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Thursday, November 3, 2016

Irlanda se enfrenta a Bruselas para mantener bajo su Impuesto de Sociedades

La idea de armonizar el Impuesto de Sociedades a nivel europeo cae como un jarro de agua fría en Irlanda, cuya atractiva fiscalidad es clave.


Oficinas en Dublín | Flickr/ Giuseppe Milo

"Armonización". Sin duda, hablamos de una de las palabras preferidas de los altos cargos de la Unión Europea. Raro es el ámbito en el que Bruselas no se manifiesta a favor de integrar estándares y criterios. Sin embargo, cuando la "armonización" que se pretende es de corte fiscal, el terreno se vuelve mucho más pantanoso de lo habitual.
A lo largo de los años, los gobiernos que favorecen un sistema de impuestos altos se han quejado amargamente de aquellos socios europeos que siguen el camino opuesto y abogan por una presión fiscal más reducida. Holanda, Estonia y Luxemburgo han estado en el disparadero por esta cuestión, aunque ningún país ha sufrido tantos ataques como Irlanda.




El Tigre Celta adoptó en los años 90 un tipo general del 12,5% en el Impuesto de Sociedades. Desde entonces, su atractiva fiscalidad empresarial ha captado a miles de empresas que han elegido esta isla como centro de operaciones en Europa. El boom de las empresas tecnológicas ha sido especialmente beneficioso para Irlanda, que ha acogido la llegada de gigantes como Google, Apple o Microsoft.
Las reglas fiscales irlandesas también incorporan tipos más reducidos en otros campos. Por ejemplo, cuando se desarrollan patentes en Irlanda, los ingresos derivados de dicha actividad están sujetos a una tasa fiscal aún más reducida. Este gravamen es de apenas el 6,25%, la mitad que el tipo general del Impuesto de Sociedades.

Moscovici vuelve a la carga

En 2011, coincidiendo con los peores momentos de la crisis y con Irlanda bajo un programa de "rescate", las autoridades europeas criticaron con vehemencia el modelo irlandés, pero las autoridades de la isla rechazaron firmemente la introducción de recargos adicionales en el Impuesto de Sociedades.
Aquella actitud por parte del Tigre Celta contó con el respaldo de otros muchos gobiernos europeos, hasta el punto de que ocho de los países miembros de la UE se mostraron en contra desde el primer momento, cerrando cualquier posibilidad de alcanzar un acuerdo por unanimidad.
Ahora, la Comisión Europea vuelve a la carga y relanza una nueva apuesta encaminada a "armonizar" el Impuesto de Sociedades. Bruselas pretende que todas las grandes empresas calculen los impuestos que deben pagar siguiendo un mismo criterio. A esto hay que sumarle la pretensión de que se declare un "beneficio europeo consolidado" que luego sería repartido entre los países del Viejo Continente en los que opera la compañía en cuestión.
La figura clave en esta nueva intentona es la de Pierre Moscovici, el comisario europeo para asuntos económicos, financieros, fiscales y arancelarios. Este político francés empezó su carrera en las filas de la Liga Comunista Revolucionaria, una agrupación trotskista del país vecino. Después llegó su afiliación al Partido Socialista, en el que ha desarrollado una fructífera carrera política.
En 2014, Moscovici abandonó el Ministerio de Economía y Finanzas y dio el salto a Bruselas. Desde un primer momento, el dirigente galo no ha dudado en volver a introducir el debate sobre la "armonización" del Impuesto de Sociedades. De hecho, la disputa entre Bruselas y Dublín por los impuestos que paga Apple en Irlanda ha servido como antesala para este debate.

Un debate más técnico

Moscovici sabe que Irlanda defenderá con uñas y dientes su soberanía tributaria y su modelo fiscal. Por eso, el comisario europeo ha intentado acercar posturas y, en una entrevista con el Irish Examiner, ha señalado que su objetivo es abrir "una discusión serena y constructiva". Según Moscovici, "buscamos más claridad, más transparencia, más eficiencia y más justifica".
Para lograr su objetivo, Bruselas quiere centrar las negociaciones en las reglas tributarias que definen las bases imponibles de los impuestos. De esta forma, la discusión será más técnica y la subida fiscal resultante de la "armonización" no se canalizaría mediante subidas en los tipos del Impuesto de Sociedades, sino que se introduciría de una manera discreta, alterando la normativa de cálculo del gravamen.
La nueva propuesta de Bruselas ha caído como una declaración de guerra y volverá a encontrarse con un frente político unido en torno al modelo de impuestos bajos. Además, es difícil pensar que Irlanda vaya a quedarse sola a la hora de oponerse a estos planes: en 2011, su oposición a la "armonización" contó con el apoyo de Dinamarca, Suecia, Países Bajos, Bélgica, Malta, Eslovaquia...
El tiempo dirá si Irlanda vuelve a salir airosa. Pase lo que pase, el debate sobre la fiscalidad europea que tendrá lugar en 2017 se antoja complejo, intenso y definitivo a la hora de marcar qué rumbo va a seguir Bruselas ahora que Gran Bretaña ya no forma parte de la UE.

Irlanda se enfrenta a Bruselas para mantener bajo su Impuesto de Sociedades

La idea de armonizar el Impuesto de Sociedades a nivel europeo cae como un jarro de agua fría en Irlanda, cuya atractiva fiscalidad es clave.


Oficinas en Dublín | Flickr/ Giuseppe Milo

"Armonización". Sin duda, hablamos de una de las palabras preferidas de los altos cargos de la Unión Europea. Raro es el ámbito en el que Bruselas no se manifiesta a favor de integrar estándares y criterios. Sin embargo, cuando la "armonización" que se pretende es de corte fiscal, el terreno se vuelve mucho más pantanoso de lo habitual.
A lo largo de los años, los gobiernos que favorecen un sistema de impuestos altos se han quejado amargamente de aquellos socios europeos que siguen el camino opuesto y abogan por una presión fiscal más reducida. Holanda, Estonia y Luxemburgo han estado en el disparadero por esta cuestión, aunque ningún país ha sufrido tantos ataques como Irlanda.



Wednesday, August 24, 2016

Brexit: La derrota de los eurócratas

UK-UE
Una sólida mayoría de británicos ha decidido que no quieren continuar en esta Unión Europea. Con más de un millón de votos de diferencia, los partidarios de la salida han demostrado ser muchos más que los que quieren permanecer dentro de la estructura política de Bruselas.
Es una noticia aún peor para una forma de entender la Unión Europea. Fíjense que no digo para Europa, sino para la forma de malentender y de desfigurar Europa que ha dominado progresivamente el continente desde los despachos del poder de Bruselas.



Si hay que buscar derrotados, búsquenlos en los largos pasillos de la Comisión Europea. Si hay que encontrar fracasados, los pueden ver sentados a ambos lados del hemiciclo del Parlamento Europeo. Si hay que señalar culpables, están en todos los medios de comunicación, ONGs, lobbys y demás rent-seekers que llevan décadas predicando las bondades del federalismo europeo mientras extienden la mano para cobrar las subvenciones que salen del bolsillo del contribuyente europeo.
Nadie rechazaba las instituciones europeas cuando se trataba un Mercado Común o una Comunidad Económica. Ni siquiera los británicos. Ni siquiera Margaret Thatcher, como cuenta ella misma en sus memorias. Fue a partir del Tratado de Maastricht cuando, capitaneados por un socialista elitista como Jacques Delors, se fue extendiendo entre las élites políticas y periodísticas europeas la asombrosa tesis de que el rechazo al poder creciente de Bruselas se vencería con “más Europa”, como anteayer mismo decía el ministro de Exteriores de España José Manuel García-Margallo, uno de los que cree en esa mística del corazón de Europa.
Es ésa forma de malentender Europa la que se ha hecho odiosa. La que ha intentado varias veces imponer una Constitución Europea.. La que acumula poder sin responsabilidad. La que desprecia lo que llaman “la Europa de los mercaderes”, sin darse cuenta de que esa es la verdadera Europa: la de la libertad para que las personas se muevan y lleven adonde quieran sus ideas, sus servicios, sus productos y los bienes de su propiedad. Ésa es la Europa que merece la pena, la que sirve eficazmente para evitar que las guerras se repitan, la que representa lo mejor de la gente: su libertad para decidir y para responsabilizarse de su propio futuro.No creo que el Reino Unido vaya a romper su condición de mercado libre, ni tampoco creo que la Unión Europea vaya a levantar barreras en el comercio con las islas. Si uno u otra lo hicieran se cometería un error catastrófico.
Pero el voto que ayer pronunciaron los británicos va a tener muchas consecuencias. Y la primera, y la peor para el resto de Europa, es que nos han dejado solos, a merced del gentil monstruo de Bruselas.

Brexit: La derrota de los eurócratas

UK-UE
Una sólida mayoría de británicos ha decidido que no quieren continuar en esta Unión Europea. Con más de un millón de votos de diferencia, los partidarios de la salida han demostrado ser muchos más que los que quieren permanecer dentro de la estructura política de Bruselas.
Es una noticia aún peor para una forma de entender la Unión Europea. Fíjense que no digo para Europa, sino para la forma de malentender y de desfigurar Europa que ha dominado progresivamente el continente desde los despachos del poder de Bruselas.


Monday, June 27, 2016

Otra Unión Europea…

Otra Unión Europea…

Por Eduardo Fernández Luiña 
La Unión Europea (UE) sienta sus raíces en el mítico Tratado de París firmado en el año 1951. Aquel documento, que dio inicio a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) tenía un doble objetivo. De un lado, abrir un espacio de diálogo entre adversarios políticos. Vencedores y vencidos en la Segunda Guerra Mundial podrían ser capaces de cooperar si se lo proponían, edificando una comunidad de intereses que les uniese ad futurum. De otro, y complementando lo anterior, se buscaba la consecución de la paz en un continente asediado por el conflicto bélico durante más de cuarenta años.


En el ADN de la UE está muy presente el libre comercio como elemento pacificador y unificador. La libertad comercial representaba para los padres fundadores un ingrediente básico a la hora de instalar pilares estables de cooperación que ayudasen a generar una comunidad de intereses con objeto de asegurar la paz en el largo plazo. Sin duda, la UE estaba en aquella época comprometida con la libertad, siendo consciente de que el comercio libre pacifica, civiliza y genera prosperidad.
¿Qué le ha pasado entonces a la UE? Phillip Bagus lo señaló muy bien en su trabajo La Tragedia del Euro (2010). Independientemente de la opinión que tengamos alrededor de la moneda única –el que escribe la prefiere a la antigua peseta-, los socialdemócratas ganaron la batalla política y de las ideas frente a los liberal-conservadores. No es que gracias a su victoria se edificase una administración supranacional inmensa y oxidada. Lo anterior es totalmente falso. Actualmente, el presupuesto de la UE no llega siquiera al 2% del PIB comunitario. La administración supranacional es muy pequeña en relación con la de cualquier –y digo cualquier- estado miembro de la unión.
Sin embargo, los eurocrats sí han logrado diseñar una estructura política cuasi sin obligaciones respecto a la rendición de cuentas y con una capacidad hiperreguladora que se entromete en los asuntos nacionales de manera arbitraria y desigual en función del ámbito de política pública que estemos tratando. Existen, por lo tanto y grosso modo, dos problemas centrales asociados a la arquitectura institucional de la actual UE:
  1. Ausencia de transparencia y verdadera rendición de cuentas. Ningún ciudadano conoce a sus diputados supranacionales ni a los tecnócratas que inician la legislación comunitaria y toman decisiones por nosotros en la Comisión Europea –un órgano carente de legitimidad democrática-.
  2. Hiperregulación arbitraria fruto del alejamiento respecto a esa ciudadanía a la que se dice representar en las instituciones supranacionales.
Además de estos dos problemas, ambos de naturaleza técnica, hay uno de naturaleza política por el cual pelean paradójicamente algunos –no digo todos- defensores del BREXIT: La lucha por la libertad económica. La UE ya no parece defender el compromiso que un día tuvo con el libre comercio. Debemos combatir a nivel supranacional por recuperar esa semilla original sobre la cual se edificó este proceso de integración regional. La ciudadanía no parece entender lo importante de esta batalla y nadie desea explicárselo. Pero el libre comercio se encuentra en la esencia de esta nueva y joven forma política. Es el libre comercio a nivel interno lo que le da presencia y fuerza a nivel internacional; el mercado único representa sin duda su mayor activo y sin embargo, para muchos, es algo que debemos evitar a la hora de discutir e intentar legitimar la existencia de la unión.
Sin querer o queriendo, se ha modificado el ADN liberal que puso los primeros ladrillos en el edificio de la UE. Eso, debería ser denunciado y los liberales tendríamos que desarrollar un perfil político y de comunicación más activo y agresivo en pro de una UE concebida estrictamente como un mercado abierto, libre y realmente integrado. Un experimento regional que apueste firmemente por la expansión y promoción de la libertad económica, destruyendo las fronteras a nivel global.
Es esta batalla la que deberíamos estar llevando a cabo. Este argumento es el que debería justificar la existencia de la UE y en todo caso la salida de un país si los principios originales estuviesen, como lo están en riesgo. El BREXIT posee dos caras… Los que ven en la UE un actor hiperregulador que limita las libertades individuales para comerciar tanto a nivel intra como extra comunitario. Y aquellos que ven en el BREXIT una herramienta para satisfacer sus deseos proteccionistas –la llamada soberanía económica- e intervencionistas. La primera cara tiene sentido, la segunda, definitivamente, representa un paso atrás. Ese es el verdadero riesgo del BREXIT en la actualidad.
Si los segundos son más que los primeros y el BREXIT fomenta el proteccionismo económico y el intervencionismo sobre el libre comercio, la cosa irá mal para todos. Si por el contrario, el triunfo del BREXIT sirviese para demostrar que la apertura comercial ayuda a todas las partes y que la evolución de la actual UE se rebela contra sus principios fundacionales, la secesión británica incluso podría traer efectos positivos, abriendo un necesario debate sobre a donde se dirige la unión, para aquellos que desean permanecer en la misma.
Sin embargo, no debemos minusvalorar los logros de esta particular forma política llamada Unión Europea. Este objeto político no identificado, esta estructura a medio camino entre un estado moderno y un organismo internacional, ha pacificado el continente y abierto las fronteras dentro de lo que cabe. Sólo por eso, creo que sigue mereciendo la pena luchar políticamente por el proyecto. Pero definitivamente, es necesario devolver el mismo a sus orígenes y presionar para que la UE avance sin miedo hacia lo que debe ser: el mercado libre y abierto más grande del planeta. Esa será, sin lugar a dudas, la mejor herramienta para construir una sociedad pacífica y próspera y mejorar con ello el futuro de todos los europeos. 

Otra Unión Europea…

Otra Unión Europea…

Por Eduardo Fernández Luiña 
La Unión Europea (UE) sienta sus raíces en el mítico Tratado de París firmado en el año 1951. Aquel documento, que dio inicio a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) tenía un doble objetivo. De un lado, abrir un espacio de diálogo entre adversarios políticos. Vencedores y vencidos en la Segunda Guerra Mundial podrían ser capaces de cooperar si se lo proponían, edificando una comunidad de intereses que les uniese ad futurum. De otro, y complementando lo anterior, se buscaba la consecución de la paz en un continente asediado por el conflicto bélico durante más de cuarenta años.

Saturday, June 25, 2016

¿MEXIT Y AMEREXIT?



REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela Torres


Finalmente sucedió, Britania abandona la Unión Europea iniciando lo que puede ser una tendencia mundial. Los países, las regiones, los estados han arribado al límite de su paciencia para, como sucediera durante el siglo 19, reclamar su independencia y soberanía. Los EU hicieron su primer intento al rebelarse contra la concentración de poder que estructuraba el Santana estadounidense, Lincoln. El resultado sería una guerra civil que costó casi un millón de vidas y ante la derrota de los confederados, nacía el proceso del estatismo americano.

La avenida de Trump ha sido pavimentada por los mismos sentimientos en contra de la clase política tradicional, adueñadas de la maquinaria del gobierno y atrincherados en Washington. Igualmente pavimenta la de candidatos independientes y no tan independientes (AMLO) en Mexico.

¿Cómo se ha desarrollado este movimiento?

 
A mediados de los años 70s los EU transitaban por una pesadilla. Los economistas se rascaban la cabeza al observar que las recetas tradicionales con las que habían “manejado” la avenida de los eventos económicos, no respondían.

Durante los primeros años de la administración Nixon, habían inyectado al paciente todos los antibióticos que los Doctores económicos tenían a su disposición, pero los signos vitales seguían deteriorándose. El FED emitía dinero de más y luego de menos. Nixon se confesaba Keynesiano y presentaba un presupuesto para arribar al “empleo total.” Los déficits del presupuesto se provocaban a propósito y también por accidente. La curva de Phillips era establecida en los libros de texto.

El dólar se devaluaba y se cerraba la ventana del oro. A los japoneses y alemanes se les consideraba tercos y, peor, demasiado eficientes. El dólar se echaba a flotar. Los precios y salarios se congelaban. Ante tales tratamientos muchos se preguntaban si la medicina aplicada estaba provocando que el paciente empeorara. Los Doctores económicos ahora argumentaban el que a su medicina no se la había dado tiempo suficiente para que hiciera efecto, además, el paciente ya estaba envenenado con tantas otras pociones.

En medio de ese desorden una publicación en 1975 reportaba: “Ante la confusión de nuestros Doctores económicos, sería saludable buscar una segunda opinión. Busquemos alguien cuyo diagnóstico no tenga implicaciones políticas. Hay dos verdaderos expertos; Robert Mundell, profesor en la Universidad de Columbia, y Arthur Laffer, profesor de la Universidad de Chicago. Estos dos economistas han iniciado una revolución copérnica en el mundo de la política económica”. Mundell ganaría el premio Nobel de economía en 1999.

La visión de ellos se iniciaba con una de sus afirmaciones favoritas: “La única economía cerrada hoy día, es la economía mundial.” La mayoría de economistas siempre han pensado que las economías nacionales pueden ser independientes del resto del mundo. Hoy día nos damos cuenta de que las economías son afectadas por los eventos internacionales; ej. Si devaluamos, vendemos nuestros productos más baratos y nuestra capacidad de compra (importaciones) se reduce dramáticamente.

Laffer y Mundell gritaban a los cuatro vientos lo diabólico de las devaluaciones y también afirmaban: “Se puede expandir el PIB dando incentivos a la oferta. El instrumento más efectivo que tienen los gobiernos para cambiar los incentivos de los actores económicos es el sistema impositivo”. Hay un intercambio macroeconómico entre trabajo y descanso. Una hora extra de trabajo es balanceada contra una hora de descanso; al margen, un impuesto al producto del trabajo cambia los precios en favor de la holganza. Así es que si se reducen los impuestos, se incrementará el trabajo productivo adicional, más producción, más demanda agregada y más prosperidad.

La teoría Supply—Side tiene su origen en la ley de Say: La oferta crea su propia demanda. Los fabricantes pagan a sus trabajadores para manufacturar sus productos, los trabajadores usan sus salarios para adquirir esos productos. Los ahorradores prestan su dinero a los inversionistas que construyen las fábricas, las utilidades que producen las fábricas van a pagar el capital e interés. Precios más altos demandarán más productos, salarios altos demandará más trabajadores, y altos rendimientos demandará más inversiones. A menos de que el gobierno intervenga, por ejemplo, fijando precios, los mercados aclararán los caminos y todo mundo estará feliz y satisfecho al lograr sus objetivos.  

Al reducir los impuestos hay más incentivos para trabajar y producir, el consumidor con más dinero en su bolsillo demanda más, las empresas con dicha reducción tendrán más dineros en sus tesorerías para contratar más gente, hacer las inversiones requeridas y enfrentar esa nueva demanda produciendo más, al haber más producción y más gente trabajando, la base impositiva es más alta, los gobiernos reciben más ingresos fiscales aun cuando sus tasas sean más bajas.

Laffer afirmaba; “un impuesto de cero obviamente no produce ingreso para el estado, mientras que un impuesto de 100% mataría las actividades económicas produciendo al igual cero ingresos para el estado. Él pensaba, debe haber una curva que conecte ambos extremos y la curva debe de tener su punto alto en alguna parte de su comportamiento. Es decir, llega un momento en el cual el incrementar las tasas impositivas reduce la actividad económica y, como es obvio, los ingresos del estado. Viceversa, el reducir impuestos aumenta la actividad económica y aumentan los ingresos del estado”.

De las ideas de esos dos hombres nació la teoría económica que rescatara a los EU. Las ideas de libre mercado combinadas con Supply –Side, dictarían la pauta a seguir de la nación más poderosa sobre la tierra en la década de los 80s, conocida como “los ocho años gordos”. Pero a partir de los años 90, los EU iniciaban un periodo de estatismo en esteroides que finalmente desembocara en las fatales guerras de Bush II, y el anticonstitucional ataque de un Obama ensoberbiado y resentido, a todas las libertades establecidas por los padres fundadores.

En ese mismo periodo México había sufrido las barrabasadas de Echeverría y López Portillo, la tibieza de Miguel de la Madrid, inflación de 250%, devaluaciones de más del 2000%, la economía no crecía o decrecía, tres bancarrotas, ante el incremento de la pobreza, expulsó más de 10 millones de sus ciudadanos a EU, la duda se ubicaría en más del 100% del PIB, se asesinó a un candidato a la presidencia, el narco establecía su infernal poder, los esfuerzos reformistas de Salinas serian saboteados y, como gritara López Portillo, el país fue saqueado.

Ante un panorama como este, tanto en EU como en México se respiran aires de hartazgo frente al aparato político, así como aires de libertad, soberanía, independencia que, si permanece sin respuesta, se puede revivir el espíritu confederado en EU, y los sueños separatistas de Pancho Villa en México de una Republica norteña. ¡Cuidado!

¿MEXIT Y AMEREXIT?



REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela Torres


Finalmente sucedió, Britania abandona la Unión Europea iniciando lo que puede ser una tendencia mundial. Los países, las regiones, los estados han arribado al límite de su paciencia para, como sucediera durante el siglo 19, reclamar su independencia y soberanía. Los EU hicieron su primer intento al rebelarse contra la concentración de poder que estructuraba el Santana estadounidense, Lincoln. El resultado sería una guerra civil que costó casi un millón de vidas y ante la derrota de los confederados, nacía el proceso del estatismo americano.

La avenida de Trump ha sido pavimentada por los mismos sentimientos en contra de la clase política tradicional, adueñadas de la maquinaria del gobierno y atrincherados en Washington. Igualmente pavimenta la de candidatos independientes y no tan independientes (AMLO) en Mexico.

¿Cómo se ha desarrollado este movimiento?