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Wednesday, June 15, 2016

¡Qué suerte que siga habiendo millonarios. . . de los buenos!

 

Has oído decir que el fuerte “explota” al débil. ¿Es verdad eso. . .?
Depende.
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“¿Sabías que el 80% de los multi millonarios han sido emprendedores de origen humilde? “Cualquiera, incluso el que nace en una chabola, puede llegar a ser millonario. Y no es una teoría sino una realidad verificada por la Historia una y otra vez. Desde hace casi dos siglos las principales fortunas del mundo no son las de los aristócratas, sino las de emprendedores que empiezan con lo puesto y se van a la tumba con un patrimonio personal que valdría para vivir cómodamente 100 vidas”. (de un artículo de Libertad Digital)


Pero más importante aún que su origen es cómo estos multimillonarios han llegado a serlo.
Recordemos que hay dos formas opuestas de enriquecerse; una es condenable, la otra es laudable. Una es con la ayuda de favores del gobierno, usando la coerción para adquirir ventajas y ganar contra la competencia (o eliminarla), eso es poder político; la otra es creando y produciendo productos y servicios que la gente desea y por los que está encantada de pagar voluntariamente para obtenerlos, eso es poder económico.
No es el hecho en sí de ser millonario lo que es virtuoso, sino cómo se ha llegado a ese punto; y ese mismo criterio se aplica a las empresas (sólo hay que ver la diferencia entre Apple y General Motors).
Los productores, los visionarios, los creadores de valor, esos son los hombres que se han enriquecido mientras enriquecían al mismo tiempo las vidas de millones de personas, en la medida en que el mercado libre les permitió usar su mente, crear y producir. Y si quieres entender cómo y por qué, lee los párrafos abajo (del discurso de Galt, en “La Rebelión de Atlas“) y dedícale un tiempo a entender a fondo Qué es Capitalismo.
“Mira más allá del momento presente, tú que gimes que temes competir con hombres de inteligencia superior, que su mente es una amenaza a tu supervivencia, que el fuerte deja sin oportunidad al débil en un mercado de intercambio voluntario. ¿Qué determina el valor material de tu trabajo? Solamente el esfuerzo productivo de tu mente – si vivieras en una isla desierta. Cuanto menos eficiente fuese el pensamiento de tu cerebro, menos te produciría tu trabajo físico – y podrías pasarte la vida en una única rutina, recolectando una precaria cosecha o cazando con arco y flechas, incapaz de pensar más allá. Pero cuando vives en una sociedad racional, donde los hombres son libres para comerciar, recibes un incalculable beneficio: el valor material de tu trabajo está determinado no sólo por tu esfuerzo, sino por el esfuerzo de las mejores mentes productivas que existen en el mundo a tu alrededor.
“Cuando trabajas en una fábrica moderna, se te paga, no sólo por tu labor, sino por todo el genio productivo que ha hecho esa fábrica posible: por el trabajo del industrial que la construyó, por el trabajo del inversor que ahorró el dinero para arriesgar en lo nuevo y lo no probado, por el trabajo del ingeniero que diseñó las máquinas cuyas palancas tú estás moviendo, por el trabajo del inventor que creó el producto que tú pasas el tiempo fabricando, por el trabajo del científico que descubrió las leyes que permitieron fabricar ese producto, por el trabajo del filósofo que le enseñó a los hombres cómo pensar y a quien tú pasas el tiempo denunciando.
“La máquina, la forma congelada de una inteligencia viva, es el poder que expande el potencial de tu vida al aumentar la productividad de tu tiempo. Si trabajaras como herrero en la Edad Media de los místicos, la totalidad de tu capacidad productiva consistiría en una barra de hierro hecha por tus manos tras días y días de esfuerzo. ¿Cuántas toneladas de rieles produces diariamente si trabajas para Hank Rearden? ¿Te atreverías a afirmar que el monto de tu salario fue creado exclusivamente por tu trabajo físico y que esos rieles son el producto de tus músculos? El nivel de vida de aquel herrero es todo lo que tus músculos valen; el resto es un regalo de Hank Rearden.
“Cada hombre es libre de ascender tan alto como sea capaz o quiera, pero sólo el nivel hasta el que piensa determina hasta qué nivel ascenderá. El trabajo físico como tal no puede extenderse más allá del momento inmediato. El hombre que no hace más que trabajo físico consume el material equivalente a su propia contribución al proceso productivo, y no deja ningún valor remanente para él ni para otros. Pero el hombre que produce una idea en cualquier campo de actividad racional – el hombre que descubre nuevo conocimiento – es un benefactor permanente de la humanidad. Los productos materiales no pueden ser compartidos, ellos le pertenecen a algún consumidor final; es sólo el valor de una idea el puede ser compartido con un número ilimitado de hombres, haciendo a todos los participantes más ricos sin el sacrificio ni la pérdida de nadie, aumentando la capacidad productiva de cualquier trabajo que ellos realicen. Es el valor de su propio tiempo lo que el fuerte del intelecto le transfiere a los débiles, dejando que trabajen en los trabajos que él descubrió mientras dedica su tiempo a nuevos descubrimientos. Esto es intercambio mutuo en beneficio mutuo; los intereses de la mente son únicos, no importa cuál sea el grado de inteligencia, entre hombres que desean trabajar y no buscan ni esperan lo inmerecido.
“En proporción a la energía mental que él usa, el hombre que crea un nuevo invento recibe sólo un pequeño porcentaje de su valor en términos de pago material, no importa la fortuna que haga, no importan los millones que gane. Pero el hombre de la limpieza en la fábrica que produce ese invento recibe un pago enorme en proporción al esfuerzo mental que su trabajo requiere de él. Y lo mismo es verdad para todos los hombres intermedios, para todos los niveles de ambición y habilidad. El hombre en la cúspide de la pirámide intelectual contribuye el máximo a todos los que están debajo de él, pero no recibe nada excepto su pago material, no recibe ningún beneficio intelectual de otros para añadir al valor de su tiempo. El hombre en la base, quien, abandonado a su suerte, moriría de hambre en su desesperada ineptitud, no contribuye nada a aquellos sobre él, pero recibe el beneficio derivado de todos sus cerebros. Tal es la naturaleza de la “competición” entre el fuerte y el débil del intelecto. Tal es el esquema de “explotación” por el que habéis condenado al fuerte.”
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Por Domingo García, presidente de Objetivismo Internacional.

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