Wikipedia

Search results

Showing posts with label Nacionalismo. Show all posts
Showing posts with label Nacionalismo. Show all posts

Saturday, December 24, 2016

La amenaza económica del populismo nacionalista

Juan Ramón Rallo advierte sobre la amenaza que constituye el populismo nacionalista para la Unión Europea.

La Unión Europea constituye el germen de un mega Estado continental: un nuevo nivel administrativo conducente a cartelizar a los actuales gobiernos nacionales para articular una política económica de carácter intervencionista aún más intrusiva que la actual. Cuanto más avance la UE, más sencillo les resultará a las administraciones europeas coordinar las subidas de impuestos, centralizar la planificación del sector educativo, perseguir a grandes empresas por el mero hecho de ser grandes o armonizar las regulaciones laborales y mercantiles impidiendo el descuelgue liberalizador unilateral de algún país miembro. La centralización burocratizadora de la UE constituye, por consiguiente, un grave peligro para las libertades y la prosperidad de las distintas sociedades que componen Europa.

Monday, December 5, 2016

El Tea Party contra el nacionalismo (III)



“EL NUEVO DINERO, COMO ES OBVIO, SERÁ DESNACIONALIZADO Y SOLO CONTROLADO POR LOS MERCADOS.”

RICARDO VALENZUELA
Image result for COWBOYS AND MOUNTAINS
El nuevo dinero, como es obvio, será desnacionalizado y solo controlado por los mercados. Cuando los individuos soberanos puedan ejecutar transacciones internacionales en un nuevo mundo empresarial en el que no habrá realidad física, ya no tendrán que tolerar la sucia practica de los gobiernos de destruir sus monedas a través de inflación. El control del dinero emigrará de las elegantes oficinas de los bancos centrales a las computadoras y al mercado global. Cualquier individuo o corporación con acceso al cyberespacio, podrá fácilmente cambiar de dinero cuando tenga signos de su inmediata depreciación. Será posible entonces el llevar a cabo transacciones internacionales utilizando cualquier medio de valor.




Como el gran economista H.A. Hayek escribió: “No hay una clara distinción entre lo que es dinero y lo que no lo es. Nosotros siempre asumimos que si la hay y la ley generalmente trata también de distinguir. Hasta hoy día en lo que se refiere a los efectos de los eventos monetarios, no existe esa clara diferencia.”
Lo que si encontramos en la economía son objetos con diferentes grados de liquidez, con valores que pueden fluctuar independientemente uno de otro, amparándose entre ellos de tal forma que funcionan como dinero. Estaremos regresando al trueque, pero ahora al trueque electrónico, mundial, sin barreras, sin controles, sin regulaciones. El dinero digital en las computadoras globales hará cada objeto de la teoría de liquidez de Hayek, mas liquido—a excepción del papel dinero de los gobiernos. El trueque moderno se hará mucho más práctico. Infinidad de bienes y servicios serán ofrecidos a cambio de otros. Estas transacciones serán publicitadas a través de la red electrónica en todo el mundo, lo cual incrementará su liquidez de forma inimaginable.
Hayek argumentó en 1976 que el uso de dinero privado erradicaría la inflación. La obligación de recibir una moneda sin respaldo e inflacionaria en una determinada jurisdicción, argumentaba Hayek, obligará al mercado a la emisión privada de dinero para de esa forma preservar el valor del medio de intercambio. Cualquier emisor de moneda que no pudiera conservar su valor, rápidamente perdería sus clientes. La evolución del cyberdinero le da de nuevo vida a la teoría de Hayek y al desarrollo del mercado privado de dinero, pero con respaldo, a la competencia para ofrecer mejores productos, dinero más sólido, menos depreciado, mas aceptado y, como afirmara Milton Friedman, la libertad para elegir en ese escaparate de monedas.
La era de la banca libre y respaldada con oro, estará de nuevo arribando pero ahora en el cyberespacio. Dinero privado y competitivo estará de nuevo circulando como en el siglo XIX, pero ahora en una cybereconomia. En el futuro muy cercano estaremos haciendo negocios con dinero privado y digital, y será emitido de una forma muy parecida a los cheques de viajero de American Exppress. Instituciones con mejor reputación que cualquier gobierno, como compañías mineras internacionales o corporaciones bancarias suizas, podrán crear recibos protegidos por cantidades de oro, identificados por moleculares firmas y posiblemente con hologramas. Las chequeras que todo mundo portará serán las computadoras personales que cada día las fabrican más pequeñas. Estos recibos  entonces circularán como dinero sin posibilidad alguna de que puedan ser falsificados o inflados, mucho menos devaluados. (Se acabará el deporte nacional en México; la mordida).
Mientras todas estas ideas se cocinan en las mentes de hombres como Bill Gates, los chicos de Google, Twiter y Facebook con su grupo de verdaderos revolucionarios, en México los ex-priistas, ahora disfrazados de perredistas y encabezados por el Peje, presentan su programa económico proponiendo regresar el control del Banco de México al presidente, provocar un poquito de inflación para estimular la economía, provocar de nuevo pequeños déficits como en los tiempos de Echeverría, establecer de nuevo el control de cambios y de la entrada de capitales extranjeros al país, regresar a la época del agrarismo, aumentar los impuestos a los que más producen.
Por otra parte, el presidente Peña Nieto presenta su propio plan de desarrollo que no le entiende ni su Secretario de Hacienda, puesto que lo explica diferente, claro que siempre hablando de un “ligero aumento de impuestos” para corregir los desbalances del trillado presupuesto devorado por los gobernadores. Echeverría todavía brinca exigiendo regresar al nacionalismo revolucionario, Cuauhtémoc reaparece evocando la sabiduría de su padre para salvar a México y ahogarnos en Petróleo, en Sonora norte y sur se enfrentan en la guerra del futuro, la guerra por el agua, en el DF los progresistas se levantan en armas contra el Washington Post, cuando publica su recomendación de privatizar Pemex, la empresa más corrupta del mundo, los sucesores de Fidel Velázquez se pelean por el hueso sin entender que de ahora en adelante las únicas huelgas que van a poder promover, son las de las computadoras.
Al inicio del tercer milenio, en México los “revolucionarios desvelados” invocan todavía al fantasma de Emiliano Zapata, truenan contra Porfirio Díaz, lloran y aplauden la nacionalización del petróleo de Tata Lázaro, la afectación del Valle del Yaqui, arremeten contra el sistema privado de ahorro de los trabajadores, piden tierra y libertad, repudian la globalización de la economía, piden la cabeza de Salinas por vende patrias, todavía mandan al exilio a los que les estorban, mientras que Bill Gates trata de que las computadoras hablen, reciban dictado, hagan traducciones, le ganen al ajedrez al campeón mundial.
Giancarlo Ibarguen inicia los planes para desarrollar ciudades libres en Guatemala con sus gobiernos privados, los chinos recibieron Hong Kong para seguir promoviendo sus mercados libres y multiplican el concepto en toda su costa del Pacifico ampliando sus zonas libres, José Mujica reniega de sus antecedentes marxistas pidiendo capital para su país, el estado de Missouri establece una demanda contra una tribu indígena en Nuevo México porque han integrado sus juegos de azar en el internet, y eso en Missouri es ilegal, la tribu argumenta; nuestras computadoras están en Nuevo México, ahí es legal.
SEÑORES REVOLUCIONARIOS, EN EL BAILE CIRCULAR DE LA POLÍTICA, SE LES ESTÁ ACABANDO LA MUSICA Y SE VAN A QUEDAR SIN SILLA.

El Tea Party contra el nacionalismo (III)



“EL NUEVO DINERO, COMO ES OBVIO, SERÁ DESNACIONALIZADO Y SOLO CONTROLADO POR LOS MERCADOS.”

RICARDO VALENZUELA
Image result for COWBOYS AND MOUNTAINS
El nuevo dinero, como es obvio, será desnacionalizado y solo controlado por los mercados. Cuando los individuos soberanos puedan ejecutar transacciones internacionales en un nuevo mundo empresarial en el que no habrá realidad física, ya no tendrán que tolerar la sucia practica de los gobiernos de destruir sus monedas a través de inflación. El control del dinero emigrará de las elegantes oficinas de los bancos centrales a las computadoras y al mercado global. Cualquier individuo o corporación con acceso al cyberespacio, podrá fácilmente cambiar de dinero cuando tenga signos de su inmediata depreciación. Será posible entonces el llevar a cabo transacciones internacionales utilizando cualquier medio de valor.


Tuesday, August 30, 2016

Popper y el nacionalismo

Pedro Schwartz es Presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia de Madrid y Profesor de Economía de la Universidad San Pablo CEU.
Hace cien años nació Karl Popper en la Viena imperial. Al celebrar la obra y la persona de mi maestro debo recordar a catalanes, vascos y castellanos la firmeza con la que rechazó los nacionalismos de toda índole. Había nacido en un estado plurinacional, en el que podían integrarse y prosperar incluso las personas de etnia judía como él. Disuelto el Imperio Austro-Húngaro tras la Primera Guerra, Popper tuvo que abandonar para siempre una república austriaca cada vez más enferma de nacionalismo alemán, e integrarse en la cultura abierta del mundo de habla inglesa.



Tomo un solo detalle de la recentísima biografía de Malachi Hacohen sobre "Los años formativos de Popper, 1902-1945". Refugiado en Nueva Zelanda, se presentó Popper voluntario al ejército neozelandés en cuanto tuvo noticia del estallido de la Segunda Guerra. Por suerte para la filosofía no fue aceptado y dedicó esos años a lo que él llamó "su esfuerzo de guerra", a la composición de "La sociedad abierta y sus enemigos" (1945).
Su actitud cosmopolita no le impidió, pues, una adhesión patriótica a la sociedad y los valores que había elegido; pero recuerdo bien el horror que le inspiraba toda ideología nacionalista, no sólo la totalitaria de Hitler, o Mussolini, sino todos los nacionalismos, incluso los aparentemente justificados por la persecución, como el sionismo. "La idea de que existen unidades naturales como las naciones, o los grupos lingѼísticos y raciales, es enteramente ficticia. El intento de ver el estado como una unidad 'natural' conduce al principio del estado nacional y a las ficciones románticas del nacionalismo, el racialismo y el tribalismo".  Popper condenaba así la idea de que las naciones, los estados, las clases sociales eran algo más que modelos interpretativos de fenómenos sociales que debían analizarse en términos de individuos, sus deseos y sus acciones. La creencia en la realidad metafísica de la nación, lo sagrado de la lengua nacional, lo permanente de la identidad racial, debía poder desentrañarse, para así echar las bases de una sociedad crítica y abierta.
Nacida con la Revolución francesa, la exigencia de que toda nación alcance el rango de estado es una ideología que, paradójicamente, se difundió entre los pueblos agredidos por Napoleón en nombre del estado-nación francés: como muestra, vean esta frase de Hegel, citada por Popper: "una Nación que no ha tomado la forma de Estado -una mera Nación- no tiene estrictamente hablando historia, como ocurre con las Naciones en estado salvaje". Elevado el nacionalismo a principio sagrado durante la Guerra del catorce, fue el origen de la atomización de Europa en estados inviables, y la base del fascismo y el nazismo. Cuando tras la Segunda Guerra, los europeos empezamos a apartarnos del nacionalismo, las colonias recién liberadas lo tomaron como coartada de toda clase de excesos. Así, la democracia que Popper definió de forma minimalista, como el régimen que permite cambiar de gobierno sin derramamiento de sangre, se ha pervertido insensiblemente, hasta significar el plebiscito continuo de la nación en marcha.
En un ensayo que tituló "Hacia una teoría racional de la tradición", se opuso Popper al racionalismo que se burla de todas las costumbres que conforman la tradición de las sociedades y pretende hacer tabula rasa de todos los tabúes a los que instintivamente nos atenemos. Las tradiciones desempeñan una función esencial en la vida social, la de crear un cierto orden y la de ofrecernos una base sobre la cual actuar. La facilidad de trato con quienes han sido educados en la misma cultura, las costumbres de puntualidad y honradez inculcadas en la familia, la escuela, el trabajo, son el efecto de tradiciones que facilitan la vida en común. Este tipo de regularidades se extiende al campo político: damos una adhesión crítica y civilizada a las tradiciones y costumbres de nuestro país porque así se crea una expectativa de solidaridad, de juego limpio, de colaboración espontánea que hace de nuestra Constitución algo más que un texto legal.
Pero una cosa es el rechazo de toda tradición comunal y otra el examen crítico de las costumbres sociales. Debemos poder distanciarnos de nuestros hábitos, para no caer en la intolerancia fuertemente emocional que a veces caracteriza el tradicionalismo y el nacionalismo.
Para Popper, esas actitudes traslucen un miedo a la sociedad abierta, que a veces parece tan fría e impersonal que podría llamársele "la sociedad abstracta". A los hombres nos gustan los grupos concretos, y nos desazonan las grandes masas, los inesperados movimientos de precios, el exceso de información, la continua necesidad de tomar decisiones. Esa angustia de la sociedad abierta hace que olvidemos a menudo sus beneficios, como son el contraste de las ideas, la libertad de anudar relaciones personales, las oportunidades de creación e innovación, la mejora nunca soñada de nuestro nivel de vida. El nacionalismo es una de las formas de resistencia frente a la gran revolución que es el paso de la sociedad cerrada a la abierta.
Nada hay inevitable en los asuntos humanos. No tenemos que unirnos al rebaño de rinocerontes que invade las calles de la ciudad, como en la reveladora obra de Ionesco. Si comprendemos el fenómeno nacional, podremos salvar de la superstición orgánica nuestras democracias individualistas, tolerantes y plurinacionales

Popper y el nacionalismo

Pedro Schwartz es Presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia de Madrid y Profesor de Economía de la Universidad San Pablo CEU.
Hace cien años nació Karl Popper en la Viena imperial. Al celebrar la obra y la persona de mi maestro debo recordar a catalanes, vascos y castellanos la firmeza con la que rechazó los nacionalismos de toda índole. Había nacido en un estado plurinacional, en el que podían integrarse y prosperar incluso las personas de etnia judía como él. Disuelto el Imperio Austro-Húngaro tras la Primera Guerra, Popper tuvo que abandonar para siempre una república austriaca cada vez más enferma de nacionalismo alemán, e integrarse en la cultura abierta del mundo de habla inglesa.


Tuesday, August 9, 2016

Brexit: Individualismo > Nacionalismo > Globalismo

EU 
La descentralización y la devolución de poder estatal son siempre algo bueno, independientemente de las motivaciones detrás de esos movimientos.
Hunter S. Thompson, mirando atrás a la contracultura de los 60 en San Francisco, lamentaba el fin de esa era y su imaginaria inocencia infantil florida:
Así que ahora, menos de cinco años después, se puede subir a una colina empinada en Las Vegas y mirar a poniente y con la mirada correcta casi se puede ver la marca de la marea: ese lugar donde rompió finalmente la ola y se retiró.


¿El voto del Brexit de hoy, gane o pierda, marcará igualmente el lugar en el que la en un momento inevitable marcha de del globalismo empiece a retroceder? ¿Ha llegado la gente normal del mundo al punto en el que las preguntas reales acerca de la autodeterminación se han hecho tan agudas que ya no pueden ignorarse?
El globalismo, defendido casi exclusivamente por las élites políticas y económicas, ha sido la fuerza dominante en occidente durante cien años. La Primera Guerra Mundial y la Sociedad de Naciones crearon el marco para las expediciones militares multinacionales, mientras que la creación del Banco de la Reserva Federal preparó el terreno para que el dólar de EEUU acabara convirtiéndose en la divisa mundial de reserva. Los programas públicos progresistas en los países occidentales prometían un modelo de universalismo después de la destrucción de Europa. Derechos humanos, democracia y visiones sociales ilustradas iban a servir ahora como señas de identidad de una Europa postmonárquica y unos EEUU en auge.
Pero el globalismo nunca fue liberalismo, ni pretendía serlo por parte de sus constructores. Esencialmente, el globalismo siempre ha significado el gobierno por élites no liberales bajo el disfraz de la democracia de masas. Siempre ha sido característicamente antidemocrático y antilibertad, aunque pretendiera representar la liberación de los gobiernos represivos y la pobreza.
El globalismo no es simplemente, como afirman sus defensores, el resultado inevitable de la tecnología moderna aplicada a la comunicación, el comercio y el transporte. No es “el mundo haciéndose más pequeño”. En realidad, es una ideología y una visión del mundo que debe imponerse por medios estatista y corporativistas. Es la religión cívica de personas llamadas Clinton, Bush, Blair, Cameron y Lagarde.
Sí, los libertarios defienden un comercio global sin restricciones. Incluso marginalmente, el libre comercio incuestionablemente ha creado enorme riqueza y prosperidad para millones de personas en el mundo. Comercio, especialización y comprensión de la ventaja comparativa han hecho más por aliviar la pobreza que un millón de Naciones Unidas o Fondos Monetarios Internacionales.
Pero la UE, el GATT, la OMC, el NAFTA, el TPP y toda la sopa de letras de planes comerciales son impedimentos completamente iliberales disfrazados de libertad comercial real. De hecho, el verdadero libre comercio es una ley unilateral con una sola frase: El país X, a partir de ahora elimina todas las tasas, impuestos y aranceles de importación sobre todos los bienes Y del país Z.
Y, como explica Godfrey Bloom, la Unión Europea es principalmente una zona aduanera, no una zona de libre comercio. No es necesaria una burocracia en Bruselas para aplicar simples reducciones arancelarias paneuropeas. Sin embargo, es necesaria para empezar a construir lo que de verdad demanda el globalismo: un gobierno europeo de facto, completado con densas normas regulatorias y fiscales, cuerpos cuasijudiciales, un incipiente ejército y una mayor subordinación de las identidades nacionales, lingüísticas y culturales.
Lo que nos lleva a la votación del Brexit, que ofrece a los británicos mucho más que únicamente una oportunidad de despegarse del proyecto político y monetario de una UE condenada. Es una oportunidad para frustrar al gigante, al menos por un periodo, y reflexionar sobre la vía actual. Es una oportunidad de hacer un disparo que resuene en todo el mundo, de desafiar la certidumbre de la explicación de que “el globalismo es inevitable”. Es la última oportunidad de Reino Unido para plantear (en un momento en el que incluso preguntar es un acto de rebelión) la pregunta política más importante de nuestros tiempos o de cualquier tiempo: ¿quién decide?
Ludwig von Mises entendía que la autodeterminación es el objetivo fundamental de la libertad, del liberalismo real. Es verdad que los libertarios no deberían preocuparse por la “soberanía nacional” en sentido político, porque los gobiernos no son reyes soberanos y nunca deberían considerarse como dignos de determinar el curso de nuestras vidas. Pero también es verdad que cuanto más atenuada esté la relación entre el individuo y el ente que pretende gobernarlo, menos control (autodeterminación) tiene el individuo.
Por citar a Mises, de su clásico (en alemán) de 1927, Liberalismo:
Si fuese posible de alguna manera conceder este derecho de autodeterminación a toda persona individual, tendría que hacerse así.
En definitiva, el Brexit no es un referéndum sobre comercio, inmigración o las reglas técnicas promulgadas por el (terrible) Parlamento Europeo. Es un referéndum sobre la nacionalidad, que está un paso alejada del globalismo y cerca de la autodeterminación individual. Los libertarios deberían considerar la descentralización y devolución de los poderes estatales como algo bueno, como siempre, independientemente de las motivaciones de dichos movimientos. Reducir el tamaño y ámbito de cualquier dominio uniestatal (o multinacional) es decididamente saludable para la libertad.

Brexit: Individualismo > Nacionalismo > Globalismo

EU 
La descentralización y la devolución de poder estatal son siempre algo bueno, independientemente de las motivaciones detrás de esos movimientos.
Hunter S. Thompson, mirando atrás a la contracultura de los 60 en San Francisco, lamentaba el fin de esa era y su imaginaria inocencia infantil florida:
Así que ahora, menos de cinco años después, se puede subir a una colina empinada en Las Vegas y mirar a poniente y con la mirada correcta casi se puede ver la marca de la marea: ese lugar donde rompió finalmente la ola y se retiró.

Thursday, July 7, 2016

Los partidos políticos están perdidos

Jorge Suárez-Vélez

Brexit, Trump, el resurgimiento del nacionalismo, el arraigamiento del racismo (a veces violento) y la polarización ideológica tienen todos en común un mismo origen: la rigidez y miopía de los partidos políticos.

Éstos se han empeñado en vender la misma ideología rígida y estrategia fallida, dejando enormes huecos que han sido llenados por populistas o por irresponsables que toman a partidos establecidos como rehenes, aprovechando que éstos no están dispuestos a enfrentarlos, ante la posibilidad de beneficiarse de votos, independientemente de dónde éstos provengan.

La semana pasada George Will, quien por décadas ha sido uno de los pensadores conservadores más respetados en Estados Unidos, declaró que ha dejado de ser republicano. Usando la misma frase que expresara Ronald Reagan cuando le preguntaron por qué dejó al Partido Demócrata en los años sesenta, dijo: “yo no dejé al partido, el partido me dejó a mí”. Un republicano tradicional no puede identificarse con un partido que promueve el proteccionismo, que está contra la migración y que sataniza al libre comercio. Espero, tampoco puede identificarse con un racista.

Trump es el resultado de un Partido Republicano obtuso, rehén de grupos extremos como la NRA (Asociación Nacional del Rifle), de grupos que niegan el calentamiento global, de quienes defienden posiciones religiosas extremas, de aquellos que promueven la ignorancia al manifestarse, incluso, contra la Teoría de la Evolución, que 99.99 por ciento de los científicos del mundo validan.

Los demócratas tampoco son un ejemplo de flexibilidad y modernidad. Fueron ellos quienes plantaron la semilla de la duda con respecto a las bondades del comercio internacional (validado, también, por la gran mayoría de los economistas respetables) e insisten en recetas trilladas que han mostrado una y otra vez que no funcionan. Cuando proponen aumentar salarios mínimos en forma drástica y arbitraria, por ejemplo, lejos de proteger a los trabajadores, los marginan. Aceleran la robotización y automatización de procesos con máquinas y tecnologías que existen, fuerzan a quien no tiene la capacitación para demandar salarios competitivos a subemplearse o a refugiarse en la economía informal, perdiendo todo acceso a capacitación y protección social.

Nunca en la historia de la humanidad se había generado tanto cambio en menos tiempo. Estamos frente a un cambio tecnológico que marca un parteaguas en la historia, nada menos que eso. Lejos de buscar cómo aprovecharlo en forma inteligente, los partidos le han cedido la palestra a populistas que lucran al asustar, al buscar culpables, al amarrar navajas. En vez de abocarse a generar progreso, fomentan envidia. Como dijera el propio George Will, “la envidia es el único pecado capital que ni siquiera permite un momento de placer”.

En países desarrollados y con fortaleza institucional, el populista es una amenaza real que puede provocar mucho daño al vender la posibilidad de que regrese un pasado que quizá nunca existió. Dígase lo que se diga, la globalización es un fenómeno incontenible e irreversible. Lo es porque el muro de Trump no puede contener a WhatsApp, Facebook o Skype. En 2016 las grandes empresas son de todos los países y de ninguno; y el poder de las computadoras es irreversible, porque su capacidad ha crecido en forma exponencial por décadas.

En México pasa lo mismo. Los partidos políticos alimentan a su base tradicional, independientemente de cuáles sean sus intereses. PAN y PRD hacen alianzas alrededor de candidatos impresentables, con tal de aprovecharse del enojo de los electores. López Obrador acoge al nefasto CNTE, y se muestra dispuesto a sacrificar el futuro de millones de niños, a cambio de obtener mayor poder político.

En nuestro país el riesgo del populista es mucho más grave. Lo es porque la debilidad institucional es patente y, por ello, sería más difícil contener el daño; porque es fácil dar marcha atrás a logros que han sido el resultado de situaciones a veces milagrosas. Por ello, lo que está haciendo el PRI es particularmente irresponsable. Lo es cuando tantos de sus militantes se enriquecen en forma grotesca, cuando abusan del poder, cuando restriegan la impunidad en la cara de quienes nada tienen, cuando permiten que la ley se aplique en forma selectiva, cuando favorecen al amigo, cuando doblan las reglas. Me preocupa ver que están más preocupados en vender una reforma educativa que en el mejor de los casos ira a la décima parte de la velocidad que el entorno exige, que en buscar incorporar a millones de jóvenes a la economía moderna, dotándolos con habilidades y herramientas que les permitan ganarse una vida digna. Pero, lo que más me irrita es ver el flagrante descaro con el que Duarte y Borge pretenden blindarse después de haber sido de los gobernadores más corruptos y que más daño han hecho a sus estados en décadas, me queda claro que o no entienden el peligro o no les importa sembrar tanta frustración y enojo. Éstos se acabarán manifestando en las urnas, o en las calles. Debería darles vergüenza.

Los partidos políticos están perdidos

Jorge Suárez-Vélez

Brexit, Trump, el resurgimiento del nacionalismo, el arraigamiento del racismo (a veces violento) y la polarización ideológica tienen todos en común un mismo origen: la rigidez y miopía de los partidos políticos.

Éstos se han empeñado en vender la misma ideología rígida y estrategia fallida, dejando enormes huecos que han sido llenados por populistas o por irresponsables que toman a partidos establecidos como rehenes, aprovechando que éstos no están dispuestos a enfrentarlos, ante la posibilidad de beneficiarse de votos, independientemente de dónde éstos provengan.

Monday, June 20, 2016

Y llegó la barbarie: Nacionalismo y juegos de poder en la antigua Yugoslavia






En la implosión de un país cuyo lema era Hermandad y Unidad o solo hubo "espontáneos" impulsos fratricidas.

LUIS LUQUE
 
Los Balcanes han sido, en el imaginario de los europeos occidentales, un sitio donde se funden mitos y realidades, donde cualquier exageración pasa por verídica y donde la maldad se halla a sus anchas. No es de extrañar que, con tales preconceptos, las guerras que en la década de 1990 asolaron a Yugoslavia y, a la postre, acabaron fragmentándola, se vieran como la inevitable deriva de unos pueblos que “no saben vivir” como no sea aporreándose.
Ahora bien, en la implosión de un país cuyo lema era Hermandad y Unidad hubo no solo “espontáneos” impulsos fratricidas. Así lo ve José Ángel Ruiz Jiménez, doctor en Historia y profesor en la Universidad de Granada, quien disecciona la complejidad del fenómeno en su obra Y llegó la barbarie.



En Yugoslavia hubo de todo: desde las insuficiencias económicas propias de un sistema de inspiración comunista, hasta un fallido diseño institucional que otorgaba a Bosnia el mismo carácter de república que a Serbia y Croacia, pese a que jamás lo había sido, ni tampoco los propios bosnios, musulmanes en su mayoría, lo pretendían. Un “café para todos” que hace saltar los resortes de la mente en otros sitios, y que allí obligó al Estado a ceder cada vez más competencias a las repúblicas que lo integraban, lo que terminó debilitándolo. Todo esto, en un régimen carente de libertades políticas, en el que el nacionalismo se volvió para muchos un caballo de posta para hacer carrera y obtener beneficios personales.
Ruiz Jiménez describe el auge de un revisionismo histórico que, ya en los años 80, se volvió contra la historia oficial –la de que todas las naciones yugoslavas lucharon codo con codo para derrotar a los nazis y a sus aliados–, y que desenterró los agravios cometidos en el pasado por los ustachas croatas contra los serbios y por los chetniks serbios contra los croatas. “Historias ocultas”, que en su momento sirvieron como una razón más para poner la unidad nacional en el centro de todos los males.
Respecto a los factores externos, el profesor granadino subraya el interés de las potencias occidentales en promover la desintegración yugoslava, que sería una especie de “modelo a escala” de la deseada fractura territorial y política de la Unión Soviética. El libro subraya en especial el rol de Alemania, cuya prisa por reconocer la independencia de Eslovenia y Croacia arrastró tras de sí al resto de una Comunidad Europea que, en el bando vencedor de la Guerra Fría, no tenía entre sus prioridades originales generar tensiones en su periferia. El experimento de la ruptura de Yugoslavia, sin embargo, se vio adelantado por el rápido desplome del comunismo soviético, por lo que ya a inicios de los 90 no era necesario que los Balcanes se atomizaran. Pero las mechas estaban encendidas.
Se preparó así el terreno para una situación –que si no fuera por lo que significó la carnicería posterior, parecería una comedia del cine mudo– en la que pueblos que habían convivido durante siglos, y en los que habían nacido innumerables familias de orígenes nacionales diversos, empuñaron las armas unos contra otros.
“Era una guerra –explica el autor– en la que era necesario pedir documentación y consultar los apellidos para saber, y nunca con total certeza, la nacionalidad del sospechoso”. Una guerra –y en ello cita al periodista de El País Ramón Lobo– “en la que se mata por el tamaño de una nariz. Un combate ciego, mudo y sordo contra catorce siglos de Historia, contra millones de espectros armados de lanzas, flechas, bayonetas, arcabuces, morteros, carros de combate, misiles tierra-tierra. Una cruzada santa que exige reescribir el devenir de todas las cruzadas”.
¿Quiénes son los “buenos” y los “malos” en esta historia? En realidad, encontrar “no culpables” es lo verdaderamente difícil. Por ello, Ruiz Jiménez pone sobre la mesa testimonios, anécdotas, análisis de expertos; herramientas todas para que el lector pueda acercarse a una realidad en extremo compleja, que hoy, décadas después de silenciados los fusiles, todavía genera tensiones silenciosas.

Y llegó la barbarie: Nacionalismo y juegos de poder en la antigua Yugoslavia






En la implosión de un país cuyo lema era Hermandad y Unidad o solo hubo "espontáneos" impulsos fratricidas.

LUIS LUQUE
 
Los Balcanes han sido, en el imaginario de los europeos occidentales, un sitio donde se funden mitos y realidades, donde cualquier exageración pasa por verídica y donde la maldad se halla a sus anchas. No es de extrañar que, con tales preconceptos, las guerras que en la década de 1990 asolaron a Yugoslavia y, a la postre, acabaron fragmentándola, se vieran como la inevitable deriva de unos pueblos que “no saben vivir” como no sea aporreándose.
Ahora bien, en la implosión de un país cuyo lema era Hermandad y Unidad hubo no solo “espontáneos” impulsos fratricidas. Así lo ve José Ángel Ruiz Jiménez, doctor en Historia y profesor en la Universidad de Granada, quien disecciona la complejidad del fenómeno en su obra Y llegó la barbarie.