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Saturday, December 24, 2016

Corrección política y libertad

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Con cada nuevo atentado del islamismo radical, el cuerpo de guardia de la corrección política nos dice con grandes aspavientos en los medios y las redes sociales que no podemos decir que se trata de un atentado del islamismo radical para no generar la “peligrosísima” islamofobia, ese fantasma que parece recorrer Europa pero que, si he de serles sincero, yo todavía no me he encontrado, excepto en situaciones muy particulares y minoritarias.

Monday, July 18, 2016

GEORGE CHAYA Occidente, víctima de su corrección política con el islamismo radical



Imagen: Youtube.

Los extremistas han tenido éxito en las percepciones de personas confundidas respecto de lo que es justo y lo que es injusto, sobre quién es amigo y quién, enemigo.

Más allá de cualquier debate ideológico y lejos de rozar la sensibilidad hipócrita de aquellos que se escudan en una supuesta islamofobia victimizante, es un hecho concreto la influencia del islam en los asesinatos que las organizaciones extremistas ejecutan sin piedad. Sobran ejemplos en los que el accionar y la presencia de la religión son un factor desencadenante de estos crímenes.
Como es lógico, ante la brutalidad que ejerce el extremismo, el desconocimiento sobre él y las excusas que provienen del propio islam ayudan a que las cosas parezcan ponerse cada vez más difíciles para funcionarios, analistas políticos y periodistas occidentales. Esto es notorio frente a la creciente expansión del terrorismo, más aún cuando se trata de abordar y lidiar con algo que nunca han podido entender.


 
Sin embargo, es tiempo de frenar a los asesinos y desenmascarar sus falacias victimistas. Para ello, la comunidad internacional debe enfrentar esta endemia en la forma correcta y sin temblor de mano. Sólo así se podrá detener la expansión del terrorismo islámico, pues está demostrado que el propio islam no lo hace ni lo hará. En consecuencia, es tiempo para el mundo libre de vestirse con pantalones largos y poner fin a esta situación. El éxito o el fracaso de los criminales está conectado con la corrección política y el doble discurso de Occidente, y ya no puede ocultarse.
Ya no es relevante que el mundo árabe islámico sindique de enfermos, locos o malos creyentes a sus propios fieles. Ellos matan en nombre del mismo Dios que une a todos los musulmanes. Por ello, lo que definitivamente debe entenderse es que estamos frente a una guerra contra el mismo enemigo que no duda en asesinar inocentes en nombre de su Dios.
El nazismo hoy está prohibido por ser una ideología supremacista, extremista y fascista que representa una amenaza directa a la humanidad. Su historial sangriento es relativamente reciente, y el odio de su fuego aún quema bajo las cenizas de la destrucción, como los crímenes que generó en el siglo pasado.
En este tiempo, se percibe el comienzo de un camino hacia un tipo similar de destrucción que proviene del islamismo, y ello ocurre porque la comunidad internacional y muchos gobiernos árabes han permitido que los extremistas impongan sus agendas. Años atrás, éramos pocos los que alertábamos sobre este fenómeno. Hoy, el mundo es plenamente consciente de la gravedad de la situación a la que los terroristas musulmanes nos han arrastrando.
Los extremistas han tenido éxito en las percepciones de personas confundidas respecto de lo que es justo y lo que es injusto, sobre quién es amigo y quién, enemigo. También, están tratando de dividir a la gente de acuerdo con su secta, grupo étnico y pertenencia. Así definen las cosas entre el bien y el mal en la medida en que las ideas de la identidad alternativa supera la lealtad a su país, algo que se supone que debe tener prioridad sobre la propia fidelidad, incluso a la tribu o a la secta, y que debería asegurar que todo el mundo tenga los mismos derechos e iguales responsabilidades.
En medio de esta atmósfera ponzoñosa, el concepto del islamismo y la religiosidad son las mayores amenazas para la destrucción de las estructuras civiles para dividir las sociedades, y los discursos del islam pretenden quebrar y violentar la columna vertebral del mundo libre y de su estructura jurídica y normativa.
No se debe, ni se puede, concesionar ya nuestros valores occidentales, nuestros derechos ni libertades ante quienes mienten y asesinan con falsos discursos que han demostrado ampliamente que -de paz y hermandad- sus creencias religiosas no tienen nada.

GEORGE CHAYA Occidente, víctima de su corrección política con el islamismo radical



Imagen: Youtube.

Los extremistas han tenido éxito en las percepciones de personas confundidas respecto de lo que es justo y lo que es injusto, sobre quién es amigo y quién, enemigo.

Más allá de cualquier debate ideológico y lejos de rozar la sensibilidad hipócrita de aquellos que se escudan en una supuesta islamofobia victimizante, es un hecho concreto la influencia del islam en los asesinatos que las organizaciones extremistas ejecutan sin piedad. Sobran ejemplos en los que el accionar y la presencia de la religión son un factor desencadenante de estos crímenes.
Como es lógico, ante la brutalidad que ejerce el extremismo, el desconocimiento sobre él y las excusas que provienen del propio islam ayudan a que las cosas parezcan ponerse cada vez más difíciles para funcionarios, analistas políticos y periodistas occidentales. Esto es notorio frente a la creciente expansión del terrorismo, más aún cuando se trata de abordar y lidiar con algo que nunca han podido entender.


Wednesday, July 13, 2016

Free is beautiful

Free is beautiful

Por León Gómez Rivas
El Centro Diego de Covarrubias, del que ya les he hablado en estos comentarios, presentó un nuevo libro el pasado mes de septiembre con este título, que traducido al español queda: Libre es bello. Y un subtítulo más provocativo: Por qué los católicos deberían ser liberales, que nos recuerda otras obras de cariz parecido de autores como Thomas E. Wood o Samuel Gregg (de los que también hemos escrito aquí). Su autor es Randy England, un abogado norteamericano; y ha sido traducido por Juan Francisco Otero, miembro del CDC.


En sus palabras de bienvenida, Vicente Boceta, Presidente del Centro, explicaba lo bien que “encaja” esta obra con los objetivos de ese pequeño Think Tank: rebatir una opinión muy extendida sobre la supuesta incompatibilidad entre el cristianismo y la economía de mercado. Al contrario, lo que persigue el CDC es demostrar la enorme cercanía que une estas dos realidades a lo largo de su historia; señalando que el aparente desencuentro se produce solo cuando la actividad económica y empresarial olvida los fundamentos morales que deberían informarla.
A continuación, Juan Francisco Otero describió el contenido del libro que se articula en dos partes: unos principios generales y una exposición temática. De la primera, destacaba algunos elementos del liberalismo en su relación con el pensamiento cristiano: como esa aparente cercanía con el utilitarismo (¿el fin justifica los medios?) que el autor desmonta citando a san Pablo (“¿O debemos hacer el mal para que resulte el bien, como algunos calumniadores nos hacen decir? ¡Estos sí merecen ser condenados! Romanos 3:8), añadiendo que no es liberal justificar que buenas intenciones produzcan actuaciones dañinas. El ejemplo del libro, aplicado a la población reclusa estadounidense, es sin embargo un poco confuso… Ya que en realidad lo que se critica es el utilitarismo del Estado como práctica no liberal. Así lo hacía notar en una pregunta final José Ramón Ferrandis, al que menciono aquí porque acaba de ser nombrado Director Ejecutivo del Centro Covarrubias.
Otros elementos, en relación al poder político, son la exigencia de poner límites al gobierno: algo en lo que liberalismo y cristianismo deberían estar de acuerdo (se cita para ello al cardenal Bellarmino: “depende del consentimiento del pueblo”. Frase que nos resulta muy cercana a los lectores de Francisco Suárez o Juan de Mariana). Junto al  peligro estatista de la subsidiariedad: no se trata de avasallar al individuo con la excusa de la ayuda o la beneficencia. La defensa de la persona y de las sociedades intermedias, con una cita de Pío XI, creo que también es un principio compartido por ambas posturas.
En cuanto a los temas específicamente económicos, tenemos la más conocida discusión sobre los límites de la propiedad privada (liberal) frente a una concepción ética que defiende el bien común (cristianismo). No es fácil resolver aquí esa compleja distinción entre la obligación moral de compartir solidariamente un destino universal de las cosas creadas, y una más eficiente gestión de aquellos bienes realizada por la iniciativa individual; que requiere, por lo tanto, una distribución privada que el autor justifica citando a León XIII (Rerum Novarum), John Locke (Ensayo sobre el gobierno civil), Tomás de Aquino (Summa Theologica) o Pío X (Motu propio, 1903). Una completa exposición de este asunto la pueden encontrar en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, capítulo IV: “El destino universal de los bienes”. En ese mismo capítulo hay una interesante referencia a esa conocida “tragedia de los comunes” o un apartado sobre los precios y los salarios “justos”.
Siguiendo en este campo de la economía, ya en la segunda parte, encontramos unas referencias al tema de la regulación económica, donde se vuelve a hablar de los controles de precios y del “salario mínimo”, de las licencias profesionales (aquí Juan Francisco Otero las comparaba con el sistema de gremios medievales; recordando el actual debate sobre las compañías privadas de taxis), o de la leyes anti-especulación (Randy England opina que “parecen emerger de la envidia o del odio”).
Otro entorno, bien conocido por el autor debido a su experiencia profesional, es el campo del derecho penal: crimen, delitos, castigos, tribunales y -en general- la administración pública. Otero nos explicaba a este propósito la rompedora propuesta de Gustave Molinari (un pensador liberal de comienzos del siglo XX) que defendía la privatización de la seguridad nacional. Y en un sentido más cercano a nuestro debate cristianismo/liberalismo, destacaré una llamativa pregunta de Tomás de Aquino: “¿deben ser delito todos los vicios?”. La interpretación de England es que el dominico “nunca apoya y se opone firmemente a la criminalización de los vicios, más allá de los que dañen al prójimo”. Interesante reflexión, que ofrece un respeto a la libertad individual sin caer en un falso relativismo moral: no se defiende, por poner un ejemplo que sale en el libro, que el consumo de drogas sea una cosa buena; pero “es sencillo comprobar que los enormes perjuicios generados [por el narcotráfico] no vienen de su uso, sino de su prohibición”. Por otra parte, señalaba J.F. Otero, también conviene tener en cuenta que el Estado tiende a inmiscuirse en la definición de lo que sea bueno o malo, vicio o virtud… llegando a manipular nuestras conductas.
Termino con un capítulo del libro, que seguramente interese a los lectores de esta web: se trata de la correspondencia entre el economista libertario Murray Rothbard y el jesuita James Sadowsky en una disputa sobre el aborto. Aunque dicho de forma muy resumida, para England queda patente que en este caso la postura más liberal sería la que defiende el derecho a la vida del no nacido.

Free is beautiful

Free is beautiful

Por León Gómez Rivas
El Centro Diego de Covarrubias, del que ya les he hablado en estos comentarios, presentó un nuevo libro el pasado mes de septiembre con este título, que traducido al español queda: Libre es bello. Y un subtítulo más provocativo: Por qué los católicos deberían ser liberales, que nos recuerda otras obras de cariz parecido de autores como Thomas E. Wood o Samuel Gregg (de los que también hemos escrito aquí). Su autor es Randy England, un abogado norteamericano; y ha sido traducido por Juan Francisco Otero, miembro del CDC.

Thursday, July 7, 2016

Podemos cobrar

Podemos cobrar

Por Carlos Rodriguez Braun
Una interesante entrevista de Luis Gómez a Pablo Iglesias en El País permitió intuir los cobros de Podemos. No me refiero a lo que pudieron cobrar estos progresistas de regímenes como el venezolano o el iraní, asunto sin duda interesante pero que no es objeto hoy de mi atención. Me refiero al dinero que pretenden cobrar a la fuerza los de Podemos a los ciudadanos.
El asunto está lejos de ser un mero ejercicio teórico: los lenguaraces de Podemos ahora pueden quitarle a usted el dinero, señora, sí que pueden. Por tanto, analizar dichos cobros tiene que ver directamente con derechos y recortes, es decir, con nuestros derechos que Podemos puede violar y con nuestras carteras, que puede recortar.
Habla el líder:


Querer a tu país es querer a su gente y respetarla y respetar los servicios sociales y que tenga derecho a decidir sobre cualquier cosa.
He aquí una muestra del totalitarismo de Podemos: nunca distingue entre Estado y sociedad. Así, amar al país es amar al Estado, es decir, puro fascismo, disfrazado de "respetar los servicios sociales", pero como los servicios "sociales" son en realidad políticos, lo que Pablo Iglesias plantea es idolatrar la coacción política y legislativa. Por ejemplo:
Defendemos el sistema de salud, el educativo, un sistema que defienda los derechos sociales, defendemos las cosas buenas del sistema en el que vivimos, fruto del trabajo de mucha gente.
Nuevo camelo: repite la adoración por la coerción, pero la disfraza como si fuera el resultado de masivos empeños populares: "Fruto del trabajo de mucha gente", como si el Estado fuera una opción del pueblo y no una imposición de sus gobernantes, por cierto, de todas las ideologías posibles.
Tras la divinización de la coacción se pasa a la demonización de su disminución: "El delincuente es el que privatiza la sanidad". Aquí hay dos mentiras. Una es la idea de que privatizar, es decir, reducir la fuerza del Estado y ampliar el campo de las decisiones libres de los ciudadanos, es para Pablo Iglesias nada menos que un delito. Y la otra es transmitir que la privatización de la sanidad es algo que efectivamente se ha producido o que algún partido político con opciones de gobierno propugna, lo que es clamorosamente falso.
Pero volvamos a la primera declaración, porque el líder proclama que el amor a la patria es que que la gente "tenga derecho a decidir sobre cualquier cosa". ¡Cualquier cosa, oiga! No solamente los de Podemos nos prometen el "fin de los recortes" y el establecimiento de "planes de rescate ciudadano", sino que además nos juran que decidiremos todo.
Obviamente, es mentira, porque es imposible que podamos decidir libremente y a la vez que tengamos un Estado tan enorme como el que anhela Podemos. Es imposible ser libre y siervo a la vez. Y desde luego, señora, usted nunca va a tener bajo Podemos el derecho a decidir no pagar impuestos: ni siquiera va a poder decidir pagar menos, salvo que emigre. Podemos cobrarle, señora, esa es la intención.
Para engañarla, el truco de Podemos (y otros…) es asegurar que esto no va con usted sino con los ricos y los poderosos:
Nuestro programa es muy razonable, no sé por qué no se puede perseguir a grandes corporaciones que actúan aquí pero evitan pagar aquí. Usted no puede operar en mi país si no tributa en mi país. Zara: cada prenda que se compra por internet tributa en Irlanda.
Observe, señora, que Zara no es un grupo de criminales sino una empresa que cumple las leyes, entre las cuales está la de procurar minimizar la factura fiscal mediante la competencia legal entre Estados. Pero, además, no caiga en la trampa de pensar que "perseguir" (ojo al verbo) a las empresas es algo que sólo daña a Amancio Ortega, y no a usted.
Todo lo que quieren hacer los de Podemos (y otros…) la daña a usted, señora, a sus bienes, derechos y libertades. Ellos jamás reconocen que sus medidas tienen impactos negativos más allá de una minoría de indeseables opulentos. Aquí una muestra: Pablo Iglesias está encantado con una medida que adoptó el gobierno populista de Ecuador: "Prohibieron las comisiones de los cajeros automáticos, que me parece una medida perfectamente aplicable". Aquí la trampa es que Iglesias (y otros…) sugiere que si se prohíben esas comisiones el pueblo gana y los odiosos banqueros pierden. No es así: lo que sucede es que cobrarán comisiones de otra manera.
Y sobre todo, señora, preste usted mucha atención a cuando estos sujetos tan peligrosos utilizan la bonita palabra derechos. Comprobará que nunca hablan de defender sus derechos de usted, señora. Sólo hablan de "derechos sociales", es decir, políticos, es decir, de ellos.

Podemos cobrar

Podemos cobrar

Por Carlos Rodriguez Braun
Libre Mercado, Madrid
Una interesante entrevista de Luis Gómez a Pablo Iglesias en El País permitió intuir los cobros de Podemos. No me refiero a lo que pudieron cobrar estos progresistas de regímenes como el venezolano o el iraní, asunto sin duda interesante pero que no es objeto hoy de mi atención. Me refiero al dinero que pretenden cobrar a la fuerza los de Podemos a los ciudadanos.
El asunto está lejos de ser un mero ejercicio teórico: los lenguaraces de Podemos ahora pueden quitarle a usted el dinero, señora, sí que pueden. Por tanto, analizar dichos cobros tiene que ver directamente con derechos y recortes, es decir, con nuestros derechos que Podemos puede violar y con nuestras carteras, que puede recortar.
Habla el líder:

Friday, June 24, 2016

Miedo al Brexit

Juan Ramón Rallo dice que exageran quienes esperan consecuencias terribles de un "Brexit", que más bien estas serían modestas a largo plazo.

Juan Ramón Rallo es Director del Instituto Juan de Mariana (España) y columnista de ElCato.org. Juan Ramón obtuvo el tercer lugar en nuestro primer concurso de ensayos, Voces de Libertad 2008.
Los mercados financieros suelen ser miedosos y tienden a sobrerreaccionar ante los acontecimientos más inmediatos. El gran inversor Warren Buffett suele decir que la bolsa es una máquina de votar a corto plazo pero una máquina de pesar en el largo plazo: es decir, a corto plazo se mueve por euforias y pánicos irracionales mientras que, a largo plazo, expresa con exquisita precisión el verdadero valor de fondo de los activos financieros cotizados.



Las fluctuaciones que estamos experimentando durante estos días a propósito del Brexit deben ser analizadas desde esta óptica: a corto plazo, el Brexit genera mucha incertidumbre institucional acerca de cuál va a ser el encaje de Reino Unido en Europa durante las próximas décadas. La cada vez más probable salida del país supone una ruptura sin precedentes con respecto a un mega-Estado comunitario que se nos había venido imponiendo a todos los europeos desde hace medio siglo sin debate ni análisis crítico alguno. Evidentemente, el Brexit haría necesario replantear todo este proceso de integración, algo que añadiría más interrogantes al futuro político-institucional de Europa y, por tanto, desestabilizaría a los mercados financieros en el corto plazo.
Mas la cuestión verdaderamente relevante no es ésta, sino cuáles serán las consecuencias prácticas del Brexit. Si no las hay —si Reino Unido sale de la Unión Europea pero se reengancha mediante algún status similar al de Noruega o incluso al de Suiza— las consecuencias a largo plazo serán muy modestas: incluso podrían ser positivas en la medida en que Reino Unido aproveche su salida para liberalizar su economía al margen del yugo bruselense. Ahora bien, si el Brexit motiva la adopción de represalias ora por Europa ora por Reino Unido —barreras arancelarias, contingentes migratorios, rearme regulatorio, subidas de impuestos, etc.— entonces sí sufriremos consecuencias nefastas para el largo plazo.
De momento, las perspectivas a este último respecto no son del todo halagüeñas: los mentideros europeos ya están anunciando que Francia prepara un “Brexit sangriento” para disuadir a otros países de que sigan por el mismo camino; a su vez, el ministro de Economía inglés, George Osborne, ya ha amenazado a los ingleses con subidas de impuestos en caso de que se materialice la ruptura. Lejos de preocuparnos por lo que suceda en la bolsa durante las próximas semanas, deberíamos ocuparnos en que los políticos de uno y otro lado no aprovechen la coyuntura para recortar nuestras libertades: eso sí sería verdaderamente pauperizador en el largo plazo.

Miedo al Brexit

Juan Ramón Rallo dice que exageran quienes esperan consecuencias terribles de un "Brexit", que más bien estas serían modestas a largo plazo.

Juan Ramón Rallo es Director del Instituto Juan de Mariana (España) y columnista de ElCato.org. Juan Ramón obtuvo el tercer lugar en nuestro primer concurso de ensayos, Voces de Libertad 2008.
Los mercados financieros suelen ser miedosos y tienden a sobrerreaccionar ante los acontecimientos más inmediatos. El gran inversor Warren Buffett suele decir que la bolsa es una máquina de votar a corto plazo pero una máquina de pesar en el largo plazo: es decir, a corto plazo se mueve por euforias y pánicos irracionales mientras que, a largo plazo, expresa con exquisita precisión el verdadero valor de fondo de los activos financieros cotizados.


Tuesday, June 21, 2016

Brexit en contexto

Michael Spence, a Nobel laureate in economics, is Professor of Economics at NYU’s Stern School of Business, Distinguished Visiting Fellow at the Council on Foreign Relations, Senior Fellow at the Hoover Institution at Stanford University, Academic Board Chairman of the Asia Global Institute in Hong … read more
 
MILÁN – No creo que los extranjeros hagan un aporte positivo cuando pronuncian opiniones fuertes sobre cómo los ciudadanos de un país, o los de una unidad mayor como la Unión Europea, deberían decidir frente a una opción política importante. Nuestras percepciones, basadas en la experiencia internacional, a veces pueden resultar útiles; pero no debería existir ninguna confusión respecto de la asimetría de los roles.
Esto es particularmente válido en lo que concierne al referendo británico sobre si seguir formando parte de la UE o no. A escasos días de la votación, el resultado es demasiado reñido, y parece haber suficientes votantes indecisos como para inclinar la balanza hacia un lado o hacia el otro. Pero en un momento en el que la fragmentación política y social se extiende mucho más allá de Europa, los extranjeros tal vez puedan sumar cierta perspectiva sobre lo que realmente está en juego. 


En primer lugar, no debería sorprender que, en términos de la distribución del ingreso, la riqueza y los costos y beneficios de un cambio estructural forzado, los patrones de crecimiento en la mayor parte del mundo desarrollado hayan sido problemáticos en los últimos 20 años. Sabemos que la globalización y algunos aspectos de la tecnología digital (particularmente aquellos relacionados con la automatización y la desintermediación) han contribuido a la polarización del empleo y el ingreso, ejerciendo una presión sostenida sobre la clase media en todos los países.
En segundo lugar, la crisis en curso en Europa (más parecida a una enfermedad crónica) ha mantenido el crecimiento en niveles demasiado bajos y el desempleo -especialmente el desempleo juvenil- en niveles inaceptablemente altos. Y Europa no es la única. En Estados Unidos, si bien la tasa formal de desempleo ha caído, los fracasos de gran escala en términos de inclusión han alimentado el desencanto -tanto de la izquierda como de la derecha- con los patrones y las políticas de crecimiento que parecen beneficiar desproporcionadamente a los ciudadanos de mayores ingresos.
Dada la magnitud de las recientes sacudidas económicas, los ciudadanos de los países desarrollados podrían estar más felices si hubiera pruebas de un esfuerzo concertado -basado en una repartición genuina de la carga- para hacer frente a estas cuestiones. En el contexto de Europa, eso implicaría un esfuerzo multinacional.
Pero, en general -y, nuevamente, en todo el mundo desarrollado- han faltado respuestas efectivas. Los bancos centrales se quedaron prácticamente solos con objetivos que exceden la capacidad de sus herramientas e instrumentos, mientras que elementos de la elite esperan la oportunidad de culpar a los responsables de las políticas económicas por el mal desempeño económico.  
Frente a respuestas de políticas no monetarias que son entre deficientes e inexistentes en relación a la magnitud de los desafíos que enfrentamos, la respuesta natural en una democracia es reemplazar a los que toman las decisiones e intentar algo diferente. Después de todo, la democracia es un sistema para la experimentación, así como para la expresión de la voluntad de los ciudadanos. Por supuesto, los "nuevos" tal vez no sean mejores y hasta podrían ser peores -quizá significativamente peores.
En tercer lugar, la UE enfrenta, de una manera más severa, un problema que afecta a gran parte del mundo desarrollado: fuerzas poderosas que operan más allá del control de las autoridades electas están forjando las vidas de los ciudadanos, haciéndolos sentirse impotentes. Pero si bien todos los países deben lidiar con los desafíos de la globalización y el cambio tecnológico, elementos importantes de la gobernancia en la UE están más allá del alcance de las instituciones democráticas, al menos aquellas que la gente entiende y con las que se relaciona.
Esto no quiere decir que la gobernancia local esté libre de problemas. No lo está. La corrupción, los intereses especiales y la simple incompetencia son problemas comunes. Pero la gobernancia democrática es en principio reparable, y las defensas y contramedidas institucionales en verdad existen.
La situación en la eurozona es particularmente inestable, debido al creciente alejamiento de los ciudadanos de una elite distante y tecnócrata; la ausencia de mecanismos de ajuste económico convencionales (tipos de cambio, inflación, inversión pública y demás); y las restricciones ajustadas para las transferencias fiscales, que envían señales poderosas respecto de los límites reales de la cohesión.
El Brexit es una parte de este drama mayor. Tiene que ver esencialmente con la gobernancia, no con la economía. Desde un punto de vista estrictamente económico, los riesgos tanto para el Reino Unido como para el resto de la UE están casi absolutamente a la baja. Pero si eso fuera lo único que contara, el resultado sería una conclusión inevitable a favor de quedarse. 
La verdadera cuestión -la autogobernancia efectiva e inclusiva- no es fácil de enfrentar en ninguna parte, porque las fuerzas como la disrupción tecnológica no respetan fronteras nacionales. En parte, los británicos votan sobre si su capacidad para navegar en estas aguas turbulentas mejora o se ve reducida si siguen siendo miembros de la UE. Pero también está en juego una cuestión más fundamental de identidad política -como sucedió en el referendo por la independencia de Escocia en 2014.
Algunos británicos (quizás inclusive una mayoría), y muchos otros ciudadanos de la UE, siguen queriendo que las generaciones futuras se piensen a sí mismas como europeas (aunque con un orgulloso origen británico, alemán o español) y estén preparadas para intentar nuevamente una reforma de las estructuras de gobernancia de Europa. Y hacen bien en pensar que el mundo sería un lugar mucho mejor con una Europa unida y democrática como una fuerza importante tanto para la estabilidad como para el cambio.
Esa es mi esperanza, aunque puede parecer una expresión de deseo. Más allá del resultado del referendo del Brexit (como muchos extranjeros, espero que Gran Bretaña vote para quedarse y abogue por una reforma generada desde adentro), el voto británico, junto con tendencias políticas centrífugas fuertes y similares en otras partes, debería generar una reconsideración importante de las estructuras de gobernancia y acuerdos institucionales europeos. El objetivo debería ser restablecer una sensación de control y responsabilidad ante los electorados.
Ese sería un buen desenlace en el largo plazo. Exigiría un liderazgo inspirado en todos los rincones de Europa -incluido el gobierno, las empresas, la mano de obra organizada y la sociedad civil así como un compromiso renovado con la integridad, la inclusión, la responsabilidad y la generosidad-. Es un reto monumental; pero no un desafío imposible de cumplir.

Brexit en contexto

Michael Spence, a Nobel laureate in economics, is Professor of Economics at NYU’s Stern School of Business, Distinguished Visiting Fellow at the Council on Foreign Relations, Senior Fellow at the Hoover Institution at Stanford University, Academic Board Chairman of the Asia Global Institute in Hong … read more
 
MILÁN – No creo que los extranjeros hagan un aporte positivo cuando pronuncian opiniones fuertes sobre cómo los ciudadanos de un país, o los de una unidad mayor como la Unión Europea, deberían decidir frente a una opción política importante. Nuestras percepciones, basadas en la experiencia internacional, a veces pueden resultar útiles; pero no debería existir ninguna confusión respecto de la asimetría de los roles.
Esto es particularmente válido en lo que concierne al referendo británico sobre si seguir formando parte de la UE o no. A escasos días de la votación, el resultado es demasiado reñido, y parece haber suficientes votantes indecisos como para inclinar la balanza hacia un lado o hacia el otro. Pero en un momento en el que la fragmentación política y social se extiende mucho más allá de Europa, los extranjeros tal vez puedan sumar cierta perspectiva sobre lo que realmente está en juego. 

Sunday, June 19, 2016

Hayek y Keynes, una relación liberal peligrosa

Santiago Navajas

Introducción: tres libros
Han sido tres los libros que últimamente se han publicado y que han tratado, en su núcleo o como un capítulo importante, la relación de amor-odio que mantuvieron Keynes y Hayek. El primero que debe leerse es La gran búsqueda, una panorámica general de las historias de las ideas económicas que ha escrito Sylvia Nasar sobre los dos últimos siglos y que sitúa a Alfred Marshall y los fabianos esposos Webb como el origen legítimo de la izquierda civilizada, en contraposición a la barbarie conceptual que representa Karl Marx. A continuación, el libro en el que Nicholas Whapshott ha descrito el cuerpo a cuerpo, espíritu a espíritu, entre Keynes y Hayek, una completa explicación para esos dos magníficos raps que crearon John Papola y Russ Roberts1. Y, por último, un primerísimo plano de John Maynard Keynes, esa mezcla entre Isaac Newton, Lawrence de Arabia y James Bond en la que debió inspirarse Isaac Asimov para crear en la saga Fundación a Hari Seldon, el fundador de la psicohistoria. Todo ello a la espera, por supuesto, de que se publique en España la biografía de Allan Ebenstein sobre Hayek2. Aunque habitualmente se les suele retratar como enfrentados, en realidad nunca estuvieron tan lejos el uno del otro. Para muestra, lo que confesó Hayek a la muerte de Keynes y que le podría haber servido de lápida:



Era el hombre más grande que he conocido jamás y por quien sentía una admiración sin límites.
Más bien fueron dos caras de una misma moneda: la del liberalismo de la libertad y la equidad, del mercado y la competencia, que cada uno interpretó desde dos posiciones diferentes aunque, en el fondo, tuvieran muchos puntos en común. Ni socialistas ni conservadores, tanto Keynes como Hayek fueron, por malentendidos combinados con interés de secta, asociados respectivamente a las posiciones de la derecha y de la izquierda, aunque se les podría considerar como liberales radicales, en el sentido de su excentricidad respecto de la norma y su pasión por ir a la raíz misma de las cosas. Siendo el liberalismo una corriente minoritaria tanto en lo académico como en lo popular, ambos tuvieron que acercarse a las posturas dominantes de socialistas y conservadores para hacer valer en algo sus ideas aunque repetidamente hicieron fe de su profesión liberal3.
La resistencia liberal
En unas circunstancias históricas en las que el pack formado por la democracia liberal y la economía de mercado estaba cercano a desaparecer bajo la égida totalitaria de los nazis y los comunistas, tanto Keynes como Hayek estuvieron en la vanguardia ilustrada y humanista de grandes pensadores que resistieron el embate teórico pero también práctico del desafío totalitario –junto a Popper, Arendt, Mises, Cassirer, Berlin, Ortega y Gasset y esa inmensa minoría de liberales en aquellos tiempos de utopías criminales, valga la redundancia–. En aquellos momentos, sin embargo, parecía que iban a perder la batalla de las ideas frente a las hordas irracionalistas capitaneadas por Heidegger a la derecha, Sartre a la izquierda y todo el agitprop de la mayor parte de los intelectuales al servicio de Hitler o Stalin4. Fue una casualidad, pero reveladora, que ambos pasaran varias noches juntos en 1942, armados con palas para sofocar posibles incendios, en el tejado de Cambridge vigilando el cielo esperando que atacara la Luftwaffe.
Sin embargo, mientras que el inglés Keynes creía que el carácter británico era inmune a las tentaciones totalitarias, el austríaco Hayek había comprobado in situ como los cultos pueblos austríaco y alemán caían rendidos al influjo carismático de Adolf Hitler, al que siguieron, no precisamente a ciegas, hacia la muerte y el abismo. De ahí, de esa vivencia personal, vendría la más o menos sensibilidad hacia el crecimiento del Estado y el control que iba teniendo sobre cada vez más facetas de la sociedad civil. Lo que a Keynes le parecía un mal menor, a Hayek le parecía meterse de cabeza en la boca del leviatán. Al final, ni el optimismo de Keynes ni el pesimismo de Hayek se han cumplido, ya que el Estado ha crecido hasta hacerse omnipresente y de una forma que Keynes no hubiera imaginado, ni aprobado, al tiempo que nuestras sociedades hiperestatizadas no han caído en el totalitarismo, pero sí han degenerado en un mundo huxleyano, tan feliz como superficial y banal, en el que con demasiada facilidad no somos despojados de nuestra libertad sino que la ofrecemos gustosos en el altar de la seguridad, el bienestar o los dogmas de lo políticamente correcto.
Paradigmas
Del mismo modo que entre Cassirer y Heidegger, Bohr y Einstein o Wittgenstein y Popper, la discusión que mantenían Keynes y Hayek era, en cierto sentido, una pelea de sordos porque los compromisos ontológicos y metodológicos de cada uno de ellos sobrepasaban los límites de una conversación acotada. Y es que ambos estaban en trincheras tan lejanas que por mucho que se gritasen no era probable que llegasen a escucharse. En realidad, la disputa entre Hayek y Keynes es un caso de libro del concepto de paradigma en Thomas Kuhn. Keynes y Hayek se encontraban en dimensiones diferentes de la ciencia económica, ya que mientras que Hayek se movía en el ámbito de lo que hoy llamamos microeconomía, el estudio de la relaciones económicas que se producen entre los individuos, Keynes estaba inventado lo que se denominaría macroeconomía, la visión de las relaciones económicas contempladas a vista de pájaro, es decir, desde una perspectiva más abstracta y totalizadora. O dicho a la manera de Skidelsky:
Mientras Hayek empezaba con premisas que no podían llegar a resultados perversos, Keynes empezaba por los resultados perversos e intentaba construir premisas consistentes con ellos.
Que es como decir que mientras que Hayek pertenecería, metafóricamente, a la izquierda hegeliana ("Lo racional es real"), Keynes pertenecería a su derecha ("Lo real es racional"). O, también, que Hayek se ocupaba del deber ser y Keynes se preocupaba por el mondo y lirondo ser.
Pero nada une más que tener un idéntico enemigo a las puertas de lo que consideras que es la máxima expresión de la civilización: el burgués way of life. Tanto Hayek como Keynes tenían dos enemigos intelectuales en común. En un extremo, los fans del crecimiento y expansión sin límite del Estado, de tendencia totalitaria, que provocarían una tumoración estatista en la sociedad civil que terminaría por destruir el núcleo de la misma, los individuos. En el otro extremo, los fanáticos del laissez faire5, defensores de un mercado sin regulación alguna, anarquistas de salón que sentían un odio enfermizo hacia cualquier forma de autoridad combinado con una inocente confianza roussoniana en la espontaneidad social. Tanto Keynes como Hayek, por el contrario, partían de la tradición contractualista que había fundado el Estado liberal moderno y que en ese momento, los años que van de la crisis del 29 al final de la II Guerra Mundial, se estaba transformando en un Estado liberal de bienestar, en el que se trataba de mantener una esfera de libertad en todos los órdenes, incluso de expandirla en algunos (como los derechos civiles), a la vez que ampliaba la red de seguridad vinculada a riesgos objetivos, convirtiéndose el Estado en una compañía de seguros respecto a los imprevistos de la vida, tanto social como económicamente, tanto contingente como estructuralmente.
La más radical diferencia entre Keynes y Hayek se situaba, por tanto, no tanto en la dirección a seguir –la de un Estado que gestionase el mercado para garantizar en él su característica fundamental, la competencia– sino en la intensidad y el sentido de dicha gestión, que no debería incurrir ni por exceso en el intervencionismo socialista o conservador ni por defecto en el pasotismo libertario. A partir de esta coincidencia básica a todo liberal, las discrepancias eran profundas (tanto metodológicas como filosóficas y de talante), del mismo modo que ambos chocarían con la tercera pata del taburete liberal en la economía del siglo XX: las teorías neoclásicas de la Escuela de Chicago que tendrían su más famoso representante en Milton Friedman, que se convertiría a final del siglo XX en la encarnación más reconocida del espíritu liberal, aparentemente más hayekeano en el espíritu filosófico aunque en cuanto a su contenido económico más cercano a la arquitectura social propuesta por Keynes.
Macro y micro
Dentro del marco general liberal, por tanto, las diferencias entre Keynes y Hayek eran de enfoque. Como hemos señalado anteriormente, mientras que Hayek realizaba un acercamiento de abajo hacia arriba a los procesos económicos, considerando las interacciones particulares y concretas de los individuos en el mercado, Keynes realizaba un análisis de arriba abajo, considerando magnitudes generales como la oferta y la demanda. Estableciendo una analogía grosso modo, podríamos establecer que la diferencia entre uno y otro consistía en la misma que separaba la aproximación de Bohr en la física cuántica, que atendía a las magnitudes de microescala, mientras que Einstein tenía una visión de la realidad física desde la perspectiva de las grandes escalas del universo, lo que condicionaba a su vez su concepción filosófica de la realidad física6 (la diferencia entre los físicos y los economistas en esa misma época es que los físicos compartían un vocabulario común que definía unos conceptos definidos, operables además con la objetividad, la univocidad y el rigor de las matemáticas, mientras que las discusiones económicas entre Hayek y Keynes, como en general en toda la profesión, se perdían en unas indefiniciones terminológicas que entorpecían y oscurecían el debate, además de unos prejuicios ideológicos más arraigados y una cercanía al poder político que contaminaban el debate conceptual con intereses espurios. Además de que la econometría que acababa de surgir de la mano de Simon Kuznets fue rechazada demasiado a la ligera por la escuela austríaca, de la que Hayek era un miembro destacado aunque heterodoxo, porque en principio era más proclive al planteamiento macroeconómico).
De forma parecida, la polémica entre Popper y Wittgenstein sobre si hay o no problemas filosóficos auténticos se encontraba dentro del mismo paradigma ilustrado mientras que, sin embargo, la disputa entre Cassirer y Heidegger, entre un neoilustrado y un antihumanista, en realidad los situaba en dimensiones de la visión del significado y la vida tan distantes que más que un diálogo no podía ser sino un cruce de monólogos en paralelo, sin posibilidad alguna de síntesis ni negociación. Por el contrario, el diálogo entre Keynes y Hayek duró toda su vida y fue tan duro y exigente como fructífero para ambas partes, en el que se reconocían tanta admiración personal como respeto intelectual.
'Centesimus annus', 'hayekeynesiana'
Un ejemplo un quizás sorprendente híbrido de Hayek + Keynes se encuentra en la encíclica de Juan Pablo II Centesimus Annus. Mientras que los apartados 31 y 32 tienen un aroma indiscutiblemente favorable al libre mercado, el resto de la parte económica (del 33 al 37) introduce limitaciones al funcionamiento laissez faire del mismo, en aras de una "preocupación social" que también era uno de los rasgos distintivos de Keynes frente a otros liberales que preferían refugiarse en problemas teóricos y académicos independientemente de los problemas de la realidad económica inmediata (y de donde vino el famoso exabrupto de Keynes sobre que, en el largo plazo, todos muertos. Boutade cuyo último coletazo ha sido la acusación del historiador Niall Ferguson acerca de que el presunto desinterés de Keynes por el futuro provendría de que era homosexual y sin descendencia, lo que además de ser una tontería ridícula es falso7, ya que Keynes fue bisexual a lo largo de su vida –en serie, no en paralelo–, y en su matrimonio quería tener hijos aunque su mujer resultó no ser fértil).
Así, Juan Pablo II, por un lado, reconoce que (el énfasis es mío)
se hace cada vez más evidente y determinante el papel del trabajo humano, disciplinado y creativo, y el de las capacidades de iniciativa y de espíritu emprendedor, como parte esencial del mismo trabajo... La moderna economía de empresa comporta aspectos positivos, cuya raíz es la libertad de la persona, que se expresa en el campo económico y en otros campos;
mientras, que por otro lado,
Da la impresión de que, tanto a nivel de naciones, como de relaciones internacionales, el libre mercado es el instrumento más eficaz para colocar los recursos y responder eficazmente a las necesidades. Sin embargo, esto vale sólo para aquellas necesidades que son 'solventables', con poder adquisitivo, y para aquellos recursos que son 'vendibles', esto es, capaces de alcanzar un precio conveniente. Pero existen numerosas necesidades humanas que no tienen salida en el mercado. Es un estricto deber de justicia y de verdad impedir que queden sin satisfacer las necesidades humanas fundamentales y que perezcan los hombres oprimidos por ellas.
Es una aproximación al equilibrio entre la libertad negativa, la favorita de los liberales de derechas, y la libertad positiva, la de aquellos que, como Keynes, podríamos definir como liberales de izquierda. Es decir, que Wojtyla sumaba en su encíclica hayekeynesiana la libertad que exige para su disfrute que nadie interfiera con sus deseos con la libertad que presupone por parte del Estado cierta igualación de las oportunidades que por nacimiento puede ser que no se den.
Neocontractualismo
Así llegamos a la filosofía social de ambos pensadores, Hayek y Keynes. Será una visión contractualista de la sociedad la que complemente el desarrollo económico. En el sentido en que economistas posteriores como Amartya Sen harán caso omiso de la recomendación de la muy keynesiana (y en cuanto más keynesiana que el papa Keynes, profundamente antiliberal) Joan Robinson para olvidarse de "esa basura de la ética". Porque la economía sin ética y sin política está vacía, del mismo modo que la ética y la política sin economía están ciegas.
Siendo David Gauthier, Robert Nozick y John Rawls los filósofos que dentro del marco liberal han desarrollado las teorías neocontractualistas más potentes, centrémonos en este último como ejemplo de lo que podría ser un punto de acuerdo entre Hayek y Keynes. Plantea Rawls en La justicia como equidad la existencia de dos principios que combinan la libertad negativa y la libertad positiva que había planteado Isaiah Berlin, del que fue discípulo en Oxford, como si fueran cuasi contradictorios. Al resolver la paradoja de la relación de la libertad individual a hacer lo que se quiera con la legitimidad del Estado para realizar ajustes en el sistema de libertades colectivas, Rawls resuelve la relación entre sociedad civil y Estado, dejándole a este último determinadas acciones regulatorias para ajustar la "maquinaria" del mercado, la metáfora favorita de Keynes, o para sanar al "organismo" de mercado, la metáfora favorita de Hayek.
Porque si el primer principio establece la tradicional aspiración liberal a hacer lo que uno quiera (con el natural límite en el respeto a la libertad de los demás)8,
cada persona debe tener un derecho igual al esquema más extenso de libertades básicas iguales compatible con un esquema similar de libertades para otros,
el segundo principio regula la libertad positiva:
Las desigualdades sociales y económicas deben de resolverse de modo tal que:
1. resulten en el mayor beneficio de los miembros menos aventajados de la sociedad (el principio de la diferencia).
2. los cargos y puestos deben de estar abiertos para todos bajo condiciones de igualdad de oportunidades (justa igualdad de oportunidades);
con el importante matiz de que entre dichos principios se establece una jerarquía que, y aquí reside la clave liberal frente a la socialdemócrata, sitúa al primer principio por encima del segundo, la libertad por encima de la igualdad, favoreciendo un equilibrio asimétrico entre ambos valores, respetando la clásica preeminencia de la libertad frente a la segunda que se manifestaba en esa secuencia, donde el orden sí que importa, de libertad-igualdad-fraternidad.
Hayek recoge esos dos principios en Camino de servidumbre. El de la libertad negativa9:
De esto, el individualista concluye que debe dejarse a cada individuo, dentro de límites definidos, seguir sus propios valores y preferencias antes que los de otro cualquiera, que el sistema de fines del individuo debe ser supremo dentro de estas esferas y no estar sujeto al dictado de los demás;
donde he subrayado la restricción "dentro de límites definidos", que tiene en cuenta tanto los límites que marcan las libertades de otros individuos como las externalidades negativas que pudiese acarrear dicha acción en libertad. Y es que el individualismo hayekiano se opone al colectivismo pero no así al individualismo compasivo, al que hace referencia Juan Pablo II, es decir, que la acción social de los individuos a través del mecanismo de la competencia en el mercado incluye tanto la competición como la cooperación, ya que somos más libres (y más felices) en cuanto los demás son también más libres (y más felices)10.
En cuanto al segundo principio rawlsiano, de contenido social, Hayek también lo recogió en Camino de servidumbre cuando escribió11:
No puede haber ninguna duda de que un mínimo de comida, alojamiento y ropa, suficiente para preservar la salud y la capacidad de trabajar, tiene que estar garantizado para todo el mundo. Cuando, como en el caso de enfermedad o accidente, ni el deseo de evitar estas calamidades ni los esfuerzos para superar sus consecuencias se ven debilitados por la provisión de asistencia –cuando, en pocas palabras, nos enfrentamos a riesgos realmente asegurables–, la necesidad de que el Estado ayude a organizar un sistema de seguridad social de conjunto es muy fuerte.
En este sentido, Hayek está mucho más cercano a Keynes que a una fanática del individualismo como Ayn Rand (que, por cierto, anotó Camino de servidumbre con el estilo combativo y faltón que la caracterizaba, con las expresiones "está loco de remate", "loco abismal", “idiota” y “total y absoluto bastardo vicioso”), que no podría estar más en desacuerdo con lo que Hayek expresó en otro momento12:
Siempre y cuando el Gobierno planifique la competencia o intervenga cuando la competencia no pueda hacerlo, no hay ninguna objeción.
Planificación para la competencia
Esta "planificación para la competencia" va a ser el consenso al que lleguen Hayek y Keynes, y será el testigo que recoja la economía liberal neoclásica en Chicago. Esto llevará a un cambio metafórico porque de la mano invisible de Adam Smith (que de todos modos ya evidenció la necesidad de dicha planificación para la competencia) pasaríamos a la mano de hierro (planificadora) en guante de seda (liberal), es decir, a la articulación de un Estado tan fuerte y sólido en la regulación del mercado como cuidadoso para incentivar la competencia en lugar de matarla. Esta planificación en el buen sentido consiste en hacer de levadura para la competencia, en contraposición a la planificación para el socialismo, que supondría la sustitución del mecanismo de la competencia-en-el-mercado por el intervencionismo estatalista.
Una vez asumida la metáfora de la mano de hierro en guante de seda, de la disciplina en el mercado a través de la regulación estatal, sin embargo, Hayek va a avisar a Keynes de que la lógica de la acción democrática lleva ineluctablemente a una Gobierno cada vez más poderoso, grande e intervencionista que, en el límite, caería de cabeza en la dictadura totalitaria. De manera que, para huir de los totalitarismos en el corto plazo, nazis y comunistas, Keynes estaría abierto las puertas de la Troya liberal a la farsa del caballo intervencionista. Sin embargo, Keynes se mostraba más optimista, atribuyendo al carácter de los pueblos la sabiduría suficiente para que el peligro del totalitarismo no prendiese en un sistema liberal. Claro, no era lo mismo, como expusimos anteriormente, la experiencia vital del británico Keynes, que solía cenar con Churchill y los académicos de Cambridge, que la del austríaco Hayek, que tuvo que salir por pies de la doble amenaza a su integridad de los comunistas, primero, y los nazis, después...
Otra diferencia es en el modo de ejercer la mano visible liberal. A raíz del cambio de actitud de Keynes en 1939 respecto a la política del Gobierno, ya que lo que había en ese momento era un exceso de demanda durante la guerra, Hayek le felicitó13:
Me tranquiliza comprobar que estamos tan absolutamente de acuerdo en lo que respecta a la economía de la escasez, aunque discrepemos en cuanto al momento de aplicarla.
Hayek no comprendía que realmente eran dos tipos de aplicación del liberalismo diferentes los que sostenían Keynes y él. Porque mientras que el inglés defendía un liberalismo del caso, en el que la política económica dependería de las circunstancias del momento y la idiosincrasia del regulador de turno, Hayek prefería un liberalismo de la regla, un piloto automático que gobernase siguiendo un programa determinado (aunque ya dicho programa significase una refutación del laissez faire ingenuo).
The End
Finalmente, la historia, el largo plazo, parece estar dándole la razón más bien a Keynes, ya que la expansión del Estado no se ha resuelto en una deriva totalitaria generalizada sino más bien en lo contrario, una expansión de la democracia liberal a través de la globalización que ha perdido en libertad en algunas parcelas en contraposición a las ganancias gigantescas obtenidas en otras, más importantes.
Y es que si los socialistas son ingenieros sociales, los liberales podrían ser catalogados como arquitectos sociales. Un tipo de planificación liberal de tipo soft, light o fuzzy. Fue sin duda Keynes el que abrió en la esfera liberal la compuerta de cierta planificación de las acciones estatales, desde una perspectiva progresista, de preocupación social. Sin embargo, el núcleo fundamental de la economía era, por supuesto, el mercado. Y la acción del Estado estaba completamente subordinada a complementar al mercado para que este funcionase de la manera óptima. De hecho, en cuanto la labor estatal de cebar la maquinaria de la competencia de la economía de mercado para que esta no gripase hubiese cesado, una vez que el motor económico comenzase a carburar nuevamente después de una rotura, siguiendo con la metáfora mecánica, el Estado debía retirarse de nuevo a boxes, únicamente preocupado de regulaciones mínimas del mismo, hinchando las ruedas o llenando el depósito de gasolina (dinero).
Aunque en un primer momento Hayek, siguiendo la estela austríaca, rechazó este planteamiento de la función reguladora del Estado, sin embargo de lo que terminó abjurando fue de la ingenua actitud decimonónica del laissez faire y ya en Camino de servidumbre planteó una "arquitectura social" que pasaba incluso por la creación de un sistema de sanidad público y universal, así como un sistema de educación básico.
Otro punto en común entre Hayek y Keynes consistía en que fueron de los pocos intelectuales que no sólo no cayeron bajo el influjo de la propaganda y el hechizo comunista de la Unión Soviética –que encandiló a discípulos en Cambridge como Joan Robinson e incluso a socialistas fabianos como Beatrice Webb–, sino que, como refiere Sylvia Nasar en La gran búsqueda en relación a Keynes, sentía "un profundo desprecio por el Partido Laborista oficial y ponía en el mismo saco a la Alemania fascista y a la URSS estalinista", señalando el origen estatalista y antiliberal de ambos. Sin embargo, y ya en el marco de las democracias liberales, Keynes comprendió mejor la política que Hayek, en cuanto que el cuerpo electoral siempre va a exigir un liberalismo activo, que hiciera algo, para resolver los problemas acuciantes del corto plazo. Mientras que un liberalismo que esperase a que el sistema se arreglase por sí solo sería sistemáticamente rechazado por pasivo e incompetente. Aquí opera un rasgo de la psicología popular que espera acciones visibles para los problemas. Un corolario de aquello que sostenía Nietzsche según el cual nunca nos libraremos de creer en Dios porque creemos en la gramática. Es decir, que ante un predicado (una acción) creemos que tiene que existir necesariamente un sujeto, aunque sea implícito. Del mismo modo, y parafraseando al filósofo alemán, podríamos decir que siempre vamos a pedir más intervención del Estado porque nunca dejaremos de creer en la gramática.

Hayek y Keynes, una relación liberal peligrosa

Santiago Navajas

Introducción: tres libros
Han sido tres los libros que últimamente se han publicado y que han tratado, en su núcleo o como un capítulo importante, la relación de amor-odio que mantuvieron Keynes y Hayek. El primero que debe leerse es La gran búsqueda, una panorámica general de las historias de las ideas económicas que ha escrito Sylvia Nasar sobre los dos últimos siglos y que sitúa a Alfred Marshall y los fabianos esposos Webb como el origen legítimo de la izquierda civilizada, en contraposición a la barbarie conceptual que representa Karl Marx. A continuación, el libro en el que Nicholas Whapshott ha descrito el cuerpo a cuerpo, espíritu a espíritu, entre Keynes y Hayek, una completa explicación para esos dos magníficos raps que crearon John Papola y Russ Roberts1. Y, por último, un primerísimo plano de John Maynard Keynes, esa mezcla entre Isaac Newton, Lawrence de Arabia y James Bond en la que debió inspirarse Isaac Asimov para crear en la saga Fundación a Hari Seldon, el fundador de la psicohistoria. Todo ello a la espera, por supuesto, de que se publique en España la biografía de Allan Ebenstein sobre Hayek2. Aunque habitualmente se les suele retratar como enfrentados, en realidad nunca estuvieron tan lejos el uno del otro. Para muestra, lo que confesó Hayek a la muerte de Keynes y que le podría haber servido de lápida:


Mart Laar: "Sistema impositivo debe ser sencillo"

Extracto del discurso del exprimer ministro de Estonia, Mart Laar ante la Cámara Costarricense-Norteamericana de Comercio (AMCHAM).
Mart Laar es ex Primer Ministro de Estonia y ganador del Premio Milton Friedman por la Libertad del 2006.
 
Extracto del discurso del exprimer ministro de Estonia, Mart Laar ante la Cámara Costarricense-Norteamericana de Comercio (AMCHAM).
Es un placer compartir las experiencias de mi país con Costa Rica.
Cuando uno escucha a un extranjero dar un montón de consejos sobre lo que debe hacer puede sonar muy sospechoso. Pero es importante recordar la experiencia estoniana. Al final, son ustedes quienes deben decidir basados en su propia historia.
Estonia es un país muy pequeño, muy distante, al norte de Europa. Somos una de las capitales más frías del mundo.



Es muy diferente de Costa Rica, pero al mismo tiempo tenemos ciertas similitudes.
Estonia es una ruta comercial desde hace muchos años, como Costa Rica. El más grande recurso para nosotros es nuestro pueblo.
Somos un país fundamentado en la mentalidad agrícola y esto aporta a nuestra táctica y actitud cierta mentalidad de agricultor.
Estonia debió luchar por su independencia y por su libertad durante muchísimo tiempo. En los últimos 50 años de la ocupación soviética, el 20% de nuestra población salió y eso perjudicó la economía y al medio ambiente.
En 1991, después de 50 años de luchar por su independencia, Estonia la restauró.
En 1992, lo único que había para vender en Estonia era brandy de Armenia y vodka ruso. Todos los demás alimentos estaban desaparecidos, pero se podían sacar del mercado negro. Cuando uno quería comprar algo tenía que hacerlo con libreta; para comprar leche por lo menos había que tener tres niños, y la mayoría de los productos básicos ni siquiera estaban disponibles.
No había gasolina disponible, o sea, no había automóviles en las calles.
Lo que obtuvimos de los comunistas fue devastador. Nuestra inflación llegó al 1.000%, nuestra economía decreció a un 30%, dependíamos totalmente de Rusia, no había qué producir para vender a los mercados mundiales.
La pobreza ascendió aún con los programas que existían.
Hacia las reformas
Con esta situación Estonia debía empezar sus reformas.
Nuestro primer presupuesto estaba desequilibrado. Necesitaba equilibrarlo para establecer la moneda estoniana. Opté por la forma clásica: incrementar los impuestos.
Mi mente de agricultor me decía que esa no era necesariamente tan buena idea. Pero después me dijeron que todo mundo lo hace.
La mayoría de las reformas las hicimos según el Banco Mundial, aunque decíamos que esa política no iba a funcionar. Necesitábamos medidas más radicales, pero no teníamos por qué seguir exactamente lo que están haciendo los países occidentales porque en muchos casos sus economías no se desarrollan tan rápido.
Decidimos seguir nuestro propio camino, y esta fue nuestra política.
Hoy, Estonia es un modelo de éxito económico en los países en transición, basado en reformas básicas, algunas de ellas monetarias.
Estonia promulgó una ley para que nuestro presupuesto siempre tenga balance y así ha sido en los últimos 15 años.
El siguiente paso fue abrir la economía. No creamos zonas francas sino que todo el país es una zona franca.
Nuestra industria y agricultura se han vuelto muy competitivos. También establecimos un estado de derecho.
Así, tomamos los primeros pasos hacia la privatización, inversiones que han aportado conocimiento y tecnología.
La revolución tributaria
El siguiente paso fue la revolución tributaria.
En Estonia, fuimos los primeros en adoptar los impuestos fijos en enero de 1994 y ahora muchos países han seguido nuestro patrón.
El sistema tributario existente era altamente progresivo y no beneficiaba a la población. Necesitábamos instar a la actividad social y la creación de nuevos empleos por medio de la justicia social. Por eso buscamos el impuesto fijo.
El sistema impositivo debe ser sencillo, porque cuando es muy complicado, con muchas excepciones y muchas tarifas, las personas no pagan sus impuestos, en especial los acaudalados, porque ellos pueden contratar buenos abogados y contadores.
Vimos que era fácil de pagar y difícil de evadir, y se puede tener presupuesto para el Gobierno aunque las tasas sean inferiores.
El sistema es justo y eficiente. Como resultado de esto hemos visto un país que pasó de la miseria a una de las ciudades más bellas de Europa.
En el 2005, nuestro desarrollo económico fue de 10%, ya no dependemos de Rusia, comerciamos con el mundo y el desempleo es muy bajo.
Tenemos más seguridad social. Nuestra tasa de indigencia ha bajado más de dos veces. Además, promovimos el Gobierno electrónico.
El único problema es que hay mucho dinero en el presupuesto. En el 2005 tuvimos un excedente de 6% del PIB, y es una tentación que los gobiernos lo usen en forma nociva

Mart Laar: "Sistema impositivo debe ser sencillo"

Extracto del discurso del exprimer ministro de Estonia, Mart Laar ante la Cámara Costarricense-Norteamericana de Comercio (AMCHAM).
Mart Laar es ex Primer Ministro de Estonia y ganador del Premio Milton Friedman por la Libertad del 2006.
 
Extracto del discurso del exprimer ministro de Estonia, Mart Laar ante la Cámara Costarricense-Norteamericana de Comercio (AMCHAM).
Es un placer compartir las experiencias de mi país con Costa Rica.
Cuando uno escucha a un extranjero dar un montón de consejos sobre lo que debe hacer puede sonar muy sospechoso. Pero es importante recordar la experiencia estoniana. Al final, son ustedes quienes deben decidir basados en su propia historia.
Estonia es un país muy pequeño, muy distante, al norte de Europa. Somos una de las capitales más frías del mundo.


Saturday, June 18, 2016

La petrolera rusa Rosneft y Petróleos de Venezuela se unen para extraer gas en el Atlántico

Está previsto que la empresa conjunta produzca 300 millones de metros cúbicos de gas diarios, que trasladará a los países de la región a través de gasoductos o en forma licuada.
Imagen ilustrativa
Imagen ilustrativaCarlos Garcia RawlinsReuters

La petrolera rusa Rosneft y Petróleos de Venezuela () inician un emprendimiento conjunto para extraer gas en el Atlántico.
"Estamos muy cerca de firmar un acuerdo sobre un gran proyecto de cooperación para la extracción de gas costa afuera en Mariscal Sucre, en el noreste de Venezuela", señaló el jefe de PDVSA, Eulogio del Pino, a TASS, agregando que Rosneft es el socio principal de la compañía venezolana. La firma del acuerdo entre las dos empresas se espera para julio.
El directivo ha precisado que el director ejecutivo de Rosneft, Ígor Sechin, viajará a Venezuela a finales del próximo mes y que durante su estancia podrían certificar los acuerdos finales.


Está previsto que la empresa conjunta produzca 300 millones de metros cúbicos de gas diarios en los yacimientos Mejillones y Patao, que trasladará a los países de la región a través de gasoductos o en forma licuada; de hecho, el proyecto incluye la construcción de una planta de licuación.
"Dentro de 3 o 4 meses planeamos iniciar la producción de gas. Esperamos junto con Rosneft producir gas para la exportación y para el consumo doméstico en Venezuela. Rusia y Venezuela están muy contentas por esta cooperación", afirmó Del Pino.
Asimismo, la petrolera rusa Rosneft y Petróleos de Venezuela (PDVSA) inician un emprendimiento conjunto de servicios petroleros y de perforación. Ambas compañías recibirán cuotas iguales.
Comentando sobre crisis de los precios del 'oro negro', Eulogio del Pino afirmó: "Estimamos que el precio del petróleo se mantendrá en 50 a 60 de dólares por barril durante el verano debido a que el sistema de extracción de petróleo de esquisto está todavía activo. […] Si el precio sube a 60 de dólares por barril, se restaurará la producción de petróleo de esquisto".
"Si no emprendemos algunas medidas [los países productores de petróleo], entonces los precios volverán a caer a alrededor de 20 de dólares. Necesitaremos una vez más "congelar" la producción, pero entonces puede que sea demasiado tarde", subrayó.

La petrolera rusa Rosneft y Petróleos de Venezuela se unen para extraer gas en el Atlántico

Está previsto que la empresa conjunta produzca 300 millones de metros cúbicos de gas diarios, que trasladará a los países de la región a través de gasoductos o en forma licuada.
Imagen ilustrativa
Imagen ilustrativaCarlos Garcia RawlinsReuters

La petrolera rusa Rosneft y Petróleos de Venezuela () inician un emprendimiento conjunto para extraer gas en el Atlántico.
"Estamos muy cerca de firmar un acuerdo sobre un gran proyecto de cooperación para la extracción de gas costa afuera en Mariscal Sucre, en el noreste de Venezuela", señaló el jefe de PDVSA, Eulogio del Pino, a TASS, agregando que Rosneft es el socio principal de la compañía venezolana. La firma del acuerdo entre las dos empresas se espera para julio.
El directivo ha precisado que el director ejecutivo de Rosneft, Ígor Sechin, viajará a Venezuela a finales del próximo mes y que durante su estancia podrían certificar los acuerdos finales.

Estado Islámico: ¿Es reversible el daño que ha causado?

Ejecución masiva en Palmira, Siria , del Estado Islámico
Que los combatientes del Estado Islámico hayan sido expulsados de Palmira, una antigua ciudad del centro de Siria, es una noticia realmente buena. Este hecho, que tiene lugar pocos meses después de que el Estado Islámico perdiera el control de Ramadi, en Irak, sugiere que la organización está perdiendo terreno en su periferia y se está quedando reducida a su núcleo, entre Raqa (Siria) y Mosul (Irak). Aunque no esté siendo precisamente derrotado, como prometió el presidente Obama, al menos el Estado Islámico está siendo debilitado, y eso es algo positivo.



Pero esta buena noticia viene acompañada de dos importantes salvedades, ambas muy preocupantes. La primera es que, conforme pierde terreno en Irak y Siria, el Estado Islámico se ve obligado a mirar al extranjero para mantener el impulso. Eso supone que destina más recursos a provincias como Sirte, en Libia, que bien podría convertirse en su cuartel general. Y lo que es peor, significa que se destinan más recursos al terrorismo en el extranjero: a cometer más atentados como los de París, Bruselas, el Sinaí y San Bernardino. Si bien el Estado Islámico está perdiendo fuerza, sigue siendo peligroso, y desde el punto de vista de los europeos o de los norteamericanos el peligro de ataques terroristas está aumentando conforme pierde territorio.
En segundo lugar, y aún más importante: las pérdidas que está experimentando el Estado Islámico no vienen de mano de fuerzas moderadas ni de aliados de Estados Unidos; tanto en Siria como en Irak las pérdidas del Estado Islámico son ganancias para Irán y sus peones. Palmira fue reconquistada por el Ejército sirio de Bashar al Asad (que a estas alturas es más una milicia alauita que otra cosa) y por milicias chiíes movilizadas por Irán (en las que había muchos chiíes extranjeros) y respaldadas por ataques aéreos rusos.
Gracias a la intervención de Vladímir Putin, Asad vuelve a cobrar fuerza, y aunque el Estado Islámico sufre, también lo hacen los rebeldes moderados apoyados por Estados Unidos. No está claro en absoluto que el régimen de Asad sea preferible al del Estado Islámico; el dictador sirio ha matado a bastante más gente. Estados Unidos teme más al Estado Islámico porque lo considera una amenaza más inmediata para sí y para sus aliados europeos, pero Israel está más preocupado por Asad porque no quiere tener una máquina de guerra financiada por Irán en su misma puerta.
Y, a largo plazo, Irán –un auténtico Estado que cuenta con inmensos recursos petrolíferos, dos potentes fuerzas militares (el Ejército regular y los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria), un largo historial de patrocinio del terrorismo internacional, misiles balísticos y un programa nuclear que, en el mejor de los casos, está paralizado temporalmente– puede ejercer más poder y suponer una mayor amenaza para Occidente que el Estado Islámico, que en realidad es un grupo terrorista que de momento trata de hacerse pasar por un Estado.
Hasta qué punto la guerra contra el Estado Islámico está consolidando el imperio iraní es algo que pone de manifiesto este artículo de Associated Press sobre cómo las milicias respaldadas por Irán se están convirtiendo en un Estado dentro del Estado en Irak, a imagen de Hezbolá en el Líbano. El artículo señala que en territorio iraquí hay “más de 50 milicias chiíes” que cuentan con “entre 60,000 y 140,000 combatientes” con “tanques y armamento”, así como con “una agencia de inteligencia, centros de operaciones y tribunales de justicia propios”.
Un destacado general iraquí afirmó: “[Las milicias] ya se han infiltrado en el Gobierno y se están inmiscuyendo en política. Dije a los de [la milicia] Hashd que puede que algún día mis hombres y yo luchemos contra ellos”. No está nada claro que el Ejército iraquí pudiera ganar semejante batalla; según todos los indicios, las milicias chiíes son ahora mismo lafuerza armada más poderosa del país.
Mientras siga siendo así (mientras Irán siga reforzando su control sobre Siria e Irak), será difícil volver a los suníes de ambos países en contra del Estado Islámico. Y eso, a su vez, dificultará la derrota de la organización en el corazón de su territorio, entre Raqa y Mosul. Además, aunque el Estado Islámico al final fuera derrotado, tampoco habría mucho que celebrar si no supone otra cosa que reforzar a un imperio iraní movido por el lema “Muerte a América” y que se extendería desde Teherán a Bagdad, Damasco y Beirut.