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Sunday, September 11, 2016

Cómo China se volvió capitalista

Ronald Coase y Ning Wang dijeron de su libro How China Became Capitalist: "Siendo un relato de cómo China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos primeras décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos partes por un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989".
Ronald Coase (1910-2013) fue un Premio Nobel y Profesor Distinguido de la Escuela de Leyes de la Universida de Chicago.
Ning Wang profesor asistente en la Escuela de Política y Estudios Globales en Arizona State University.
Este ensayo fue publicado originalmente en inglés en la edición de Enero/Febrero de 2013 del Cato Policy Report. Está basado en el libro de los mismos autores How China Became Capitalist (Palgrave, 2013).
Nadie predijo que la “modernización socialista” que el gobierno chino post-Mao lanzó en 30 años resultaría ser lo que los académicos denominan hoy la gran transformación económica de China. Cómo las acciones de los campesinos, trabajadores, académicos, y legisladores chinos se combinaron y derivaron en esta consecuencia no intencionada es la historia que intentamos contar. Hoy, no necesitamos presentar datos estadísticos para convencerlo del auge de la economía china, aún cuando China todavía se enfrenta a retos enormes. Muchos chinos todavía son pobres, muchos menos chinos tienen acceso a agua pura que a los teléfonos celulares, y todavía se enfrentan a muchos obstáculos cuando se trata de proteger sus derechos y ejercer su libertad. No obstante, China ha sido transformado desde adentro a lo largo de los últimos 35 años. Esta transformación es la principal historia de nuestra época. La lucha de China, en otras palabras, es la lucha del mundo.



En contra de la sabiduría convencional, tomamos el fin de 1976 como el inicio de la reforma post-Mao y argumentamos que China básicamente se convirtió en una economía de mercado para fines de los noventa y antes de que se uniese a la Organización Mundial de Comercio en 2001. En el nuevo milenio, la economía china ha mantenido su ímpetu de crecimiento y se ha vuelto más integrada con la economía global. Siendo un relato de cómo China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos primeras décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos partes por un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989.
La primera parte del relato se trata acerca de dos reformas. Una fue diseñada por Pekín; su objetivo era revitalizar el sector estatal y salvar al socialismo. La otra resultó de iniciativas que vinieron desde abajo. La reforma liderada por el Estado se dio en dos partes. La primera empezó en 1976 bajo Hua Gofeng. Hua era el sucesor designado por Mao, quien consolidó su base de poder luego de arrestar a “ La Pandilla de los Cuatro” y poniéndole fin a la Revolución Cultural. Aunque era leal a Mao, Hua era un reformador económico.
Con el respaldo total de Deng Xiaoping y otros líderes chinos, Hua lanzó su programa económico modernización, que luego sería criticado desdeñado como “El Salto al Exterior”. Esencialmente, era un programa liderado por el Estado y por las inversiones, con un enfoque en la industria pesada; es un buen ejemplo de lo que los economistas denominaron “la industrialización del gran empuje”. Pero el programa duró poco más de dos años. Se canceló a principios de 1979, en parte debido a sus propios defectos y en parte debido al cambio de liderazgo: a fines de 1978 el Comité Central tuvo una reunión, en la cual Deng Xiaoping y Chen Yun volvieron al poder y Hua ya no estaba al mando.
Deng Xiaoping es ampliamente conocido en Occidente. La biografía reciente de Ezra Vogel ha documentado en detalle el papel que jugó Deng en las reformas de China. En comparación, Chen Yun es una figura obscura. Pero Chen era la principal autoridad de China a cargo de los asuntos económicos. Él fue el arquitecto del primer Plan Quinquenal de China en 1953 y un ferviente partidario de la planificación central. Desde que creció y estudió en Shanghái, antes de convertirse en un revolucionario, Chen también percibió un papel limitado pero crítico para el sector y el mercado privados bajo el socialismo. Chen perdió su posición cuando Mao inició el Gran Salto Adelante en 1958, política a la que Chen se oponía. Él volvió al poder junto con Deng a fines de 1978 y recibió el trabajo de diseñar una programa de reforma económica.
Chen creía que la economía china desde hace mucho había sufrido de un desbalance estructural: demasiada inversión en industria pesada en relación a la industria ligera y la agricultura, y los sectores y la planificación estatales eran ensalzados excluyéndose a los sectores y mercados privados. En su opinión, el programa económico de Hua, que se enfocaba en la industria pesada, empeoró la economía china. Por eso Chen acabó de manera forzada con “El Gran Salto Afuera”, enfrentándose a una fuerte oposición del Consejo de Estado e impuso su política económica. Esto marcó la segunda ronda de reformas lideradas por Pekín. Esta ronda de reformas lideradas por el Estado tuvo dos elementos: ajustes a nivel macro y reformas en las empresas estatales al nivel micro. Los ajustes estructurales fueron impuestos a través de toda la economía. Por ejemplo, más inversiones fueron canalizadas desde los bienes capitales hacia la producción de bienes de consumo. Más dinero se asignó a la agricultura. El gobierno elevó los precios de compra para los productos agrícolas en mas de un 20 por ciento en 1979 y aumentó significativamente las importaciones de granos. Pekín también tomó medidas para descentralizar el comercio extranjero y le dio más autonomía fiscal a los gobiernos provinciales. Al nivel micro, el énfasis se puso en lo que era visto como la base económica del socialismo, las empresas propiedad del Estado. La estrategia era devolverle algunos derechos a las empresas estatales y permitirles quedarse con algo de las ganancias. Desde 1979 y durante toda la década de los ochenta, el gobierno chino estuvo preocupado con fomentar las empresas estatales.
La reforma desde los márgenes
No hay duda de que el gobierno post-Mao realizó una serie de reformas. Pero hoy, con el beneficio de la retrospectiva, sabemos que las fuerzas económicas que realmente estaban transformando la economía china durante la primera década de reforma fueron la agricultura privada, las empresas municipales y de las aldeas, los negocios privados en las ciudades, y las Zonas Económicas Especiales. Ninguna de estas fue iniciada por Pekín. Fueron jugadores marginales operando fuera de los límites impuestos por el socialismo. A estas fuerzas marginales, el gobierno chino estaba contento de ignorarlos siempre y cuando no amenazaran al sector estatal o al poder político del Partido. Esto creó espacio para lo que denominamos “revoluciones marginales”, las cuales trajeron de vuelta a China las fuerzas del emprendimiento y del mercado durante la primera década de la reforma.
Una de estas reformas marginales es la agricultura privada. La agricultura privada ciertamente no era algo nuevo en China. Antes de 1949, había existido durante milenios. A principios de la década de los cincuenta, Mao trató de colectivizar despiadadamente la agricultura. Algunos campesinos creyeron en Mao y esperaban que la colectivización les ofrecería una nueva oportunidad para salir de la pobreza. Luego de 20 años de una agricultura colectivizada y de 40 millones de muertes por hambrunas, ellos sabían qué les convenía. Muchos volvieron a la agricultura privada luego de que muriese Mao, incluso cuando Pekín todavía estaba tratando de fortalecer el sistema de las comunas. En septiembre de 1980, Pekín fue obligado a permitir la agricultura privada en zonas donde “la gente había perdido su confianza en la colectividad”. Pero una vez que se le abrieron las puertas al agro privado, este ya no podía ser controlado. Para principios de 1982 esto se volvió una política nacional. La agricultura china fue des-colectivizada. Después en el recuento oficial de la reforma, Pekín se atribuiría el crédito de haber lanzado la reforma agrícola. Pero la reforma implementada por Pekín simplemente elevaba los precios de compra de los granos y aumentaba las importaciones de granos; el agro privado, que es lo que en realidad transformó la agricultura china y liberó a los campesinos, no vino de Pekín.
Las empresas municipales y de las aldeas fueron operaciones industriales ubicadas en áreas rurales. Durante las primeras dos décadas de reformas, estas fueron el sector más dinámico de la economía china. Como operaban fuera del plan estatal, no tenían acceso garantizado a materias primas controladas por el Estado pero tenían que comprarlas en el mercado negro a un precio más alto. También estaban excluidas del sistema de distribución controlado por el Estado para vender sus productos, pero tenían que contratar sus propios equipos de ventas para que viajen alrededor de China con el objetivo de encontrar mercados para sus productos. En otras palabras, tenían que operar como verdaderas empresas de negocios. Esto es lo que hicieron. Y no tardó mucho para que ellos superen con su desempeño a las empresas estatales, las cuales tenían todos los privilegios y protecciones del Estado y que simplemente dejaron de ser emprendedoras.
Los primeros negocios en las ciudades chinas fueron iniciados por personas que no tenían un trabajo en el sector estatal. Muchos fueron jóvenes citadinos que recientemente habían vuelto del campo. Durante la era de Mao, 20 millones de graduados de los primeros años de secundaria (jóvenes desde 15 a 18 años) en las ciudades fueron enviados al campo en parte porque el gobierno no podía crear suficientes empleos. Después de la muerte de Mao, ellos volvieron, pero no encontraron empleo alguno en el sector estatal. Jóvenes, desempleados, y ansiosos, se tomaron las calles y bloquearon el paso de los trenes. Esta creciente presión obligó al gobierno a abrir la puerta al auto-empleo. Las tiendas privadas empezaron a surgir en las ciudades chinas; rápidamente acabaron con el monopolio estatal de la economía urbana.
Entre las cuatro revoluciones marginales, las Zonas Económicas Especiales fueron las más controversiales. Fueron establecidas para cooptar el capitalismo y salvar al socialismo. La idea era permitirles experimentar con la economía de mercado, importando tecnología avanzada y conocimientos administrativos, vendiendo productos a los mercados globales, creando empleos y estimulando el crecimiento económico. Pero los experimentos estuvieron limitados a unas cuantas zonas para que no socavaran el socialismo en otras partes, y por si acaso los experimentos fracasaran, su daño al socialismo sería insignificante.
La competencia regional
La presencia de dos reformas fue una característica determinante de la transición económica de China. No separar las dos es la principal fuente de confusión al momento de comprender las reformas en China. El gobierno chino, comprensiblemente, ha promulgado un relato de la reforma que gira alrededor del Estado, proyectándose así mismo como un diseñador omnisciente y como un instigador de la misma. El hecho de que el Partido Comunista de la China ha sobrevivido a la reforma de mercado, todavía monopoliza el poder político, y sigue activo en la economía ha ayudado a vender el relato estatista de la reforma. Pero fueron las revoluciones marginales las que trajeron el emprendimiento y las fuerzas de mercado de vuelta a China durante la primera década de la reforma, cuando el gobierno chino estaba ocupado rescatando al sector estatal.
La segunda parte de nuestro relato empieza en 1992 después de Deng Xiaoping realizara su tour por el sur del país. Mientras que las revoluciones marginales trajeron las fuerzas de mercado de vuelta a la China durante la década anterior, la competencia regional se volvió la principal fuerza transformadora durante la segunda década, convirtiendo a China en una economía de mercado para fines del siglo. La competencia regional no era nueva; había existido durante la primera década de la reforma. Pero luego creó barreras al comercio en las fronteras de las provincias y fragmentó la economía china. China implementó la reforma de precios en 1992, la reforma tributaria en 1994, y empezó a privatizar las empresas estatales para mediados de los noventa. Estas medidas reformadoras abrieron el camino para el auge de un mercado común nacional, que fue capaz de imponer la disciplina de mercado a todos los actores económicos, convirtiendo a la competencia regional en una fuerza transformadora.
Aquí, nuestro relato difiere de aquel presentado por Huang Yasheng en su libro, Capitalismo con características chinas. Un argumento controversial de Huang es que China fue más capitalista y empresarial en los ochenta que en los noventa. Si el argumento quiere decir que los emprendimientos privados prevalecieron en contra del Estado durante los ochenta, entonces está muy en sintonía con nuestro relato de las “revoluciones marginales”. Pero si este sugiere que China se apartó del libre mercado durante la segunda década de las reformas, está ignorando un cambio fundamental en la economía durante los noventa. Y esto es el florecimiento de un mercado nacional común, el cual era un requisito para que la competencia regional funcione.
Identificada con las inversiones repetitivas, la competencia regional es muchas veces culpada por distorsionar la ventaja comparativa y por socavar las economías de escala. Una imagen más matizada surgió en nuestro relato. Lo que la competencia regional hizo fue convertir la ventaja de China en espacio, siendo un país continental, en la alta velocidad de la industrialización. Cómo esto sucedió puede ser mejor apreciado desde una perspectiva Hayekiana, la cual resalta el crecimiento del conocimiento como la fuerza catalizadora que determina el cambio económico. En la época de Mao, la educación estaba siendo atacada y el conocimiento se volvió un riesgo político; China se aisló de Occidente y se apartó de sus propias tradiciones. La ideología radical de Mao empobreció la economía China y, peor aún, cerró las mentes de los chinos.
Luego de la muerte de Mao, China volvió a adherirse al pragmatismo. “Buscando verdad en los hechos” se volvió el nuevo lema del Partido; volverse rico se convirtió en algo glorificado. El obstáculo más limitante para el crecimiento económico era la falta de conocimiento. Esto incluía al conocimiento técnico, al conocimiento acerca de las instituciones —cómo varias instituciones que respaldan al mercado funcionan, y al conocimiento local —lo que Hayek describía como “el conocimiento de las circunstancias particulares del tiempo y el lugar”. La solución a este problema se encontró en la competencia regional. Cuando las 32 provincias de China, sus 282 municipalidades, 2.862 condados, 19.522 pueblos y 14.667 aldeas se lanzaron a una competencia abierta en busca de inversión y buenas indeas para desarrollar la economía local, China se volvió un laboratorio gigantesco donde muchos y diversos experimentos económicos fueron ensayados de manera simultánea. El conocimiento de todo tipo fue creado, descubierto y difundido rápidamente. Mediante el crecimiento del conocimiento, la escala enorme de la industrialización china hizo posible su rápida velocidad.
Conclusión
Considerando nuestro relato de cómo China se volvió capitalista, ¿qué podemos decir acerca de la forma en que el capitalismo surgió en China? Una característica persistente de la transición hacia el mercado de China es la falta de liberalización política. Esto no es para sugerir que el sistema político chino se ha mantenido intacto durante los últimos 35 años. El Partido se ha distanciado así mismo de la ideología radical; ya no es comunista, excepto en nombre. En los últimos años, el Internet ha empoderado cada vez más a los chinos para que hagan escuchar su voz en cuestiones políticas. No obstante, China sigue siendo gobernada por un solo partido político.
Esta continuidad esconde un cambio fundamental en la realidad política de la China. Con la muerte de Deng Xiaoping, la política del “caudillo” llegó a su fin. Bajo Jiang Zemin y Hu Jintao, China ya no fue gobernada por un líder carismático. En este sentido, la política China hoy es cualitativamente distinta a aquella de la época de Mao o de Deng. Pero el gobierno chino no ha reconocido el hecho de este cambio político en la realidad; ha habido pocos esfuerzos para construir instituciones que preparen a China para una nueva realidad política.
La combinación de una veloz liberalización económica y una política que parece no cambiar ha conducido a muchos a describir la economía de mercado de China como una economía liderada por el Estado, como un capitalismo autoritario, lo cual mucha gente ha reconocido correctamente como frágil e insostenible. Cuándo y cómo China se adherirá a la democracia, y si el Partido sobrevivirá su democratización, son las principales preguntas realizadas acerca del futuro político de China. En nuestro libro, ofrecemos una perspectiva distinta. Provee un diagnóstico distinto del principal defecto en la economía de mercado de China: China ha desarrollado un mercado sólido de productos, pero todavía carece de un mercado libre de ideas.
El mercado de ideas apunta a una manera alternativa de pensar acerca del futuro político de China. Nuestro razonamiento está principalmente basado en las siguientes dos consideraciones. Primero, la competencia entre múltiples partidos no funciona a menos que sea cultivada y disciplinada por un mercado libre de ideas, sin el cual la democracia fácilmente puede ser secuestrada por grupos de interés y socavada por la tiranía de la mayoría. El desempeño de la democracia depende de manera crítica del mercado de ideas, así como la privatización depende del mercado de activos capitales. Segundo, la competencia entre múltiples partidos prácticamente no tiene precedente en la historia china. De hecho, la palabra china para “partido” (党) tiene una fuerte connotación negativa en el pensamiento político chino tradicional. “Formar un partido y perseguir el interés propio” (结党营私) ha sido consistentemente denunciado como algo que socava el ideal político, que es que “lo que está debajo del cielo es para todos” (天下为公). En cambio, el mercado de ideas tiene una raíz profunda y venerada en el pensamiento chino tradicional: “dejen que cien escuelas de pensamiento compitan” ha sido respetado como un ideal político desde los tiempos de Confucio. Es nuestra opinión que el mercado de ideas promete una estrategia más gradual y viable para reconstruir la política china sobre los principios de la tolerancia, la justicia y la humildad.
A lo largo de los últimos 35 años, China se ha abierto capitalismo no solo en el ámbito económico. La teoría de los sentimientos morales tiene más de una docena de traducciones chinas; el libro se ha ganado el corazón y la mente del Premier Wen Jiabao. El mensaje de Adam Smith atrae mucho a los chinos, no en poca medida debido a su palpable similitud con el pensamiento chino tradicional acerca de la economía y la sociedad. Un resultado sorprendente de la transición de China hacia el capitalismo es que China encontró una forma de volver a sus raíces culturales.
“Buscar la verdad en los hechos” es una enseñanza china tradicional, que Deng Xiaoping equivocadamente denominó “la esencia del Marxismo”. Pero muchos hechos están encubiertos en China porque un mercado libre de ideas todavía no existe. Somos optimistas, aunque de manera precavida, de que China puede que se adhiera a un mercado de ideas durante las próximas décadas, así como permitió un mercado de productos en el pasado reciente. Conforme nuestra economía moderna se vuelva más y más determinada por el conocimiento, las ganancias de un libre intercambio de ideas se volverán demasiado grandes; los costos de suprimirlo son demasiado altos.
La adopción de China tanto de su historia como de la globalización nos conduce a creer que el capitalismo chino, que recién inició su largo viaje, será distinto. Esto es deseable no solo para China, sino para Occidente y para todos los demás también. También es deseable para la economía de mercado a nivel mundial. Hoy, la biodiversidad es reconocida como algo vital para mantener nuestro ambiente natural. La diversidad institucional juega un papel similar cuando se trata de mantener a la sociedad humana resistente. El capitalismo será mucho más sólido si no es un monopolio de Occidente, pero florece en sociedades con distintas culturas, religiones, historias y sistemas políticos. Mientras que el comercio en el mercado global de productos hace que la guerra sea demasiado cara como para ser librada, un mercado global de ideas puede tolerar y prosperar sobre la colisión de ideas pero nos aleja de la colisión de civilizaciones.

Cómo China se volvió capitalista

Ronald Coase y Ning Wang dijeron de su libro How China Became Capitalist: "Siendo un relato de cómo China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos primeras décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos partes por un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989".
Ronald Coase (1910-2013) fue un Premio Nobel y Profesor Distinguido de la Escuela de Leyes de la Universida de Chicago.
Ning Wang profesor asistente en la Escuela de Política y Estudios Globales en Arizona State University.
Este ensayo fue publicado originalmente en inglés en la edición de Enero/Febrero de 2013 del Cato Policy Report. Está basado en el libro de los mismos autores How China Became Capitalist (Palgrave, 2013).
Nadie predijo que la “modernización socialista” que el gobierno chino post-Mao lanzó en 30 años resultaría ser lo que los académicos denominan hoy la gran transformación económica de China. Cómo las acciones de los campesinos, trabajadores, académicos, y legisladores chinos se combinaron y derivaron en esta consecuencia no intencionada es la historia que intentamos contar. Hoy, no necesitamos presentar datos estadísticos para convencerlo del auge de la economía china, aún cuando China todavía se enfrenta a retos enormes. Muchos chinos todavía son pobres, muchos menos chinos tienen acceso a agua pura que a los teléfonos celulares, y todavía se enfrentan a muchos obstáculos cuando se trata de proteger sus derechos y ejercer su libertad. No obstante, China ha sido transformado desde adentro a lo largo de los últimos 35 años. Esta transformación es la principal historia de nuestra época. La lucha de China, en otras palabras, es la lucha del mundo.


Saturday, July 30, 2016

El nuevo Orden Mundial


I.2. EL NACIMIENTO DE LA EMPRESA CAPITALISTA


Si, como hemos visto, el carácter usurario y especulador del capitalismo emergente se encarnó en los mercaderes y banqueros florentino del siglo XIV, la otra faceta del nuevo sistema económico, esto es, la predadora y coercitiva, se materializaría en los comerciantes venecianos, auténticos precursores de la moderna mentalidad empresarial. Dos facetas, entiéndase bien, que en la práctica de los hechos han caminado indisolublemente unidas, aunque en el plano meramente teórico la explicación de ciertos acontecimientos pueda resultar más asequible recurriendo a categorías más o menos convencionales.
Los inicios del auge comercial veneciano se remontan al siglo XI, durante el cual el Imperio Bizantino concedió a los negociantes de esa ciudad el derecho a establecer en sus dominios agencias comerciales libres de tasas. Pero fue en el siglo XIII, tras la expulsión de las huestes sarracenas de Sicilia y de otros enclaves de la zona, cuando la flota veneciana pasó a convertirse poco menos que en la dueña del comercio marítimo mediterráneo.



Si hay un rasgo que singulariza a los empresarios-navegantes venecianos, distinguiéndoles así del proceder florentino, fue su proclividad a la acción militar para llevar a cabo sus proyectos de expansión comercial. Bien podría decirse, por tanto, que con ellos el rudimentario bandolerismo medieval se organizó y estructuró bajo el signo de la empresa. En efecto, a lo largo de la Edad Media el asalto y el pillaje habían constituido una práctica frecuente entre buena parte de la nobleza europea. Este fenómeno se manifestó con especial virulencia en Francia y, muy especialmente, en territorio alemán, donde casi alcanzaría características de epidemia. Las correrías expoliadoras de los caballeros salteadores germanos, los célebres raubritter, llegaron a configurar un clima social conocido en aquel país como "la ley del puño". Pero ese tipo de acciones tuvo siempre un carácter anárquico y ocasional, totalmente desprovisto de cualquier cálculo o plan orientado a la consecución de un objetivo ambicioso. Pura improvisación, en suma, sin el menor atisbo de lo que pudiera definirse como una auténtica empresa.
En el proceder de los magnates venecianos, por el contrario, el pillaje alcanzó cotas de organización verdaderamente empresarial, con toda una maquinaria bélica puesta al servicio de un proyecto lucrativo minuciosamente estructurado. Tanto es así que el término "corsar"fue utilizado en las actas mercantiles venecianas de forma absolutamente natural, sin el menor matiz infamante o peyorativo. Estas prácticas, compartidas igualmente por otras ciudades italianas (Génova, Pisa, Amalfi), se extendieron con el transcurso del tiempo a varios países europeos, llegando a alcanzar en algunos de ellos caracteres de auténtica institución social. Tales fueron los casos de Francia, Holanda y, muy especialmente, de la nación corsaria por excelencia, esto es, Inglaterra..
La piratería francesa, que durante el siglo XVI se nutrió preferentemente de elementos procedentes de la pequeña nobleza protestante, alcanzó su apogeo a mediados del siglo XVII con las flotillas de bucaneros y filibusteros que operaban en aguas de las colonias caribeñas hispanas.
Empresas corsarias, y no otra cosa, fueron también la grandes compañías comerciales de los siglos XVI y XVII (Compañías de Indias Holandesa, Francesa e Inglesa), en cuyos balances de pérdidas y ganancias figuraban, como un capítulo más, las originadas por actos de piratería, lo que era perfectamente normal en ese tipo de sociedades mercantiles dotadas de atribuciones paraestatales de carácter económico, político y militar.
Pero, donde la piratería alcanzó su mayor caracterización y proyección como actividad empresarial, fue, sin ninguna duda, en la Inglaterra del XVI y del XVII y, posteriormente, en sus dominios coloniales del Estado de Nueva York.
A lo largo de todo ese período, la organización y el desenvolvimiento de las escuadras corsarias británicas diferían muy poco de las de cualquier otro negocio, de ahí el calificativo de "business" con que denominaron sus actividades los tratadistas de la época. De hecho, las flotillas piratas eran equipadas y financiadas de forma regular por acaudalados hombres de negocios, cuando no por la propia Corona, y sus más destacados cabecillas fueron elevados a la dignidad señorial (Sir Francis Drake, Sir Martin Frobischer, Sir Richard Grenville, etc).
Aquel carácter predador puesto al servicio de la empresa lucrativa que inspiraba el ánimo de los empresarios-corsarios del XVII, es el mismo que impregnó después la dinámica expansiva del capitalismo actual. Con el transcurso del tiempo evolucionarían las técnicas, pero perduraría la misma rapacidad.

El nuevo Orden Mundial


I.2. EL NACIMIENTO DE LA EMPRESA CAPITALISTA


Si, como hemos visto, el carácter usurario y especulador del capitalismo emergente se encarnó en los mercaderes y banqueros florentino del siglo XIV, la otra faceta del nuevo sistema económico, esto es, la predadora y coercitiva, se materializaría en los comerciantes venecianos, auténticos precursores de la moderna mentalidad empresarial. Dos facetas, entiéndase bien, que en la práctica de los hechos han caminado indisolublemente unidas, aunque en el plano meramente teórico la explicación de ciertos acontecimientos pueda resultar más asequible recurriendo a categorías más o menos convencionales.
Los inicios del auge comercial veneciano se remontan al siglo XI, durante el cual el Imperio Bizantino concedió a los negociantes de esa ciudad el derecho a establecer en sus dominios agencias comerciales libres de tasas. Pero fue en el siglo XIII, tras la expulsión de las huestes sarracenas de Sicilia y de otros enclaves de la zona, cuando la flota veneciana pasó a convertirse poco menos que en la dueña del comercio marítimo mediterráneo.