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Thursday, December 15, 2016

La otra historia de México (II)





“Durante siglos hemos odiado a los gringos porque nos “oprimen y nos esclavizan.” Pero opresor y oprimido son igualmente culpables cuando en su ignorancia cooperan, y aunque parezca se agraden uno al otro, en realidad se agraden a si mismos.”
RICARDO VALENZUELA
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Hacia finales de los años 50, transitando de la niñez a mi adolescencia y con el arribo de la televisión, en un viaje a California que hice con mis padres quedé profundamente impresionado frente mi primer contacto con esa maravillosa tecnología. Estando hospedados en un hotel en Pasadera, al encender mi padre el mágico aparato se abría ante mis ojos una ventana hacía un mundo desconocido.

Cuando, sin salir de mi asombro, disfrutaba un programa de Roy Rodgers, mi padre bruscamente lo interrumpe cambiando de canal cuando expresaba su deseo de enterarse, a través de un programa noticioso, de ciertos acontecimientos internacionales. Segundos después, iniciaba el primer programa televisivo de noticias que yo atestiguara en mi hasta entonces corta vida.

 
Aparece un hombre regordete luciendo algo inusual en los gringos de aquella era, un fino y recortado bigote. Años después me enteraría era el legendario Walter Cronkite. El regordete individuo, inicia su perorata y observo entonces cómo mi padre endurece su semblante. Obviamente yo no entendía una sola palabra y me invadía ya el aburrimiento, cuando el hombre desaparece de la pantalla para ceder su lugar a unas violentas escenas que me provocaron pensar se trataba de una película de guerra.

El dantesco panorama mostraba un auto transitando por una bella avenida cuando una enloquecida multitud, inicia un ataque barbárico en una primera ola de atilas armados con piedras. Emergía luego la segunda columna armados con largos y gruesos garrotes que, a pesar de la presencia de algunos uniformados protegiendo el automóvil, rompiendo el cerco llegaban a su objetivo para golpearlo salvajemente. Trato de preguntar a mi padre el significado del evento, pero me ordena guardar silencio para no perder su concentración.

En esos momentos entendí no se trataba de una película, eran escenas reales y es cuando mi mente, casi de niño, empieza a captarlas con otra dimensión. No entendía el que esa multitud ante mi vista, utilizando impresionantes tácticas, se aferraran a su cometido para destruir el auto y, como lo interpretaba, procederían luego al linchamiento de sus ocupantes. Sin embargo, para mí lo más impresionante era, cortesía del novedoso aparato, observar el enfermizo odio en los rostros de aquella masa que, más que seres humanos, semejaban una manada de lobos hambrientos.

Al finalizar el noticiero, mi padre, al ver el desconcierto en mi rostro, procede a interpretarme lo sucedido. Se trataba de una visita a Sur América del Vicepresidente de los EU, Richard Nixon, en la cual había sido victima de esos feroces ataques que por poco le cuestan la vida. Completamente perdido le pregunto a mi padre ¿Por qué? El, tal vez considerando mi edad, esgrime una serie de vagos argumentos que no pude entender. Pero, sin entender el origen, hubo algo que si capté y me quedó muy claro: Los Latinoamericanos odian a los gringos. Esa noche tuve pesadillas.

El otro día, como repitiendo la escena de aquellos años 50, enciendo mi TV para enterarme del acontecer mundial. Inicia el noticiero para, una vez mas, transportarme a una escena gorilezcade Latino América, pero ahora provocada por la visita del Presidente Bush. En esos momentos me invade una rara sensación. Sentí que, después de atestiguar aquel ataque en mi primer encuentro con la TV, me hubiera sumergido en un profundo sueño y al despertar, atestiguaba el segundo capitulo de las salvajes agresiones sucedidas aquel lejano día de los 50s.

Miraba las mismas multitudes portando piedras, palos y, la novedad, con el pasamontañas de Marcos blandiendo, con más devoción que la de un santo, la imagen del Che Guevara. Pero luego procedía a sacudir bruscamente la cabeza y asegurarme no era la continuación de la misma pesadilla sufrida aquel lejano día de los 50s, pero no, era realidad.

Han transcurrido muchos años de aquel evento en el cual Nixon fuera casi linchado por las masas de América Latina. Yo pregunto ¿Qué ha sucedido o no, para que ese odio permanezca en nuestros corazones? No esperaría mucho por la respuesta pues me la servía un amigo sudamericano que me visitaba y, ante mi interrogante, su argumento se elevaba casi a lo científico cuando me dice: “Es que los gringos son unos hijos de la chingada.” OK le reviro, pero ahora explícame por qué y te pido un favor, centremos nuestra discusión sólo en América Latina y los últimos 30 años. En ese momento terminó el debate.

Mucha gente me acusa de ser gringófiloo, como diría Chávez, cachorro del imperio. Pero yo siempre rechazo la etiqueta puesto que hay infinidad de cosas que no me gustan de EU. Sin embargo, a mi no me invade ese odio enfermizo para cegarme y me impida mirar y admirar su increíble historia. Como economista liberal, no puedo más que admirar un país que naciera hace sólo 200 años para, en menos de cien, convertirse en el más rico y poderoso del mundo.

He terminado la lectura del excelente libro de Catón, y me da pistas por demás interesantes. Siendo Armando Fuentes uno de los verdaderos intelectuales de México, a través de casi 700 páginas de su obra, no logra ocultar su gran antipatía para los yankees—como él los etiqueta. Pero lo interesante de su actitud es que, casi forzado y sin pretenderlo, los describe como los inventores de la modernidad cuando, remando contra la corriente mundial, construyeran un país que no es una democracia (cuidado), sino una federación. Después la armarían con mercados libres para, en los siguientes cien años, crear más riqueza que la acumulada en los casi 2,000 anteriores de la era cristiana.

Catón, inclusive, identifica como una de las causas del fracaso imperial de Maximiliano, el que el mismo emperador portaba credenciales de un liberalismo más puro que el de Juárez. Maximiliano, observando a los EU, pretendía establecer una monarquía parlamentaria operando bajo los mercados libres. Ello le valió el odio de los conservadores, el de la realeza europea, de Napoleón III de Francia y, en especial, el del Papa Pío IX quien llegó a punto de excomulgarlo.

Durante siglos hemos odiado a los gringos porque nos “oprimen y nos esclavizan.” Pero opresor y oprimido son igualmente culpables cuando en su ignorancia cooperan, y aunque parezca se agraden uno al otro, en realidad se agraden a si mismos. Solamente aquellos pueblos que conquistan esa debilidad de no asumir papeles de uno u otro bando, no pertenecen al rango de opresores ni oprimidos… Son pueblos libres.

La otra historia de México (II)





“Durante siglos hemos odiado a los gringos porque nos “oprimen y nos esclavizan.” Pero opresor y oprimido son igualmente culpables cuando en su ignorancia cooperan, y aunque parezca se agraden uno al otro, en realidad se agraden a si mismos.”
RICARDO VALENZUELA
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Hacia finales de los años 50, transitando de la niñez a mi adolescencia y con el arribo de la televisión, en un viaje a California que hice con mis padres quedé profundamente impresionado frente mi primer contacto con esa maravillosa tecnología. Estando hospedados en un hotel en Pasadera, al encender mi padre el mágico aparato se abría ante mis ojos una ventana hacía un mundo desconocido.

Cuando, sin salir de mi asombro, disfrutaba un programa de Roy Rodgers, mi padre bruscamente lo interrumpe cambiando de canal cuando expresaba su deseo de enterarse, a través de un programa noticioso, de ciertos acontecimientos internacionales. Segundos después, iniciaba el primer programa televisivo de noticias que yo atestiguara en mi hasta entonces corta vida.

Saturday, July 16, 2016

Brexit y sus perdedores


Manuel Hinds
Manuel Hinds es economista y consultor económico. Fue ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, pues fue quien propuso la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (Yale University Press, 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy, de El Salvador. En 2010 obtuvo el Premio Hayek, del Manhattan Institute.
El resultado del referéndum del jueves 23 de junio, que determinó la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE), ha causado un pánico mundial que amenaza con ser el incidente que inaugure una crisis mundial igual o peor que la de 2008. O al menos así parecen pensar muchas personas. Como se aprecia en la gráfica adjunta, los precios de las acciones están cayendo no sólo en el Reino Unido y la Unión Europea, sino también en EE.UU. Los niveles a los que han caído, sin embargo, no son tan bajos. Las acciones británicas y europeas tenían los precios de hoy en febrero recién pasado, y habían estado en ese nivel antes, en 2014. El precio de la libra esterlina ha bajado sustancialmente, pero a niveles que tenía en marzo de 2014 y antes en 2013. Lo que preocupa es la velocidad con la que estos precios están cayendo, aunque es muy rápido para saber si esta caída se prolongará o se corregirá eventualmente.



Es muy común echarle la culpa a los que votaron por salirse de la Unión Europea por todo esto que está pasando, pensando que la única manera en la que podría resolverse sería que hubiera otro referéndum y ganara la posición contraria. Esto da una medida de inexorabilidad a lo que está pasando porque, aunque no es imposible que hubiera otro referéndum, es muy improbable. Pero la verdad es que hay otra manera de resolverlo. Con solo que la Unión Europea decidiera que el Reino Unido podría seguir teniendo acceso al mercado libre europeo el pánico se terminaría.
La burocracia de Bruselas nunca quiso prestar atención a estos hechos. Aparentemente piensa que castigando fuertemente a Gran Bretaña hará que todos se queden en la UE aunque no les guste, y aunque el castigo a Gran Bretaña le cause grandes daños económicos a Europa misma.
Contrario a lo que casi todo el mundo dice y piensa y repite, Gran Bretaña no ha votado contra el libre comercio, ni contra la globalización. No ha dicho que va a aumentar las tarifas de importación a ni Europa ni a ningún otro país, ni que quiere salirse del mercado libre europeo. Ha decidido únicamente que quiere salirse de la Unión Europea, de la que el mercado común es solo un aspecto, que otros países como Noruega y Suiza comparten a pesar de no ser miembros de la Unión misma.
El mantener el acceso de Gran Bretaña al mercado libre europeo (y viceversa) sería muy beneficioso para Europa misma porque, como lo noté en un artículo de la semana pasada después de cuarenta y tres años las dos economías se han integrado muy cercanamente, de modo que los productos de un país contienen muchos componentes hechos en los otros. En esta situación, el cortar el libre acceso a la UE sería tan doloroso para la UE misma como para el Reino Unido. Una muestra de las percepciones inmediatas del público en este sentido es el hecho que las acciones han caído más en la Unión Europea que en Gran Bretaña (ver la gráfica adjunta).
7143 Fuente: Financial Times. Los precios de Gran Bretaña son del FTSE100, de Europa, Eurofirst, y de EE.UU. S&P500. El dato de S&P del lunes 27 está tomado a las dos de la tarde.
Pero esto es algo que aparentemente la burocracia de Bruselas no quiere permitir por dos razones. Primero porque su vida depende de que la gente asocie el acceso al mercado común que es el beneficio más grande de la UE, con el pago de la burocracia, aunque en realidad una cosa no tiene que ver con la otra. Segundo, porque, por la misma razón, ellos tienen que asegurarse de que los que se salgan de la UE caigan en una crisis porque si no todos se van a querer salir.
Por supuesto, este razonamiento evidencia una enorme debilidad en la UE. Siguiendo esta lógica, parecería no sólo que el único atractivo que tiene la institución es el libre comercio (para el que no se necesita mucha burocracia), sino que también depende de amenazas para mantener a sus asociados. Con esto, los burócratas de Bruselas estarían dando la razón a muchos de los que votaron por la salida en Gran Bretaña, que piensan que la UE ha sido tomada por una burocracia que no da un comino por la población europea sino sólo a los privilegios exorbitantes que se receta con los impuestos que todos los europeos pagan. Si la burocracia hubiera convertido a la UE en una institución realmente atractiva, nadie querría salirse de ella.
El Pew Research Center hizo recientemente una investigación del estado de las preferencias con respecto a la UE. Encontró que el 71% de los griegos tienen una percepción desfavorable de ella, mientras que en Francia la tiene el 61%, y en España el 49%, y en Alemania el 48% (el mismo porcentaje de Gran Bretaña al momento de la encuesta), y en Holanda el 46%, y en Suecia el 44%. Todos estos países están en el borde. Podrían votar irse de la UE.
El tratamiento del millón de refugiados que llegaron del Medio Oriente, que fue uno de los motivos que llevaron a los británicos a salirse, ha causado gran infelicidad en Europa. Todos los países anotados arriba estaban en contra, en porcentajes que van desde 94% de los griegos al 63% de los holandeses. Ninguno con menos. Igual pasa con el manejo de la economía. En ningún país de los mencionados la aprobación es mayor a 47%, y la desaprobación llega al 50% y más en Grecia, Italia, España, Suecia y Holanda.
Pero la burocracia sigue impávida, porque siempre ha pensado que no tiene por qué obedecer a los ignorantes que pagan sus salarios. Así, por ejemplo, siguen con la idea de que la unión debe hacerse cada vez más cercana, a pesar de que esto fue rechazado en los noventas por todos los países y de que ahora, según Pew, el país en el que los ciudadanos están más de acuerdo, Francia, sólo el 34% apoya esta tendencia. En el Reino Unido sólo era el 6%, en Suecia el 13, en Alemania el 26. En varios países no sólo no quieren que la unión sea más cercana sino que quieren que muchos poderes se retornen a sus gobiernos. En el Reino Unido era el 65%.
La burocracia de Bruselas nunca quiso prestar atención a estos hechos. Aparentemente piensa que castigando fuertemente a Gran Bretaña hará que todos se queden en la UE aunque no les guste, y aunque el castigo a Gran Bretaña le cause grandes daños económicos a Europa misma. Pero como dijo Angela Merkel, la UE tendrá que cambiar y prestar atención a sus ciudadanos, tendrá que entender que la democracia tiene que estar por arriba de la burocracia, y que al fin y al cabo los que mandan son los ciudadanos, no ellos. Por ahora, los europeos tienen en sus manos evitar que, por un capricho contra Gran Bretaña, la burocracia de la UE dañe a Europa y al mundo entero

Brexit y sus perdedores


Manuel Hinds
Manuel Hinds es economista y consultor económico. Fue ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, pues fue quien propuso la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (Yale University Press, 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy, de El Salvador. En 2010 obtuvo el Premio Hayek, del Manhattan Institute.
El resultado del referéndum del jueves 23 de junio, que determinó la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE), ha causado un pánico mundial que amenaza con ser el incidente que inaugure una crisis mundial igual o peor que la de 2008. O al menos así parecen pensar muchas personas. Como se aprecia en la gráfica adjunta, los precios de las acciones están cayendo no sólo en el Reino Unido y la Unión Europea, sino también en EE.UU. Los niveles a los que han caído, sin embargo, no son tan bajos. Las acciones británicas y europeas tenían los precios de hoy en febrero recién pasado, y habían estado en ese nivel antes, en 2014. El precio de la libra esterlina ha bajado sustancialmente, pero a niveles que tenía en marzo de 2014 y antes en 2013. Lo que preocupa es la velocidad con la que estos precios están cayendo, aunque es muy rápido para saber si esta caída se prolongará o se corregirá eventualmente.