justicia y libre mercado y Cartas sobre el liberalismo.
Solo un escritor como Franz Kafka podría darnos una mano desde la literatura para comprender lo que ocurre en el Mercosur. ¿Un dictador como representante del bloque? Tanto desprecio por la justicia y por sobrevalorar el caudillismo populista en la política, hace que en nuestra región el escenario se vuelva kafkiano, esto es, una situación absurda, insólita, frustrante y surrealista.
La presidencia pro tempore para Venezuela —que sería igual a decir “apoyamos al régimen de Nicolás Maduro”, se configura con la famosa frase atribuida por Suetonio al emperador romano Julio César, en el momento en que este cruzara el río Rubicón: alea jacta est (la suerte está echada). Solo que esta vez va como una interrogante.


Wednesday, July 27, 2016

#Argentina Dejar atrás la pesada herencia del caudillismo – por Marcos Aguinis

#Argentina Dejar atrás la pesada herencia del caudillismo – por Marcos Aguinis

Marcos Aguinis - Foto: perfil.com 
Una de las grandes conquistas del Gobierno es haber conseguido gobernabilidad sin presidencialismo verticalista o autoritario, lo que inaugura una etapa de diálogo, lejos de censuras y discriminaciones.
Hace poco, mientras en el Foro del Bicentenario se hacía una evaluación del vapuleado primer semestre, Rosendo Fraga señaló que uno de los grandes logros del Gobierno fue conseguir gobernabilidad sin presidencialismo autoritario. Esta reflexión de íntima exactitud debe ser acentuada. En efecto, muchos ciudadanos y periodistas suelen quejarse del carisma flojo que exhibe el presidente Macri o su escamoteo a la demagogia en los discursos y su prudencia con la cadena nacional. No ladra, ni amenaza, ni hace burla, ni divide. Se limita a transmitir lo que piensa y siente, desprovisto de la actuación hipnotizante que enardece, pero también aliena. Es igual a sí mismo, igual a como era antes de ser primer mandatario. Reitera su deseo de trabajar en equipo, dialogar, corregir y, sobre todo, obtener la activa participación de toda la sociedad.



Esto es nuevo. Reconozcámoslo. Durante excesivas décadas nos encandilamos con mandatarios seguros y prepotentes, capaces de encender multitudes. Pocos fueron grandes oradores y honestos mandatarios a la vez, como Frondizi y Alfonsín. Arturo Illia -lo recordamos- tenía débil la voz, pero vigorosos el corazón y la cabeza. Este defecto habilitó críticas erradas que terminaron en un golpe de Estado. Urge tenerlo presente para no repetir semejante crimen. El embeleso de los discursos no alcanza.
En este primer semestre de esforzado remar se empezó a descorrer el telón de un escenario grotesco, pero en forma lenta. Esta lentitud también se critica y disgusta a muchos, sin advertir que no fue inmediata la denuncia porque Macri y su equipo tenían dudas (la duda es uno de los nombres de la inteligencia, Borges dixit). Si revelaban enseguida la delincuencial herencia, el informe podría haber sido entendido como improvisado, revanchista y mentiroso. Se adoptó el criterio de dar tiempo para que se entendiera mejor -se digiriese- el embuste colosal que constituyó el “relato”. Era preciso que también empezara a despabilarse la Justicia para que se iluminara el “proyecto” en su obscena perversidad: robar al Estado (al pueblo) con una codicia volcánica e insaciable. Fue tan burdo lo que se perpetró en el último régimen que millones no lograban ni logran entender cómo había ocurrido. Ahora vienen las consecuencias, claro. Difícil de admitir. Pero ocurre que nuestro país fue arrasado como en una guerra. No con bombas, sino con trampas y una hipocresía de dimensión inusitada.
El grotesco ha sido tan circense que ni el propio Almodóvar hubiera podido sospechar semejante guión. Hasta Karl Marx hubiera sido tentado a reclasificar las clases sociales, porque el kirchnerismo superó la división entre aristocracia, alta burguesía, pequeña burguesía, proletariado y lumpen proletariado. Los K establecieron una nueva clasificación, más simple y categórica, integrada sólo por dos clases: los afanadores y los afanados. ¿A qué clase social pertenecían Báez, López y la larga lista de sus semejantes poco antes de integrar la “nobleza” de los afanadores? Con esta nueva clasificación simplifican la sociología.
La gobernabilidad sin presidencialismo verticalista que está triunfando en la Argentina practica el diálogo con todos los sectores, hace funcionar a pleno el Congreso, estimula el desempeño independiente y más eficaz de la Justicia, evita la censura de prensa y la discriminación. Pero, como se trata de funcionarios que tienen las limitaciones de todo ser humano, son también pasibles de errores y delitos. En este semestre se ha insistido en que no habrá impunidad para nadie. En buena hora. Aunque no se puede exigir que nos gobiernen santos, sí podemos exigir que rija la ley.
Entre los tres pilares que desvelan al presidente Macri cobra relevancia la unidad nacional. Las dictaduras y los gobiernos autoritarios buscan lo opuesto: necesitan seguidores fanáticos y enemigos irredimibles. Por eso surgió la cacareada “grieta”. Los festejos del Bicentenario de la Independencia sirvieron para dar relieve al patriotismo profundo que anida en el pecho nacional y que no quiere la grieta. Repito: la mayoría de los ciudadanos no quiere la grieta. En consecuencia, es probable que se achique. Pero no ocurrirá de inmediato. Nos gustan los milagros y la salvación súbita. Sin embargo, como se ha machacado, “el país que creemos merecer será fruto de nuestro empeño, no de nuestras ilusiones. Del trabajo, no del llanto. De la producción, no del regalo”.
La anemia que parece sufrir una gobernabilidad sin verticalismo choca con el ADN que aún nos habita y en el que jugaron un rol preponderante los caudillos. Macri no revela espíritu de caudillo, es sólo -y nada menos- que el presidente de una república. Los caudillos descendían de los encomenderos de los tiempos coloniales. Blandían poder y riqueza de sesgo feudal. Eran amados por una población que se les sometía obnubilada. Fueron la ley, en minúscula, no la Ley, en mayúscula, que también los involucra y está sobre sus personas. La Ley encorseta a todos y fastidia a los autoritarios. Los caudillos fueron hombres chúcaros de lanzas y cuchillos, arraigados a la tierra, que les brindaba la ilusión de una estabilidad eterna. Hechos y mitos los proveían de una personalidad subyugante. Pero su personalismo excluyente frenaba el desarrollo económico y el crecimiento espiritual.
Esos rasgos son comunes a toda América latina. Así como los caudillos tienen sus antecedentes en los encomenderos, los dictadores y jefes autoritarios tienen sus antecedentes en los caudillos. Conforman un férreo devenir. Los hubo de toda ralea, tanto en la Argentina como en los demás países latinoamericanos. Algunos podían elevarse al altar de los héroes, pero la mayoría se enfangaba en los abusos del horror. Su poder armoniza con el infantilismo de las masas indiferenciadas, que necesitan de una mano fuerte que las guíe, aunque las guíe mal.
Tras las luchas por la independencia, cuando la Ley (mayúscula) no logra fundarse y sólo brillan retazos de la ley (minúscula), caudillos y caudillejos desgarran el continente con la excusa de defender a sus acólitos. Entonces Simón Bolívar, muy decepcionado, propinó estas conclusiones: “América es ingobernable para nosotros; caerá en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a manos de tiranuelos casi imperceptibles, de todos los colores”.
España no tuvo mejor suerte que sus ex colonias. Se dieron dentelladas la revolución y la contrarrevolución. Desde 1814 hasta 1876 cambió siete Constituciones, padeció dos guerras civiles y afrontó 35 levantamientos militares para derrocar al gobierno, de los cuales once fueron exitosos, aunque precarios. La clave de sus similitudes con nuestro continente radica en un pasado con tantos elementos comunes.
La etapa de mayor fuerza caudillesca suele denominarse anarquía. No generó progreso, sino letargo. Estaba constituida por señoríos independientes que se atacaban o pactaban según conveniencias del momento. No aceptaban ni reconocían más derechos políticos que los afines a sus intereses o los que consideraban intereses de su limitado pueblo. Por identificación con su jefe idealizado, ese pueblo disfrutaba la venganza o la reivindicación que juzgaba merecer. Con mutaciones de tono, eso se fue repitiendo en los presidencialismos verticalistas.
En teoría se los cuestiona, pero en el afecto gravita la nostalgia. La niñez que adora al padre fuerte no se borra con los años, sino que los años limitan fantasías o encubren la ambición. Tras dos siglos de independencia y 200 años de triunfos y derrotas, de ascensos y descensos, ingresamos en otra etapa (las anteriores fueron breves) de una gobernabilidad sin verticalismo. Aunque demande redoblar los esfuerzos, ilumina el horizonte con más intensidad. La intensidad de una esperanza bien fundada.

#Argentina Dejar atrás la pesada herencia del caudillismo – por Marcos Aguinis

#Argentina Dejar atrás la pesada herencia del caudillismo – por Marcos Aguinis

Marcos Aguinis - Foto: perfil.com 
Una de las grandes conquistas del Gobierno es haber conseguido gobernabilidad sin presidencialismo verticalista o autoritario, lo que inaugura una etapa de diálogo, lejos de censuras y discriminaciones.
Hace poco, mientras en el Foro del Bicentenario se hacía una evaluación del vapuleado primer semestre, Rosendo Fraga señaló que uno de los grandes logros del Gobierno fue conseguir gobernabilidad sin presidencialismo autoritario. Esta reflexión de íntima exactitud debe ser acentuada. En efecto, muchos ciudadanos y periodistas suelen quejarse del carisma flojo que exhibe el presidente Macri o su escamoteo a la demagogia en los discursos y su prudencia con la cadena nacional. No ladra, ni amenaza, ni hace burla, ni divide. Se limita a transmitir lo que piensa y siente, desprovisto de la actuación hipnotizante que enardece, pero también aliena. Es igual a sí mismo, igual a como era antes de ser primer mandatario. Reitera su deseo de trabajar en equipo, dialogar, corregir y, sobre todo, obtener la activa participación de toda la sociedad.