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Monday, July 18, 2016

Las ilusiones acerca de la integración europea

Václav Klaus dice que la situación económica en Europa "Por un lado, se debe al cada vez más deficiente sistema económico y social a lo largo de Europa, que sin embargo fue escogido de manera deliberada. Por otra parte, es una consecuencia de los acuerdos institucionales dentro de la Unión Europea que son crecientemente centralizados y burocráticos".
Václav Klaus fue presidente de la República Checa desde 2003 hasta marzo de 2013. 
Recientemente publicó el libro Europe: The Shattering of Illusions (Europa: La destrucción de las ilusiones). Este es el texto del discurso que Klaus dio en el Cato Institute el 11 de marzo de 2013, publicado originalmente en inglés como la edición de primavera 2013 de Cato’s Letter (volumen 11, número 2). Aquí puede obtener el texto en formato PDF.

Hoy es un día especial para mi. En marzo, mi segundo periodo como presidente de la República Checa expiró, y con un alto grado de probabilidad esto marcará el fin de mi carrera de 23 años en la política —una carrera que duró sin interrupción desde la caída del comunismo, pasando por la Revolución de Terciopelo, hasta esta primavera.
He sido extremadamente honrado al ser invitado a convertirme en un distinguido Académico Titular del Cato Institute y estoy ansioso por cumplir con este nuevo papel. Aprecio mucho el papel que Cato ha desempeñado a lo largo de las últimas décadas defendiendo la libertad, los mercados libres y el gobierno limitado. Hoy es simplemente el inicio de mi nueva vida aquí con ustedes.
Me pidieron que dijera unas palabras acerca de Europa —que siempre ha sido uno de mis temas favoritos— y quisiera empezar colocando los problemas del continente europeo en una perspectiva más amplia.



Mi nuevo libro, que la editorial inglesa decidió titular Europe: The Shattering of Illusions (Europa: La destrucción de las ilusiones), refleja mi frustración con lo que ha pasado en Europa. Ese título, por cierto, no fue exactamente mi idea. Nunca me hice ilusiones acerca de la integración europea, así que para mí nunca fue necesario destruirlas.
Sin embargo, el libro explora el marco institucional actual de Europa —que se desarrolló a lo largo del tiempo desde la Segunda Guerra Mundial hasta el inicio de la crisis de deuda en la Eurozona— así como también las costosas reacciones a estos sucesos. En pocas palabras, el optimismo excesivo alrededor de los beneficios económicos de la integración territorial es, y siempre ha sido, ingenuo. Las consecuencias de la desnacionalización y de la centralización son, en una palabra, anti-democráticas.
Es importante enfatizar que la República Checa es parte de Europa, es un miembro de la Unión Europea (UE) y no es miembro de la Eurozona. Un país no puede ser miembro de Europa, y es importante enfatizar este hecho. Casi 85 por ciento de las exportaciones checas se dirigen a Europa —una región que experimenta tanto un estancamiento económico prolongado como una severa crisis de las deudas soberanas. Incluso con una moneda en libre flotación, la República Checa no puede desconectarse de las tendencias económicas del resto del continente.
Mi país es un ejemplo de un país pequeño con una economía abierta. Pero para crecer, la República Checa necesita una relación sólida con socios comerciales que gocen de una buena salud económica.
Lamentablemente, este no es el caso en la actualidad. En marzo, la Oficina de Estadísticas de la República Checa anunció que el producto interno bruto del país se contrajo en 0,2 por ciento. Toda la evidencia disponible sugiere que el futuro económico no será fácil para los que vivimos en Europa con nuestras familias, hijos, y nietos. No podemos escapar del destino del continente en general. Por lo tanto tenemos un interés genuino, y no simplemente uno académico, en el futuro de Europa.
La situación económica actual no es accidental. Esta es la consecuencia de por lo menos dos cosas. Por un lado, se debe al cada vez más deficiente sistema económico y social a lo largo de Europa, que sin embargo fue escogido de manera deliberada. Por otra parte, es una consecuencia de los acuerdos institucionales dentro de la UE que son crecientemente centralizados y burocráticos. Ambas cosas constituyen un obstáculo fundamental para cualquier desarrollo positivo, un obstáculo que no puede ser removido con correcciones marginales a las políticas económicas de corto plazo. Los problemas son mucho más profundos.
Es más que evidente que la excesivamente regulada economía en Europa está todavía más limitada por una carga pesada de requisitos sociales y ambientales, que operan dentro de la atmósfera de un Estado de Bienestar paternalista. Esta carga es demasiado pesada y los incentivos para el trabajo productivo demasiado débiles como para que este pueda lograr crecimiento. Si Europa quiere reactivar su desarrollo económico, tiene que realizar una transformación fundamental, un cambio sistémico. Esto es algo que nosotros en Europa Central y del Este tuvimos que hacer hace 20 años.
La segunda parte del problema es el modelo europeo de integración. Las excesivas y antinaturales metas de unificación, estandarización, y armonización del continente europeo, basadas en el concepto de “una Unión cada vez más estrecha” son verdaderamente un obstáculo para cualquier desarrollo positivo.
El momento en el que los costos marginales del proyecto de integración europea empezaron a exceder visiblemente los beneficios, llegó como resultado del intento de unificar monetariamente a todo el continente. Este fracaso era esperado —y era inevitable, de hecho— y sus consecuencias fueron bien comprendidas por muchos de nosotros antes de que sucedieran. Este camino era totalmente predecible para los países más económicamente débiles de Europa también, que repetidas veces habían experimentado desagradables, aunque inevitables, ajustes mediante la devaluación de sus monedas en el pasado.
Todos los economistas que merecen el título estaban conscientes del hecho de que Grecia estaba destinada al fracaso, habiendo estado encarcelada en el sistema que acabo de describir. La historia nos da muchos ejemplos similares.
Los beneficios prometidos como resultado de aceptar una moneda común nunca llegaron. El supuesto incremento del comercio internacional y de las transacciones financieras fue relativamente pequeño y más que contrarrestado por los costos de este arreglo.
En buenos tiempos económicos, incluso las áreas monetarias no-óptimas pueden funcionar, así como todos los regímenes de tipo de cambio fijo funcionaron durante algún tiempo. Pero cuando llegan los malos tiempos, incluyendo la crisis financiera a fines de la última década, todas las inconsistencias, debilidades, ineficiencias, discrepancias, desbalances y desequilibrios se vuelven evidentes y la unión monetaria deja de funcionar adecuadamente. Esto no debería ser una sorpresa. En el pasado, todos los regímenes de tipo de cambio fijo, incluyendo el sistema de Bretton Woods, requerían de ajustes al tipo de cambio tarde o temprano —una explicación que uno puede encontrar en cualquier libro de texto sobre economía elemental.
Las expectativas —o más bien, ilusiones— de que una economía europea muy heterogénea se homogenizaría mediante la unificación monetaria demostraron ser erróneas rápidamente. Desde la introducción del euro, las economías europeas han divergido en lugar de converger. La eliminación de una de las variables económicas más importantes —el tipo de cambio— del sistema económico existente condujo a una especie de ceguera entre los políticos, los economistas y los banqueros.
Algunos recordarán que hace 20 años se dio la disolución de otra unión monetaria, política y fiscal, conocida como Checoslovaquia. Yo estuve a cargo de organizar la separación. De hecho, febrero marcó el aniversario No. 20 de la desintegración monetaria de la República Checa con Eslovaquia, y nuestra experiencia es muy clara.
La anterior federación checoslovaca estuvo unida durante 70 años pero tuvo que aceptar que la integración nominal no era suficiente para la eliminación de diferencias económicas entre los dos países. Habían, por supuesto, otras razones para la separación, pero las económicas fueron las principales.
Pero no nos dejemos engañar. Cuando se discuten los problemas actuales que afligen a Europa, está mal concentrarse en los logros o fracasos de países individuales. Grecia no causó el problema europeo actual. Al contrario, Grecia es la víctima del sistema de una sola moneda en la Eurozona. Cometieron solamente un error trágico al ingresar a la Eurozona. Todo lo demás corresponde al comportamiento usual del país, comportamiento que ninguno de nosotros tiene el derecho de criticar.
El grado de eficiencia o ineficiencia económica de Grecia, así como también su tendencia a vivir con deuda soberana, deberían haber sido bien conocidas por todos. Creo que permitir que Grecia abandone la Eurozona sería el principio de un viaje largo de este país hacia un futuro económico saludable. Pero no tengo la ambición de cambiar a Grecia. Quiero cambiar el marco institucional de la UE. Los griegos ojalá entiendan a estas alturas que la misma talla no le calza a todos. Solo deseo que los políticos más importantes en la UE comprendieran esta visión.
No lo veo, sin embargo. Su manera de pensar está basada en cierto tipo de razonamiento, como si las leyes económicas no existieran y la política puede por lo tanto determinar la economía. Personas como yo fuimos criados en una época en que esta forma de pensar era dominante en los países comunistas de Europa del Este y Central. Algunos de nosotros nos atrevimos a expresar nuestro desacuerdo con esto en ese entonces. Éramos considerados enemigos en ese entonces y somos considerados enemigos ahora.
Europa está lista para una decisión fundamental: ¿Debemos continuar creyendo en el dogma de que la política puede determinar la economía y defender el marco institucional actual a cualquier costo? O, ¿deberíamos, finalmente, aceptar que debemos volver a la racionalidad económica?
La respuesta que ha dado una mayoría abrumadora de los políticos europeos hasta ahora es que están dispuestos a continuar en la ruta actual. Es nuestro deber decirles que las consecuencias de tales conclusiones serán más graves y producirán costos más altos para todos nosotros. Eventualmente, estos costos se volverán insoportables. Estoy convencido de que deberíamos cambiar de dirección.
Lo que necesitamos en Europa no son cumbres más frecuentes en Bruselas, sino una transformación fundamental de nuestro pensamiento y comportamiento. Europa tiene que efectuar un cambio sistémico —un cambio de paradigma— y esto requiere de un proceso político genuino, no de la aprobación de un documento sofisticado preparado detrás de puertas cerradas. La solución debe surgir como resultado de debates políticos dentro de cada país miembro de la UE. Debe ser generada por el pueblo, por el demos de estos países.
Está de moda ahora tanto en EE.UU. como en Europa hablar de una crisis. Pero una crisis implica, en la definición del economista Joseph Schumpeter, un proceso de “destrucción creativa”. Luego de una crisis, no todo puede ser rescatado y mantenido. Algo debe quedarse atrás del proceso, especialmente las ideas equivocadas. En este momento, deberíamos crear el hábito de descartar los sueños utópicos, de rechazar las actividades económicas irracionales, de negar su promoción por parte de los gobiernos europeos. Parte de esto implica dejar que incluso se permita que caigan algunos estados.
Quienes se oponen a esta posición siguen diciendo que una solución como esta sería costosa. Lo veo de otra manera. Para mí, prolongar el curso actual es más costoso. Los costos a los que le temen los europeos ya están aquí. Deberían denominarse costos hundidos.

Las ilusiones acerca de la integración europea

Václav Klaus dice que la situación económica en Europa "Por un lado, se debe al cada vez más deficiente sistema económico y social a lo largo de Europa, que sin embargo fue escogido de manera deliberada. Por otra parte, es una consecuencia de los acuerdos institucionales dentro de la Unión Europea que son crecientemente centralizados y burocráticos".
Václav Klaus fue presidente de la República Checa desde 2003 hasta marzo de 2013. 
Recientemente publicó el libro Europe: The Shattering of Illusions (Europa: La destrucción de las ilusiones). Este es el texto del discurso que Klaus dio en el Cato Institute el 11 de marzo de 2013, publicado originalmente en inglés como la edición de primavera 2013 de Cato’s Letter (volumen 11, número 2). Aquí puede obtener el texto en formato PDF.

Hoy es un día especial para mi. En marzo, mi segundo periodo como presidente de la República Checa expiró, y con un alto grado de probabilidad esto marcará el fin de mi carrera de 23 años en la política —una carrera que duró sin interrupción desde la caída del comunismo, pasando por la Revolución de Terciopelo, hasta esta primavera.
He sido extremadamente honrado al ser invitado a convertirme en un distinguido Académico Titular del Cato Institute y estoy ansioso por cumplir con este nuevo papel. Aprecio mucho el papel que Cato ha desempeñado a lo largo de las últimas décadas defendiendo la libertad, los mercados libres y el gobierno limitado. Hoy es simplemente el inicio de mi nueva vida aquí con ustedes.
Me pidieron que dijera unas palabras acerca de Europa —que siempre ha sido uno de mis temas favoritos— y quisiera empezar colocando los problemas del continente europeo en una perspectiva más amplia.


Saturday, June 25, 2016

Brexit: democracia parlamentaria británica era incompatible con burocracia de Bruselas


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La democracia parlamentaria británica y el sistema burocrático de Bruselas eran incompatibles. (Wikipedia)
Hasta la medianoche de ayer hora británica, la mayoría de los expertos daban por sentado que, tras ser conocidos los resultados del referendo, Reino Unido se quedaría en la Unión Europea (UE).
La campaña para permanecer en la UE empezó con una gran ventaja en las encuestas hace unos meses. También contaba con el apoyo de todos los supuestos expertos: académicos, directores de compañías multinacionales, burócratas de alto nivel, estrellas de cine, deportistas conocidos… Hasta el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, fue a Londres en abril para lanzar uno de sus presuntuosos sermones — con el fin de hacer política local en un país extranjero — amenazando que Gran Bretaña debería rechazar el Brexit y permanecer en la UE o enfrentar la irrelevancia a nivel global.
Por eso el voto del 52% de la población a favor de abandonar la UE es, como escribe Christopher Hope, el corresponsal político número uno del diario Daily Telegraph,


 
El mayor revés para las personas que mandan en el Reino Unido desde la Revuelta de los campesinos de 1381.
Los jefes británicos, los políticos, líderes de la Iglesia de Inglaterra, vedettes del deporte, banqueros, economistas y celebridades le dijeron a la gente que votara a favor de permanecer en la UE.
Y la gente les respondió con una masiva señal de V (à la Winston Churchill tras ganar la guerra en Europa). La democracia se ha pronunciado.
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Más allá del choque inicial y de la repentina caída de la libra esterlina — como bien nota el periodista Andrew Neil, los mercados apostaron en contra del Brexit, así que su reacción natural fue la reacción exagerada  — la salida de Reino Unido de la UE era de cierta manera inevitable.
Como escribí la semana pasada en el periódico legal colombiano Ámbito Jurídico, había una incompatibilidad fundamental entre el sistema político británico y el de la UE.
El Parlamento de Westminster tiene sus orígenes en la Magna Carta de 1215, un acuerdo entre un grupo de nobles o barones y el Rey Juan I de Inglaterra (1199-1216) tras el fracaso del monarca de establecer un sistema absolutista de gobierno. Según el jurista inglés Lord Denning, la Magna Carta es “el más grande documento constitucional de todos los tiempos: el fundamento de la libertad del individuo frente a la autoridad arbitraria del déspota”.
Gracias a Magna Carta, explica el autor y político británico Daniel Hannan, ‘la ley dejó de ser una expresión de la voluntad del más fuerte. Por encima del rey había algo más poderoso”, la ‘ley de la tierra’, una fuerza intangible que sometía “tanto al soberano como al desdichado más pobre del reino’…
Otro elemento fundamental de la Magna Carta que nota Hannan es que la ley ‘no la determina el gobierno de turno ni un clero con el poder excluyente de interpretar un texto sagrado’. Según la gran acta de 1215, la ley es “inherente a la tierra” (the law of the land), es “la herencia común de sus habitantes”.
La Magna Carta constituye la base de la constitución británica y simplemente es reforzada por elementos adicionales como el Bill of Rights de 1689, que estableció la supremacía del Parlamento sobre la monarquía tras la Revolución Gloriosa de 1688. Y una parte esencial de la Magna Carta es que establece el derecho anglosajón o el common law,
‘una bellísima y milagrosa anomalía’ según Hannan porque ‘crece como un coral, caso por caso, cada sentencia siendo el punto de partida de la próxima disputa’. El common law surge de la tierra y de su gente, no de las altas esferas de la burocracia estatal como en el caso del derecho civil continental.
El crecimiento orgánico del derecho anglosajón tiene su reflejo en el sistema parlamentario de Westminster. Reino Unido está dividido en 650 distritos electorales (constituencies), y cada distrito electoral envía a un representante — quien más votos obtenga en términos absolutos — al Parlamento. El partido con mayor representación parlamentaria forma un gobierno que necesariamente consiste de los parlamentarios. Esto quiere decir que inclusive un ministro de finanzas o de relaciones exteriores o el mismo primer ministro debe regresar a su constituency constantemente — usualmente una vez por semana — para encargarse de los asuntos locales de sus votantes y de las demás personas que representa como Miembro del Parlamento.
Este aspecto del localismo es fundamental para el sistema político británico. Cuando la parlamentaria laborista Jo Cox fue tan lamentablemente asesinada la semana pasada por un enfermo mental, venía de llevar a cabo su reunión con los ciudadanos de su distrito electoral (el surgery parlamentario) sin ningún tipo de seguridad estatal o protección, tal como es la costumbre.
Vale la pena recordar esto en cualquier país de Latinoamérica (con la posible excepción de Uruguay) cuando una caravana de camionetas blindadas lo aparta a uno forzosamente de la calle e irrespeta las señales de tránsito, solo porque carga a un congresista. El sistema parlamentario británico y el mecanismo de los surgeries están diseñados para que los políticos sirvan a los ciudadanos y no viceversa.
La Unión Europea tiene fundamentos radicalmente distintos, y no solo porque sus países implementan variaciones del sistema del más jerárquico derecho civil en sus sistemas legales. Como escribí en Ámbito Jurídico,
La Unión Europea es un proyecto burocrático y, en gran medida, napoleónico. Impone una unificación continental desde las torres de vidrio en Bruselas y Estrasburgo. Ningún ciudadano elige a la Comisión Europea, el poder ejecutivo (nombrado por el Consejo Europeo, que consiste de los jefes de Estado de los países miembros). El Parlamento Europeo no es un parlamento legítimo: la única función de sus miembros es aprobar las iniciativas de la Comisión no electa. La filosofía reinante es el dirigismo económico de su arquitecto, el francés Jean Monnet. Cuando la voluntad popular rechaza la idea de ‘una unión cada vez más perfecta’, como ocurrió en los referendos de Francia y Holanda en el 2005 (en contra de la Constitución Europea) y en Irlanda en el 2008 (en contra del Tratado de Lisboa), esta es simplemente ignorada (en este ensayo del 2010 expliqué todo lo anterior en detalle).
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La Comunidad Económica Europea, precursora de la Unión Europea, y su desarrollo. (Wikipedia)
El hecho fundamental es que la Comisión Europea manda en la UE y nadie elige a sus miembros, cuyo reconocimiento entre los ciudadanos de los ahora 27 países de la unión es realmente ínfimo. Este es el llamado “déficit democrático” de la UE, y los eurócratas de la Comisión no se hacen grandes favores al llevar a cabo sus reuniones regulares en privado. Por eso la votación de ayer no es el primer rechazo masivo al esfuerzo de integrar a Europa a la fuerza, desde arriba hacia abajo. Como escribí en el 2010, la resistencia al proyecto europeo
se ha manifestado varias veces desde 1973, cuando un 63 % de los noruegos rechazó por medio de un referendo la entrada de su país a la Comunidad Europea, decisión que fue ratificada por la mayoría de los votantes de Noruega en 1995. Los ciudadanos de Suiza también rechazaron, por medio de un referendo, acceder al Área Económica Europea, y por ende a la Unión Europea, en 1992.
También en 1992 rechazaron los votantes de Dinamarca, país miembro de la Comunidad Europea desde 1973, la acogida del Tratado de Maastricht. Este acuerdo creó en efecto la Unión Europea y asentó los cimientos de la divisa común, el euro, moneda que se negaron a adoptar  tanto Dinamarca en el 2000 como Suecia en el 2003. (A posteriori, parece haber sido una decisión sabia de los votantes de esos países).
Pero fue precisamente tras el rechazo danés en 1992 cuando los líderes del proyecto europeo revelaron su verdadero rostro. Insatisfechos con el voto de Dinamarca, organizaron un segundo referendo en el país escandinavo en 1993, en el cual el Tratado de Maastricht fue aprobado por un 57 % de la población, resultado que no impidió la erupción de protestas masivas en Copenhague…
En el 2001, fue el turno de los irlandeses de rechazar en las urnas el Tratado de Niza, el cual estableció el marco para la entrada a la Unión Europea de varios de los países de la antigua y fracasada Unión Soviética. Dado que este resultado también fue considerado inaceptable, se llevó a cabo un segundo referendo en Irlanda en 2002, el cual fue aprobado.
Pero el peor año hasta ahora para el proyecto de la clase política fue sin duda el 2005, cuando una mayoría de votantes en Francia y en Holanda- dos estados fundadores de la Comunidad Europea- votaron en contra de la Constitución Europea, la cual suplantaría una porción considerable del poder de las constituciones nacionales. En cuanto a Francia, el rechazo a la constitución fue particularmente significante dado que Valéry Giscard d’Estaing, el ex Presidente francés, había estado a cargo de redactar el documento…
Cuando se puso en evidencia que una constitución europea no sería aprobada de forma democrática, fueron cancelados los referendos que se han debido llevar a cabo en República Checa, Dinamarca, Polonia, Portugal y Reino Unido.
Fue entonces cuando la élite en Bruselas, obsesionada con establecer una constitución central, decidió recurrir al mecanismo de la negociación de alto nivel y “enmendar” los tratados existentes. El resultado fue el Tratado de Reforma, también conocido como el Tratado de Lisboa, el cual fue firmado por todos los miembros de la Unión Europea en diciembre de 2007.
Cuando los votantes irlandeses, cuya constitución exige un referendo para aprobar cualquier tratado internacional firmado por su gobierno, rechazaron el Tratado de Lisboa en las urnas en el 2008, la Unión Europea simplemente decidió llevar a cabo un segundo referendo al año siguiente, inyectando grandes cantidades de dinero en la campaña del “sí”. Según el modus operandi de las altas esferas de la eurocracia, la democracia es una mera inconveniencia que hay que obviar de cualquier manera posible para lograr los fines predeterminados.
Revive “la biblia de la constitución británica’
En Reino Unido, sin embargo, no habrá un segundo referendo. La mayoría de los votantes percibió que Bruselas resulta ser un club bastante agradable para sus miembros — hay miles de funcionarios de la UE cuyos salarios son mayores a los del Primer Ministro del Reino Unido — pero, para gran parte del electorado británico, pagar cerca de GBP £18 mil millones a la UE, como fue el caso el año pasado, sin tener el derecho fundamental de sacar a los gobernantes de turno del poder si hacen las cosas mal resultó ser inaceptable. Después de todo, la noción de que no puede haber impuestos sin representación real fue uno de los estandartes de las fuerzas parlamentarias durante sus luchas contra la monarquía Estuardo en el siglo XVII, luchas que concluyeron con la Revolución Gloriosa.
El referendo de ayer es el evento político mundial más importante de este siglo hasta el momento. En términos históricos, debe entenderse como un gran episodio más en la larga defensa de la esencia de la Carta Magna contra fuerzas opuestas a sus principios:
Magna Carta es, según el estadista William Pitt el Viejo, ‘la biblia de la constitución inglesa’ porque la defensa de sus principios surge en cada episodio determinante de la historia británica: la lucha de Isabel I contra Felipe II de España; la guerra entre las fuerzas del Parlamento contra la Dinastía Estuardo y sus tendencias absolutistas; la Revolución Gloriosa de 1688; la resistencia frente a los grandes tiranos continentales de los siglos XIX y XX, Napoleón Bonaparte y Adolf Hitler.
Tras Brexit, Reino Unido mantendrá sus vínculos europeos 
Sin duda hay que recordar que un 48% de los británicos — y una mayoría en Londres y en Escocia — votaron a favor de permanecer en la UE. Como ha dicho hoy Boris Johnson, ex-alcalde de Londres y posiblemente el próximo Primer Ministro de Gran Bretaña tras la renuncia anunciada de David Cameron, el voto de ayer
no quiere decir que Reino Unido sea menos europeo… No podemos darle la espalda a Europa. Somos parte de Europa… y Gran Bretaña seguirá siendo un gran poder europeo, liderando discusiones de política exterior, defensa e inteligencia común para que el mundo sea un lugar más seguro.
https://www.youtube.com/watch?v=HzuyGlKrA8g
El punto principal, como agrega Johnson, es que “simplemente no hay necesidad, en el siglo XXI, de ser parte de un sistema federal de gobierno basado en Bruselas… Fue una idea noble en su momento, pero ya no es lo que (Gran Bretaña) necesita”, pues Reino Unido debe “reencontrar su voz propia” en el mundo e intensificar el comercio con todas las naciones posibles.
Muchos progresistas eurófilos se quejan de que ayer ganó la xenofobia, pero se equivocan. Ciertamente algunos elementos de la campaña pro-Brexit estaban en contra de la inmigración — descontrolada según ellos — proveniente de la UE, y sin duda presentaron argumentos desagradables. Pero de la misma manera la campaña por permanecer en la UE presentó argumentos clasistas, caricaturizando a quienes querían un Reino Unido independiente como insulares poco sofisticados o “pequeños ingleses” (little Englanders).
Esta es la naturaleza de cualquier referendo, donde solo hay dos campañas que se enfrentan. En Colombia, por ejemplo, se aproxima el plebiscito para aprobar el acuerdo de paz entre Colombia y las FARC. Si uno se decide por el sí, quedará del mismo lado de asesinos, secuestradores y narcotraficantes profesionales que han aterrorizado al país durante décadas. Si uno se decide por el no, compartirá el escenario con personas que simpatizan con el tenebroso paramilitarismo y su brutal violencia, igual de despreciable que aquella de las Farc. En la política, a cada cual le corresponde tomar la decisión que dicta su conciencia y, en el mejor de los casos, su opinión informada.
En el caso del Brexit, los británicos tienen una inmensa oportunidad para liberarse de las innecesarias restricciones y trabas burocráticas de la Unión Europea, reasumir su papel global, sobre todo en términos de su comercio, y, como dice Johnson, ser una fuerza de bien en el mundo.

Brexit: democracia parlamentaria británica era incompatible con burocracia de Bruselas


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La democracia parlamentaria británica y el sistema burocrático de Bruselas eran incompatibles. (Wikipedia)
Hasta la medianoche de ayer hora británica, la mayoría de los expertos daban por sentado que, tras ser conocidos los resultados del referendo, Reino Unido se quedaría en la Unión Europea (UE).
La campaña para permanecer en la UE empezó con una gran ventaja en las encuestas hace unos meses. También contaba con el apoyo de todos los supuestos expertos: académicos, directores de compañías multinacionales, burócratas de alto nivel, estrellas de cine, deportistas conocidos… Hasta el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, fue a Londres en abril para lanzar uno de sus presuntuosos sermones — con el fin de hacer política local en un país extranjero — amenazando que Gran Bretaña debería rechazar el Brexit y permanecer en la UE o enfrentar la irrelevancia a nivel global.
Por eso el voto del 52% de la población a favor de abandonar la UE es, como escribe Christopher Hope, el corresponsal político número uno del diario Daily Telegraph,