Has oído decir que el fuerte “explota” al débil. ¿Es verdad eso. . .?
Depende.
+ + +
“¿Sabías que el 80% de los multi
millonarios han sido emprendedores de origen humilde? “Cualquiera,
incluso el que nace en una chabola, puede llegar a ser millonario. Y no
es una teoría sino una realidad verificada por la Historia una y otra
vez. Desde hace casi dos siglos las principales fortunas del mundo no
son las de los aristócratas, sino las de emprendedores que empiezan con
lo puesto y se van a la tumba con un patrimonio personal que valdría
para vivir cómodamente 100 vidas”. (de un artículo de Libertad Digital)
Pero más importante aún que su origen es cómo estos multimillonarios han llegado a serlo.
Recordemos que hay dos formas opuestas
de enriquecerse; una es condenable, la otra es laudable. Una es con la
ayuda de favores del gobierno, usando la coerción para adquirir ventajas
y ganar contra la competencia (o eliminarla), eso es poder político;
la otra es creando y produciendo productos y servicios que la gente
desea y por los que está encantada de pagar voluntariamente para
obtenerlos, eso es poder económico.
No es el hecho en sí de ser millonario
lo que es virtuoso, sino cómo se ha llegado a ese punto; y ese mismo
criterio se aplica a las empresas (sólo hay que ver la diferencia entre
Apple y General Motors).
Los productores, los visionarios, los
creadores de valor, esos son los hombres que se han enriquecido mientras
enriquecían al mismo tiempo las vidas de millones de personas, en la
medida en que el mercado libre les permitió usar su mente, crear y
producir. Y si quieres entender cómo y por qué, lee los párrafos abajo
(del discurso de Galt, en “La Rebelión de Atlas“) y dedícale un tiempo a entender a fondo Qué es Capitalismo.
“Mira más allá del momento presente, tú
que gimes que temes competir con hombres de inteligencia superior, que
su mente es una amenaza a tu supervivencia, que el fuerte deja sin
oportunidad al débil en un mercado de intercambio voluntario. ¿Qué
determina el valor material de tu trabajo? Solamente el esfuerzo
productivo de tu mente – si vivieras en una isla desierta. Cuanto menos
eficiente fuese el pensamiento de tu cerebro, menos te produciría tu
trabajo físico – y podrías pasarte la vida en una única rutina,
recolectando una precaria cosecha o cazando con arco y flechas, incapaz
de pensar más allá. Pero cuando vives en una sociedad racional, donde
los hombres son libres para comerciar, recibes un incalculable
beneficio: el valor material de tu trabajo está determinado no sólo por
tu esfuerzo, sino por el esfuerzo de las mejores mentes productivas que
existen en el mundo a tu alrededor.
“Cuando trabajas en una fábrica moderna,
se te paga, no sólo por tu labor, sino por todo el genio productivo que
ha hecho esa fábrica posible: por el trabajo del industrial que la
construyó, por el trabajo del inversor que ahorró el dinero para
arriesgar en lo nuevo y lo no probado, por el trabajo del ingeniero que
diseñó las máquinas cuyas palancas tú estás moviendo, por el trabajo del
inventor que creó el producto que tú pasas el tiempo fabricando, por el
trabajo del científico que descubrió las leyes que permitieron fabricar
ese producto, por el trabajo del filósofo que le enseñó a los hombres
cómo pensar y a quien tú pasas el tiempo denunciando.
“La máquina, la forma congelada de una
inteligencia viva, es el poder que expande el potencial de tu vida al
aumentar la productividad de tu tiempo. Si trabajaras como herrero en la
Edad Media de los místicos, la totalidad de tu capacidad productiva
consistiría en una barra de hierro hecha por tus manos tras días y días
de esfuerzo. ¿Cuántas toneladas de rieles produces diariamente si
trabajas para Hank Rearden? ¿Te atreverías a afirmar que el monto de tu
salario fue creado exclusivamente por tu trabajo físico y que esos
rieles son el producto de tus músculos? El nivel de vida de aquel
herrero es todo lo que tus músculos valen; el resto es un regalo de Hank
Rearden.
“Cada hombre es libre de ascender tan
alto como sea capaz o quiera, pero sólo el nivel hasta el que piensa
determina hasta qué nivel ascenderá. El trabajo físico como tal no puede
extenderse más allá del momento inmediato. El hombre que no hace más
que trabajo físico consume el material equivalente a su propia
contribución al proceso productivo, y no deja ningún valor remanente
para él ni para otros. Pero el hombre que produce una idea en cualquier
campo de actividad racional – el hombre que descubre nuevo conocimiento –
es un benefactor permanente de la humanidad. Los productos materiales
no pueden ser compartidos, ellos le pertenecen a algún consumidor final;
es sólo el valor de una idea el puede ser compartido con un número
ilimitado de hombres, haciendo a todos los participantes más ricos sin
el sacrificio ni la pérdida de nadie, aumentando la capacidad productiva
de cualquier trabajo que ellos realicen. Es el valor de su propio
tiempo lo que el fuerte del intelecto le transfiere a los débiles,
dejando que trabajen en los trabajos que él descubrió mientras dedica su
tiempo a nuevos descubrimientos. Esto es intercambio mutuo en beneficio
mutuo; los intereses de la mente son únicos, no importa cuál sea el
grado de inteligencia, entre hombres que desean trabajar y no buscan ni
esperan lo inmerecido.
“En proporción a la energía mental que él
usa, el hombre que crea un nuevo invento recibe sólo un pequeño
porcentaje de su valor en términos de pago material, no importa la
fortuna que haga, no importan los millones que gane. Pero el hombre de
la limpieza en la fábrica que produce ese invento recibe un pago enorme
en proporción al esfuerzo mental que su trabajo requiere de él. Y lo
mismo es verdad para todos los hombres intermedios, para todos los
niveles de ambición y habilidad. El hombre en la cúspide de la pirámide
intelectual contribuye el máximo a todos los que están debajo de él,
pero no recibe nada excepto su pago material, no recibe ningún beneficio
intelectual de otros para añadir al valor de su tiempo. El hombre en la
base, quien, abandonado a su suerte, moriría de hambre en su
desesperada ineptitud, no contribuye nada a aquellos sobre él, pero
recibe el beneficio derivado de todos sus cerebros. Tal es la naturaleza
de la “competición” entre el fuerte y el débil del intelecto. Tal es el
esquema de “explotación” por el que habéis condenado al fuerte.”
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Por Domingo García, presidente de Objetivismo Internacional.
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