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Tuesday, November 1, 2016

Argentina: ¿Estábamos mejor con el kirchnerismo?

Por Roberto Cachanosky

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Dicen que mucha gente afirma que estaba mejor con los Kirchner que ahora. ¿Es cierta esta afirmación en caso que haya gente que afirme que estaban mejor con los Kirchner? Mi respuesta es sí pero basado en una ficción.
Veamos, durante 12 años el kirchnerismo utilizó, para estimular el consumo artificial, además del viento de cola, el stock de capital existente. Nos confiscó nuestros ahorros en las AFJP y usó esos ahorros de largo plazo para financiar el consumo artificial. Limitó las exportaciones de carne e hizo que la carne fuera artificialmente barata pero a costas de consumirnos 12 millones de cabezas de stock ganadero, por eso hoy cuesta una fortuna hacer un asado. Frenó los aumentos de tarifas de los servicios públicos dejando que se cayera el sistema energético. Lo que la gente dejaba de pagar por la cuenta de luz, lo destinaba a pagar la cuota del celular y los ejemplos al respecto pueden seguir.


Supongamos que vendo mi casa y el auto y me voy 1 año de viaje por Europa disfrutando de los mejores hoteles, restaurantes y comodidades. Cuando se me acaba la plata vuelvo a la Argentina y no tengo dónde ir a vivir, no tengo auto y encima me tengo que poner a trabajar. ¿Estaba mejor cuándo estaba en Europa? Obvio, lo que no cuento es cómo financié ese viaje y la ficción que fue vivir sin trabajar durante un año. Eso es lo que hizo el kircherismo. Reventó el stock de capital acumulado, además de destruir impositivamente a un sector de la sociedad, para financiar una fiesta de consumo artificial. Entonces ahora puede ser que algún despistado diga que antes estábamos mejor, lo que no dice es que esa forma de consumir no era sostenible en el tiempo. Que recurrieron a una gran ficción y que si hubiese ganado las elecciones el kirchnerismo o Cristina Fernández hubiese seguido en el poder, estaríamos peor que ahora (ver el caso Venezuela con el chavismo) y camino a una sistema cada vez más autoritario. La Argentina hubiese sido un calco de lo que describe von Hayek en Camino de Servidumbre.
De manera que si bien es cierto que con el kirchnerismo Argentina era una fiesta, era una fiesta que no podía seguir eternamente. Me parece que esto es lo que le falta explicar a la gente de Cambiemos. Transmitir con sencillez porque la gente cree que antes se vivía mejor que ahora.
De lo anterior no se desprende que yo coincida con la política económica del macrismo. Si bien el macrismo quitó las medidas económicas más guarangas que había dejado el kirchnerismo, como el cepo, la deuda con los holdouts, los controles de precios, etc., claramente no se animó ni a corregir los precios relativos (sigue regulando el tipo de cambio vía la tasa de interés), ni a hacer una reforma impositiva de fondo, ni a encarar una reforma del estado, ni a proponer una reforma laboral. Obviamente que no estoy diciendo que todas estas medidas estructurales tendría que haberse hecho en los casi 11 meses que lleva el macrismo en el poder, pero tampoco quedarse paralizados o incluso profundizar las medidas k como cuando funcionarios del gobierno se enorgullecen de que ahora hay más planes sociales que en la era k.
Mi punto es que hoy estamos peor que en la era k porque la era k fue una ficción de consumo, pero podríamos estar no tan mal si Macri hubiese elegido otro camino que el progresismo por el que optó.
Acá hay un dato que es relevante que el gobierno no quiere hacerse cargo que es que a Macri le vendieron el cuento de que es posible esquivar cualquier reforma y baja del gasto público. Le vendieron que por un efecto mágico la economía va a crecer y, por lo tanto, el gasto público va a disminuir su peso sobre el sector privado. Nada indica que ese efecto mágico vaya a producirse. Este gasto público aplasta y asfixia al sector privado sin dejarlo producir. Recordemos que la contrapartida del gasto público es la carga impositiva, el endeudamiento interno que genera el desplazamiento del sector privado del mercado crediticio, el endeudamiento externo que hace caer el tipo de cambio real afectando las exportaciones o la emisión monetaria que produce inflación.
Por ejemplo, lo que podría hacer el gobierno es, en vez de tomar deuda para financiar el déficit fiscal o hacer obras públicas, tomar deuda para financiar las indemnizaciones del sector público y reducir la enorme planta de personal. Baja el gasto y puede reducir la presión impositiva. La menor presión impositiva es un ingrediente para crecer y con el crecimiento de largo plazo se paga la deuda tomada para financiar la reducción del empleo público que dejó el kirchnerismo.
Respecto a los planes sociales, se puede utilizar la plata de fútbol para todos y algunos programas más para financiar escuelas de artes y oficios que podrán ser manejadas por las parroquias de cada barrio. Hoy en día faltan carpinteros, gasistas, electricistas y mil oficios más para las cuales podrían calificar quienes hoy reciben planes sociales. Una vez terminado el curso, podría ganarse la vida y el estado en menos de un año empezar a recortar la ayuda que los contribuyentes le brindan a quienes reciben un subsidio. El que vive sin trabajar empieza a generar riqueza con su trabajo y el contribuyente puede consumir más o ahorrar más por la menor carga tributaria que tiene que soportar. Todos mejoran su nivel de vida, salvo el que vivía de un subsidio si es que no le gusta trabajar.
Volviendo al tema de la deuda, a mí entender es mucho más lógico endeudarse para sanear el sector público y mejorar los flujos futuros de ingresos y egresos que endeudarse para seguir sosteniendo un estado que no le sirve a nadie.
Acá lo primordial es atraer inversiones para absorber la mano de obra que anualmente se incorpora al mercado laboral. Además hay que generar puestos de trabajo para los que viven de subsidios. Unos conseguirán mantenerse con los oficios que aprendan y otros podrán ir a trabajar al sector privado al igual que los empleados públicos.
Argentina necesita crear las condiciones institucionales necesarias para tener una tasa de inversión del orden del 30% del PBI de manera de crear los puestos de trabajo necesarios para solucionar el problema de flujo (jóvenes que anualmente se incorporan al mercado laboral) y stocks (gente que vive de subsidios y empleo público).
En síntesis, si uno dice que en la era k estábamos mejor, está diciendo una verdad a medias porque no aclara que era una ficción. Por otro lado, parte de la mala situación que hoy vive la gente es herencia del desastre que dejó el kircherismo, pero claramente podríamos estar mucho mejor si el gobierno dejara esa tendencia progre y se pusiera en serio a cambiar las reglas de juego para lograr esa inversión necesaria para crear puestos de trabajo.
Mientras tanto es obvio que no vamos a estar como estábamos en la fiesta populista k, pero se puede cambiar el rumbo sin dejar a la gente abandonada. El tema es dejar esa manía progre por la cual el estado “cuida” a la gente y empezar a liberar a la gente de las ataduras que le impone el estado para que la gente pueda desarrollar su capacidad de innovación.
Solo cuando se animen a empezar a bajar gasto público y a reducir la carga tributaria, la economía comenzará a transitar una senda de crecimiento de largo plazo y entonces, seguramente con el tiempo, se podrá afirmar que estamos mejor que con el kirchnerismo, pero en serio y no en forma artificial como en la era k.

Argentina: ¿Estábamos mejor con el kirchnerismo?

Por Roberto Cachanosky

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Dicen que mucha gente afirma que estaba mejor con los Kirchner que ahora. ¿Es cierta esta afirmación en caso que haya gente que afirme que estaban mejor con los Kirchner? Mi respuesta es sí pero basado en una ficción.
Veamos, durante 12 años el kirchnerismo utilizó, para estimular el consumo artificial, además del viento de cola, el stock de capital existente. Nos confiscó nuestros ahorros en las AFJP y usó esos ahorros de largo plazo para financiar el consumo artificial. Limitó las exportaciones de carne e hizo que la carne fuera artificialmente barata pero a costas de consumirnos 12 millones de cabezas de stock ganadero, por eso hoy cuesta una fortuna hacer un asado. Frenó los aumentos de tarifas de los servicios públicos dejando que se cayera el sistema energético. Lo que la gente dejaba de pagar por la cuenta de luz, lo destinaba a pagar la cuota del celular y los ejemplos al respecto pueden seguir.

Tuesday, September 20, 2016

La verdadera víctima del populismo: el pueblo

By: Priscila Guinovart - 

(ERepublik) populismo
En Argentina, durante la oscura “era del populismo K” más de un millón de personas vivieron en la pobreza extrema. (ERepublik)
Las víctimas son siempre ellos, los totalitarios. Cristina Fernández afirma ser víctima de persecución judicial. La expresidenta brasileña Dilma Rousseff, por su parte, también hace uso del término “víctima”, pero en su caso la “victimaria” es la injusticia. Nicolás Maduro, con todos sus muertos, con todo su hambre, con toda su escasez, con todos sus presos políticos, con toda su represión, también es – ¡por supuesto!- víctima. ¿Quién lo pone en tal lamentable situación? No caben dudas: la derecha y el imperialismo.
Similares son las acusaciones del presidente boliviano Evo Morales, que ha declarado ser víctima de Estados Unidos y sus infinitos planes macabros que buscan destruirlo a él y a toda América Latina.
El vicepresidente uruguayo Raúl Sendic, que tiene el muy dudoso récord de haber fundido un monopolio estatal, es… ¡adivinan! ¡Víctima! El monstruo detrás de Sendic es una “campaña feroz”.



Queda claro que la izquierda tiene serios problemas a la hora de reconocer sus errores. A los horrores, como es de esperar, ni los nombra. Y si hubiese, por casualidad o golpe de suerte, un acierto, les será recordado a sus ciudadanos hasta el confín de los tiempos: no sea que nadie tenga la imprudencia o el descuido de olvidarse de un tino – mucho menos, viniendo de pobres víctimas.
Fuera de todo lo jocoso que estas declaraciones puedan resultar en un principio, y las más que comprensibles ganas de esbozar una sonrisa al leerlas, lo cierto es que de graciosas tienen poco. Desde el momento en el que existen víctimas reales (que son, en su mayoría, anónimas, que no se defienden ante medios internacionales, ni parlamentos, ni cosa parecida) la gracia y el chiste se esfuman cual riqueza y productividad en un país socialista.
En Argentina, durante la oscura “era K” más de un millón de personas vivieron en la pobreza extrema. Hay que hacer particular énfasis en el adjetivo “extrema”, ya que “simplemente pobres” hubo, naturalmente, muchos más. Ella, la voz del pueblo y los indefensos. No hablemos de la limitada libertad de expresión durante su ¿reinado? y el de su marido, ni de fiscales muertos, ni de la vergonzosa corrupción que inundó Argentina. No, no, la víctima no fue Nisman, fue Cristina.
¿Qué es Petrobrás? ¿Qué son 8.400 millones de dólares en transacciones dudosas? ¿Qué importancia tiene el enriquecimiento ilícito de medio PT, su partido? Es evidente, quizás sólo para los ojos de Lula Da Silva y de algunos puñado de fanáticos, que Dilma no estaba al tanto. Como si fuese poco, pobre mujer, fue víctima de una figura legal que ni siquiera existe en la constitución brasileña ¡el impeachment!
Por supuesto que cuando el PT exigió el impeachment de Color de Mello, éste sí era válido. Cuando el PT pidió el impeachment contra Itamar Franco, nada de malo ni ilegal había en tal proceso. ¿Es que no lo saben? Ahora el impeachment es cosa de gringos, y lo que ocurrió en Brasil es un claro y llano golpe de estado. ¡Pobre Dilma!
Bolivia llega a récords históricos en su deuda externa, todo de la mano de Evo Morales (a quien se lo ha llegado a describir como “autócrata bueno” como si tal cosa existiese)  pero claramente la víctima es el mismísimo Evo, al que con seguridad atacan por sus pobres orígenes, por ser indígena y no ostentar títulos universitarios.
El 75% de los venezolanos vive en la pobreza e incluso así, la falta de medicinas y alimentos es sólo una parte de la paupérrima situación que viven los venezolanos, amenazados por la inseguridad y la falta de libertades básicas.
Pero claro, ¡pobre Maduro! ¿Quién lo manda a pelear contra el enemigo todopoderoso que es y será el imperio? Nadie lo ve, pero Nicolás Maduro es en realidad Luke Skywalker.
En Uruguay, un 9.7% de sus habitantes vive debajo de la línea de pobreza. En el particular caso de la nación oriental, no hay que olvidar que hablamos de un país con poco más de tres millones de habitantes. El 9.7% cobra ahora otra fuerza, otro valor. Y no tiene nada que envidiarle a Brasil con su escándalo petrolero: Uruguay tiene a ANCAP, habiendo perdido, en su cénit, más de medio millón de dólares por día. Quien alguna vez fuera su director (ahora devenido en vicepresidente) no tuvo consecuencia política alguna. Nadie le pidió una renuncia, o una explicación siquiera. Sin embargo, él es víctima.
Cuando los gobernantes fallan al reconocer a las verdaderas víctimas (que son siempre los ciudadanos) es de prever que falló ya en mucho y fallará en todo lo demás.
¿Cuántos gobernantes han hecho mea culpa? Pocos, es cierto, pero cuando la ausencia de autocrítica viene de la izquierda, del socialismo y el comunismo, que se autoproclaman defensores del pueblo y los pobres, la corrupción duele el triple. La miseria también. Cuando son ellos la causa de tales males, todo cobra otras dimensiones. Si detestan tanto el capital, habría que preguntarse, ¿entonces por qué lo roban o despilfarran?
Leer a tales personajes, muchos de ellos aún en el poder, describiéndose como víctimas sólo se hace digerible a través de cierta cuota de sarcasmo. Pero reitero, para las verdaderas víctimas (que existen y son millones) no hay nada de chistoso

La verdadera víctima del populismo: el pueblo

By: Priscila Guinovart - 

(ERepublik) populismo
En Argentina, durante la oscura “era del populismo K” más de un millón de personas vivieron en la pobreza extrema. (ERepublik)
Las víctimas son siempre ellos, los totalitarios. Cristina Fernández afirma ser víctima de persecución judicial. La expresidenta brasileña Dilma Rousseff, por su parte, también hace uso del término “víctima”, pero en su caso la “victimaria” es la injusticia. Nicolás Maduro, con todos sus muertos, con todo su hambre, con toda su escasez, con todos sus presos políticos, con toda su represión, también es – ¡por supuesto!- víctima. ¿Quién lo pone en tal lamentable situación? No caben dudas: la derecha y el imperialismo.
Similares son las acusaciones del presidente boliviano Evo Morales, que ha declarado ser víctima de Estados Unidos y sus infinitos planes macabros que buscan destruirlo a él y a toda América Latina.
El vicepresidente uruguayo Raúl Sendic, que tiene el muy dudoso récord de haber fundido un monopolio estatal, es… ¡adivinan! ¡Víctima! El monstruo detrás de Sendic es una “campaña feroz”.


Thursday, June 30, 2016

Recuperar la igualdad ante la ley y el mercado Adrián Ravier

Por: Adrián Ravier
 
“Si se aplica un plan liberal, ninguna pyme va a sobrevivir”, dijo el ministro de Economía Axel Kicillof mientras anunciaba la creación de un consejo de defensa a las pequeñas y medianas empresas. Luego sentenció: “En el mercado, si no está el Estado, rige la ley de la selva”.
La frase del ministro deja mucha tela para cortar, como cada una de sus reflexiones. ¿Qué parte es cierta y qué parte no lo es?



Lo cierto es que liberales y socialistas llegan a pocos consensos en la política económica, pero en la medida en que haya buenas intenciones, coincidirán en terminar con la corrupción y también con el favor político que el Estado ofrece a algunos empresarios. En este sentido, el pensamiento del ministro de Economía no encaja en ninguna escuela económica de pensamiento. Su política económica consiste en reemplazar al mercado y ofrecer privilegios o sanciones arbitrarias a quienes él cree que lo merecen. La igualdad ante la ley lógicamente brilla por su ausencia.
Siempre insisto en dejar de llamar Unión “Industrial” Argentina a ese grupo de seudoempresarios y seudoindustriales que se reúnen tras la Presidente para las fotos de sus discursos. ¿Qué empresario puede estar a favor de este modelo? Solo aquellos que reciben la “protección” del Estado. Pero ha sido tan gigantesco el entramado de regulaciones, favores, autorizaciones para compra de divisas, permisos de importación o exportación, subsidios, aranceles y protecciones que se extendieron en los últimos doce años, que engloba a una importante proporción de la estructura productiva.
En este sentido, el mensaje que ofrece el ministro de Economía tiene algo de cierto. Una política liberal que integre a la Argentina al mundo, que reduzca el gasto público, que elimine cepos, que termine o al menos reduzca los subsidios, que encuentre una solución a la inflación, sin duda hará caer a muchos seudoempresarios que jamás compitieron bajo reglas de mercado y más bien aprovecharon mercados cautivos, sin la competencia internacional -y en muchos casos ni siquiera la competencia local-, lo que se ha desarrollado en estos doce años a través del entramado de políticas kirchneristas que el liberal suele criticar.
¿Puede entonces haber “continuidad” en el modelo económico para preservar “la industria que supimos conseguir”? Es lo que el ministro de Economía ha intentado en toda su gestión, multiplicando controles, subsidios e intervenciones, pero sin éxito. Basta recordar la lenta pero continua caída de la industria mes tras mes a lo largo de toda su gestión para demostrar que el plan es un fracaso.
El dilema al que nos expone el ministro de Economía es claro. La “industria” no puede sostenerse, porque el modelo requiere día a día más controles y regulaciones, los que inevitablemente tienen costos que sufre la misma estructura productiva sobre la cual descansa el peso del Estado. El modelo es entonces inconsistente e inviable. Lo curioso, sin embargo, es que el ministro de Economía desea hacerle creer a la opinión pública que la culpa de esa necesaria reestructuración es del mercado y no de su propio modelo.
Una política liberal conduciría necesariamente a un ajuste inmediato de la estructura productiva, obligando a algunas empresas a una reestructuración acorde a lo que requiere la economía para reinsertarse en el mundo. Y hay dos formas de tomar este camino. De manera planificada, con políticas concretas que busquen recuperar cierta normalidad en los equilibrios fiscal, monetario y cambiario, o caer en una nueva crisis cuando la olla hirviendo, que es hoy la economía argentina, estalle por los aires y conduzca a una -ya no gradual, ni necesariamente lenta- reestructuración económica, donde numerosas pymes irán quebrando y el desempleo se irá extendiendo a toda la estructura productiva.
No podemos seguir juzgando la política económica por sus buenas intenciones. Lo cierto es que el modelo está agotado y la alta inflación y la ya extensa recesión -precisamente de la industria- son muestras del caso. La “industria que supimos conseguir” es muy débil y mantenerla en pie tiene sus costos.
En lugar de seguir creando organismos como este Consejo de Defensa a las Pequeñas y Medianas Empresas, parece mucho más rentable recuperar la igualdad ante la ley y la economía de mercado. Ningún contexto es más justo para los verdaderos empresarios que la sana competencia. El debate que nos debemos plantear es qué empresario queremos en el centro de nuestra estructura productiva.

Recuperar la igualdad ante la ley y el mercado Adrián Ravier

Por: Adrián Ravier
 
“Si se aplica un plan liberal, ninguna pyme va a sobrevivir”, dijo el ministro de Economía Axel Kicillof mientras anunciaba la creación de un consejo de defensa a las pequeñas y medianas empresas. Luego sentenció: “En el mercado, si no está el Estado, rige la ley de la selva”.
La frase del ministro deja mucha tela para cortar, como cada una de sus reflexiones. ¿Qué parte es cierta y qué parte no lo es?


¿Son buitres los fondos? Martín Simonetta

 
La negociación con los llamados holdouts (acreedores que se han mantenido fuera del proceso de renegociación de la deuda) parece ingresar en instancias de definición. Este grupo de inversores se ha hecho más conocido como fondos buitre, término aceptado desde la oposición y el oficialismo, actual y previo, si bien la popularización del término en Argentina ha tenido que ver originalmente con el kirchnerismo.



Nos preguntamos si tiene sentido continuar hablando de fondos buitre, teniendo en cuenta las implicancias del término: una descripción no neutral de una contraparte con la que el sector público de la Argentina realizó un acuerdo de pago de deuda. El concepto es claramente “meteculpa”, en el sentido de que pone las responsabilidades de los actos en terceros y no en los propios; no se hace cargo de las decisiones tomadas para llegar a un acuerdo, pone las responsabilidades sólo del lado de los prestamistas y no en los prestatarios. Supone que hay buenos y malos, víctimas y victimarios, depredados y depredadores. No debemos dejar de ver que para que se concrete un préstamo es necesario que al menos dos partes acepten el acuerdo.
También en el mercado local encontramos variadas formas de empresas que prestan a una tasa de interés elevada, muchas de ellas publicitadas a través de diversos programas de televisión y otros medios masivos, pero no son condenadas como prestamistas buitre. Estas empresas prestan a quienes no pueden acceder al mercado crediticio convencional, a los casi “imprestables”, cobran una elevada tasa de interés por ello, con base en el mayor riesgo que asumen. Ante esa circunstancia, nos preguntamos: ¿son estos prestamistas malvados y los prestatarios, bondadosos? No. Simplemente, realizan una transacción beneficiosa, según su criterio, para ambas partes. Nadie obliga al que toma el crédito a esa elevadísima tasa a contraerlo.

El mito del desendeudamiento
La aceptación de conceptos como el de fondos buitre implica quitar la responsabilidad de los auténticos responsables. Este tipo de conceptos saca la responsabilidad a los administradores de los dineros de los ciudadanos: los gobernantes, que nos endeudan y se van, y se victimizan detrás de estos argumentos.
Aceptar un concepto tan erróneo es ceder en un aspecto fundamental de la discusión y especialmente de la responsabilidad por los actos de los gobiernos, quienes deberían rendir cuentas a la ciudadanía por la administración del dinero de la gente.
Pero, políticamente, prevalece el discurso nacionalista. El tratamiento de diversos “issues” políticos con un enfoque patriótico parece contar con la aprobación popular, según señalan las encuestas. Este es el caso de cuestiones como Malvinas, estatización de Aerolíneas Argentinas, entre otros. En un contexto de democracia de masas sin límites institucionales, parece regir el principio de vox populi, vox dei.
Más allá del endeudamiento negado por la administración de Néstor y Cristina Kichner, la deuda no pagada no desapareció. No sólo eso, sino que continuó creciendo. Imagine usted qué sucedería si cuando le llega el resumen de su tarjeta de crédito, lo rompe y se declara desendeudado. Algo similar es lo que ha acontecido en la Argentina. La negación de la deuda del Estado argentino no implica su desaparición. Todo lo contrario: la deuda negada ha continuado creciendo por esa falta de pago. Con lo cual el desendeudamiento también es un mito.

¿Son buitres los fondos? Martín Simonetta

 
La negociación con los llamados holdouts (acreedores que se han mantenido fuera del proceso de renegociación de la deuda) parece ingresar en instancias de definición. Este grupo de inversores se ha hecho más conocido como fondos buitre, término aceptado desde la oposición y el oficialismo, actual y previo, si bien la popularización del término en Argentina ha tenido que ver originalmente con el kirchnerismo.