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Sunday, September 11, 2016

Cómo China se volvió capitalista

Ronald Coase y Ning Wang dijeron de su libro How China Became Capitalist: "Siendo un relato de cómo China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos primeras décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos partes por un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989".
Ronald Coase (1910-2013) fue un Premio Nobel y Profesor Distinguido de la Escuela de Leyes de la Universida de Chicago.
Ning Wang profesor asistente en la Escuela de Política y Estudios Globales en Arizona State University.
Este ensayo fue publicado originalmente en inglés en la edición de Enero/Febrero de 2013 del Cato Policy Report. Está basado en el libro de los mismos autores How China Became Capitalist (Palgrave, 2013).
Nadie predijo que la “modernización socialista” que el gobierno chino post-Mao lanzó en 30 años resultaría ser lo que los académicos denominan hoy la gran transformación económica de China. Cómo las acciones de los campesinos, trabajadores, académicos, y legisladores chinos se combinaron y derivaron en esta consecuencia no intencionada es la historia que intentamos contar. Hoy, no necesitamos presentar datos estadísticos para convencerlo del auge de la economía china, aún cuando China todavía se enfrenta a retos enormes. Muchos chinos todavía son pobres, muchos menos chinos tienen acceso a agua pura que a los teléfonos celulares, y todavía se enfrentan a muchos obstáculos cuando se trata de proteger sus derechos y ejercer su libertad. No obstante, China ha sido transformado desde adentro a lo largo de los últimos 35 años. Esta transformación es la principal historia de nuestra época. La lucha de China, en otras palabras, es la lucha del mundo.



En contra de la sabiduría convencional, tomamos el fin de 1976 como el inicio de la reforma post-Mao y argumentamos que China básicamente se convirtió en una economía de mercado para fines de los noventa y antes de que se uniese a la Organización Mundial de Comercio en 2001. En el nuevo milenio, la economía china ha mantenido su ímpetu de crecimiento y se ha vuelto más integrada con la economía global. Siendo un relato de cómo China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos primeras décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos partes por un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989.
La primera parte del relato se trata acerca de dos reformas. Una fue diseñada por Pekín; su objetivo era revitalizar el sector estatal y salvar al socialismo. La otra resultó de iniciativas que vinieron desde abajo. La reforma liderada por el Estado se dio en dos partes. La primera empezó en 1976 bajo Hua Gofeng. Hua era el sucesor designado por Mao, quien consolidó su base de poder luego de arrestar a “ La Pandilla de los Cuatro” y poniéndole fin a la Revolución Cultural. Aunque era leal a Mao, Hua era un reformador económico.
Con el respaldo total de Deng Xiaoping y otros líderes chinos, Hua lanzó su programa económico modernización, que luego sería criticado desdeñado como “El Salto al Exterior”. Esencialmente, era un programa liderado por el Estado y por las inversiones, con un enfoque en la industria pesada; es un buen ejemplo de lo que los economistas denominaron “la industrialización del gran empuje”. Pero el programa duró poco más de dos años. Se canceló a principios de 1979, en parte debido a sus propios defectos y en parte debido al cambio de liderazgo: a fines de 1978 el Comité Central tuvo una reunión, en la cual Deng Xiaoping y Chen Yun volvieron al poder y Hua ya no estaba al mando.
Deng Xiaoping es ampliamente conocido en Occidente. La biografía reciente de Ezra Vogel ha documentado en detalle el papel que jugó Deng en las reformas de China. En comparación, Chen Yun es una figura obscura. Pero Chen era la principal autoridad de China a cargo de los asuntos económicos. Él fue el arquitecto del primer Plan Quinquenal de China en 1953 y un ferviente partidario de la planificación central. Desde que creció y estudió en Shanghái, antes de convertirse en un revolucionario, Chen también percibió un papel limitado pero crítico para el sector y el mercado privados bajo el socialismo. Chen perdió su posición cuando Mao inició el Gran Salto Adelante en 1958, política a la que Chen se oponía. Él volvió al poder junto con Deng a fines de 1978 y recibió el trabajo de diseñar una programa de reforma económica.
Chen creía que la economía china desde hace mucho había sufrido de un desbalance estructural: demasiada inversión en industria pesada en relación a la industria ligera y la agricultura, y los sectores y la planificación estatales eran ensalzados excluyéndose a los sectores y mercados privados. En su opinión, el programa económico de Hua, que se enfocaba en la industria pesada, empeoró la economía china. Por eso Chen acabó de manera forzada con “El Gran Salto Afuera”, enfrentándose a una fuerte oposición del Consejo de Estado e impuso su política económica. Esto marcó la segunda ronda de reformas lideradas por Pekín. Esta ronda de reformas lideradas por el Estado tuvo dos elementos: ajustes a nivel macro y reformas en las empresas estatales al nivel micro. Los ajustes estructurales fueron impuestos a través de toda la economía. Por ejemplo, más inversiones fueron canalizadas desde los bienes capitales hacia la producción de bienes de consumo. Más dinero se asignó a la agricultura. El gobierno elevó los precios de compra para los productos agrícolas en mas de un 20 por ciento en 1979 y aumentó significativamente las importaciones de granos. Pekín también tomó medidas para descentralizar el comercio extranjero y le dio más autonomía fiscal a los gobiernos provinciales. Al nivel micro, el énfasis se puso en lo que era visto como la base económica del socialismo, las empresas propiedad del Estado. La estrategia era devolverle algunos derechos a las empresas estatales y permitirles quedarse con algo de las ganancias. Desde 1979 y durante toda la década de los ochenta, el gobierno chino estuvo preocupado con fomentar las empresas estatales.
La reforma desde los márgenes
No hay duda de que el gobierno post-Mao realizó una serie de reformas. Pero hoy, con el beneficio de la retrospectiva, sabemos que las fuerzas económicas que realmente estaban transformando la economía china durante la primera década de reforma fueron la agricultura privada, las empresas municipales y de las aldeas, los negocios privados en las ciudades, y las Zonas Económicas Especiales. Ninguna de estas fue iniciada por Pekín. Fueron jugadores marginales operando fuera de los límites impuestos por el socialismo. A estas fuerzas marginales, el gobierno chino estaba contento de ignorarlos siempre y cuando no amenazaran al sector estatal o al poder político del Partido. Esto creó espacio para lo que denominamos “revoluciones marginales”, las cuales trajeron de vuelta a China las fuerzas del emprendimiento y del mercado durante la primera década de la reforma.
Una de estas reformas marginales es la agricultura privada. La agricultura privada ciertamente no era algo nuevo en China. Antes de 1949, había existido durante milenios. A principios de la década de los cincuenta, Mao trató de colectivizar despiadadamente la agricultura. Algunos campesinos creyeron en Mao y esperaban que la colectivización les ofrecería una nueva oportunidad para salir de la pobreza. Luego de 20 años de una agricultura colectivizada y de 40 millones de muertes por hambrunas, ellos sabían qué les convenía. Muchos volvieron a la agricultura privada luego de que muriese Mao, incluso cuando Pekín todavía estaba tratando de fortalecer el sistema de las comunas. En septiembre de 1980, Pekín fue obligado a permitir la agricultura privada en zonas donde “la gente había perdido su confianza en la colectividad”. Pero una vez que se le abrieron las puertas al agro privado, este ya no podía ser controlado. Para principios de 1982 esto se volvió una política nacional. La agricultura china fue des-colectivizada. Después en el recuento oficial de la reforma, Pekín se atribuiría el crédito de haber lanzado la reforma agrícola. Pero la reforma implementada por Pekín simplemente elevaba los precios de compra de los granos y aumentaba las importaciones de granos; el agro privado, que es lo que en realidad transformó la agricultura china y liberó a los campesinos, no vino de Pekín.
Las empresas municipales y de las aldeas fueron operaciones industriales ubicadas en áreas rurales. Durante las primeras dos décadas de reformas, estas fueron el sector más dinámico de la economía china. Como operaban fuera del plan estatal, no tenían acceso garantizado a materias primas controladas por el Estado pero tenían que comprarlas en el mercado negro a un precio más alto. También estaban excluidas del sistema de distribución controlado por el Estado para vender sus productos, pero tenían que contratar sus propios equipos de ventas para que viajen alrededor de China con el objetivo de encontrar mercados para sus productos. En otras palabras, tenían que operar como verdaderas empresas de negocios. Esto es lo que hicieron. Y no tardó mucho para que ellos superen con su desempeño a las empresas estatales, las cuales tenían todos los privilegios y protecciones del Estado y que simplemente dejaron de ser emprendedoras.
Los primeros negocios en las ciudades chinas fueron iniciados por personas que no tenían un trabajo en el sector estatal. Muchos fueron jóvenes citadinos que recientemente habían vuelto del campo. Durante la era de Mao, 20 millones de graduados de los primeros años de secundaria (jóvenes desde 15 a 18 años) en las ciudades fueron enviados al campo en parte porque el gobierno no podía crear suficientes empleos. Después de la muerte de Mao, ellos volvieron, pero no encontraron empleo alguno en el sector estatal. Jóvenes, desempleados, y ansiosos, se tomaron las calles y bloquearon el paso de los trenes. Esta creciente presión obligó al gobierno a abrir la puerta al auto-empleo. Las tiendas privadas empezaron a surgir en las ciudades chinas; rápidamente acabaron con el monopolio estatal de la economía urbana.
Entre las cuatro revoluciones marginales, las Zonas Económicas Especiales fueron las más controversiales. Fueron establecidas para cooptar el capitalismo y salvar al socialismo. La idea era permitirles experimentar con la economía de mercado, importando tecnología avanzada y conocimientos administrativos, vendiendo productos a los mercados globales, creando empleos y estimulando el crecimiento económico. Pero los experimentos estuvieron limitados a unas cuantas zonas para que no socavaran el socialismo en otras partes, y por si acaso los experimentos fracasaran, su daño al socialismo sería insignificante.
La competencia regional
La presencia de dos reformas fue una característica determinante de la transición económica de China. No separar las dos es la principal fuente de confusión al momento de comprender las reformas en China. El gobierno chino, comprensiblemente, ha promulgado un relato de la reforma que gira alrededor del Estado, proyectándose así mismo como un diseñador omnisciente y como un instigador de la misma. El hecho de que el Partido Comunista de la China ha sobrevivido a la reforma de mercado, todavía monopoliza el poder político, y sigue activo en la economía ha ayudado a vender el relato estatista de la reforma. Pero fueron las revoluciones marginales las que trajeron el emprendimiento y las fuerzas de mercado de vuelta a China durante la primera década de la reforma, cuando el gobierno chino estaba ocupado rescatando al sector estatal.
La segunda parte de nuestro relato empieza en 1992 después de Deng Xiaoping realizara su tour por el sur del país. Mientras que las revoluciones marginales trajeron las fuerzas de mercado de vuelta a la China durante la década anterior, la competencia regional se volvió la principal fuerza transformadora durante la segunda década, convirtiendo a China en una economía de mercado para fines del siglo. La competencia regional no era nueva; había existido durante la primera década de la reforma. Pero luego creó barreras al comercio en las fronteras de las provincias y fragmentó la economía china. China implementó la reforma de precios en 1992, la reforma tributaria en 1994, y empezó a privatizar las empresas estatales para mediados de los noventa. Estas medidas reformadoras abrieron el camino para el auge de un mercado común nacional, que fue capaz de imponer la disciplina de mercado a todos los actores económicos, convirtiendo a la competencia regional en una fuerza transformadora.
Aquí, nuestro relato difiere de aquel presentado por Huang Yasheng en su libro, Capitalismo con características chinas. Un argumento controversial de Huang es que China fue más capitalista y empresarial en los ochenta que en los noventa. Si el argumento quiere decir que los emprendimientos privados prevalecieron en contra del Estado durante los ochenta, entonces está muy en sintonía con nuestro relato de las “revoluciones marginales”. Pero si este sugiere que China se apartó del libre mercado durante la segunda década de las reformas, está ignorando un cambio fundamental en la economía durante los noventa. Y esto es el florecimiento de un mercado nacional común, el cual era un requisito para que la competencia regional funcione.
Identificada con las inversiones repetitivas, la competencia regional es muchas veces culpada por distorsionar la ventaja comparativa y por socavar las economías de escala. Una imagen más matizada surgió en nuestro relato. Lo que la competencia regional hizo fue convertir la ventaja de China en espacio, siendo un país continental, en la alta velocidad de la industrialización. Cómo esto sucedió puede ser mejor apreciado desde una perspectiva Hayekiana, la cual resalta el crecimiento del conocimiento como la fuerza catalizadora que determina el cambio económico. En la época de Mao, la educación estaba siendo atacada y el conocimiento se volvió un riesgo político; China se aisló de Occidente y se apartó de sus propias tradiciones. La ideología radical de Mao empobreció la economía China y, peor aún, cerró las mentes de los chinos.
Luego de la muerte de Mao, China volvió a adherirse al pragmatismo. “Buscando verdad en los hechos” se volvió el nuevo lema del Partido; volverse rico se convirtió en algo glorificado. El obstáculo más limitante para el crecimiento económico era la falta de conocimiento. Esto incluía al conocimiento técnico, al conocimiento acerca de las instituciones —cómo varias instituciones que respaldan al mercado funcionan, y al conocimiento local —lo que Hayek describía como “el conocimiento de las circunstancias particulares del tiempo y el lugar”. La solución a este problema se encontró en la competencia regional. Cuando las 32 provincias de China, sus 282 municipalidades, 2.862 condados, 19.522 pueblos y 14.667 aldeas se lanzaron a una competencia abierta en busca de inversión y buenas indeas para desarrollar la economía local, China se volvió un laboratorio gigantesco donde muchos y diversos experimentos económicos fueron ensayados de manera simultánea. El conocimiento de todo tipo fue creado, descubierto y difundido rápidamente. Mediante el crecimiento del conocimiento, la escala enorme de la industrialización china hizo posible su rápida velocidad.
Conclusión
Considerando nuestro relato de cómo China se volvió capitalista, ¿qué podemos decir acerca de la forma en que el capitalismo surgió en China? Una característica persistente de la transición hacia el mercado de China es la falta de liberalización política. Esto no es para sugerir que el sistema político chino se ha mantenido intacto durante los últimos 35 años. El Partido se ha distanciado así mismo de la ideología radical; ya no es comunista, excepto en nombre. En los últimos años, el Internet ha empoderado cada vez más a los chinos para que hagan escuchar su voz en cuestiones políticas. No obstante, China sigue siendo gobernada por un solo partido político.
Esta continuidad esconde un cambio fundamental en la realidad política de la China. Con la muerte de Deng Xiaoping, la política del “caudillo” llegó a su fin. Bajo Jiang Zemin y Hu Jintao, China ya no fue gobernada por un líder carismático. En este sentido, la política China hoy es cualitativamente distinta a aquella de la época de Mao o de Deng. Pero el gobierno chino no ha reconocido el hecho de este cambio político en la realidad; ha habido pocos esfuerzos para construir instituciones que preparen a China para una nueva realidad política.
La combinación de una veloz liberalización económica y una política que parece no cambiar ha conducido a muchos a describir la economía de mercado de China como una economía liderada por el Estado, como un capitalismo autoritario, lo cual mucha gente ha reconocido correctamente como frágil e insostenible. Cuándo y cómo China se adherirá a la democracia, y si el Partido sobrevivirá su democratización, son las principales preguntas realizadas acerca del futuro político de China. En nuestro libro, ofrecemos una perspectiva distinta. Provee un diagnóstico distinto del principal defecto en la economía de mercado de China: China ha desarrollado un mercado sólido de productos, pero todavía carece de un mercado libre de ideas.
El mercado de ideas apunta a una manera alternativa de pensar acerca del futuro político de China. Nuestro razonamiento está principalmente basado en las siguientes dos consideraciones. Primero, la competencia entre múltiples partidos no funciona a menos que sea cultivada y disciplinada por un mercado libre de ideas, sin el cual la democracia fácilmente puede ser secuestrada por grupos de interés y socavada por la tiranía de la mayoría. El desempeño de la democracia depende de manera crítica del mercado de ideas, así como la privatización depende del mercado de activos capitales. Segundo, la competencia entre múltiples partidos prácticamente no tiene precedente en la historia china. De hecho, la palabra china para “partido” (党) tiene una fuerte connotación negativa en el pensamiento político chino tradicional. “Formar un partido y perseguir el interés propio” (结党营私) ha sido consistentemente denunciado como algo que socava el ideal político, que es que “lo que está debajo del cielo es para todos” (天下为公). En cambio, el mercado de ideas tiene una raíz profunda y venerada en el pensamiento chino tradicional: “dejen que cien escuelas de pensamiento compitan” ha sido respetado como un ideal político desde los tiempos de Confucio. Es nuestra opinión que el mercado de ideas promete una estrategia más gradual y viable para reconstruir la política china sobre los principios de la tolerancia, la justicia y la humildad.
A lo largo de los últimos 35 años, China se ha abierto capitalismo no solo en el ámbito económico. La teoría de los sentimientos morales tiene más de una docena de traducciones chinas; el libro se ha ganado el corazón y la mente del Premier Wen Jiabao. El mensaje de Adam Smith atrae mucho a los chinos, no en poca medida debido a su palpable similitud con el pensamiento chino tradicional acerca de la economía y la sociedad. Un resultado sorprendente de la transición de China hacia el capitalismo es que China encontró una forma de volver a sus raíces culturales.
“Buscar la verdad en los hechos” es una enseñanza china tradicional, que Deng Xiaoping equivocadamente denominó “la esencia del Marxismo”. Pero muchos hechos están encubiertos en China porque un mercado libre de ideas todavía no existe. Somos optimistas, aunque de manera precavida, de que China puede que se adhiera a un mercado de ideas durante las próximas décadas, así como permitió un mercado de productos en el pasado reciente. Conforme nuestra economía moderna se vuelva más y más determinada por el conocimiento, las ganancias de un libre intercambio de ideas se volverán demasiado grandes; los costos de suprimirlo son demasiado altos.
La adopción de China tanto de su historia como de la globalización nos conduce a creer que el capitalismo chino, que recién inició su largo viaje, será distinto. Esto es deseable no solo para China, sino para Occidente y para todos los demás también. También es deseable para la economía de mercado a nivel mundial. Hoy, la biodiversidad es reconocida como algo vital para mantener nuestro ambiente natural. La diversidad institucional juega un papel similar cuando se trata de mantener a la sociedad humana resistente. El capitalismo será mucho más sólido si no es un monopolio de Occidente, pero florece en sociedades con distintas culturas, religiones, historias y sistemas políticos. Mientras que el comercio en el mercado global de productos hace que la guerra sea demasiado cara como para ser librada, un mercado global de ideas puede tolerar y prosperar sobre la colisión de ideas pero nos aleja de la colisión de civilizaciones.

Cómo China se volvió capitalista

Ronald Coase y Ning Wang dijeron de su libro How China Became Capitalist: "Siendo un relato de cómo China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos primeras décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos partes por un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989".
Ronald Coase (1910-2013) fue un Premio Nobel y Profesor Distinguido de la Escuela de Leyes de la Universida de Chicago.
Ning Wang profesor asistente en la Escuela de Política y Estudios Globales en Arizona State University.
Este ensayo fue publicado originalmente en inglés en la edición de Enero/Febrero de 2013 del Cato Policy Report. Está basado en el libro de los mismos autores How China Became Capitalist (Palgrave, 2013).
Nadie predijo que la “modernización socialista” que el gobierno chino post-Mao lanzó en 30 años resultaría ser lo que los académicos denominan hoy la gran transformación económica de China. Cómo las acciones de los campesinos, trabajadores, académicos, y legisladores chinos se combinaron y derivaron en esta consecuencia no intencionada es la historia que intentamos contar. Hoy, no necesitamos presentar datos estadísticos para convencerlo del auge de la economía china, aún cuando China todavía se enfrenta a retos enormes. Muchos chinos todavía son pobres, muchos menos chinos tienen acceso a agua pura que a los teléfonos celulares, y todavía se enfrentan a muchos obstáculos cuando se trata de proteger sus derechos y ejercer su libertad. No obstante, China ha sido transformado desde adentro a lo largo de los últimos 35 años. Esta transformación es la principal historia de nuestra época. La lucha de China, en otras palabras, es la lucha del mundo.


Thursday, July 7, 2016

Liberales y liberales

Liberales y liberales

Liberales y liberales









Por Mario Vargas Llosa
El País, Madrid
Como los seres humanos, las palabras cambian de contenido según el tiempo y el lugar. Seguir sus transformaciones es instructivo, aunque, a veces, como ocurre con el vocablo “liberal”, semejante averiguación puede extraviarnos en un laberinto de dudas.
En el Quijote y la literatura de su época la palabra aparece varias veces. ¿Qué quiere decir allí? Hombre de espíritu abierto, bien educado, tolerante, comunicativo; en suma, una persona con la que se puede simpatizar. En ella no hay connotaciones políticas ni religiosas, sólo éticas y cívicas en el sentido más ancho de ambas palabras.
A fines del siglo XVIII este vocablo cambia de naturaleza y adquiere matices que tienen que ver con las ideas sobre la libertad y el mercado de los pensadores británicos y franceses de la Ilustración (Stuart Mill, Locke, Hume, Adam Smith, Voltaire). Los liberales combaten la esclavitud y el intervencionismo del Estado, defienden la propiedad privada, el comercio libre, la competencia, el individualismo y se declaran enemigos de los dogmas y el absolutismo.


En el siglo XIX un liberal es sobre todo un librepensador: defiende el Estado laico, quiere separar la Iglesia del Estado, emancipar a la sociedad del oscurantismo religioso. Sus diferencias con los conservadores y los regímenes autoritarios generan a menudo guerras civiles y revoluciones. El liberal de entonces es lo que hoy llamaríamos un progresista, defensor de los derechos humanos (desde la Revolución Francesa se les conocía como los Derechos del Hombre) y la democracia.
Con la aparición del marxismo y la difusión de las ideas socialistas, el liberalismo va siendo desplazado de la vanguardia a una retaguardia, por defender un sistema económico y político —el capitalismo— que el socialismo y el comunismo quieren abolir en nombre de una justicia social que identifican con el colectivismo y el estatismo. (No en todas partes ocurre esta transformación de la palabra liberal. En Estados Unidos un liberal es todavía un radical, un socialdemócrata o un socialista a secas). La conversión de la vertiente comunista del socialismo al autoritarismo empuja al socialismo democrático al centro político y lo acerca —sin juntarlo— al liberalismo.
En nuestros días, liberal y liberalismo quieren decir, según las culturas y los países, cosas distintas y a veces contradictorias. El partido del tiranuelo nicaragüense Somoza se llamaba liberal y así se denomina, en Austria, un partido neofascista. La confusión es tan extrema que regímenes dictatoriales como los de Pinochet en Chile y de Fujimori en Perú son llamados a veces “liberales” o “neoliberales” porque privatizaron algunas empresas y abrieron mercados. De esta desnaturalización de lo que es la doctrina liberal no son del todo inocentes algunos liberales convencidos de que el liberalismo es una doctrina esencialmente económica, que gira en torno del mercado como una panacea mágica para la resolución de todos los problemas sociales. Esos logaritmos vivientes llegan a formas extremas de dogmatismo y están dispuestos a hacer tales concesiones en el campo político a la extrema derecha y al neofascismo que han contribuido a desprestigiar las ideas liberales y a que se las vea como una máscara de la reacción y la explotación.
Dicho esto, es verdad que algunos gobiernos conservadores, como los de Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en el Reino Unido, llevaron a cabo reformas económicas y sociales de inequívoca raíz liberal, impulsando la cultura de la libertad de manera extraordinaria, aunque en otros campos la hicieran retroceder. Lo mismo podría decirse de algunos gobiernos socialistas, como el de Felipe González en España o el de José Mujica en Uruguay, que, en la esfera de los derechos humanos, han hecho progresar a sus países reduciendo injusticias inveteradas y creando oportunidades para los ciudadanos de menores ingresos.
Una de las características del liberalismo en nuestros días es que se le encuentra en los lugares menos pensados y a veces brilla por su ausencia donde ciertos ingenuos creen que está. A las personas y partidos hay que juzgarlos no por lo que dicen y predican sino por lo que hacen. En el debate que hay en estos días en el Perú sobre la concentración de los medios de prensa, algunos valedores de la adquisición por el grupo El Comercio de la mayoría de las acciones de Epensa, que le confiere casi el 80% del mercado de la prensa, son periodistas que callaron o aplaudieron cuando la dictadura de Fujimori y Montesinos cometía sus crímenes más abominables y manipulaba toda la información, comprando a dueños y redactores de diarios o intimidándolos. ¿Cómo tomaríamos en serio a esos novísimos catecúmenos de la libertad? Un filósofo y economista liberal de la llamada escuela austríaca, Ludwig von Mises, se oponía a que hubiera partidos políticos liberales, porque, a su juicio, el liberalismo debía ser una cultura que irrigara a un arco muy amplio de formaciones y movimientos que, aunque tuvieran importantes discrepancias, compartieran un denominador común sobre ciertos principios liberales básicos.
Algo de eso ocurre desde hace buen tiempo en las democracias más avanzadas, donde, con diferencias más de matiz que de esencia, entre democristianos y socialdemócratas y socialistas, liberales y conservadores, republicanos y demócratas, hay unos consensos que dan estabilidad a las instituciones y continuidad a las políticas sociales y económicas, un sistema que sólo se ve amenazado por sus extremos, el neofascismo del Frente Nacional en Francia, por ejemplo, o La Liga Lombarda en Italia, y grupos y grupúsculos ultra comunistas y anarquistas.
En América Latina este proceso se da de manera más pausada y con más riesgo de retroceso que en otras partes del mundo, por lo débil que es todavía la cultura democrática, que sólo tiene tradición en países como Chile, Uruguay y Costa Rica, en tanto que en los demás es más bien precaria. Pero ha comenzado a suceder y la mejor prueba de ello es que las dictaduras militares prácticamente se han extinguido y de los movimientos armados revolucionarios sobrevive a duras penas las FARC colombianas, con un apoyo popular decreciente. Es verdad que hay gobiernos populistas y demagógicos, aparte del anacronismo que es Cuba, pero Venezuela, por ejemplo, que aspiraba a ser el gran fermento del socialismo revolucionario latinoamericano, vive una crisis económica, política y social tan profunda, con el desplome de su moneda, la carestía demencial —todo falta, la comida, el agua, hasta el papel higiénico— y las iniquidades de la delincuencia, que difícilmente podría ser ahora el modelo continental en que quería convertirla el comandante Chávez.
Hay ciertas ideas básicas que definen a un liberal. Que la libertad, valor supremo, es una e indivisible y que ella debe operar en todos los campos para garantizar el verdadero progreso. La libertad política, económica, social, cultural, son una sola y todas ellas hacen avanzar la justicia, la riqueza, los derechos humanos, las oportunidades y la coexistencia pacífica en una sociedad. Si en uno solo de esos campos la libertad se eclipsa, en todos los otros se encuentra amenazada.
Los liberales creen que el Estado pequeño es más eficiente que el que crece demasiado, y que, cuando esto último ocurre, no sólo la economía se resiente, también el conjunto de las libertades públicas. Creen asimismo que la función del Estado no es producir riqueza, sino que esta función la lleva a cabo mejor la sociedad civil, en un régimen de mercado libre, en que se prohíben los privilegios y se respeta la propiedad privada. La seguridad, el orden público, la legalidad, la educación y la salud competen al Estado, desde luego, pero no de manera monopólica sino en estrecha colaboración con la sociedad civil.
Estas y otras convicciones generales de un liberal tienen, a la hora de su aplicación, fórmulas y matices muy diversos relacionados con el nivel de desarrollo de una sociedad, de su cultura y sus tradiciones. No hay fórmulas rígidas y recetas únicas para ponerlas en práctica. Forzar reformas liberales de manera abrupta, sin consenso, puede provocar frustración, desórdenes y crisis políticas que pongan en peligro el sistema democrático. Este es tan esencial al pensamiento liberal como el de la libertad económica y el respeto a los derechos humanos. Por eso, la difícil tolerancia —para quienes, como nosotros, españoles y latinoamericanos, tenemos una tradición dogmática e intransigente tan fuerte— debería ser la virtud más apreciada entre los liberales. Tolerancia quiere decir, simplemente, aceptar la posibilidad del error en las convicciones propias y de verdad en las ajenas.
Es natural, por eso, que haya entre los liberales discrepancias, y a veces muy serias, sobre temas como el aborto, los matrimonios gay, la descriminalización de las drogas y otros. Sobre ninguno de estos temas existe una verdad revelada liberal, porque para los liberales no hay verdades reveladas. La verdad es, como estableció Karl Popper, siempre provisional, sólo válida mientras no surja otra que la califique o refute. Los congresos y encuentros liberales suelen ser, a menudo, parecidos a los de los trotskistas (cuando el trotskismo existía): batallas intelectuales en defensa de ideas contrapuestas. Algunos ven en ello un rasgo de inoperancia e irrealismo. Yo creo que esas controversias entre lo que Isaías Berlin llamaba “las verdades contradictorias” han hecho que el liberalismo siga siendo la doctrina que más ha contribuido a mejorar la coexistencia social, haciendo avanzar la libertad humana.
© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2014.
© Mario Vargas Llosa, 2014.

Liberales y liberales

Liberales y liberales

Liberales y liberales









Por Mario Vargas Llosa
El País, Madrid
Como los seres humanos, las palabras cambian de contenido según el tiempo y el lugar. Seguir sus transformaciones es instructivo, aunque, a veces, como ocurre con el vocablo “liberal”, semejante averiguación puede extraviarnos en un laberinto de dudas.
En el Quijote y la literatura de su época la palabra aparece varias veces. ¿Qué quiere decir allí? Hombre de espíritu abierto, bien educado, tolerante, comunicativo; en suma, una persona con la que se puede simpatizar. En ella no hay connotaciones políticas ni religiosas, sólo éticas y cívicas en el sentido más ancho de ambas palabras.
A fines del siglo XVIII este vocablo cambia de naturaleza y adquiere matices que tienen que ver con las ideas sobre la libertad y el mercado de los pensadores británicos y franceses de la Ilustración (Stuart Mill, Locke, Hume, Adam Smith, Voltaire). Los liberales combaten la esclavitud y el intervencionismo del Estado, defienden la propiedad privada, el comercio libre, la competencia, el individualismo y se declaran enemigos de los dogmas y el absolutismo.

Tuesday, June 21, 2016

No sólo tuvimos a los de la Escuela de Salamanca


Con la repetición de las elecciones a la vuelta de la esquina, y ya desde antes de que empezase oficialmente la campaña electoral, no puede uno sustraerse de las mil y una propuestas de los políticos de todo signo sobre lo que quieren hacer con nuestro país, y, especialmente, las mil y una medidas que van a aplicar para garantizar una vida mejor para todos. Las propuestas de todos ellos (salvando alguna honrosa excepción, por lo demás, minoritaria) concibe el problema económico como un simple problema de asignación de recursos “dados”, suponiendo, por tanto, un conocimiento de los fines y de los medios de los agentes, de forma que el problema económico queda reducido a un problema técnico de mera asignación, maximización u optimización, sometido a unas restricciones que se suponen también conocidas. De ahí que los políticos, que se creen más listos que nadie, estén convencidos de tener en su poder todas las recetas.



En el foro en el que aparece el presente artículo, todos estamos familiarizados con el papel esencial que la Escuela Austríaca de Economía le asigna a la “empresarialidad” dentro del proceso económico, concepto contrario al de la corriente mayoritaria de la que, por desgracia, beben nuestros políticos más “destacados”. Basta, para refrescar esas ideas, con acercarse a la obra de, entre otros, el flamante X Premio Juan de Mariana, Jesús Huerta de Soto.
Mi intención en este artículo es, precisamente, rescatar el pensamiento económico de un compatriota nuestro del siglo XVIII cuyas ideas sobre temas económicos entroncan directamente con los “economistas clásicos” y en cuyo seno se encuentran, claramente, ideas o intuiciones que después desarrollarán corrientes de pensamiento como la Escuela Austríaca, arriba citada. Un ejemplo es la idea que este autor español tenía del concepto de la “información” necesaria para el desarrollo económico, y que podemos relacionar, directamente, con lo que los austríacos denominan “empresarialidad”. Me refiero a Jovellanos, generalmente conocido por su obra literaria, pero de cuyos ensayos económicos poco saben los no especialistas, a pesar de que se trate de un pensamiento muy rico y en el que ya se perfilan muchas de las ideas que se desarrollarán más de un siglo después.
En efecto, en una de sus obras económicas esenciales, su “Informe de Ley Agraria” (1795), Jovellanos enumera, uno a uno, los “estorbos” económicos que él veía en la economía (eminentemente agraria) de su época, y las medidas que, a su juicio, se debían adoptar, en un planteamiento del que tanto deberían aprender nuestros políticos, y que tanto nos suenan a quienes comulgamos con la Escuela Austríaca. De entre ellos, uno de los principales es la idea de “empresarialidad” que subyace en su planteamiento, y la necesidad de fomentar una educación que ayude a desarrollar ese rasgo de los agentes económicos.
Para la Escuela Austríaca, y resumiendo mucho, se entiende por empresario  al sujeto que actúa para modificar las circunstancias del presente y conseguir sus propios y personales objetivos o fines, a través de los medios escasos que subjetivamente considera más adecuados, de acuerdo con un plan y desarrollando su acción en el tiempo. Pero para entender la naturaleza de dicha función empresarial es imprescindible tener presente el papel esencial que juega la información o conocimiento que posee el actor; una información que le sirve, en primer lugar, para percibir o darse cuenta de nuevos fines y medios, y que, por otra parte, modifica los esquemas mentales o de conocimiento que posee el propio sujeto. De esta forma, si el problema económico de la sociedad se concreta, principalmente, en la pronta adaptación a los cambios según las circunstancias particulares de tiempo y lugar -para poder alcanzar, cada vez, situaciones menos insatisfactoria para el individuo, de acuerdo con la evolución de sus fines y la distinta utilidad subjetiva que se les reconoce a los medios escasos disponibles-, las decisiones empresariales tendrán, en principio, más éxito si son ejecutadas por quienes están familiarizados con estas circunstancias, es decir, por quienes conocen de primera mano los cambios pertinentes y los recursos disponibles de inmediato para poder ser utilizados .
Vemos, por tanto, que se hace imprescindible un conocimiento subjetivo y práctico, centrado en las circunstancias subjetivas particulares de tiempo y espacio, y que verse, como decíamos, tanto sobre los fines que pretende el actor y que él cree que persiguen el resto de actores, como sobre los medios que el actor cree tener a su alcance para lograr los citados fines. Un conocimiento, por tanto, que no es teórico, sino práctico, y que, en consecuencia, es de carácter privativo y disperso, que no es algo “dado” que se encuentre disponible para todo el mundo, sino que se encuentra “diseminado” en la mente de todos y cada uno de los hombres y mujeres que actúan y que constituyen la humanidad.
Ese es, precisamente, y en esencia, el planteamiento de Jovellanos, que, ya en la segunda mitad del XVIII, critica de forma frontal el tipo de enseñanza de su época, señalando, además, los medios que, a su juicio, garantizarían una educación acorde con las necesidades económicas de los “propietarios” y campesinos. En ese planteamiento es donde subyace, de hecho, una idea de “empresarialidad” (término que, por supuesto, Jovellanos no utiliza) cuyos rasgos son muy similares -si bien, evidentemente, mucho menos desarrollados-, a los de los austríacos:
Jovellanos destaca, por ejemplo, la falta de reconocimiento y consideración con que se trata, en su época, a las ciencias exactas, físicas, naturales y experimentales, especialmente las aplicables a la mejora de las técnicas de cultivo:
Para que los institutos propuestos sean verdaderamente útiles convendrá formar unos buenos elementos, así de ciencias matemáticas como de ciencias físicas, y singularmente de éstas últimas; unos elementos que, al mismo tiempo, reúnan cuantas verdades y conocimientos puedan ser provechosos y aplicables a los usos de la vida civil y doméstica (…)
Dígnese, pues, V.A. de restaurarlas en su antigua estima; dígnese de promoverlas de nuevo, y la agricultura correrá a su perfección. Las ciencias exactas perfeccionarán sus instrumentos, sus máquinas, su economía y sus cálculos, y los abrirán además la puerta para entrar al estudio de la naturaleza (…). La historia natural, presentándole las producciones de todo el globo, le mostrará nuevas semillas, nuevos frutos, nuevas plantas y hierbas que cultivar y acomodar a él, y nuevos individuos del reino animal que domiciliar en su recinto. Con estos auxilios descubrirá nuevos modos de mezclar, abonar y preparar la tierra, y nuevos métodos de romperla y sazonarla. Los desmontes, los desagües, los riesgos, la conservación y el beneficio de los frutos, la construcción de trojes y bodegas, de molinos, de lagares y prensas, en una palabra, la inmensa variedad de artes subalternas y auxiliares del arte grande de la agricultura, fiadas ahora a prácticas absurdas y viciosas, se perfeccionarán a la luz de estos conocimientos, que no por otra causa se llaman útiles que por el gran provecho que puede sacar el hombre de su aplicación y socorro de sus necesidades.
En su opinión, dicho cambio de mentalidad no se podía esperar de la Universidad española, anquilosada y escolástica, ni debía orientarse hacia las disquisiciones puramente teóricas, sino hacia aplicaciones prácticas y a personas directamente dedicadas y/o interesadas en la agricultura (propietarios y campesinos principalmente):
Tampoco propondrá la Sociedad que se agregue esta especie de enseñanza al plan de nuestras universidades. Mientras sean lo que son y lo que han sido hasta aquí; mientras estén dominadas por el espíritu escolástico, jamás prevalecerán en ellas las ciencias experimentales (…) tantas cátedras, en fin, que sólo sirven para hacer que superabunden los capellanes, los frailes, los médicos, los letrados, los escribanos y sacristanes mientras escasean los arrieros, los marineros, los artesanos y los labradores, ¿no estaría mejor suprimirlas, y aplicada su dotación a esta enseñanza provechosa? (…) La agricultura no necesita discípulos adoctrinados en los bancos de las aulas, ni doctores que enseñen desde las cátedras, o asentados en derredor de una mesa. Necesita de hombres prácticos y pacientes, que sepan estercolar, arar, sembrar, coger, limpiar las mieses, conservar y beneficiar los frutos, cosas que distan demasiado del espíritu de las escuelas, y que no pueden ser enseñadas con el aparato científico.
Para ello recomendaba la creación, en ciudades y villas de importancia, de centros en los que pudiesen formarse los “propietarios” (sic), así como de una enseñanza primaria, para que los campesinos aprendan a “leer, escribir y contar”, a fin de que puedan “perfeccionar las facultades de su razón y de su alma” y percibir las sublimes verdades “sencillas y palpables de la física, que conducen a la perfección de sus artes”.
En opinión del patricio asturiano, tanto los propietarios como los campesinos y los párrocos debían disponer de publicaciones de fácil comprensión, elaboradas por las Sociedades de Amigos del País, que los formaran en técnicas de preparación de la tierra y siembra, así como en el uso de mejores y más modernos instrumentos de cultivo.
Como vemos, el planteamiento que Jovellanos desarrolla en la obra da una gran importancia al conocimiento, pero entendido en un sentido amplio, sin limitarlo a la mera información teórica, pero reconociéndole a la física, a las matemáticas y a las ciencias experimentales en general, su importancia; acentuando la necesidad de que se fije en la resolución de los problemas prácticos, pero sin olvidar los teóricos; reconociendo implícitamente que no es necesario que  se conozcan todas las circunstancias, todos los acontecimientos, todos los efectos, aunque sí unos mínimos; un conocimiento dirigido a las personas directamente relacionadas con el sector en el que se va a aplicar y, por supuesto, siempre  atento a las innovaciones y mejoras, permanentes y dispersas, que se van descubriendo (en otras zonas o por otras personas), a fin de poder incorporarlas inmediatamente al proceso productivo, en un proceso que se retroalimenta.
En definitiva, un conocimiento que tiene los mismos rasgos y las mismas características que destacan los autores de la Escuela Austriaca al hablar del conocimiento propio de la función empresarial, y que, si bien Jovellanos no lo refiere a la “empresa” como estructura creadora y aglutinadora, sí lo entiende como un “intangible”, que va más allá del mero conocimiento intelectual, en sentido estricto, y que incluye otras muchas habilidades del ser humano.

No sólo tuvimos a los de la Escuela de Salamanca


Con la repetición de las elecciones a la vuelta de la esquina, y ya desde antes de que empezase oficialmente la campaña electoral, no puede uno sustraerse de las mil y una propuestas de los políticos de todo signo sobre lo que quieren hacer con nuestro país, y, especialmente, las mil y una medidas que van a aplicar para garantizar una vida mejor para todos. Las propuestas de todos ellos (salvando alguna honrosa excepción, por lo demás, minoritaria) concibe el problema económico como un simple problema de asignación de recursos “dados”, suponiendo, por tanto, un conocimiento de los fines y de los medios de los agentes, de forma que el problema económico queda reducido a un problema técnico de mera asignación, maximización u optimización, sometido a unas restricciones que se suponen también conocidas. De ahí que los políticos, que se creen más listos que nadie, estén convencidos de tener en su poder todas las recetas.


Saturday, June 18, 2016

¿Por qué el liberalismo no es bien visto?

libertad1
‘Sonrían porque sí se puede’, fue el último mensaje con el que el líder populista de Podemos, cerró su intervención del debate a cuatro previo a las elecciones generales, ofrecido por AtresMedia. Nueve días después consiguió más de cinco millones de votos, algunos más que los 2.833 votos del único partido medianamente liberal de España, el Partido Libertario. En definitiva el colectivismo, otra vez, dio una paliza a la libertad individual.
En estas líneas vamos a intentar entre usted y yo, resolver las cuestiones por las cuales, la libertad tiene de apellido; fracaso, en todas las contiendas electorales, las sociedades, el sistema económico etc En primer lugar vamos a definir el liberalismo, el de verdad, no el subjetivo de cada persona. El liberalismo en resumen, se basa en la defensa de las libertades civiles (libre condición sexual, libre circulación de personas, libre decisión sobre tu cuerpo, libertad de culto, pensamiento etc), derechos inalienables (derecho a la vida, propiedad privada…), igualdad ante la justicia; así como el libre mercado sin intervención estatal.


¿Por qué algo tan atractivo, y a la vez, lo más justo para las personas, no tiene buen ver para la gran mayoría de los españoles? Según un estudio de la Fundación BBVA del año 2013, 3 de cada 4 españoles piensan y opinan que el Estado no sólo debe existir, sino que además, debe ser la solución de sus vidas así como aumentar su intervención en la economía. Datos preocupantes que confirman el desapego de la inmensa mayoría de los españoles a ser libres y no depender del poder estatal.
Hay que entender que esta realidad, en la que la libertad está en peligro de extinción, se debe a una serie de factores que hacen difícil el acercamiento de las personas a este valor.

El Estado y la persona

Cuando vinimos a este mundo, en la mayoría de los casos, nos sacó de ahí dentro un médico de la Sanidad Pública, así como íbamos recibiendo besos y halagos de los familiares, en la sala de espera de un hospital público. Este momento tan esencial del ser humano está copado por el Estado, y es simbólicamente, el hecho por el cual, la mayoría de las personas siguen embaucados en las manos del gestor de su vida y de sus decisiones, el Gobierno.
El Estado te hace creer que es un ser indispensable en tu vida, y lo más relevante, por la gracia divina. Proporcionándote una sanidad, educación, sistema de pensiones, ayudas sociales etc a cambio de que tu les pagues impuestos, todo mediante coacción y sin libre desvinculación. Pero la persona, ingenua, al ver que todas las personas aceptan este sistema, no se plantea otra alternativa de vida, está conforme con la esfera de libertad que le da el Estado.
Por último, el factor posiblemente más importante, es el educativo. El Estado, pone todo lo que está en su mano, con un éxito del 88%, para que el individuo que ha llegado al sistema educativo estatal, pasando por todas sus etapas educativas, acabe con una edad madura defendiendo el éxito de la socialdemocracia impuesta de hoy. Haciendo muy difícil que la persona en cuestión, reflexione acerca del modelo actual que el Estado obliga a aceptar.

La sociedad y la persona

La sociedad se mueve por la empatía, es decir, tiende a cooperar de manera voluntaria para lograr el bien individual de cada persona. Ese origen de la voluntariedad entre personas fue modificado por el Estado, con un objetivo muy claro, convertir la libre cooperación encolectivismo forzoso. Ha sido tal el éxito, que hoy día, defender la libre colaboración entre personas y no exigido por el Estado, te convierte en un individuo ‘egoísta e insolidario’ ante la sociedad.

Un paso hacia la libertad

Vamos observando que hay grandes bases asentadas en la socialdemocracia actual, y será complejo, abrir la mente de millones de personas, que están en su pompa de libertad siendo inconscientes de que aún pueden absorber más y más, de lo que les proporciona el Estado.
El hacerte creer que estás representado por alguien (siendo tú el mejor representante de ti mismo), más la solidaridad forzosa, el bien común, en definitiva, el bien del grupo por encima de la libertad del individuo, llega a ser consustancial para la gran mayoría.
Habría que hacer ver a las personas, que la libertad de poder elegir tu proyecto de vida sin meterte en la de otros, es la mejor forma de garantizar la ‘justicia social’.
‘Todos hablan de libertad, pero ven a alguien libre y se espantan’
Hugo Finkelstein

¿Por qué el liberalismo no es bien visto?

libertad1
‘Sonrían porque sí se puede’, fue el último mensaje con el que el líder populista de Podemos, cerró su intervención del debate a cuatro previo a las elecciones generales, ofrecido por AtresMedia. Nueve días después consiguió más de cinco millones de votos, algunos más que los 2.833 votos del único partido medianamente liberal de España, el Partido Libertario. En definitiva el colectivismo, otra vez, dio una paliza a la libertad individual.
En estas líneas vamos a intentar entre usted y yo, resolver las cuestiones por las cuales, la libertad tiene de apellido; fracaso, en todas las contiendas electorales, las sociedades, el sistema económico etc En primer lugar vamos a definir el liberalismo, el de verdad, no el subjetivo de cada persona. El liberalismo en resumen, se basa en la defensa de las libertades civiles (libre condición sexual, libre circulación de personas, libre decisión sobre tu cuerpo, libertad de culto, pensamiento etc), derechos inalienables (derecho a la vida, propiedad privada…), igualdad ante la justicia; así como el libre mercado sin intervención estatal.

Friday, June 17, 2016

Las mentiras abiertas de América Latina

Eduardo Goligorsky

Ha fallecido Eduardo Galeano, cuyo ensayo Las venas abiertas de América Latina (Siglo XXI, 1971) fue el libro de cabecera de miles de jóvenes que empuñaron las armas y murieron con la convicción de estar luchando por un mundo mejor, libre de injusticias, cuando en realidad eran los títeres de un tenebroso proyecto totalitario. Galeano sobrevivió a sus prosélitos y siguió empeñado en aumentar, con nuevas cruzadas antisistema, el largo recuento de cadáveres. Ya me ocupé del tema en "Coquetearon con el enemigo" (LD, 6/12/2011).
Intelectuales necrófilos
Con el crudo cinismo característico de los intelectuales necrófilos que se jactan de haber sembrado con sus mentiras las semillas del odio para que otros vayan a matar y morir en nombre de la revolución, confesó, durante un salón literario en Brasilia (El País, 5/5/2014):



No volvería a leer Las venas abiertas de América Latina, porque si lo hiciera me caería desmayado. No tenía los suficientes conocimientos de economía ni de política cuando lo escribí. (…) Para mí esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Mi físico no la aguantaría. Sería ingresado en el hospital. (…) No me arrepiento de haberlo escrito, pero es una etapa que, para mí, está superada.
Quienes no superaron la etapa fueron sus lectores muertos, de los que el instigador se desentendía y, para colmo, tanto el libro como su autor han perdurado como guías de dictadores tercermundistas y de militantes alucinados.
En el capítulo final de este libro de Galeano aparece, precisamente, la convocatoria que movilizó a sus compatriotas tupamaros y a otros protagonistas de la subversión continental, que el autor jaleó desde su segura residencia en España:
La causa nacional latinoamericana es, ante todo, una causa social. Para que América Latina pueda nacer de nuevo, habrá que empezar por derribar a sus dueños, país por país. Se abren tiempos de rebelión y de cambio.
Dato significativo: el libro se abre con una embestida contra los planes de los países desarrollados para divulgar, entre las familias pobres de los subdesarrollados, los métodos de control de la natalidad que son de uso corriente en la clase social a la que pertenecen los Galeano y muchos otros progres habituados a experimentar en cuerpo ajeno. Para ellos, la explosión demográfica, con sus secuelas de miseria y hambre, es el medio apropiado para renovar sus contingentes de carne de cañón a medida que la represión aniquila a los veteranos. Los mecanismos mentales tortuosos de Galeano quedan al descubierto cuando escribe:
Los dispositivos intrauterinos compiten con las bombas y la metralla, en el sudeste asiático, en el esfuerzo por detener el crecimiento de la población de Vietnam. En América Latina resulta más higiénico y eficaz matar a los guerrilleros en los úteros que en las sierras o en las calles.
Su admirado psicópata
Galeano estaba obviamente obsesionado por la exhortación que formuló el Che Guevara en el que sería su testamento político, el "Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental":
¡Crear dos, tres, muchos Vietnam más! ¡Esa es la consigna!
Para exhibir, a continuación, las heces de su pensamiento sádico:
El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de los límites naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar.
Galeano publicó en El País (8/10/1987) un extenso artículo hagiográfico sobre su admirado psicópata, en el que cita la opinión de la madre de este, Celia de la Serna:
Celia, que tanto se le parecía, le tomaba el pelo por intolerante y fanático. Ella me dijo que él actuaba movido por una tremenda necesidad de totalidad y pureza. Así se convirtió en el más puritano de los dirigentes revolucionarios occidentales. En Cuba era el jacobino de la revolución. "Cuidado que viene el Che", advertían los cubanos, bromeando pero en serio. Todo o nada, agotadoras batallas ha de haber librado este refinado intelectual contra su propia conciencia, tentada por la duda; con rigor de monje o de guerrero iba conquistando certidumbres de hierro.
Adulación servil
A la veneración por la figura savonarolesca de aquella eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar, la acompañaba la adulación servil de la dictadura castrista (El País, 20/2/1983):
Yo estuve en Cuba como periodista y escritor; fui jurado del premio Casa de las Américas. Tuve la suerte de ver la revolución en diferentes etapas. El largo viaje de la euforia a la responsabilidad. No comparto en absoluto la actitud de quienes se sienten ahora estafados por la revolución, la cual ha dejado de ser una aventura romántica para convertirse en una cotidiana aventura de desafío a la realidad. (…) Para mí la revolución cubana sigue siendo lo que era: un proceso de cambio, de transformación permanente. La revolución es siempre diferente a sí misma. En el curso de muy pocos años pienso que ha mostrado que la lucha contra la humillación y la pobreza es posible, y que aun en las condiciones más adversas es posible también el milagro de echarse a andar con las propias piernas.
Y tras los fusilamientos del general Arnaldo Ochoa Sánchez, condecorado como Héroe de la Revolución, del coronel Tony de la Guardia y de otros dos oficiales tras una parodia de los juicios estalinistas de Moscú, sentenció Galeano:
Y por lamentables que hayan sido los fusilamientos en Cuba, al fin y al cabo, ¿deja por ello de ser admirable la porfiada valentía de esta isla minúscula, condenada a la soledad, en un mundo donde el servilismo es alta virtud o prueba de talento? ¿Un mundo donde quien no se vende se alquila?
Felizmente insertado en el clan de revolucionarios privilegiados, que disfrutan de cátedras y de imperios multimedia desde donde pueden divulgar sus sofismas, con la recompensa extra de algún premio de postín, Eduardo Germán María Hughes Galeano (su nombre completo) fue un típico representante de la casta que despotrica contra la sociedad abierta al grito de "¡Armémonos y vayan a luchar!".
Cuando los bárbaros están en las puertas de nuestra civilización, no es la hora de escribir necrológicas amables sobre quienes les han allanado el camino.

Las mentiras abiertas de América Latina

Eduardo Goligorsky

Ha fallecido Eduardo Galeano, cuyo ensayo Las venas abiertas de América Latina (Siglo XXI, 1971) fue el libro de cabecera de miles de jóvenes que empuñaron las armas y murieron con la convicción de estar luchando por un mundo mejor, libre de injusticias, cuando en realidad eran los títeres de un tenebroso proyecto totalitario. Galeano sobrevivió a sus prosélitos y siguió empeñado en aumentar, con nuevas cruzadas antisistema, el largo recuento de cadáveres. Ya me ocupé del tema en "Coquetearon con el enemigo" (LD, 6/12/2011).
Intelectuales necrófilos
Con el crudo cinismo característico de los intelectuales necrófilos que se jactan de haber sembrado con sus mentiras las semillas del odio para que otros vayan a matar y morir en nombre de la revolución, confesó, durante un salón literario en Brasilia (El País, 5/5/2014):


Thursday, June 16, 2016

¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?

Carlos Rodríguez Braun aclara ciertas imprecisiones --ampliamente difundidas-- acerca de las posturas de Adam Smith.

Carlos Rodríguez Braun es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la misma universidad. Su blog se encuentra en www.carlosrodriguezbraun.com y su cuenta de Twitter es @rodriguezbraun.
Escritora y periodista sueca Katrine Marçal (Lund, Suecia, 1983) habla en este libro (¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?. Una historia de las mujeres y la economía, Debate, Barcelona, 2016), bien escrito, y bien traducido por Elda García-Posada, de problemas reales de muchas mujeres desde una acertada y valiente perspectiva feminista. Hay que tener valor para reconocer que nunca ha mejorado la situación de las mujeres más que en nuestro tiempo, o para subrayar que gracias a la globalización J. K. Rowling ganó mucho más dinero que Dickens, que ya ganó bastante gracias al supuestamente malvado capitalismo decimonónico.



No hay en el libro lágrimas de cocodrilo hacia el servicio doméstico, habitualmente retratado con tintes dramáticos y cuasi-esclavistas por tantas feministas: “Las empleadas domésticas filipinas que trabajan en Hong Kong ganan tanto como un médico varón en la Filipinas rural. Las niñeras que emigran a Italia para trabajar tienen un salario entre siete y quince veces más alto de lo que podrían ganar en sus países de origen. ¿Son víctimas? Si es así, ¿en comparación con quién?”. Esto no significa que las mujeres vivan en un paraíso. No lo cree desde luego la autora, que señala y denuncia sus dificultades genuinas, la mayoría de las cuales relacionadas con nosotros, los varones.
Cuando habla de economía, Katrine Marçal puede tener asimismo una visión ponderada y acertada, por ejemplo, cuando cuestiona el PIB como medición de la economía real, entre otras cosas por no tomar en consideración el trabajo remunerado de las mujeres en las casas. También atina cuando critica el reduccionismo de la economía neoclásica y del ‘homo economicus', obsesionado con la racionalidad y la eficiencia. Es el que ridiculizó el mismo Charles Dickens con el personaje de Thomas Gradgrind en Tiempos difíciles; o el del chiste del economista —tiene que ser un hombre, porque hay bobadas básicamente masculinas— que en vez de decirle a su amada “te quiero”, le dice: “nuestras funciones de utilidad son interdependientes”.
En cambio, lo deficiente de este volumen son apenas reiteraciones de tonterías proclamadas por hombres. Por ejemplo, los topicazos sobre la crisis y el supuesto mercado libre, o esta fabulosa distorsión de la pobreza en el mundo: “la otra mitad del planeta se muere de hambre”, precisamente cuando el hambre por primera vez en la historia es un fenómeno extraordinariamente aislado.
O eso de que el mercado es un casino, gansada que ya soltó Keynes en 1936 y que no resiste un análisis estadístico. O que “el mercado controla más que nunca la economía mundial”, cuando padecemos los impuestos más altos desde Eva.
Incluso en lo peor del libro, que es su visión de Adam Smith, la autora coincide con economistas varones que han aducido que la base científica del liberalismo es el mercado perfecto neoclásico, que supuestamente sería el propiciado por Smith con su “mano invisible”, lo que no tiene nada que ver con el liberalismo ni con lo que escribió el filósofo escocés.
Según Marçal, Smith alumbró un hombre económico calculador y brutal, que mantenía los afectos al margen. Así empieza el primer libro de Smith: “Por más egoísta que se pueda suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza algunos principios que le hacen interesarse por la suerte de otros, y hacen que la felicidad de éstos le resulte necesaria, aunque no derive de ella nada más que el placer de contemplarla” (La teoría de los sentimientos morales, Alianza, p. 49). Cuando la autora recoge que “el Estado natural del ser humano es la dependencia respecto de los demás” podría haber citado a Smith, que afirmó que el hombre “está constantemente necesitado de la cooperación y ayuda de grandes multitudes, mientras que toda su vida apenas le resultará suficiente como para ganar la amistad de un puñado de personas” (La riqueza de las naciones, Alianza, p. 45). Dice Katrine Marçal que el cínico Bernard Mandeville, según el cual cuando actuamos egoístamente logramos lo mejor para el conjunto, expone “el mismo cuento que el de Smith”. Pero lo cierto es que Adam Smith escribió: “Existe otro sistema que elimina por entero la distinción entre el vicio y la virtud, y cuya tendencia es por ello totalmente perniciosa: me refiero al sistema del Dr. Mandeville” (TSM, p. 520).

¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?

Carlos Rodríguez Braun aclara ciertas imprecisiones --ampliamente difundidas-- acerca de las posturas de Adam Smith.

Carlos Rodríguez Braun es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la misma universidad. Su blog se encuentra en www.carlosrodriguezbraun.com y su cuenta de Twitter es @rodriguezbraun.
Escritora y periodista sueca Katrine Marçal (Lund, Suecia, 1983) habla en este libro (¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?. Una historia de las mujeres y la economía, Debate, Barcelona, 2016), bien escrito, y bien traducido por Elda García-Posada, de problemas reales de muchas mujeres desde una acertada y valiente perspectiva feminista. Hay que tener valor para reconocer que nunca ha mejorado la situación de las mujeres más que en nuestro tiempo, o para subrayar que gracias a la globalización J. K. Rowling ganó mucho más dinero que Dickens, que ya ganó bastante gracias al supuestamente malvado capitalismo decimonónico.


Wednesday, June 15, 2016

Fortalecer el anticolectivismo


Si no existiera Podemos, alguien en Génova habría tenido que “inventarlo” para hundir al PSOE, como Mitterrand “inventó” el Frente Nacional para dividir al centroderecha. Lo que pasa es que en política las coincidencias no suelen ser tales, y el “si” condicional normalmente camufla certidumbres. El movimiento de recomposición de la extrema izquierda jamás habría pasado de una masa electoral algo superior a la habitual en ese segmento ideológico, si no fuera porque recibió un apoyo mediático sostenido, que cabe valorar en muchos millones de euros. Y así, cualquiera.
La jugada pasaría por maestra si no exigiera una asunción de riesgos absolutamente temeraria, como ilustra el mismo ejemplo de lo sucedido en Francia.



El divide et impera del sanedrín monclovita ha funcionado. Manejando con soltura la recomposición del sector de medios de comunicación, salvando con el dinero de todos a algunos de sus integrantes y tal vez conteniendo temporalmente las investigaciones de Hacienda o de otros poderes del Estado sobre la presunta financiación exterior de Podemos, la cúpula del PP-Rajoy ha logrado lo que se proponía: hundir al PSOE aunque para ello tuviera que arruinar también su propia formación política y forzar al país entero a pagar un precio altísimo. ¿Merecía la pena? La jugada de apuñalar al PSOE le ha salido bien al PP de doña Maquiavela Sáenz de Santamaría, que ha contado además con la inestimable colaboración de la víctima, pero la victoria es pírrica.
Han demostrado que todo vale para tapar la barra libre de abultados y jugosos sobres que, al parecer, disfrutó durante décadas la cúpula pepera
No parece tener límites el cinismo del núcleo íntimo formado por Mariano, Soraya, Cristóbal y José Manuel. Han demostrado que todo vale para tapar la barra libre de abultados y jugosos sobres que, al parecer, disfrutó durante décadas la cúpula pepera, con descarada barcenía —excelsa y necesaria incorporación al diccionario que debemos a la genialidad de don Fernando Díaz Villanueva, y que Fundéu debería recoger de inmediato—.
Ahora resulta que hay que votar PP porque, de no hacerlo, se abatirá sobre nosotros el diluvio universal del totalitarismo… que ellos, principalmente ellos, nos han traído. Qué cara más dura, qué jeta inabarcable, qué poca vergüenza, qué chantaje tan tosco e indignante el de estos estudiantes de primero de ingeniería sociopolítica, que han jugado con fuego quemándonos a todos. Pues que venga la catástrofe telúrica con la que Mariano nos amenaza, que venga el tsunami, el terremoto, la lluvia de meteoritos, la tormenta solar, pero ceder a su chantaje psicológico, nunca. Pagarle rescate a Rajoy para que no nos secuestre Podemos, jamás. Antes que eso, vale más ir construyendo las trincheras para luchar contra el totalitarismo de extrema izquierda, poniendo en ellas retratos de Mariano y Soraya para no olvidarnos de los insensatos que lo desencadenaron deliberadamente. Rajoy siempre tendrá un lugar en nuestros hígados y una estatua de sal en el Hall of Shame de nuestra Historia.
Turarsi il naso e votare Democrazia Cristiana”, decían en la Italia de los setenta y ochenta mientras señalaban con gesto de horror al Partido Comunista rampante, el más potente por entonces a este lado del Telón de Acero. Pero taparse la nariz ante la corrupción extrema que señala presuntamente —siempre hay que poner eso de presuntamente— al mismísimo presidente y ante la gestión liberticida de estos cuatro años, ante las más de cincuenta subidas de impuestos, ante el rescate a algunos con el dinero de todos, ante un déficit superior al PIB, ante la Ley Mordaza, ante los privilegios descarados a los cárteles regulatorios… es mucho taparse. Es demasiado. Y rebelarse ante la inducción al voto del miedo es un acto de dignidad.
Además, ya no hay Guerra Fría, por más que los podemitas sigan anclados en sus resabios, demostrando que el tan cacareado socialismo del siglo XXI no es sino un clon del que fracasó en el XX. Por lo tanto, menos lobos, Caperucita barbuda… y si viene el lobo le tendremos que hacer frente entre todos los demás pero sin ti, sin el irresponsable que le abrió la jaula para que saliera a asustarnos con sus dentelladas de comunismo vintage. Que a ver ahora cómo vuelves a meterlo, listo, mientras tu propio público implora un cambio de domador.
Es el momento de fortalecer el anticolectivismo pleno, el libertarismo, para que a partir del 27 pueda plantar cara a lo que se nos viene encima
Ahora va a ser complicadísimo neutralizar a la extrema izquierda, y la ceguera cortoplacista de los demás partidos nos aboca al torpe cordón sanitario, al frente de todos contra Podemos después del 26-J. Y Coleta Morada se frota las manos ante esos planes de sus adversarios, porque su timing no es el de los demás y sabe que una breve pasada por el trono bis de Jefe de la Oposición, de premier en la sombra, es ideal para consumar el recorrido griego y alzarse con una amplia mayoría relativa, completable con socios periféricos, cuando esa débil coalición se desmorone. Y entre tanto, a tomar las calles y las plazas en un nuevo 15-M que debilite la concertación de los demás. No estaríamos en estas si se hubiera hecho meses atrás una coalición de Podemos, PSOE y Ciudadanos, dando al primero presupuesto y resonancia para conducirles a buen paso hacia su inexorable fracaso (son inexpertos) y para provocar su inevitable contagio de corrupción (tienen hambre), documentando ambos con tanta tele como han tenido para llegar hasta aquí y convocando nuevas elecciones una vez hundida su popularidad. Era la única vacuna posible, aunque arriesgadísima. El más que probable adelantamiento electoral de Podemos al PSOE la dificulta mucho en la nueva etapa.
De una forma o de otra, vamos hacia más colectivismo. O bien con un gobierno anti-Podemos que tendrá que hacer concesiones a la izquierda y cuyo programa será en gran medida el ya adelantado por el acuerdo entre Ciudadanos y el PSOE; o bien con un gobierno directamente participado por nuestros totalitarios, mucho más extremistas que Syriza e incluso más que Varoufakis. Es en cualquier caso, por lo tanto, el momento de fortalecer el anticolectivismo pleno, el libertarismo, para que a partir del 27 pueda plantar cara a lo que, en gran medida “gracias” a Rajoy, se nos viene encima.

Fortalecer el anticolectivismo


Si no existiera Podemos, alguien en Génova habría tenido que “inventarlo” para hundir al PSOE, como Mitterrand “inventó” el Frente Nacional para dividir al centroderecha. Lo que pasa es que en política las coincidencias no suelen ser tales, y el “si” condicional normalmente camufla certidumbres. El movimiento de recomposición de la extrema izquierda jamás habría pasado de una masa electoral algo superior a la habitual en ese segmento ideológico, si no fuera porque recibió un apoyo mediático sostenido, que cabe valorar en muchos millones de euros. Y así, cualquiera.
La jugada pasaría por maestra si no exigiera una asunción de riesgos absolutamente temeraria, como ilustra el mismo ejemplo de lo sucedido en Francia.