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Saturday, October 1, 2016

¿Estados Unidos de Europa?

UK-UEYa ha tres meses de la decisión democrática en Europa más importante en décadas: Brexit – la decisión tomada por los votantes del Reino Unido para dejar la Unión Europea. Aquellos que favorecimos el Brexit, todavía estamos esperando que se den las predicciones apocalípticas de los partidarios de mantenerse dentro de la Unión.
Predicciones como el fin del Reino Unido con la independencia de Escocia e Irlanda del Norte donde encuestas recientes ponen al electorado favoreciendo ser parte del Reino Unido. Incluso predicciones de la Tercera Guerra Mundial y un colapso del sistema financiero y económico del mundo. Ello se ha convertido en una parodia de otras falsas predicciones de perdición si el país votaba a favor del Brexit. Sin embargo la respuesta de los líderes de la Unión Europea a la decisión de los votantes británicos, revela el problema fundamental que padece la Unión Europea: Que para resolver los problemas europeos se necesita más Europa y llevar el concepto de nación-estado a los márgenes.



El pasado 14 de septiembre de 2016, en el Parlamento europeo se pronunció el discurso del Estado de la Unión por parte del presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker. En el discurso articuló la política pública que ha de seguir la Comisión declarando:
Los próximos doce meses son decisivos si queremos reforzar la Unión. Europa es una cuerda con muchos hilos. Sólo funciona si todos tiramos en la misma dirección: Las instituciones de la UE, los gobiernos nacionales y los parlamentos nacionales al unísono”.
Con estas palabras señaló que la solución para los problemas de la Unión, es más Europa. En este discurso delineó medidas para fortalecer la unión económica, una política común de inmigración europea y los comienzo de la creación de una defensa común.
Vamos a defender nuestras fronteras con la nueva Frontera Europea y la Guardia Costera. Quiero ver al menos 200 guardias fronterizos adicionales y 50 vehículos adicionales desplegados en las fronteras exteriores de Bulgaria a partir de octubre.
Como era de esperarse la respuesta de los parlamentarios fue positiva con el federalista Guy Verhofstadt declarando que “si realmente quiere dar una respuesta positiva a los temores de nuestros ciudadanos y para recuperar el control sobre sus vidas, necesitamos soluciones europeas y capacidades en Europa tan pronto como sea posible”.
Estos discursos denotan que la única visión de Europa es federalista, un Estados Unidos de Europa. Pero la lección que el Brexit debe dar a los políticos europeos es que los pueblos europeos no apoyan esta visión. Es más un proyecto de los políticos para los políticos. La realidad es que cada vez que la pregunta de más poderes para la Unión Europea ha sido presentada al electorado, éste lo ha rechazado. El último ejemplo es el voto a favor del Brexit, pero existen otros como el rechazado contundentemente  en 2005 por los Países Bajos o el sorprendente rechazo de Francia.
Los problemas de la Unión Europea no se resuelven centralizando más poder ni impulsando políticas federalistas sino admitiendo el valor de la nación-estado, algo difícil de sostener en una unión con 27 diferentes políticas fiscales, sociales y económicas – y sin ese sentimiento de amor y unidad que los 50 estados de Estados Unidos de América comparten por su nación y que les da cohesión. El “We, the people” (Nosotros, el pueblo) es algo muy real y presente para un americano. Los europeos no comparten esa visión al pensar en la Unión Europea y sin eso no hay cohesión. Lo más cercano a una cohesión a la americana en Europa la tienen los países escandinavos. Por eso los escandinavos disfrutan de una unidad que ya quisiera tener la Unión Europea.
Es hora que los políticos europeos tomen nota que quizás menos Unión Europea es lo que salvaguarde esa unión. Quizás si los burócratas y políticos europeos hubiesen entendido esta lección, le habrían concedido a David Cameron mejores propuestas que presentarle al pueblo británico, eso le habría dado el triunfo en el referéndum. El Brexit y los otros resultados electorales apuntan a que la solución es un retorno a la idea primigenia de una unión basada en el libre comercio no en un proyecto de crear un Estados Unidos de Europa. En eso fracasarán.

¿Estados Unidos de Europa?

UK-UEYa ha tres meses de la decisión democrática en Europa más importante en décadas: Brexit – la decisión tomada por los votantes del Reino Unido para dejar la Unión Europea. Aquellos que favorecimos el Brexit, todavía estamos esperando que se den las predicciones apocalípticas de los partidarios de mantenerse dentro de la Unión.
Predicciones como el fin del Reino Unido con la independencia de Escocia e Irlanda del Norte donde encuestas recientes ponen al electorado favoreciendo ser parte del Reino Unido. Incluso predicciones de la Tercera Guerra Mundial y un colapso del sistema financiero y económico del mundo. Ello se ha convertido en una parodia de otras falsas predicciones de perdición si el país votaba a favor del Brexit. Sin embargo la respuesta de los líderes de la Unión Europea a la decisión de los votantes británicos, revela el problema fundamental que padece la Unión Europea: Que para resolver los problemas europeos se necesita más Europa y llevar el concepto de nación-estado a los márgenes.


Wednesday, August 24, 2016

Brexit: La derrota de los eurócratas

UK-UE
Una sólida mayoría de británicos ha decidido que no quieren continuar en esta Unión Europea. Con más de un millón de votos de diferencia, los partidarios de la salida han demostrado ser muchos más que los que quieren permanecer dentro de la estructura política de Bruselas.
Es una noticia aún peor para una forma de entender la Unión Europea. Fíjense que no digo para Europa, sino para la forma de malentender y de desfigurar Europa que ha dominado progresivamente el continente desde los despachos del poder de Bruselas.



Si hay que buscar derrotados, búsquenlos en los largos pasillos de la Comisión Europea. Si hay que encontrar fracasados, los pueden ver sentados a ambos lados del hemiciclo del Parlamento Europeo. Si hay que señalar culpables, están en todos los medios de comunicación, ONGs, lobbys y demás rent-seekers que llevan décadas predicando las bondades del federalismo europeo mientras extienden la mano para cobrar las subvenciones que salen del bolsillo del contribuyente europeo.
Nadie rechazaba las instituciones europeas cuando se trataba un Mercado Común o una Comunidad Económica. Ni siquiera los británicos. Ni siquiera Margaret Thatcher, como cuenta ella misma en sus memorias. Fue a partir del Tratado de Maastricht cuando, capitaneados por un socialista elitista como Jacques Delors, se fue extendiendo entre las élites políticas y periodísticas europeas la asombrosa tesis de que el rechazo al poder creciente de Bruselas se vencería con “más Europa”, como anteayer mismo decía el ministro de Exteriores de España José Manuel García-Margallo, uno de los que cree en esa mística del corazón de Europa.
Es ésa forma de malentender Europa la que se ha hecho odiosa. La que ha intentado varias veces imponer una Constitución Europea.. La que acumula poder sin responsabilidad. La que desprecia lo que llaman “la Europa de los mercaderes”, sin darse cuenta de que esa es la verdadera Europa: la de la libertad para que las personas se muevan y lleven adonde quieran sus ideas, sus servicios, sus productos y los bienes de su propiedad. Ésa es la Europa que merece la pena, la que sirve eficazmente para evitar que las guerras se repitan, la que representa lo mejor de la gente: su libertad para decidir y para responsabilizarse de su propio futuro.No creo que el Reino Unido vaya a romper su condición de mercado libre, ni tampoco creo que la Unión Europea vaya a levantar barreras en el comercio con las islas. Si uno u otra lo hicieran se cometería un error catastrófico.
Pero el voto que ayer pronunciaron los británicos va a tener muchas consecuencias. Y la primera, y la peor para el resto de Europa, es que nos han dejado solos, a merced del gentil monstruo de Bruselas.

Brexit: La derrota de los eurócratas

UK-UE
Una sólida mayoría de británicos ha decidido que no quieren continuar en esta Unión Europea. Con más de un millón de votos de diferencia, los partidarios de la salida han demostrado ser muchos más que los que quieren permanecer dentro de la estructura política de Bruselas.
Es una noticia aún peor para una forma de entender la Unión Europea. Fíjense que no digo para Europa, sino para la forma de malentender y de desfigurar Europa que ha dominado progresivamente el continente desde los despachos del poder de Bruselas.


Cómo Thatcher transformó el Reino Unido

Lady Thatcher“Cuando se busca ser popular, hay que estar preparado para comprometerse con cualquier cosa, en cualquier momento. Y así no se consigue nada”. Así de tajante se mostraba Margaret Thatcher cuando le preguntaban por su voluntad de llegar a grandes acuerdos políticos. Conocido es su pronunciamiento contra el “consenso”, que definió como “el proceso de abandonar todas las creencias, valores y principios”.
La Dama de Hierro buscaba algo muy distinto al “consenso”. Lo que ella quería era un cambio radical en la economía británica, que arrastraba años de decadencia al calor de un intervencionismo estatal cada vez más hondo. Para hacerlo, se rodeó de expertos vinculados a tres think tanks liberales que siguen funcionando a pleno rendimiento en pleno siglo XXI: el Institute of Economic Affairs, el Centre for Policy Studies y el Adam Smith Institute.
Influenciada por la Escuela de Chicago y la Escuela Austriaca, su primera obsesión fue controlar la inflación, que superó el 20% en los años previos a su llegada al poder. La expansión crediticia decretada por el Banco de Inglaterra fue replegada en los años de Thatcher, dando paso a un periodo con tipos de interés más altos que permitieron frenar la escalada inflacionista.



Privatizaciones y pugna con los sindicatos

Thatcher también plantó cara a los sindicatos, que se oponían a sus medidas de flexibilidad laboral y también a su decisión de privatizar el enorme conglomerado empresarial público. El Índice de Producción Industrial refleja cómo las medidas supusieron un cierto ajuste en la primera mitad de los años 80 pero abrieron el paso a una década de crecimiento continuado. Según la Oficina Nacional de Estadísticas, la producción industrial creció un 7.5% durante su mandato.
Pero el éxito de Thatcher también queda reflejado por la caída del sindicalismo radical que había atenazado a la economía británica. A comienzos de los 80, el pulso al gobierno conservador llevó a 12,000 el número de días de trabajo perdidos por las huelgas, pero la Dama de Hierro no cedió y, de hecho, el número de miembros de los sindicatos se desplomó durante su mandato, pasando de 13 a 8 millones.
Esto facilitó el proceso de privatización, que abarcaba compañías de todo tipo: aerolíneas, energía, telefonía… Cuando Thatcher llegó al poder, el Estado controlaba el 30% de la fuerza laboral debido al enorme tamaño de estas empresas públicas. British Airways, Rolls Royce, Jaguar, British Telecom, Rover… son solo algunas de las sociedades que estaban en manos del Estado pero que pasaron de nuevo a manos privadas, con el aliciente de que los trabajadores recibieron acciones de sus compañías.

Rebajas de impuestos

La economía que heredó el nuevo Ejecutivo conservador en 1979 estaba en una situación de parálisis tan aguda que, en la prensa internacional, se hablaba de las islas británicas como del “enfermo de Europa”. La situación era tan grave que, aunque hoy resulte difícil de creer, el Fondo Monetario Internacional “rescató” al Tesoro del Reino Unido en 1968 y 1976.
En clave tributaria, los presupuestos de 1979, diseñados por Geoffrey Howe, redujeron el tipo máximo del IRPF del 90% al 60%. El tipo medio de dicho gravamen cayó del 33% al 30% y se eliminaron gravámenes y recargos que encarecían el ahorro y la inversión. En 1988, los presupuestos que perfiló Nigel Lawson recortaron el tipo máximo del IRPF del 60% al 40% y rebajaron el tipo medio del IRPF del 30% al 25%.
También hubo rebajas en el impuesto sobre sociedades, que vio caer su tipo máximo del 50% al 35% y su tipo general del 30% al 25%. Thatcher combinó estas medidas con la revisión del IVA, que pasó a estar más o menos unificado con un nuevo tramo del 15%, y con recargos en los impuestos especiales, como por ejemplo el aplicado a la gasolina.
En suma, la presión fiscal cayó del 38% al 35% del PIB entre los años 1980 y 1990. El efecto lafferiano de las rebajas de Thatcher hizo que muchas medidas tributarias, encaminadas a reducir la presión fiscal, acabasen arrojando mayores niveles de ingresos fiscales como consecuencia de la expansión de la actividad económica.

Los resultados

Bajo el gobierno de Thatcher, se multiplicó por cuatro el número de ciudadanos británicos que atesoraba participaciones bursátiles. He ahíla mejor medida del triunfo del “capitalismo popular” que la Dama de Hierro defendía cada vez que tenía oportunidad. Durante los años 80, el PIB per cápita aumentó un 35% y el aumento medio del PIB superó el 3% frente al 2% de los años 70.
En términos de gasto público, la etapa de Thatcher estuvo marcada por un progresivo repliegue del peso del Estado sobre el PIB, que pasó del 48% al 38%. Además, la dirigente británica también acabó con los déficits fiscales, que desaparecieron a partir de los presupuestos de 1985. En clave de endeudamiento público, la caída fue del 50% al 30% del PIB.

Cómo Thatcher transformó el Reino Unido

Lady Thatcher“Cuando se busca ser popular, hay que estar preparado para comprometerse con cualquier cosa, en cualquier momento. Y así no se consigue nada”. Así de tajante se mostraba Margaret Thatcher cuando le preguntaban por su voluntad de llegar a grandes acuerdos políticos. Conocido es su pronunciamiento contra el “consenso”, que definió como “el proceso de abandonar todas las creencias, valores y principios”.
La Dama de Hierro buscaba algo muy distinto al “consenso”. Lo que ella quería era un cambio radical en la economía británica, que arrastraba años de decadencia al calor de un intervencionismo estatal cada vez más hondo. Para hacerlo, se rodeó de expertos vinculados a tres think tanks liberales que siguen funcionando a pleno rendimiento en pleno siglo XXI: el Institute of Economic Affairs, el Centre for Policy Studies y el Adam Smith Institute.
Influenciada por la Escuela de Chicago y la Escuela Austriaca, su primera obsesión fue controlar la inflación, que superó el 20% en los años previos a su llegada al poder. La expansión crediticia decretada por el Banco de Inglaterra fue replegada en los años de Thatcher, dando paso a un periodo con tipos de interés más altos que permitieron frenar la escalada inflacionista.


Tuesday, August 23, 2016

Las puertas del Reino Unido

Por Carmen González Enríquez

El País, Madrid
El rechazo a la inmigración tuvo un papel relevante en el resultado del referéndum británico. Ganaron los xenófobos: ¿y ahora qué? ¿Qué va a ocurrir con la inmigración al Reino Unido en adelante?. La respuesta corta es “probablemente nada”. Vamos por partes: sólo una parte de la inmigración que recibe el RU es comunitaria y por tanto sólo a ellos les afectarían los cambios de la eventual salida de la Unión Europea. Hay que insistir en que es “eventual” porque en este momento ni siquiera está claro si va a producirse efectivamente o será paralizada desde las instituciones británicas.


Pero supongamos que efectivamente el RU dejase mañana de ser un Estado miembro de la UE. Puesto que tampoco es miembro del espacio Schengen de libre circulación de personas, o sólo lo es en parte, podría imponer visados a los ciudadanos europeos que deseasen entrar en el país. Eso no cambiaría la situación de los que ya están dentro, 2.300.000 extranjeros comunitarios, aunque reduciría su movilidad internacional. Para evitar un colapso económico el Gobierno y el Parlamento tendrían que redactar nuevas normas que permitieran la concesión de un permiso de estancia y trabajo a todos esos que ya están trabajando allí. De la misma forma, para evitar el colapso del sistema universitario, que vive en gran parte de los estudiantes extranjeros, tendrían que conceder de prisa permisos a los estudiantes comunitarios. Y qué decir del preciado NHS, el sistema de salud público, que se mantiene gracias al trabajo de médicos y enfermeras extranjeros, en buena parte comunitarios, mientras los médicos británicos emigran a Estados Unidos donde pueden ganar mucho más dinero con una consulta privada. Después los británicos deberían implantar políticas para erradicar la inmigración irregular, algo que se han demostrado incapaces de hacer en el pasado. No hay ningún signo de que ahora puedan hacerlo: a fin de cuentas, el negocio de los que se aprovechan de la inmigración irregular ha tenido hasta ahora más peso político que las quejas de los trabajadores autóctonos desplazados por los inmigrantes. Recuerden: es un sistema liberal.
¿Se atreverían los británicos a exigir visado a todos los ciudadanos comunitarios? ¿Querrán poner dificultades al empresario alemán, al alumno francés, al turista italiano? ¿Qué pasaría con el negocio de tantas familias que hacen literalmente su agosto gracias a los alumnos europeos que pasan el verano con ellos mientras intentan aprender inglés? En realidad, de entre los comunitarios, los únicos que parecen molestarles son los emigrantes del Este Europeo. ¿Eximirán de visado entonces al resto? Pueden hacerlo, claro está, pero eso no va a ganarles el apoyo de los Estados del Este en las futuras negociaciones con la Unión Europea para firmar un acuerdo comercial que les permita seguir accediendo al Mercado Único. Polonia, Rumanía y Bulgaria podrían bloquear cualquier acuerdo comercial o de otro tipo con un Reino Unido que impidiera entrar a sus nacionales. ¿Serían tan insensatos los británicos como para sacrificar su acceso al mercado único? Probablemente no.
En cuanto a los refugiados, su llegada libre a la UE por la vía de los Balcanes durante meses ha aumentado en el RU el temor a verse afectados por una Europa incapaz de gestionar sus fronteras. Sin embargo, el Brexit puede reducir en vez de aumentar la capacidad de gestión del RU en este tema. Por una parte, si el RU sale de la UE el Gobierno francés podría dejar de cooperar con ellos en el control del paso de Calais y, sin más, permitir que los miles de inmigrantes y refugiados que intentan atravesar el Canal de la Mancha lo hagan libremente. Ya no tendrían que esconderse en los bajos de los camiones, podrían simplemente coger el ferry como cualquier otro viajero, y los campamentos en el Norte de Francia se trasladarían al Sur de Inglaterra. Por otra parte, el RU, que forma parte del Sistema Europeo de Asilo, devuelve cada año miles de peticionarios de asilo, en aplicación de la Regulación de Dublín, al país por el que entraron en la UE. Esa regulación está ahora puesta en duda y sujeta a revisión y al RU le va a resultar más difícil influir en la discusión si está fuera de la UE.
¿Y qué puede pasarles a los británicos que viven en otros países de la UE? Son 1.800.000, según las fuentes del RU, que infraestiman la cifra. Los Estados donde residen, como España, donde habitan unos 300.000 británicos (258.965 según el INE), decidirán si concederles o no automáticamente un permiso de residencia y trabajo, o bien obligarles a someterse a la legislación general de inmigración, lo que dejaría en la ilegalidad y riesgo de expulsión a la muchos de ellos, y firmar o no acuerdos con el RU que les permitan disfrutar de la sanidad pública en los países de la UE. Los incentivos de los Estados miembro para tratar con excepcionalidad generosa a los residentes británicos estarán en proporción directa a la apertura hacia los ciudadanos europeos que demuestre el futuro Gobierno británico. Es un intercambio de personas: 1.800.000 británicos en otros países de la UE frente a 2.300.000 comunitarios en RU. Con la gran diferencia de que muy pocos de esos 2.300.000 son jubilados y por tanto su aportación económica al Estado británico es mucho más importante que la del caso contrario. Dicho de otra forma: la economía británica no puede prescindir de golpe de sus trabajadores extranjeros comunitarios. Pero el resto de las economías de la UE sí pueden prescindir de los jubilados y los trabajadores británicos. Esto deja claro que el RU tiene poco o ningún poder negociador en este tema ante la UE, cuando llegue el momento de negociar desde fuera de ella.
En definitiva, lo más probable es que poco o nada cambie en este tema y que el RU acabe teniendo que conformarse, como mucho, con las migajas que la UE les ofreció antes del referéndum para calmar a los euroescépticos. Desde luego, no van a encontrar mucha simpatía en la negociación.

Las puertas del Reino Unido

Por Carmen González Enríquez

El País, Madrid
El rechazo a la inmigración tuvo un papel relevante en el resultado del referéndum británico. Ganaron los xenófobos: ¿y ahora qué? ¿Qué va a ocurrir con la inmigración al Reino Unido en adelante?. La respuesta corta es “probablemente nada”. Vamos por partes: sólo una parte de la inmigración que recibe el RU es comunitaria y por tanto sólo a ellos les afectarían los cambios de la eventual salida de la Unión Europea. Hay que insistir en que es “eventual” porque en este momento ni siquiera está claro si va a producirse efectivamente o será paralizada desde las instituciones británicas.

Friday, August 5, 2016

Washington aún no está listo para descartar acuerdos comerciales

Las semejanzas con el movimiento en contra del orden establecido que Donald Trump llevará esta semana hasta la convención republicana en Cleveland han hecho del voto británico para abandonar la Unión Europea un candente tema de conversación entre los republicanos.
Shawn Donnan Financial Times
Los rumores de un acuerdo con el Reino Unido compensan la reacción negativa contra la ‘globalización’. (El Financiero)
Las semejanzas con el movimiento en contra del orden establecido que Donald Trump llevará esta semana hasta la convención republicana en Cleveland han hecho del voto británico para abandonar la Unión Europea (UE) un candente tema de conversación entre los republicanos.

Trump interpretó de inmediato el referéndum como una confirmación de su promesa de desmantelar la “globalización”. El día después de la votación, proclamó: “En todo el mundo la gente está enojada”.

Pero varios de los republicanos convencionales a los que Trump se ha enfrentado en temas como la raza, el comercio y las normas generales del debate y el decoro en la política estadounidense también han identificado el “Brexit” como una oportunidad estratégica a más largo plazo.

La semana pasada, dos de los republicanos más poderosos del Congreso — el congresista Kevin Brady de Texas, presidente de la Comisión de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes, y el senador Orrin Hatch de Utah, presidente de la Comisión de Finanzas del Senado — le hicieron un llamado al presidente Barack Obama para que iniciara rápidamente discusiones sobre acuerdos comerciales con un nuevo gobierno británico.

Este pacto, según argumentan, enlazaría dos economías liberales afines, brindaría beneficios económicos a ambas partes, y le daría más vigor a una relación comercial y estratégica ya de por sí impresionante.

También le daría a EU una potencial ventaja sobre los restantes miembros de la UE y Bruselas, con los que EU ha estado sosteniendo negociaciones dolorosamente lentas durante los últimos tres años.

Algunas conversaciones preliminares ya han comenzado. Sin embargo, cualquier acuerdo entre EU y el Reino Unido probablemente tomará años en materializarse.

A Obama le quedan sólo seis meses en el cargo, por lo que cualquier negociación comercial importante entre EU y el Reino Unido quedaría a cargo de la próxima administración, ya sea encabezada por Trump o por su rival demócrata Hillary Clinton.

Hay una enorme madeja de incertidumbres y complejidades que deben solucionarse antes de que las conversaciones puedan comenzar de forma seria.

Bajo las reglas de la UE, al Reino Unido no se le permite siquiera negociar sus propios acuerdos comerciales mientras sea miembro del bloque comercial. También está la cuestión de qué tipo de relación comercial establecerá el gobierno de la primera ministra, Theresa May, con la UE, lo cual definirá las condiciones de cualquier negociación con EU.

Los acuerdos comerciales — y la globalización en general — no están de moda en el ámbito político estadounidense este año electoral. En sus campañas los dos principales candidatos presidenciales han hablado más de deshacer acuerdos comerciales que de lograrlos.

Trump quiere construir un muro en la frontera con México e imponerle aranceles punitivos a China. Tanto él como la Clinton han denunciado otro acuerdo comercial mucho mayor y posiblemente más estratégico para EU, cuyas negociaciones encabezó el Sr. Obama, el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) entre 12 países, que cuenta con el respaldo de la mayoría de los republicanos convencionales.

Y sin embargo, el hecho de que algunos republicanos importantes en el Congreso aún están hablando de posibles pactos en un año en que el candidato de su partido está despotricando contra el comercio debería darles cierto consuelo a aquellos que creen en el valor de las economías abiertas.

Como mínimo, demuestra que todavía hay personas importantes en Washington quienes son capaces de pensar en algo más que en el ruido político actual.

Washington aún no está listo para descartar acuerdos comerciales

Las semejanzas con el movimiento en contra del orden establecido que Donald Trump llevará esta semana hasta la convención republicana en Cleveland han hecho del voto británico para abandonar la Unión Europea un candente tema de conversación entre los republicanos.
Shawn Donnan Financial Times
Los rumores de un acuerdo con el Reino Unido compensan la reacción negativa contra la ‘globalización’. (El Financiero)
Las semejanzas con el movimiento en contra del orden establecido que Donald Trump llevará esta semana hasta la convención republicana en Cleveland han hecho del voto británico para abandonar la Unión Europea (UE) un candente tema de conversación entre los republicanos.

Trump interpretó de inmediato el referéndum como una confirmación de su promesa de desmantelar la “globalización”. El día después de la votación, proclamó: “En todo el mundo la gente está enojada”.

Wednesday, July 20, 2016

Washington aún no está listo para descartar acuerdos comerciales

Las semejanzas con el movimiento en contra del orden establecido que Donald Trump llevará esta semana hasta la convención republicana en Cleveland han hecho del voto británico para abandonar la Unión Europea un candente tema de conversación entre los republicanos.
Shawn Donnan Financial Times
Los rumores de un acuerdo con el Reino Unido compensan la reacción negativa contra la ‘globalización’. (El Financiero)
Las semejanzas con el movimiento en contra del orden establecido que Donald Trump llevará esta semana hasta la convención republicana en Cleveland han hecho del voto británico para abandonar la Unión Europea (UE) un candente tema de conversación entre los republicanos.

Trump interpretó de inmediato el referéndum como una confirmación de su promesa de desmantelar la “globalización”. El día después de la votación, proclamó: “En todo el mundo la gente está enojada”.

Pero varios de los republicanos convencionales a los que Trump se ha enfrentado en temas como la raza, el comercio y las normas generales del debate y el decoro en la política estadounidense también han identificado el “Brexit” como una oportunidad estratégica a más largo plazo.

La semana pasada, dos de los republicanos más poderosos del Congreso — el congresista Kevin Brady de Texas, presidente de la Comisión de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes, y el senador Orrin Hatch de Utah, presidente de la Comisión de Finanzas del Senado — le hicieron un llamado al presidente Barack Obama para que iniciara rápidamente discusiones sobre acuerdos comerciales con un nuevo gobierno británico.

Este pacto, según argumentan, enlazaría dos economías liberales afines, brindaría beneficios económicos a ambas partes, y le daría más vigor a una relación comercial y estratégica ya de por sí impresionante.

También le daría a EU una potencial ventaja sobre los restantes miembros de la UE y Bruselas, con los que EU ha estado sosteniendo negociaciones dolorosamente lentas durante los últimos tres años.

Algunas conversaciones preliminares ya han comenzado. Sin embargo, cualquier acuerdo entre EU y el Reino Unido probablemente tomará años en materializarse.

A Obama le quedan sólo seis meses en el cargo, por lo que cualquier negociación comercial importante entre EU y el Reino Unido quedaría a cargo de la próxima administración, ya sea encabezada por Trump o por su rival demócrata Hillary Clinton.

Hay una enorme madeja de incertidumbres y complejidades que deben solucionarse antes de que las conversaciones puedan comenzar de forma seria.

Bajo las reglas de la UE, al Reino Unido no se le permite siquiera negociar sus propios acuerdos comerciales mientras sea miembro del bloque comercial. También está la cuestión de qué tipo de relación comercial establecerá el gobierno de la primera ministra, Theresa May, con la UE, lo cual definirá las condiciones de cualquier negociación con EU.

Los acuerdos comerciales — y la globalización en general — no están de moda en el ámbito político estadounidense este año electoral. En sus campañas los dos principales candidatos presidenciales han hablado más de deshacer acuerdos comerciales que de lograrlos.

Trump quiere construir un muro en la frontera con México e imponerle aranceles punitivos a China. Tanto él como la Clinton han denunciado otro acuerdo comercial mucho mayor y posiblemente más estratégico para EU, cuyas negociaciones encabezó el Sr. Obama, el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) entre 12 países, que cuenta con el respaldo de la mayoría de los republicanos convencionales.

Y sin embargo, el hecho de que algunos republicanos importantes en el Congreso aún están hablando de posibles pactos en un año en que el candidato de su partido está despotricando contra el comercio debería darles cierto consuelo a aquellos que creen en el valor de las economías abiertas.

Como mínimo, demuestra que todavía hay personas importantes en Washington quienes son capaces de pensar en algo más que en el ruido político actual.

Washington aún no está listo para descartar acuerdos comerciales

Las semejanzas con el movimiento en contra del orden establecido que Donald Trump llevará esta semana hasta la convención republicana en Cleveland han hecho del voto británico para abandonar la Unión Europea un candente tema de conversación entre los republicanos.
Shawn Donnan Financial Times
Los rumores de un acuerdo con el Reino Unido compensan la reacción negativa contra la ‘globalización’. (El Financiero)
Las semejanzas con el movimiento en contra del orden establecido que Donald Trump llevará esta semana hasta la convención republicana en Cleveland han hecho del voto británico para abandonar la Unión Europea (UE) un candente tema de conversación entre los republicanos.

Trump interpretó de inmediato el referéndum como una confirmación de su promesa de desmantelar la “globalización”. El día después de la votación, proclamó: “En todo el mundo la gente está enojada”.

Monday, July 18, 2016

Las ilusiones acerca de la integración europea

Václav Klaus dice que la situación económica en Europa "Por un lado, se debe al cada vez más deficiente sistema económico y social a lo largo de Europa, que sin embargo fue escogido de manera deliberada. Por otra parte, es una consecuencia de los acuerdos institucionales dentro de la Unión Europea que son crecientemente centralizados y burocráticos".
Václav Klaus fue presidente de la República Checa desde 2003 hasta marzo de 2013. 
Recientemente publicó el libro Europe: The Shattering of Illusions (Europa: La destrucción de las ilusiones). Este es el texto del discurso que Klaus dio en el Cato Institute el 11 de marzo de 2013, publicado originalmente en inglés como la edición de primavera 2013 de Cato’s Letter (volumen 11, número 2). Aquí puede obtener el texto en formato PDF.

Hoy es un día especial para mi. En marzo, mi segundo periodo como presidente de la República Checa expiró, y con un alto grado de probabilidad esto marcará el fin de mi carrera de 23 años en la política —una carrera que duró sin interrupción desde la caída del comunismo, pasando por la Revolución de Terciopelo, hasta esta primavera.
He sido extremadamente honrado al ser invitado a convertirme en un distinguido Académico Titular del Cato Institute y estoy ansioso por cumplir con este nuevo papel. Aprecio mucho el papel que Cato ha desempeñado a lo largo de las últimas décadas defendiendo la libertad, los mercados libres y el gobierno limitado. Hoy es simplemente el inicio de mi nueva vida aquí con ustedes.
Me pidieron que dijera unas palabras acerca de Europa —que siempre ha sido uno de mis temas favoritos— y quisiera empezar colocando los problemas del continente europeo en una perspectiva más amplia.



Mi nuevo libro, que la editorial inglesa decidió titular Europe: The Shattering of Illusions (Europa: La destrucción de las ilusiones), refleja mi frustración con lo que ha pasado en Europa. Ese título, por cierto, no fue exactamente mi idea. Nunca me hice ilusiones acerca de la integración europea, así que para mí nunca fue necesario destruirlas.
Sin embargo, el libro explora el marco institucional actual de Europa —que se desarrolló a lo largo del tiempo desde la Segunda Guerra Mundial hasta el inicio de la crisis de deuda en la Eurozona— así como también las costosas reacciones a estos sucesos. En pocas palabras, el optimismo excesivo alrededor de los beneficios económicos de la integración territorial es, y siempre ha sido, ingenuo. Las consecuencias de la desnacionalización y de la centralización son, en una palabra, anti-democráticas.
Es importante enfatizar que la República Checa es parte de Europa, es un miembro de la Unión Europea (UE) y no es miembro de la Eurozona. Un país no puede ser miembro de Europa, y es importante enfatizar este hecho. Casi 85 por ciento de las exportaciones checas se dirigen a Europa —una región que experimenta tanto un estancamiento económico prolongado como una severa crisis de las deudas soberanas. Incluso con una moneda en libre flotación, la República Checa no puede desconectarse de las tendencias económicas del resto del continente.
Mi país es un ejemplo de un país pequeño con una economía abierta. Pero para crecer, la República Checa necesita una relación sólida con socios comerciales que gocen de una buena salud económica.
Lamentablemente, este no es el caso en la actualidad. En marzo, la Oficina de Estadísticas de la República Checa anunció que el producto interno bruto del país se contrajo en 0,2 por ciento. Toda la evidencia disponible sugiere que el futuro económico no será fácil para los que vivimos en Europa con nuestras familias, hijos, y nietos. No podemos escapar del destino del continente en general. Por lo tanto tenemos un interés genuino, y no simplemente uno académico, en el futuro de Europa.
La situación económica actual no es accidental. Esta es la consecuencia de por lo menos dos cosas. Por un lado, se debe al cada vez más deficiente sistema económico y social a lo largo de Europa, que sin embargo fue escogido de manera deliberada. Por otra parte, es una consecuencia de los acuerdos institucionales dentro de la UE que son crecientemente centralizados y burocráticos. Ambas cosas constituyen un obstáculo fundamental para cualquier desarrollo positivo, un obstáculo que no puede ser removido con correcciones marginales a las políticas económicas de corto plazo. Los problemas son mucho más profundos.
Es más que evidente que la excesivamente regulada economía en Europa está todavía más limitada por una carga pesada de requisitos sociales y ambientales, que operan dentro de la atmósfera de un Estado de Bienestar paternalista. Esta carga es demasiado pesada y los incentivos para el trabajo productivo demasiado débiles como para que este pueda lograr crecimiento. Si Europa quiere reactivar su desarrollo económico, tiene que realizar una transformación fundamental, un cambio sistémico. Esto es algo que nosotros en Europa Central y del Este tuvimos que hacer hace 20 años.
La segunda parte del problema es el modelo europeo de integración. Las excesivas y antinaturales metas de unificación, estandarización, y armonización del continente europeo, basadas en el concepto de “una Unión cada vez más estrecha” son verdaderamente un obstáculo para cualquier desarrollo positivo.
El momento en el que los costos marginales del proyecto de integración europea empezaron a exceder visiblemente los beneficios, llegó como resultado del intento de unificar monetariamente a todo el continente. Este fracaso era esperado —y era inevitable, de hecho— y sus consecuencias fueron bien comprendidas por muchos de nosotros antes de que sucedieran. Este camino era totalmente predecible para los países más económicamente débiles de Europa también, que repetidas veces habían experimentado desagradables, aunque inevitables, ajustes mediante la devaluación de sus monedas en el pasado.
Todos los economistas que merecen el título estaban conscientes del hecho de que Grecia estaba destinada al fracaso, habiendo estado encarcelada en el sistema que acabo de describir. La historia nos da muchos ejemplos similares.
Los beneficios prometidos como resultado de aceptar una moneda común nunca llegaron. El supuesto incremento del comercio internacional y de las transacciones financieras fue relativamente pequeño y más que contrarrestado por los costos de este arreglo.
En buenos tiempos económicos, incluso las áreas monetarias no-óptimas pueden funcionar, así como todos los regímenes de tipo de cambio fijo funcionaron durante algún tiempo. Pero cuando llegan los malos tiempos, incluyendo la crisis financiera a fines de la última década, todas las inconsistencias, debilidades, ineficiencias, discrepancias, desbalances y desequilibrios se vuelven evidentes y la unión monetaria deja de funcionar adecuadamente. Esto no debería ser una sorpresa. En el pasado, todos los regímenes de tipo de cambio fijo, incluyendo el sistema de Bretton Woods, requerían de ajustes al tipo de cambio tarde o temprano —una explicación que uno puede encontrar en cualquier libro de texto sobre economía elemental.
Las expectativas —o más bien, ilusiones— de que una economía europea muy heterogénea se homogenizaría mediante la unificación monetaria demostraron ser erróneas rápidamente. Desde la introducción del euro, las economías europeas han divergido en lugar de converger. La eliminación de una de las variables económicas más importantes —el tipo de cambio— del sistema económico existente condujo a una especie de ceguera entre los políticos, los economistas y los banqueros.
Algunos recordarán que hace 20 años se dio la disolución de otra unión monetaria, política y fiscal, conocida como Checoslovaquia. Yo estuve a cargo de organizar la separación. De hecho, febrero marcó el aniversario No. 20 de la desintegración monetaria de la República Checa con Eslovaquia, y nuestra experiencia es muy clara.
La anterior federación checoslovaca estuvo unida durante 70 años pero tuvo que aceptar que la integración nominal no era suficiente para la eliminación de diferencias económicas entre los dos países. Habían, por supuesto, otras razones para la separación, pero las económicas fueron las principales.
Pero no nos dejemos engañar. Cuando se discuten los problemas actuales que afligen a Europa, está mal concentrarse en los logros o fracasos de países individuales. Grecia no causó el problema europeo actual. Al contrario, Grecia es la víctima del sistema de una sola moneda en la Eurozona. Cometieron solamente un error trágico al ingresar a la Eurozona. Todo lo demás corresponde al comportamiento usual del país, comportamiento que ninguno de nosotros tiene el derecho de criticar.
El grado de eficiencia o ineficiencia económica de Grecia, así como también su tendencia a vivir con deuda soberana, deberían haber sido bien conocidas por todos. Creo que permitir que Grecia abandone la Eurozona sería el principio de un viaje largo de este país hacia un futuro económico saludable. Pero no tengo la ambición de cambiar a Grecia. Quiero cambiar el marco institucional de la UE. Los griegos ojalá entiendan a estas alturas que la misma talla no le calza a todos. Solo deseo que los políticos más importantes en la UE comprendieran esta visión.
No lo veo, sin embargo. Su manera de pensar está basada en cierto tipo de razonamiento, como si las leyes económicas no existieran y la política puede por lo tanto determinar la economía. Personas como yo fuimos criados en una época en que esta forma de pensar era dominante en los países comunistas de Europa del Este y Central. Algunos de nosotros nos atrevimos a expresar nuestro desacuerdo con esto en ese entonces. Éramos considerados enemigos en ese entonces y somos considerados enemigos ahora.
Europa está lista para una decisión fundamental: ¿Debemos continuar creyendo en el dogma de que la política puede determinar la economía y defender el marco institucional actual a cualquier costo? O, ¿deberíamos, finalmente, aceptar que debemos volver a la racionalidad económica?
La respuesta que ha dado una mayoría abrumadora de los políticos europeos hasta ahora es que están dispuestos a continuar en la ruta actual. Es nuestro deber decirles que las consecuencias de tales conclusiones serán más graves y producirán costos más altos para todos nosotros. Eventualmente, estos costos se volverán insoportables. Estoy convencido de que deberíamos cambiar de dirección.
Lo que necesitamos en Europa no son cumbres más frecuentes en Bruselas, sino una transformación fundamental de nuestro pensamiento y comportamiento. Europa tiene que efectuar un cambio sistémico —un cambio de paradigma— y esto requiere de un proceso político genuino, no de la aprobación de un documento sofisticado preparado detrás de puertas cerradas. La solución debe surgir como resultado de debates políticos dentro de cada país miembro de la UE. Debe ser generada por el pueblo, por el demos de estos países.
Está de moda ahora tanto en EE.UU. como en Europa hablar de una crisis. Pero una crisis implica, en la definición del economista Joseph Schumpeter, un proceso de “destrucción creativa”. Luego de una crisis, no todo puede ser rescatado y mantenido. Algo debe quedarse atrás del proceso, especialmente las ideas equivocadas. En este momento, deberíamos crear el hábito de descartar los sueños utópicos, de rechazar las actividades económicas irracionales, de negar su promoción por parte de los gobiernos europeos. Parte de esto implica dejar que incluso se permita que caigan algunos estados.
Quienes se oponen a esta posición siguen diciendo que una solución como esta sería costosa. Lo veo de otra manera. Para mí, prolongar el curso actual es más costoso. Los costos a los que le temen los europeos ya están aquí. Deberían denominarse costos hundidos.

Las ilusiones acerca de la integración europea

Václav Klaus dice que la situación económica en Europa "Por un lado, se debe al cada vez más deficiente sistema económico y social a lo largo de Europa, que sin embargo fue escogido de manera deliberada. Por otra parte, es una consecuencia de los acuerdos institucionales dentro de la Unión Europea que son crecientemente centralizados y burocráticos".
Václav Klaus fue presidente de la República Checa desde 2003 hasta marzo de 2013. 
Recientemente publicó el libro Europe: The Shattering of Illusions (Europa: La destrucción de las ilusiones). Este es el texto del discurso que Klaus dio en el Cato Institute el 11 de marzo de 2013, publicado originalmente en inglés como la edición de primavera 2013 de Cato’s Letter (volumen 11, número 2). Aquí puede obtener el texto en formato PDF.

Hoy es un día especial para mi. En marzo, mi segundo periodo como presidente de la República Checa expiró, y con un alto grado de probabilidad esto marcará el fin de mi carrera de 23 años en la política —una carrera que duró sin interrupción desde la caída del comunismo, pasando por la Revolución de Terciopelo, hasta esta primavera.
He sido extremadamente honrado al ser invitado a convertirme en un distinguido Académico Titular del Cato Institute y estoy ansioso por cumplir con este nuevo papel. Aprecio mucho el papel que Cato ha desempeñado a lo largo de las últimas décadas defendiendo la libertad, los mercados libres y el gobierno limitado. Hoy es simplemente el inicio de mi nueva vida aquí con ustedes.
Me pidieron que dijera unas palabras acerca de Europa —que siempre ha sido uno de mis temas favoritos— y quisiera empezar colocando los problemas del continente europeo en una perspectiva más amplia.


Thursday, July 14, 2016

El nuevo ministro de Finanzas de Reino Unido dice que no hace falta un presupuesto adicional por el Brexit

Reuters / Europa Press -Philip-Hammond -770.jpgEl nuevo ministro de Finanzas británico, Philip Hammond.

El nuevo ministro de Finanzas británico, Philip Hammond, ha afirmado que Reino Unido no necesita un presupuesto de emergencia por el Brexit y que se centrará en supervisar la situación económica durante el verano para programar los objetivos de gasto con normalidad para el otoño.
Días antes del referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea, el entonces titular de Finanzas, George Osborne, anunció que si ganaba la opción del Brexit el país tendría que aprobar un nuevo presupuesto con aumento de impuestos y recortes de gastos. 


Hammond ha pasado de ser titular de Exteriores a asumir la cartera de Finanzas tras el nombramiento de Theresa May como primera ministra. "Hay mucho trabajo que hacer ahora", ha afirmado Hammond, en declaraciones a la cadena de televisión Sky News.
"La primera ministra ha dejado claro que hará una declaración en otoño de la forma en que habitualmente se hace en otoño y vigilaremos la situación con cuidado en verano", ha explicado. "Veré al gobernador del Banco de Inglaterra esta mañana y evaluaremos dónde estamos", ha señalado.
En otra entrevista, concedida a la cadena ITV, Hammond ha dicho este jueves que hará todo lo que sea necesario para mantener la economía y dar confianza a los mercados. "Los mercados necesitan señales de respaldo, necesitan saber que haremos todo lo que sea necesario para mantener la economía por buen camino", ha explicado.