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Friday, August 5, 2016

¿De dónde sacamos que la fiesta iba a ser gratis?

Gustavo Lazzari argumenta sobre las causas y consecuencias del exceso de gasto público en Argentina durante el mandato de los Kirchner.

Gustavo Lazzari es Economista de la Fundación Libertad y Progreso (Argentina).
Fuimos a una fiesta. Comimos, bailamos, nos embriagamos, contamos chistes malísimos y nos reímos a risotadas. Parecía que todo era felicidad. La fiesta duró doce años. Nos hicimos amigos de los malos, nos burlamos de los buenos. El dinero brotaba. Tanto que algunos lo guardaban en valijas y lo distribuían en conventos.
Teníamos oro, vino a granel, y así pasábamos los días” rezaba una vieja canción reeditada en la última década.



Tan bien la pasábamos que los más encumbrados nos hablaban de amor. “El amor vence al odio” afirmaban como si se tratara del undécimo mandamiento aún no publicado. “La economía de la felicidad” nos explicaba un secretario con un fusil en el escritorio.
Hasta que un día llegó la cuenta.
Alguien dijo: “Se acabó la plata y tenemos que pagar”.
El dólar pasó del virtual valor de $9,70 a $ 15, el costo anual del dinero de 18% a 38%, las tarifas de agua, gas y electricidad se multiplicaron por 5, 6, y 7. Casi un 678 tarifario. En referencia al propagandístico programa estatal al servicio del entretenimiento del rey (y la reina).
En términos microeconómicos también llegó la factura. Se paralizaron las obras públicas por falta de dinero (desde Julio 2015) y desde diciembre 2015 comenzaron a revisarse una por una. Mientras tanto crecía el desempleo en la construcción. Recién ahora (julio 2016) se retoman obras a valores menores para hacer lo mismo. La corrupción explica la diferencia en menos. Las valijas no se llenaban de aire.
Históricamente las tarifas de luz, agua y gas representaban el 15% del salario de un argentino medio. El kirchnerismo subsidió de tal manera esos servicios de manera que durante doce años representaron sólo el 3%. Una canción propagandística dice: “Compañero, por todas tus conquistas, los días más felices, siempre fueron peronistas”.
Felicidad con el dinero ajeno, hasta que se agota. O hasta que los servicios revientan.
Tal como la ley de gravedad, las leyes económicas son inmutables. Honestamente lo lamento, pero la realidad te da la bienvenida, con una socarrona sonrisa.
El subsidio en el precio de los servicios públicos incrementó la demanda y ralentizó la oferta. Ese bache, “faltante artificial” lo llaman los economistas, se cubrió con el stock previo y con importaciones caras financiadas por el gasto público. Nadie se daba cuenta. Quienes lo advertían eran “agoreros” que perdían las elecciones. Precisamente por advertirlo.
Un día se agotó el stock. Y otro día, un poco más tarde nos quedamos sin plata para pagar importaciones. Aún los amigos, nos cobraban cash. En esto no hay amigos. Otra vez, “bienvenidos a la realidad”.
Ahora están todas las facturas sobre la mesa. La basura que estaba debajo de la alfombra ya no estás más. Todo está a la vista.
Y los argentinos nos encontramos con que nuestros salarios son 12% más bajos en términos permanentes. Además de la inflación, sabemos que el 15% de nuestro ingreso deberá financiar la provisión de servicios que alguien nos quiso convencer que eran gratuitos.
Y nos duele. Vamos a la justicia interponiendo recursos de amparo, cortamos rutas y calles. Protestamos, insultamos y quizás no votemos. Pero la realidad es que sin precios no hay oferta. Desde los mercados de Babilonia que si el precio es cero los oferentes no aparecen. Y la realidad se impone. Siempre.
Nos quedamos sin gas, sin cables, sin luz, con poca agua. Gracias al derroche y al traicionero concepto de “gratuidad” Argentina es un país que funciona mediocremente entre 15 y 25 grados. Con frío o con mucho calor se bloquea. Colapsa. Cada verano, la geografía urbana cambia. Grupos electrógenos entorpeciendo el tránsito, contaminación sonora, visual y del aire, costos de las empresas por las nubes. Todo para proveernos de una energía que el estado liquidó. Dilapidó. Rompió la oferta.
Ok, así estamos. Nuevamente la Argentina es un barco que intentamos hundir y nunca lo logramos.
En 2016, no sin contratiempos, el sector energético recuperará buena parte de los precios que necesita. El estado podría colaborar mucho reduciendo la carga impositiva de las tarifas y reduciendo los gastos equivalentes a la menor recaudación.
La sociedad poco a poco está tomando conciencia que la corrupción mata y la gratuidad corrompe. “Esa mentira te hace feliz” no funciona. No te hace feliz. La gratuidad no fue tal. Llenó bolsos de dinero y nos dejó sin servicios. Por los que ahora nos toca pagar.
Aunque nos duela y debamos guardar el relato progresista para el próximo viento de cola debemos confiar en “la juiciosa conducta de los particulares que basta no solamente para compensar los efectos de la prodigalidad y de las imprudencias de los particulares mismos, sino también para balancear el de las profusiones excesivas del gobierno”. “Este esfuerzo constante, uniforme y jamás interrumpido de todo individuo por mejorar su suerte tiene a menudo bastante poder para mantener, a despecho de las locuras del gobierno y de todos los errores de la administración, el progreso natural de las cosas hacia una condición mejor”.

¿De dónde sacamos que la fiesta iba a ser gratis?

Gustavo Lazzari argumenta sobre las causas y consecuencias del exceso de gasto público en Argentina durante el mandato de los Kirchner.

Gustavo Lazzari es Economista de la Fundación Libertad y Progreso (Argentina).
Fuimos a una fiesta. Comimos, bailamos, nos embriagamos, contamos chistes malísimos y nos reímos a risotadas. Parecía que todo era felicidad. La fiesta duró doce años. Nos hicimos amigos de los malos, nos burlamos de los buenos. El dinero brotaba. Tanto que algunos lo guardaban en valijas y lo distribuían en conventos.
Teníamos oro, vino a granel, y así pasábamos los días” rezaba una vieja canción reeditada en la última década.


Tuesday, July 12, 2016

POLÍTICOS Y FUNCIONARIOS PASARÁN POR EL POLÍGRAFO PARA ACABAR CON LA CORRUPCIÓN…EN RUSIA

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La cámara pública rusa, ha propuesto un programa de ámbito nacional en el que los funcionarios públicos, políticos e incluso activistas civiles, se deberían someter a pruebas del polígrafo (detector de mentiras), para detectar y purgar a todos aquellos que previamente estuvieran involucrados en tramas de corrupción.
“Proponemos que estas pruebas sean realizadas a todos los candidatos a puestos en la administración pública antes de que sean empleados oficialmente y también a cualquier figura pública”, declaró el jefe adjunto de la comisión de la Cámara Pública, Dmitry Galochkin, al diario Nezavisimaya Gazeta.
Indicó que esto también se aplicaría a todos los parlamentarios de la Cámara Baja.


Sin embargo, en la actualidad las pruebas del polígrafo son estrictamente voluntarias, en parte porque la ley rusa no contiene normas relativas a este procedimiento.
Para corregir esto, la Cámara Pública tiene la intención de preparar una base legal para que se apliquen dichas pruebas del polígrafo.
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Después de que estas leyes sean redactadas, los activistas tienen la intención de promover controles universales y sistemáticos.
Galochkin dijo que las propuestas serían remitidas a la Administración Presidencial en septiembre.
El documento incluirá una lista aproximada de preguntas que podrían ser utilizadas en las pruebas. Los patrocinadores hicieron hincapié en que estas preguntas sólo se referirían a las actividades profesionales y que no tendrían nada que ver con la vida personal ni con los puntos de vista religiosos.
Otra parte importante del plan es que los especialistas que dirigirían dichas pruebas no sabrían de antemano quién estarían poniendo a prueba, con el fin de prevenir la corrupción en el sistema de polígrafo.
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La jefa del “Colegio Nacional de Poligrafía”, Yulia Drobyazka, dijo a la prensa que la eficacia de las pruebas de polígrafo o detector de mentiras, se ha demostrado en numerosos experimentos y que estos dispositivos son ampliamente utilizados por las organizaciones de seguridad privada.
Las pruebas de polígrafo ya se utilizaron ampliamente en Rusia durante la reforma de la policía, que tuvo lugar en el período 2011-2012. En aquel entonces, el Ministerio del Interior emitió una orden que estipulaba que cualquiera que quisiera unirse a la policía debería someterse a un detector de mentiras para detectar anteriores usos ilegales de drogas y abuso de alcohol.
Las pruebas se realizaron con el consentimiento por escrito de los candidatos, y se presentaban junto con su solicitud de unirse a la fuerza policial.

¿Alguien se imagina que estas pruebas del polígrafo para detectar a corruptos se realizaran, por ejemplo, en España,antes de que los políticos pudieran acceder a cualquier cargo?
¿Alguien se puede imaginar lo que sucedería si regularmente se sometiera a los políticos y funcionarios con cargos públicos, a la prueba del polígrafo para saber si han cometido actos de corrupción u otras irregularidades?
No hace falta decir que al menos en España, los polígrafos explotarían o se incendiarían en plena prueba, incapaces de plasmar tanta mentira y corrupción…
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De todas formas, también podríamos argumentar que la aplicación de una política de control exhaustivo sobre los empleados públicos de esta índole, podría resultar un mal precedente para las libertades.
Lo que al principio sería una aparente y maravillosa herramienta de control para los políticos y los altos funcionarios, pronto podría convertirse en una excusa para extender el control exhaustivo a toda la sociedad, convirtiendo potencialmente la actividad social en un infierno de control inquisitorial.
¿Valdría la pena arriesgarse a ello? ¿O es una iniciativa que debería aplicarse severamente, para acabar de una vez con todas con la lacra de la corrupción y la mentira institucionalizada?
¿Contribuiría a crear una sociedad mejor y más sana?
Estas son preguntas que deberían generar un gran debate por sí mismas…

POLÍTICOS Y FUNCIONARIOS PASARÁN POR EL POLÍGRAFO PARA ACABAR CON LA CORRUPCIÓN…EN RUSIA

Comp 1_00000

La cámara pública rusa, ha propuesto un programa de ámbito nacional en el que los funcionarios públicos, políticos e incluso activistas civiles, se deberían someter a pruebas del polígrafo (detector de mentiras), para detectar y purgar a todos aquellos que previamente estuvieran involucrados en tramas de corrupción.
“Proponemos que estas pruebas sean realizadas a todos los candidatos a puestos en la administración pública antes de que sean empleados oficialmente y también a cualquier figura pública”, declaró el jefe adjunto de la comisión de la Cámara Pública, Dmitry Galochkin, al diario Nezavisimaya Gazeta.
Indicó que esto también se aplicaría a todos los parlamentarios de la Cámara Baja.