Wikipedia

Search results

Showing posts with label secesión. Show all posts
Showing posts with label secesión. Show all posts

Thursday, November 17, 2016

Trump revive la secesión en los Estados Unidos

Image result for cowboys and cattle

El recuento ha acabado por desmentir a los medios de comunicación, que habían explicado profusamente los motivos de la victoria de Hillary Clinton y la derrota de Donald Trump. Su victoria ha desatado en los Estados Unidos una oleada de protestas. Son tres días seguidos de ocupar las calles con mensajes contrarios a la elección del nuevo presidente, con carteles que dicen, entre otras cosas, que no le reconocen como tal. Hay, según el último recuento, 225 detenidos, de los que 185 se han producido en la ciudad de Los Ángeles. En Miami, uno de los carteles decía: “Toda opresión crea un estado de guerra”, lo cual, vistas las circunstancias (Trump todavía es un presidente electo sin poder alguno), es una defensa de la guerra preventiva.


Se ha descrito a Donald Trump de tal manera que parece que fuera a ser un dictador y vaya a implantar una dictadura militar y a acabar con la democracia. Dejemos en suspenso si esos temores responden a la verdad o no. Lo interesante es que hay una parte de la sociedad, minoritaria pero importante, que lo cree. Y los movimientos políticos que ha desencadenado esa convicción.
Uno de ellos es la resurrección del movimiento secesionista. El origen del país está en la secesión. De hecho, dice la Declaración de Independencia: “Que cuando cualquier forma de gobierno se convierte en destructiva a tales fines, es derecho de las personas alterarla o abolirla e instituir un nuevo Gobierno, que siente su fundación en tales principios y organice sus poderes de tal manera que sea para ellas el más adecuado para hacer efectiva su seguridad y su felicidad”.
El Estado de Massachusetts invocó su derecho a la secesión nada más arrancar la Unión, cuando se repartía el reparto de la deuda, y luego con la compra de Louisiana. Cuando Jefferson autobloqueó al país, The Bay State aludió a su derecho a comerciar para amenazar de nuevo con la secesión. En el contexto de la guerra de 1812 contra Gran Bretaña, varios Estados del norte, anglófilos, convocaron una convención en Hartford, Connecticut, con la secesión como horizonte. Massachussetts invocó su derecho a salirse de la Unión en 1848, cuando ésta se anexionó Tejas.
El norte era secesionista cuando era el sur quien dominaba la política nacional. Pero eso iba a cambiar muy pronto. Con la aprobación del “arancel abominable” de 1828, que beneficiaba al norte y perjudicaba al sur, Carolina del Sur recordó el derecho de cualquier Estado de anular una ley federal y, en última instancia, a la secesión. El líder de este movimiento era el vicepresidente John C. Calhoun, y fue el presidente Andrew Jackson (un antecedente de Trump en algún sentido) quien lo detuvo. La secesión llegó, finalmente, y originó una guerra civil de consecuencias desastrosas.
Una de ellas fue el fin, bien que no definitivo, del movimiento secesionista. Lo recuperó, aunque sólo en las ideas, el Partido Libertario, ya en los 70. Hawái, Georgia y, sobre todo Tejas, han dado muestras de tener en la memoria el derecho de secesión de los Estados. También California. Un PAC llamado “Yes California” lleva más de un año buscando desunir al Estado del resto, y se ha creado una formación llamada California National Party con ese objetivo.
Ahora, ese secesionismo ha recobrado fuerza con la elección de Trump, y Calexit recorre las redes sociales. “Yes California” declara, por ejemplo: “Como la sexta economía del mundo, California es más poderosa, económicamente, que Francia, y su población es mayor que la de Polonia. Punto por punto, California se compara y compite con otros países, no sólo los otros 49 Estados”. Planean convocar un referéndum en 2019 (un año antes de las elecciones de la reelección de Trump). No son los únicos. En Oregón ha habido un intento por proponer un referéndum de secesión en 2018, y la celebración de una nueva Convención constitucional. La izquierda, en los Estados Unidos, ha vinculado falsamente al secesionismo con la traición y con el racismo. Si estos intentos van lo suficientemente lejos, luego le será mucho más difícil insistir en ese mantra.
No será fácil. En el contexto de la guerra civil se produjo el fallo del Tribunal Supremo Texas vs. White, en el que asertaba: “Cuando Tejas se convirtió en un miembro de los Estados Unidos, entró en una relación indisoluble. La unión entre Tejas y los otros Estados es tan completa, tan perpetua y tan indisoluble como la unión entre los Estados originales. No hay lugar para la reconsideración o la revocación, excepto por medio de la revolución o por el consenso de los Estados”. Estas palabras tienen mucha miga. Es cierto que esa unión es igual de indisoluble y perpetua que la que tenían los Estados originales, pero eso quiere decir que no lo es en absoluto.
¿Cuál sería la vía práctica a la secesión? Lo más fácil, y es prácticamente imposible, sería que el Estado propusiese una enmienda a la Constitución que facilitase esa desunión. Pero tendría que ganar el apoyo de dos tercios de la Cámara de Representantes, y luego de otros dos tercios del Senado. Aún tendría que ganar la aquiescencia de 38 de los 50 Estados de la Unión. Otro camino es la celebración de una convención de Estados. La secesión tendría que ganar el apoyo de dos tercios de los delegados de esos Estados.
El de la secesión es un camino muy difícil. Pero hay un instrumento perfectamente legal, y políticamente muy conveniente, que apenas se ha mencionado y que es el de anulación de las leyes federales por parte de los Estados, a la que hice mención en otro comentario del Instituto Juan de Mariana. Los elementos más libertarios del Partido Republicano, y los que están fuera de él, harían bien en alentar este debate, en previsión de los peligros que puedan entrañar futuros presidentes, y no sólo el número 45.

Trump revive la secesión en los Estados Unidos

Image result for cowboys and cattle

El recuento ha acabado por desmentir a los medios de comunicación, que habían explicado profusamente los motivos de la victoria de Hillary Clinton y la derrota de Donald Trump. Su victoria ha desatado en los Estados Unidos una oleada de protestas. Son tres días seguidos de ocupar las calles con mensajes contrarios a la elección del nuevo presidente, con carteles que dicen, entre otras cosas, que no le reconocen como tal. Hay, según el último recuento, 225 detenidos, de los que 185 se han producido en la ciudad de Los Ángeles. En Miami, uno de los carteles decía: “Toda opresión crea un estado de guerra”, lo cual, vistas las circunstancias (Trump todavía es un presidente electo sin poder alguno), es una defensa de la guerra preventiva.

Tuesday, August 23, 2016

El principio libertario de secesión


Durante un siglo y medio, la idea de la secesión ha sido demonizada sistemáticamente entre el público estadounidense. Las escuelas públicas cuentan cuentos de hadas acerca de la “unión indivisible” y los sabios estadistas que lucharon por preservarla. La descentralización se retrata como como sofisticada y retrasada, mientras que el nacionalismo y la descentralización se hace que parezcan progresistas e inevitables. Cuando una unidad política menor desea separarse de una mayor, sus motivos deben ser desprestigiados y vulgares, mientras que las motivaciones de la potencia central que busca mantener esa unidad en un acuerdo que no quiere se retratan como altruistas y patrióticos, si es que se consideran.



Como es usual, las campañas de desinformación se realizan para hacer que ideas potencialmente liberadoras parezcan perjudiciales y peligrosas y lanzar el mensaje de que cualquiera que busque aceptación y popularidad tendría que mantenerse alejado de cualquiera que sea (en este caso, la secesión) el régimen que haya condenado. Pero cuando dejamos aparte la propaganda, descubrimos que el apoyo a la secesión significa sencillamente esto: es moralmente ilegítimo emplear violencia estatal contra personas que deciden agruparse de forma distinta a la que elige el régimen existente para agruparlas. Prefieren vivir bajo una jurisdicción diferente. Los libertarios consideran inaceptable atacarles por esto.
El principio libertario de no agresión no es adoptado exactamente con entusiasmo por la gente y las instituciones a las que llamo “libertarios de régimen”. Aunque esta gente tiende a estar localizada dentro y en torno a Washington, el libertarismo de régimen trasciende las ubicaciones geográficas y por eso he acuñado este término especial para describirlo.
El libertario de régimen cree en la economía de mercado, más o menos. Pero habla de la Reserva Federal o la teoría austriaca del ciclo económico y se pone nervioso. Su instituto invitará antes a Janet Yellen para un cóctel exclusivo que a Ron Paul a dar un discurso.
Adora la idea de la reforma, ya sea la Fed, el código fiscal, las escuelas públicas, lo que sea. Huye de la idea de la abolición. ¡Eso no es respetable! Dedica su tiempo a defender este o aquel intento de “reforma fiscal”, en lugar de impulsar simplemente una rebaja o derogación de impuestos existentes. Es muy duro ser un libertario en lo que se refiere a las leyes antidiscriminación, dado cuántas críticas se pueden recibir, así que se alineará con los liberales de izquierdas en eso, aunque sea completamente incompatible con sus principios declarados.
Es antibelicista… a veces, pero indudablemente no por principio. Puede contarse con su apoyo para apoyar las guerras que han definido en la práctica el régimen estadounidense y que siguen siendo populares entre el público general. Come en feliz concordia con los defensores de las guerras más indignantemente injustas, pero su sangre hierve de rabia moral contra alguien que contó un chiste de mal gusto hace veinticinco años.
Supongo que podéis adivinar cuál es la postura del libertario de régimen sobre la secesión. Como el régimen estadounidense moderno nació de la supresión violenta del intento de secesión de once estados, también se opone a la secesión. Si se le acorrala, puede defender a regañadientes la secesión a nivel teórico, pero en la práctica generalmente parece defender solo aquellas acciones de secesión que tengan la aprobación o connivencia de la CIA.
Menciona la secesión y el sujeto inmediatamente habla de la Confederación sureña, cuyas enormidades morales el libertario de régimen procede a denunciar, insinuando que los defensores de la secesión deben pasar por alto dichas enormidades. Pero todo libertario digno de este nombre se opone a cualquier apoyo del gobierno a la esclavitud, el servicio militar, los impuestos y la supresión de la libertad de expresión y prensa. No hace falta decirlo.
Como ha señalado Tom Woods, la tradición liberal clásica o libertaria de apoyar la secesión puede presumir de celebridades como Alexis de Tocqueville, Richard Cobden, y Lord Acton, entre otros muchos. Me gustaría añadir dos figuras más: en el siglo XIX, Lysander Spooner, y en el siglo XX, Frank Chodorov.
Spooner presenta un problema real para los libertarios de régimen. Todo libertario reconoce la grandeza e importancia de Spooner. El problema es que era un declarado secesionista.
Lysander Spooner nació en Massachusetts en enero de 1808 y se convertiría en abogado, empresario y teórico político. Creía que la verdadera justicia no era tanto un asunto de cumplimiento con la ley dictada por el hombre, como un rechazo a la agresión contra personas pacíficas. Su American Letter Mail Company compitió con éxito contra Correos de EE. UU., ofreciendo un mejor servicio a precios menores, hasta que el gobierno le obligó a abandonar en 1851. Su obra No Treason (1867), una colección de tres ensayos, adoptaba la postura de que la Constitución, no habiendo sido acordada por ninguna persona con vida y solo consentida expresamente por un pequeño puñado, no podía obligar a nadie.
En la obra llamada The Unconstitutionality of Slavery, Spooner había argumentao que la clave interpretativa principal para entender la Constitución era lo que ahora llamamos “sentido original”. Esto es distinto de la “comprensión original”, el concepto al que se refieren personajes como Robert Bork y Antonin Scalia. Desde ese punto de vista, deberíamos interpretar la Constitución según las pretensiones originales de quienes redactaron e identificaron ese documento. Spooner rechazaba esto.
Lo que importaba, según Spooner, no era la inescrutable “intención” detrás de esta o esa palabra o pasaje, sino más bien el mero significado de la propia palabra o pasaje. Además, dado que la libertad humana era un mandato del derecho natural, cada vez que el lenguaje constitucional pudiera parecer ir en contra del principio de la libertad tendríamos que preferir otro significado de las palabras en cuestión, incluso si tenemos que forzarlo un poco e incluso si la interpretación contra la libertad es la lectura más natural.
Así Spooner podía afirmar, contrariamente a la mayoría de los abolicionistas, que la Constitución era en realidad un documento antiesclavista y que sus referencias oblicuas y breves a la esclavitud (una palabra nunca usada en la Constitución) no tenían que conllevar los significados comúnmente atribuidos a ellas. Frederick Douglass, el alabado antiguo esclavo convertido en escritor y orador abolicionista, adoptó la postura de Spooner en su propia obra.
La obra antiesclavista de Spooner iba mucho más allá de este ejercicio de exégesis constitucional. Proporcionó servicios legales, a veces pro bono, a esclavos fugitivos y defendió anulaciones de jurados como medio para defender en los tribunales a esclavos huidos. En su “Plan para la abolición de la esclavitud” de 1858, reclamaba una insurrección en el Sur respaldada por el Norte, así como medidas menores como azotar a los dueños de esclavos que usaran el látigo y animar a los esclavos a confiscar las propiedades de sus amos.
Spooner también apoyó a John Brown, y de hecho recaudó dinero y formuló un plan para secuestrar al gobernador de Virginia hasta que se liberara a Brown.
En otras palabras, sería difícil negar la dedicación de Spooner a la causa antiesclavista.
Y aun así, he aquí a Spooner sobre la Guerra de Secesión:
Por parte del Norte, la guerra se llevó a cabo, no para liberar a los esclavos, sino por un gobierno que siempre había pervertido y violado la Constitución, para mantener a los esclavos en cautiverio y que seguía estando dispuesto a hacerlo si se pudiese inducir a los dueños a de esclavos a mantenerse en la Unión.
Según Spooner, el régimen de EE. UU. inició la guerra siguiendo el principio opuesto. “El principio por el que el Norte inició la guerra fue simplemente este: Que los hombres pueden ser legítimamente obligados a someterse y apoyar un gobierno que no quieren y esa resistencia, por su parte, les hace traidores y criminales”.
Spooner continuaba:
Ningún principio que pueda alegarse puede ser más evidentemente falso que este o más evidentemente fatal para toda libertad política. Aun así, triunfó en el campo de batalla y ahora se supone que está establecido. Si estuviera realmente establecido, el número de esclavos en ligar de haber disminuido por la guerra, ha aumentado enormemente, pues un hombre así sometido a un gobierno que no quiere, es un esclavo. Y no hay diferencia en principio (sino solo en grado) entre esclavitud política y formal. La primera, no menos que la segunda, niega al hombre la propiedad de sí mismo y de los productos de su trabajo y afirma que otro hombre puede poseerle y disponer de él y de su propiedad para sus usos y a su voluntad.
Para la lógica del libertario de régimen, Spooner era un “neoconfederado” defensor de la esclavitud: ¡después de todo, afirmaba el derecho de los estados sureños a independizarse de la Unión! ¿Qué otra motivación podría tener? Pero es demasiado absurdo incluso para ellos.
No hace falta decir que Spooner tenía razón en todo esto. La guerra se inició de hecho no para liberar a los esclavos, como debe reconocer cualquier historiador, sino para fines místicos (bueno, ¡la sagrada “Unión” debía preservarse!) y por intereses económicos. El libertario de régimen espera que creamos que el análisis que aplicamos a todas las demás guerras, en las que miramos las verdaderas motivaciones tras las justificaciones oficiales, no es aplicable a esta excepción única y gloriosa en el catálogo de delitos que constituye la historia de las experiencias de la humanidad con respecto a la agresión militar.
Ocupémonos ahora del segundo personaje libertario. Frank Chodorov, según todos, fue uno de los grandes escritores de la Vieja Derecha. Liberty Fund publicó una colección de sus escritos llamada Fugitive Essays. Chodorov fundó lo que entonces se llamó la Intercollegiate Society of Individualists y fue editor de Human Events, donde la temprana presencia de Felix Morley aseguró que se escuchara a las voces no intervencionistas, al menos al principio. Murray N. Rothbard consideraba el análisis de la publicación mensual de Chodorov como una de las grandes publicaciones independientes de la historia estadounidense.
Naturalmente, Chodorov apoyaba tanto la secesión como los “derechos de los estados”. De hecho, pensaba que todo escolar debería “estar familiarizado con la historia y la teoría de lo que llamamos derechos de los estados, pero que en realidad es la doctrina del autogobierno”.
Ralph Raico, el gran historiador libertario y miembro sénior del Instituto Mises, ha documentado cómo el orden político descentralizado de Europa hizo posible la aparición de la libertad. La falta de una única autoridad política que uniera a Europa y por el contrario la enorme multiplicidad de pequeñas jurisdicciones, puso un límite estricto a las ambiciones de cualquier príncipe concreto. La capacidad de mudarse de un lugar a otro significaba que un príncipe perdería su base fiscal si su opresión se hacía intolerable.
Chodorov hacía la misma observación:
Cuando una persona es libre para moverse de una jurisdicción a otra, se pone un límite en el grado en que el gobierno puede usar su poder monopolístico. El gobierno se mantiene controlado por el miedo a perder a sus ciudadanos contribuyentes, igual que una pérdida de clientes tienden a evitar que otros monopolios se vuelvan demasiado arrogantes.
Ningún tirano defiende nunca un poder dividido o descentralizado y por eso los totalitarios del siglo XX se opusieron al federalismo. El régimen de EE. UU. también ha dedicado más de dos siglos a desmantelar las barreras que los estados impusieron una vez a su ejercicio ilimitado del poder. Como dijo Chodorov: “La improbabilidad de hacer que los estados voten su propia desaparición hicieron que los centralizadores recurrieran a otros medios, como sobornar a las autoridades estatales con patrocinios, alienando la lealtad de la ciudadanía con subvenciones federales, estableciendo dentro de los estados cuerpos administrativos independientes para la gestión de los programas federales de obras”.
He aquí como concluía Chodorov:
No hay límite a los problemas que los estados pueden generar a los centralizadores limitándose a rechazar cooperar. Ese rechazo encontraría una aclamación popular si se complementara con una campaña de educación sobre el sentido los derechos de los estados en términos de libertad humana. De hecho, a la parte educativa de ese movimiento secesionista debería dársele una importancia primordial. Y quienes están pugnando por un “tercer partido”, porque los dos existentes son de carácter centralista, haría bien en clavar en su mástil esta bandera: Secesión de los 48 estados de Washington.
¡Eso es un discurso libertario!
La secesión no es una idea popular entre las clases políticas ni los medios de comunicación en Estados Unidos, es verdad, y los libertarios de régimen pueden poner los ojos en blanco por ello, pero una encuesta reciente consideraba que aproximadamente un cuarto de los estadounidenses simpatizaban con la idea, a pesar de las incesantes descargas de propaganda nacionalista emitidas desde todos los bandos. Un resultado como este confirma lo que ya sospechábamos: que una parte importante de la gente está dispuesta a tener pensamientos no convencionales. Y eso es bueno. Los pensamientos convencionales estadounidenses son la guerra, la centralización, la redistribución y la inflación. El pensamiento menos convencional hoy en Estados Unidos es la libertad.

El principio libertario de secesión


Durante un siglo y medio, la idea de la secesión ha sido demonizada sistemáticamente entre el público estadounidense. Las escuelas públicas cuentan cuentos de hadas acerca de la “unión indivisible” y los sabios estadistas que lucharon por preservarla. La descentralización se retrata como como sofisticada y retrasada, mientras que el nacionalismo y la descentralización se hace que parezcan progresistas e inevitables. Cuando una unidad política menor desea separarse de una mayor, sus motivos deben ser desprestigiados y vulgares, mientras que las motivaciones de la potencia central que busca mantener esa unidad en un acuerdo que no quiere se retratan como altruistas y patrióticos, si es que se consideran.


Friday, June 17, 2016

La esperanza de la libertad se encuentra en la secesión – Hans-Hermann Hoppe

Secesión de Hoppe
Entrevista a Hans-Hermann Hoppe.
P: ¿Cómo llegaste a ser libertario y qué pensadores fueron los más importantes en la formación de su pensamiento?
Hoppe: Cuando todavía era joven, estudiante alemán de secundaria, yo era un marxista. Más tarde, como estudiante en la Universidad de Frankfurt, me encontré con la crítica de Böhm-Bawerk a Marx, y aquello aniquiló la economía marxista para mí.
En consecuencia, después de eso, me hice un poco escéptico, atraído por la metodología positivista y especialmente falsacionista de Popper y por el programa gradual de ingeniería social de Popper. Como el propio Popper, en ese momento yo era un social-democrático de derecha.
Y luego las cosas comenzaron a cambiar rápidamente. En primer lugar, descubrí a Milton Friedman (muy bueno), entonces Hayek (mejor), entonces Mises (mucho mejor debido a su metodología explícitamente anti-positivista -a priori) y, por último, el sucesor teórico más importante de Mises, Murray N. Rothbard.



P: ¿En qué medida su educación formal coincidió con su transformación libertaria?
Hoppe: No aprendí nada de libertarismo o de mercado libre en la universidad. Mis profesores eran socialistas o intervencionistas. De vez en cuando (muy raramente), los nombres de algunos pro-mercado libre fueron mencionados: Bohm-Bawerk, Mises, Hayek, y también como un sociólogo Herbert Spencer. Sin embargo, eran descartados inmediatamente como anticuados y obsoletos apologistas del capitalismo, indignos de la atención de cualquier “intelectual serio”. Así que tuve que averiguar todo por mi cuenta, a través de mucha lectura. He leído casi todo lo relacionado con la economía -y hoy, mirando en retrospectiva, la mayor parte del material leído fue una pérdida de tiempo total.
P: En los primeros años del siglo XX, los economistas “capitalistas” estaban en posiciones más defensivas. Esto fue particularmente explícito antes de que Mises empezara a criticar el socialismo en sus obras. Los escritos de Mises fueron fundamentales en que los socialistas adoptaran su posición defensiva actual. Los escritos de Mises también allanaron el camino para una economía diferente, fuera del paradigma neoclásico.
Durante su educación formal, ¿su opinión de la economía austriaca era, o debería ser, distinta del pensamiento neoclásico? ¿Cómo fue el proceso de dejar de ser apenas crítica para convertirse en un enfoque alternativo?
Hoppe: Hasta la década de 1950, la mayoría de los economistas compartían la misma visión de Lionel Robbins acerca de la naturaleza de la economía. Robbins, quien había sido fuertemente influenciado por Mises, presentó en su famoso libro La naturaleza y significado de Ciencias Económicas (1932), la economía como una especie de lógica aplicada (la “praxeología” de Mises). El análisis económico debería basarse en algunas suposiciones simples y verdaderas evidentes (axiomas) y llegar, a través de una deducción lógica, a varias conclusiones irrefutables (teoremas económicos).
Estas conclusiones o teoremas, a condición de que ningún error se haya cometido en el proceso de deducción, deben ser lógicamente verdaderas, y sería un error si alguien quisiera “probar empíricamente” tales teoremas. (Nosotros tampoco probamos “empíricamente” verdades y argumentos lógicos, o incluso proposiciones matemáticas. Por ejemplo, no probamos empíricamente la ley de Pitágoras; podemos probarla deductivamente. Y el que quiera “probarla” empíricamente, midiendo ángulos y longitudes, no será considerado “científico”, sino alguien totalmente confundido). Hoy en día, sólo los austriacos todavía defienden este punto de vista (correcto) de la economía como una lógica aplicada.
Desde la década de 1950, debido en gran parte a la influencia de Milton Friedman, la mayoría de los economistas comenzaron a adoptar la visión “positivista” de que la economía debe tratar de emular los métodos utilizados en la física. Como resultado, la economía moderna fue transformada en unas simples matemáticas de bajo nivel, carente de cualquier significado empírico y de cualquier aplicación práctica. Los economistas de hoy en día se limitan a hacer dos cosas, ambas una pérdida de tiempo total: construir y probar “modelos” para (en la mejor de las hipótesis) probar lo que ya es obvio para cualquier ser humano mínimamente inteligente -como el hecho de que el el agua corre hacia abajo- y demostrar por medios empíricos lo que se puede comprobar a través de la lógica (como confirmar la ley de Pitágoras empíricamente).
Sin embargo, en muchos casos, y con los mismos métodos, ellos también se esfuerzan por “demostrar” empíricamente que, en algunos casos, el agua puede subir y la ley de Pitágoras puede que ya no sea válida. Esto sucede cuando los economistas defienden, por ejemplo, los controles de precios para combatir la hambruna o el aumento del gasto público para combatir la recesión, siempre bajo el argumento de que “esta vez será diferente”. Y nunca lo es. En resumen, la economía convencional moderna se encuentra en una situación de desastre total.
Cuando empecé a estudiar economía, me enseñaron una metodología positivista. Sin embargo, desde el principio, nunca me convenció. La ley de la utilidad marginal, o la teoría cuantitativa del dinero, o la afirmación de que un aumento en el salario mínimo de 1000 dólares cada daría lugar a un desempleo masivo no parecían ser suposiciones cuestionables que necesitaran algún tipo de prueba empírica, sino obvias verdades lógicas. Me tomó un tiempo darme cuenta de que este era en realidad el punto de vista clásico, más explícitamente defendido por Robbins y Mises. El descubrimiento de Mises y Robbins, por lo tanto, fue un gran alivio para mí intelectualmente, y eso es lo que me hizo tomar (y estudiar) la economía en serio.
La actual economía convencional, llamada mainstream, es totalmente irrelevante. Peor aún: está siempre abierta a la peligrosa idea de la experimentación y de la ingeniería social (¿qué otra forma hay para probar hipótesis?), una verdadera tentación para los políticos populistas. Por eso, el Estado intervencionista moderno se muestra siempre plenamente dispuesto a financiar toda una serie de economistas. El estado sabe que ellos crearán justificaciones para cualquier programa de intervención. Por otra parte, la economía austriaca no es de gran importancia práctica, y también se opone rigurosamente a cualquier tipo de intervencionismo por ser contraproducente. No es de extrañar, pues, que la Escuela Austríaca no reciba ninguna ayuda o apoyo financiero.
Sin embargo, soy optimista sobre el futuro de la economía convencional: creo que va a desaparecer por propia irrelevancia (los artículos académicos publicados en famosos periódicos prácticamente no tienen lectores) y será desplazada por la Escuela Austriaca. Una buena indicación de esto es la proliferación espontánea de Institutos Mises en todo el mundo, los cuales tienen más lectores que cualquier web de economía convencional.
P: En su versión moderna, la Escuela Austriaca, con su énfasis en los derechos de propiedad, el espíritu emprendedor y la libertad, tiene aliados naturales entre las diferentes escuelas de pensamiento económico. Por ejemplo, el enfoque de los derechos de propiedad desarrollados por Coase y Alchian es muy similar a las posiciones de los austriacos. ¿Cree usted que los escritos de Mises ejercieron alguna influencia en el énfasis en los derechos de propiedad y soluciones de mercado en las otras escuelas? ¿Hay algún vínculo visible entre Mises y algunas de estas personas?
Hoppe: Ignoro cualquier vínculo intelectual entre Mises y la Escuela de Chicago moderna, tanto económico como legal. Tampoco existe ninguna relación entre el pensamiento de Mises y las ideas de Coase y su sucesor, Richard Posner. Por otra parte, Hayek fue uno de los profesores de Coase en la Escuela de Economía de Londres.
La semejanza entre la visión austriaca y la visión de Chicago acerca de la economía y el derecho no es más que superficial. De hecho, estas dos tradiciones intelectuales son esencialmente opuestas entre sí. Es un error común, pero muy grave, pensar que la Escuela de Chicago es una defensora de los derechos de propiedad. De hecho, Coase y sus seguidores son los enemigos más peligrosos de los derechos de propiedad. Sé que esto puede sonar increíble para algunas personas. Así que permítanme explicar esta posición, usando uno de los ejemplos que ofrece Coase en su famoso artículo sobre “Costo Social”.
Un ferrocarril pasa junto a una granja. El tren motor emite chispas y las chispas dañan las cosechas de los agricultores. ¿Qué se debe hacer? Desde el punto de vista austriaco (y también clásico, y también de sentido común), lo que se debe establecer es quién estaba allí en primer lugar: ¿el agricultor o el ferrocarril? Si era el agricultor, entonces podría obligar al ferrocarril a suspender sus actividades (a través de una orden de cesión), o dejar que emitan chispas y entonces exigir compensación. Si el ferrocarril fue el que se asentó allí en primer lugar, entonces podría continuar emitiendo chispas, y el agricultor tendría que pagar al ferrocarril si quisiera estar libre de chispas.
Pero la respuesta de Coase y Posner es totalmente diferente. Según ellos, es un error pensar en el agricultor y el ferrocarril en términos de “correcto” o “incorrecto”, “agresor” y “víctima”. Permítanme citar el inicio del famoso artículo de Coase:
El problema se suele considerar como: “A causa daño a B”, y la decisión a tomar es “¿Cómo debemos restringir a A? “. Pero esto está mal enfocado. Se trata de un problema de carácter recíproco. Evitar el daño a B sería infligir daño a A. La verdadera cuestión que debe decidirse es: ¿debe permitirse que A dañe a B o sería B quien debería tener permiso para hacer daño a A? El problema es cómo evitar el daño más grave.
En otras palabras, el problema es el de maximizar el valor de la producción o “riqueza”. Según Posner, cualquier cosa que aumente la riqueza social es justa y cualquier cosa que no la aumente es injusta. La tarea de los tribunales, por lo tanto, sería la de determinar los derechos de propiedad (y responsabilidad legal) a los denunciantes para que la “riqueza” sea máxima.
Para el ejemplo anterior considerado, esto significa que, si el costo de evitar las chispas es menor que la pérdida de la cosecha, el tribunal debe proteger al agricultor y responsabilizar al ferrocarril. Por otro lado, si el costo de evitar las chispas es mayor que la pérdida de la cosecha, entonces el tribunal debe estar de lado con el ferrocarril y declarar al agricultor responsable. Posner ofrece otro ejemplo. Una fábrica emite humo y, por lo tanto, disminuye el valor de las propiedades en los barrios residenciales. Si el valor de propiedad de las casas cae 3 millones de dólares y el costo de reubicación de la fábrica es de 2 millones de dólares, la planta debe ser condenada y obligada a reubicarse. Sin embargo, si los números se invierten -el valor de la propiedad cae 2 millones y los gastos de traslado son de 3 millones- la fábrica que emite humo puede continuar allí.
Más importante aún, todo esto también significa que los derechos de propiedad (y responsabilidades civiles) ya no son estables, constantes y fijos; se han convertido en variables. Los tribunales designarían derechos de propiedad de acuerdo con los datos variables de mercado. Si los datos cambian, los tribunales pueden re-ordenar estos derechos. Es decir, las diferentes circunstancias conducen a una redistribución de los títulos de propiedad. En este escenario, nadie estaría jamás seguro de su propiedad. La inseguridad jurídica se convertiría en permanente.
Eso no parece justo ni eficiente. Además, ¿quién en su sano juicio usaría un tribunal que ha anunciado que, con el tiempo, puede reasignar los títulos de propiedad existentes en función de las condiciones variables del mercado? Esta forma de asignación de los derechos de propiedad ciertamente no conduce a la maximización de la riqueza en el largo plazo.
P: ¿Qué piensa usted sobre el papel del Estado en la sociedad? ¿El Estado es una necesidad práctica o es un mal necesario? ¿Cómo describiría la transición de un modelo estatista hacía una sociedad clásica liberal?
Hoppe: Antes es necesario definir rápidamente qué es el Estado. Puedo adoptar lo que podría llamarse la definición estándar: un estado es una agencia que tiene el monopolio de la toma última de decisiones jurídicas en todos los casos de conflicto, incluidos los conflictos relacionados con el Estado mismo. Por lo tanto, también tiene el derecho a gravar impuestos sin enfrentar resistencia.
En microeconomía aprendimos que los monopolios son malos desde el punto de vista de los consumidores. Monopolio, en su sentido clásico, se entiende que es un privilegio exclusivo concedido a un solo productor de un bien o servicio -es decir, es una prohibición de la libre entrada de la competencia en una determinada línea de producción. En otras palabras, sólo una agencia, A, puede producir un determinado bien, X. Todo monopolio de este tipo es malo para los consumidores, ya que, por el hecho de estar protegido contra la entrada de competidores potenciales en su área de producción, el precio del producto X del monopolista será mayor y la calidad de X será menor de lo que sería en un entorno competitivo.
¿Por qué este razonamiento debería ser diferente cuando se aplica al monopolio estatal de la jurisdicción obligatoria de su territorio? El estado tiene el monopolio de los servicios jurídicos y policiales. ¿Por qué esta ley económica no se aplicaría a él? Dado que el estado es un monopolio clásico, se espera que el precio de sus servicios (cuya aceptación es obligatoria) sean más altos y de menor calidad que lo serían en un entorno competitivo. Para empeorar las cosas, ya que el Estado es el juez incluso de los conflictos en el que él mismo está implicado, se espera que el Estado tenga un interés en provocar conflictos para que él “resuelva” de acuerdo a sus propios intereses. Esto no es justicia (un bien), sino que es injusticia (un mal).
Así que para responder a su pregunta: ¡No! Creo que el estado es un mal innecesario. En un orden natural, con una variedad de agencias de seguros y de intermediación, el precio de los servicios de justicia caería y la calidad de estos servicios aumentaría. Mi libro Democracia, el dios que falló y mi artículo La producción privada de servicios de seguridad explican en detalle cómo las sociedades sin Estado -sociedades autónomas, dirigidas por si mismas- funcionarían y generarían una prosperidad sin precedentes.
Ahora, sobre los objetivos para la transición a la libertad, la respuesta es la misma para cualquier país, ya sea Turquía o Alemania, Francia o China, Colombia o Brasil. La democracia no es la solución -como tampoco fue la solución para los países del antiguo imperio soviético. Ni la centralización -como ocurre en la Unión Europea- sería la respuesta.
Al contrario, la mayor esperanza de la libertad se produce justamente en los países pequeños: Mónaco, Andorra, Liechtenstein, e incluso Suiza, Hong Kong, Singapur, Bermuda, etc. Quien valora la libertad debería animar y hacer todo por la aparición de decenas de miles de estas pequeñas entidades independientes. ¿Por qué no una Estambul libre e independiente que mantenga relaciones cordiales con el gobierno central de Turquía, pero que no tenga que pagar impuestos ni recibir transferencias, y que no reconozca las leyes impuestas por el gobierno central, ya que tiene sus propias?
Al igual que sus predecesores clásicos, los nuevos liberales no buscan la toma del gobierno. Ellos lo ignoran y quieren que el gobierno les deje en paz. Por otra parte, quieren separarse de su jurisdicción a fin de organizar su propia protección. A diferencia de sus predecesores, que sólo trataron de sustituir un gobierno grande por uno pequeño, los nuevos liberales toman la lógica de la secesión a su extremo. Ofrecen secesión ilimitada, es decir, la proliferación sin restricción de territorios libres e independientes, hasta que el alcance de la jurisdicción del Estado se desvanezca. Para este fin -y en contraste con los proyectos estatistas como “Integración Europea”, ALCA, NAFTA, “Nuevo Orden Mundial”-, ellos promueven una visión de un mundo con decenas de miles de países, regiones y cantones libres, de cientos de miles de ciudades libres. O, para ser aún más libres, distritos y barrios completamente autónomos y económicamente integrados a través del libre comercio. Como se explicará más adelante, cuanto menor es el territorio, mayor es la presión económica para aceptar el libre comercio. Y cuanto menores son las unidades políticas, mayores serán las posibilidades de adoptar un patrón monetario basado en una materia prima, muy probablemente el oro.
Los defensores de un estado fuerte y centralizado alegan que tal proliferación de unidades políticas independientes conduciría a la desintegración económica y empobrecimiento. Sin embargo, no sólo la evidencia empírica contradice esta afirmación -todos los pequeños países antes mencionados son más ricos que sus vecinos-, así como un análisis teórico muestra que esta afirmación es un mito más estatista.
Los gobiernos tienen varios pequeños competidores geográficamente cercanos. Si un gobierno pasa a tributar y regular más que sus competidores, la población emigrará, y el país sufrirá una fuga de capitales y de mano de obra. El gobierno se quedará sin recursos y se verá obligado a revocar sus políticas confiscatorias. Cuanto más pequeño sea un país, mayor será la presión sobre él para adoptar un auténtico comercio libre y mayor la oposición a las medidas proteccionistas. Cualquier interferencia gubernamental sobre el comercio exterior conduce a un empobrecimiento relativo, tanto en el país como en el exterior. Sin embargo, cuanto menor es un territorio y su mercado interno, más dramático sería este efecto. Si los EE.UU. adoptasen un proteccionismo más fuerte, el nivel de vida medio de los estadounidenses caería, aunque nadie moriría de hambre. Si un pueblo pequeño, como Mónaco, hiciese lo mismo, habría un hambre generalizada casi inmediata.
Imagine una casa de familia como la unidad más pequeña concebible secesionista. Al practicar un comercio libre sin restricciones, incluso el más pequeño de los territorios podría integrarse plenamente en el mercado mundial y disfrutar de todas las ventajas de la división del trabajo. De hecho, sus propietarios pueden convertirse en los más rico de la tierra. Por otro lado, si la misma familia decide abstenerse de todo comercio inter-regional, el resultado sería la pobreza extrema o incluso la muerte. Por lo tanto, cuanto menor sea el territorio y su mercado interno, más probable es su adhesión al libre mercado.
Por último, sólo voy a mencionar, pero sin entrar en detalles explicativos por falta de espacio, que la secesión también promovería la integración monetaria y conduciría a la sustitución del actual sistema monetario basado en monedas fiduciarias nacionales -fluctuantes entre sí y que se devalúan todos los días- por un patrón monetario basado en un producto totalmente fuera del control de los gobiernos. En resumen, el mundo estaría formado por pequeños gobiernos liberales y estaría económicamente integrad a través del libre mercado y por una moneda internacional de materias primas como el oro. Sería un mundo de prosperidad, crecimiento económico y avances culturales sin precedentes.
P: ¿Qué tienes que decir sobre el pensamiento libertario en los países en desarrollo? ¿Pueden adoptar una economía de mercado más libre? El sentido común es que cuanto más pobre es un país, mayor es la necesidad de un gobierno fuerte y proveedor. ¿Es usted optimista sobre el futuro de estos países con respecto a los valores clásico-liberales?
Hoppe: La humanidad se ha dotado de esta espléndida facultad como es la razón. Por lo tanto, siempre se puede esperar que la verdad se impondrá al final. Ahora, si es posible ser optimista acerca de un determinado país, dependerá enteramente de la siguiente pregunta: ¿cuántos miembros (en proporción) de la elite intelectual de este país tienen un buen conocimiento acerca de los fundamentos económicos? Una de las tareas centrales de un instituto que promueve ideas económicas es producir y multiplicar el número de estas personas, y así crear motivos para el optimismo.
Lo que un país “en desarrollo” tiene que entender es lo siguiente: hay razones por los que algunos países son ricos y otros son pobres -y esas razones tienen poco que ver con la “explotación” de los pobres por los ricos (aunque tal cosa, sin duda, también ocurre). Sólo hay un camino a la prosperidad general: la división del trabajo, el ahorro y la inversión. Los países ricos son ricos porque, a través de sus ahorros y sus inversiones -ambos posibles gracias a la división del trabajo-, han acumulado una gran cantidad de bienes de capital per cápita. Los países pobres son pobres porque han acumulado poco capital. ¿Por qué hay una gran cantidad de ahorro, inversión y capital acumulado en algunos países y poco o nada en los demás? Debido a que en algunos países hay, o hubo en el pasado, un grado relativamente elevado de protección y garantías a la propiedad privada, mientras que en otros países, la propiedad privada está o ha estado bajo constantes ataques, ya sea a través de impuestos, regulaciones o confiscaciones directas. Donde la propiedad privada no esté protegida, habrá pocos ahorros e inversiones.
Además, es esencial que un país “en desarrollo” entienda que una moneda fuerte y un sistema monetario sólido son también una característica esencial de seguridad. Los países con un historial de alta inflación no atraen inversiones y no permiten la formación de riqueza. Por tanto, es de suma importancia entender la siguiente ley: un aumento en la cantidad del papel moneda creado por el gobierno no puede -nunca, jamás- aumentar la riqueza social. Eso es una imposibilidad física. Después de todo, la impresión de dinero sólo significa aumentar el número de hojas de papel impreso en la sociedad. Esta medida no crea un bien de capital o de consumo individual. Esta medida no aumenta el nivel de vida en su conjunto. Si fuera así de fácil, si más papel moneda pudiese producir más riqueza, simplemente ya no habría ni una persona pobre en todo el mundo.
Lo único que puede hacer la inflación -y de hecho lo hace- es una redistribución sistemática de la riqueza social ya existente, redistribución que se produce a favor del gobierno (que es el productor de dinero) y sus clientes más inmediatos (estatistas, funcionarios públicos y empresarios con buenas conexiones políticas), y a costa de los que reciben este dinero en último lugar -y que, al recibirlo, ya están con su poder de compra reducido, pues los precios de los bienes y servicios de la economía ya han aumentado como resultado de esta inflación monetaria. La inflación monetaria es el equivalente al robo y a la confiscación de los ingresos, y los gobiernos de estos países “en desarrollo” tienen fama de ser los peores agresores de la seguridad monetaria de ciudadanos e inversores.
Mi consejo a los países subdesarrollados: adquieran la reputación de ser un lugar que respeta la propiedad privada, un lugar donde se garantiza que la propiedad, incluyendo el dinero, está a salvo (piense en Suiza, por ejemplo). Así habrá una oportunidad de prosperar. De lo contrario, no hay nada que hacer.

La esperanza de la libertad se encuentra en la secesión – Hans-Hermann Hoppe

Secesión de Hoppe
Entrevista a Hans-Hermann Hoppe.
P: ¿Cómo llegaste a ser libertario y qué pensadores fueron los más importantes en la formación de su pensamiento?
Hoppe: Cuando todavía era joven, estudiante alemán de secundaria, yo era un marxista. Más tarde, como estudiante en la Universidad de Frankfurt, me encontré con la crítica de Böhm-Bawerk a Marx, y aquello aniquiló la economía marxista para mí.
En consecuencia, después de eso, me hice un poco escéptico, atraído por la metodología positivista y especialmente falsacionista de Popper y por el programa gradual de ingeniería social de Popper. Como el propio Popper, en ese momento yo era un social-democrático de derecha.
Y luego las cosas comenzaron a cambiar rápidamente. En primer lugar, descubrí a Milton Friedman (muy bueno), entonces Hayek (mejor), entonces Mises (mucho mejor debido a su metodología explícitamente anti-positivista -a priori) y, por último, el sucesor teórico más importante de Mises, Murray N. Rothbard.


La posición de Mises sobre la secesión o independencia

Autodeterminación e independencia
A continuación pondremos varios fragmentos de libros del economista austriaco Ludwig von Mises acerca del tema de la secesión o independencia de las naciones.
En Gobierno Omnipotente, p. 90:
Una nación, por lo tanto, no tiene ningún derecho a decirle a una región o distrito que “Tú me perteneces, ¡te quiero mantener!”. Un territorio está formado por sus habitantes. Si alguien tiene el derecho a ser oído en esta cuestión, éstos son los habitantes. Las controversias relativas a límites fronterizos deben ser resueltos a través de plebiscitos.
En Nación, Estado y Economía, p. 34:
Ninguna persona o grupo de personas deben ser retenidos contra su voluntad en una asociación política en la cual no quieren participar.



En Nación, Estado y Economía, p. 39-40:
El liberalismo no conoce ni el sometimiento, ni la anexión; ya que el liberalismo es indiferente al propio Estado, el problema del tamaño del Estado es también indiferente. El liberalismo no obliga a nadie a permanecer en contra de su voluntad dentro de la estructura estatal. El que quiera emigrar o vivir en una legislación específica no debe ser obligado. Cuando una porción de la población quiere dejar de pertenecer a una unidad, el liberalismo no le impedirá consumar tal fin. Colonias, ciudades o distritos que quieran ser independientes son libres de hacerlo. Una nación es una entidad orgánica y, como tal, no puede ser aumentada ni reducida por cambios en la formación de sus estados; el mundo en su conjunto no se ve afectado por esta nueva disposición.
En Nación, Estado y Economía, p. 82:
El tamaño del territorio de una nación, por lo tanto, no importa.

En Liberalismo – Según la Tradición Clásica, p 128:
El derecho a la autodeterminación, con respecto a la cuestión de la pertenencia a un Estado, se entiende, por lo tanto, cuando los habitantes de un territorio determinado (ya sea un solo pueblo, un barrio entero, o una serie de distritos adyacentes) hacen saber, mediante un plebiscito libremente llevado a cabo, que ya no desean permanecer conectados con el Estado al que pertenecen, sino que desean formar un estado independiente o formar parte de algún otro estado, sus deseos deben ser respetados y aplicados. Este es el único medio posible y eficaz para la prevención de revoluciones y guerras civiles e internacionales.
En Liberalismo – Según la Tradición Clásica, p.129:
El derecho de la autodeterminación del que hablamos no es el derecho a la autodeterminación de las naciones, sino más bien el derecho a la autodeterminación de los habitantes de cualquier territorio que tengan el tamaño suficiente para formar una unidad administrativa independiente. Si de alguna manera se pudiera conceder este derecho a la autodeterminación de cada persona individual, se tendría que hacer.
En Liberalismo – Segundo la tradición clásica, p.137:
La condición de ser obligados a pertenecer a un estado, en contra de su voluntad, a través de una votación, no es menos doloroso que el hecho de estar obligados a pertenecer a este estado debido a una conquista militar.
En Gobierno Omnipotente, p. 92:
No importa dónde se encuentran y cómo se dibujan las fronteras de un país. Nadie consigue una ganancia material especial para expandir el territorio del estado en que vive; nadie sufre pérdidas si una parte de esta área se separada del Estado. También es irrelevante si todas las partes del territorio de un Estado están relacionadas o si están geográficamente separadas por un pedazo de tierra que pertenece a otro estado. No hay ninguna importancia económica si un país tiene, o no, costa marítima. En un mundo así, la gente de cada pueblo o distrito podrían decidir por plebiscito a qué Estado quieren pertenecer.

Y a continuación un fragmento de una entrevista a Hans-Hermann Hoppe sobre Mises, sacada de The Austrian Economics Newsletter.
P: ¿Mises era mejor que los liberales clásicos sobre el tema del estado?
Hoppe:  Mises consideró necesario contar con una institución que reprimiera y sometiera a los que no se comportan adecuadamente en la sociedad, las personas que representan un riesgo porque roban y matan. Calificó esta institución de gobierno.
Pero tenía una idea muy particular sobre cómo el gobierno debería funcionar. Para limitar su poder, cada grupo o individuo, si es posible, debería tener el derecho a la secesión del territorio del estado, si no estaba de acuerdo con sus políticas. Él lo etiquetó el derecho a la autodeterminación. Pero no la autodeterminación de las naciones, como predica la Liga de las Naciones, sino pueblos, distritos y grupos de cualquier tamaño.
P: Sin embargo, usted ha sido un fuerte crítico de la democracia.
Hoppe: Sí, de la forma en que el término se entiende en la actualidad. Sin embargo, en la definición singular de democracia dada por Mises, dicho término significa autonomía o autogobierno en su sentido más literal. Todas las organizaciones de la sociedad, incluido el gobierno, debe ser el resultado de interacciones voluntarias.
En cierto sentido, se puede decir que Mises era prácticamente un anarquista. Si se contuvo y no extendió su lógica hasta el final -es decir, si en realidad no establece explícitamente el derecho a la secesión individual- fue porque simplemente estaba considerando este asunto como puramente técnico. En la democracia moderna, exaltamos el método de “la mayoría decide” como la mejor forma de elegir a los gobernantes que tienen el monopolio de la tributación obligatoria.
Mises hace a menudo una analogía entre el acto de votación y el mercado. Cuando compras algo en el mercado, estás votando para la producción de este bien o servicio que compras. Pero Mises era perfectamente consciente de que la votación del mercado significa votar con tu propiedad. El peso de tu voto está en línea con tus ingresos y el valor de tu productividad. En la arena política, no votas con tus propiedades; votas pensando en la propiedad de los demás, y los demás votan pensando en las suyas. La gente no voto en función del valor de sus ingresos y productividad. Ellos votan pensando en apropiarse de la renta y la productividad de los demás.
P: Sin embargo, Mises ataca el anarquismo en términos nada vagos.

Autodeterminación e independenciaHoppe: El objetivo de Mises eran las utopías de izquierda, anarco-comunistas o anarcosindicalistas. En su tiempo, el término anarquismo se refería exclusivamente a este grupo. El término anarco-capitalismo todavía no se había acuñado (eso fue a mediados de la década de 1970).
Mises atacaba su teoría de que el hombre es intrínsecamente benevolente y que por lo tanto no habría necesidad de la defensa organizada contra los enemigos de la civilización. Pero no es eso lo que el anarquista de propiedad privada defiende. Por supuesto que hay asesinos y ladrones. Es necesario que haya una institución que mantenga a estas personas controladas. Mises llamó a esta institución gobierno, pero las personas que no quieren ningún estado afirman que todos los servicios esenciales de defensa pueden ser llevados a cabo por empresas del mercado. Quién quiera llamar a estas empresas como gobierno, porque piensa que así se sentirá mejor, es libre de hacerlo.

La posición de Mises sobre la secesión o independencia

Autodeterminación e independencia
A continuación pondremos varios fragmentos de libros del economista austriaco Ludwig von Mises acerca del tema de la secesión o independencia de las naciones.
En Gobierno Omnipotente, p. 90:
Una nación, por lo tanto, no tiene ningún derecho a decirle a una región o distrito que “Tú me perteneces, ¡te quiero mantener!”. Un territorio está formado por sus habitantes. Si alguien tiene el derecho a ser oído en esta cuestión, éstos son los habitantes. Las controversias relativas a límites fronterizos deben ser resueltos a través de plebiscitos.
En Nación, Estado y Economía, p. 34:
Ninguna persona o grupo de personas deben ser retenidos contra su voluntad en una asociación política en la cual no quieren participar.