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Wednesday, June 15, 2016

Moneda dura, en la teoría y en la práctica

Gerald P. O'Driscoll Jr. relata la historia de cómo el mundo pasó del patrón oro clásico, a un pseudo patrón oro y finalmente a un orden de monedas fiduciarias.

Gerald P. O'Driscoll Jr. es ex-vicepresidente del Banco de la Reserva Federal en Dallas y académico asociado del Cato Institute.
En este comentario, analizaré el concepto de una moneda fuerte y su relevancia actual. El concepto evolucionó durante el siglo diecinueve conforme muchos países adoptaron el patrón oro. Llegó a estar asociado con el dinero respaldado en algún commodity o “moneda dura”. Por ejemplo, Ludwig von Mises (1966: 782) dijo:
“El principio de dureza implicaba que el estándar de las monedas —esto es, aquellas a las cuales se les asignaba un curso legal ilimitado mediante la legislación— deberían ser barras de oro adecuadamente valoradas y estampadas, acuñadas de tal forma que la detección de cortes, abrasiones y falsificaciones sea fácil. A la estampa del Estado ninguna función le fue atribuida más allá de certificar el peso y pureza del metal contenido en la moneda".


No había requisito de que las “monedas estándar” sean el medio de pago exclusivo o incluso aquel que predomine en las transacciones diarias. Siempre y cuando los bancos emisores (privados o bancos centrales) mantengan la convertibilidad libre, entonces el sistema monetario tenía las características de una moneda fuerte. Como Mises sugirió, el papel del Estado era mínimo.
Históricamente, la moneda dura está asociada con el dinero respaldado en un commodity. La descripción de Mises asume que se trata de dinero respaldado en un commodity. ¿Puede haber una moneda fiduciaria que sea dura?
La mayoría de los escritores del siglo diecinueve presumían un sistema de dinero respaldado en commodities, con el permiso de suspender temporalmente la convertibilidad en tiempos de guerra y un retorno al estándar en tiempos de paz. La suspensión de pagos en especie por parte del Banco de Inglaterra durante las Guerras Napoleónicas provocó que el banquero Henry Thornton escriba un tratado en 1802 acerca de cómo administrar una moneda de papel: An Enquiry Into the Nature and Effects of the Paper Credit to Great Britain. Thornton fue un banquero exitoso con la comprensión de un economista acerca de la banca, las finanzas y la economía real. Fue pionero en realizar las distinciones analíticas que no serían re-descubiertas hasta casi un siglo después: la distinción entre las tasas de interés reales y nominales, y el concepto de una tasa de interés natural o de equilibrio.
Este volumen debería haberse convertido en una referencia ampliamente difundida. Pero llegó a ser olvidado porque el Banco de Inglaterra re-estableció la convertibilidad, y otros países gradualmente adoptaron el patrón oro a lo largo del siglo diecinueve. Cómo administrar el dinero fiduciario (crédito de papel) dejó de ser un asunto práctico.
Cuando el sistema de la Reserva Federal fue creado a fines de 1913, EE.UU. estaba en el patrón oro al igual que gran parte del mundo. La Reserva Federal no fue creada para administrar el dinero en el sentido moderno, sino para proveer una moneda nacional que fuera parte del patrón oro. Nadie estaba pensando en administrar una moneda fiduciaria en la víspera de la Primera Guerra Mundial. Eso cambiaría pronto debido a los requisitos de las finanzas en tiempos de guerra.
Después de la Primera Guerra Mundial, el mundo volvió a un pseudo patrón oro que registró crónicamente una escasez de reservas de oro. Las monedas de muchos países estaban sobrevaluadas en relación al oro. Cuando el sistema colapsó en la década de 1930, los países se volcaron a un mundo de monedas fiduciarias sin tener una guía de como este funcionaría. Durante un tiempo, hubo esfuerzos para restaurar el patrón oro global pero estos no rindieron fruto. La Segunda Guerra Mundial interrumpió cualquier esfuerzo para diseñar un nuevo sistema monetario internacional.
El sistema Bretton Woods, posterior a la guerra, constituía el nuevo orden monetario global. Se han escrito volúmenes enteros acerca de este. No comparto la nostalgia de algunos por este orden. Incluso fue mucho menos un patrón oro que aquel que existió en los años entre las dos guerras mundiales. La verdad es que era un patrón dólar. El dólar fue anclado al oro y otras monedas fueron ancladas al dólar. Hubo numerosos ajustes de tipos de cambio. El sistema contenía contradicciones inherentes. Inevitablemente, el productor de la moneda dominante estaba destinado a abusar de su “privilegio exorbitante” y EE.UU. así lo hizo. El sistema colapsó y el mundo pasó a estar en un patrón fiduciario.
No hubo una teoría aceptada acerca de cómo manejar el dinero en un mundo de dinero fiduciario. Este no era el mundo de Henry Thornton en el cual el dinero fiduciario era un recurso temporal con la expectativa de volver a la conversión en especie. Era el mundo de la clásica teoría cuantitativa, que fue construida en un mundo que estaba en un patrón respaldado por un commodity. La teoría cuantitativa demostraba los límites de la expansión monetaria (o cambios en la demanda de dinero) antes de que los precios empezaran a subir lo suficiente como para amenazar la convertibilidad. En un patrón oro clásico, la oferta de dinero es endógena y el nivel de precio se fija a largo plazo.
Milton Friedman y los monetaristas ofrecieron una reafirmación de la teoría cuantitativa y un modelo de control monetario para la moneda fiduciaria. Friedman, sus estudiantes y colegas creían que habían descubierto las relaciones empíricas entre la base monetaria, medidas más amplias de dinero (especialmente M2), y la demanda de dinero (Friedman 1956 y Friedman y Schwartz 1956). Cuando el enfoque monetario finalmente fue implementado por la Reserva Federal de Volcker en la década de 1980, las supuestas relaciones empíricas se rompieron. La Fed abandonó el enfoque monetario.
Lo que vino después fue un periodo que John Taylor denominó la Gran Moderación, en el cual la Fed y otros bancos centrales parecían hacer las cosas bien. Hubo una mayor estabilidad macroeconómica (midiendo esta con una menor variación en los precios y la producción). Taylor consideró que la Fed estaba siguiendo una norma implícita, que otros llamaron la Norma de Taylor. Pero la Fed y luego otros bancos centrales empezaron a desviarse de esa norma reduciendo las tasas de interés en respuesta a las quiebras ‘dotcom’. Taylor (2009) argumentó que la crisis de bienes raíces fue la consecuencia de una bonanza creada mediante la política de tasas de interés bajas. “Sin bonanza, no hay caída”. Los bancos centrales no han vuelto a una norma monetaria. En cambio, se han involucrado en la improvisación monetaria.
El dinero en el siglo XXI está demostrando ser inmune al control por parte de los banqueros centrales. La relación entre las reservas monetarias y varios agregados monetarios (el multiplicador de la moneda) ha colapsado. Dicho de manera más precisa, los bancos centrales parecen haber perdido la habilidad de controlar la inflación. En EE.UU., Europa y Japón, las tasas de inflación han permanecido crónicamente por debajo de los objetivos de los bancos centrales a lo largo de la última recuperación económica que se dio luego de la Gran Recesión (el crecimiento del PIB real también ha estado por debajo de las expectativas). Economistas tan diversos como Jerry Jordan (2016) y James Bullard (2016) han cuestionado si nuestros modelos de libros de texto acerca de la creación del dinero y del control de la inflación siguen siendo válidos. Esto no es para sugerir que las tasas de inflación futuras no subirán a 2 por ciento o más allá de eso. Si lo hacen, sin embargo, probablemente no será por consecuencia de las acciones de cualquier banco central (Jordan 2016).
Para reiterar, cuestiono si alguna vez tuvimos una teoría práctica sobre cómo administrar el dinero en un mundo de dinero fiduciario. Los partidarios de las normas monetarias creen que tienen dicha teoría. Algunas de estas reglas consisten en tener un PIB Nominal como objetivo. La pregunta específica que yo hago a los partidarios del enfoque en el PIB Nominal es: ¿cómo es que hoy cualquier cosa que la Fed hace para equilibrar su hoja de balance alterará la tasa de crecimiento del PIB Nominal de forma predecible? La respuesta a dicha pregunta podría ser que el banco central debería hacer más. ¿Qué tanto más? Y, ¿cuál, entonces, sería la norma? Suena como una receta para otorgar discreción. De cualquier manera, los bancos centrales han sido incapaces de lograr que cualquier componente del PIB Nominal crezca de forma normal o predecible.
Las instituciones y políticas monetarias varían entre los principales bancos centrales. Por ejemplo, tanto el Banco Central Europeo como el Banco de Japón han establecido tasas de interés negativas sobre los depósitos que los bancos comerciales mantienen en el banco central. Mientras tanto, la Fed ha estado pagando intereses por las reservas bancarias desde hace algún tiempo. Las instituciones y las políticas difieren, incluso se oponen entre sí, pero los fracasos de política pública son comunes (Las políticas han fracasado en sus propios términos, sin importar que uno esté de acuerdo o no con estos).
Ahora permítame volver a la idea clásica de la moneda dura. La moneda dura es una norma, pero una norma diferente a las modernas normas monetarias tales como la Norma de Taylor o el enfoque en el PIB Nominal. La moneda dura no era una norma basada en relaciones empíricas entre variables económicas. No fue inventada, sino descubierta. Es más parecida al Estado de Derecho. Mises (1971: 414) expresó este argumento claramente. “Ideológicamente esta [moneda dura] pertenece a la misma clase de constituciones políticas y declaraciones de derechos. La demanda de garantías constitucionales y de declaraciones de derechos fue una reacción en contra del gobierno arbitrario y del irrespeto a las costumbres viejas por parte de los reyes”.
El argumento a favor de la moneda dura no es simplemente un argumento económico-técnico, sino un argumento de política económica e incluso constitucional. Cuando los economistas clásicos sostenían que los estándares basados en commodities eran una defensa en contra de la inflación, no sugerían que no habría variación de la inflación en un patrón oro. Su propia experiencia les indicaba lo contrario. En cambio, ellos reconocían que un patrón oro era una protección en contra de acciones arbitrarias para depreciar la moneda por parte de soberanos . La protección en contra de acciones arbitrarias y caprichosas por parte del Estado es lo que las constituciones se supone que deberían proveer.
¿Hay formas de evitar la arbitrariedad en cuestiones monetarias en un sistema de dinero fiduciario? ¿Puede una norma monetaria de algún tipo proveer hoy las protecciones que existían en virtud del patrón oro clásico que existió antes de la Primera Guerra Mundial? Estas preguntas son centrales para el debate acerca de las normas monetarias. Estas son cuestiones aparte de las preguntas técnicas que he planteado. Ambos tipos de preguntas deben ser abordadas en los debates acerca de la política monetaria.

Moneda dura, en la teoría y en la práctica

Gerald P. O'Driscoll Jr. relata la historia de cómo el mundo pasó del patrón oro clásico, a un pseudo patrón oro y finalmente a un orden de monedas fiduciarias.

Gerald P. O'Driscoll Jr. es ex-vicepresidente del Banco de la Reserva Federal en Dallas y académico asociado del Cato Institute.
En este comentario, analizaré el concepto de una moneda fuerte y su relevancia actual. El concepto evolucionó durante el siglo diecinueve conforme muchos países adoptaron el patrón oro. Llegó a estar asociado con el dinero respaldado en algún commodity o “moneda dura”. Por ejemplo, Ludwig von Mises (1966: 782) dijo:
“El principio de dureza implicaba que el estándar de las monedas —esto es, aquellas a las cuales se les asignaba un curso legal ilimitado mediante la legislación— deberían ser barras de oro adecuadamente valoradas y estampadas, acuñadas de tal forma que la detección de cortes, abrasiones y falsificaciones sea fácil. A la estampa del Estado ninguna función le fue atribuida más allá de certificar el peso y pureza del metal contenido en la moneda".

Tuesday, June 14, 2016

El precedente del dólar de Ron Paul



El 14 de noviembre de 2007, agentes federales entraron en las oficinas centrales de una compañía llamada NORFED, National Organization for the Repeal of the Federal Reserve Act and Internal Revenue Code, y se incautaron de sus existencias de oro, plata y cobre, buena parte en forma de monedas mostrando la imagen del congresista de EEUU Ron Paul, de Texas, candidato a la nominación a Presidente de Estados Unidos.
La orden de registro para esta acción alega fraude y lavado de dinero y una declaración de apoyo se refería a las provisiones del Código de EEUU que prohíben la emisión de cualquier moneda destinada a circular como dinero y de cualquier cosa que tenga el aspecto de la moneda de Estados Unidos.
Los detalles del caso son complicados, pero hay dos asuntos de los que puedo ocuparme sin referirme a las acusaciones y contraacusaciones. ¿Cómo es que el gobierno de EEUU tiene el poder de prohibir a la gente usar formas alternativas de dinero (es decir, la primera provisión) y cómo se puede decir que las monedas de la NORFED tienen el aspecto de las de Estados Unidos (la segunda)?



Desde 1934 hasta 1975, estaba prohibido a cualquier estadounidense poseer oro en bruto. Antes de 1934, se pensaba que el Congreso de EEUU no tenía poder para hacer algo ilegal. Por tanto, los prohibicionistas necesitaron en su momento una enmienda constitucional que eliminar nuestro alcohol. Pero, en 1934, el Tribunal Supremo de EEUU decidió, por 5 votos a 4, que el Congreso sí podía hacer ilegal el oro.
Es más, en esta sentencia y otras posteriores, el Supremo decidió que el Congreso podía prohibirnos usar monedas de oro o plata, como las que podrían emitir gobiernos extranjeros o cecas privadas, o billetes emitidos por bancos privados o incluso firmar contratos financieros denominados en oro o en cualquier divisa extranjera o en cualquier forma de indexación. No sólo el gobierno federal podría decidir cuál es la “moneda de curso legal” sino también cuál es la única “unidad de cuenta” y “medio de intercambio” legal. Estos poderes no se encuentran en la Constitución, pero son parte de lo que el Juez Presidente John Marshall, hablando en nombre del Supremo, decía que era el “poder propio” del gobierno.
El que la emisión de cualquier dinero deba ser prerrogativa única del gobierno es algo que ha sido controvertido durante mucho tiempo. Los defensores de un gobierno limitado siempre han argumentado que el dinero debería ser algo de valor, como un material independiente de su uso monetario, aunque muchos han admitido un papel del gobierno en atestiguar el peso y calidad de las monedas y la solidez de los bancos. Los defensores del gran gobierno, por el contrario, siempre han defendido el dinero fiduciario.
En la Grecia antigua, podemos encontrar estas posiciones en los escritos de Platón y Aristóteles. Platón, que defendía la dictadura del “rey filósofo”, decía, en Las leyes, que el dinero de un estado debería consistir en cosas “sin valor para el resto de la humanidad”. En otras palabras, el estado debía crear dinero fiduciario. Además, para obligar a la gente a utilizar sólo su dinero fiduciario, “a ninguna persona privada [se le debería] permitir poseer oro o plata”.
En ese momento, las monedas emitidas por los tiranos de Grecia normalmente consistían en finas tiras de cobre o monedas de metales preciosos. En el caso de la colonia griega de Siracusa, durante el gobierno del tirano Dionisio, que pudo haber sido asesorado por Platón, el dinero consistía en monedas de hojalata. No aceptar esas monedas por su valor facial se castigaba con la muerte. A pesar de esta amenaza terrorista, los estados que imponían sus monedas envilecidas al pueblo sufrían la inflación y sus males asociados. Así, el comediógrafo griego Aristófanes, en Las ranas, decía que “En nuestra República, se prefiere a los malos ciudadanos a los buenos, igual que circula la mala moneda y desaparece la buena”.
Por el contrario, Aristóteles en su Política decía que el dinero debía ser “algo intrínsecamente útil y fácilmente aplicable a los propósitos de la vida, por ejemplo, hierro, plata o similares”. Aristóteles fue asombrosamente visionario acerca del dinero. Defendía el dinero en especie a pesar de reconocer que estaba sujeto a fluctuaciones en valor respecto de otros bienes. En su Ética escribía “por supuesto, también [el dinero en especie] es susceptible de depreciación, pues su poder adquisitivo no es siempre el mismo (…)” (Yo debería apuntar que las fluctuación del dinero en especie son modestas en comparación con las fluctuaciones habituales, siempre a la baja, del dinero fiduciario). Tan dedicada estaba la ciudad-estado de Atenas al dinero en especie que parece que incluso las falsificaciones de sus monedas tenían que ser aceptadas siempre que contuvieran la plata requerida.
En el momento de la fundación de Estados Unidos, la disputa sobre la moneda era, para muchos, un asunto muy importante. Varias de las colonias se habían quejado bajo el poder del rey acerca de la emisión de papel moneda. A causa de la Ley de Moneda de 1764 y otras, a las colonias se les restringía la cantidad a emitir. Así que, al declarar su independencia, estas colonias (ahora estados) y el Congreso Continental procedieron rápidamente a emitir papel moneda y, por supuesto, engendraron una hiperinflación. Incluso después del repudio de este papel moneda y el aseguramiento de la paz, una serie de estados volvieron a sus métodos inflacionistas. Aunque no es muy conocido, fue esta segunda ola de inflación, y no la inflación de la Guerra de Independencia, la que estuvo entre las principales motivaciones para diseñar “una unión más perfecta”.
Bajo la consiguiente Constitución de EEUU, a los estados se les prohibió hacer moneda de curso legal a algo distinto del oro o la plata y además se les prohibió emitir billetes (es decir, papel moneda) e interferir en los contratos. Se dio al gobierno federal el poder de acuñar moneda y regular así el valor. También se le dio el poder de pedir dinero prestado.
En ese momento, nadie pensaba que el poder de acuñar moneda fuera un poder otorgado en exclusiva. De hecho, había tres bancos privados (los bancos de Norteamérica, Nueva York y Massachussets) que estaban emitiendo papel moneda (muchos otros lo harían también más tarde) y una amplia variedad de comerciantes privados emitía moneda fraccionaria en forma de monedas de cobre y billetes de baja denominación (shinplasters). Ninguna de estas monedas emitidas privadamente era de curso legal y todas circulaban voluntariamente. Además, casi todas las monedas de oro y plata que circulaban en el país eran españolas y de otros países. Lo que se discutía, en el momento de la fundación, era si el gobierno federal podía privilegiar a un banco.
Es conocido que Alexander Hamilton decía “sí”, pues sería “necesario y adecuado” gestionar la enorme deuda de la Guerra de Independencia de Estados Unidos; Thomas Jefferson decía “no”, pues el dinero podía pedirse prestado directamente a prestamistas o mediante bancos contratados por el estado. George Washington, siguiendo el consejo de James Madison, se alineó con Hamilton. Más tarde, cuando se liquidó la deuda de la Guerra de Independencia y el Congreso quiso aumentar el privilegio del banco privilegiado federalmente, Madison dijo, como Presidente, que como el gobierno federal ya no estaba en deuda, no era “necesario y adecuado” un banco privilegiado federalmente. Estas circunstancias hacían inconstitucional la ley que extendía el privilegio de este banco, por lo que vetó la propuesta.
En contra del pensamiento de Madison, el Tribunal Supremo, en una serie de decisiones, expuso que los poderes monetarios del gobierno federal estaban incluidos en el “poder inherente” del gobierno y en poderes ejercidos por todos los “gobiernos civilizados” no negados al gobierno federal. La idea de que el gobierno tiene “poder inherente”, por supuesto, es un anatema para los libertarios, como lo es la doctrina de que los funcionarios tienen “poderes implícitos”. Cualquier poder que tenga el gobierno, más allá del que el pueblo ha consentido, no es inherente ni implícito, sino que se ha tomado por la fuerza.
No es necesario (no digamos descorazonador) recordar la historia monetaria del país. No hace falta decir que durante el curso de esta historia, el gobierno federal tomó cada vez más poderes monetarios de forma que, hoy, nuestras disposiciones monetarias serían irreconocibles para cualquiera de los fundadores. En particular, nuestras monedas son feas piezas de nada y un constante recuerdo de nuestra degradación. Por citar al profeta Isaías: “han convertido vuestra plata en metal sin valor”.
De 1789 a 1934, una onza de oro equivalía a 20 dólares de EEUU. Luego, con el fin de “reflacionar” el nivel de precios, Franklin Delano Roosevelt pidió al Congreso devaluar el dólar para que una onza equivaliera a 35$, a lo que accedió el Congreso. Y desde 1934, hemos sufrido una inflación continua, a veces a un ritmo rápido y a veces lento, a veces oculto por controles de precios y salarios y el precio de una onza de oro está ahora en torno a 800$ (actualmente en 2011 está a 1745 $).
Avanzando rápidamente varias décadas desde 1934, durante la década de 1970, gracias en buena parte a Jesse Helms, que era en ese momento Senador por Carolina del Norte y el entonces bastante joven congresista de Texas Ron Paul, se derogó la ley que prohibía la posesión de oro por los estadounidenses. Poco después de que nos permitieran poseer oro (gracias, maestro), el Congreso nos permitió asimismo indexar nuestros contratos financieros (gracias otra vez, maestro). Así que Sunshine Mining emitió bonos indexados a la plata y otros prestamistas privados le siguieron con bonos ligados a otros materiales y al Índice de Precios del Consumo. Sin albergo, había una serie de insistentes preguntas acerca de la legalidad de estos bonos ligados a los precios. Durante la década de 1990, el propio Tesoro de EEUU emitió bonos indexados al IPC y la legalidad de los bonos indexados dejó de ponerse en duda.
Poco después de levantarse las limitaciones sobre el oro y la indexación, se permitió a los bancos ofrecer a los clientes cuentas denominadas en oro, cosa que hizo el Republic Bank of New York. Y, durante la década de 1990, además se autorizó a los bancos a ofrecer cuentas en divisas extranjeras y hoy lo hacen un número creciente de éstos (pero esto es a causa de la globalización, no por preocupaciones acerca de la inflación).
Así que debería estar claro que es legal que individuos, bancos y otros posean monedas de Ron Paul para intercambiarlas con otros como quieran y por cualquier razón que acuerden, hacerlo transfiriendo físicamente la posesión o por papel o transferencia electrónica de monedas en cuentas de depósitos y realizar depósitos de monedas en cuentas. Lo que es ilegal, por razón de la Sección 486 del Capítulo 25 de la Parte I del Título 18 del Código de EEUU, es fabricar, entregar o dar cualquier moneda de metal, incluso de diseño original, pretendiendo que circule como moneda actual. Además de la acción de los federales contra el acuñador privado de monedas de Ron Paul, está el asunto de emitir monedas que se parezcan a las emitidas por el Tesoro de EEUU y puede haber asimismo asuntos de fraude como sucede en las estafas.
Respecto del asunto de si las monedas emitidas por NORFED se parecen a las emitidas por el Tesoro, en la declaración que apoyaba la orden de registro por la que el FBI entró en las oficinas de NORFED, se dice que las monedas imitan a las de Estados Unidos. Por ejemplo, se muestra una moneda de diez centavos con la imagen de Franklin Delano Roosevelt en una cara y tres fasces en la otra. Respecto de los símbolos, las monedas de NORFED anteriores a la de Ron Paul mostraban imágenes de Columbia, la diosa de la Libertad, y por tanto se parece a las acuñaciones históricas de Estados Unidos y las monedas de oro conmemorativas emitidas por el Tesoro de EEUU bajo una ley escrita por el congresista Ron Paul. Estas monedas de oro conmemorativas tienen el estatus de moneda de curso legal por parte del Congreso de EEUU, que hacen antieconómico su uso como dinero (por ejemplo, la moneda de una onza tiene un valor legal de 20$), son vendidas por el Tesoro a precios mucho mayores y por tanto no son realmente parte de las acuñaciones actuales de los Estados Unidos.
En términos de palabras, la acuñación de Estados Unidos muestra las palabras “Liberty”, “United States of America”, “In God we trust” y “E pluribus unum”. Las monedas anteriores a Ron Paul de NORFED muestran las palabras “Liberty”, “USA” y and “Trust in God”.
Aunque no se explica en la declaración, sabemos que la acuñación de Estados Unidos consiste en muchas piezas de basura, realizadas con cinc o plomo o cualquier metal base que el gobierno encuentre por ahí en el centro de reciclaje y pulido para que parezca plata. La moneda de NORFED se parece a una moneda estadounidense en parte porque la moneda de NORFED está hecha de plata y la estadounidense está pulida para que parezca de plata.
Respecto de cómo se parecen la totalidad de las imágenes, palabras, tamaño, peso y tacto de las monedas de NORFED a las de Estados Unidos, el asunto (me parece) podría haberse resuelto sin irrumpir en los negocios de la empresa. Cuando el Tesoro de EEUU enviara un aviso a la compañía para que renunciara, está presentaría un recurso en los tribunales buscando un requerimiento judicial permanente. Pero en lugar de seguir este camino, los federales simplemente aparecieron y cerraron la empresa.
Hay quien ha dicho que alguna gente que compró la moneda de plata de Ron Paul se vio defraudada porque compraron algo que valía 10$ en plata al precio de 20$. Mientras que hay maneras de comprar monedas de oro y plata con sobrecostes muy pequeños (podrían llamarse “monedas lingote”), se sabe que la gente compra monedas conmemorativas con sobreprecios importantes sobre el valor de fundición. Los compradores de monedas conmemorativas, como las que muestran a la Torres Gemelas y a la Princesa Diana, ven en las monedas algo de valor emocional y están dispuestos a pagar una prima.
Este caso no trata realmente de la empresa o los detalles de sus prácticas concretas de negocio o de si podría haber engañado a sus clientes respecto de lo que compraban o hasta qué punto. Supongo que alguna gente piensa que es un tonto quien esté dispuesto a pagar un sobreprecio por una moneda de plata de Ron Paul, pensando que representa algo importante que una vez defendía este país. La historia está repleta de otra clase de tontos: los que creen que el papel moneda puede crear riqueza y que la moneda fuerte nos lleva al atraso. Debería decir que escribí el prólogo a un libro editado por el jefe de NORFED hace cuatro años, por el que recibí un certificado por una onza de oro con un valor marcado de 500$. En ese momento, el oro se vendía aproximadamente a 320$ la onza. Y En ese momento pensé que recibir el certificado era divertido. Ahora me pregunto qué están haciendo los federales con mi oro.

El precedente del dólar de Ron Paul



El 14 de noviembre de 2007, agentes federales entraron en las oficinas centrales de una compañía llamada NORFED, National Organization for the Repeal of the Federal Reserve Act and Internal Revenue Code, y se incautaron de sus existencias de oro, plata y cobre, buena parte en forma de monedas mostrando la imagen del congresista de EEUU Ron Paul, de Texas, candidato a la nominación a Presidente de Estados Unidos.
La orden de registro para esta acción alega fraude y lavado de dinero y una declaración de apoyo se refería a las provisiones del Código de EEUU que prohíben la emisión de cualquier moneda destinada a circular como dinero y de cualquier cosa que tenga el aspecto de la moneda de Estados Unidos.
Los detalles del caso son complicados, pero hay dos asuntos de los que puedo ocuparme sin referirme a las acusaciones y contraacusaciones. ¿Cómo es que el gobierno de EEUU tiene el poder de prohibir a la gente usar formas alternativas de dinero (es decir, la primera provisión) y cómo se puede decir que las monedas de la NORFED tienen el aspecto de las de Estados Unidos (la segunda)?