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Wednesday, November 23, 2016

Los crecientes fracasos de la Unión Europea y 'Brexit'

Marian L. Tupy señala los fracasos de la Unión Europea (UE), los cuales han provocado una mayor resistencia a ella y una mayor probabilidad de su disolución.


Marian L. Tupy
 
es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y editor del sitio Web www.humanprogress.org.
Desde sus humildes inicios, la Unión Europea (UE) se ha vuelto una entidad supra-nacional que al menos superficialmente se asemeja a un estado federal, pero que carece de un poder soberano. Tiene su propia bandera, himno, moneda, presidente (cinco de ellos, de hecho) y su servicio diplomático. Hoy, la UE está tratando de obtener nuevos poderes, mientras que, paradójicamente, también se enfrenta a una creciente oposición y una creciente probabilidad de colapso. ¿Cómo llegó a esa posición la UE? Para comprender el dilema de la UE, considere sus fracasos pasados y actuales.


La UE nació en 1958, cuando seis países europeos occidentales crearon una zona de comercio libre denominada la Comunidad Económica Europea (CEE). Hay un consenso abrumador entre economistas de que el libre comercio estimula el crecimiento económico. De hecho, ningún país alguna vez se ha vuelto rico estando aislado. No obstante, el impacto de la CEE sobre el crecimiento en Europa Occidental no debería ser subestimado. Los aranceles dentro de Europa sobre los productos no fueron removidas hasta 1968. Como resultado de esto, las reformas domésticas, tales como la liberalización de Ludwig Erhard de la economía de Alemania Occidental en 1948, fueron mucho más importantes para la recuperación posterior a la guerra que la inexistente CEE.
Además, tenga en cuenta que la liberalización del comercio interno de Europa se estaba dando en conjunto con la liberalización comercial a nivel mundial. Este último proceso, que solía ser llamado el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio y que ahora se llama la Organización Mundial del Comercio, empezó en 1947 —ante la insistencia de EE.UU.
Con el tiempo, el comercio interno de la UE se ha vuelto menos, no más, importante para la prosperidad europea. Los costos de las comunicaciones, las transferencias financieras y el transporte se han reducido considerablemente desde la Segunda Guerra Mundial, haciendo del comercio global cada vez más lucrativo para empresas individuales —estén o no en la UE. El comercio entre EE.UU. y la UE, por ejemplo, continúa creciendo, aún cuando no hay un acuerdo de libre comercio entre los dos. De igual forma, las exportaciones británicas a la UE están creciendo a un paso menor que las exportaciones británicas a los países que no son miembros de la UE.
Además, los beneficios económicos del comercio interno de Europa han sido socavados por un diluvio de regulaciones excesivas provenientes de Bruselas. A diferencia de la creencia popular, que sostiene que la integración y la prosperidad van de la mano, el crecimiento en Europa Occidental ha caído conforme la integración europea aumentó (ver gráfico). Hoy, gran parte de Europa simplemente no está creciendo.
Algunos de los problemas de Europa no están relacionados con la UE y están más bien relacionados con una demografía cambiante —bajas tasas de natalidad y una población que envejece. Aún así Europa también ha sufrido de heridas auto-infligidas. Las regulaciones en exceso, las que sofocan el crecimiento europeo, es solo una de ellas. Hay otras políticas destructivas también.

Fuente: Angus Maddison, Statistics on World Population, PIB y PIB per cápita, 1-2008 DC, obtenido el 16 de mayo de 2016.
* Las cifras para los 15 de la UE no contienen datos para Luxemburgo.
La Política Agrícola Común (CAP, por sus siglas en inglés), por ejemplo, ha resultado en montañas de mantequilla y lagos de leche. Estos luego fueron destruidos o arrojados en mercados del Tercer Mundo, donde socavaron a los productores locales. En conjunto con la CAP estuvo la Política Común de Pesca que, en lugar de preservar el stock de pesca de Europa mediante un sistema de cuotas, casi acabó con este. Un estudio holandés, por ejemplo, encontró que, para mantener sus cuotas, por cada tonelada de pescado destinado al consumo, los pescadores lanzaban “dos a cuatro toneladas de pescados muertos” al mar.
Los Fondos Estructurales y de Cohesión, un sistema de pagos transferidos que utilizó el dinero de los contribuyentes en los países ricos para intentar de fomentar el crecimiento y el empleo en el sur sub-desarrollado de Europa, se volvió un despilfarro legendario de mala asignación y corrupción financieras. La Corte Europea de Auditores se ha negado a aprobar el presupuesto de la UE en aproximadamente 20 años consecutivos —citando irregularidades.
El euro se suponía que debería haber conducido a un mayor crecimiento, desempleo más bajo, y mayor competitividad y prosperidad. Según “50 economistas distinguidos” que fueron reunidos por el pro-UE Centro para la Reforma Europea, “hay un consenso amplio de que el euro había sido una decepción: el desempeño económico de la unión monetaria había sido muy pobre, y en lugar de unir a los estados-miembros de la UE y fomentar un sentido más estrecho de unidad y de identidad común, el euro ha dividido a los países y erosionado la confianza en la UE”.
En retrospectiva, debería ser claro que la Eurozona fue mal concebida. Sus miembros se han comprometido a mantener niveles manejables de deuda (límite de un 60 por ciento del PIB) y déficits (límite de un máximo de 3 por ciento al año). Lo que la faltó a la Eurozona fue un mecanismo de cumplimiento creíble. De hecho, algunos de los miembros más grandes de la Eurozona, incluyendo a Francia y Alemania, rompieron sus compromisos en cuanto a la deuda y el déficit poco después del lanzamiento de la moneda común. Otros países hicieron lo mismo.
Todavía peor, la membrecía en la Eurozona ha permitido que algunas de las economías peor manejadas en Europa expandan masivamente sus deudas aprovechándose de las tasas de interés históricamente bajas. Los mercados le prestaron dinero al Sur de Europa, esperando que, si los problemas surgían, estos serían rescatados. Los mercados estaban en lo correcto. Por lo tanto, cuando colapsaron las economías sureñas, sus acreedores —principalmente bancos europeos— fueron rescatados causando un costo masivo al contribuyente europeo. Como siempre, un problema que fue creado por una integración más profunda ha llevado a llamados de “más Europa” y el establecimiento de una “unión fiscal”.
En los últimos años, otro problema serio ha surgido: la inmigración descontrolada de proveniente de África y de Oriente Medio. Mientras que la inmigración puede ser beneficiosa, los países europeos generalmente han sido poco exitosos en integrar a los extranjeros. Algo de ese fracaso tiene que ver con políticas estatales, como extensivas provisiones sociales y restricciones en el mercado laboral que mantienen a los inmigrantes fuera de la fuerza laboral, y algunas tienen que ver con un entendimiento particularmente europeo de la nacionalidad, que está basado en etnicidad, no ciudadanía.
Para bien o para mal, la política migratoria de a través de Europa, que ha permitido grandes flujos entrantes de extranjeros que ahora Bruselas está tratando de “redistribuir” forzadamenteentre los estados miembros, ha tenido éxito en despertar un nivel épico de resentimiento.
El rescate del euro y el mal manejo de la crisis migratoria han puesto de relieve uno de los menos apreciados, aunque más influyentes aspectos negativos de la integración europea: el ataque al Estado de Derecho.
El Artículo 125 del Tratado de Lisboa establece, claramente, que cada estado miembro de la UE es responsable de sus propias deudas. Es inconcebible que la Eurozona hubiese nacido alguna vez sin esa estipulación vital, que fue necesaria para calmar preocupaciones en el electorado alemán.
Además, el Artículo 123 prohíbe al Banco Central Europeo (BCE) comprar bonos soberanos en mercados primarios y bonos soberanos en mercados secundarios —si lo último se hace por motivos fiscales en lugar de monetarios. Bruselas y Frankfurt ignoraron ambas estipulaciones para mantener a Grecia dentro de la Eurozona.
De igual forma, la Regulación de Dublín especifica que las aplicaciones de asilo por parte de aquellos que buscan protección en la UE en virtud de la Convención de Ginebra deben ser examinados y procesados en el punto de ingreso, lo que significa que deben ser evaluados por el primer estado miembro de la UE que pisaron. Grecia, y en menor grado Italia, no han logrado satisfacer sus obligaciones y han permitido que cientos de miles, posiblemente millones, de personas que buscan asilo emigren a otros estados miembros, incluyendo Alemania. El gobierno alemán, en cambio, ha decidido de manera unilateral darle la bienvenida a estos inmigrantes solo para demandar que sean proporcionalmente distribuidos entre otros países de la UE.
Dejando a un lado las cuestiones humanitarias, incluso los estados miembros de la UE que nunca recibieron personas que buscaban asilo en primer lugar, y que no fueron consultados al momento de “permitirles” entrar a la UE en general, ahora están siendo obligados a acomodarlos. Los estados miembros han respondido a las amenazas de la UE incumpliendo con sus obligaciones con el área Schengen y erigiendo barreras para mantener a los inmigrantes fuera —exacerbando así el ataque al Estado de Derecho en Europa.
Conforme Gran Bretaña se prepara para votar acerca de su membrecía en la UE, es útil recordar no solo el éxito de la UE en reducir las barreras comerciales entre los países de la UE, sino también de los muchos fracasos de la UE, pues esta es la razón por la cual la membrecía continua de Gran Bretaña en la UE ya no es algo que se puede dar por sentado

Los crecientes fracasos de la Unión Europea y 'Brexit'

Marian L. Tupy señala los fracasos de la Unión Europea (UE), los cuales han provocado una mayor resistencia a ella y una mayor probabilidad de su disolución.


Marian L. Tupy
 
es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y editor del sitio Web www.humanprogress.org.
Desde sus humildes inicios, la Unión Europea (UE) se ha vuelto una entidad supra-nacional que al menos superficialmente se asemeja a un estado federal, pero que carece de un poder soberano. Tiene su propia bandera, himno, moneda, presidente (cinco de ellos, de hecho) y su servicio diplomático. Hoy, la UE está tratando de obtener nuevos poderes, mientras que, paradójicamente, también se enfrenta a una creciente oposición y una creciente probabilidad de colapso. ¿Cómo llegó a esa posición la UE? Para comprender el dilema de la UE, considere sus fracasos pasados y actuales.

Tuesday, October 4, 2016

Los crecientes fracasos de la Unión Europea y 'Brexit'

Marian L. Tupy señala los fracasos de la Unión Europea (UE), los cuales han provocado una mayor resistencia a ella y una mayor probabilidad de su disolución.

Marian L. Tupy es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y editor del sitio Web www.humanprogress.org.
Desde sus humildes inicios, la Unión Europea (UE) se ha vuelto una entidad supra-nacional que al menos superficialmente se asemeja a un estado federal, pero que carece de un poder soberano. Tiene su propia bandera, himno, moneda, presidente (cinco de ellos, de hecho) y su servicio diplomático. Hoy, la UE está tratando de obtener nuevos poderes, mientras que, paradójicamente, también se enfrenta a una creciente oposición y una creciente probabilidad de colapso. ¿Cómo llegó a esa posición la UE? Para comprender el dilema de la UE, considere sus fracasos pasados y actuales.



La UE nació en 1958, cuando seis países europeos occidentales crearon una zona de comercio libre denominada la Comunidad Económica Europea (CEE). Hay un consenso abrumador entre economistas de que el libre comercio estimula el crecimiento económico. De hecho, ningún país alguna vez se ha vuelto rico estando aislado. No obstante, el impacto de la CEE sobre el crecimiento en Europa Occidental no debería ser subestimado. Los aranceles dentro de Europa sobre los productos no fueron removidas hasta 1968. Como resultado de esto, las reformas domésticas, tales como la liberalización de Ludwig Erhard de la economía de Alemania Occidental en 1948, fueron mucho más importantes para la recuperación posterior a la guerra que la inexistente CEE.
Además, tenga en cuenta que la liberalización del comercio interno de Europa se estaba dando en conjunto con la liberalización comercial a nivel mundial. Este último proceso, que solía ser llamado el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio y que ahora se llama la Organización Mundial del Comercio, empezó en 1947 —ante la insistencia de EE.UU.
Con el tiempo, el comercio interno de la UE se ha vuelto menos, no más, importante para la prosperidad europea. Los costos de las comunicaciones, las transferencias financieras y el transporte se han reducido considerablemente desde la Segunda Guerra Mundial, haciendo del comercio global cada vez más lucrativo para empresas individuales —estén o no en la UE. El comercio entre EE.UU. y la UE, por ejemplo, continúa creciendo, aún cuando no hay un acuerdo de libre comercio entre los dos. De igual forma, las exportaciones británicas a la UE están creciendo a un paso menor que las exportaciones británicas a los países que no son miembros de la UE.
Además, los beneficios económicos del comercio interno de Europa han sido socavados por un diluvio de regulaciones excesivas provenientes de Bruselas. A diferencia de la creencia popular, que sostiene que la integración y la prosperidad van de la mano, el crecimiento en Europa Occidental ha caído conforme la integración europea aumentó (ver gráfico). Hoy, gran parte de Europa simplemente no está creciendo.
Algunos de los problemas de Europa no están relacionados con la UE y están más bien relacionados con una demografía cambiante —bajas tasas de natalidad y una población que envejece. Aún así Europa también ha sufrido de heridas auto-infligidas. Las regulaciones en exceso, las que sofocan el crecimiento europeo, es solo una de ellas. Hay otras políticas destructivas también.

Fuente: Angus Maddison, Statistics on World Population, PIB y PIB per cápita, 1-2008 DC, obtenido el 16 de mayo de 2016.
* Las cifras para los 15 de la UE no contienen datos para Luxemburgo.
La Política Agrícola Común (CAP, por sus siglas en inglés), por ejemplo, ha resultado en montañas de mantequilla y lagos de leche. Estos luego fueron destruidos o arrojados en mercados del Tercer Mundo, donde socavaron a los productores locales. En conjunto con la CAP estuvo la Política Común de Pesca que, en lugar de preservar el stock de pesca de Europa mediante un sistema de cuotas, casi acabó con este. Un estudio holandés, por ejemplo, encontró que, para mantener sus cuotas, por cada tonelada de pescado destinado al consumo, los pescadores lanzaban “dos a cuatro toneladas de pescados muertos” al mar.
Los Fondos Estructurales y de Cohesión, un sistema de pagos transferidos que utilizó el dinero de los contribuyentes en los países ricos para intentar de fomentar el crecimiento y el empleo en el sur sub-desarrollado de Europa, se volvió un despilfarro legendario de mala asignación y corrupción financieras. La Corte Europea de Auditores se ha negado a aprobar el presupuesto de la UE en aproximadamente 20 años consecutivos —citando irregularidades.
El euro se suponía que debería haber conducido a un mayor crecimiento, desempleo más bajo, y mayor competitividad y prosperidad. Según “50 economistas distinguidos” que fueron reunidos por el pro-UE Centro para la Reforma Europea, “hay un consenso amplio de que el euro había sido una decepción: el desempeño económico de la unión monetaria había sido muy pobre, y en lugar de unir a los estados-miembros de la UE y fomentar un sentido más estrecho de unidad y de identidad común, el euro ha dividido a los países y erosionado la confianza en la UE”.
En retrospectiva, debería ser claro que la Eurozona fue mal concebida. Sus miembros se han comprometido a mantener niveles manejables de deuda (límite de un 60 por ciento del PIB) y déficits (límite de un máximo de 3 por ciento al año). Lo que la faltó a la Eurozona fue un mecanismo de cumplimiento creíble. De hecho, algunos de los miembros más grandes de la Eurozona, incluyendo a Francia y Alemania, rompieron sus compromisos en cuanto a la deuda y el déficit poco después del lanzamiento de la moneda común. Otros países hicieron lo mismo.
Todavía peor, la membrecía en la Eurozona ha permitido que algunas de las economías peor manejadas en Europa expandan masivamente sus deudas aprovechándose de las tasas de interés históricamente bajas. Los mercados le prestaron dinero al Sur de Europa, esperando que, si los problemas surgían, estos serían rescatados. Los mercados estaban en lo correcto. Por lo tanto, cuando colapsaron las economías sureñas, sus acreedores —principalmente bancos europeos— fueron rescatados causando un costo masivo al contribuyente europeo. Como siempre, un problema que fue creado por una integración más profunda ha llevado a llamados de “más Europa” y el establecimiento de una “unión fiscal”.
En los últimos años, otro problema serio ha surgido: la inmigración descontrolada de proveniente de África y de Oriente Medio. Mientras que la inmigración puede ser beneficiosa, los países europeos generalmente han sido poco exitosos en integrar a los extranjeros. Algo de ese fracaso tiene que ver con políticas estatales, como extensivas provisiones sociales y restricciones en el mercado laboral que mantienen a los inmigrantes fuera de la fuerza laboral, y algunas tienen que ver con un entendimiento particularmente europeo de la nacionalidad, que está basado en etnicidad, no ciudadanía.
Para bien o para mal, la política migratoria de a través de Europa, que ha permitido grandes flujos entrantes de extranjeros que ahora Bruselas está tratando de “redistribuir” forzadamente entre los estados miembros, ha tenido éxito en despertar un nivel épico de resentimiento.
El rescate del euro y el mal manejo de la crisis migratoria han puesto de relieve uno de los menos apreciados, aunque más influyentes aspectos negativos de la integración europea: el ataque al Estado de Derecho.
El Artículo 125 del Tratado de Lisboa establece, claramente, que cada estado miembro de la UE es responsable de sus propias deudas. Es inconcebible que la Eurozona hubiese nacido alguna vez sin esa estipulación vital, que fue necesaria para calmar preocupaciones en el electorado alemán.
Además, el Artículo 123 prohíbe al Banco Central Europeo (BCE) comprar bonos soberanos en mercados primarios y bonos soberanos en mercados secundarios —si lo último se hace por motivos fiscales en lugar de monetarios. Bruselas y Frankfurt ignoraron ambas estipulaciones para mantener a Grecia dentro de la Eurozona.
De igual forma, la Regulación de Dublín especifica que las aplicaciones de asilo por parte de aquellos que buscan protección en la UE en virtud de la Convención de Ginebra deben ser examinados y procesados en el punto de ingreso, lo que significa que deben ser evaluados por el primer estado miembro de la UE que pisaron. Grecia, y en menor grado Italia, no han logrado satisfacer sus obligaciones y han permitido que cientos de miles, posiblemente millones, de personas que buscan asilo emigren a otros estados miembros, incluyendo Alemania. El gobierno alemán, en cambio, ha decidido de manera unilateral darle la bienvenida a estos inmigrantes solo para demandar que sean proporcionalmente distribuidos entre otros países de la UE.
Dejando a un lado las cuestiones humanitarias, incluso los estados miembros de la UE que nunca recibieron personas que buscaban asilo en primer lugar, y que no fueron consultados al momento de “permitirles” entrar a la UE en general, ahora están siendo obligados a acomodarlos. Los estados miembros han respondido a las amenazas de la UE incumpliendo con sus obligaciones con el área Schengen y erigiendo barreras para mantener a los inmigrantes fuera —exacerbando así el ataque al Estado de Derecho en Europa.
Conforme Gran Bretaña se prepara para votar acerca de su membrecía en la UE, es útil recordar no solo el éxito de la UE en reducir las barreras comerciales entre los países de la UE, sino también de los muchos fracasos de la UE, pues esta es la razón por la cual la membrecía continua de Gran Bretaña en la UE ya no es algo que se puede dar por sentado.

Los crecientes fracasos de la Unión Europea y 'Brexit'

Marian L. Tupy señala los fracasos de la Unión Europea (UE), los cuales han provocado una mayor resistencia a ella y una mayor probabilidad de su disolución.

Marian L. Tupy es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y editor del sitio Web www.humanprogress.org.
Desde sus humildes inicios, la Unión Europea (UE) se ha vuelto una entidad supra-nacional que al menos superficialmente se asemeja a un estado federal, pero que carece de un poder soberano. Tiene su propia bandera, himno, moneda, presidente (cinco de ellos, de hecho) y su servicio diplomático. Hoy, la UE está tratando de obtener nuevos poderes, mientras que, paradójicamente, también se enfrenta a una creciente oposición y una creciente probabilidad de colapso. ¿Cómo llegó a esa posición la UE? Para comprender el dilema de la UE, considere sus fracasos pasados y actuales.


Thursday, July 7, 2016

Podemos cobrar

Podemos cobrar

Por Carlos Rodriguez Braun
Una interesante entrevista de Luis Gómez a Pablo Iglesias en El País permitió intuir los cobros de Podemos. No me refiero a lo que pudieron cobrar estos progresistas de regímenes como el venezolano o el iraní, asunto sin duda interesante pero que no es objeto hoy de mi atención. Me refiero al dinero que pretenden cobrar a la fuerza los de Podemos a los ciudadanos.
El asunto está lejos de ser un mero ejercicio teórico: los lenguaraces de Podemos ahora pueden quitarle a usted el dinero, señora, sí que pueden. Por tanto, analizar dichos cobros tiene que ver directamente con derechos y recortes, es decir, con nuestros derechos que Podemos puede violar y con nuestras carteras, que puede recortar.
Habla el líder:


Querer a tu país es querer a su gente y respetarla y respetar los servicios sociales y que tenga derecho a decidir sobre cualquier cosa.
He aquí una muestra del totalitarismo de Podemos: nunca distingue entre Estado y sociedad. Así, amar al país es amar al Estado, es decir, puro fascismo, disfrazado de "respetar los servicios sociales", pero como los servicios "sociales" son en realidad políticos, lo que Pablo Iglesias plantea es idolatrar la coacción política y legislativa. Por ejemplo:
Defendemos el sistema de salud, el educativo, un sistema que defienda los derechos sociales, defendemos las cosas buenas del sistema en el que vivimos, fruto del trabajo de mucha gente.
Nuevo camelo: repite la adoración por la coerción, pero la disfraza como si fuera el resultado de masivos empeños populares: "Fruto del trabajo de mucha gente", como si el Estado fuera una opción del pueblo y no una imposición de sus gobernantes, por cierto, de todas las ideologías posibles.
Tras la divinización de la coacción se pasa a la demonización de su disminución: "El delincuente es el que privatiza la sanidad". Aquí hay dos mentiras. Una es la idea de que privatizar, es decir, reducir la fuerza del Estado y ampliar el campo de las decisiones libres de los ciudadanos, es para Pablo Iglesias nada menos que un delito. Y la otra es transmitir que la privatización de la sanidad es algo que efectivamente se ha producido o que algún partido político con opciones de gobierno propugna, lo que es clamorosamente falso.
Pero volvamos a la primera declaración, porque el líder proclama que el amor a la patria es que que la gente "tenga derecho a decidir sobre cualquier cosa". ¡Cualquier cosa, oiga! No solamente los de Podemos nos prometen el "fin de los recortes" y el establecimiento de "planes de rescate ciudadano", sino que además nos juran que decidiremos todo.
Obviamente, es mentira, porque es imposible que podamos decidir libremente y a la vez que tengamos un Estado tan enorme como el que anhela Podemos. Es imposible ser libre y siervo a la vez. Y desde luego, señora, usted nunca va a tener bajo Podemos el derecho a decidir no pagar impuestos: ni siquiera va a poder decidir pagar menos, salvo que emigre. Podemos cobrarle, señora, esa es la intención.
Para engañarla, el truco de Podemos (y otros…) es asegurar que esto no va con usted sino con los ricos y los poderosos:
Nuestro programa es muy razonable, no sé por qué no se puede perseguir a grandes corporaciones que actúan aquí pero evitan pagar aquí. Usted no puede operar en mi país si no tributa en mi país. Zara: cada prenda que se compra por internet tributa en Irlanda.
Observe, señora, que Zara no es un grupo de criminales sino una empresa que cumple las leyes, entre las cuales está la de procurar minimizar la factura fiscal mediante la competencia legal entre Estados. Pero, además, no caiga en la trampa de pensar que "perseguir" (ojo al verbo) a las empresas es algo que sólo daña a Amancio Ortega, y no a usted.
Todo lo que quieren hacer los de Podemos (y otros…) la daña a usted, señora, a sus bienes, derechos y libertades. Ellos jamás reconocen que sus medidas tienen impactos negativos más allá de una minoría de indeseables opulentos. Aquí una muestra: Pablo Iglesias está encantado con una medida que adoptó el gobierno populista de Ecuador: "Prohibieron las comisiones de los cajeros automáticos, que me parece una medida perfectamente aplicable". Aquí la trampa es que Iglesias (y otros…) sugiere que si se prohíben esas comisiones el pueblo gana y los odiosos banqueros pierden. No es así: lo que sucede es que cobrarán comisiones de otra manera.
Y sobre todo, señora, preste usted mucha atención a cuando estos sujetos tan peligrosos utilizan la bonita palabra derechos. Comprobará que nunca hablan de defender sus derechos de usted, señora. Sólo hablan de "derechos sociales", es decir, políticos, es decir, de ellos.

Podemos cobrar

Podemos cobrar

Por Carlos Rodriguez Braun
Libre Mercado, Madrid
Una interesante entrevista de Luis Gómez a Pablo Iglesias en El País permitió intuir los cobros de Podemos. No me refiero a lo que pudieron cobrar estos progresistas de regímenes como el venezolano o el iraní, asunto sin duda interesante pero que no es objeto hoy de mi atención. Me refiero al dinero que pretenden cobrar a la fuerza los de Podemos a los ciudadanos.
El asunto está lejos de ser un mero ejercicio teórico: los lenguaraces de Podemos ahora pueden quitarle a usted el dinero, señora, sí que pueden. Por tanto, analizar dichos cobros tiene que ver directamente con derechos y recortes, es decir, con nuestros derechos que Podemos puede violar y con nuestras carteras, que puede recortar.
Habla el líder:

Tuesday, July 5, 2016

Lecciones de Japón y Estados Unidos


Charlie Munger, vicepresidente de Berkshire Hathaway y mítico socio de Warren Buffett, no sólo es uno de los más exitosos inversores de las últimas décadas, sino que también destaca por su vasta sabiduría.

Uno de sus más acertados consejos es el de procurar siempre invertir los problemas. A menudo los problemas son difíciles de resolver de forma directa. Una buena forma de abordarlos, dice Munger, es pensar en qué puede ir mal, en posibles errores que podemos cometer, y tratar de evitarlos. Un buen caso para aplicar esta técnica puede ser el de la crisis de Japón. El estallido de la actual crisis económica en Estados Unidos y Europa guarda grandes paralelismos con los problemas que han vivido los japoneses desde los años noventa: brutal burbuja inmobiliaria, gran endeudamiento privado, estructura productiva insostenible, colapso financiero y la consecuente recesión deflacionaria.



Lamentablemente, un cuarto de siglo después, el país nipón no sólo no ha resuelto sus problemas sino que los ha agravado. Japón tal vez sea el más claro ejemplo de lo que no hay que hacer.
La receta japonesa contra la crisis no fue otra que la que prescribe el keynesianismo. Para evitar la dolorosa pero necesaria reestructuración del aparato productivo, el desapalancamiento y la liquidación de empresas e inversiones inviables, se implementó un programa que ahora nos suena bastante: política monetaria expansiva (el término quantitative easing no es un invento americano, sino que fue el Banco de Japón el primero en ponerlo en marcha), tipos de interés a cero, rescates de bancos y empresas e incremento del gasto público con cargo a un abultado déficit fiscal.
Los resultados a largo plazo de dicho programa dejan mucho que desear. En el año 2013, el PIB nominal de Japón fue el mismo que en 1991. Lo que no es igual es la deuda. Sólo la deuda pública se ha disparado de un 70% del PIB hasta el 240% en 2013. Si tomamos la deuda pública, más la de las familias y empresas no financieras, actualmente está en torno al 450% del PIB.
El actual primer ministro, Shinzo Abe, ganó las elecciones a finales de 2012 con un programa económico en el que proponía, básicamente, un all-in de las mismas políticas keynesianas que habían fracasado hasta la fecha.
Las famosas “tres flechas” que componen el Abenomics consisten en un masivo estímulo fiscal (la inversión pública ha aumentado en un 21%), una flexibilización monetaria masiva y unas supuestas reformas estructurales que en la práctica aún no se han hecho. En pocas palabras, un programa que recuerda a aquella cómica escena de los hermanos Marx en la que, al grito de ¡más madera!, terminan destrozando un tren para usarlo como combustible.
Se atribuye a Einstein, probablemente de forma incorrecta, la frase de que la locura es intentar una cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultadosEn esta ocasión no ha sido una excepción. Tras el típico repunte inmediato, la economía japonesa ha vuelto a las andadas.
El segundo trimestre de 2014 la economía nipona se contrajo espectacularmente, un 7,3% respecto al año anterior. Para el tercer trimestre, en el que se esperaba un cierto rebote, recientemente supimos que Japón siguió hundiéndose, cayendo un 1,6% respecto al año anterior y entrando oficialmente en recesión. Un decepcionado Shinzo Abe acaba de convocar elecciones anticipadas para poner en manos de los japoneses el rumbo que debe seguir el gobierno para salir de la crisis.
A menudo se dice que Estados Unidos ha logrado salir de la Gran Recesión gracias al quantitative easing y a los estímulos fiscales. Pero si es así, ¿cómo es que quien ha aplicado más intensamente estas mismas medidas, como Japón, no logra levantar cabeza tras un cuarto de siglo tropezando con la misma piedra?
El motivo es que el intento de simplificar la realidad lleva a muchos a caer en la falacia post hoc ergo propter hoc. O dicho de otro modo, no porque A suceda antes que B significa que sea su causa. Puede que B suceda pese a A.
Hay que decir que aunque Estados Unidos evoluciona positivamente, lo hace muy despacio y la recuperación está lejos de ser sólida. Pero si por algo no ha sido es por los estímulos fiscales ni por la expansión monetaria.
En primer lugar, porque pese a los lamentos de economistas como Paul Krugman, el gasto público lleva congelado en términos absolutos desde 2010 y ha caído desde el 41,9% de PIB hasta el 36,6% en 2013. Y en segundo lugar, porque como expliqué en un artículo anterior el quantitative easing en el mejor de los casos es inútil y en el peor retrasa la recuperación, posponiendo las necesarias reestructuraciones.
Afortunadamente Estados Unidos tiene características propias que agilizan la recuperación de las que otros países carecen o cuyos gobiernos se han negado a aplicar.
Si hay que destacar tres son, primero, la relativa mayor flexibilidad a la hora de liquidar inversiones y empresas inviables y trasladar los factores productivos de forma rápida a nuevas líneas de negocio rentables y sostenibles.
Segundo, la revolución energética que actualmente se vive en América del Norte, principalmente en el sector del gas.
Y tercero, una deuda que pese a que no podemos decir que sea baja, sí es comparativamente menor que la japonesa o la europea. La suma de la deuda pública, de las empresas no financieras y las familias en Estados Unidos es del entorno del 250%. Poco más de la mitad que la monstruosa deuda de Japón.
Si bien Estados Unidos parece haber salido de la trampa depresiva en la que Japón lleva décadas, existe hoy un paciente que camina con paso firme hacia la japonización: Europa.
No sólo ha imitado todas las recetas malas de Japón y Estados Unidos, sino que ha olvidado incluir las que sí son positivas de países como el norteamericano. No vendría mal a los dirigentes europeos hacer caso a Charlie Munger, invertir el problema y empezar por evitar los errores que otros han cometido.