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Wednesday, August 31, 2016

EMILIO J. CÁRDENAS Los bolivarianos y la corrupción

 



La prensa argentina acaba de reproducir las principales acusaciones de corrupción que llegan desde Venezuela.
Desde hace años vengo alertando insistentemente acerca de la enorme corrupción que anida en los llamados regímenes bolivarianos. El tiempo, paso a paso, me está dando la razón. Esa corrupción –está claro- existe. No obstante, ahora comienza a investigarse la corrupción que existe en los negocios y transacciones realizados por gobiernos bolivarianos de distintos países, entre sí.

Esto está siendo motorizado por la oposición venezolana que controla el Poder Legislativo de su país, que ya ha pedido al gobierno del presidente Mauricio Macri y a la justicia argentina que se investiguen en profundidad los negocios realizados entre Venezuela y Argentina en los últimos 12 años.
 


La sospecha es que había un sinnúmero de hechos ilícitos vinculados con esas transacciones, y la Comisión Permanente de Contraloría de la Asamblea Nacional de Venezuela estima preliminarmente que ellos ascienden a más de diez mil millones de dólares, acumulados a lo largo de 18 años de chavismo.

El Parlamento venezolano colabora en las investigaciones de corrupción referidas a la República Argentina con la llamada Oficina Anticorrupción de la República Argentina, a cargo de Laura Alonso.

La prensa argentina acaba de reproducir las principales acusaciones de corrupción que llegan desde Venezuela. Se investigan hechos aparentemente ilícitos que habrían generado coimas durante los 12 años de gestión kirchnerista del orden de los 3.000 millones de dólares, equivalentes al 20% del intercambio comercial entre ambos países.

Sólo en un fideicomiso bilateral que había sido organizado por el ex ministro Julio De Vido, la información sugiere que se habrían esfumado unos 90 millones de dólares. Por comisiones vinculadas a la venta de aluminio habrían –a su vez- desaparecido 4 millones de dólares. Por sobreprecios en la exportación de arroz argentino a Venezuela, la cifra desaparecida es del orden de los 61 millones de dólares. Por sobreprecios en las ventas de pollo y lecha a Venezuela se investiga la desaparición de 75 millones de dólares, cifra a la que se suma la que podría tener que ver con la venta de leche en polvo, del orden de los 135 millones de dólares. A todo lo anterior se suma la investigación venezolana vinculada con la venta de bonos de la deuda pública argentina a Venezuela, llena de todo tipo de sospechas. También en torno a PDVSA hay dudas de magnitud. La lista es interminable e incluye la repotenciación de una central hidroeléctrica y el colapso de un proyecto de Parque de Generación Eólica y de la construcción de una central hidroeléctrica en Tocoma.

Las investigaciones recién comienzan y su éxito, por el momento, depende de lo que quizás se descubra desde la República Argentina, toda vez que ni la administración venezolana, ni su Poder Judicial, pueden tenerse por confiables en esta materia.

La sensación se sintetiza en aquello de que “cuando el río suena, agua trae”. Tarde o temprano –estoy convencido- saldrán a la luz los atropellos que pudieran haberse cometido.

Emilio J. Cárdenas
Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas

EMILIO J. CÁRDENAS Los bolivarianos y la corrupción

 



La prensa argentina acaba de reproducir las principales acusaciones de corrupción que llegan desde Venezuela.
Desde hace años vengo alertando insistentemente acerca de la enorme corrupción que anida en los llamados regímenes bolivarianos. El tiempo, paso a paso, me está dando la razón. Esa corrupción –está claro- existe. No obstante, ahora comienza a investigarse la corrupción que existe en los negocios y transacciones realizados por gobiernos bolivarianos de distintos países, entre sí.

Esto está siendo motorizado por la oposición venezolana que controla el Poder Legislativo de su país, que ya ha pedido al gobierno del presidente Mauricio Macri y a la justicia argentina que se investiguen en profundidad los negocios realizados entre Venezuela y Argentina en los últimos 12 años.
 

Monday, August 15, 2016

Venezuela: Ruindad de la militarización de la política

Venezuela: Ruindad de la militarización de la política

Por Trino Marquez Cegarra
Miranda – Venezuela.- El nombramiento del general Néstor Reverol como ministro del Interior, Justicia y Paz, en sustitución de otro general, Gustavo González López, evidencia, otra vez, la entrega de Nicolás Maduro a los militares, su terror ante la inestabilidad creciente y la posibilidad de la activación del referendo revocatorio, y la claudicación del PSUV frente al partido de los uniformados.
El ministerio del Interior representa por excelencia el despacho de los políticos. Durante el período democrático, la designación del jefe de esa cartera recaía en un dirigente fundamental del partido gobernante. Una figura con larga experiencia en el manejo de los asuntos internos del país y con amplias relaciones con los partidos y los factores de poder de la provincia. Así como el Canciller se ocupaba de las relaciones internacionales, el ministro del Interior  debía atender los asuntos domésticos: relaciones con los otros ministros, gobernadores, alcaldes, CTV, Fedecamaras. Era la mano derecha del Presidente de  la República para sofocar y, sobre todo, atenuar o evitar conflictos interiores que pudiesen alterar el orden.


El ministro del Interior era un operador político. Era visto, en numerosas oportunidades, como el segundo hombre de abordo, sitial que compartía con el Presidente del Congreso. Su designación mostraba una señal inequívoca de que formaba parte de los eventuales  candidatos a la Presidencia de la República. Gonzalo Barrios, Carlos Andrés Pérez, Pepi Montes de Oca, Octavio Lepage, fueron algunos de los políticos, posteriormente candidatos o precandidatos,  que ocuparon esa cartera.
Esta tradición fue fracturada por el chavismo madurismo. Los ministros del Interior, Justicia y Paz, pomposo y largo nombre colocado por los rojos, pasaron a ser generales activos. ¿Qué tienen que ver los oficiales de alta graduación con las relaciones interiores del país -siempre tan complejas, sobre todo en un Estado que se supone federal-, con la justicia y, particularmente, con la paz? ¿No se supone que los militares están formados y entrenados para la guerra y para imponer la justicia mediante la disuasión que induce el fusil?  Los uniformados no están programados para persuadir y construir amplios acuerdos nacionales, como  corresponde al ministro del Interior, sino para coaccionar y reprimir. Los militares activos no son aptos para moverse en el sutil e intrincado mundo de la política. La posesión legítima de las armas propiedad de la República y los principios de obediencia, verticalidad y disciplina que orientan su formación, los inhabilita para el ejercicio de la política activa.
La nación no les pide a los militares que sean neutrales en el plano teórico, ni asépticos en la esfera ideológica. Su compromiso tiene que ser con la Constitución, la defensa de la democracia, el resguardo de la integridad territorial y la soberanía nacional. El respeto a estos valores esenciales de la civilización determina que deban estar apartados de la política concreta. Una de las grandes conquistas civilizatorias consiste en la clara separación de la institución castrense de la política militante. Ese deslinde categórico posee la misma importancia que la diferenciación del Estado y la Iglesia, y de esta con respecto a la educación. La demarcación de esas fronteras constituyen conquistas de la humanidad. En el largo camino hacia la diferencia de roles -a pesar de que los mandos castrenses deben  atender los criterios políticos diseñados por civiles-, el mundo laico, el eclesiástico y el militar, mantienen, en las naciones democráticas más estables y equitativas, su propia e inalienable esfera de actuación.
Desde la llegada de Chávez a Miraflores, el caudillo instrumentó una estrategia dirigida a militarizar el Estado y la política. Esta línea ha sido profundizada por el inseguro de su heredero. Su miedo  atávico lo lleva a creer que colocándose bajo la custodia de la bota militar evitará la realización del revocatorio y podrá navegar hasta 2018 e, incluso, garantizar que él, o uno de su camarilla, preservará el poder más allá de la fecha en la que tienen que realizarse las elecciones presidenciales. Esa línea ha pervertido la misión de las Fuerzas Armadas y degradado a sus integrantes hasta colocarlos en un plano subalterno. Los verdeoliva son políticos sin historia y sin credenciales, reminiscencias de la Venezuela caudillista, rural y atrasada del siglo XIX.
En la dimensión política, los militares son incordios. Pierde la política y pierde la institución armada En vez de revaluarse, se degradan. Maduro los sacó de donde el país los necesita y valora, colocándolos en el lugar que la nación los desprecia.

Venezuela: Ruindad de la militarización de la política

Venezuela: Ruindad de la militarización de la política

Por Trino Marquez Cegarra
Miranda – Venezuela.- El nombramiento del general Néstor Reverol como ministro del Interior, Justicia y Paz, en sustitución de otro general, Gustavo González López, evidencia, otra vez, la entrega de Nicolás Maduro a los militares, su terror ante la inestabilidad creciente y la posibilidad de la activación del referendo revocatorio, y la claudicación del PSUV frente al partido de los uniformados.
El ministerio del Interior representa por excelencia el despacho de los políticos. Durante el período democrático, la designación del jefe de esa cartera recaía en un dirigente fundamental del partido gobernante. Una figura con larga experiencia en el manejo de los asuntos internos del país y con amplias relaciones con los partidos y los factores de poder de la provincia. Así como el Canciller se ocupaba de las relaciones internacionales, el ministro del Interior  debía atender los asuntos domésticos: relaciones con los otros ministros, gobernadores, alcaldes, CTV, Fedecamaras. Era la mano derecha del Presidente de  la República para sofocar y, sobre todo, atenuar o evitar conflictos interiores que pudiesen alterar el orden.

Monday, July 18, 2016

Los bolivarianos y el poder

Gabriela Calderón de Burgos considera que luego de que Bolívar traicionara a Francisco de Miranda en 1812, se impuso alrededor de la región el proyecto político del "Libertador", que no es ni democrático ni liberal.

Gabriela Calderón de Burgos es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador).
Hace 200 años, el 14 de julio de 1816, Francisco de Miranda murió en una cárcel cerca de Cádiz. Luego de que Simón Bolívar lo traicionara el 31 de julio de 1812 entregándolo a los españoles —episodio que muchos historiadores consideran el primer golpe de Estado en América Latina— Venezuela, así como otros países de la región, abandonó el camino de las repúblicas liberales, democráticas y federales. Se impuso el proyecto político del “Libertador”, que como les explico hoy, no puede ser considerado ni liberal ni democrático.



Xavier Reyes Matheus dice que Bolívar resultó ser como el “gemelo malvado” o Doppelgänger de Miranda pues luego de sacarlo de la película, procedió a vaciar de contenido el proyecto de Miranda para las Américas. La Gran Colombia, donde Miranda pretendió construir un nuevo estado republicano y democrático, eliminando las tradiciones autoritarias y la jerarquización de la colonia y fortaleciendo a las autoridades locales por sobre las nacionales; Bolívar logró fundar un Estado con el mismo nombre pero con un contenido enteramente distinto.1 No podía ser de otra manera, siendo que Bolívar demostró no ser un demócrata y tener una antiliberal ambición de poder.
En el Discurso de Angostura esgrimió un ataque directo a la democracia:
“¿cuál es el gobierno democrático que ha reunido a un tiempo, poder prosperidad y permanencia?, ¿y no se ha visto por el contrario la aristocracia, la monarquía cimentar grandes y poderosos imperios por siglos y siglos?...¿el imperio romano no conquistó la tierra?, ¿no tiene la Francia catorce siglos de monarquía?, ¿quién es más grande que la Inglaterra? Estas naciones, sin embargo, han sido o son aristocracias y monarquías”2
En el Congreso de Angostura propuso un senado hereditario3 y en la Constituyente de Bolivia la presidencia vitalicia y la inmunidad penal del mismo cargo.4
Los bolivarianos de su época, como los de hoy, no obedecen a principio alguno, mucho menos a aquellos que respetan los derechos individuales. Siempre se han debido al poder. Reyes Matheus lo ilustra así: “Bolívar, como se ve, que oponía al sistema democrático el argumento de la anarquía, no dudaba en usar la voluntad popular como pretexto para pasar por encima de las instituciones”. 5
En Perú, disolvió el Congreso en 1824 para evitar una constituyente que hubiera obstaculizado la implantación de su proyecto. En Colombia, pensando que controlaría la mayoría de los votos, logró que se convoque a una constituyente aún cuando era inconstitucional hacerlo al no haber pasado los 10 años que debían transcurrir según la Constitución vigente. Habiendo logrado convocar la Convención de Ocaña en 1828, no logró obtener una mayoría de los representantes en esta. Los representantes bolivarianos, siendo minoría, optaron por boicotear la Convención dejándola sin quórum.
Con el pretexto de que la Convención de Ocaña había fracasado, Bolívar promulgó el 28 de agosto de 1828 el Decreto Orgánico de la dictadura, que dejaba sin efecto la Constitución de 1821. La dictadura de Bolívar precipitaría la división de la Gran Colombia. Los bolivarianos de ayer, como los de hoy, tienen una constante: el odio a las instituciones, a la separación de poderes y a cualquier cosa que obstaculice su acumulación de poder.

Los bolivarianos y el poder

Gabriela Calderón de Burgos considera que luego de que Bolívar traicionara a Francisco de Miranda en 1812, se impuso alrededor de la región el proyecto político del "Libertador", que no es ni democrático ni liberal.

Gabriela Calderón de Burgos es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador).
Hace 200 años, el 14 de julio de 1816, Francisco de Miranda murió en una cárcel cerca de Cádiz. Luego de que Simón Bolívar lo traicionara el 31 de julio de 1812 entregándolo a los españoles —episodio que muchos historiadores consideran el primer golpe de Estado en América Latina— Venezuela, así como otros países de la región, abandonó el camino de las repúblicas liberales, democráticas y federales. Se impuso el proyecto político del “Libertador”, que como les explico hoy, no puede ser considerado ni liberal ni democrático.


Friday, July 8, 2016

Bolivarianos y mirandinos

Gabriela Calderón de Burgos explica las importantes diferencias en filosofía política entre Francisco de Miranda y Simón Bolívar.

Gabriela Calderón de Burgos es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador).
La semana pasada les conté acerca de la primera independencia de Venezuela, que se proclamó el 5 de julio de 1811. Ese movimiento fue liderado por Francisco de Miranda y la república que nació ese año llegaría a su fin el 30 de julio de 1812 con lo que varios historiadores han denominado el primer golpe de Estado en América Latina.1Simón Bolívar. Miranda, en cambio, siempre demostró un respeto por las instituciones, estorbando a quienes tenían otra visión política.
Miranda era más liberal que libertador. Argumentando a favor de la independencia, Miranda advertía que:



“Al momento de confundir a vuestros opresores no imitéis su tiranía. No es vuestra idea la de reemplazar un gobierno irregular, por otro semejante; de sustituir a un régimen opresor por otro opresor; de destruir una tiranía antigua por otra tiranía nueva; en una palabra, de establecer sobre la ruina de un despotismo extranjero el reino de otro despotismo no menos odioso, el de la licencia y anarquía”.
Miranda recomendaba que si los americanos querían ser libres:
“el primer y grande objeto que debe ocupar su atención es la seguridad de las personas y de las propiedades...Cuando la sangre empieza a correr, cuando se empieza a violar la propiedad de los individuos, cuando empiezan las prisiones ilegales, la libertad está perdida y el partido del despotismo empieza a tomar fuerza”.
Esto es importante porque el “Libertador” Bolívar, si bien liberó a varias naciones sudamericanos de España, no logró establecer un gobierno que reconociera y protegiera las libertades individuales. Además, Bolívar no era un demócrata de convicción, sino más bien creía en el poder concentrado, en los líderes ungidos para dirigir a todo un pueblo. Esas ideas de repúblicas con separación de poderes le merecieron el calificativo de “repúblicas aéreas”, es decir, que solo podían existir en la fantasía. Aquello de fortalecer la división del poder mediante un sistema federal le parecía no apto para los venezolanos porque estos, decía Bolívar, “carecen de las virtudes políticas”.2
Bolívar admiraba la constitución romana y señalaba que “allí no había una exacta distribución de los poderes...Un gobierno monstruoso y puramente guerrero elevó a Roma al más alto esplendor de virtud y de gloria”. Su visión política, que siempre albergó una desconfianza de la descentralización del poder, evolucionó hasta llegar a plasmarse en la Constitución de Bolivia. En su mensaje a la Constituyente de mayo de 1826 Bolívar dijo: “El presidente de la República viene a ser en nuestra constitución como el sol, que firme en su centro, da vida al universo. Esta suprema autoridad debe ser perpetua; porque en los sistemas sin jerarquías se necesita, más que en otros, un punto alrededor del cual giran los magistrados y los ciudadanos, los hombres y las cosas”.3
Uno de los padres fundadores de Argentina, Juan Bautista Alberdi, dijo que “La América no será libre sino cuando esté libre de libertadores”. Esta disyuntiva entre repúblicas liberales y democráticas vs. el “cesarismo democrático” 4 se le presentó a las nacientes repúblicas latinoamericanas y al parecer, varios países de la región insisten en recaer en el mal concebido proyecto bolivariano

Bolivarianos y mirandinos

Gabriela Calderón de Burgos explica las importantes diferencias en filosofía política entre Francisco de Miranda y Simón Bolívar.

Gabriela Calderón de Burgos es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador).
La semana pasada les conté acerca de la primera independencia de Venezuela, que se proclamó el 5 de julio de 1811. Ese movimiento fue liderado por Francisco de Miranda y la república que nació ese año llegaría a su fin el 30 de julio de 1812 con lo que varios historiadores han denominado el primer golpe de Estado en América Latina.1Simón Bolívar. Miranda, en cambio, siempre demostró un respeto por las instituciones, estorbando a quienes tenían otra visión política.
Miranda era más liberal que libertador. Argumentando a favor de la independencia, Miranda advertía que: