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Monday, October 31, 2016

En el paraíso el crimen no existe

Luis Alfonso Herrera dice que la práctica de negar la realidad y criminalizar a sus víctimas es una característica del "paraíso comunista".

Luis Alfonso Herrera es Licenciado en Filosofía y Abogado especializado en Derecho Administrativo por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Herrera se desempeña actualmente como Investigador de CEDICE-Libertad y es director de la asociación civil Un Estado de Derecho. Además, es profesor de la UCV.
No debe sorprender que muchas personas sientan asombro e indignación, tanto dentro como fuera de Venezuela, que de los responsables directos de la caótica situación que se vive en todo el territorio nacional en casi todas las áreas de vida en sociedad y privada, de forma coordinada, permanente, cínica y absolutamente irresponsable, nieguen que ese caos y esa tragedia colectiva estén sucediendo.



Así, el Ministro de Alimentación niega que haya crisis alimentaria y acusa a la empresa privada de ejecutar una guerra económica que causa problemas, la Ministra de Salud niega que haya crisis sanitaria y de medicamentos y acusa a los médicos y al capitalismo de los laboratorios de lo que pueda suceder, el Ministro de Interior y Justicia niega que los índices de criminalidad y la inseguridad sean los más altos de la región y atribuye a “enfrentamientos” las muertes en los operativos siniestros que ejecuta su Despacho, la Ministra de Cárceles niega que los “pranes” controlen las cárceles y ejerzan el terror sobre toda la población de los Estados en que aquéllas se encuentran y acusa a las ONGs de mentir sobre las garantías de los derechos humanos de los “privados de libertad”, el CNE niega que en Venezuela no existen elecciones auténticas y que son malos perdedores los que se quejan del sistema electoral y, por último, el Tribunal Supremo de Justicia, integrado por políticos y fanáticos de las ideologías nacionalsocialistas y comunistas, afirman que en Venezuela hay autonomía de Poderes y que lo sepultado es el Estado liberal burgués de Derecho.
Esto último fue afirmado hace unas pocas semanas, por una de las militantes políticas más radicales del chavismo en el Tribunal Supremo de Justicia, pero que se presenta a sí misma como jurista y jueza imparcial, en el evento llamado “Democracia e independencia de poderes en Venezuela” organizado por la embajada del Estado venezolano ante la sede de las Naciones Unidas en Ginebra, Suiza. Se trata de la señora Carmen Auxiliadora Zuleta de Merchán, quien es “magistrada” de la Sala Constitucional.
Según reporte del medio Infobae, la señora en cuestión afirmó, en ese evento, cuanto se indica a continuación: “Les agradezco la oportunidad de invitarme para conversar sobre lo que pasa en Venezuela, que está viviendo un tiempo glorioso", comenzó diciendo Zuleta, en momentos en que el país atraviesa una de las peores crisis sociales y políticas de su historia, con millones de personas en la miseria y una escasez de alimentos inédita. Lo curioso de su alocución, es que si bien el tema de la charla era la supuesta independencia del Poder Judicial en el país, la magistrada recalcó una y otra vez su adhesión al proyecto chavista. "Es interesante conversar fuera del país de lo que nosotros estamos haciendo, una prueba de 16 años de un modelo democrático de participación protagónica del pueblo, que se diferencia del modelo de la Constitución del 1961", dijo. "En la Constitución de 1999 se establece la imperiosa orden de refundar la institucionalización porque estamos experimentando un nuevo programa democrático, y la Constitución no es sino el desarrollo de un modelo político. Por eso tenemos un activismo judicial. Nosotros actuamos activistamente (sic) para lograr un desarrollo y una armonía social", agregó. Infobae preguntó a la jueza por qué, si el TSJ es independiente, declaró inconstitucionales casi la totalidad de las leyes aprobadas por la Asamblea Nacional, que desde principios de año controla la oposición, y nunca jamás se expidió en contra de algún proyecto impulsado por el gobierno. "En Venezuela el presidente puede, antes de promulgar una ley del Parlamento, dudar de su constitucionalidad y preguntarle a la Sala Constitucional. Hay un control previo de la ley. En todas las decisiones que la Sala tuvo que pronunciarse se puede ver claro que no había otra manera de publicar estas leyes porque eran de verdad inconstitucionales”, dijo. Y luego aclaró: "Pero hay casos en los que no se le ha dado la razón al Presidente". Sin mencionar ninguno, se limitó a decir que "hay muchas solicitudes en la Sala Constitucional de órganos del Poder Ejecutivo y de diputados oficialistas y opositores, en los que la Sala no se ha pronunciado” (ver la nota de prensa completa).
Ante posturas tan contradictorias con la realidad venezolana, y que de forma consciente y planificada se observa en todos los representantes del partido de Gobierno, estén en cargos de Ministros, jueces, contralores o fiscales (todos siguen las mismas órdenes), determinadas a negar la realidad, mentir en forma sistemática y criminalizar a las víctimas de sus delitos, resulta patético, cuando no indigno, que desde los sectores democráticos de la sociedad (ONGs, medios de comunicación, Academias, oposición buenista, iglesias, Gobernaciones y Alcaldías no oficialistas, etc.) se reclame, exija o pida a quienes detentan cargos de Gobierno que cumplan con la Constitución, las leyes, los derechos humanos y los principios democráticos, como si estamos ante un Gobierno que sólo es incompetente, algo abusador, pero democrático. Pues no lo es, y las pruebas al respecto sobran por montones.
Quizá para ayudarles a aceptar la verdadera naturaleza del régimen que tiraniza a nuestro país, les vendría bien a quienes todavía se asombran de este proceder macabro leer la novela del escritor Tom Rob Smith, titulada El Niño 44, ambientada en la época de la Rusia estalinista, concretamente en el año 1953. En esta novela, que fue adaptada al cine con el mismo título, se narra cómo Leo Stepánovich, integrante de los servicios de la inteligencia soviética, investiga una serie de asesinatos que le llevarán a resolver los enigmas de su dura infancia, al mismo tiempo que es víctima del sistema para el que él trabaja. Tal y como se explica en la red, “…el autor se inspiró en la vida del asesino en serie ruso Andréi Chikatilo, que entre los 70 y los 90 asesinó a 52 personas, la mayoría niños. Smith trata de contar una historia de asesinatos que se salga de lo habitual, y para ello traslada los hechos a los años 50 en la URSS, lo que le permite transportar al lector a los últimos años del estalinismo y a la sociedad soviética”. Lo relevante de la historia atroz de esta ficción, inspirada en un hecho real, es que el criminal pederasta que asesinaba a sus pequeñas víctimas no pudo ser castigado por quienes determinaron su autoría en los crímenes, debido a su jerarquía dentro del partido comunista de la URSS, y a la negativa total de los jefes de este partido a permitir que se supiera que en el “paraíso comunista” existían crímenes, y para más cometidos por sus propios “camaradas” de partido.
Dado que desde su ascenso al poder a inicios del siglo XX, una estrategia clave de quienes profesan la per se criminal ideología comunista es mentir siempre, sistemática y compulsivamente, y negar toda evidencia empírica que le sea adversa en su plan de mantenerse en el poder indefinidamente, resulta por decir lo menos cándido asumir, como muchos lo hacen, que es un hecho dado que Nicolás Maduro saldrá de la Presidencia si es que se llega a realizar el referéndum revocatorio, incluso en el año 2017 —cuando, por cierto, ya es absolutamente irrelevante realizarlo—, pues el tipo de régimen autoritario que controla a casi todo el Estado en Venezuela, en tanto discípulo de autoritarismos de raíz comunista como son los de Cuba, Rusia y China, no puede permitirse que, en este caso, nada menos que el “sucesor” de Hugo Chávez, sea revocado por el voto de millones de venezolanos hartos de ser tratados peor que vasallos en los feudos de la Edad Media. Por lo demás, tampoco el aspecto geopolítico de nuestra tragedia debería pasarse por alto, al tener esos regímenes autoritarios grandes intereses en nuestro territorio.
Lo que sí puede asegurarse, a partir de las mentiras aludidas al inicio de estas líneas, es que hasta el final de su tiranía, y aún si llegan a estar fuera del poder, quienes encarnan el régimen militarista, comunista y esencialmente criminal llamado chavismo, negarán que bajo su control en el país ocurrió la más grande destrucción, planificada y deliberada, de vidas y propiedades de que la ya casi muerta República de Venezuela haya tenido noticia desde las matanzas por guerras del siglo XIX. Y ello, por una razón muy sencilla: porque en el paraíso no existe el crimen.

En el paraíso el crimen no existe

Luis Alfonso Herrera dice que la práctica de negar la realidad y criminalizar a sus víctimas es una característica del "paraíso comunista".

Luis Alfonso Herrera es Licenciado en Filosofía y Abogado especializado en Derecho Administrativo por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Herrera se desempeña actualmente como Investigador de CEDICE-Libertad y es director de la asociación civil Un Estado de Derecho. Además, es profesor de la UCV.
No debe sorprender que muchas personas sientan asombro e indignación, tanto dentro como fuera de Venezuela, que de los responsables directos de la caótica situación que se vive en todo el territorio nacional en casi todas las áreas de vida en sociedad y privada, de forma coordinada, permanente, cínica y absolutamente irresponsable, nieguen que ese caos y esa tragedia colectiva estén sucediendo.


Monday, August 29, 2016

Venezuela, ¿el final del túnel?

Venezuela, ¿el final del túnel?
Redaccion América Economía
En la mayoría de los países el gobierno dice que las cosas andan bien y la oposición dice que están mal. Pero según un viejo chiste, las cosas andan mal de verdad cuando el gobierno se pone de acuerdo con la oposición: cuando el gobierno también dice que las cosas andan mal. Pero hasta ahí llega el chiste y el acuerdo entre las partes, porque el gobierno le echa la culpa a la oposición y la oposición al gobierno.
El chiste se pone amargo al mirar a Venezuela, pero ilustra tan certeramente lo que sucede en el país que es casi inevitable traerlo a la memoria. Hace años que gobierno y oposición están de acuerdo en que las cosas andan mal, mucho tiempo que se culpan mutuamente, mucho tiempo que el gobierno intenta eliminar a la oposición y los opositores hacen lo posible para que se vaya el gobierno. Esta animosidad dificulta el diálogo y hasta ahora ha impedido cualquier tipo de acuerdo que logre sacar a Venezuela de la trampa.



Un cambio de gobierno por la vía constitucional, en el plazo más corto posible, es lo mejor que puede hacer el país para salir de la espantosa crisis que está viviendo. Pero el odio al otro bando, el culparse mutuamente de lo que pasó, seguirá dificultando los acuerdos en Venezuela durante décadas si sus ciudadanos no se toman en serio la tarea de entender la situación y resolverla.
Mientras tanto, la vida de los venezolanos empeora día tras día y lo ha estado haciendo desde fines de 2012, cuando la baja en el precio del petróleo desató la crisis. Hay recién nacidos que mueren en los hospitales debido a la falta de medicamentos; es preciso hacer largas colas para comprar alimentos, papel higiénico y otros productos de primera necesidad. Maduro militarizó la producción, importación y diistribución de alimentos y medicamentos para hacer llegar los productos de la mejor manera posible a los consumidores, evitando saqueos y corrupción. No hay leche ni harina desde hace meses. El cruce a pie de 100.000 venezolanos a Colombia, para comprar comida al abrirse temporalmente la frontera hace unas semanas, mostró claramente la dimensión de la emergencia humanitaria que vive el país.
Una emergencia humanitaria declarada oficialmente por Naciones Unidas permitiría llevar comida y medicamentos al pueblo venezolano. Pero para que eso suceda es el gobierno quien tendría que pedirlo y no hay indicios de que lo vaya a hacer.
Las cifras de la economía venezolana son este año las peores del mundo. La espiral inflacionaria se ha desatado al punto que el FMI acaba de corregir sus proyecciones, pronosticando ahora 480% de inflación para 2016 y un exorbitante 1.640% para 2017. Su pronóstico de crecimiento es que la economía se contraerá 10% este año.
La crisis puede haberse desatado por la baja en el precio del petróleo, pero esa fue sólo la gota que rebalsó el vaso. La tragedia venezolana es responsabilidad de Hugo Chávez, quien tuvo la suerte de morir justo antes de que estallara la mayor crisis de la historia de Venezuela. Chávez desmanteló el aparato productivo del país al decidir que con los petrodólares se iba a poder importar de todo, al tiempo que gastaba y se endeudaba para financiar los programas sociales que le aseguraron victorias electorales durante sus 14 años de gobierno. Ese populismo, hecho en nombre del pueblo, tiene hoy desabastecido y desamparado al pueblo.
La crisis finalmente ha comenzado a ayudar a los opositores. Desde marzo de este año la oposición tiene una supermayoría de dos tercios en la Asamblea Nacional, el Parlamento unicameral de Venezuela. La primera gran victoria electoral de la oposición es la primera prueba de que los venezolanos quieren un cambio de gobierno. El caudillo que construyó el aparatoso desastre que es la Venezuela actual, Hugo Chávez, ganó todas las elecciones con más del 60% de los votos. Su heredero, Nicolás Maduro, no tiene el carisma de Chávez ni su talento político y llegó a la presidencia justo al estallar la crisis, a comienzos de 2013. Sin embargo, Maduro logró a fines de ese año que más de la mitad del electorado lo ratificara como presidente hasta 2019.
Tener supermayoría en el Congreso poco y nada le ha servido a la oposición. Las iniciativas del Poder Legislativo quedan en la nada porque el inefable Maduro gobierna por decreto desde que llegó al poder. Los tribunales se han convertido en súbditos del gobierno y hasta cierto punto también el Consejo Nacional Electoral, encargado de dar el resultado oficial de las elecciones.
Hoy el gobierno tiene sólo 25% de aprobación de los venezolanos, pero no se ha abierto al diálogo. Ese empecinamiento fomenta una peligrosa polarización que, con distintos matices, se ve en casi toda la región, de México a Chile, y ahora también en Estados Unidos.
Pero ningún país vive una crisis como la de Venezuela, la economía peor manejada del mundo según un reciente ránking de Bloomberg News. La oposición ha optado por la vía razonable, un plebiscito revocatorio establecido en la Constitución de 1999 que obligaría a renunciar a Maduro si los votos a favor de que se vaya superan el 50,6% que obtuvo para ser ratificado presidente en 2013. Eso debiera ser fácil de conseguir, dado que el apoyo al gobierno está en menos de 25% y cada día de crisis lo vuelve más impopular.
Para iniciar el proceso plebiscitario la oposición necesitaba 200.000 firmas validadas con huella digital y presentó más de 400.000, pero el Consejo Nacional Electoral tiene que darles su visto bueno, cosa que aún no hacía al cierre de esta editorial, cuando ya se había vencido el plazo para hacerlo. Es muy probable que el plebiscito se realice y que Maduro lo pierda. De hacerse hoy, de acuerdo con un sondeo de opinión hecho hace pocos días, tendría en contra el 64% de los votos. Pero la burocracia ha estado retrasando el proceso y ese detalle no es menor. Si el plebiscito se realiza en 2016 y Maduro lo pierde, el presidente tiene que irse y hay elecciones presidenciales. Si se hace en 2017, Maduro también tiene que irse, pero el gobierno se queda porque la presidencia pasa automáticamente a manos del vicepresidente.
La oposición tiene una ventaja que algunos llamarían desventaja: no puede derrocar a Maduro por la fuerza. No hay golpe de Estado sin apoyo militar y los militares venezolanos no sólo están a favor del gobierno: en gran medida son el gobierno. El propio Maduro quiso reiterar esto hace unas semanas, al militarizar la producción, importación y distribución de alimentos y encargar la tarea al ministro de Defensa, el general en jefe Vladimir Padrino. Junto con eso, Maduro subordinó todos los ministerios al titular de Defensa y le dio al nuevo superministro autoridad para actuar en cualquier municipalidad del país sin consultar al gobierno local. El nombramiento convirtió a Padrino en el segundo hombre más poderoso del país.
Algunos dirían que es el primero. La gravedad de la crisis, unida a la creciente impopularidad de Maduro, le ha quitado apoyo al presidente dentro del ejército y la coalición de gobierno, incluyendo el Partido Socialista Unido de Venezuela en el que milita Maduro. Hay dirigentes del PSUV que se han declarado a favor del referendo revocatorio propiciado por la oposición. El gobierno no sólo está de acuerdo con la oposición en que las cosas andan mal, muy mal. Ahora hay una parte del gobierno que está de acuerdo con la oposición en sacar a Maduro del poder y en el mecanismo para sacarlo.
El superministro Padrino mostró en muchas ocasiones lealtad total a Chávez, pero no hay certeza de que sienta lo mismo por Maduro. El presidente le ofreció el cargo para afirmarse en el poder, pero no son pocos los que piensan que Padrino será el hombre de la transición.
A pesar del desastre social, económico, financiero y monetario, Venezuela no ha dejado de pagar los intereses de su deuda de US$280.000 millones, equivalente al 100% de su PIB. Ese hecho, sumado a que el precio del petróleo tendrá que subir algún día, hace que los mercados financieros vean a los valores venezolanos como una oportunidad para inversionistas audaces. Los bonos soberanos con vencimiento en 2027 están dando una súper tentadora ganancia anual de 27%, si es que Venezuela paga sus deudas ese año. Ahora, todavía puede haber default este año, pero su probabilidad ha bajado. En febrero pasado, la consultora Latin America Monitor estimó en cerca de 80% la probabilidad de que Venezuela se declarara en cesación de pagos en algún momento de este año. En julio, la consultora estimó esa probabilidad en 46%.
Wall Street y Londres están apostando a que habrá cambio de gobierno sin violencia en los próximos doce meses y bastaría que un nuevo gobierno licitara una parte de las reservas de crudo de Pdvsa para mejorar de un día para otro las finanzas del país.
Los mercados financieros monitorean atentamente los riesgos de un país porque su negocio depende directamente de cuán certeras son sus expectativas. Es una gran noticia que estén apostando a un cambio de gobierno sin violencia y que piensen que es relativamente fácil mejorar la economía y solucionar el desabastecimiento.
Un cambio de gobierno por la vía constitucional, en el plazo más corto posible, es lo mejor que puede hacer el país para salir de la espantosa crisis que está viviendo. Pero el odio al otro bando, el culparse mutuamente de lo que pasó, seguirá dificultando los acuerdos en Venezuela durante décadas si sus ciudadanos no se toman en serio la tarea de entender la situación y resolverla. La animosidad entre las partes ha hecho fracasar hasta ahora los intentos de mediación de un buen número de jefes de Estado. Pero que Nicolás Maduro haya aceptado la propuesta opositora de pedir la mediación del Vaticano para superar desconfianzas y reiniciar el diálogo es una buena señal. Si el Vaticano acepta, y es su deber hacerlo, la señal será todavía mejor.

Venezuela, ¿el final del túnel?

Venezuela, ¿el final del túnel?
Redaccion América Economía
En la mayoría de los países el gobierno dice que las cosas andan bien y la oposición dice que están mal. Pero según un viejo chiste, las cosas andan mal de verdad cuando el gobierno se pone de acuerdo con la oposición: cuando el gobierno también dice que las cosas andan mal. Pero hasta ahí llega el chiste y el acuerdo entre las partes, porque el gobierno le echa la culpa a la oposición y la oposición al gobierno.
El chiste se pone amargo al mirar a Venezuela, pero ilustra tan certeramente lo que sucede en el país que es casi inevitable traerlo a la memoria. Hace años que gobierno y oposición están de acuerdo en que las cosas andan mal, mucho tiempo que se culpan mutuamente, mucho tiempo que el gobierno intenta eliminar a la oposición y los opositores hacen lo posible para que se vaya el gobierno. Esta animosidad dificulta el diálogo y hasta ahora ha impedido cualquier tipo de acuerdo que logre sacar a Venezuela de la trampa.


Thursday, August 25, 2016

Los muertos de Nochixtlán y otras historias de Pulgarcito


Los muertos de Nochixtlán y otras historias de Pulgarcito

Comunidades mixes en apoyo la magisterio de Oaxaca. Foto: Morena Oaxaca FB
Comunidades mixes en apoyo la magisterio de Oaxaca. Foto: Morena Oaxaca FB
Ramsés Ancira
–López Obrador no va a llegar,
–Claro que sí. Morena está creciendo y las últimas elecciones demuestran que va a ganar.
–Eso es otra cosa, pero no lo van a dejar.
Son dos personas mayores de 70 años que conversan en un microbús que desciende por uno de los cerros al poniente de la Ciudad de México. En la camiseta de ellos  hay un logotipo que los identifica  como pertenecientes a una organización de militares en retiro.
Vayamos a otra estampa: Es la película de Paul Leduc, Historias Prohibidas de Pulgarcito, filmada en 1979 y estrenada en 1980. En la paupérrima ciudad de San Salvador entre camiones que arrojan humo negro y llevan colonos colgados de los estribos, marchan señoras con tacones pidiendo paz, trabajo y fin del comunismo.


De pronto la escena se interrumpe para mostrarnos el cuerpo de un adolescente atropellado y muerto durante la manifestación de las señoras salvadoreñas. ¿Quién lo atropelló? ¿Una de las camionetas de avanzada? No lo sabemos
n otra escena de la misma película hay una manifestación popular. Un reportero pregunta a la policía cuál será la estrategia para contenerla pues evidentemente esa es la intención. Los uniformados parecen dispuestos a contestar de buena gana cuando empiezan a sonar disparos. No son ellos quienes los accionan, pero pronto hay muertos.
Lo mismo que en Tlatelolco 1968. Sí, hay soldados, pero los primeros disparos no son los de ellos, sino de sujetos que portan guantes blancos.
En la confusión, un grupo de jóvenes corre en forma caótica, como átomos que salen disparados en todas las direcciones.
-- ¡Por aquí! ¡Por aquí!
Son soldados jóvenes con las piernas abiertas, en forma de arco, indicándole a otras jóvenes una ruta de escape.
Oaxaca, el Pulgarcito de México
Si El Salvador fue bautizado por Gabriela Mistral como el Pulgarcito de América, Oaxaca, en términos económicos es el Pulgarcito de México
En Oaxaca 2016 el Gobierno Federal encabezado por Enrique Peña Nieto ha lanzado un insulto espectacular a los paisanos de Benito Juárez, el icono mexicano que proclamó que los funcionarios públicos debieran vivir con honrosa medianía.
Oaxaca es el estado que menos representación tiene en el Producto Nacional Bruto, el 1.5 por ciento y una de las entidades del país con mayor alfabetismo y porcentaje de personas sin primaria terminada. Lo es a pesar de que el priista Carlos Salinas de Gortari intentó imponerle medidas neoliberales, que en nada contribuyeron a su desarrollo.
Que estos datos deberían  ser suficientes para mostrar que la primera necesidad que debe ser resuelta en la entidad es la educación, salta a la vista. Que el tipo de educación que requieren los oaxaqueños no puede ser diseñada desde un escritorio de Los Pinos, y menos desde la residencia de Claudio X González también.
Pero imponer a un gobernador que proviene de una institución, el INFONAVIT,  cuya auditoría interna refleja pagos injustificados por más de 4 mil millones de pesos;  de una familia, la de Murat,  que gusta y ostenta la compra de propiedades en centros vacacionales de Estados Unidos, refleja una completa falta de sensibilidad del PRI, que no se puede atribuir a Manlio Fabio Beltrones.
En esta entidad, el partido propiedad de López Obrador, Morena, obtuvo una de las más altas votaciones para su causa 353,805, votos que equivalen al 22.81%. Está bien, el hubiera no existe, pero supongamos: el PRI solo, hubiera perdido Oaxaca, pero con sus aliados, el Verde y Nueva Alianza ganó el Estado con menos del tercio del total de los votos: exactamente  32.03 por ciento.
Ahora coloquémonos en un escenario en el que se privilegiaran los proyectos sociales y el programa, sobre los intereses del reparto de botín: La suma de las fuerzas del Partido de la Revolución Democrática, PAN y Morena significaba un total de 47.77% de los votos efectivamente emitidos.
Seamos fríos ¿De quién dependió que el PRI, con menos de un tercio de los votos impusiera a un candidato tan cuestionado?  Un candidato, ahora gobernador electo, que vino a quebrantar a una de las instituciones más valiosas del Estado Mexicano, como es el Infonavit, donde se tomaron más de 70 millones de pesos para pólizas médicas en hospitales privados, del dinero aportado por trabajadores que ganan menos de 80 pesos diarios.
Paradójicamente, en Oaxaca, los votos de Morena hicieron que el PRI se convirtiera en la minoría más grande y se alzara con el triunfo.
Esa izquierda dividida será fundamental para que en 2018 el PRI, a pesar de todo, vuelva a ser el chico más grande. Sobre todo si en 2017, en el Estado de México se vuelve a repetir la hazaña de López Obrador de burlar a la ciudadanía que ya reconoció y reclamó la alianza de la oposición, como la única manera de combatir la fuerza en la que se sustenta el PRI: los hambreados, los analfabetos y las personas sin primaria terminada.
Los muertos de Nochixtlán, más que defender la educación de la Reforma, o a los maestros encarcelados, formaban parte de ese 60 por ciento de oaxaqueños a los que no les alcanza para comer y que decidieron que nada tenían que perder. A cada bala que penetró su cuerpo corresponde un arma y es deber del gobierno federal certificar si fue disparada o no desde el fusil de un policía federal o si provino de un provocador.
Mientras tanto a los partidos, a todos, les corresponde elaborar programas de gobierno para evitar que bloqueos como el de Nochixtlán se conviertan en polo de atracción de personas que creían que nada les quedaba por perder,  y perdieron la vida.
No es con marchas al Zócalo de la Ciudad de México o bloqueos como se va a resolver nada. Es profundamente inmoral hacer proselitismo sobre los cadáveres de los oaxaqueños masacrados. Si PRD y Morena coinciden en condenar la represión ¿Por qué no reunirse a buscar soluciones estructurales y no solo electorales?
O como se dice de palestinos y judíos “si ustedes no comen puerco y nosotros no comemos puerco, por qué no nos sentamos a no comer puerco juntos”.

Los muertos de Nochixtlán y otras historias de Pulgarcito


Los muertos de Nochixtlán y otras historias de Pulgarcito

Comunidades mixes en apoyo la magisterio de Oaxaca. Foto: Morena Oaxaca FB
Comunidades mixes en apoyo la magisterio de Oaxaca. Foto: Morena Oaxaca FB
Ramsés Ancira
–López Obrador no va a llegar,
–Claro que sí. Morena está creciendo y las últimas elecciones demuestran que va a ganar.
–Eso es otra cosa, pero no lo van a dejar.
Son dos personas mayores de 70 años que conversan en un microbús que desciende por uno de los cerros al poniente de la Ciudad de México. En la camiseta de ellos  hay un logotipo que los identifica  como pertenecientes a una organización de militares en retiro.
Vayamos a otra estampa: Es la película de Paul Leduc, Historias Prohibidas de Pulgarcito, filmada en 1979 y estrenada en 1980. En la paupérrima ciudad de San Salvador entre camiones que arrojan humo negro y llevan colonos colgados de los estribos, marchan señoras con tacones pidiendo paz, trabajo y fin del comunismo.

Saturday, July 9, 2016

La batalla de un hombre solo

La batalla de un hombre solo

La batalla de un hombre solo














Por Mario Vargas Llosa
El País, Madrid
En los años setenta tuvo lugar un extraordinario fenómeno de confusión política y delirio intelectual que llevó a un sector importante de la inteligencia francesa a apoyar y mitificar a Mao y a su “revolución cultural” al mismo tiempo que, en China, los guardias rojos hacían pasar por las horcas caudinas a profesores, investigadores, científicos, artistas, periodistas, escritores, promotores culturales, buen número de los cuales, luego de autocríticas arrancadas con torturas, se suicidaron o fueron asesinados. En el clima de exacerbación histérica que, alentada por Mao, recorrió China, se destruyeron obras de arte y monumentos históricos, se cometieron atropellos inicuos contra supuestos traidores y contrarrevolucionarios y la milenaria sociedad experimentó una orgía de violencia e histeria colectiva de la que resultaron cerca de 20 millones de muertos.


En un libro que acaba de publicar, Le parapluie de Simon Leys (El paraguas de Simon Leys), Pierre Boncenne describe cómo, mientras esto ocurría en el gigante asiático, en Francia, eminentes intelectuales, como Sartre, Simone de Beauvoir, Roland Barthes, Michel Foucault, Alain Peyrefitte y el equipo de colaboradores de la revista Tel Quel, que dirigía Philippe Sollers, presentaban la “revolución cultural” como un movimiento purificador, que pondría fin al estalinismo y purgaría al comunismo de burocratización y dogmatismo e instalaría la sociedad comunista libre y sin clases.
Un sinólogo belga llamado Pierre Ryckmans, que firmaría sus libros con el nombre de pluma de Simon Leys, hasta entonces desinteresado de la política —se había dedicado a estudiar a poetas y pintores chinos clásicos y a traducir a Confucio—, horrorizado con esta superchería en la que sofisticados intelectuales franceses endiosaban el cataclismo que padecía China bajo la batuta del Gran Timonel, se decidió a enfrentarse a ese grotesco malentendido y publicó una serie de ensayos —Les Habits neufs du président Mao, Ombres chinoises, Images brisées, La Fôret en feu, entre ellos— revelando la verdad de lo que ocurría en China y enfrentándose con gran coraje y conocimiento directo del tema al endiosamiento que hacían de la “revolución cultural”, empujados por una mezcla de frivolidad e ignorancia, no exenta de cierta estupidez, buen número de los iconos culturales de la tierra de Montaigne y Molière.
Los ataques que recibió Simon Leys por atreverse a ir contra la corriente y desafiar la moda ideológica imperante en buena parte de Occidente, que Pierre Boncenne documenta en su fascinante libro, dan vergüenza ajena. Escritores de derecha y de izquierda y las páginas de publicaciones tan respetables como Le Nouvel Observateur y Le Monde lo bañaron de improperios —entre los cuales, por cierto, no faltó el de ser un agente y trabajar para los americanos—, y lo que más debió dolerle a él siendo católico fue que revistas franciscanas y lazaristas se negaran a publicar sus cartas y sus artículos explicando por qué era una ignominia que conservadores como Valéry Giscard d’Estaing y Jean d’Ormesson y progresistas como Jean-Luc Godard, Alain Badiou y Maria Antonietta Macciocchi consideraran a Mao “genio indiscutible del siglo XX” y “el nuevo Prometeo”. Nunca tan cierta como en aquellos años, la frase de Orwell: “El ataque consciente y deliberado contra la honestidad intelectual viene sobre todo de los propios intelectuales”. Pocos fueron los intelectuales franceses de aquellos años que, como un Jean-François Rével, guardaron la cabeza fría, defendieron a Simon Leys y se negaron a participar en aquella farsa que veía la salvación de la humanidad en el aquelarre genocida de la revolución cultural china.
La silueta de Simon Leys que emerge del libro de Pierre Boncenne es la de un hombre fundamentalmente decente, que, contra su vocación primera —la de un estudioso de la gran tradición literaria y artística de China fascinado por las lecciones de Confucio—, se ve empujado a zambullirse en el debate político en el que, por su limpieza moral, debe enfrentarse, prácticamente solo, a una corriente colectiva encabezada por eminencias intelectuales, para disipar una maraña de mentiras que los grandes malabaristas de la corrección política habían convertido en axiomas irrefutables. Terminaría por salir victorioso de aquel combate desigual, y el mundo occidental acabaría aceptando que la “revolución cultural”, lejos de ser el sobresalto liberador que devolvería al socialismo la pureza ideológica y el apoyo militante de todos los oprimidos, fue una locura colectiva, inspirada por un viejo déspota que se valía de ella para librarse de sus adversarios dentro del propio partido comunista y consolidar su poder absoluto.
¿Qué ha quedado de todo aquello? Millones de muertos, inocentes de toda índole sacrificados por jóvenes histéricos que veían enemigos del proletariado por doquier, y una China que, en las antípodas de lo que querían hacer de ella los guardias rojos, es hoy una sólida potencia capitalista autoritaria que ha llevado el culto del dinero y del lucro a extremos de vértigo.
El libro de Pierre Boncenne ayuda a entender por qué la vida intelectual de nuestro tiempo se ha ido empobreciendo y marginando cada vez más del resto de la sociedad, sobre la que ahora no ejerce casi influencia, y que, confinada en los guetos universitarios, monologa o delira extraviándose a menudo en logomaquias pretenciosas desprovistas de raíces en la problemática real, expulsada de esa historia a la que tantas veces recurrieron en el pasado para justificar enajenaciones delirantes, como esa fascinación por la “revolución cultural”.
No hay que alegrarse por el desprestigio de los intelectuales y su escasa influencia en la vida contemporánea. Porque ello ha significado la devaluación de las ideas y de valores indispensables, como los que establecen una frontera clara entre la verdad y la mentira, nociones que hoy andan confundidas en la vida política, cultural y artística, algo peligrosísimo, pues el desplome de las ideas y de los valores, a la vez que la revolución tecnológica de nuestro tiempo, hace que la sociedad totalitaria fantaseada por Orwell y Zamiatin sea en nuestros días una realidad posible. Una cultura en la que las ideas importan poco condena a la sociedad a que desaparezca en ella el espíritu crítico, esa vigilancia permanente del poder sin la cual toda democracia está en peligro de desmoronarse.
Hay que agradecerle a Pierre Boncenne que haya escrito esta reivindicación de Simon Leys, ejemplo de intelectual honesto que no perdió nunca la voluntad de defender la verdad y diferenciarla de las mentiras que podían desnaturalizarla y abolirla. Ya en el libro que dedicó a Revel, Boncenne había demostrado su rigor y su lucidez, que ahora confirma con este ensayo.
Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2015.

La batalla de un hombre solo

La batalla de un hombre solo

La batalla de un hombre solo














Por Mario Vargas Llosa
El País, Madrid
En los años setenta tuvo lugar un extraordinario fenómeno de confusión política y delirio intelectual que llevó a un sector importante de la inteligencia francesa a apoyar y mitificar a Mao y a su “revolución cultural” al mismo tiempo que, en China, los guardias rojos hacían pasar por las horcas caudinas a profesores, investigadores, científicos, artistas, periodistas, escritores, promotores culturales, buen número de los cuales, luego de autocríticas arrancadas con torturas, se suicidaron o fueron asesinados. En el clima de exacerbación histérica que, alentada por Mao, recorrió China, se destruyeron obras de arte y monumentos históricos, se cometieron atropellos inicuos contra supuestos traidores y contrarrevolucionarios y la milenaria sociedad experimentó una orgía de violencia e histeria colectiva de la que resultaron cerca de 20 millones de muertos.

Monday, June 27, 2016

Mentira y engaño en Latinoamérica

Ángel Soto recuerda a sus 40 años un libro poco usual, Del buen salvaje al buen revolucionario y la vida de su autor venezolano, Carlos Rangel.

Ángel Soto es Profesor dela Facultad de Comunicación de la Universidad de los Andes (Chile).
Hace cuarenta años, en 1976, se publicó la primera edición de un libro distinto, poco usual —dice el editor— en el panorama ensayístico latinoamericano en el que se hace una descripción de los mitos y realidades de nuestros continente, que más bien parece seguir empantanado en las “venas abiertas”. Me refiero al trabajo del venezolano Carlos Rangel, cuyo título es Del buen salvaje al buen revolucionario (Caracas, 1976).



Su autor, nacido en 1929 fue periodista, diplomático y escritor. Un intelectual latinoamericano del siglo XX, es decir, un hombre que vivió el corto siglo XX y la lucha ideológica, educado en EE.UU. y Francia. A lo largo de su carrera escribió innumerables artículos y entre sus libros también destaca El tercermundismo (1982) y Marx y los socialismos reales y otros ensayos, escrito el mismo año de su muerte en 1988.
No pasa desapercibido que el texto que comentamos se inicia con una cita de Ortega y Gasset: “Todo el que en política y en historia se rija por lo que se dice, errará lamentablemente”. Frase que mantiene plena vigencia y que da cuenta de los mitos permanentes de nuestra discusión política. Desde seguir culpando a los españoles de nuestra pobreza hasta el abuso norteamericano, pasando por la redistribución de la riqueza y la educación gratuita para todos, etc. Discurso que —como bien se cita a Octavio Paz— nos recuerda que “la mentira se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente… Nos movemos en la mentira con naturalidad… De ahí que la lucha contra la mentira oficial y constitucional sea el primer paso de toda tentativa seria de reforma” (p. 9). El propio Paz —citado por Rangel— en El laberinto de la soledad dice que mentimos por placer y que ésta posee “una importancia decisiva” en la vida cotidiana del latinoamericano: en el amor, la amistad, la política (Gota a Gota: Madrid, 2007, p. 122).
¡Que gran verdad!. Latinoamérica es presa de esa otra consigna, menos ideológica, pero tan dañina que es: “miente, miente que algo queda”.
En la 11ª edición Del Buen salvaje al buen revolucionario, publicada en 1992, el intelectual Jean-Francois Revel escribe en el prólogo, que ha sido la propia Europa la que ayudó a construir ese mito del estado de naturaleza abusado a partir de sus propias necesidades de aventuras, sueños y exotismo, y que esas imágenes las hemos proyectado cristalizándolas en la idea de la Latinoamérica revolucionaria del siglo XX (Monte Ávila: Caracas, 1992, p. 12), nunca mejor representadas en el mítico barbudo cubano de comienzos de los 60 con Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara y que podemos proyectar hasta el mexicano Sub comandante Marcos en Chiapas, mientras que por otro lado podría hacerse extensiva al fundamentalismo ecológico. Siempre me he preguntado cuánto de convencimiento real hay en esto último y cuánto hay de impulso (y financiamiento) desde el mismo mundo desarrollado que no quiere ver amenazado su dominio del mercado.
Si Latinoamérica es occidente o no, es un tema que discutiremos en otra columna de estos Fragmentos, pero lo que sí es importante afirmar aquí —siguiendo a Revel— es que el subdesarrollo de la región es ante todo político más que económico (p.17). Ahí esta la cuestión fundamental del asunto. Yo me permitió agregar, cultural.
¿Quién creería que el desarrollo llegará al momento de alcanzar los U$25.000 per cápita? Sí, alguien aludirá a la desigualdad del ingreso, mientras unos ganan U$60.000 otros quizás ganan U$3.000, pero eso nos dejaría empantanados en la planilla excel que hemos criticado en otros lugares.
En octubre del 2007, se publicó en España una nueva edición de este libro, que incluyó un prólogo del colombiano Plinio Apuleyo Mendoza donde enfatizó que estamos dirigidos por la mentira, calificando a Rangel como un “aguafiestas, un provocador y desde luego para los marxistas de todo pelaje un reaccionario” (Gota a Gota: Madrid, 2007, pp. 14-16). Y como no, si el venezolano fue uno de esos hombres que se anticipan a su tiempo en ideas, son políticamente incorrectos, van de frente y dicen las cosas cara a cara —algo difícil de encontrar en nuestra región donde el apuñalamiento por la espalda es el deporte de cada día— pero inevitablemente, al final de los días, tienen razón —y como bien dice Apuleyo— lo consiguen “porque se apoyan en la realidad y no en los mitos”.
Uno de ellos: ¿Quién podría identificar un solo caso de progreso económico en la historia del mundo a causa del socialismo? ¿Quién podría señalar un caso de éxito que no sea fruto de haber optado por el camino de la libertad política y económica, es decir, de la democracia y el mercado?
Sin embargo seguimos creyéndole a los populistas y a los vendedores de milagros. A parlanchines que buscan refundar de manera permanente nuestros países dictando nuevas constituciones como si ese fuera el problema, cuando la verdadera razón del atraso esta en que “buscamos culpables distintos a nosotros mismos”, y en ese camino “hemos adobado mentiras redentoras” (Gota a Gota: Madrid, 2007, p. 21).
Que paradójico resulta que en 1976 fue escrito en una Venezuela radicalmente distinta a la actual, ¿es que quizás se observaron señales que no se quisieron ver?
Son muchos los temas que se abordan —e invito al lector a leer el libro completo, no se arrepentirá— pero no puedo dejar de mencionar el capítulo “Héroes y traidores”.
¿Qué nos paso en el origen de nuestros procesos de independencia? Escasas libertades, precariedad jurídico-institucional, caudillismo y —sobre todo— traición, envidia y mentira. El “tirar hacia abajo a quien le va bien”, idea que con distintas expresiones esta presente en todo el continente y sin embargo ¿no hay acaso mayor dolor que el causado por la traición? El puñal por la espalda en esos proyectos en los que nos ilusionamos en conjunto, ponemos el alma, pero que sin embargo la soberbia, el egoísmo, la envidia y el oportunismo del mediocre terminan por destruir. Eso, en parte, es la historia de Latinoamérica.
Hace diez años, cuando se cumplieron los 30 de la publicación del libro de Rangel, el escritor Carlos Alberto Montaner se preguntaba por qué los venezolanos, y especialmente su clase dirigente, que tuvo la oportunidad de leer este libro, cayó igualmente en el chavismo, la “quintaesencia del tercermundismo denunciado en este libro”. La respuesta fue, porque como suele suceder, se le percibió “como una argumentación ideológica sin conexión con la realidad”, aunque tal vez, por sobre todo, fue una “advertencia contra el aventurismo político de la izquierda colectivista” (p. 435), que un sector de la clase dirigente no quiso ver, obnubilados por la riqueza, por la confianza en que el futuro estaba asegurado y por sobre todo ninguneando las ideas, a la intelectualidad.
Hoy, diez años más tarde, y a 40 años de su publicación, debiera volver a servir, no sólo a los venezolanos, sino que a todos los latinoamericanos, a repensar que no podemos seguir siendo víctimas del engaño, la mentira y de la traición.

Mentira y engaño en Latinoamérica

Ángel Soto recuerda a sus 40 años un libro poco usual, Del buen salvaje al buen revolucionario y la vida de su autor venezolano, Carlos Rangel.

Ángel Soto es Profesor dela Facultad de Comunicación de la Universidad de los Andes (Chile).
Hace cuarenta años, en 1976, se publicó la primera edición de un libro distinto, poco usual —dice el editor— en el panorama ensayístico latinoamericano en el que se hace una descripción de los mitos y realidades de nuestros continente, que más bien parece seguir empantanado en las “venas abiertas”. Me refiero al trabajo del venezolano Carlos Rangel, cuyo título es Del buen salvaje al buen revolucionario (Caracas, 1976).


Sunday, June 19, 2016

Derechos de propiedad y “derechos humanos”



Los liberales progresistas generalmente reconocen el derecho de todo individuo a su “libertad personal”, a su libertad para pensar, hablar, escribir y realizar “intercambios” tan personales como la actividad sexual entre “adultos que consienten”. En resumen, los liberales progresistas tratan de sostener el derecho individual a la propiedad de su propio cuerpo, pero luego niegan su derecho a la “propiedad”, es decir, a la propiedad de objetos materiales. Por tanto, la típica dicotomía liberal progresista entre “derechos humanos”, que reconocen, y ·derechos de propiedad”, que rechazan. Aun así, los dos, según el libertario, están inextricablemente entremezclados: se sostienen o caen juntos.



Tomemos por ejemplo al socialista liberal que defiende la propiedad pública de todos los “medios de producción”, al tiempo que a reconocer el derecho “humano” a la libertad de expresión o de prensa. ¿Cómo va a ejercitarse este derecho “humano” si a las personas que constituyen el público se les niega su derecho a poseer propiedades? Así, por ejemplo, el gobierno posee todas las imprentas, ¿cómo se va a ejercer el derecho a una prensa libre? Si el gobierno posee todas las imprentas, necesariamente tiene el derecho y el poder de asignar esa imprenta en y el “derecho a la libertad de prensa” se convierte en una burla si el gobierno decide no asignar imprentas en su dirección. Y como el gobierno debe asignar imprentas escasas de alguna manera, el derecho a la libertad de prensa de, por ejemplo, minorías o antisocialistas “subversivos” será realmente más que displicente. Lo mismo vale para el “derecho a la libre expresión” si el gobierno posee todas las salas de reuniones y por tanto asigna esas salas como le parece apropiado. O, por ejemplo, si el gobierno de la Rusia soviética, siendo ateo, queriendo asignar muchos recursos escasos a la producción de matzos, para los judíos ortodoxos la “libertad de religión” se convierte en una burla; pero repito, el gobierno soviético siempre pueda responder que la propiedad y los intercambios de los judíos ortodoxos son una pequeña minoría y que los equipos de capital no deberían desviarse a la producción de matzos.
El efecto básico en la distinción liberal progresista entre “derechos humanos” y “derechos de propiedad” es que las personas son tratadas como abstracciones etéreas. Si un hombre tiene el derecho a la autopropiedad, al control de su vida, entonces en el mundo real debe tener también el derecho a sostener su vida recabando y transformando recursos, debe ser capaz de poseer la tierra y los recursos sobre los que está y debe usar. En resumen, para mantener este “derecho humano” (o sus derechos de propiedad sobre su propia persona) debe asimismo tener el derecho de propiedad en el mundo material, en los objetos que produce. Los derechos de propiedad son derechos humanos y son esenciales para los derechos humanos que los liberales progresistas tratan de mantener. El derecho humano a una prensa libre depende del derecho humano de propiedad privada de las imprentas.
De hecho, no hay derechos humanos que sean independientes de los derechos de propiedad. El derecho humano a la libre expresión es sencillamente el derecho de propiedad para alquilar una sala de reuniones por parte de sus propietarios o a poseerla uno mismo; el derecho humano de la libertad de prensa es el derecho de propiedad para comprar materiales y luego imprimir periódicos o libros y venderlos a quienes estén dispuestos a comprar. No hay un “derecho de libre expresión” o de libre prensa añadido más allá de los derechos de propiedad que podamos enumerar en cualquier caso concreto. Y además, descubrir que identificar los derechos de propiedad implicados resolverá cualquier conflicto aparente de derechos que pueda aparecer.
Consideremos, por ejemplo, el ejemplo clásico en el que los liberales progresistas generalmente conceden que el “derecho a la libertad expresión” de una persona debe limitarse de en nombre del “interés público”: la famosa sentencia del juez Holmes de que nadie tiene derecho a gritar “fuego” falsamente en un teatro abarrotado. Holmes y sus seguidores han usado este ejemplo una y otra vez para demostrar la supuesta necesidad de que todos los derechos sean relativos y tentativos en lugar de precisos y absolutos.
El problema aquí no es que los derechos no puedan llevarse demasiado lejos, sino que todo el caso se discute en términos de una “libertad de expresión” vaga y confusa, en lugar de en términos de derechos de propiedad privada.
Supongamos que analizamos el problema abajo el aspecto de los derechos de propiedad. La persona que produzca desórdenes gritando falsamente “fuego” en un teatro abarrotado es necesariamente, o bien el dueño del teatro (o el agente del dueño) o un cliente que paga. Si es el dueño, ha cometido fraude sobre sus clientes. Ha tomado su dinero a cambio de una promesa de mostrar una película u obra de teatro y ahora, por el contrario, interrumpe el espectáculo gritando falsamente “fuego” e interrumpiendo la función. Por tanto ha incumplido su obligación contractual y robado la propiedad (el dinero) de sus clientes y violado sus derechos de propiedad. Supongamos, por el contrario, que el que grita es un cliente y no el dueño. En ese caso, está violando el derecho de propiedad del dueño, así como el de otros clientes a la función por la que han pagado. Como espectador, ha obtenido acceso a la propiedad bajo ciertas condiciones, incluyendo una obligación de no violar la propiedad del dueño o interrumpir la función que está presentando dicho dueño. Por tanto, su acción maliciosa viola los derechos de propiedad del dueño del teatro y de todos los demás clientes.
Por tanto, no hay necesidad de que los derechos individuales se vieron restringidos en el caso del que grita falsamente “fuego”. Los derechos del individuo siguen siendo absolutos, pero son derechos de propiedad. El tipo que gritó maliciosamente “fuego” en un teatro abarrotado es realmente un delincuente, pero no por esto su supuesto “derecho a la libre expresión” debe ser pragmáticamente restringido a favor del “bien público”: es un delincuente porque ha violado clara y evidentemente los derechos de propiedad de otra persona.

Derechos de propiedad y “derechos humanos”



Los liberales progresistas generalmente reconocen el derecho de todo individuo a su “libertad personal”, a su libertad para pensar, hablar, escribir y realizar “intercambios” tan personales como la actividad sexual entre “adultos que consienten”. En resumen, los liberales progresistas tratan de sostener el derecho individual a la propiedad de su propio cuerpo, pero luego niegan su derecho a la “propiedad”, es decir, a la propiedad de objetos materiales. Por tanto, la típica dicotomía liberal progresista entre “derechos humanos”, que reconocen, y ·derechos de propiedad”, que rechazan. Aun así, los dos, según el libertario, están inextricablemente entremezclados: se sostienen o caen juntos.