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Sunday, July 17, 2016

Repúblicas de Libertad

por

El presidente Peña Nieto, tal vez en su desesperación ante la avalancha de malas noticias económicas y, sobre todo, la estrepitosa caída de su imagen frente a tantas señales de corrupción que emanan de su más cercano círculo, se lanza a informar su intención de establecer varias “zonas libres” en el territorio nacional. Pero como reza el viejo refrán; “Del dicho al hecho hay mucho trecho”.
Para establecer una “verdadera zona libre”, ciudad privada, o como se le quiera llamar, se requiere el liderazgo de un verdadero estadista visionario  a imagen y semejanza de un Lee Kuan Yew, padre de Singapur, un Sir John Cowperwaite, el arquitecto de Hong Kong, un Thomas Jefferson, padre de esa patria que fueron los EE. UU. como una gran zona de libertad durante todo el siglo 19. Disculpe usted Presidente, pero como dice la canción; “Tu pa ser un estadista necesitas muchas cosas”. Ahora presidente, si realmente quiere vestir el ropaje de estadista, olvidarse de los remedos de “zonas libres” que hemos tenido en México, le envío un par de pistas que le sirvan como mapa y compás en sus, hasta estos momentos, buenas intenciones.


Para no repetir las historias exitosas de Hong Kong y Singapur, voy a citar otros dos ejemplos que realmente son lecciones de formas para prosperar. El primero es lo que en su momento se conoció como, “La República de Cospaia”. Durante casi 400 años esta pequeña república prosperó en la parte central de Italia, sin gobierno, sin leyes escritas, sin militares, sin burocracia y ¡sin impuestos! El éxito de Cospaia es una ilustración de cuan extraordinariamente poca rienda central es necesario para alcanzar la prosperidad. Aunque fue llamada una “República”, era solamente un consejo de ancianos, sin un poder coercitivo, que se reunía de manera ocasional en la iglesia del pueblo. Este territorio tenía un área de solamente 330 hectáreas, aproximadamente el tamaño de un campo agrícola en Sonora o Sinaloa. La población varió a lo largo de los siglos, y era de alrededor de 1000 personas con menos de 150 hogares.
La historia se inicia en 1440. En esa época la península italiana estaba compuesta por numerosos reinos. Uno de ellos eran los estados pontificios gobernado por el Papa. Su vecino al norte, era la República de Florencia gobernada por la familia Medici. En 1431, Eugenio IV fue elegido Papa y de inmediato tomó un préstamo de 25,000 florines de Juan Cosme de Medici, uno de los principales banqueros en esa época. Sin Bancos Centrales ni dinero fiduciario, incluso los gobiernos tenían que ofrecer garantías para obtener un préstamo. El Papa ofreció como colateral el pueblo de Borgo Sansepolcro y sus alrededores, en la parte alta del Valle Tíber.
Al vencimiento del préstamo los estados pontificios no pudieron pagar y, los topógrafos, para ejecutar la garantía, acordaron que uno de los nuevos límites entre los estados sería un río en la parte alta del Tíber, pero los topógrafos cometieron un error. Había más de un río en la región. En el avenir de los burócratas dejaron esas 330 hectáreas como un mostrenco  lepe sin dueño. Los residentes de Cospaia se dieron cuenta de su buena suerte, pues ahora estaban fuera de la jurisdicción tanto de los estados pontificios como de la República de Florencia. Los Cospaianos de inmediato se declararon como una República Independiente. Así iniciaron 385 años de dichosa libertad.
En sus inicios la economía de esta nueva república estuvo basada en el trueque y, a pesar de la falta de una divisa fuerte, la gente había logrado un nivel de vida muy superior al de los poblados vecinos, encadenados por el poder del estado. Como una república verdaderamente libre, no tenían impuestos que pagar, no contaban con reglas impuestas por gobernantes para beneficiar a aquellos que contaban con buenas conexiones. Sus habitantes eran libres de realizar intercambios y establecer conductas que les permitían vivir como les diera la gana, “sin afectar al resto de los habitantes”. No tener gobernantes jodiéndolos todo el día, les permitía utilizar de la manera más provechosa su tiempo y energía.
En 1574 la economía de Cospaia, ungida por la libertad, prosperaba como jamás se hubiera atestiguado en Europa.  En 1624 el papa Urbano VIII publicó una bula papal declarando el uso del tabaco fuera castigado con la excomunión. Por supuesto, estas regulaciones solamente beneficiaron a la economía del nuevo edén de libertad. La caída en la oferta y la ausencia de regulaciones o impuestos, convirtió a Cospaia en el centro europeo de intercambio de tabaco. Muchos de los participantes en esta nueva economía, eran Israelitas. En Italia a los judíos les era prohibido poseer  propiedades y también les era prohibido comerciar con cristianos. Así que la economía de laissez faire de Cospaia, permitió prosperar a esta minoría perseguida, pero protegida por esa región de libertad, a pesar de las agresiones de los estados que se encontraban en los alrededores.
A través de su historia, Cospaia no tuvo gobernantes, no tuvo poder ejecutivo ni judicial, y tampoco leyes escritas excepto por la frase “Perpetua et Firma Libertas,” que estaba inscrita en su iglesia desde 1610 y se traduce como, “Firme y Eterna Libertad.”
La diminuta república era descrita como un lugar “sin ley” habitado por “contrabandistas. Debido a que todo lo que entraba a los estados pontificios o a la República de Florencia estaba sujeto a impuestos, cualquier cosa que abandonaba Cospaia era “contrabando”. En el siglo 18, había pasado de ser una pequeña aldea, a ser un centro de libre comercio continental y de bienes sin impuestos. No solo era la capital del tabaco en Europa, sino también se distinguía por sus textiles, sus bancos, centros de comercio y otro sinnúmero de bienes que circulaban sin impuestos.
En 1826, los estados vecinos finalmente se hartaban del rotundo éxito de Cospaia, sin que ellos llevaran su tajada. Y así el Papa, en sociedad  con el Gran Duque de la Toscana, utilizando tácticas opresivas que después se conocerían como intervencionismo, o, la visible mano de gobiernos corruptos, mediante un estado de sitio provocaron hambre en la pequeña República, para así forzar a las cabezas de familia a firmar el “acta de subyugación”, finalizando 385 de años de libertad y  prosperidad nunca antes vista.
Nos podríamos preguntar cuál sería su panorama actual si Cospaia hubiera permanecido libre. ¿Podrían ser un oasis como San Marino o Liechtenstein? Después de todo, fueron una república anarquista que sobrevivió y prosperó durante 385 años. Son 385 años sin impuestos, guerras, gobernantes o regulaciones. Lo que sí es muy claro, como lo dibujara Milton Friedman en su famosa frase: “Si a cualquier gobierno se le diera la administración del desierto del Sahara, de inmediato se provocaría escases de arena”. Presidente, la semana entrante le describo el segundo ejemplo.

Repúblicas de Libertad

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El presidente Peña Nieto, tal vez en su desesperación ante la avalancha de malas noticias económicas y, sobre todo, la estrepitosa caída de su imagen frente a tantas señales de corrupción que emanan de su más cercano círculo, se lanza a informar su intención de establecer varias “zonas libres” en el territorio nacional. Pero como reza el viejo refrán; “Del dicho al hecho hay mucho trecho”.
Para establecer una “verdadera zona libre”, ciudad privada, o como se le quiera llamar, se requiere el liderazgo de un verdadero estadista visionario  a imagen y semejanza de un Lee Kuan Yew, padre de Singapur, un Sir John Cowperwaite, el arquitecto de Hong Kong, un Thomas Jefferson, padre de esa patria que fueron los EE. UU. como una gran zona de libertad durante todo el siglo 19. Disculpe usted Presidente, pero como dice la canción; “Tu pa ser un estadista necesitas muchas cosas”. Ahora presidente, si realmente quiere vestir el ropaje de estadista, olvidarse de los remedos de “zonas libres” que hemos tenido en México, le envío un par de pistas que le sirvan como mapa y compás en sus, hasta estos momentos, buenas intenciones.

Thursday, June 23, 2016

Comunidades privadas: rompiendo el monopolio estatal

Comunidades privadas: rompiendo el monopolio estatal


El entorno comunitario es un elemento crucial para determinar nuestro grado de bienestar individual. Dice Fred Koffman que “vivir en sociedad es casi lo más egoista que se puede hacer” y no le falta razón, la cooperación social proporciona un beneficio individual inmenso. Necesitamos de una comunidad a nuestro alrededor para prosperar, esta nos permite cooperar, intercambiar o especializarnos.
En la actualidad el Estado ha expropiado muchas de las funciones que legítimamente deberían ser proporcionadas por acuerdos comunitarios voluntarios. Liberales, y muy especialmente anarquistas, deberían ser conscientes de que reducir las funciones estatales debe llevar aparejado aumentar el tamaño de la sociedad, el tamaño de la comunidad. Sólo así evitaremos caer en el error del atomismo, el creer que las funciones estatales reposarán en individuos aislados incapaces de establecer relaciones colectivas que puedan canalizar cooperativamente intereses comunes.



No se trata de destruir la mal llamada solidariedad estatal para dejar en su lugar un entorno donde cualquier imprevisto o error se paga con la indigencia, de eliminar la regulación estatal para dejar paso a un vacio de normas sociales, de substituír bienes colectivos por su provisión individualizada; no se trata en definitiva de eliminar todo aquello que proporciona el Estado, sino de que sea la comunidad libremente constituída la que proporcione dichas funciones.
Más allá de los argumentos morales que, suponiendo la ilegitimidad del Estado, puedan justificar esta postura, la existencia de comunidades no estatales tiene una importancia central desde el punto de vista del bienestar social. Como hemos dicho, el marco institucional comunitario determina en un alto grado el bienestar de sus miembros, pensemos en las diferencias entre vivir en Corea del Norte o Corea del Sur, o entre vivir en África o Europa, son principalmente sus diferenciados entornos institucionales los que provocan que las oportunidades en ambos territorios difieran espectacularmente. Por ello la mejora de los marcos institucionales es el único camino para el aumento de bienestar tanto de las comunidades más insatisfactorias, como de aquellas que aun siendo comparativamente más eficientes, tienen margen de mejora. Y en esa misión, la mejora institucional, las comunidades privadas son claramente una opción superior.
Las comunidades estatales tienen asociados problemas de difícil solución que repercuten directamente en la calidad de su provisión, estos problemas derivan principalmente de la incapacidad estatal para obtener información y de las disfunciones derivadas de mantener a los consumidores cautivos.
El problema de la información surge por la inexistencia de precios en un sector estatalizado y carente de intercambios voluntarios. Cuando las comunidades son impuestas a través del Estado y financiadas via impuestos es imposible realizar cálculos económicos, no podremos evaluar las comunidades existentes viendo su cuenta de pérdidas y ganancias, y no podremos planificar las comunidades futuras haciendo estimaciones de precios. Pero además, cuando este sector es estatalizado se impide que un ejército de empresarios se devane los sesos pensando en como obtener beneficios creando comunidades más eficientes; nunca un grupo de planificadores estatales podrán igualar el caudal creativo de millones de personas actuando empresarialmente. En definitiva, cuando el Estado es el proovedor monopolístico de comunidades se pierde información sobre precios, pérdidas y beneficios, además de miles de ideas que los empresarios no pueden aplicar por no existir mercado para ello.
El problema de la información se agrava por la existencia de consumidores cautivos. ¿Cómo saber que una comunidad es insatisfactoria si los ciudadanos están obligados a financiarla via impuestos? Si los consumidores no pueden retirar su financiación se pierde un feedback esencial. Pero la
financiación cautiva tiene otras implicaciones que van más allá de los problemas de flujo de información, dado que la financiación es independiente del valor creado por la comunidad, no existen presiones para expandir comunidades valiosas, ni para readaptar o eliminar comunidades ineficientes.
La alternativa a las comunidades estatales son las comunidades privadas, comunidades surgidas de una red de contratos voluntarios. Básicamente son comunidades creadas por promotores inmobiliarios o cooperativas de ciudadanos que compran un territorio y mediante un contrato de compra o de alquiler de las parcelas, que ofrece normas comunes a todos sus residentes, crean el marco institucional comunitario. Aquellas comunidades con marcos institucionales, servicios e infraestructuras más valiosas podrán vender o alquilar sus parcelas a mayor precio o a más residentes, obteniendo así el promotor mayores beneficios.
Las ventajas de las comunidades privadas son claras y derivan principalmente de su inserción en el marco de experimentación descentralizado del libre mercado. Si se permite a los ciudadanos descolgarse de la provisión comunitaria estatal permitiéndoles retirarle la financiación, si permite la secesión de comunidades locales de la superestructura estatal, la gente podrá votar con los pies y salirse de aquellas comunidades o superestructuras que reducen la calidad comunitaria. Cuando se permite la libertad de oferta y la libertad de demanda, la eficiencia dinámica se eleva gracias a un proceso competitivo de rivalidad empresarial. En un mercado libre cualquiera puede tener una idea e intentar aplicarla a pequeña escala, si esta triunfa obtendrá beneficios y su idea se expandirá, si fracasa obtendrá pérdidas y desaparecerá. Tanto el error como el acierto crean la base de conocimiento que permitirá la creación de las comunidades futuras. Como dice Kirzner, los indiduos aprendemos de nuestra experiencia en el mercado, y no sólo eso, aprendemos de las experiencias de los demás.
En definitiva, las comunidades privadas permiten la creación empresarial de comunidades que buscan ser atractivas para los residentes. Esto nos permite testear a pequeña escala múltiples propuestas de marcos institucionales y provisiones alternativas de infraestructuras y servicios públicos. Algunas de estas propuestas pueden ser un fracaso, pero los beneficios incentivan el acierto, las pérdidas desincentivan los errores, y las quiebras eliminan a aquellos que se equivocan recurrentemente, de todo ello aprendemos acumulando conocimiento que nos permite mejorar. Por ello, debemos estar muy atentos a fenómenos como el de las urbanizaciones privadas o a proyectos que como Seasteading o Startup Cities tienen un denominador común: romper el monopolio estatal en la provisión comunitaria.
Agustín Piñeiro Candamo

Comunidades privadas: rompiendo el monopolio estatal

Comunidades privadas: rompiendo el monopolio estatal


El entorno comunitario es un elemento crucial para determinar nuestro grado de bienestar individual. Dice Fred Koffman que “vivir en sociedad es casi lo más egoista que se puede hacer” y no le falta razón, la cooperación social proporciona un beneficio individual inmenso. Necesitamos de una comunidad a nuestro alrededor para prosperar, esta nos permite cooperar, intercambiar o especializarnos.
En la actualidad el Estado ha expropiado muchas de las funciones que legítimamente deberían ser proporcionadas por acuerdos comunitarios voluntarios. Liberales, y muy especialmente anarquistas, deberían ser conscientes de que reducir las funciones estatales debe llevar aparejado aumentar el tamaño de la sociedad, el tamaño de la comunidad. Sólo así evitaremos caer en el error del atomismo, el creer que las funciones estatales reposarán en individuos aislados incapaces de establecer relaciones colectivas que puedan canalizar cooperativamente intereses comunes.