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Saturday, December 24, 2016

El principio de Reinhardt aplicado al sistema político

En su famoso artículo de 1948, El Juicio de Paris (Das Parisurteil), Karl Reinhardt planteó lo siguiente:
Así como la eternidad y magnificencia de los dioses son preservadas al costo de la transitoriedad y trágica fragilidad de los hombres, así también éstas son preservadas como medios para la grandeza humana al costo de cierto fracaso divino.
Este principio de equilibro espiritual, cuando se aplica a la dimensión económica, implica que alguien “debe” perder lo que otro está ganando. Muchas personas creen que esto ocurre siempre y que, por lo tanto, quienes tienen muchos recursos solamente pudieron obtenerlos a costa de otras personas y que la única situación económica universal verdaderamente justa sería una en la que los recursos estén repartidos de forma igualitaria. Estas personas, por supuesto, están equivocadas. El principio de Reinhardt se aplica a la dimensión económica solamente cuando ocurre una transferencia sin intercambio.

Monday, December 12, 2016

EL DESINFLE JAPONES. ¿EL ESTADO O EL MERCADO.?

Liberty Americas Foundation
Ricardo Valenzuela.
 Image result for western cowboys
El mundo entero se estremece ante los terremotos financieros internacionales que ya afectan toda Asia, la vieja Unión Soviética, y muy particularmente Japón. Ante el entorno geopolítico en que nos encontramos prácticamente al final de este milenio, hay importantes lecciones que tenemos que aprender. El caso de Japón debe de ser una llamada de atención particularmente para países como México, que no han logrado encontrar su identidad económica, política y social, y todavía insisten en buscar la solución de todos sus problemas en ese ser amorfo; el Estado.

Después del colapso del comunismo estilo Unión Soviética, el modelo económico Japón SA---tercera vía---- se identificó por muchos como la única alternativa para competir con el capitalismo democrático y de mercado del mundo occidental. Sus admiradores americanos-----que fueron bautizados como “los revisionistas”-----a finales de los 80s y principios de los 90s, argumentaban que los EU no podría competir con esa forma tan especial de capitalismo dirigido por el Estado practicado por Japón. Ellos afirmaban; A menos de que Washington adopte el estilo japonés, abandone los mercados libres a favor de un “comercio internacional manipulado,” y la activa participación del Estado en la economía, los EU se convertirá en una colonia de Japón.



Hoy día, el veredicto es el siguiente: los revisionistas fatalmente se equivocaron tanto en sus afirmaciones de la amenaza llamada Japón, como en sus  recomendaciones para que los EU cambiara sus políticas. Japón no domina económicamente el mundo hoy día; todo lo contrario, ha sufrido la década perdida con la crisis económica que lo abate ya por casi 8 años. El modelo Japón SA no ha eclipsado al capitalismo estilo occidental; pero además hay un consenso general en ambos lados del pacifico de que dicho modelo ha sido un  fracaso. Países al norte y sur del pacifico se encuentran abrazando el modelo de capitalismo democrático, capitalismo de mercado ante la crisis económica mundial de la que culpan al capitalismo oligárquico de Japón. Al mismo tiempo, los EU se encuentran disfrutando un período récord de prosperidad porque precisamente ignoraron los consejos de los revisionistas. 

Los problemas de Japón son ahora muy obvios. Para revivir su economía deberá de establecer un sistema en el cual el capital sea invertido, no de acuerdo a las relaciones personales establecidas entre las mafias de negocios o las políticas gubernamentales, pero en respuesta a las señales claras y entendidas de los mercados. Japón necesita abandonar los rasgos de su sistema que los revisionistas tanto admiraban y promovían.

El gran error de los revisionistas fue el creer que un pequeño grupo de burócratas podrían ser mas eficientes que los millones de ciudadanos tomando decisiones de que comprar o vender, y de esa forma disparar los valores de sus mercados tanto financieros como inmobiliarios. Solo unos años después, eso mismos burócratas fueron requeridos para reventar la burbuja.

¿QUE FUE LO QUE SUCEDIO?.

Hace diez años los EU se encontraban librando un agonizante debate acerca de sus relaciones con Japón. La mayoría de las industrias americanas----automóviles, electrónicos, semiconductores, acero-----estaban sucumbiendo ante la competencia japonesa. Los trofeos americanos  representados por  famosos activos que iban desde el Rockefeller Center, el famoso campo de golf Pebble Beach y muchos otros, estaban cayendo en manos de los japoneses. El “monstruoso” déficit de la balanza comercial a favor de Japón no sucumbía ni con la agresiva apreciación del Yen. Muchos pensaron que definitivamente los EU estaban perdiendo la batalla económica ante Japón.

A la cabeza del coro apocalíptico estaba un grupo de comentadores que el reportero Bob Neff bautizó como “los revisionistas.” Cuatro eminentes figuras destacaban del grupo: el científico político Chalmers Johnson cuyo libro de 1982 El MITI y el milagro Japonés, estableció las bases intelectuales para otros escritores; el ex-negociador de comercio internacional de la administración de Reagan Clyde Prestowitz, quien también publicó el libro; Cambiando de lugar: Como le estamos entregando nuestro futuro a los japoneses, y después fundó el Economic Strategy Institute para avanzar las ideas de los revisionistas; un reportero del US News and World Report James Fallows; y el periodista holandés Karel von Wolferen autor del libro El Enigma del Poder Japonés. Estos hombres influenciaron a muchos otros----incluido el escritor Michael Crichton cuya novela del tema Rising Sun, se convirtió en un best seller. 

Los revisionistas afirmaban con gran asertividad, que en contraste con el capitalismo de mercado abierto practicado en los EU, Japón practicaba una forma de capitalismo dirigido por el Estado. Bajo ese modelo, las fuertes relaciones establecidas entre empresarios, banqueros, altos ejecutivos y los políticos eran las responsables de moldear los resultados de la economía ya previstos y presupuestados. Estratégicamente invirtiendo el capital a través de un sistema bancario super controlado, argumentaban, Japón ahuyentará a los competidores extranjeros de los mercados, de esa forma logrará el dominio de la economía mundial.

Los revisionistas siempre mantuvieron también que, porque Japón nunca jugó de acuerdo a las reglas normales y tradicionales del capitalismo occidental, era inútil el utilizar las reglas básicas de negociaciones comerciales comunes para de esa forma lograr la apertura de sus mercados. Ellos siempre argumentaron había que negociar tratados de comercio internacional “administrados,” a base de “resultados controlables” como la única forma realista de reducir el desbalance entre Japón y los EU. Mas allá de eso, ellos siempre propusieron elementos de la política industrial estilo japonés como los medios mas adecuados para mejorar el comportamiento de la economía americana.

LA ECONOMIA JAPONESA EN GRAVES PROBLEMAS

En su libro, Trading Places, Clayde Prestowitz escribió:

“El poder atrás del establecimiento japonés es mucho mas grande de lo que los americanos sospechan, y el mismo establecimiento no puede detener esa avalancha, porque Japón ha fabricado una maquina automática para crear riqueza, tal vez la primera desde la época del Rey Midas”.

Prestowitz se refería al asenso milagroso y en contra de las leyes de gravedad del valor de los mercados financieros e inmobiliarios japoneses en los años 80s. Ese fenómeno es ahora conocido como “la economía burbuja,” y su colapso ha dejado a Japón económicamente herido de muerte. La magnitud de la caída es impresionante: El mercado bursátil de Tokio ha perdido el 60% de su valor desde que llegó a su récord en 1989, y los valores de los bienes raíces ha caído hasta un 80%. Esa depresión de precios ha dejado a los bancos japoneses con unos niveles de deuda mortales. El año pasado las autoridades japonesas estimaron el problema de prestamos “desahuciados” en $570 mil millones de dólares, casi el 20% del PIB. Los expertos piensan que esa cantidad puede ser un 40% más alta.

El efecto de la crisis crediticia ha sido el de paralizar el sector financiero japonés, y con el, la economía del país. El gobierno japonés gastó $556 mil millones de dólares  en obras públicas durante 1992-1995 tratando de estimular su economía, los intereses han caído a niveles récord, pero aun así la economía permanece anémica. De 1992 a 1995 el crecimiento económico promedio de Japón fue de 1% comparado con más de un 3% en los EU, y poco menos de 3% para el resto del mundo. La economía de Japón de hecho en 1997 decreció casi el 1%, y con dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo, Japón oficialmente está en medio de una grave recesión, la primera desde 1975.

Otras estadísticas nos muestran un panorama igual de triste. Las quiebras de negocios aumentaron casi un 40% en Mayo de1998 en relación al año anterior, las quiebras personales este año deben de exceder las 100,000 comparado con 70,000 el año pasado ya de por si muy altas. En Junio de este año el Yen cayó a su nivel mas bajo en relación al dólar en los últimos casi diez, forzando a las autoridades a intervenir en el mercado cambiario. 

El desempleo ---históricamente bajo en Japón----ha alcanzado su nivel más alto en décadas. Llegó a un 4.1% en Junio de este año, de acuerdo a la información proporcionada por el gobierno. Los economistas mas prestigiados afirman que tal situación puede empeorar. Otros expertos afirman que el porcentaje de desempleo medido estilo occidental pudiera llegar a cerca de un 10%.

Japón también está sufriendo serios problemas fiscales. El déficit de su presupuesto este año debe llegar a un masivo 7% de su PIB, al tiempo que la deuda publica ha aumentado a un100% de su PIB. En el largo plazo el problema fiscal es aun peor por las tendencias demográficas. Morgan Stanley estima que razón financiera de dependencia----el numero de pensionados sostenidos por trabajadores---- llegará a un 56% para el año 2010, el porcentaje mas alto entre las naciones industrializadas. Sin un serio plan de reestructuración el plan de pensiones Japón puede sufrir un colapso muy grave. Akio Mikuni un prestigiado financiero en el país, afirma que el sistema japonés debe de explotar en el corto plazo, y el también afirma que por lo menos el 10% de las compañías cotizadas en bolsa, unas 300, incluyendo unos 15 bancos----van a declararse  en quiebra o serán comprados en medio de sus problemas como buenas gangas.

AHI VIENE EL LOBO

Los problemas económicos actuales de Japón contrastan seriamente con la visión de los revisionistas articulada en los 80s y la primera parte de los 90s. Esa visión fue popularizada por la gran cantidad de lectores de M. Crichton que se volcaron a devorar su best seller Rising Sun en donde el escribió:

 “Tarde o temprano, los EU tendrá que aceptar que Japón se ha convertido en el líder del mundo industrial. Los japoneses tienen la expectativa de vida más alta del mundo. Tienen el desempleo mas bajo, la educación mas sofisticada, el más pequeño desbalance entre sus clases sociales. Los productos industriales japoneses son los de mas alta calidad”……..

Afirmaban también: “Pero ellos no han tenido este indescriptible éxito haciendo las cosas como nosotros. Japón no es Estado Industrial al estilo occidental. Los japoneses inventaron una nueva forma de comercio internacional-----comercio de enfrentamiento, comercio de guerra, comercio para destruir a la competencia, comercio kamikasi-----y los EU no lo han entendido después de tantos años. Los EU siguen insistiendo para que Japón haga las cosas a nuestra manera. Los japoneses responden, ¿porque cambiar? Nos ha ido mucho mejor que a ustedes. Eso nadie lo puede refutar.”

PACIENCIA. VIRTUD O VICIO

Los revisionistas siempre pensaron que el gran secreto del éxito del sistema japonés era su visión a largo plazo. El sistema financiero japonés invertía capital no para lograr impresionantes rendimientos en el corto plazo, sino para ganar penetración en los mercados estratégicos, de esa forma supuestamente maximizar sus rendimientos en el largo plazo.

Japón logró esa orientación tan diferente poniendo a disposición de los empresarios un capital muy paciente. Los Bancos en lugar de los mercados de capitales fueron los que proveyeron los fondos. Esa situación todavía persiste; los préstamos bancarios en estos momentos representan el 150% de su PIB, mientras que el mercado de bonos representa solo el 70%. En los EU la situación es totalmente al contrario; el mercado de bonos representa el 110% del PIB, mientras que los préstamos bancarios son solo el 50%. El dominio de los bancos en Japón permitió que el capital se invirtiera de acuerdo a las políticas gubernamentales o de acuerdo a las relaciones personales en lugar que de acuerdo a los dictados del mercado.   

Otra característica clásica del sistema japonés era el cruce de acciones. Como las empresas y los bancos eran dueños entre si (unos dueños de otros), las empresas japonesas no eran molestadas y presionadas por accionistas impacientes por resultados. En 1991 por ejemplo, el 70% de las acciones listadas en la Bolsa de Tokio eran propiedad de corporaciones y muy rara vez se intercambiaban. 

Así el acceso a capital paciente le quitaba la presión a los ejecutivos de las empresas de lograr rendimientos a corto plazo, de esa forma liberándolos para concentrarce en penetrar los mercados. Y para los revisionistas, la penetración del mercado en la guerra económica es como los territorios conquistados en la guerra convencional; el que los controla, gana la guerra. Así también los revisionistas pensaban la importancia de la penetración del mercado sobre las utilidades, era la estrategia adecuada para ganar la guerra comercial.

Chalmer Johnson lo articuló de esta manera: “Japón es dinámico porque sus ejecutivos se dedican a competir con otras empresas, sin tener que servir los parásitos intereses de los accionistas o los pasivos intereses de los trabajadores que no tienen voz ni voto en los destinos de las corporaciones.” 

El sistema de los EU  con un gran énfasis en el mercado de capitales no en la banca comercial, y con la amenaza constante de los asaltos al control patrimonial de las empresas por el sofisticado mercado para ese control corporativo, estaba supuestamente negativamente afectado por la famosa visión a corto plazo. Por lo mismo, los revisionistas pensaban que la empresa americana definitivamente no podía competir con la japonesa; Ellos siempre afirmaron que el capital en los EU era muy caro, y sobretodo muy impaciente.

Ante los graves problemas que Japón enfrenta en estos momentos, y los tumores financieros que ya lo afectan por casi una década, los defectos del capital paciente se han hecho muy obvios. El problema con la orientación a largo plazo es que se convierte en una escusa para justificar la falta de producción de utilidades. La excusa para los malos resultados puede siempre ser; estamos  construyendo el futuro, pero en estos momentos, ya no hay justificación puesto que el futuro se les escurre entre las manos.

El gran problema en Japón ahora es que aun con la estrepitosa caída de los valores de las acciones, los dividendos decretados por las empresas permanecen abajo del 1%. El rendimiento del capital de los negocios en Japón ha caído por abajo del de la Unión Europea y es ahora menos de la mitad del de los EU. Japón es ahora el más ineficiente usuario de capital en el mundo desarrollado, y eso ante un mundo ahora regido por los mercados, es una grave enfermedad.

Los revisionistas siempre afirmaron que Japón con 7 de los 10 bancos más grandes del mundo, el mercado de valores más grande del mundo, y las casas de bolsa más ricas del globo, se convertiría en el centro financiero del planeta. Pero  recientemente el Financial Times en un interesante articulo describió una realidad muy diferente: “Mientras que Londres y Nueva York han reafirmado su calidad de los centros financieros mundiales, el volumen de operaciones del mercado de valores de Tokio ha caído a la mitad de lo que era en 1989.” Durante el periodo de 1992-1995 su volumen de operaciones de compra-venta de monedas, disminuyó substancialmente.”     

ESCOGIENDO LOS GANADORES

Además del paciente capital, los revisionistas identificaron como uno de los grandes secretos del éxito de Japón la promoción de algunas industrias “estratégicas” con el objetivo de ampliar su competitividad internacional. Ellos siempre alabaron las acciones del Ministerio de Industria y Comercio Internacional, o, MITI, y sus políticas industriales de subsidios, proteccionismo, y “guías administrativas.”

Los revisionistas siempre argumentaron que los EU debería de adoptar algunos aspectos de la política industrial de Japón. Ellos promovían una activa participación de Washington en industrias claves y empresas cuya salud ellos consideraban vital para el desarrollo de la economía. En particular promovían que los EU estableciera una “agencia piloto” similar al MITI, y de esa forma “guiar” el desarrollo industrial del país haciendo caso omiso de los mercados.

Afortunadamente los EU en gran parte ignoraron los consejos de los revisionistas y han hecho muy poco para definir y promover industrias estratégicas a no ser por débiles y aislados esfuerzos como el proyecto del Departamento de Comercio; Advance Techology Program, que ha sido un verdadero fracaso. La administración Clinton llegó al poder con todas las intenciones de promover algunas de esa ideas, pero el congreso republicano se opuso vigorosamente y tuvo que dar reversa.

Ante este panorama, la economía americana en esta década ha tenido un desarrollo envidiable, las compañías americanas dominan hoy día los mercados de industrias tan importantes como la de microprocesadores, computadoras personales, discos duros, los programas computacionales. En particular las compañías americanas dominan el internet-----un campo estratégico que los revisionistas y otros idiologos con ideas similares nunca visualizaron. 

EL COMERCIO INTERNACIONAL ADMINISTRADO

Confrontando lo que ellos pensaron era una nueva forma superior de capitalismo, los revisionistas pensaron que las viejas reglas de comercio internacional ya no eran aplicables. Mientras que el libre comercio siempre fue en beneficio mutuo entre las economías occidentales, para Japón no lo era.

Los revisionistas específicamente abogaban por abandonar las reglas básicas de comercio internacional para establecer  un “comercio administrado,” un comercio con “resultados negociados.”

Afortunadamente como con la política industrial, los EU solo coquetearon con los revisionistas en aspectos de cambio de las estrategias de comercio internacional. En su momento se establecieron algunas restricciones en la importación de algunos productos japoneses----los llamados acuerdos voluntarios de control en automóviles, acero, y herramientas. En el caso de semiconductores, se negoció una ”expansión voluntaria de las exportaciones” en acuerdos en los cuales Japón aceptó compartir ese mercado.

La administración Clinton buscó la estrategia de “a base de resultados” de una manera más amplia y agresiva en 1993, pero el gobierno japonés se rehusó a seguir compartiendo los mercados. En un enfrentamiento decisivo en 1995 sobre comercio de automóviles, EU decidió retractarse y no imponer las sanciones con las que había amenazado a Japón. Desde entonces, las demandas de los EU por mas participación en los mercados, han prácticamente desaparecido.  

EL TERCER CAMINO. EL CAMINO SIN DESTINO

Los admiradores del sistema japonés pensaron que habían encontrado una forma superior de capitalismo; el llamado capitalismo de desarrollo estatal. Ellos afirmaban, el capitalismo de desarrollo estatal representa un tercer camino a través del cual el gobierno establece objetivos “sociales,” pero utiliza los mecanismos del mercado para lograrlos. La propiedad privada y el libre intercambio existen, pero la planeación gubernamental y la manipulación son también esenciales. James Fallows afirmaba:

 “El estilo asiático desconfía profundamente de los mercados. Ve la competencia como para mantener a las empresas nerviosas pero, no como el camino para resolver ninguna interrogante de la vida----como la sociedad se manifieste, es en la dirección que la economía se debe desarrollar.”

Específicamente, los esfuerzos del gobierno para promover desarrollo económico a través de la intervención en los mercados, eran siempre enfocados para ayudar a empresas identificadas por ellos a minimizar las posibilidades de fracaso en sus actividades.  Esa intervención incluía subsidios directos, protección contra importaciones,  y la dirección del capital privado hacia esas actividades.

Que era lo que realmente había sucedido en Japón.? Era un hecho que las compañías japonesas habían desarrollado nuevas y superiores técnicas de manufactura, así como sistemas de inventario muy eficientes. Armadas con esas nuevas técnicas, las compañías japonesas definitivamente se ubicaron como un reto competitivo muy importante en determinadas industrias, sin embargo, no en los mercados internacionales.

En segundo lugar, Japón como país estaba experimentando un gran crecimiento y un rápido avance porque estaba modernizándose al estilo occidental. Es mucho más fácil el crecer y rápidamente mejorar productividad y eficiencia cuando se está aplicando técnicas inventadas en otras partes en lugar de estar desarrollando las suyas propias. Además Japón se estaba desarrollando en un ambiente estructurado por los EU después de la guerra, un ambiente propicio para los negocios, de impuestos bajos y muy poca intervención y gasto estatal. El rápido asenso de Japón se debió a eso, no a las políticas del MITI de intervención y manipulación de los mercados.

Japón podía haber evitado esta crisis si solo hubiera seguido manejándose con las políticas que promovieron su gran desarrollo en los 60s, específicamente las políticas fiscales. En los 60s Japón tenía uno de los sistemas impositivos más bajos del mundo desarrollado. Sin embargo, desde 1965 la carga fiscal ha crecido hasta convertirse en el 30% del PIB en comparación con un 18%. A medida que los impuestos aumentaron, disminuyó su crecimiento económico hasta caer a un 1% el año pasado, en comparación de casi el 10% a principios de los 70s. El impuesto sobre la renta en Japón es un ridículo 50%, comparado con un Hong Kong en donde es de 15%, y los EU un 36%. Las empresas japonesas pagan hasta un casi 80% de sus ingresos en diferentes tipos de impuestos nacionales y locales, pues hay que recordar que este “capitalismo estatal,” después se los regresa en subsidios, precios de garantía, prestamos blandos etc, o como las mafias de los años 20s en los EU, protegiéndolos de la competencia.

Finalmente el origen de los problemas que azotan a Japón en estos momentos, se debe a la falta de visión de sus líderes para llevar a cabo la transición de un capitalismo de desarrollo estatal, hacia una economía madura en la frontera tecnológica. En lugar de llevar a cabo esa transición, Japón primero fingió prosperidad inflando la burbuja de su economía el los 80s; después cuando la burbuja se reventó, se han rehusado a introducir la responsabilidad que exigen los mercados en su sistema. Japón para revivir necesita establecer un sistema a través del cual el capital sea invertido, no de acuerdo a las relaciones establecidas o las políticas gubernamentales, sino en respuesta a las claras señales del mercado. Japón necesita abandonar el estilo de Japón SA.  

A pesar de todas las señales tan claras de los graves problemas de Japón, los revisionistas siguen necios en sus afirmaciones y ahora dicen: “La economía japonesa es como un joven ciclista pedaleando cuesta arriba, muestra el cansancio y el esfuerzo en su cara, pero es un cansancio saludable.” Solo un año antes habían afirmado que para el año 2000 la economía japonesa sobrepasaría a la americana par llegar a ser la más grande del mundo. Ahora con la economía americana todavía casi el doble de la japonesa y creciendo a un ritmo increíble, las posibilidades para ellos no lucen promisorias.

Con todas las economías asiáticas en agonía, es tiempo de una profunda reflexión: Los revisionistas afirmaban haber descubierto una nueva forma de capitalismo superior, el capitalismo japonés de desarrollo estatal. Hoy día sin embargo, es sistema es conocido como capitalismo oligárquico, y su fracaso manifiesto está provocando pena y dolor en toda la cuenca del Pacifico.

Los revisionistas SE EQUIVOCARON. Pero todos sus errores se desprenden de una sola cosa; su inhabilidad para entender y apreciar el poder de los mercados libres. Ellos han sufrido lo que el famoso economista F.A. Hayek llamó EL CAPRICHO FATAL, ellos creyeron que un puñado de burócratas podían tomar mejores decisiones que millones de consumidores privados-----podían escoger industrias estratégicas, invertir capital desafiando las señales de los mercados, de esa forma inflar permanentemente los mercados financieros e inmobiliarios, moldear una economía que convertiría a Japón en el país mas rico y poderoso de la tierra, pero no se puede desafiar a los mercados.  Las economías se pueden manosear y manipular durante un tiempo limitado, se puede inclusive lograr ciertos resultados, pero tarde o temprano la burbuja se revienta, en ese momento los mercados pasan la factura y hay que pagarla, por mas dolorosa que esta sea.

No se puede desafiar a los mercados como no se puede desafiar la ley de gravedad, le fuerza de la naturaleza, el que los desafíe, tarde o temprano tiene que pagar un alto precio,  México nunca ha dejado de pagarlo, Japón lo está pagando. THERE IS NO FREE LUNCH.    



EL DESINFLE JAPONES. ¿EL ESTADO O EL MERCADO.?

Liberty Americas Foundation
Ricardo Valenzuela.
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El mundo entero se estremece ante los terremotos financieros internacionales que ya afectan toda Asia, la vieja Unión Soviética, y muy particularmente Japón. Ante el entorno geopolítico en que nos encontramos prácticamente al final de este milenio, hay importantes lecciones que tenemos que aprender. El caso de Japón debe de ser una llamada de atención particularmente para países como México, que no han logrado encontrar su identidad económica, política y social, y todavía insisten en buscar la solución de todos sus problemas en ese ser amorfo; el Estado.

Después del colapso del comunismo estilo Unión Soviética, el modelo económico Japón SA---tercera vía---- se identificó por muchos como la única alternativa para competir con el capitalismo democrático y de mercado del mundo occidental. Sus admiradores americanos-----que fueron bautizados como “los revisionistas”-----a finales de los 80s y principios de los 90s, argumentaban que los EU no podría competir con esa forma tan especial de capitalismo dirigido por el Estado practicado por Japón. Ellos afirmaban; A menos de que Washington adopte el estilo japonés, abandone los mercados libres a favor de un “comercio internacional manipulado,” y la activa participación del Estado en la economía, los EU se convertirá en una colonia de Japón.

Monday, October 17, 2016

¿Cuál es el tamaño óptimo del estado para un liberal?

Durante años, dentro de los círculos liberales se han dado algunos debates para los que aún no se ha encontrado una respuesta. Uno de ellos es el peso que debe tener el Estado en una supuesta sociedad liberal. Tradicionalmente, todos los amantes de la libertad han estado de acuerdo en que el tamaño actual del estado es gigantesco, siendo necesario el recorte de este. Las divergencias han venido cuando ha tocado cuantificar hasta qué tamaño tiene que ser recortado este. Vamos a resumir las múltiples posturas que hay en este campo en dos: liberales clásicos o minarquistas y anarcocapitalistas.



Por un lado, los liberales clásicos defienden un estado pequeñito. Ven el papel de este como un bien hacia la sociedad, ya que la ausencia de Estado haría que el bienestar de la sociedad fuera menor que con la presencia de este. Afirman que es imprescindible la provisión pública de algunos bienes y servicios. Esto conlleva en que hay una cantidad de coacción óptima. A ojos de un minarquista, conforme se reduce el papel del Estado, mejora el bienestar de la población, hasta un punto en el que seguir reduciéndolo sería contraproducente. No hay un consenso dentro de este campo sobre cuál sería la óptima intervención pública, oscilando este porcentaje entre el necesario para prestar los bienes públicos (aquellos en los que no hay rivalidad en el consumo y que no es posible excluir de su disfrute a aquellos que no paguen) hasta lo necesario para prestar un mínimo Estado del Bienestar.
Por otro lado, los anarcocapitalistas defienden que el Estado debe desaparecer. Las funciones que actualmente realiza se deben bien privatizar (sanidad, educación…) o eliminar (políticas de igualdad, por ejemplo). La prioridad de un anarcocapitalista es eliminar cualquier coacción por parte del estado, por delante de los potenciales efectos beneficiosos que este pudiera acarrear. Además, si dichos efectos existieran, dicho servicio lo podría prestar una empresa privada.
Sin embargo, ambas posturas presentan dos problemas que ponen en jaque esta sociedad liberal. En primer lugar, los liberales clásicos al asumir que existe una cantidad de estado mayor de cero óptima, dejan la puerta abierta al crecimiento del estado. Utilizando este mismo argumento, cualquier persona de conciencia socialdemócrata puede argumentar que los cálculos que hizo el liberal para determinar el porcentaje de estado optimo son erróneos, necesitando aumentar el poder del estado. La realidad es que, ni el liberal ni el socialdemócrata podrán determinan cual es la cantidad de estado que maximizaría esa supuesta ecuación.
El anarcocapitalismo, por el contra, utiliza argumentaciones puramente teóricas de cómo funcionaria la provisión privada de bienes o servicios que nunca han sido suministrados por el mercado, al menos íntegramente. En caso de llevarse a cabo sin las suficientes garantías de que iba a funcionar, podría ocurrir que la población se rebelara y exigiera altos porcentajes de intervencionismo estatal para subsanar esa deficiencia. Dicho fracaso supondría volver al punto de partida y perder la posibilidad de durante mucho tiempo de volver a explorar esta vía.
¿Cual sería el mejor sistema? El estado debería ser tratado por los liberales como una enfermedad crónica. Esto implica que, con las armas que actualmente tenemos, trataríamos de reducirlo a lo mínimo que nos permitan el estado actual de conocimiento “farmacéutico”, y una vez reducido a su mínima expresión, aplicar medicamentos para que este no crezca. Paralelamente, deberíamos seguir investigando con el fin de encontrar la cura a dicha enfermedad. Es decir, seríamos minarquistas, hasta el punto en el que la coacción estatal fuera mínima dado el conocimiento actual de lo que puede y no puede ser provisto por el mercado. A su vez, tendríamos que mantenernos alerta sobre la evolución de este, evitando que creciera y con la vista puesta en los potenciales avances tecnológicos que permitieran ir quitando atribuciones al estado para dárselas al mercado.

¿Cuál es el tamaño óptimo del estado para un liberal?

Durante años, dentro de los círculos liberales se han dado algunos debates para los que aún no se ha encontrado una respuesta. Uno de ellos es el peso que debe tener el Estado en una supuesta sociedad liberal. Tradicionalmente, todos los amantes de la libertad han estado de acuerdo en que el tamaño actual del estado es gigantesco, siendo necesario el recorte de este. Las divergencias han venido cuando ha tocado cuantificar hasta qué tamaño tiene que ser recortado este. Vamos a resumir las múltiples posturas que hay en este campo en dos: liberales clásicos o minarquistas y anarcocapitalistas.


Saturday, October 8, 2016

Algunas cuestiones disputadas sobre el anarcocapitalismo (I): quién forma parte del Estado y cómo se organiza éste

Por Miguel Anxo Bastos Boubeta

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“Es el verdugo, no el Estado, quien materialmente ejecuta al criminal. Sólo el significado atribuido al acto transforma la actuación del verdugo en una acción estatal”.
Ludwig Von Mises, La acción humana, Unión Editorial, Madrid, 1995, p. 51.
Parafraseando el título de la que, a mi entender, es la mejor obra de Stuart Mill, quisiera discutir en este y otros artículos algunas cuestiones que merecen mayor aclaración sobre el funcionamiento del Estado y la doctrina del anarquismo de libre mercado.
Lo primero que cabría discutir es qué personas componen el ente que llamamos Estado. Uno de los rasgos principales de la Escuela austriaca, aunque no sólo de ella, pues autores como Max Weber, James Buchanan o John Rawls también suscriben la tesis, es el llamado individualismo metodológico, esto es, que solo los individuos actúan consciente y propositivamente. Solo los hechos referidos a los individuos pueden explicar los fenómenos sociales y económicos. 


Es un rasgo definitorio de la Escuela austríaca y común a todos sus autores, ya sean liberales clásicos, conservadores, minarquistas o anarquistas. Asumir lo contrario implicaría entender que los colectivos (clases, naciones, empresas, iglesias....) tienen voluntad independiente de los individuos que se identifican con ellas. También querría decir que estos colectivos pueden tener intereses propios distintos de los individuos que los componen. Si esto fuera así, los colectivos tendrían también necesidades materiales o espirituales distintas de las de sus miembros, lo cual me resulta difícil de creer. Cuando Fidel Castro visitó Galicia llegó en representación de la República de Cuba, pero quien comió buen marisco, bebió buen vino y durmió en buen hotel fue el cuerpo físico de Fidel, no el cuerpo del Estado cubano.
La idea de que el colectivo tiene intereses distintos a los de los individuos se denomina colectivismo y, normalmente, supone que el interés del colectivo está por encima del interés individual. La cuestión, tal como la plantea Von Bertalanffy, Rappoport y otros teóricos de la llamada Teoría general de sistemas, es que en determinados casos el todo es más que la suma de las partes, y se usa el cuerpo humano y sus células como metáfora. No considero que sea una buena analogía. Primero, las células no saben que lo son y no pueden cambiar su condición, no son agentes conscientes, esto es, las células que componen una neurona no pueden decidir un buen día que están aburridas de estar en el cerebro y buscar aventuras transformándose en espermatozoides. El ser humano sí sabe que lo es y sí puede cambiar de condición o intentarlo. En segundo lugar, es una analogía potencialmente peligrosa porque el cuerpo humano sí puede sacrificar algunas células por interés del colectivo, pero el cuerpo político no, sin incurrir en grave injusticia (aunque eso sí ha sucedido de hecho y se ha justificado en regímenes colectivistas). Y es que esta analogía, como las analogías de las colmenas y hormigueros, fue siempre muy usada en todo tipo de regímenes totalitarios (el primer capítulo de Utopía y revolución, de Melvin Lasky, ofrece muchos ejemplos). En tercer lugar, el todo es más que las partes. Es decir, el todo es más guapo, más alto, más inteligente que las partes... Pero es algo que nunca se define ni se explicita. Supongo que se refiere a que los seres humanos coordinados pueden hacer cosas que no pueden hacer por separado. Esto obviamente es correcto, por ejemplo, para hacer aeropuertos, pirámides, etc. Lo que todavía no se ha podido demostrar es por qué esa coordinación tiene que hacerse por la fuerza y el castigo y por qué esa coordinación estatal para hacer cosas es mejor que la coordinación del mercado o la coordinación voluntaria a través de las ideas. Ni tampoco las razones que implican que la coordinación a escala de Estado (los Estados tienen una lógica política, no económica, y los hay de muchos tamaños y formas) sea la mejor de las posibles. Otro problema es quién define el interés del colectivo, y aquí me temo que no todos los integrantes del mismo disfrutan de un peso equivalente. Normalmente, la expresión de la voluntad del colectivo se corresponde con la de los individuos dominantes en él. La voluntad de Cuba, por ejemplo, acaba siendo la voluntad de Raúl Castro; y la de España, la de Rajoy, suponiendo que estos dos políticos sean los actores clave. Lo que puede llevar a confusión es que a veces la voluntad expresada no sea la de quienes nominalmente detentan posiciones de poder, sino de actores ocultos entre bambalinas, como sucedía en China con Deng Xiaoping: mandaba él aunque nominalmente no era nada, pero, en cualquier caso, se trataba de la decisión de personas, no de las fuerzas de la historia o del interés de China. El interés de China era lo que él decía que era. Otro ejemplo: la guerra de Irak fue vendida en el interés de España y su retirada también. ¿Cambió de opinión España o fueron sus dirigentes quienes cambiaron? Desde luego no escuché la voz de ese ser tan superior que es España quejándose.
El razonamiento anterior no sólo se aplica a los Estados, sino también a corporaciones, clases, a la humanidad (como hacen los cosmopolitas) o, incluso, a la naturaleza, que también parece estar dotada de estos atributos según algunos pensadores ecologistas. Cuando estudiaba el marxismo en la facultad me decían que el interés de la clase obrera radicaba en la propiedad social de los medios de producción. Y yo pensaba que cuándo se había consultado a los obreros si ese era su interés o lo era el cooperativismo o, incluso, el capitalismo. Y descubrí que nunca se les había consultado, sino que había sido una decisión de Karl Marx. Hablar en nombre de un colectivo o un ser que no tiene existencia ontológica (y, por tanto, no puede desmentirnos) es un viejo truco ya usado en tiempos de los asirios y los faraones y que observo que aún disfruta de muchos seguidores incondicionales.
Este preámbulo viene a cuento de que lo que llamamos Estados no son más que grupos de personas organizadas que obtienen rentas, poder y estatus a costa de extraérselas al resto de la sociedad. No es el sitio aquí de referirse al origen del poder político, que nace básicamente de la conquista por parte de algún grupo violento de una población ya asentada. Es la famosa teoría de la superestratificación. Este colectivo violento decide explotar económicamente al grupo dominado y elabora algún tipo de justificación teórica para legitimar su dominio. Este proceso está mejor explicado en libros como El despotismo oriental de Karl Wittfogel, en Freedom and Domination; A Historical Critique of Civilization de Alexander Rustow o en El estado de Frank Oppenheimer, entre otras muchas decenas de obras, por lo que no me voy a detener en ello. La pregunta que cabe plantear es cómo se coordinan las originarias partidas de salteadores de bandidos o sus descendientes (muchos de los monarcas actuales provienen de esos primitivos salteadores, como la Reina de Inglaterra, que desciende de Guillermo el Conquistador) para conseguir ese dominio sobre las poblaciones subyugadas. Un hecho no fácil de detectar es que estos grupos de salteadores o conquistadores funcionan entre sí de forma anárquica, al igual que lo hacen con otras bandas semejantes a las suyas. En efecto, la anarquía se da dentro de lo que Gaetano Mosca llamaba clase política y entre ellas. Hay anarquía dentro del Estado y anarquía entre los Estados, y ambas son razonablemente estables, al estilo del equilibrio de Nash. Es más, muy probablemente si no fuesen anárquicas no podrían funcionar, por falta de información, y el sistema de Estados colapsaría. De la misma forma que los Estados socialistas podían existir porque disponían de sistemas de precios no socialistas en el interior y en el exterior, los sistemas de Estados pueden existir porque internamente no lo son.
Me explicaré. En el ámbito internacional no me detendré mucho, porque ya autores como Hedley Bull (La sociedad anárquica) explicaron muy bien cómo en un sistema anárquico los actores estatales son capaces de coordinarse y llegar a acuerdos, tratados, sistemas de cooperación e, incluso, crear un cuerpo de derecho internacional. Que existan o no jerarquías entre los Estados o, incluso, hegemones no elimina el principio, pues nadie dijo que en una sociedad anárquica todo el mundo fuese a tener la misma fuerza. Los más débiles establecen alianzas y coaliciones para protegerse, bien aliándose entre sí, bien con un Estado fuerte. En eso consistió el equilibrio de Westfalia durante varios siglos. ¿Qué pasa si alguien incumple su parte? Habitualmente nada. En realidad, son varios los Estados que las incumplen y su penalización principal es la de ser apartados o excluidos del resto, igual que en una sociedad de mercado. ¿Puede en este sistema el más fuerte o belicoso agredir al más débil o pacífico? Sí, no hay nada que lo impida. Pero a día de hoy el sistema anárquico internacional parece ser bastante estable (no sé si llegará a equilibrio de Nash, pero se le parece). De hecho, la inmensa mayoría de guerras en nuestro tiempo son conflictos dentro de los Estados por conseguir el poder en su interior. Y esto nos lleva a la cuestión menos conocida y estudiada, la que se refiere a la anarquía dentro de la clase políticamente dominante en un país. Tomemos, por ejemplo, a una banda de atracadores o una terrorista. Son grupos de personas que se juntan para realizar una acción, generalmente violenta, con el fin de obtener algún provecho, sea económico, ideológico o de conquista del poder. ¿Alguien puede garantizar que al jefe de la banda de atracadores no lo van a matar sus compinches una vez obtenido el botín? Nadie, el cine de Tarantino o de Kubrik nos muestra buenos ejemplos. Lo mismo acontece con el terrorista, que puede ser liquidado por sus compinches. Y lo mismo acontece dentro de los gobiernos. ¿Pudo alguien garantizar a los emperadores chinos, romanos o a los reyes godos que gente de su propia camarilla no los fuese a asesinar? No, nadie pudo y, de hecho, pasó en innumerables ocasiones. ¿A día de hoy puede alguien garantizar a un presidente electo con todas las garantías como Dilma Rousseff no ser traicionado y depuesto por su camarilla de confianza o al líder de un partido político no ser devorado por sus barones al poco tempo de ser refrendado en primarias? Nadie puede.
La clase política opera en anarquía desde el principio de los tiempos, eso sí, coordinada de forma muy sutil por precios o por normas tácitas. Los gobernantes, que aquí identificamos con el Estado, requieren de un aparato para implementar sus decisiones compuesto de otras personas (policías, ejércitos, profesores, burócratas, agentes fiscales) y de bienes materiales (palacios, prisiones, cuarteles, escuelas...). Estas personas y bienes son adquiridos de forma no coercitiva, bien sea a través de salarios, precios, ideologías o de pequeños privilegios. Incluso aquí no se hace uso de medios políticos o estatales para adquirirlos (bien es cierto que se pueden reclutar soldados por conscripción o requisar bienes, pero en cualquier caso precisan de un aparato anterior para poder llevarlo a cabo). Este aparato no constituye el Estado propiamente dicho, sino que es una herramienta del mismo. Tiene cierto carácter de permanencia y, en general, obedece o sirve a aquellos que detentan el poder político en cada momento (incluso en casos de guerra u ocupación estos aparatos continúan funcionando, por lo menos durante un tiempo, al servicio de la nueva clase gobernante).
¿Cómo opera la anarquía dentro de la clase gobernante? En primer lugar, no es fácil distinguir a la clase gobernante de su aparato, pues muchas veces la imbricación es muy profunda y los miembros de dicha clase se reclutan dentro del propio aparato. Pero podríamos afirmar que dicha clase opera con cierta conciencia de serlo, esto es, muestra cierto interés en seguir formando parte de ella. Cuando se ve amenazada por alguna actuación política (revolución, secesión, etc.) tiende a actuar de forma cohesionada. Opera también con reglas tácitas, con fórmulas políticas propias que varían según el momento histórico. Creencia en la divinidad del gobernante, principios de herencia de sangre, reglas de sucesión, principios como el de elección… son establecidos y más o menos aceptados como normas por los miembros de la clase. Sólo que a veces, como ocurría en China o el Antiguo Egipto, alguien no se creía el cuento de la divinidad del faraón o emperador y lo derrocaba, y esa persona y su camarilla usurpaban el puesto. Lo mismo ocurre en las democracias. Normalmente gobierna el que tiene más votos, salvo que alguien no se crea el principio democrático y derroque al electo. Ya pasó muchas veces. Las normas elevan el coste de la usurpación, no la eliminan. También operan trucos prácticos (al estilo de los narrados en el Manual del dictador de Bruce Bueno de Mesquita) para mantener el orden: colocar parientes en el poder de manera que caigan contigo, colocar gente incompetente en los puestos, repartir beneficios con la camarilla, o usar estratégicamente la corrupción (permitir que los de tu alrededor se corrompan para hacerlos cómplices y poder también deshacerse de ellos fácilmente). Asimismo, se introducen ideologías como la del servicio público o principios éticos como los códigos de honor (es famoso bushido japonés). El llamado arte de gobernar consiste en eso, en ser capaces de suscitar alianzas y mantenerse en puestos de poder en una situación de anarquía política. También el arte del golpe de estado tiene su técnica, como bien explican Naudé, Malaparte o Luttwak, y requiere de tanta como la que se necesita para mantenerse en el poder, y si cabe más aún pues tiene que burlar todas las convenciones establecidas e instaurar unas nuevas. El análisis de la tecnología para mantenerse en el poder ha sido durante mucho tiempo el centro de estudio de las ciencias políticas. Y, aunque no expresado en la forma en que aquí lo hago, es algo bien conocido por los teóricos (y no hemos realizado más que un resumen muy simple).
Con todo esto lo que pretendo decir es que la anarquía ya existe en el ámbito político. Que esa anarquía es razonablemente estable, es lo que permite subsistir a los gobiernos y, por tanto, no es una utopía o una cosa rara y fanática. Que esta anarquía ha evolucionado con el tiempo, en paralelo a la sociedad, y se ha hecho muy sofisticada en sus métodos de dominio. Por tanto, quienes nos gobiernan y extraen rentas (por la fuerza y con sofisticados argumentos teóricos) son personas como nosotros, autogobernadas en anarquía. Así, ¿qué tiene de radical o fanático preguntar cuáles son los títulos o derechos de esas personas para gobernarnos, para librarnos supuestamente de esa anarquía en la que ellos mismos ya viven y florecen?

Algunas cuestiones disputadas sobre el anarcocapitalismo (I): quién forma parte del Estado y cómo se organiza éste

Por Miguel Anxo Bastos Boubeta

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“Es el verdugo, no el Estado, quien materialmente ejecuta al criminal. Sólo el significado atribuido al acto transforma la actuación del verdugo en una acción estatal”.
Ludwig Von Mises, La acción humana, Unión Editorial, Madrid, 1995, p. 51.
Parafraseando el título de la que, a mi entender, es la mejor obra de Stuart Mill, quisiera discutir en este y otros artículos algunas cuestiones que merecen mayor aclaración sobre el funcionamiento del Estado y la doctrina del anarquismo de libre mercado.
Lo primero que cabría discutir es qué personas componen el ente que llamamos Estado. Uno de los rasgos principales de la Escuela austriaca, aunque no sólo de ella, pues autores como Max Weber, James Buchanan o John Rawls también suscriben la tesis, es el llamado individualismo metodológico, esto es, que solo los individuos actúan consciente y propositivamente. Solo los hechos referidos a los individuos pueden explicar los fenómenos sociales y económicos. 

Saturday, July 9, 2016

Los cantos de sirena del Estado

Los cantos de sirena del Estado

Por Robert Higgs
El Estado es la más destructiva institución concebida por los humanos, un incendio que puede ser controlado por muy poco tiempo, antes que se propaguen las llamas por todas partes. Lo que promueve el crecimiento del Estado debilita la defensa de los individuos y nada promueve más el crecimiento del Estado que una emergencia nacional.
La actividad fundamental del Estado es el robo, aunque le dan otro nombre --impuestos--, bajo la excusa de que se trata de una obligación, inclusive moral.


Todos los gobiernos son oligarquías, ya que apenas un pequeño grupo de personas toman las riendas y deciden cómo usar el poder. Detrás de ellos, un grupo más grande constituye la coalición que los apoya. Ese otro grupo goza de privilegios legales, subsidios, cargos, concesiones exclusivas, licencias y transferencias de riqueza, a costa de las masas. Así utilizan la fuerza, incluyendo la policía y el ejército, para explotar a los demás, obligándolos a respetar las leyes que imponen.
A pesar del encanto ideológico que los altos funcionarios y los intelectuales estatistas utilizan para desplumar a la gente, a veces la gente se resiste y apoya a políticos que prometen aligerar las cargas, evaden impuestos y regulaciones, operan en la economía informal, violan las prohibiciones o emigran.
Casi cualquier guerra sirve el objetivo político porque une a la gente, al menos en el corto plazo, en apoyo a la bandera. Y como el gobierno siempre entona cantos de sirenas, esa constante propaganda cala, especialmente cuando se logra asustar a la gente y se utiliza a los medios de comunicación para lograrlo.
La llamada "guerra contra el terrorismo" ha disparado el crecimiento de ciertas industrias en Estados Unidos. Entre 1999 y 2006, el número de empresas contratistas del Departamento de Seguridad Nacional se disparó de nueve a 33.890 compañías. Y lo menos que los buitres quieren es que disminuya el miedo, lo cual terminaría con sus negocios que dependen totalmente del dinero proveniente de los impuestos.
Un Estado pacífico es una virtual imposibilidad. Cuando no pelea con extranjeros, pelea con su propia gente, para mantenerla bajo control. Nunca gozaremos de una paz duradera mientras nuestra lealtad sea a un rey, que en nuestro caso es ese conglomerado de explotadores institucionalizados que llamamos Estado.

Los cantos de sirena del Estado

Los cantos de sirena del Estado

Por Robert Higgs
El Estado es la más destructiva institución concebida por los humanos, un incendio que puede ser controlado por muy poco tiempo, antes que se propaguen las llamas por todas partes. Lo que promueve el crecimiento del Estado debilita la defensa de los individuos y nada promueve más el crecimiento del Estado que una emergencia nacional.
La actividad fundamental del Estado es el robo, aunque le dan otro nombre --impuestos--, bajo la excusa de que se trata de una obligación, inclusive moral.