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Thursday, December 15, 2016

En defensa del trato de Trump con Carrier


Donald Trump todavía no se han mudado de la Trump Tower a la vivienda pública más cara de Estados Unidos, pero ha sido capaz de cumplir una promesa de campaña esta semana al anunciar un acuerdo con la empresa Carrier Air Conditioning de Indiana, que mantendrá en este estado casi mil puestos de trabajo. Tal y como se informado, el trato parece centrarse en buena parte en el Estado de Indiana ofreciendo millones en desgravaciones fiscales y entendiendo que administración Trump impulsará rebajas regulatorias y fiscales corporativas a nivel federal.



Aunque los empleos que Carrier mantendrá en EEUU solo constituyen aproximadamente un tercio de los que la empresa tenía planeado trasladar a México, el trato subyacente parece reflejar un mayor compromiso de ocuparse de las cargas regulatorias y fiscales corporativas que han perjudicado durante tanto tiempo a la economía estadounidense. Aunque algunos hayan descrito la actuación de Trump como capitalismo de compinches, si los términos del trato se limitan realmente a rebajas fiscales, esas afirmaciones no tienen sentido. Aunque es verdad que las desgravaciones fiscales para compañías concretas son menos recomendables que los recortes para todos (o directamente la abolición) en el impuesto a las empresas, no deberían confundirse con subvenciones pagadas por los contribuyentes.
Como escribía Matthew McCaffrey el año pasado, defendiendo los créditos fiscales a las empresas de videojuegos:
Hace décadas, economistas como Mises y Rothbard ya estaban argumentando que las desgravaciones fiscales no son equivalentes ni económica ni éticamente a recibir subvenciones. Dicho de manera sencilla, que te permitan mantener tu renta no es lo mismo que tomarla de competidores. Las exenciones y resquicios legales no redistribuyen riqueza por la fuerza; los impuestos y subvenciones sí lo hacen, beneficiando así a algunos productores a costa de otros.
Sí, los empresarios que aprovechen las desgravaciones fiscales tendrán menos costes que los empresarios que no lo hagan. Esto no demuestra que las exenciones o resquicios legales proporcionen ventajas injustas; en realidad, es justamente lo contrario: demuestra que los impuestos perjudican a los empresarios que tengan la mala suerte de quedarse con la factura en la mano.
Las desgravaciones fiscales son beneficiosas para quienes las soliciten, pero no son subvenciones. Las excepciones y resquicios legales son más bien salvavidas en un mar de redistribución de riqueza. Mises lo dijo perfectamente: “el capitalismo respira a través de esos resquicios”. Tristemente, su sencilla idea continúa eludiendo a la mayoría de los comentaristas.
Aun así, de forma poco sorprendente, el trato ha sido condenado por los críticos dedicados a Trump desde todo el espectro ideológico.
David Boaz, vicepresidente del Instituto Cato, encontraba alarmante la oferta de desgravaciones fiscales y alivio regulatorio, diciendo a The Fiscal Times:
No es un precedente que queramos ver: se supone que los presidentes estadounidenses no tienen que interferir a favor de empresas individuales. Cuando lo hace el propio presidente, deja claro que esta es una economía de compinches, para beneficiar a los amigos del presidente y que las empresas individuales pueden estar directamente sometidas a presiones y castigos a manos del presidente.
Por supuesto, Trump no realizó por sí mismo este trato: trabajó con el vicepresidente electo, Mike Pence, que sigue siendo gobernador de Indiana. Tampoco hay ningún indicio de que el trato de Trump con Carrier reflejara ningún tipo de interés personal en esta empresa concreta, sino que más bien es parte de un impulso mayor para impedir que las empresas se reubiquen en el extranjero. Aunque la retórica de Trump sobre comercio, muy centrada en el uso potencial de aranceles, es preocupante de por sí, tampoco hay de por sí nada malo en que una administración se centre en mantener empleos en Estados Unidos, especialmente si esto se logra aliviando las cargas fiscales y regulatorias.
Un argumento más convincente en contra del trato de Trump es el realizado por James Pethokoukis, de la AEI:
Más en general, es absolutamente terrible para la vitalidad económica de una nación que las empresas tomen decisiones para agradar a los políticos en lugar de a los consumidores y accionistas. Aun así, al sector privado de Estados Unidos acaba de recibir una fuerte señal de que jugar con Trump podría ser parte de lo que ahora significa dirigir una empresa estadounidense. Imaginad un negocio tras otro, año tras año, tomando decisiones basadas parcialmente en agradar a la Casa Blanca de Trump. (…) De hecho, según informa Politico, un cargo público oficial de indiana piensa que el trato estuvo motivado por la preocupación de que United Technologies “pudiera perder una porción de sus aproximadamente 6.700 millones de dólares en contratos federales”.
Pethokoukis tiene razón: si las decisiones empresariales empiezan a tomarse únicamente para agradar al presidente Trump, la economía estadounidense sufriría. Pero repito, las zanahorias que ha usado Trump para el trato con Carrier incluían impuestos más bajos y una promesa de alivio regulatorio. Si cumpliera esto, la política económica de Trump estaría entonces ayudando a los trabajadores estadounidenses, al mismo tiempo que beneficiando a clientes y accionistas estadounidenses. Aunque tratos futuros puedan desviarse de esta aproximación y deba criticarse correctamente impulsar aranceles punitivos, esto no es aplicable a esta situación concreta.
Y aunque sea justo especular con que la empresa matriz de Carrier, United Technologies Corp., espere que haya algo bueno en una administración Trump que lleve, o bien a futuros contratos públicos, o bien a proteger los que tiene, esto es sencillamente la consecuencia desafortunada de tener desde el principio tan fuertemente entremezclados gobierno y empresas. No puede considerarse algo exclusivo del trato de Carrier o de la administración Trump.
Por supuesto, no debería ser ninguna sorpresa que el análisis más absurdo del trato de Trump provenga del senador Bernie Sanders, que escribía en The Washington Post:
Hace unos pocos meses, Trump estaba prometiendo obligar a United Technologies a “pagar un maldito impuesto”. Insistía en altísimos aranceles para empresas como Carrier que han dejado Estados Unidos y quieren vender sus productos fabricados en el extranjero en Estados Unidos. En lugar de un maldito impuesto, la empresa se verá recompensada con una maldita desgravación fiscal. ¡Caramba! ¿Cómo se relaciona eso con la avaricia corporativa? ¿Cómo se relaciona eso con castigar a las empresas que cierren en Estados Unidos y se muden al extranjero?
Esencialmente, United Technologies tomó a Trump como rehén y ganó. Y eso debería generar una sacudida de temor a todos los trabajadores de todo el país.
La principal crítica de Sanders es que Trump pasó de una retórica de castigar a las empresas estadounidenses a tratar de aliviar algunos de los costes adicionales que les impone el gobierno. No es una sorpresa que esto preocupe al senador de Vermont, ya que en su mundo una oportunidad de aumentar la carga fiscal de alguien es algo que no hay que desperdiciar (por eso hizo campaña para aumentarlos a la mayoría de Estados Unidos).
Aunque el trato con Carrier está lejos de hacer de nuevo grande a Estados Unidos para aquellos trabajadores que afrontaban la pérdida de sus empleos, es una gota en el cubo de los males que acosan realmente al país. Todavía hay muchas señales preocupantes acerca de cómo será la política económica de una administración Trump. Pero no todas las acciones que lleve a cabo serán necesariamente una mala política.
Si Trump persevera en esta buena vía con mayores recortes en los impuestos a las empresas y alivios regulatorios, como dijo durante la campaña, estas políticas deberían alabarse, igual que debería condenarse cualquier futuro ataque a una economía sensata o a la libertad individual.

En defensa del trato de Trump con Carrier


Donald Trump todavía no se han mudado de la Trump Tower a la vivienda pública más cara de Estados Unidos, pero ha sido capaz de cumplir una promesa de campaña esta semana al anunciar un acuerdo con la empresa Carrier Air Conditioning de Indiana, que mantendrá en este estado casi mil puestos de trabajo. Tal y como se informado, el trato parece centrarse en buena parte en el Estado de Indiana ofreciendo millones en desgravaciones fiscales y entendiendo que administración Trump impulsará rebajas regulatorias y fiscales corporativas a nivel federal.


Thursday, August 4, 2016

El sistema de la defensa

Por: Carlos Navarro
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Fuente: Wikipedia
El individuo nace originalmente libre. Esto es que, en un estado de naturaleza, el individuo es plenamente libre para hacer lo que quiera. Este mismo individuo nace con unos derechos naturales intrínsecos a su propia racionalidad: derecho a la vida, a la propiedad, y a la libertad. Es decir, derecho a que absolutamente nadie le arrebate la vida, la propiedad, o coarte su libertad. Es aquí donde nos topamos con el primer axioma del liberalismo: tu libertad acaba donde comienza la de los demás. Es decir, que, si bien es cierto que el individuo nace totalmente libre, también es cierto que la libertad de un individuo no puede coartar la de otro individuo. Por ejemplo, se podría pensar que un individuo nace con la libertad de coger un arma y matar a otro individuo. La realidad es que, al coartar la libertad de matar el derecho a la vida de otro individuo, esta libertad queda anulada por razones obvias.


 
El problema o, más bien, el debate, llega a la hora de determinar cómo nos aseguramos de que un individuo no haga uso de la falsa libertad de coartar la libertad o violar los derechos naturales de otro individuo. En este punto, el camino se bifurca en dos teorías básicas: el Estado mínimo como garante de protección contra el libertinaje; y el principio anarquista de la no-agresión.
En primer lugar, la teoría del Estado mínimo es la más aceptada actualmente. Planteada por los minarquistas, consiste en que el Estado abandona todas sus competencias actuales exceptuando las de Defensa, Seguridad y Justicia. De esta manera, se da paso al libre mercado y se mantiene una protección del individuo por parte del Estado en materia de defensa militar contra ataques externos, seguridad interna contra violaciones de derechos, y garantía de justicia a la hora de plantearse distintos pleitos.
Esta teoría resulta más viable que la teoría de la no-agresión en el mundo actual. Asumiendo que no vivimos en una sociedad plenamente pacífica y que va a haber distintos actores que van a tratar de violar los derechos y libertades del individuo, la existencia de un Estado que proteja al individuo de los distintos ataques que puede sufrir se convierte en una opción atractiva a la hora de superar un estado de naturaleza no pacifista.
La segunda teoría, la anarquista de la no-agresión, plantea la existencia de una sociedad totalmente pacifista, en la cual los individuos no tienen pensamientos belicosos contra otros, ni tratarán de violar la libertad y los derechos del resto, atendiendo a la validez del axioma planteado al principio de este artículo. Defiende, asimismo, el derecho a portar armas de los individuos para defenderse en caso de verse agredidos por otros, lo cual no sería, de hecho, necesario si viviésemos en una sociedad pacifista como la que evoca el anarquismo.
Ahora bien, ¿cuál sería, en este caso, el modelo correcto a seguir? A continuación expongo mi visión al respecto, que es, como cabría esperar, “ni lo uno, ni lo otro”.
Creo que ambas teorías plantean una solución muy atractiva si tenemos en cuenta su finalidad. Una defiende que sea el Estado el que garantice, sin privación, la defensa y la seguridad de los individuos; y otra plantea un escenario en el que esto ni siquiera es necesario, puesto que todos podríamos convivir en paz. De esta manera, tal vez la mejor opción sería un hibridaje entre las dos: un sistema en el cual el Estado conserve únicamente las funciones básicas de defensa, seguridad y justicia universales, a la vez que los individuos conservan el derecho a la autodefensa y a portar armas.
El sistema híbrido supone una garantía en dos sentidos. Dejando que el Estado ofrezca a todos los individuos los servicios de defensa, seguridad y justicia, nos aseguramos de que nadie quede privado de ellos, necesarios todos para garantizar la primacía de los derechos y libertades naturales del individuo. Todo individuo será defendido contra ataques, invasiones y violaciones de sus derechos, y amparado por la justicia en caso de que la necesite. El coste marginal de la defensa estatal tiende a cero, por lo que no supone un problema defender a un ciudadano más dentro de un mismo estado. Además, evitamos que cualquiera se tome la justicia por su mano, o viole la libertad y derechos de otro individuo que no pueda defenderse por sí mismo.
Permitiendo al individuo conservar el derecho a la legítima defensa y a portar armas, nos aseguramos de que el Estado no ejerza un monopolio total sobre la violencia, pudiendo abusar de su posición como ha hecho en múltiples ocasiones. Cuando el individuo puede oponer resistencia al abuso y a la coacción indiscriminada, el Estado deja de tener el poder supremo, y prevenimos situaciones embarazosas y liberticidas. Asimismo, resolvemos el conocido problema de la lentitud de las fuerzas de seguridad. Suele ocurrir que, cuando ocurre algún tipo de acción violenta que se cobra la vida o viola los derechos de un individuo, las fuerzas estatales que deberían evitar este suceso actúan tras ocurrir este, por lo que esa supuesta garantía de la que hablábamos no siempre se cumple. Si el individuo afectado puede hacer uso del derecho a la autodefensa, puede tratar de resolver la situación por sí mismo en caso de que quien debería hacerlo no llegue a tiempo, lo cual hace mucho más efectiva la defensa que si esta se encuentra centralizada en un Estado que tiene que ocuparse de todos los casos de violencia ilegítima.
Este sistema puede plantearse como un paso intermedio hacia una sociedad tolerante y pacífica que actúe bajo el principio de la no-agresión, en la cual no haga falta ceder parte de nuestra libertad al Estado para que nos proteja de aquellos que no respetan la libertad y los derechos del individuo. Al menos, es lo deseable, y hacia lo que deberíamos avanzar. No obstante, y mientras la situación actual sea la que prevalezca, lo racional es conjugar un modelo que garantice el mayor grado de defensa de la libertad posible.

El sistema de la defensa

Por: Carlos Navarro
OLYMPUS DIGITAL CAMERA
Fuente: Wikipedia
El individuo nace originalmente libre. Esto es que, en un estado de naturaleza, el individuo es plenamente libre para hacer lo que quiera. Este mismo individuo nace con unos derechos naturales intrínsecos a su propia racionalidad: derecho a la vida, a la propiedad, y a la libertad. Es decir, derecho a que absolutamente nadie le arrebate la vida, la propiedad, o coarte su libertad. Es aquí donde nos topamos con el primer axioma del liberalismo: tu libertad acaba donde comienza la de los demás. Es decir, que, si bien es cierto que el individuo nace totalmente libre, también es cierto que la libertad de un individuo no puede coartar la de otro individuo. Por ejemplo, se podría pensar que un individuo nace con la libertad de coger un arma y matar a otro individuo. La realidad es que, al coartar la libertad de matar el derecho a la vida de otro individuo, esta libertad queda anulada por razones obvias.


Monday, July 11, 2016

"Las conspiraciones son reales": Por qué duró tanto la guerra fría y por qué EE.UU. quiere otra

Cuando la URSS se derrumbó, Estados Unidos sustituyó la 'amenaza soviética' por la 'amenaza musulmana', pero el cambio resultó "insuficiente".
Flickr/ Official U.S. Navy Page

En su nuevo artículo, el analista y exasesor económico de Ronald Reagan, Paul Craig Roberts, recuerda cómo se despidió de la nación quien fuera general y presidente de Estados Unidos durante dos mandatos, Dwight D. 'Ike' Eisenhower, en 1961. En su discurso, el exmandatario advirtió que "la combinación de la inmensa clase dirigente militar y una gran industria armamentística" era "una experiencia nueva" en EE.UU. y que su "influencia total —económica, política, incluso espiritual—" se sentía "en cada ciudad y cada dependencia estatal", con lo cual los órganos de Gobierno deberían evitar que el peso de esa asociación pusiera en peligro "nuestras libertades o nuestros procesos democráticos".



El analista lamenta que a Eisenhower, quien estuvo "a cargo de la invasión de Normandía", hoy en día le llamarían "un 'teórico de la conspiración'". Así, los republicanos conservadores le hubieran criticado por poner en duda los motivos de "la industria patriótica que protege nuestra libertad", mientras que los neoconservadores preguntarían por qué el presidente avisaría sobre su propio rubro militar en lugar de sobre "la amenaza que presenta el Ejército soviético" y los medios de comunicación insinuarían que 'Ike' "se había vuelto un poco senil".
Cuando la Unión Soviética colapsó en 1991, la 'amenaza soviética' se sustituyó por la 'amenaza musulmana' y la 'guerra contra el terrorismo' ocupó el lugar de la Guerra Fría
Roberts explica que, cuando Eisenhower emitió esta señal de alarma, era demasiado tarde: la guerra fría ya había arraigado en la sociedad estadounidense y la industria militar se había convertido en el sector de interés "más venerado" del país, debido a que "las fábricas de armamento y las bases militares se extendieron por todo el territorio y eran importantes para cada senador y en muchos distritos".

"Hemos vuelto a la guerra fría con Rusia"

Este economista revela que "nunca existió un peligro real de que el Ejército Rojo invadiera Europa" y que "la guerra fría fue un negocio rentable para muchos, por eso duró tanto tiempo". Para reforzar este punto de vista, cita al diplomático, escritor y consejero gubernamental estadounidense George Frost Kennan, quien predijo en su momento que "si mañana la Unión Soviética se hundiera" en el océano habría que inventar otro adversario, porque cualquier otro panorama supondría "un choque inaceptable" para la economía local.
Efectivamente, cuando ese derrumbe se produjo en 1991, "la 'amenaza soviética' se sustituyó por la 'amenaza musulmana' y la 'guerra contra el terror' ocupó el lugar de la guerra fría", detalla Roberts, pero recuerda que, a pesar de algunos ataques con banderas falsas y las advertencias sobre "una guerra que duraría 30 años", miles de yihadistas poco armados eran insuficientes para sustituir a una potencia con un gran arsenal de misiles balísticos nucleares intercontinentales, con lo cual "hemos retomado la guerra fría con Rusia".
La guerra fría fue un negocio rentable para muchos, por eso duró tanto tiempo
El analista destaca que "la propaganda es rápida y furiosa" y las graves acusaciones contra Vladímir Putin y su país "se convierten en titulares, a pesar de que el gasto militar de EE.UU. es 12 o más veces superior que el gasto militar de Rusia", que "no ha manifestado aspiraciones hegemónicas".

"Estas conspiraciones son reales"

Estas conspiraciones gubernamentales "son reales", "hay muchas más de las que la gente conoce" y están documentadas por los propios autores, confirma el escritor, quien insiste en que los Estados realizan muchos ataques con bandera falsa con el fin de lograr los objetivos que no pueden reconocer públicamente.
Para Paul Craig Roberts, "cualquier observador con un poco de educación puede reconocer" estas maniobras, pero pocas personas prestan atención a lo que hay "más allá de lo que cuentan los medios oficialistas —"que ya no investigan sino que, simplemente, repiten la historia oficial"—, con lo cual "solo unos pocos se dan cuenta de lo que sucede en realidad y, cuando abren sus bocas, se les desacredita como 'teóricos de la conspiración'", una etiqueta que se emplea para impedir que se investiguen los hechos.
"Si desean vivir con la libertad que se logró en Occidente tras siglos de lucha, despierten, empleen el tiempo que dedican a actividades menos significativas para tomar conciencia de lo que les están robando. Queda poco partido por jugar. Si no defienden la verdad, no tendrán libertad, ya que no existe libertad sin verdad", concluye este experto.

"Las conspiraciones son reales": Por qué duró tanto la guerra fría y por qué EE.UU. quiere otra

Cuando la URSS se derrumbó, Estados Unidos sustituyó la 'amenaza soviética' por la 'amenaza musulmana', pero el cambio resultó "insuficiente".
Flickr/ Official U.S. Navy Page

En su nuevo artículo, el analista y exasesor económico de Ronald Reagan, Paul Craig Roberts, recuerda cómo se despidió de la nación quien fuera general y presidente de Estados Unidos durante dos mandatos, Dwight D. 'Ike' Eisenhower, en 1961. En su discurso, el exmandatario advirtió que "la combinación de la inmensa clase dirigente militar y una gran industria armamentística" era "una experiencia nueva" en EE.UU. y que su "influencia total —económica, política, incluso espiritual—" se sentía "en cada ciudad y cada dependencia estatal", con lo cual los órganos de Gobierno deberían evitar que el peso de esa asociación pusiera en peligro "nuestras libertades o nuestros procesos democráticos".


Tuesday, June 21, 2016

En defensa de las “mafias” traficantes de refugiados



Durante este verano se ha vivido en Europa (o al menos los medios de comunicación nos han hecho vivir) una gran catástrofe en términos humanitarios relacionada con la inmigración ilegal. Un creciente número de individuos y familias, cuyo entorno se ve devastado por la guerra, tratan de huir de las zonas de conflicto bélico en busca de oportunidades para rehacer su vida. Y muchos de ellos lo hacen hacia nuestros países europeos, cuyas condiciones de vida suponen un verdadero paraíso anhelado.
Como consecuencia del foco mediático, nos hemos podido enterar de las penosas condiciones en que estas personas tratan de llegar a Europa, de los exorbitados precios que han de pagar para tener esta oportunidad, así como de las numerosas tragedias que ocurren durante el arriesgado periplo, en ocasiones aderezadas por morbosas fotos. Y, claro, se ha encontrado un culpable fácil para la situación: las llamadas “mafias traficantes de refugiados”.



Estas mafias están formadas por personas sin escrúpulos, dispuestas a sacar hasta el último cuarto de la escasa riqueza de los refugiados, para embarcarles (nunca mejor dicho) en una incierta aventura en las que no se les garantiza siquiera que terminen con vida. Los análisis realizados de los transportes utilizados revelan que sus condiciones son infrahumanas en muchos casos y que a la menor complicación se abandona a su suerte a los refugiados, dejándoles con escasas posibilidades de sobrevivir. Se acusa a estas mafias, posiblemente con razón, de lucrarse con la desesperación ajena.
Y, sin embargo, estas terribles mafias son, a día de hoy, la única vía de escape para muchos de esos refugiados en busca de una vida mejor. Todos los altos funcionarios y representantes de ONG a los que se llena la boca denunciando e insultando a estos mafiosos no han arriesgado nada propio para rescatar a los damnificados, ni mucho menos salvado alguna de las vidas en juego. Lo único que hacen es reclamar de los Estados que den ayudas para tal rescate, esto es, que cojan nuestros impuestos para dárselos a ellos que desde su infinita bondad y superioridad moral resolverán el problema.
Compárese con lo que hace realmente el por ellos calificado como “mafioso”. Para ello, vamos a describir en términos económicos lo más asépticos posibles, lo que está ocurriendo con los emigrantes ilegales. El punto de partida es la aparición o extensión del conflicto bélico (por ejemplo, en Siria). Ello hace que cambien las preferencias de los individuos afectados, que comienzan a demandar servicios de “huida/refugio/acogida”, como los queramos llamar, y por los que están dispuestos a pagar incluso toda su fortuna.
Ello crea una evidente oportunidad de negocio, de la que se podrán beneficiar los empresarios que se anticipen a satisfacer la necesidad. Para ello, una vez identificada, deben acopiar los recursos requeridos (en este caso, medios de transporte y personal cualificado por su conducción), y fijar un precio a sus servicios. Solo si los demandantes aceptan un precio que les permita recuperar la inversión, sabrán los emprendedores que han aceptado con su previsión, y si la rentabilidad obtenida les parece adecuada en relación con el riesgo que han corrido sus activos, seguirán ampliando la capacidad para atender la demanda.
La descripción anterior es independiente de la actividad económica que se realice, es lo que hacen todos los empresarios. Y las “mafias traficantes” no son más que eso, un tipo concreto de empresarios tratando de dar respuesta a las necesidades sobrevenidas de un segmento de la población. En este sentido, se podría decir también que cualquier empresario trata de “lucrarse con la desesperación ajena”, pues ni uno solo va a tratar de cobrar el máximo precio posible por sus servicios, como también hacen esas “mafias”.
En resumen, las “mafias traficantes de refugiados”, tan denostadas, son realmente los únicos empresarios que se están jugando el pellejo y la propiedad, para dar alguna vía de escape a tantas personas en situación desesperada. ¿Queremos que además lo hagan gratis? Seguramente más de uno lo esté haciendo sin recuperar su inversión, pero también es cierto que, personalmente, me fío más de los propósitos lucrativos de las personas que de su bondad, cara a resolver la situación de los refugiados y en general nuestras necesidades más o menos urgentes. Héroes hay muy pocos, pero personas dispuestas a arriesgar a cambio de ganar dinero, hay muchas más.
Con todo, es estremecedor ver algunas de las cosas que estos empresarios hacen con sus clientes. ¿No es contradictorio con el espíritu de servicio que necesariamente ha de tener la empresa viable en el libre mercado?
Hay un pequeño detalle que no se debe de olvidar al describir la actividad de estos emprendedores: la entrada de sus clientes en Europa es ilegal, está prohibida por nuestros Gobiernos[1]. Y es bien sabido que las actividades ilegales (aunque sean indebidamente ilegales) suelen atraer a personas de un determinado perfil, normalmente con menos escrúpulos que el de la persona normal. La mayor parte de nosotros somos reacios a incumplir la ley, aunque sea una ley inmoral e ilegítima.
Adicionalmente, las inversiones que se pueden llevar a cabo para realizar una actividad ilegal son necesariamente inferiores que si es legal (a igualdad de ingresos potenciales), pues el riesgo que se corre de su confiscación es muy superior.
Por tanto, ni las personas ni los recursos utilizados para el tráfico de refugiados van a poder ser del nivel o calidad que cabría esperar de un negocio legal. Pero no porque los empresarios ofreciendo el servicio no quieran mejorarla, sino porque la mayor parte de sus posibles competidores no se van a plantear ni siquiera entrar en el mercado, por lo que la dinámica competitiva (que es la que al final lleva los beneficios a la normal e incrementa la calidad de los servicios) va a quedar muy mermada.
En definitiva, los denostados mafiosos son los únicos individuos que están arriesgando sus medios para que los refugiados puedan escapar de su desesperada situación. Y es precisamente por la prohibición de entrada en los territorios europeos de dichos refugiados, que esos mafiosos tienen un peculiar perfil delincuente y que los medios usados no están a la altura de la dignidad humana.
¿Cuál es la solución? A mí me parece clara: si la entrada fuera legal[2], serían muchos los empresarios que ofrecerían los servicios demandados por esta gente, muchos por los beneficios esperados, pero también algunos por mera humanidad. Y ello haría que las “mafias” dejaran de poder “lucrarse con la desesperación ajena”, sin olvidar la espectacular mejora en las condiciones de transporte. Como siempre, es el mercado el que tiene la solución para resolver los problemas que crean los Gobiernos. Pero seguro que éstos no le dejan funcionar, así que preparémonos para ver más catástrofes y más muertos, mientras vuelan las descalificaciones hacia las únicas personas que están tratando de ayudar a los refugiados.

En defensa de las “mafias” traficantes de refugiados



Durante este verano se ha vivido en Europa (o al menos los medios de comunicación nos han hecho vivir) una gran catástrofe en términos humanitarios relacionada con la inmigración ilegal. Un creciente número de individuos y familias, cuyo entorno se ve devastado por la guerra, tratan de huir de las zonas de conflicto bélico en busca de oportunidades para rehacer su vida. Y muchos de ellos lo hacen hacia nuestros países europeos, cuyas condiciones de vida suponen un verdadero paraíso anhelado.
Como consecuencia del foco mediático, nos hemos podido enterar de las penosas condiciones en que estas personas tratan de llegar a Europa, de los exorbitados precios que han de pagar para tener esta oportunidad, así como de las numerosas tragedias que ocurren durante el arriesgado periplo, en ocasiones aderezadas por morbosas fotos. Y, claro, se ha encontrado un culpable fácil para la situación: las llamadas “mafias traficantes de refugiados”.