Wikipedia

Search results

Showing posts with label entorno global. Show all posts
Showing posts with label entorno global. Show all posts

Saturday, July 16, 2016

Brexit y sus perdedores


Manuel Hinds
Manuel Hinds es economista y consultor económico. Fue ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, pues fue quien propuso la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (Yale University Press, 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy, de El Salvador. En 2010 obtuvo el Premio Hayek, del Manhattan Institute.
El resultado del referéndum del jueves 23 de junio, que determinó la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE), ha causado un pánico mundial que amenaza con ser el incidente que inaugure una crisis mundial igual o peor que la de 2008. O al menos así parecen pensar muchas personas. Como se aprecia en la gráfica adjunta, los precios de las acciones están cayendo no sólo en el Reino Unido y la Unión Europea, sino también en EE.UU. Los niveles a los que han caído, sin embargo, no son tan bajos. Las acciones británicas y europeas tenían los precios de hoy en febrero recién pasado, y habían estado en ese nivel antes, en 2014. El precio de la libra esterlina ha bajado sustancialmente, pero a niveles que tenía en marzo de 2014 y antes en 2013. Lo que preocupa es la velocidad con la que estos precios están cayendo, aunque es muy rápido para saber si esta caída se prolongará o se corregirá eventualmente.



Es muy común echarle la culpa a los que votaron por salirse de la Unión Europea por todo esto que está pasando, pensando que la única manera en la que podría resolverse sería que hubiera otro referéndum y ganara la posición contraria. Esto da una medida de inexorabilidad a lo que está pasando porque, aunque no es imposible que hubiera otro referéndum, es muy improbable. Pero la verdad es que hay otra manera de resolverlo. Con solo que la Unión Europea decidiera que el Reino Unido podría seguir teniendo acceso al mercado libre europeo el pánico se terminaría.
La burocracia de Bruselas nunca quiso prestar atención a estos hechos. Aparentemente piensa que castigando fuertemente a Gran Bretaña hará que todos se queden en la UE aunque no les guste, y aunque el castigo a Gran Bretaña le cause grandes daños económicos a Europa misma.
Contrario a lo que casi todo el mundo dice y piensa y repite, Gran Bretaña no ha votado contra el libre comercio, ni contra la globalización. No ha dicho que va a aumentar las tarifas de importación a ni Europa ni a ningún otro país, ni que quiere salirse del mercado libre europeo. Ha decidido únicamente que quiere salirse de la Unión Europea, de la que el mercado común es solo un aspecto, que otros países como Noruega y Suiza comparten a pesar de no ser miembros de la Unión misma.
El mantener el acceso de Gran Bretaña al mercado libre europeo (y viceversa) sería muy beneficioso para Europa misma porque, como lo noté en un artículo de la semana pasada después de cuarenta y tres años las dos economías se han integrado muy cercanamente, de modo que los productos de un país contienen muchos componentes hechos en los otros. En esta situación, el cortar el libre acceso a la UE sería tan doloroso para la UE misma como para el Reino Unido. Una muestra de las percepciones inmediatas del público en este sentido es el hecho que las acciones han caído más en la Unión Europea que en Gran Bretaña (ver la gráfica adjunta).
7143 Fuente: Financial Times. Los precios de Gran Bretaña son del FTSE100, de Europa, Eurofirst, y de EE.UU. S&P500. El dato de S&P del lunes 27 está tomado a las dos de la tarde.
Pero esto es algo que aparentemente la burocracia de Bruselas no quiere permitir por dos razones. Primero porque su vida depende de que la gente asocie el acceso al mercado común que es el beneficio más grande de la UE, con el pago de la burocracia, aunque en realidad una cosa no tiene que ver con la otra. Segundo, porque, por la misma razón, ellos tienen que asegurarse de que los que se salgan de la UE caigan en una crisis porque si no todos se van a querer salir.
Por supuesto, este razonamiento evidencia una enorme debilidad en la UE. Siguiendo esta lógica, parecería no sólo que el único atractivo que tiene la institución es el libre comercio (para el que no se necesita mucha burocracia), sino que también depende de amenazas para mantener a sus asociados. Con esto, los burócratas de Bruselas estarían dando la razón a muchos de los que votaron por la salida en Gran Bretaña, que piensan que la UE ha sido tomada por una burocracia que no da un comino por la población europea sino sólo a los privilegios exorbitantes que se receta con los impuestos que todos los europeos pagan. Si la burocracia hubiera convertido a la UE en una institución realmente atractiva, nadie querría salirse de ella.
El Pew Research Center hizo recientemente una investigación del estado de las preferencias con respecto a la UE. Encontró que el 71% de los griegos tienen una percepción desfavorable de ella, mientras que en Francia la tiene el 61%, y en España el 49%, y en Alemania el 48% (el mismo porcentaje de Gran Bretaña al momento de la encuesta), y en Holanda el 46%, y en Suecia el 44%. Todos estos países están en el borde. Podrían votar irse de la UE.
El tratamiento del millón de refugiados que llegaron del Medio Oriente, que fue uno de los motivos que llevaron a los británicos a salirse, ha causado gran infelicidad en Europa. Todos los países anotados arriba estaban en contra, en porcentajes que van desde 94% de los griegos al 63% de los holandeses. Ninguno con menos. Igual pasa con el manejo de la economía. En ningún país de los mencionados la aprobación es mayor a 47%, y la desaprobación llega al 50% y más en Grecia, Italia, España, Suecia y Holanda.
Pero la burocracia sigue impávida, porque siempre ha pensado que no tiene por qué obedecer a los ignorantes que pagan sus salarios. Así, por ejemplo, siguen con la idea de que la unión debe hacerse cada vez más cercana, a pesar de que esto fue rechazado en los noventas por todos los países y de que ahora, según Pew, el país en el que los ciudadanos están más de acuerdo, Francia, sólo el 34% apoya esta tendencia. En el Reino Unido sólo era el 6%, en Suecia el 13, en Alemania el 26. En varios países no sólo no quieren que la unión sea más cercana sino que quieren que muchos poderes se retornen a sus gobiernos. En el Reino Unido era el 65%.
La burocracia de Bruselas nunca quiso prestar atención a estos hechos. Aparentemente piensa que castigando fuertemente a Gran Bretaña hará que todos se queden en la UE aunque no les guste, y aunque el castigo a Gran Bretaña le cause grandes daños económicos a Europa misma. Pero como dijo Angela Merkel, la UE tendrá que cambiar y prestar atención a sus ciudadanos, tendrá que entender que la democracia tiene que estar por arriba de la burocracia, y que al fin y al cabo los que mandan son los ciudadanos, no ellos. Por ahora, los europeos tienen en sus manos evitar que, por un capricho contra Gran Bretaña, la burocracia de la UE dañe a Europa y al mundo entero

Brexit y sus perdedores


Manuel Hinds
Manuel Hinds es economista y consultor económico. Fue ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, pues fue quien propuso la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (Yale University Press, 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy, de El Salvador. En 2010 obtuvo el Premio Hayek, del Manhattan Institute.
El resultado del referéndum del jueves 23 de junio, que determinó la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE), ha causado un pánico mundial que amenaza con ser el incidente que inaugure una crisis mundial igual o peor que la de 2008. O al menos así parecen pensar muchas personas. Como se aprecia en la gráfica adjunta, los precios de las acciones están cayendo no sólo en el Reino Unido y la Unión Europea, sino también en EE.UU. Los niveles a los que han caído, sin embargo, no son tan bajos. Las acciones británicas y europeas tenían los precios de hoy en febrero recién pasado, y habían estado en ese nivel antes, en 2014. El precio de la libra esterlina ha bajado sustancialmente, pero a niveles que tenía en marzo de 2014 y antes en 2013. Lo que preocupa es la velocidad con la que estos precios están cayendo, aunque es muy rápido para saber si esta caída se prolongará o se corregirá eventualmente.


Friday, June 17, 2016

Relaciones EEUU-Cuba: ¿sentido común o ligereza irresponsable?


Carlos Alberto Montaner

 
Al profesor Guillermo Lousteau
Texto de la conferencia "Las relaciones entre Estados Unidos y Cuba en la nueva etapa del deshielo. ¿Sentido común o ligereza irresponsable" , pronunciada por el autor en el Interamerican Institute for Democracy de Miami el pasado 4 de junio.
Siete advertencias finales sobre la nueva política cubana de Obama
Éste es uno de esos raros casos en los que conviene comenzar por el final. Estos papeles están dedicados a contar rápidamente cómo han sido las relaciones entre Estados Unidos y Cuba desde 1959 a la fecha, con el objeto de poder analizar la nueva política cubana anunciada por el presidente Barack Obama y el general Raúl Castro en diciembre de 2014.
Ese recorrido me precipita formular siete advertencias. No son recomendaciones ni conclusiones. Son observaciones que se desprenden naturalmente de la propia historia que relataré en breve.
Consignémoslas:
La primera advertencia es que el gobierno de los hermanos Castro mantiene en el 2015 exactamente la misma visión de Estados Unidos que tenía cuando los guerrilleros llegaron al poder en enero de 19591.
Para ellos el enorme y poderoso vecino, y sus supuestas prácticas depredadoras en el terreno económico, están en la raíz de los problemas fundamentales de la humanidad. Como leen poco y observan mal, continúan creyendo que las calamidades del Tercer Mundo se deben a la mala voluntad de las naciones desarrolladas, y muy especialmente a Estados Unidos con sus perversos términos de intercambio y su explotación inclemente de los recursos de las naciones pobres.



La segunda, y como consecuencia de la primera, es que ese régimen, absolutamente coherente con sus creencias, continuará tratando de afectar negativamente a Estados Unidos en todas las instancias que se presente.
Ayer se colocó bajo el paraguas soviético. En la etapa postsoviética, echó las bases del Foro de Sao Paulo y, más tarde, del circuito conocido como el Socialismo del Siglo XXI, extendido a los países de la llamada ALBA. Hoy se alía firmemente a Irán, y ya se apunta al bando chino-ruso en esta nueva y peligrosa Guerra Fría que está gestando. Para los Castro, el antiamericanismo es una cruzada moral a la que no van a renunciar nunca.
La tercera, es que no existe en la dictadura cubana la menor intención de comenzar un proceso de liberalización que permita el pluralismo político o las libertades, tal y como se conocen entre las naciones más desarrolladas del planeta.
Los demócratas de la oposición se toleran mientras sus movimientos y comunicaciones estén regulados y vigilados por la policía política.
El régimen domina perfectamente las técnicas de control social. Al margen de la policía convencional, para mantener a raya a la oposición cuenta con al menos 60,000 oficiales de contrainteligencia adscritos al Minint2, y otras decenas de miles de colaboradores. Para ellos la represión no es un comportamiento oscuro y vergonzante, sino una labor constante y patriótica.
La cuarta, es que el sistema económico que está erigiendo Raúl Castro no ha sido concebido para que florezca la sociedad civil. Ésa que un día, mágicamente, derrocará la dictadura, sino es un modelo de Capitalismo Militar de Estado (CME), cuya columna vertebral es el ejército y el Ministerio del Interior, instituciones que controlan la mayor parte del aparato productivo del país.
Dentro de ese esquema, como se deduce de las palabras del economista oficial Juan Triana Cordoví3, el Estado (en realidad, el sector militar) se reserva el manejo y explotación de las 2,500 empresas medianas y grandes del país, dejándoles a los cuentapropistas un sinfín de actividades menores para no tener que sostenerlos. Contrario a lo que piensan en Washington y en los sectores cubanos no gubernamentales que apoyan esas reformas económicas, Raúl Castro y sus asesores suponen, acertadamente, que los cuentapropistas serán una fuente de estabilidad del sistema de Capitalismo Militar de Estado, no por afinidad ideológica, sino para no perder los pequeños privilegios y ventajas que obtienen.
La quinta, es que el régimen de los Castro no tiene el menor interés en propiciar el enriquecimiento de los empresarios extranjeros. Desprecian el ánimo de lucro de los capitalistas, les parece repugnante, aunque muchos de ellos mismos, de alguna manera, lo practiquen discretamente.
Las inversiones del exterior serán bienvenidas sólo y únicamente cuando contribuyan a fortalecer el Capitalismo Militar de Estado que están forjando. Para el gobierno cubano esas inversiones son un mal necesario, como el que se amputa un brazo para salvar la vida.
Si alguien piensa que ese régimen permitirá el surgimiento y crecimiento de un tejido empresarial independiente, es porque no se ha tomado el trabajo de estudiar los textos y discursos de los propios personeros del régimen, y ni siquiera de examinar la conducta que exhiben.
Tiene toda la razón el inversionista en bienes raíces y notable millonario Stephen Ross4 cuando, tras regresar de un viaje a Cuba, declaró que no había visto en la Isla la menor oportunidad seria de hacer negocios. En realidad, no la hay, salvo en aquellas actividades que exista un rédito claro para el gobierno o que sea absolutamente indispensable para la supervivencia del régimen.
Es obvio que la prioridad de los Castro es mantener el poder y no desarrollar un vigoroso tejido empresarial que saque a los cubanos de la miseria. Para explicar esas carencias han desarrollado la coartada de la austeridad revolucionaria y la crítica al consumismo (el gusto por la "pacotilla") como una forma heroica y abnegada de afrontar la pobreza.
La sexta advertencia es que, ante este cuadro deprimente de atropellos e insistencia en los disparates de siempre, la renuncia de Washington al containment y su sustitución por el engagement, a lo que se agrega la cancelación del objetivo de tratar de propiciar el cambio de régimen, como dijo Obama en Panamá, es una peligrosa e irresponsable ligereza que perjudicará a Estados Unidos, alentará a sus enemigos, descorazonará a sus aliados y afectará muy negativamente a los cubanos que desean libertades, democracia real y terminar con la miseria.
¿Qué sentido tiene que Estados Unidos –y con él la Iglesia Católica– contribuya al fortalecimiento de un Capitalismo Militar de Estado, enemigo de las libertades, incluidas las económicas, violador de los Derechos Humanos, que perpetúa en el poder a una dictadura colectivista que ha destrozado a Cuba y hoy contribuye a destruir a Venezuela porque no puede enseñar otra cosa que lo que ha hecho durante 56 años?
La séptima advertencia es que nunca la oposición democrática ha sido más frágil ni ha estado más desprotegida, pese al impresionante número de disidentes y al heroísmo que despliegan. Nunca ha estado más sola.
¿Por qué nadie va a tomarla en cuenta si Estados Unidos ha renunciado al cambio de régimen y está dispuesto a aceptar a la dictadura cubana sin exigirle nada a cambio?Estados Unidos ha renunciado a indicarle claramente a La Habana que el verdadero cambio comienza en el momento en que la cúpula de la dictadura acepta que el primer paso es dialogar con la oposición y admitir que las sociedades son plurales y albergan diferentes puntos de vista.
¿Qué argumento tienen ahora los callados y siempre asustados reformistas del régimen para reclamar sotto voce cambios políticos y económicos si nadie se los exige al gobierno de los Castro?
En suma, ha sido un grave error de Obama separarse de la política seguida por los diez presidentes, demócratas y republicanos, que lo precedieron en la Casa Blanca.
Uno no puede decretar que su enemigo súbitamente se ha convertido en su amigo y ha comenzado a pensar como a uno le conviene. Eso es infantil.
No se trata de criticar a Obama por haber ensayado una política nueva. El problema es que es una política errónea.
Y ahora comencemos el relato
El 17 de diciembre de 2014 el presidente Barack Obama y el general Raúl Castro anunciaron simultáneamente un nuevo tipo de relaciones basado en el abandono por parte de Estados Unidos de la política de aislamiento y presiones económicas seguida desde 1960 por 10 presidentes norteamericanos, republicanos y demócratas.
Era el fin de la estrategia de containment y su sustitución por una suerte de engagement, para utilizar la jerga diplomática norteamericana.
El 29 de mayo de 2015 el gobierno de Estados Unidos eliminó a Cuba de la breve lista de naciones que respaldan el terrorismo. Era el primer obstáculo para conceder el resto de las concesiones que demanda el régimen de Raúl Castro.
Eso abre el camino para
  • el eventual fin del embargo cuando el Congreso derogue la ley que lo mantiene vigente;
  • la autorización a los viajeros norteamericanos para que puedan gastar dinero en la Isla;
  • la devolución de la base de Guantánamo;
  • la clausura de los programas encaminados a tratar de cambiar el régimen cubano por vías pacíficas, y entre ellos las transmisiones por Radio y TV Martí;
Incluso facilita la posibilidad de que Cuba acceda en el futuro al BID, el FMI, al BM, o a cualquier organismo crediticio que hoy le tiene las puerta vedadas.
Todo se andará a su debido tiempo.
El régimen cubano ha demostrado que el uso persistente de sus laboriosos y disciplinados agentes de influencia, más la perseverancia en el mantenimiento de su estrategia política, acaba por dar frutos. Raúl Castro, en suma, ha ganado una importantísima batalla política sin moverse un milímetro en dirección de la libertad y la democracia.
¿Por qué Estados Unidos renuncia unilateralmente a esas medidas contra la dictadura cubana sin exigirle nada a cambio? Esto vale la pena examinarlo sin apasionamiento.
A mi juicio, se trata de un cambio de rumbo en la política norteamericana que difícilmente será revocado, al menos durante la administración del Obama, pero, incluso si el próximo presidente fuera un republicano, dudo mucho que se modificaran sustancialmente las medidas implementadas por el actual gobierno de Estados Unidos.
En todo caso, Barack Obama alegó una razón. Dijo que no habían dado resultado en más de medio siglo. Se refería, supongo, a que no habían derrocado al régimen. A lo que agregó una circunstancia personal: él ni siquiera había nacido cuando se impuso el embargo de Estados Unidos.
No alegó que su nueva política lo lograría. Por el contrario, en Panamá, pocas semanas más tarde, afirmó que su nueva política ya no estaba orientada a tratar de cambiar el régimen comunista de la Isla. Eso quiere decir, lógicamente, que derogaba las medidas anticastristas porque habían cambiado los objetivos de Washington.
Para sintetizar, Estados Unidos, resignado a convivir con una dictadura comunista en el vecindario, abandonaba en Cuba la política de containment y se acogía a la estrategia del engagement. Algo, por cierto, en consonancia con la visión general de esta administración con relación a América Latina.
Sistemáticamente, y durante muchos años, Washington ha decidido ignorar los furibundos ataques de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Rafael Correa y Daniel Ortega, o las alusiones de Cristina Fernández de Kirchner.
Por otra parte, el elemento temporal –el tiempo transcurrido desde que Eisenhower decretó las primeras medidas anticastristas–, sospecho, le generaba cierto distanciamiento del tema cubano y de la natural hostilidad hacia esa dictadura comunista cultivada por los presidentes que lo habían precedido en el cargo.
En todo caso, como principio, me parece peligroso que el jefe del Estado norteamericano invoque el factor del tiempo transcurrido para juzgar unas medidas políticas.
Afortunadamente, los republicanos Ronald Reagan y George Bush (padre) mantuvieron la estrategia de la contención puesta en marcha por el demócrata Harry S. Truman cuarenta años antes de llegar ellos al poder.
Si hubieran cedido a las presiones para que la abandonaran, como reclamaban muchos líderes europeos fascinados con la Ostpolitik propuesta por Willy Brandt –la versión alemana del engagement–, tal vez la URSS seguiría en pie amenazando al mundo.
Precisamente, una de las mayores fortalezas norteamericanas es la continuidad de las instituciones y de las medidas de gobierno. El presidente Obama es el cuadragésimo cuarto presidente de Estados Unidos, un país que tiene la misma Constitución desde 1787 y cuyo primer presidente fue electo en 1789.
El origen de las sanciones
Para poder juzgar con propiedad las medidas de gobierno impuestas contra la dictadura cubana desde el gobierno de Ike Eisenhower, es importante saber por qué se dictaron y por qué desde entonces las mantuvieron 10 presidentes, republicanos y demócratas.
A partir de ese punto, será razonable preguntarse qué ha cambiado para modificarlas o si lo que está sucediendo es un error estratégico que bordea la irresponsabilidad.
¿Por qué comenzaron las sanciones?
Evidentemente, porque el régimen de Fidel Castro, desde 1959, había adoptado una política contraria a los intereses, estrategia e ideales de Estados Unidos y de todas los gobiernos prooccidentales, independientemente de si eran dictaduras o democracias.
A La Habana le daba exactamente igual tratar de derrocar a los dictadores Somoza y Trujillo como a los demócratas Rómulo Betancourt, Manuel Prado y Arturo Ilía5. No distinguía.
Esa política, simultáneamente, en medio de la guerra fría, afectaba a todos los aliados de Washington porque iba dirigida contra eso a lo que llamamos Occidente y entonces calificábamos como "mundo libre", a cuya cabecera comparecía Estados Unidos desde el fin de la Segunda Guerra mundial.
La vasta y elaborada política de contención de Estados Unidos, desde el Plan Marshall hasta la creación de la OTAN, pasando por la Guerra de Corea, hubiera carecido de sentido si Washington se cruzaba de brazos ante el tipo de gobierno prosoviético que surgido en Cuba tras la fuga del dictador Fulgencio Batista.
Esa fue la posición de Ike Eisenhower, John F. Kennedy, Lyndon Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford, Jimmy Carter, Ronald Reagan, George H.W Bush (padre), Bill Clinton, y de George W. Bush (hijo).
Podrá alegarse que se debía al peso electoral de los cubanos en Florida, pero eso no es cierto. Los cubanos, que apenas alcanzan el 4% de los votos en Florida, no tuvieron la primera representación en el Congreso hasta la década de los ochenta, y no existió nada que pudiera llamarse lobby hasta el gobierno de Ronald Regan, cuando Jorge Mas Canosa creó la Fundación Nacional Cubano Americana.
Era otra cosa: se trataba de las normas de la Guerra Fría. Eran the rules of engagement (ROE) de aquel apasionante enfrentamiento que duró entre 1945 y 1989. En ese periodo, Estados Unidos había evitado que la URSS o China comunista se apoderaran de Grecia y Turquía, de Taiwán (Formosa) de Corea del Sur, y probablemente de Italia y Francia, países que poseían los partidos comunistas más poderosos de Europa. Estaba en la naturaleza de las cosas y en la coherencia estratégica, que intentaran evitar que Moscú sembrara un aliado agresivo a 90 millas de las costas americanas, capaz de instalar cohetes atómicos que en pocos minutos alcanzaban sus objetivos.
No había duda de lo que sucedía. Fidel Castro, en diciembre de 19616, desmintiendo sus propias palabras anteriores, declaró, en un tono desafiante, que era marxista-leninista desde su juventud y que seguiría siéndolo hasta su muerte, compromiso que hasta ahora ha cumplido celosamente, incluso tras el derrumbe de la URSS y el descrédito total del colectivismo como fórmula económica para organizar la sociedad.
Evidentemente, nunca ha habido un líder más tercamente convencido de las virtudes del comunismo y de la conducta criminal y perniciosa de Estados Unidos, país al que ha decidido combatir hasta su último aliento.
Por supuesto, la declaración de Fidel Castro era útil para forjar una reacción norteamericana, pero sólo confirmaba lo que ya resultaba obvio.
Antes de diciembre de 1961 la Casa Blanca, el Congreso y el Senado, incluso una gran parte de la prensa, ya habían entendido, correctamente, que se había instalado en Cuba un gobierno visceralmente antiamericano, antimercado y prosoviético.
En ese momento, cuando Castro admitió su filiación ideológica públicamente, hacía más de un año que había terminado el debate sobre la naturaleza del castrismo y nadie medianamente informado ignoraba lo que acontecía en Cuba.
Eisenhower, finalmente, el 17 de marzo de 1960, firmó una Orden Ejecutiva, encaminada a tratar de liquidar el régimen surgido en Cuba. Todos sus ingentes esfuerzos para llevarse bien con su vecino habían fracasado. Esta vez no era otro pintoresco revolucionario latinoamericano al que la realidad acabaría por domarlo.
Tratar de desalojarlo del poder no era un acto de soberbia imperial, sino, insisto, una consecuencia de la Guerra Fría. El general soviético de origen español Francisco Ciutat de Miguel7, hombre del KGB y asesor de las Fuerzas Armadas cubanas por cuenta de Moscú, quien usaba en la Isla el pseudónimo de Ángel Martínez Riosola, Angelito, así bautizado por el propio Fidel Castro, ya llevaba dos semanas residiendo en la Isla cuando Eisenhower firmó esa orden ejecutiva contra el castrismo. Había llegado discretamente a La Habana el 5 de marzo de ese mismo año. Otros compañeros suyos lo habían precedido en la tarea que le habían encomendado.
La visión y la misión ideológica de los comunistas cubanos
¿Por qué el gobierno de Castro se alineaba con Moscú?
Por audaz y delirante que parezca, tratándose de una pobre isla azucarera del Tercer Mundo, el objetivo era destruir a Estados Unidos, debido a que Fidel Castro y unos pocos de sus colaboradores comunistas, quienes acababan de triunfar contra todo pronóstico derrotando a la dictadura de Batista, profunda y fanáticamente ignorantes, habían sido conquistados por la Teoría de la Dependencia y le atribuían al sistema privado de economía, al mercado y a Estados Unidos el origen de todos los males que aquejaban a la humanidad.
En ese momento, y me temo de que hasta hoy, estaban convencidos de dos cosas fundamentales: el vecino norteamericano era el primer responsable de todos los males del planeta y –ésta la ocultaban– el comunismo les proporcionaba la mejor coartada para mantenerse en el poder permanentemente.
Dejemos que Ernesto Che Guevara defina la visión de la Revolución en uno de sus discursos clave, dado que lo que él transmitía era exactamente lo que Fidel Castro creía y se proponía llevar a cabo.
Cito a Guevara en su discurso "Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental":
En definitiva, hay que tener en cuenta que el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del capitalismo, y que hay que batirlo en una gran confrontación mundial. La finalidad estratégica de esa lucha debe ser la destrucción del imperialismo. La participación que nos toca a nosotros, los explotados y atrasados del mundo, es la de eliminar las bases de sustentación del imperialismo: nuestros pueblos oprimidos, de donde extraen capitales, materias primas, técnicos y obreros baratos y a donde exportan nuevos capitales -instrumentos de dominación-, armas y toda clase de artículos, sumiéndonos en una dependencia absoluta. El elemento fundamental de esa finalidad estratégica será, entonces, la liberación real de los pueblos; liberación que se producirá, a través de lucha armada, en la mayoría de los casos, y que tendrá, en América, casi indefectiblemente, la propiedad de convertirse en una revolución socialista8.
Esta visión y misión, encaminadas a destruir a Estados Unidos mediante la dominación de sus aliados, comenzó a desarrollarse exactamente desde el inicio mismo de la revolución cubana, despachando guerrillas a Panamá, República Dominicana, Venezuela o Bolivia, mientras La Habana adiestraba o apertrechaba a grupos subversivos en Perú, Argentina y Uruguay.
Por otra parte, la dictadura comunista instaurada en la Isla, de acuerdo con su particular visión de los problemas de la sociedad, afectó los intereses materiales de Estados Unidos confiscando cuantiosas propiedades de ciudadanos de este país.
Si pensaban, como los marxistas, que la propiedad privada de los medios de producción estaba en el origen de la injusticia y la pobreza, y se creían que los estadounidenses eran los más rapaces capitalistas, estaba claro que los privarían de sus propiedades. Para ellos, más que una confiscación, era una recuperación.
En ese momento, por la cercanía y por la afinidad histórica, Cuba era una de las naciones que mayores inversiones norteamericanas poseía. Todas, pues, fueron expropiadas sin compensación.
En consecuencia, con sus sanciones económicas, Estados Unidos, no trataba unilateral e impunemente de cambiar el régimen cubano en un acto de soberbia imperial. Era una respuesta a lo que Cuba intentaba hacer contra el gigante norteamericano cuando, en esa misma década, apoyada por los soviéticos, la Isla alentó, adiestró y dotó de recursos económicos, armas y explosivos a ciertos violentos separatistas afroamericanos y a los independentistas puertorriqueños, e incluso creó una institución llamada la Tricontinental9 para tratar de subvertir el orden en todo el planeta.
Del comunismo soviético al Foro de Sao Paulo
Groso modo, la alianza de los Castro con Moscú duró tres décadas en las que la principal tarea del gobierno cubano, y la que más disfrutó el Comandante, fue luchar en todos los frentes por lograr la supremacía de su proyecto político y la derrota del "imperialismo yanqui".
Para lograrlo, Castro no había tenido escrúpulos en aliarse, entre otros:
  • con personajes como el libio Muamar el Gadafi, un criminal desequilibrado10;
  • con el dictador guineano Francisco Macías, acusado de asesinar entre 30,000 y 80,000 personas en una población de apenas 300,00011;
  • con el ayatolá Jomeini que había sustituido al Sha por una teocracia islamista;
  • y hasta con el narcotraficante colombiano Pablo Escobar, como contó su lugarteniente Popeye y luego ratificó el arquitecto Juan Escobar, hijo de Pablo, cuando escribió sus memorias12.
La única condición requerida para tener el respaldo y aprecio de "los cubanos" era que sus aliados fueran clara o funcionalmente antinorteamericanos, o que estuvieran dispuestos a afectar los intereses del odiado país.
No obstante, a partir de Lyndon Johnson todos los inquilinos de la Casa Blanca trataron de limar asperezas con Fidel Castro, pidiéndole, eso sí, que dejara de intervenir militar o clandestinamente en los asuntos de otros países, tanto en África como en América Latina, pero, en todos los casos, encontraron que el dictador cubano no estaba dispuesto a ceder un ápice en lo que era su leitmotiv: luchar contra Estados Unidos y forjar un planeta dominado por las ideas comunistas.
A fines de 1979, Fidel Castro sentía que su objetivo estaba cerca de cumplirse, como le confió al historiador venezolano Guillermo Morón13.
En ese momento, las armas cubanas habían triunfado en Angola y Etiopía, los sandinistas, guiados por los cubanos, ocupaban el poder en Nicaragua, y el propio Comandante presidía el movimiento de los No-alineados, habiéndole dado un vuelco absolutamente prosoviético a la institución, contra la voluntad de personajes como el yugoslavo Tito.
Sin embargo, en Moscú las sucesivas y rápidas muertes de Leonid Breznev (1982), Yuri Andropov (1984) y Konstantin Chernenko (1985) llevaron al poder a Mijail Gorbachov en 1985, un apparatchik dispuesto a salvar el régimen comunista mediante una profunda reforma descentralizadora o Perestroika, acompañada de un mayor grado de transparencia y críticas a la gestión del gobierno, la Glasnost, receta que le había sido sugerida por el teórico Alexander Yakolev, quien, en su momento, fuera su asesor principal.
¿Qué hizo Fidel Castro ante esos nuevos rumbos? Enemigo de los cambios y profundamente conservador, vaticinó, correctamente, la debacle que sucedería en la URSS. De alguna manera, el Comandante intuía que ese modelo, el que había aprendido y recibido de los soviéticos para imponérselo a los cubanos, sólo se podía sostener mediante el control de la policía política y el miedo de la población a las represalias.
Casi desde la llegada de Gorbachov al poder, Fidel Castro se convirtió en un enemigo acérrimo de la Perestroika, prohibió que en Cuba circulara el libro Perestroika escrito por Gorbachov, de quien llegó a sugerir que era un hombre influenciado por la CIA, y apostó porque el estalinismo regresaría al poder de la mano del KGB.
Ese dato no era una intuición, sino un "juicio informado". Lo conocía por sus viejas y estrechas relaciones con el general Nikolai Leonov14, segundo jefe del KGB y parte activa de los conspiradores, y porque una buena parte de la conjura para terminar con Gorbachov se llevó a cabo en la embajada cubana en la URSS, como revelara Jesús Renzolí, el ex embajador interino de Cuba en Moscú, tras su deserción en 1991.
¿Qué hizo Fidel Castro tras el hundimiento de la URSS, la disolución del PCUS, la trasformación de casi todos los satélites comunistas europeos en democracias liberales que hoy forman parte de la Unión Europea y el fin del cuantioso subsidio?
¿Trató de acomodarse a un mundo postsoviético e impulsar alguna suerte de transición suave y razonable hacia la democracia que les ahorrara a los cubanos la miseria a que estaban avocados tras la desaparición del comunismo europeo?
Nada de eso. Declaró varias veces que Cuba se hundiría en el mar antes que abandonar el marxismo-leninismo, decretó el comienzo de un interminable "periodo especial" que dura hasta nuestros días, admitió algunas reformas económicas para poder sobrevivir, pero advirtiendo que "ahora sí comienza el socialismo" y, junto a Lula da Silva, se dio a la tarea de recoger los escombros de las organizaciones procomunistas y antiamericanas que quedaban en el mundo, formando con ellas una nueva internacional a la que llamaron el "Foro de Sao Paulo"15.
Era la mayor cantidad de comunismo antiyanqui que permitían las circunstancias tras la desaparición de la URSS.
Los difíciles años noventa y el Foro de Sao Paulo
Durante toda la década de los noventa la revolución cubana continuó siendo rabiosamente comunista y antinorteamericana, sin siquiera ahorrarse otra agresión demográfica contra el vecino enemigo, la tercera en la historia del proceso: la primera fue Camarioca16 (1965) y la segunda Mariel17 (1980), ambas así llamadas por el puerto utilizado para despachar a los balseros.
En efecto, en 1994, por tercera vez, Fidel Castro desató el balserazo que colocó en el Estrecho de la Florida a decenas de miles de desesperados emigrantes que pretendían llegar a Estados Unidos. Unos 34 000 balseros fueron provisionalmente recluidos en la Base de Guantánamo hasta que resultaron admitidos en Estados Unidos18.
Previamente, 41 personas, 10 de ellas menores de edad, habían muerto mientras trataban de escapar de Cuba en una barcaza de madera llamada 13 de marzo19, como consecuencia de las embestidas de una lanchas del Ministerio del Interior.
En 1996, la Fuerza Aérea cubana destruyó dos avionetas desarmadas de Hermanos al Rescate20 sobre aguas internacionales ­–una organización dedicada a avistar y ayudar a los balseros– en las que viajaban varios ciudadanos y un residente norteamericanos.
Dos años después, en 1998, fueron apresados diez espías cubanos pertenecientes a la Red Avispa21, de los cuales cinco se negaron a colaborar con las autoridades y cumplieron varios años de prisión hasta que el presidente Obama, con el pretexto de liberar a Alan Gross, un norteamericano detenido en Cuba por ayudar a miembros de la comunidad hebrea a mejorar su conectividad por Internet, cedió a las presiones de La Habana y puso en libertad a los tres que todavía no habían cumplido sus sentencias.
Los otros cinco espías dispuestos a colaborar con el FBI y la justicia norteamericana revelaron las diversas misiones a las que se dedicaban. Además de espiar a las organizaciones cubanas anticastristas y a los congresistas federales cubanoamericanos, intentaron penetrar el Comando Sur de Estados Unidos, la base MacDill en Tampa, la Base aérea Barksdale de Louisiana, y la base aeronaval de Cayo Hueso (Boca Chica), donde sí lograron infiltrarse22.
La contrainteligencia norteamericana llegó a la conclusión que la información militar obtenida por los servicios cubanos era vendida por La Habana o intercambiada por otros favores a los enemigos de Estados Unidos –Irak, Corea del Norte, Irán–, con lo cual el daño podía ser considerable.
En ese momento, el aparato de contrainteligencia norteamericano sospechaba seriamente que el gobierno cubano tenía sus topos en el Pentágono, el Departamento de Estado e, incluso, contaba con agentes de influencia en el Congreso de Estados Unidos, como habían relatado algunos desertores de primer rango pertenecientes a las Fuerzas Armadas cubanas y al Ministerio del Interior.
Eventualmente, a los pocos días del ataque de los terroristas islamistas a las Torres Gemelas y al Pentágono, el 11 de septiembre del 2001, el FBI detuvo a Ana Belén Montes23, alta funcionaria del Departamento de Inteligencia de la Defensa, quien espiaba desde hacía 16 años para el gobierno cubano.
Ana Belén Montes era la analista principal de temas cubanos para el gobierno de Estados Unidos y quien evaluaba la peligrosidad que representaba el castrismo para Washington.
Su misión como espía de los Castro, además de revelarle a La Habana todos los esfuerzos de la inteligencia de Estados Unidos por recabar información de la Isla –lo que la llevó a delatar a algunos de sus compañeros que operaban en Cuba-, consistía en minimizar la peligrosidad del régimen cubano y defender el fin de las sanciones económicas decretadas por su gobierno.
En el 2009, tres años después de que Raúl Castro asumiera la presidencia de Cuba, el FBI detuvo a Walter Kendall Myers24 (nacido en 1937) y a su mujer Gwendolyn. Kendall Myers trabajaba en el Departamento de Estado y daba clases en Johns Hopkins. Era un funcionario de rango alto. Los dos fueron acusado de ser espías de Cuba desde hacía 30 años. Como parte del arreglo con la fiscalía, él fue condenado a cadena perpetua y su mujer a 81 meses de cárcel.
En el 2010 el FBI arrestó a una docena de agentes soviéticos que operaban en territorio norteamericano, concretamente en New York. Entre ellos había dos sujetos que se movían en círculos hispanos: la peruana Vicky Peláez25 y su esposo, el falso uruguayo que se hacía llamar Juan Arias, cuando era, en realidad, un ciudadano ruso vinculado al KGB de nombre Mijail Anatoljevich.
Vicky Peláez era lo que llaman un agente de influencia. Escribía en el Diario-La Prensa de New York. Su misión era presentar el punto de vista de Cuba, Venezuela y el resto de los países del Socialismo del Siglo XXI. Hoy, tras ser expulsada de Estados Unidos y obligada a renunciar a la ciudadanía norteamericana, trabaja desde Perú para una publicación rusa.
A la espera de que el tiempo y el deterioro terminaran con el castrismo
¿Por qué Estados Unidos, en un momento en que la Rusia de Boris Yeltsin habría apoyado discretamente una acción militar contra la Isla, no reaccionó contra su vecino empeñado en crearle serios problemas?
  • Ningún gobierno latinoamericano, en toda la historia del hemisferio, había tenido una conducta tan agresivamente antinorteamericana.
  • Ninguno había confiscado propiedades norteamericanas sin alguna suerte de compensación negociada.
  • Ninguno había atacado a países aliados de Estados Unidos con los que existía un compromiso explícito de ayuda de acuerdo con el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).
  • Ninguno había cedido su territorio a los soviéticos para situar armas nucleares capaces de amenazar la seguridad y hasta la supervivencia de Estados Unidos.
  • Ninguno había intentado de que Moscú desatara un ataque nuclear preventivo contra territorio norteamericano.
  • Ninguno había establecido una base de espionaje de las comunicaciones de Estados Unidos, como sucedió con la base Lourdes26 durante muchos años.
  • Ninguno se había complotado con los elementos subversivos locales, dándoles adiestramiento y dinero para tratar de derrocar al gobierno.
  • Ninguno le había brindado asilo y protección, a asesinos y criminales convictos, norteamericanos y puertorriqueños.
  • Ninguno había sacado miles de asesinos de las cárceles para volcarlos en las playas norteamericanas a sabiendas de que cometerían crímenes horrendos, como sucedió durante el éxodo del Mariel.
  • Ninguno había colocado espías y reclutado altos funcionarios de la estructura de poder norteamericana para conocer los movimientos militares del Pentágono, para que les informara sobre la política de Washington, y para desinformar a las autoridades de Estados Unidos sobre los verdaderos propósitos de la política cubana.
Y, sin embargo, Estados Unidos, tanto en la etapa de Bill Clinton, como en la de George W. Bush –los dos primeros gobiernos norteamericanos posteriores a la desaparición de la URSS– optaron por mantener las medidas de contención, sin recurrir a la violencia, a la espera de que el desgaste natural de un régimen decrépito, sumado a la profunda crisis económica provocada por la pérdida del subsidio soviético, acabara por provocar cambios en la Isla semejantes a los que sucedieron en Europa del Este.
Esta postura norteamericana se puso de manifiesto en dos leyes. La primera, la Ley de la democracia en Cuba o Ley Torricelli27, aprobada en 1992, al final del mandato de George Bush (padre), y la segunda, en 1996, la Ley de la Libertad y Solidaridad con Cuba, o Ley Helms-Burton28, firmada por el presidente Clinton tras el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, precisamente para responder a una agresión del gobierno cubano sin tener que recurrir a medidas militares.
Era la mínima represalia posible ante el clamor de una opinión pública que veía como un síntoma de extrema debilidad que Washington se cruzara de brazos ante una agresión mayor perpetrada por un enemigo débil y desacreditado.
Del Foro de Sao Paulo a Chávez, el Socialismo del Siglo XXI y el ALBA
A fines de 1998 salió electo Hugo Chávez en Venezuela y tomó posesión en enero de 1999.
Chávez había sido prácticamente abducido por Fidel Castro desde la primera vez que se vieron en 1994, cuando el dictador cubano lo invitó a dictar una conferencia en la Universidad de La Habana.
En esa época, Chávez era un militar golpista antiamericano, nacionalista, admirador del peruano Velasco Alvarado y de Muamar el Gadafi, convencido de las virtudes de un tipo de fascismo de izquierda que preconizaba el ideólogo argentino Norberto Ceresole29, quien proponía un tipo de gobierno en el que mandara un caudillo militar apoyado por una masa amorfa que seguiría sus órdenes ciegamente.
Fidel Castro convenció a Hugo Chávez de que los planteamientos de Ceresole estaban equivocados. Ese fascismo islámico no era lo adecuado para mantenerse en el poder. El método de gobierno era el cubano, aprendido de los soviéticos, pero sin traidores como Gorbachov.
Chávez, además, no tenía que copiar puntualmente el modelo cubano ni repetir la forma de alcanzar el poder. Bastaba con que adoptara como leitmotiv el antiamericanismo y la irrenunciable Teoría de la Dependencia, a la que Fidel Castro, incapaz de rectificar, inasequible a la experiencia y al sentido común, no había renunciado.
Fidel estaba dispuesto a ayudarlo a llegar a la presidencia, poniendo a su disposición recursos económicos, pero, sobre todo, el enorme aparato de inteligencia cubano –más de 600 oficiales perfectamente entrenados y con redes de apoyo en todos los países del continente forjadas a lo largo, entonces, de 40 años–, entre los que estaban los mejores operadores políticos de América Latina30.
Venezuela era un país inmensamente rico, y las condiciones estaban dadas para que Chávez llegara al poder por medio de unas elecciones y, una vez en Miraflores, podría desmontar cuidadosamente el sistema de gobierno democrático apoderándose de las instituciones, vaciándolas de contenido.
Mientras tanto, Estados Unidos, que no ignoraba las relaciones entre Venezuela y Cuba, convencido de que era la única superpotencia sobre el planeta, y que muy poco daño podían hacerle estos vecinos díscolos y pintorescos, prefirió ignorar la alianza que se estaba gestando. En consecuencia, varias veces se escuchó la frase que definía aquella visión: "Venezuela es una molestia, pero no un peligro". En todo caso, el petróleo venezolano no dejaba de fluir hacia Estados Unidos.
En abril del año 2002 la alianza entre Fidel Castro y Hugo Chávez se selló de una manera inextricable. Fue en esa oportunidad cuando los militares venezolanos le dieron un golpe a Chávez, revertido a las 72 horas.
Ese episodio convenció a Chávez de que sólo podía confiar en los cubanos, precipitándolo totalmente en los brazos del dictador Castro, quien, a esas alturas, había alcanzado las dimensiones de un verdadero padre ideológico.
Fidel, por su parte, veía a Chávez como el heredero ideal para continuar la lucha antiimperialista a la que no renunciaba. Ambos líderes, pues, comenzaron a pensar en unir el destino político de los dos países y nombraron a una comisión de juristas para que estudiaran cómo acomodar la legislación de ambas naciones.
En diciembre del 2005, Carlos Lage, entonces primer vicepresidente dijo en Caracas que Cuba tenía dos presidentes, Fidel Castro y Hugo Chávez, mientras el Ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque, en agosto de ese año pronunció en esa misma ciudad un discurso en el teatro Teresa Carreño, en el que explicó la visión y la misión del eje La Habana-Caracas.
Como se trata de un texto oficial, que pasó por las manos de Fidel Castro y de los ideólogos del Partido antes de que Pérez Roque lo leyera, es fundamental conocerlo para entender la visión y la misión de la revolución en ese momento y, a mi juicio, ahora. Para quienes lo deseen, pueden encontrarlo en http://www2.rebelion.org/noticia.php?id=21222.
Según se desprendía del relato cubano hecho por Pérez Roque, titulado La derrota del imperialismo a nivel mundial es posible, los traidores en la URSS habían olvidado la misión liberadora a que se habían comprometido, pero ese importante rol lo desempeñarían de ahora en adelante la revolución cubana y la venezolana, hermanadas para beneficio de los pobres del mundo, lo que inevitablemente los llevaría a un enfrentamiento con Estados Unidos.
Pérez Roque, en ese momento portavoz del gobierno cubano, con otras palabras muy parecidas, pero mejor organizadas, estaba repitiendo el discurso de Fidel Castro conocido como La segunda declaración de La Habana de 1962, y el del Che Guevara Crear uno, dos, tres, muchos Vietnam, pronunciado en 1967 ante la Tricontinental. La revolución cubana, como los Borbones, era incapaz de aprender y de olvidar.
Del verano del 2006 a al invierno del 2014
Como sabemos, en julio del 2006 Fidel Castro enfermó gravemente y le pasó el bastón de mando a su hermano Raúl con carácter provisional.
Esa provisionalidad se fue prolongando con cada crisis de salud que se le presentaba al Comandante, hasta que en febrero del 2008, tras unas elecciones de partido único, la Asamblea Nacional del Poder Popular, como formalmente prescribe la ley, eligió a Raúl Castro como presidente en propiedad del cargo que ejercía interinamente.
El general Castro, en su primer discurso, dejó en claro que Fidel seguiría siendo la fuente de inspiración de la revolución, y aseguró que se le seguirían consultando todos los asuntos importantes, y muy especialmente, los relacionados con la política exterior, algo que parece que ha hecho religiosamente.
Raúl, además, declaró que sólo se mantendría en esa posición por dos periodos, es decir, por una década, que se cumplen en el 2018, momento en el que él, nacido en 1931, contaría con 87 años, lo que acaso lo convierta en el dictador más viejo de la historia.
Si le sumamos los 2 de la provisionalidad, serían 12 años como jefe de Estado y de Gobierno los desempeñados por Raúl Castro. Exceptuado su hermano Fidel, el General sería la persona que ha ocupado esas posiciones por el periodo más largo de manera consecutiva en la historia independiente de Cuba31.
¿Qué ha cambiado de la política exterior de Cuba con relación a Estados Unidos durante el raulismo?
Nada sustancial.
El gobierno cubano continúa asistiendo a Venezuela con su enorme aparato de inteligencia. Según todos los síntomas, Nicolás Maduro fue elegido por Hugo Chávez por sugerencia del gobierno cubano. Maduro, un líder sindical de escasa importancia en el aparato obrero, había pasado un cursillo dentro de la escuela de cuadros "Ñico López" del Partido Comunista Cubano y era un hombre de confianza de La Habana32.
Los gobiernos de los países del llamado Socialismo del Siglo XXI (Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua) mantienen la visión y el comportamiento recetados en el discurso de Felipe Pérez Roque en el 2005, aunque él y Lage hayan sido separados del poder en marzo del 2009, por razones que sugieren un ablandamiento frente al enemigo. La ambigua fórmula empleada por Fidel fue la siguiente:
La miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno.
¿En qué consistía la indignidad? ¿Estarían, pese a todo, planeando alguna rectificación del curso radical y antioccidental del castrismo? ¿Les habría ocurrido lo mismo que al anterior canciller, Roberto Robaina quien, tras viajar profusamente por el extranjero, había descubierto cuán disparatadas, prejuiciados y contraproducentes eran las justificaciones castristas para haber establecido una tiranía colectivista?
Sigo con la enumeración.
  • Se mantiene la alianza con los islamistas radicales, incluido el apoyo incondicional a Irán, país al que le ayudan a forjar una alianza con las naciones más radicales, todas clientes de La Habana, y le crean un circuito de apoyo que incluye a Venezuela, Brasil, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, países por los que se paseó el entonces presidente Ahmadineyad. No en balde, Fidel Castro en el 2001 había declarado en Irán que La Habana y Teherán pondrían de rodillas al imperialismo yanqui.
  • Se mantiene y potencia a los palestinos que buscan la destrucción del Estado de Israel. El gobierno de Raúl Castro no pierde oportunidad diplomática de atacar a Israel, práctica a la que se ha sumado con entusiasmo Venezuela. Hugo Chávez, en uno de sus exabruptos orales llegó a maldecir públicamente a Israel. En el pasado, una brigada de tanques cubanos peleó contra Israel.
  • Se da la irónica circunstancia de que en 1998 Fidel Castro recibió el "Premio Internacional Muamar el Gadafi por los Derechos Humanos". Posteriormente lo recibirían Hugo Chávez, Evo Morales y Daniel Ortega. La alianza con Libia se mantuvo hasta la muerte de Gadafi.
  • Mientras se sostienen las conversaciones secretas con Washington para levantar las sanciones contra el gobierno cubano, La Habana le mantiene el apoyo militar y diplomático a Corea del Norte, lo que incluye el envío de armas y aviones de guerra de manera clandestina a un país contra el cual hay un embargo de armas decretado por Naciones Unidas. En el verano del 2013 fue detenido y descubierto en el Canal de Panamá un barco lleno de pertrechos de guerra acarreados en Cuba.
  • En marzo del 2015, cuatro meses después de las declaraciones simultáneas de Obama y Raúl Castro sobre el fin de la política de contención por parte de Estados Unidos, un barco chino era detenido en Colombia con 100 toneladas de pólvora no declaradas con destino a Cuba.
¿Para qué seguir? Repito las palabras con que termino mis siete advertencias con relación a las nuevas relaciones entre Washington y La Habana.
Ha sido un grave error de Obama separarse de la política seguida por los diez presidentes, demócratas y republicanos, que lo precedieron en la Casa Blanca.
Uno no puede decretar que su enemigo súbitamente se ha convertido en su amigo y ha comenzado a pensar como a uno le conviene. Eso es infantil.
No se trata de criticar a Obama por haber ensayado una política nueva. El problema es que es una política errada.

Relaciones EEUU-Cuba: ¿sentido común o ligereza irresponsable?


Carlos Alberto Montaner

 
Al profesor Guillermo Lousteau
Texto de la conferencia "Las relaciones entre Estados Unidos y Cuba en la nueva etapa del deshielo. ¿Sentido común o ligereza irresponsable" , pronunciada por el autor en el Interamerican Institute for Democracy de Miami el pasado 4 de junio.
Siete advertencias finales sobre la nueva política cubana de Obama
Éste es uno de esos raros casos en los que conviene comenzar por el final. Estos papeles están dedicados a contar rápidamente cómo han sido las relaciones entre Estados Unidos y Cuba desde 1959 a la fecha, con el objeto de poder analizar la nueva política cubana anunciada por el presidente Barack Obama y el general Raúl Castro en diciembre de 2014.
Ese recorrido me precipita formular siete advertencias. No son recomendaciones ni conclusiones. Son observaciones que se desprenden naturalmente de la propia historia que relataré en breve.
Consignémoslas:
La primera advertencia es que el gobierno de los hermanos Castro mantiene en el 2015 exactamente la misma visión de Estados Unidos que tenía cuando los guerrilleros llegaron al poder en enero de 19591.
Para ellos el enorme y poderoso vecino, y sus supuestas prácticas depredadoras en el terreno económico, están en la raíz de los problemas fundamentales de la humanidad. Como leen poco y observan mal, continúan creyendo que las calamidades del Tercer Mundo se deben a la mala voluntad de las naciones desarrolladas, y muy especialmente a Estados Unidos con sus perversos términos de intercambio y su explotación inclemente de los recursos de las naciones pobres.


Tuesday, June 14, 2016

¿Por qué el liberalismo no es bien visto?

libertad1
‘Sonrían porque sí se puede’, fue el último mensaje con el que el líder populista de Podemos, cerró su intervención del debate a cuatro previo a las elecciones generales, ofrecido por AtresMedia. Nueve días después consiguió más de cinco millones de votos, algunos más que los 2.833 votos del único partido medianamente liberal de España, el Partido Libertario. En definitiva el colectivismo, otra vez, dio una paliza a la libertad individual.
En estas líneas vamos a intentar entre usted y yo, resolver las cuestiones por las cuales, la libertad tiene de apellido; fracaso, en todas las contiendas electorales, las sociedades, el sistema económico etc En primer lugar vamos a definir el liberalismo, el de verdad, no el subjetivo de cada persona. El liberalismo en resumen, se basa en la defensa de las libertades civiles (libre condición sexual, libre circulación de personas, libre decisión sobre tu cuerpo, libertad de culto, pensamiento etc), derechos inalienables (derecho a la vida, propiedad privada…), igualdad ante la justicia; así como el libre mercado sin intervención estatal.


¿Por qué algo tan atractivo, y a la vez, lo más justo para las personas, no tiene buen ver para la gran mayoría de los españoles? Según un estudio de la Fundación BBVA del año 2013, 3 de cada 4 españoles piensan y opinan que el Estado no sólo debe existir, sino que además, debe ser la solución de sus vidas así como aumentar su intervención en la economía. Datos preocupantes que confirman el desapego de la inmensa mayoría de los españoles a ser libres y no depender del poder estatal.
Hay que entender que esta realidad, en la que la libertad está en peligro de extinción, se debe a una serie de factores que hacen difícil el acercamiento de las personas a este valor.

El Estado y la persona

Cuando vinimos a este mundo, en la mayoría de los casos, nos sacó de ahí dentro un médico de la Sanidad Pública, así como íbamos recibiendo besos y halagos de los familiares, en la sala de espera de un hospital público. Este momento tan esencial del ser humano está copado por el Estado, y es simbólicamente, el hecho por el cual, la mayoría de las personas siguen embaucados en las manos del gestor de su vida y de sus decisiones, el Gobierno.
El Estado te hace creer que es un ser indispensable en tu vida, y lo más relevante, por la gracia divina. Proporcionándote una sanidad, educación, sistema de pensiones, ayudas sociales etc a cambio de que tu les pagues impuestos, todo mediante coacción y sin libre desvinculación. Pero la persona, ingenua, al ver que todas las personas aceptan este sistema, no se plantea otra alternativa de vida, está conforme con la esfera de libertad que le da el Estado.
Por último, el factor posiblemente más importante, es el educativo. El Estado, pone todo lo que está en su mano, con un éxito del 88%, para que el individuo que ha llegado al sistema educativo estatal, pasando por todas sus etapas educativas, acabe con una edad madura defendiendo el éxito de la socialdemocracia impuesta de hoy. Haciendo muy difícil que la persona en cuestión, reflexione acerca del modelo actual que el Estado obliga a aceptar.

La sociedad y la persona

La sociedad se mueve por la empatía, es decir, tiende a cooperar de manera voluntaria para lograr el bien individual de cada persona. Ese origen de la voluntariedad entre personas fue modificado por el Estado, con un objetivo muy claro, convertir la libre cooperación encolectivismo forzoso. Ha sido tal el éxito, que hoy día, defender la libre colaboración entre personas y no exigido por el Estado, te convierte en un individuo ‘egoísta e insolidario’ ante la sociedad.

Un paso hacia la libertad

Vamos observando que hay grandes bases asentadas en la socialdemocracia actual, y será complejo, abrir la mente de millones de personas, que están en su pompa de libertad siendo inconscientes de que aún pueden absorber más y más, de lo que les proporciona el Estado.
El hacerte creer que estás representado por alguien (siendo tú el mejor representante de ti mismo), más la solidaridad forzosa, el bien común, en definitiva, el bien del grupo por encima de la libertad del individuo, llega a ser consustancial para la gran mayoría.
Habría que hacer ver a las personas, que la libertad de poder elegir tu proyecto de vida sin meterte en la de otros, es la mejor forma de garantizar la ‘justicia social’.
‘Todos hablan de libertad, pero ven a alguien libre y se espantan’
Hugo Finkelstein

¿Por qué el liberalismo no es bien visto?

libertad1
‘Sonrían porque sí se puede’, fue el último mensaje con el que el líder populista de Podemos, cerró su intervención del debate a cuatro previo a las elecciones generales, ofrecido por AtresMedia. Nueve días después consiguió más de cinco millones de votos, algunos más que los 2.833 votos del único partido medianamente liberal de España, el Partido Libertario. En definitiva el colectivismo, otra vez, dio una paliza a la libertad individual.
En estas líneas vamos a intentar entre usted y yo, resolver las cuestiones por las cuales, la libertad tiene de apellido; fracaso, en todas las contiendas electorales, las sociedades, el sistema económico etc En primer lugar vamos a definir el liberalismo, el de verdad, no el subjetivo de cada persona. El liberalismo en resumen, se basa en la defensa de las libertades civiles (libre condición sexual, libre circulación de personas, libre decisión sobre tu cuerpo, libertad de culto, pensamiento etc), derechos inalienables (derecho a la vida, propiedad privada…), igualdad ante la justicia; así como el libre mercado sin intervención estatal.

Sobre teoría monetaria y bancaria


En 2009, el Instituto Juan de Mariana, en colaboración con el Mises Institute, organizó un evento para homenajear a la Escuela de Salamanca (entre los siglos XIV y XVII) y analizar los orígenes del liberalismo y la teoría económica, coincidiendo con el cuatrocientos aniversario de la publicación de De monetae mutatione del Padre Juan de Mariana: el lugar, el Convento de San Esteban en Salamanca, España. El nombre del evento lo resumía perfectamente: “Salamanca: cuna de la teoría económica”.
Aparte de la brillantez habitual de Gabriel Calzada, recuerdo especialmente algunas de las conferencias: fue la primera vez que escuché a Peter Klein, Guido Hülsmann, Jeffrey Tucker o Lew Rockwell. Pero sobre todo, fue la primera vez que vi a Jesús Huerta de Soto hablando sobre el concepto de eficiencia dinámica: me pareció espectacular. Además, le compré, literalmente a precio de saldo, la última copia que le quedaba por allí de su libro “Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos”: bien escrito y fácil de entender, incluso para alguien como yo, que estaba muy lejos de ser un experto en la materia, pero que estaba previamente convencido de estar ante la teoría correcta.



Hay que reconocer que suena bien y es sencillo de explicar: los bancos hacen negocio prestando el dinero que se les ha prestado con anterioridad, de manera que no todos podemos recuperarlo a la vez. Para evitar el colapso, patrón oro y reserva fraccionaria del 100%: el dinero que depositamos en el banco, siempre está disponible íntegramente cuando se reclama.
Pero en 2011, durante la Universidad de Verano del IJM en Lanzarote, me empecé a caer del caballo: casi sería mejor decir que me empujaron, aunque mi caída fue lenta. Algunas personas, a las que admiro mucho intelectualmente, me explicaron que, bueno, en fin, eso está bien, pero tiene un problema: es que el negocio de los bancos es otro (nunca olvidaré la frase definitiva: los bancos no son garajes).
Digo que me caí lentamente porque nunca conseguí entender bien la alternativa sugerida hasta que, en 2014, estudié “Teoría Monetaria y Bancaria”, una de las asignaturas fundamentales del Máster en Economía UFM-OMMA: me gustaría compartir aquí un resumen del análisis que hice al profundizar en el estudio de dicha alternativa.
La división del trabajo requiere cooperación social para intercambiar nuestros excedentes productivos: esos intercambios de bienes (ya sean inmediatos o diferidos) presentan una serie de problemas de coordinación y de cálculo económico, resueltos por unos bienes concretos (bienes dinerarios o dinero), que actúan como medios de intercambio indirectos, de manera que el dinero surge de manera natural en la sociedad a medida que ésta evoluciona: históricamente, el oro o la plata han cumplido este papel, por ejemplo.
Sin embargo, utilizar exclusivamente dinero para pagar estos intercambios también presenta ciertos inconvenientes (coste, velocidad de circulación, etc.), por lo que surgen incentivos para pagar a crédito, es decir, para intercambiar un bien presente por una promesa de pago en el futuro. Esta promesa siempre implica cierto riesgo entre las partes, lo que facilita la actuación de los bancos como especialistas a la hora de canalizar dichos pagos a crédito.
El problema aparece cuando los bancos no preservan su liquidez y no son capaces de ajustar los plazos entre los préstamos que conceden a largo plazo por el lado del activo, y las deudas que contraen a corto plazo por el lado del pasivo, de manera que se produce una descoordinación entre ahorro e inversión que, finalmente, da lugar a los ciclos económicos.
Frente a la opción que supone resolver este problema exigiendo a los bancos que operen con una reserva fraccionaria del 100%, esto es, que actúen como bancos de guarda y custodia con nuestro dinero, se puede justificar la existencia de un sector bancario especializado en establecer contratos que den lugar a deudas monetarias, incrementando las transacciones comerciales sin necesidad de aumentar la cantidad de dinero disponible.
Para entender esta alternativa, el profesor Rallo me recomendó primero acudir a las fuentes: tanto Adam Smith en el siglo XVIII como Jean-Baptiste Say en el siglo XIX, enunciaron las condiciones mediante las cuales los bancos comerciales pueden sustituir el dinero por crédito comercial líquido siguiendo la Doctrina de las Letras Reales.
Dicho crédito comercial líquido consiste en monetizar deudas comerciales a corto plazo por medio de letras de cambio, siempre que estén respaldadas por bienes de consumo en alta demanda y emitidas por el valor de dichos bienes en dinero (oro o plata): dado que el medio de pago, esto es, la letra de cambio, aparece con las mercancías presentes y desaparece cuando éstas son retiradas del mercado por los consumidores finales que las pagan, su utilización no aumenta la cantidad de dinero y, por tanto, no estamos ante un proceso inflacionario.
Pongamos un ejemplo: imaginemos que soy un proveedor de ciertos bienes de consumo y que mi cliente acepta pagarme por adelantado, quizás por un valor algo menor, la producción ya existente, pues tiene certeza de que, a su vez, venderá esos productos en cuanto estén a disposición de sus clientes.
En lugar de pagar en dinero, podemos utilizar una letra de cambio en la que se especifica la fecha de vencimiento, es decir, cuándo se puede cobrar. Yo podría esperar a que llegara a vencimiento y cobrarla: llegada esa fecha, mi cliente me pagaría la cantidad acordada en la letra de cambio y saldría beneficiado al haber pagado un precio algo menor por los productos.
Normalmente, la realidad es diferente: yo puedo utilizar la letra de cambio para pagar otros compromisos, descontando del valor facial de la letra los días hasta su vencimiento. Desde el punto de vista de la liquidez de los agentes económicos implicados, podemos decir que, en estas circunstancias de confianza mutua, los bienes de consumo usados como colateral son sólo ligeramente menos líquidos que el dinero que podría circular en su lugar.
Cuando no se dan esas condiciones de conocimiento directo, los bancos comerciales coordinan a los posibles ahorradores e inversores con distintos perfiles (plazo, riesgo, liquidez), lo cual agiliza las transacciones entre ellos y beneficia al sistema financiero en su conjunto, siempre que esos bancos protejan la liquidez de su activo (vigilando la facilidad para obtener tesorería) y de su pasivo (vigilando esa necesidad de tesorería para saldar sus deudas): en este sentido, aunque una letra de cambio no es estrictamente un sustituto del dinero, el crédito comercial asociado sí es el mejor activo que un banco comercial puede tener para cubrir su pasivo, ya sea en billetes emitidos por el propio banco o en depósitos bancarios.
Cuando esos bancos comerciales no coordinan los plazos de vencimiento de sus obligaciones y sus derechos de cobro, ni aseguran la calidad de sus activos para que sean fácil y rápidamente convertibles en dinero, se encontrarán a corto plazo en riesgo de suspensión de pagos y a largo plazo en riesgo de quiebra: esta situación, cotidiana hoy, sólo puede sostenerse gracias a la protección estatal de la que goza la banca comercial, que garantiza su progresivo endeudamiento y permite seguir emitiendo papel moneda inconvertible.
Es decir, la alternativa no consistía en negar la posibilidad de que algunos bancos puedan hacer negocio guardando nuestro dinero como si fueran cajas fuertes, sino en explicar cómo pueden facilitar el crédito siempre que cuiden su liquidez: un banco comercial estará en una posición de liquidez si compra crédito comercial líquido como parte de su activo, creando los pasivos correspondientes (en forma de billetes o depósitos) por el valor de dicho activo.

Sobre teoría monetaria y bancaria


En 2009, el Instituto Juan de Mariana, en colaboración con el Mises Institute, organizó un evento para homenajear a la Escuela de Salamanca (entre los siglos XIV y XVII) y analizar los orígenes del liberalismo y la teoría económica, coincidiendo con el cuatrocientos aniversario de la publicación de De monetae mutatione del Padre Juan de Mariana: el lugar, el Convento de San Esteban en Salamanca, España. El nombre del evento lo resumía perfectamente: “Salamanca: cuna de la teoría económica”.
Aparte de la brillantez habitual de Gabriel Calzada, recuerdo especialmente algunas de las conferencias: fue la primera vez que escuché a Peter Klein, Guido Hülsmann, Jeffrey Tucker o Lew Rockwell. Pero sobre todo, fue la primera vez que vi a Jesús Huerta de Soto hablando sobre el concepto de eficiencia dinámica: me pareció espectacular. Además, le compré, literalmente a precio de saldo, la última copia que le quedaba por allí de su libro “Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos”: bien escrito y fácil de entender, incluso para alguien como yo, que estaba muy lejos de ser un experto en la materia, pero que estaba previamente convencido de estar ante la teoría correcta.


Tipos negativos: un nuevo impuesto camuflado


El Euribor a un año –el de referencia para la mayoría de hipotecas en nuestro país– ha entrado en terreno negativo por primera vez en su historia. Dejando de lado sus implicaciones sobre las finanzas familiares, es evidente que se trata de un extraño fenómeno macroeconómico que requiere de una explicación, tanto para entender por qué se produce cuanto para prever cuáles puede ser sus consecuencias futuras.
Primero, las causas: el Euribor negativo es el resultado del efecto conjunto de las flexibilizaciones cuantitativas de los bancos centrales (los QE) y de la imposición de tipos de interés negativos sobre las reservas bancarias.



Vayamos por partes. En una flexibilización cuantitativa, un banco privado vende algunos de sus activos (deuda pública, bonos corporativos, titulizaciones, etc.) al banco central y éste le paga con un depósito en el propio banco central. Estos depósitos en el banco central son activos para el banco privado y constituyen lo que se conoce como reservas del sistema. La operación es prácticamente calcada a lo que sucedería si alguno de nosotros poseyese un título de deuda pública y se lo vendiera a una entidad financiera: ésta nos lo compraría dándonos a cambio un depósito (cuenta corriente) en la propia entidad (y ese depósito contra el banco sería nuestro activo).
Todos los bancos centrales occidentales han ejecutado flexibilizaciones cuantitativas desde el comienzo de la crisis: el último en sumarse fue el Banco Central Europeo en marzo de 2015. Ello ha implicado una notable modificación del balance de los bancos privados: sus activos tradicionales (préstamos y bonos) han perdido peso y las reservas (sus depósitos contra el banco central) lo han ganado. Aquí es cuando empieza a surtir verdadero efecto la segunda parte de la operación: el establecimiento de tipos de interés negativos sobre los depósitos contra el banco central (sobre las reservas del sistema).
El funcionamiento de un tipo de interés negativo es muy simple: si un banco posee un depósito contra el BCE de 1.000 euros y el tipo de interés negativo es del -1% anual, al cabo de un año poseerá simplemente un depósito de 990 euros. En la Eurozona, los tipos de interés negativos sobre los depósitos en el BCE se introdujeron a mediados de 2014, pero en aquel entonces tuvieron pocas repercusiones: el BCE cobraba un -0,10% anual por el exceso de reservas sobre el mínimo obligatorio (los bancos han de tener obligatoriamente un porcentaje de sus activos en depósitos en el BCE: es lo que se conoce como coeficiente de caja mínimo) y pagaba un 0,05% por las reservas obligatorias. Dado que, en 2014, el exceso de reservas fue de 79.000 millones y las reservas obligatorias fueron de 106.500, el resultado fue bastante equilibrado: el BCE cobró de la banca 79 millones de euros en intereses negativos (sobre el exceso de reservas) y le pagó 53 en intereses positivos (por las reservas obligatorias).
La situación, sin embargo, ha comenzado a cambiar desde que las flexibilizaciones cuantitativas han cebado las reservas bancarias a partir de marzo de 2015. En la actualidad, el exceso de reservas se ubica en 444.000 millones de euros y las reservas obligatorias en 114.000. Para más inri, los tipos de interés negativos del BCE sobre sus depósitos han pasado a ser del -0,30%. Resultado: el BCE está cobrando a la banca intereses de 1.333 millones de euros y apenas le devuelve 57 millones como remuneración por sus reservas mínimas obligatorias. El agujero para los bancos es evidente y creciente: sus reservas en el BCE van aumentando como consecuencia del QE y eso acrecienta el coste derivado de los tipos de interés negativos sobre sus depósitos.
La cuestión es: ¿tienen alguna forma los bancos de librarse de estos tipos de interés negativos? La respuesta intuitiva es que sí: basta con que los bancos presten a familias y empresas su exceso de reservas en el BCE para que deje de soportar los intereses negativos. Pero se trata de una respuesta intuitiva equivocada: los bancos no pueden prestar (o transferir) depósitos en el BCE a los particulares (explicación técnica, aquí). Sólo bancos y gobiernos poseen una cuenta corriente abierta en el BCE, por lo que las reservas no pueden prestarse o transferirse a otros agentes que no sean bancos y gobiernos (por clarificar: un banco, cuando nos extiende un crédito, nos presta sus propios depósitos, no los depósitos del BCE).
Por consiguiente, los bancos privados sólo tienen, en realidad, tres vías para desembarazarse de ese incómodo exceso de reservas en el BCE por el cual les toca pagar intereses. La primera es utilizarlas para pagar sus deudas (o las de sus acreedores) con el BCE: por ejemplo, si un banco debe 1.000 euros al BCE y tiene reservas de 1.000 euros en el BCE, ambas partidas se pueden compensar, desapareciendo simultáneamente. El problema de esta vía para reducir su exceso de reservas es que es tremendamente lenta: la mayoría de las deudas con el BCE son a largo plazo, por lo que no constituyen una solución eficaz para dejar de pagar intereses en el corto o medio plazo.
La segunda forma es prestando a los gobiernos de la Eurozona: dado que los gobiernos sí tienen cuentas corrientes en el BCE, los bancos pueden prestarles sus reservas (por ejemplo, invirtiendo en deuda pública). Este es el motivo por el cual los tipos de interés de los bonos estatales se hallan a niveles tan bajos (incluso en algunos casos negativos) en la Eurozona: los bancos evitan pagar intereses transfiriendo sus reservas en el BCE a los gobiernos. Pero, de nuevo, se trata de una solución con las patas muy cortas: cuando los gobiernos gastan el dinero que se les presta (por ejemplo, para pagar a los funcionarios), esas reservas regresan al propio sistema bancario.
Y la tercera forma es, justamente, con préstamos entre bancos: dado que cada banco también posee una cuenta corriente en el BCE, una entidad financiera puede reducir sus reservas prestándoselas a otra entidad financiera. Este es el motivo por el cual el Euribor ha entrado en terreno negativo. El Euribor es, grosso modo, el tipo de interés medio al que se están financiando entre sí los grandes bancos europeos: con tipos negativos sobre sus reservas, cualquier banco está interesado en prestar a otro esas reservas a tipos inferiores al -0,3%, aun cuando esos tipos inferiores sea negativos. Es decir, si yo soy un banco que poseo un depósito de 1.000 euros en el BCE, preferiré prestárselo a otro banco y que me devuelva 999 euros en un año (tipo negativo del -0,1%) a no prestárselo y que el BCE me cobre el -0,3% (de modo que mi depósito caiga a un valor de 997 euros).
El problema es que los préstamos entre bancos tampoco son una solución para escapar agregadamente de los tipos de interés negativos: si un banco presta a otro sus depósitos en el BCE, sólo le está traspasando a éste la patata caliente. Dado que el volumen total de depósitos en el BCE no se reduce (sólo cambia de manos entre los bancos), alguna entidad financiera termina soportando los costes de los tipos de interés negativos. En el ejemplo anterior, los costes del -0,3% de intereses los comparten el banco prestamista y el banco prestatario: el banco prestamista presta 1.000 euros y recupera 999 al cabo de un año (coste del -0,1%); el banco prestatario recibe 1.000 euros, al cabo de un año éstos valen 997 euros y tiene la obligación de devolver 999 (coste del -0,2%).
En suma, la causa del Euribor negativo es, como decíamos, el efecto conjunto de las flexibilizaciones cuantitativas y de los tipos de interés negativos sobre los depósitos del BCE. Ahora bien, ya hemos visto que el Euribor negativo no sirve para proteger a los bancos privados de los altos costes que les está imponiendo el BCE en forma de tipos negativos. Así pues, ¿qué soluciones les quedan? En realidad, sólo hay dos: la primera –que es la que desea el BCE–, que los bancos privados intenten compensar esas pérdidas inexorables que les impone con mayores beneficios vinculados a su actividad bancaria tradicional; la segunda –que es la que probablemente terminará dándose–, que los bancos nos trasladen a todos los ciudadanos ese coste en forma de tipos de interés negativos sobre nuestros depósitos.
Como digo, la primera opción es la que desea el BCE para estimular la economía: si el BCE impone a los bancos una mordida anual de 1.300 millones de euros (y creciendo) en forma de intereses negativos, éstos deberían empezar a prestar con mayor decisión a familias y empresas (no a prestar sus reservas, que no pueden, sino sus propios depósitos), para así ganar más dinero y compensar con tales beneficios las pérdidas por los tipos negativos. En parte, esto ya está sucediendo: los tipos de interés fijos históricamente bajos que estamos presenciando durante los últimos mesesson una consecuencia de lo anterior. Sin embargo, esta vía es problemática: por un lado, sigue sin haber demasiadas personas que quieran endeudarse (la mayoría de familias y empresas siguen pagando sus deudas heredadas, no contrayendo nueva deudas); por otro, un exceso de prodigalidad prestamista de la banca podría generar nuevas burbujas y descapitalizar a las entidades en el futuro.
De ahí que, muy probablemente, la segunda vía sea la que termine prevaleciendo: los bancos cubrirán sus pérdidas derivadas de los tipos de interés negativos cobrando al resto de ciudadanos tipos de interés negativos sobre nuestras cuentas corrientes. En principio, los ciudadanos contamos con una vía relativamente asequible para resistirnos a tal expolio: basta con que saquemos el dinero del banco, pues sobre el efectivo no pueden cobrarse tipos negativos (salvo a través de improbables experimentos estatales). Ahora bien, el dinero en efectivo no está libre de costes: guardar metálico en nuestras casas es arriesgado (robo, deterioro, pérdida…) y poco conveniente (muchos pagos es difícil realizarlos en metálico). Por tanto, los ciudadanos pueden terminar aceptando un cierto interés negativo sobre sus depósitos bancarios para ahorrarse tales costes. De hecho, cuantas más trabas pongan los Estados a los pagos en metálico (las limitaciones al pago en efectivo son crecientes y, en algunos países europeos, ya se estudia su prohibición total), menor resistencia podremos oponer a los tipos negativos y, por tanto, mayor podrá ser la mordida a la que nos veamos sometidos por los bancos privados (y, en última instancia, por el banco central).
Así que, a menos que haya una reversión del signo de la política monetaria, vayan preparándose para los tipos de interés negativos: sus saldos de tesorería presuntamente líquidos cargarán con un pseudoimpuesto con el propósito de estimularle a que los gaste y a que, por esta vía, se estimule la economía (en realidad, sólo se estimulan las burbujas y los recalentones de gasto).
Por cierto, dése cuenta de que quien sale verdaderamente beneficiado con los tipos de interés negativos es el banco central: compra activos que valen 1.000 pagando con su propia deuda cifrada en 1.000 y, con el paso del tiempo, esa deuda va menguando (tipos negativos), de modo que sus ganancias por la compra del activo van incrementándose. En el extremo, si comprara algo que vale 1.000 a cambio de entregar deuda propia por importe de cero, sus ganancias serían de 1.000 (señoreaje absoluto). ¿Y quiénes son los que se reparten los beneficios del banco central? Sí, ha acertado: los Estados. Por tanto, siga el circuito entero: los tipos de interés negativos son, en última instancia, un impuesto sobre el patrimonio líquido de los agentes económicos cuyo propósito último es contribuir al desapalancamiento de los Estados (como la inflación pero sin inflación). No es ninguna idea novedosa; algo similar fue lo que propuso hace unos años el FMI: un impuesto extraordinario sobre la riqueza neta de las familias para amortizar deuda pública. Bueno, pues ya lo tenemos aquí.

Tipos negativos: un nuevo impuesto camuflado


El Euribor a un año –el de referencia para la mayoría de hipotecas en nuestro país– ha entrado en terreno negativo por primera vez en su historia. Dejando de lado sus implicaciones sobre las finanzas familiares, es evidente que se trata de un extraño fenómeno macroeconómico que requiere de una explicación, tanto para entender por qué se produce cuanto para prever cuáles puede ser sus consecuencias futuras.
Primero, las causas: el Euribor negativo es el resultado del efecto conjunto de las flexibilizaciones cuantitativas de los bancos centrales (los QE) y de la imposición de tipos de interés negativos sobre las reservas bancarias.