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Wednesday, December 21, 2016

Cuidado con China

Manuel Hinds explica que la marcada caída de las reservas internacionales de China es preocupante dado que indicaría un alto nivel de fragilidad en el sistema financiero chino.

Las reservas internacionales de China cayeron cerca de $70 mil millones en noviembre, dejando al fin del mes un saldo de $3,1 millones de millones. A pesar de que ha estado cayendo por todo el año (eran cerca de $3,3 millones de millones en enero), este saldo todavía es el volumen más alto de reservas poseídos por ningún banco central en el mundo. Preocuparse por esta caída podría parecer una exageración, especialmente porque EE.UU., una economía sustancialmente más grande, tiene $120 mil millones de reservas. China tiene 25 veces más reservas que EE.UU.


La preocupación no es una exageración, sin embargo, por dos razones. La primera es que EE.UU. en realidad no necesita reservas internacionales porque emite la principal moneda internacional. Si necesita hacer pagos internacionales, sólo tiene que emitir dólares, que son aceptados como pago en cualquier parte del mundo. De esta forma, EE.UU. puede funcionar perfectamente con cero reservas internacionales.
El renminbi, por otro lado, no es aceptado internacionalmente, por lo que China necesita tener reservas en dólares, o euros, o libras esterlinas, o yenes, o francos suizos para hacer sus pagos internacionales.
La segunda razón por la que preocuparse no es una exageración es que, como se observa en la gráfica adjunta, las reservas como porcentaje de los depósitos en el sistema bancario han estado cayendo sustancialmente desde 2008. En ese año, las reservas representaban cerca de 40 por ciento de los depósitos; a fines de 2015 representaban ya sólo 20 por ciento, y para fines de 2016 representarán cerca de 15 por ciento, bastante menos que lo que la relación de reservas a depósitos que mantienen las dos economías más grandes de América Latina.
¿Por qué es importante esta relación de reservas a depósitos? Porque muestra la capacidad del Banco Central de cubrir fugas de capital e importaciones de bienes y servicios. La gente usa la moneda local (renminbis en este caso) para comprar dólares y sacarlos del país o para realizar importaciones. En este momento, usando las cifras de fines de 2015, y con la tasa de cambio actual, los usuarios de los bancos chinos podrían comprar todas las reservas del banco central con el 20 por ciento de sus depósitos, mientras que en México tendría que usar el 45 por ciento y en Brasil el 30 por ciento.
La preocupación se vuelve más seria al poner la caída de las reservas en el contexto de los signos alarmantes que China ha estado transmitiendo desde hace varios años. Como respuesta a la crisis de 2008, su banco central creó enormes cantidades de dinero, que causaron un boom de bienes raíces. Ese boom culminó alrededor de 2013 con la terminación de la construcción de grandes ciudades que nunca fueron vendidas. Estos bienes raíces que no se han vendido representan grandes pérdidas que todavía no han sido realizadas en los bancos.
Pero al mismo tiempo la excesiva creación monetaria también ha resultado en la salida sostenida de enormes capitales. Esta se manifiesta en la caída de reservas mostradas en la gráfica.
La mezcla de estos dos desarrollos, el aumento de los créditos en mora y la caída de las reservas internacionales, es una de las señales más ominosas que puede tener un sistema financiero. Indica que el sistema se aproxima a una etapa de gran inestabilidad, con peligro de una crisis financiera, de grandes devaluaciones e igualmente grandes aumentos en la tasa de inflación y reducciones en la tasa de crecimiento de la economía y sus importaciones.
Dado el enorme tamaño relativo de la economía china en el contexto mundial, la reducción en sus importaciones tendría un efecto muy negativo en las exportaciones de muchos países que le venden bienes y servicios, con lo que la caída de varias economías latinoamericanas que se inició con la disminución de los precios de los productos primarios se volvería peor.
Ningún país evitaría el efecto negativo que una contracción china podría tener que una contracción china podría tener en el mundo.

Cuidado con China

Manuel Hinds explica que la marcada caída de las reservas internacionales de China es preocupante dado que indicaría un alto nivel de fragilidad en el sistema financiero chino.

Las reservas internacionales de China cayeron cerca de $70 mil millones en noviembre, dejando al fin del mes un saldo de $3,1 millones de millones. A pesar de que ha estado cayendo por todo el año (eran cerca de $3,3 millones de millones en enero), este saldo todavía es el volumen más alto de reservas poseídos por ningún banco central en el mundo. Preocuparse por esta caída podría parecer una exageración, especialmente porque EE.UU., una economía sustancialmente más grande, tiene $120 mil millones de reservas. China tiene 25 veces más reservas que EE.UU.

Monday, October 17, 2016

Cómo el gobierno de EE.UU. creó la crisis financiera

Por John B. Taylor


Muchos están pidiendo una comisión como la del 11 de septiembre de 2001 para investigar la crisis financiera. Cualquier investigación como esta no debería descartar al mismo gobierno como un gran culpable. Mi investigación muestra que las acciones e intervenciones del gobierno —no una falla inherente o la inestabilidad de la economía privada— causaron, prolongaron y drásticamente empeoraron la crisis.
La clásica explicación de las crisis financieras es que son causadas por excesos —con frecuencia excesos monetarios— que llevan a un auge y un inevitable colapso. Esta crisis no fue diferente: un boom de la vivienda seguido por un desplome provocó cesaciones de pagos, la implosión de hipotecas y valores relacionados a hipotecas de instituciones financieras, y la resultante agitación financiera.


Los excesos monetarios fueron la principal causa del auge. La Reserva Federal de Estados Unidos mantuvo su meta para la tasa de interés, especialmente en 2003-2005, muy por debajo de las conocidas normas monetarias que señalan que una buena política debería estar basada en experiencia histórica. Mantener las tasas de interés en el camino en el que funcionaron bien en las últimas dos décadas, en lugar de mantenerlas tan bajas, habría prevenido el auge y el colapso. Investigadores de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico han presentado evidencia corroborativa de otros países: mientras más alto el grado de exceso monetario en un país, mayor fue el boom de la vivienda.
Los efectos del auge y el colapso fueron amplificados por varios factores, incluyendo el uso de hipotecas subprime (o de alto riesgo) y de tasas variables, que provocaron la toma excesiva de riesgos. También hay evidencia de que la excesiva toma de riesgos fue estimulada por tasas de interés excesivamente bajas. Las tasas de impagos y ejecuciones hipotecarias están inversamente relacionadas a la inflación del precio de las viviendas. Estas tasas cayeron rápido durante los años en los que los precios de las viviendas subieron rápido, probablemente descarrilando muchos programas de suscripción de hipotecas y engañaron a mucha gente.
Las hipotecas subprime, de tasas variables y de otras clases fueron atados en muy complejos valores respaldados por hipotecas. Las agencias calificadoras subestimaron el riesgo de estos valores, ya sea por falta de competencia, irresponsabilidad o más probablemente la inherente dificultad de evaluar el riesgo debido a la complejidad.
Otras acciones del gobierno también estuvieron en juego: las empresas patrocinadas por el gobierno Fannie Mae y Freddie Mac fueron alentadas a expandirse y comprar valores respaldados por hipotecas, incluyendo aquellas armadas con riesgosas hipotecas subprime.
La acción del gobierno también contribuyó a prolongar la crisis. Considere que la crisis financiera se agudizó el 9 y 10 de agosto de 2007, cuando las tasas de interés del mercado de dinero subieron pronunciadamente. Los spreads de tasas de interés, como la diferencia entre préstamos interbancarios a tres meses y a un día, se dispararon a niveles sin precedentes.
Diagnosticar la razón de este repentino aumento era esencial para determinar qué tipo de respuesta política era necesaria. Si la liquidez era el problema, entonces proveer más liquidez facilitando préstamos en la ventanilla de descuento de la Reserva Federal (Fed), o abriendo nuevas ventanillas o líneas de crédito, sería lo apropiado. Pero si el riesgo de contraparte estaba detrás del repentino aumento en las tasas de interés del mercado de dinero, entonces sería apropiado un enfoque directo en la calidad y la transparencia del balance del banco.
Al principio, las autoridades diagnosticaron mal la crisis como una de liquidez y recetaron el tratamiento equivocado.
Para proveer más liquidez, la Fed creó la Línea de Crédito de Subastas a Plazo (TAF por sus siglas en inglés) en diciembre de 2007. Su principal objetivo era reducir los spreads de tasas de interés en los mercados de dinero y aumentar el flujo de crédito. El TAF, no obstante, no pareció hacer mucha diferencia. Si la razón del spread era el riesgo de contraparte, a diferencia de la liquidez, esto no es una sorpresa.
Otra pronta respuesta política fue el Acta de Estímulo Económico de 2008, aprobado en febrero. El principal objetivo de este paquete era enviar US$100.000 millones en efectivo a individuos y familias para que tuvieran más para gastar, y de esta manera impulsar el consumo y la economía. Sin embargo, la gente gastó poco o nada del descuento temporal (como predijo la teoría de ingresos permanentes de Milton Friedman, la cual sostiene que los aumentos temporales en los ingresos, a diferencia de los permanentes, no provocan incrementos significativos en el consumo). El consumo no fue impulsado.
La tercera respuesta política fue la gran reducción en la meta para la tasa de interés de fondos federales a 2% en abril de 2008, de 5,25% en agosto de 2007. Esta fue más drástica de lo que prescribirían normas monetarias como mi propia Regla Taylor. El efecto más evidente de este recorte de tasa fue una pronunciada depreciación del dólar y un gran aumento del precio del petróleo. Después del comienzo de la crisis, el precio del crudo se duplicó a más de US$140 en julio de 2008, antes de desplomarse a medida que disminuían las expectativas de crecimiento económico mundial. Para entonces, sin embargo, el daño del alto precio del petróleo ya estaba hecho.
Después de un año de tales erróneas prescripciones, la crisis empeoró repentinamente en septiembre y octubre de 2008. Presenciamos una seria restricción del crédito, que seriamente debilitó una economía que ya estaba sufriendo por el persistente impacto del aumento del precio del petróleo y la crisis inmobiliaria.
Muchos han argumentado que la razón de este mal paso fue la decisión del gobierno de no prevenir la bancarrota de Lehman Brothers durante el fin de semana del 13 y 14 de septiembre. Un estudio de este evento sugiere que la respuesta es más complicada y estaba en otra parte.
Aunque los spreads de tasas de interés aumentaron ligeramente el lunes 15 de septiembre, se mantuvieron en el rango observado durante el año previo y permanecieron allí el resto de la semana. El viernes 19 de septiembre, el Departamento del Tesoro anunció un paquete de rescate, aunque no reveló su tamaño o los detalles. Durante el fin de semana se armó el paquete, y el martes 23 de septiembre, el presidente de la Fed, Ben Bernanke, y el secretario del Tesoro, Henry Paulson, testificaron ante el Comité de Banca del Senado. Los funcionarios presentaron el Programa de Alivio de Activos en Problemas (TARP por sus siglas en inglés), indicando que sería de US$700.000 millones. Proporcionaron un corto borrador de legislación, sin ninguna mención de la supervisión y con pocas restricciones sobre el uso de los fondos.
Los dos hombres fueron indagados intensamente y la reacción fue bastante negativa, juzgando por el gran volumen de correo negativo que recibieron muchos miembros

Cómo el gobierno de EE.UU. creó la crisis financiera

Por John B. Taylor


Muchos están pidiendo una comisión como la del 11 de septiembre de 2001 para investigar la crisis financiera. Cualquier investigación como esta no debería descartar al mismo gobierno como un gran culpable. Mi investigación muestra que las acciones e intervenciones del gobierno —no una falla inherente o la inestabilidad de la economía privada— causaron, prolongaron y drásticamente empeoraron la crisis.
La clásica explicación de las crisis financieras es que son causadas por excesos —con frecuencia excesos monetarios— que llevan a un auge y un inevitable colapso. Esta crisis no fue diferente: un boom de la vivienda seguido por un desplome provocó cesaciones de pagos, la implosión de hipotecas y valores relacionados a hipotecas de instituciones financieras, y la resultante agitación financiera.

Saturday, October 8, 2016

Peter Schiff: Colapso Otra Vez, Peor Que En 2008

EE.UU. se encamina a un colapso peor que en 2008 y que el de Europa! 

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Según el director ejecutivo y jefe de estrategia global de Euro Pacific Capital Peter Schiff, la economía de EE.UU. se encamina hacia una crisis económica que hará que el 2008 parezca un paseo por el parque. Los programas de estímulo puede retrasar el día del juicio, pero no por mucho tiempo y sólo a expensas de hacer que la crisis sea mucho, mucho peor.
Schiff, quien se hizo famoso por advirtir a los inversores acerca de la crisis inmobiliaria y financiera en su libro del 2007 A Prueba de Crash, dice que los esfuerzos paliativos de la Fed durante la crisis inmobiliaria han hecho que la próxima crisis sea  inevitable.
 
 
"Tenemos un colapso mucho más grande por venir, y no sólo de los mercados, sino de la economía", dice Schiff en el video adjunto. "Es como lo que estamos viendo en Europa ahora, sólo que peor."
En este escenario de pesadilla detallado en el "El Crash Verdadero: La Próxima Quiebra de Estados Unidos", la actual pausa económica es en realidad el comienzo de una desaceleración o recesión material de fin de año. En ese momento, la Reserva Federal va a desatar una tercera ronda de Facilitamiento Cuantitativo - debilitando al dólar, sin hacer arrancar a la economía. Como resultado de la debilidad del dólar, los precios de las importaciones aumentan, presionando los márgenes de las corporaciones estadounidenses. Menores márgenes conducen a despidos masivos, enviando a millones de trabajadores al desempleo durante un tiempo en el que menos se lo pueden permitir. Los bancos quiebran, se derrumba la vivienda y los impuestos se cobran en un inútil esfuerzo por dar al gobierno disfuncional un capital para intentar un estímulo aún más inútil.
"Ahí es cuando realmente se va a poner interesante, porque es ahí cuando llegamos a nuestro real acantilado fiscal, cuando vamos a tener que recortar - y me refiero a recortar - el gasto público", dice Schiff.
Esos recortes no serán muy distintos a las medidas de austeridad draconianas de Grecia, con programas como el Seguro Social y Medicare siendo reducidos drásticamente o, posiblemente, desapareciendo por completo. La forma más sencilla de ponerlo, es que todo lo que no crees que podría suceder en Estados Unidos va a ocurrir.
"Alternativamente, podemos rescatar a todo el mundo, pretender que podemos zafar de la crisis imprimiendo, y, en cambio, tener una inflación galopante, o hiperinflación, que va a ser mucho peor que el colapso que tendríamos si hiciéramos lo correcto y dejaráramos que implosione todo ", ofrece.
Entonces, ¿qué deberían hacer los inversores para protegerse? Schiff tiene tres sugerencias:

1. Salir de los bonos del Tesoro

El dólar estadounidense se va a ir al tacho de basura en el escenario de Schiff. Bloqueado en un rendimiento de 1,5% en los bonos del gobierno es un retorno insignificante en primer lugar. Si la inflación empezara a marcar hasta incluso un 5%, un nivel mucho más bajo que el observado en la década del '80, los propietarios de bonos  tendrían un 3.5% menos de poder adquisitivo al final de cada año. Si salen a vender el bono, sólo encontrarán compradores a un precio mucho más bajo que el que pagaron.

2. Poseer las acciones correctas

Con los bonos y el dólar llevan la peor parte del dolor, Schiff dice que las acciones se superarán de manera espectacular, siempre que posea las adecuadas. Los exportadores y las empresas multinacionales se beneficiarán de un dólar débil. Mejor aún sería comprar acciones extranjeras y evitar a EE.UU. por completo.

3. Compra de Plata y Oro

Schiff dice que la reciente debilidad en estos metales preciosos es sólo una pausa al tiempo que esperamos que caiga otro zapato. La mayoría de los que están en Wall Street ni siquiera han tomado posiciones aún en oro o plata. Una vez que comiencen a deshacerse de los bonos y empiecen a buscar un lugar para refugirase, el precio de estos metales se disparará.

El Mayor Temor de Peter Schiff

Hoy Peter Schiff sorprendió a King World News al hablar de su miedo más grande. Schiff, quien es director general de Europacific Capital, dio una entrevista franca y extraordinaria. Esto es lo que Schiff tenía para decir: 
"Mi mayor preocupación es que el capitalismo y los mercados libres sean culpados cuando realmente la cosa estalle. Cuando lleguemos a la verdadera caída y todo implosione, y sea realmente un colapso estilo Armagedón, mi miedo (otra vez) es que el capitalismo y el libre mercado sean culpados por los problemas que fueron creados por el gobierno "

Peter Schiff: Colapso Otra Vez, Peor Que En 2008

EE.UU. se encamina a un colapso peor que en 2008 y que el de Europa! 

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Según el director ejecutivo y jefe de estrategia global de Euro Pacific Capital Peter Schiff, la economía de EE.UU. se encamina hacia una crisis económica que hará que el 2008 parezca un paseo por el parque. Los programas de estímulo puede retrasar el día del juicio, pero no por mucho tiempo y sólo a expensas de hacer que la crisis sea mucho, mucho peor.
Schiff, quien se hizo famoso por advirtir a los inversores acerca de la crisis inmobiliaria y financiera en su libro del 2007 A Prueba de Crash, dice que los esfuerzos paliativos de la Fed durante la crisis inmobiliaria han hecho que la próxima crisis sea  inevitable.
 

Monday, September 26, 2016

¿Fue la desregulación la causante de la crisis financiera?

Mark Calabria explica en este ensayo que el grado de intervención estatal en el sector financiero y de crédito para viviendas de EE.UU. Calabria cree que ahí se encuentra la explicación a la reciente crisis financiera.
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Mark A. Calabria es Director de Estudios de Regulaciones Financieras.
También puede leer este ensayo en formato PDF aquí.

El relato popular en Washington es que una década de desregulaciones permitió y alentó los excesos de Wall Street, lo cual desembocó en la crisis financiera actual. Sin ningún cuestionamiento, esta novela probablemente servirá de base para cualquier reforma financiera. Implementar medidas de este tipo basadas en fundamentos así de defectuosos solamente asegurará que las próximas crisis financieras sean más frecuentes y más severas.
¿Desmantelando el Estado regulador?
Aunque es la calidad y el fundamento de la regulación lo que tiene que estar en el centro de cualquier debate respecto al papel de las regulaciones en la crisis financiera, una manera directa de cuantificar las regulaciones es calculando los dólares del presupuesto y la cantidad de personas que trabajan en las agencias de regulación financiera. En un estudio para el Mercatus Center, Veronique de Rugy y Melinda Warren descubrieron que lo asignado para gastos por regulación bancaria y financiera aumentó de únicamente $190 millones en 1960 a $1.900 millones en 2000 y a más de $2.300 millones en 2008 (en dólares constantes de 2000).



Enfocándose específicamente en la Comisión de Valores e Intercambios (SEC, por su sigla en inglés) —el ente encargado de regular a Wall Street—las asignaciones presupuestarias bajo el presidente George W. Bush aumentaron en términos reales en más del 76 por ciento, de $357 millones a $629 millones (en dólares constantes de 2000).
No obstante, los dólares en presupuestos no siempre se traducen en más agentes supervisores—todos esos dólares extras pudieron haberse gastado en el nuevo y lujoso edificio de la SEC. En realidad, gran parte del abultado presupuesto de la SEC fue destinado a la contratación de más personal, del equivalente de 2.841 empleados a tiempo completo en 2000 a 3.568 en 2008, un aumento del 26 por ciento. El tamaño del personal de la SEC es más de ocho veces aquel de la Comisión para la Seguridad de los Productos de Consumo (CPSC, por su sigla en inglés), por ejemplo, la cual supervisa miles de productos de consumo al año.
Cifras comparables para agencias reguladoras de la banca muestran un pequeño declive en funcionarios de 13.310 en 2000 a 12.910 en 2008, aunque esto se debe completamente a reducciones de personal en los bancos regionales de la Reserva Federal producto de cambios en sus actividades para efectivizar cheques (las cuales se hacen ahora en gran medida de manera electrónica), y en la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC, por su sigla en inglés), conforme fue reduciéndose su personal de resolución que trataba de sanear los quiebras bancarias de los noventa. Otras agencias de regulación bancaria, tales como la Oficina del Controlador de la Moneda—la cual supervisa bancos nacionales como Citibank—aumentaron considerablemente el tamaño de su personal entre 2000 y 2008.
Otra forma de cuantificar las regulaciones es mediante el número absoluto de normas emitidas por un departamento o agencia. El principal regulador financiero, el Departamento del Tesoro, el cual incluye tanto a la Oficina del Controlador de la Moneda como a la Oficina de Control de las Cajas de Ahorro, vio el promedio anual de nuevas regulaciones propuestas aumentar de alrededor de 400 en los noventa a más de 500 en esta década. Durante los noventa y los 2000, la SEC emitió aproximadamente 74 regulaciones al año.
Dejando a un lado la interrogante de si los reguladores de la banca y los valores estaban haciendo su trabajo de manera agresiva o no, una cosa queda clara: en años recientes hemos experimentado un número creciente de reguladores en acción y un número creciente de regulaciones.
Gramm-Leach-Bliley
Un punto central para cualquier aseveración de que la desregulación causó la crisis es la ley Gramm-Leach-Bliley. La esencia de Gramm-Leach-Bliley es la derogación de la ley Glass-Steagall de la época del Nuevo Trato, la cual prohibía mezclar la banca comercial con la banca de inversión. Los bancos de inversión asisten a las corporaciones y a los gobiernos al financiar, mercadear y asesorar sobre deuda y patrimonio emitido. En muchas ocasiones también realizan grandes operaciones comerciales en las que compran y venden valores financieros tanto a nombre de sus clientes como a nombre propio. Los bancos comerciales aceptan depósitos asegurados y hacen préstamos a hogares y negocios. La crítica sobre la desregulación establece que una vez que el Congreso abrió el camino para que se fusionaran los bancos comerciales con los de inversión, los bancos de inversión se vieron incentivados a tomar mayores riesgos, al tiempo que se reducía la cantidad de patrimonio que se les requería tener contra los activos denominados en dólares.
Sin embargo, hay preguntas acerca de cuánto impacto tuvo la ley en los mercados financieros y si esta tuvo influencia alguna en la crisis actual. Incluso antes de su aprobación, los bancos de inversión ya tenían permiso de comerciar y tener los mismos activos financieros que se encuentran en el centro de la crisis: valores respaldados por hipotecas, derivados, garantía contra incumplimiento de obligaciones, obligaciones de deuda colateral (CDO, por su sigla en inglés). El cambio en las actividades de los bancos de inversión hacia portafolios comerciales importantes se debió al aumento en su base capital, lo cual fue el resultado de que muchos de los bancos de inversión se habían convertido en empresas transadas en bolsa, una estructura permitida bajo la ley Glass-Steagall.
Segundo, muy pocas empresas con intereses financieros decidieron combinar actividades de banca de inversión con aquellas de banca comercial. Los dos bancos de inversión cuyos fracasos han llegado a simbolizar la crisis financiera, Bear Stearns y Lehman Brothers, no estaban afiliados a ninguna institución que captara depósitos. En cambio, si Bear o Lehman hubieran contado con una fuente grande de depósitos asegurados, probablemente habrían sobrevivido sus problemas de liquidez a corto plazo. Como el ex presidente Bill Clinton le dijera a Business Week en 2008, “No creo que firmar esa ley tuviera algo que ver con la crisis actual. De hecho, una de las cosas que ha ayudado a estabilizar la situación actual es la compra de Merrill Lynch por parte de Bank of America, lo cual fue mucho más fácil de lo que hubiera sido si yo no hubiese firmado esa ley”.
Gramm-Leach-Bliley ha sido presentada tanto por sus defensores como por sus detractores como una revolución en cuanto a servicios financieros. Sin embargo, la ley en sí tuvo poco impacto sobre las actividades comerciales de los bancos de inversión. Las actividades fuera del balance general de Bear y Lehman eran permitidas antes de que esa ley se aprobara. Ni tampoco estas actividades comerciales socavaron a algún banco comercial afiliado ya que Bear y Lehman no tenían bancos comerciales afiliados. Adicionalmente, esos grandes bancos que sí combinaron la banca de inversión con la comercial han sobrevivido a la crisis de mejor forma que aquellos que no lo hicieron.
¿La SEC desreguló a la banca de inversión?
Una de las supuestas “desregulaciones” producto de la mezcla de la banca de inversión con la comercial fue el aumento en el apalancamiento de los bancos de inversión permitido por la SEC. Luego de que muchos bancos de inversión se volvieron empresas con participación financiera, los reguladores europeos procedieron a someter a las sucursales europeas de estas empresas a las regulaciones de capitales dictadas por Basilea II, una serie de recomendaciones para la regulación de capitales bancarios desarrollada por el Comité de Basilea para la Supervisión Bancaria, una organización de reguladores de banca internacional. Con el fin de proteger su territorio frente a los reguladores europeos, la SEC implementó un plan similar en 2004.
No obstante, la reducción en las proporciones de capital para los bancos de inversión realizada por la SEC no fue simplemente un cambio en las reglas existentes. La SEC vio la norma como un paso más allá de su mandato tradicional de proteger al inversionista hacia uno de supervisar todas las operaciones de un banco de inversión. El uso voluntario de las regulaciones de Basilea sobre los capitales fue visto como solo una pequeña parte de un sistema de regulaciones significativamente ampliado, como lo expresó el vocero de la SEC, John Heine: “La norma de 2004 emitida por la Comisión fortaleció la supervisión de los mercados de valores, porque antes de su adopción no había supervisión formal, requisitos de liquidez, y tampoco habían requisitos de capital para las compañías propietarias de banca de inversión”.
Los requisitos más estrictos le dieron a la SEC responsabilidades más amplias en términos de supervisión prudencial de los bancos de inversión y las compañías propietarias de éstos.
Los derivados como una trampa financiera
Luego de Gramm-Leach-Bliley, la aseveración más común que se hace cuando se culpa a la desregulación es que tanto el Congreso como los reguladores ignoraron las múltiples advertencias acerca de los riesgos involucrados en los instrumentos derivados, particularmente las garantías en contra de incumplimientos de obligaciones (CDOs), y eligieron no imponer la regulación requerida. En 2003, Warren Buffet llamó a los derivados “armas de destrucción financiera masiva”, y advirtió que la concentración de riesgo de los derivados en unos cuantos actores constituía “serios problemas sistémicos”. Buffet no estaba solo en clamar por una regulación a los derivados.
Pero, ¿habría prevenido la crisis financiera un poco más de regulación sobre los instrumentos derivados?
Durante la presidencia de Brooksley Born al frente de la Comisión de Negociación de Futuros de Materias Primas (CFTC, por su sigla en inglés), ella publicó un estudio conceptual delineando cómo la CFTC debería abordar la regulación de los derivados. Sus sugerencias fueron severamente criticadas tanto por miembros de la administración Clinton, incluyendo a Robert Rubin y a Larry Summers, y por los principales miembros de los comités de supervisión de la CFTC en el Congreso.
La principal sugerencia de Born era requerir que los instrumentos derivados fueran negociados a través de un intercambio regulado por una contraparte central, una propuesta actualmente promovida por el secretario del Tesoro. Timothy Geithner. Actualmente la mayoría de los derivados son negociados como contratos individuales entre dos partes, cada una siendo una contraparte del otro, con cada parte asumiendo el riesgo de que el otro puede que no sea capaz de cumplir sus obligaciones contractuales. Una contraparte central se colocaría entre los dos lados de un contrato de derivados, garantizando el desempeño del uno con el otro. Los que proponen este método dicen que una contraparte central habría prevenido la concentración de riesgo de derivados en unas pocas entidades, tales como AIG, y hubiera prevenido el riesgo sistémico que surgió de los lazos entre AIG y sus diversas contrapartes.
El defecto más básico de tener una contraparte centralizada es que no reduce en nada el riesgo, simplemente lo concentra. También aumenta las probabilidades de un salvataje con dinero del contribuyente, ya que es más probable que el Estado intervenga y salga al rescate de una caja de compensación centralizada que al de empresas privadas. En el caso de AIG, el vicepresidente de la Reserva Federal, Donald Kohn, le afirmó al Comité de Banca del Senado que el riesgo para las contrapartes con derivados de AIG no tuvo nada que ver con la decisión de la FED de rescatar a la aseguradora, y que todas sus contrapartes habrían sobrevivido una mora de pagos por parte de AIG. El propósito de una caja de compensación centralizada es permitirles a los usuarios de los derivados separar el riesgo del contrato de un derivado del riesgo de una mora por parte del emisor de dicho contrato en los casos en que el emisor no esté en capacidad de cumplir con sus obligaciones. Dicho arreglo podría de hecho aumentar la demanda y el uso de los derivados.
Los que proponen una mayor regulación de los derivados también ignoran el hecho de que gran parte del uso de éstos por parte de los bancos es el resultado directo de la regulación, en lugar de la ausencia de ésta. Hasta el tanto los derivados tales como las garantías contra incumplimiento de obligaciones (CDOs) reduzcan el riesgo de los préstamos o valores que tienen los bancos, las regulaciones de Basilea permiten que los bancos reduzcan el capital que tienen como respaldo a dichos préstamos.
Una de las propuestas de Born era imponer requisitos de capital a los usuarios de los derivados. Eso ignora la realidad de que a las contrapartes ya se les requiere que declaren su colateral cuando utilizan derivados. De hecho, no fue el fracaso de su posición en derivados lo que resultó en el colapso de AIG sino más bien un aumento en los pedidos de más colateral que hicieron sus contrapartes.
Los derivados no crean pérdidas, simplemente las transfieren; por cada pérdida en una posición de derivados hay una ganancia correspondiente del otro lado; las pérdidas y ganancias siempre suman cero. El valor de los derivados es que permiten la separación de varios riesgos y la transferencia de esos riesgos a partes que son más aptas para asumirlos. Transferir ese riesgo a una contraparte central con requisitos de capital probablemente hubiera sido igual de efectivo que lo que fue agregar el total del riesgo en los mercados hipotecarios al balance de Fannie Mae y Freddie Mac. La regulación nunca substituirá uno de los principios básicos de las finanzas: la diversificación.
Las agencias calificadoras de crédito
Cuando no se pueden encontrar los supuestos ejemplos de desregulación, los defensores de más regulación muchas veces caen en el argumento de que el fracaso de un regulador de imponer nuevas regulaciones es muestra del fracaso de la desregulación. El estatus de las agencias calificadoras de crédito en los mercados financieros muchas veces es presentada como un ejemplo de esto.
Las agencias calificadoras de crédito pueden servir potencialmente como un monitor independiente del comportamiento corporativo. Que estas muchas veces han fracasado en dicho papel es generalmente reconocido; por qué han fracasado es el verdadero debate. Los defensores de mayor regulación dicen que como las agencias calificadoras de crédito son pagadas por los emisores de los valores, su interés real está en hacer felices a sus clientes al proveer las calificaciones más altas posibles. Además, dicen que las agencias calificadoras han utilizado sus protecciones de “libertad de expresión” para evitar cualquier responsabilidad legal o escrutinio de los reguladores por el contenido de sus calificaciones.
La regulación moderna de las agencias calificadoras de crédito empezó con la revisión de la SEC de sus regulaciones en cuanto a capitales para corredores de bolsa/agentes en 1973. Bajo las reglas para capitales de la SEC, un corredor de bolsa o agente debe escribir el valor de los activos riesgosos o especulativos en su balance con la finalidad de reflejar el nivel de riesgo. Al definir el riesgo de los valores, la SEC ligó la medida del riesgo a la calificación de crédito del valor en cuestión, poniendo a los valores no calificados como los de más alto riesgo. Los reguladores bancarios luego extendieron esta práctica de delegar la supervisión del riesgo en la banca comercial a las agencias calificadoras de crédito bajo las implementación de los estándares para capitales de Basilea.
La SEC, al diseñar sus regulaciones para capitales, estaba preocupada de que si permitía que agencias calificadoras de crédito externas definieran el riesgo, algunas de estas se verían tentadas a simplemente vender calificaciones favorables sin importar el verdadero riesgo. Para resolver este riesgo percibido, la SEC decidió que solamente las Organizaciones Estadísticas Nacionalmente Reconocidas (NRSROs, por su sigla en inglés) podrían tener sus calificaciones con reconocimiento por parte de la SEC y solamente estas podían ser utilizadas para cumplir con los requisitos establecidos en las regulaciones para capitales. Al definir las capacidades de una NRSRO, la SEC deliberadamente excluyó a nuevos entrantes y consolidó a las empresas existentes, tales como Moody’s y Standard and Poor’s.
Al tratar de resolver un problema imaginario, una supuesta carrera hacia el fondo en la calidad de las calificaciones, la SEC logró crear un verdadero problema, un oligopolio en la industria de la calificación del crédito. Una consecuencia de este oligopolio fue que desde principios de los setenta, las agencias calificadoras se apartaron de su práctica histórica de mercadear y vender calificaciones principalmente a los inversionistas, y a cambio vendían cada vez más a los emisores de deuda. Ahora que contaban con una clientela cautiva, los emisores de deuda, las agencias calificadoras rápidamente adaptaron su modelo de negocios a esta nueva realidad.
El daño habría sido lo suficientemente grande si la SEC se hubiera detenido ahí. Sin embargo, durante los ochenta y los noventa la SEC afianzó aún más el poder de mercado de las agencias calificadoras en cuestión. Por ejemplo, en los ochenta la SEC limitó los fondos de mercado monetario a los valores que tenían grado de inversión, como lo definían las NRSROs. Ese requisito luego fue extendido a las empresas dueñas de fondos de mercado monetario. Los reguladores bancarios y los inspectores estatales de seguros siguieron el ejemplo de basar sus regulaciones de seguridad y solidez en el uso de valores aprobados por las NRSROs.
El conflicto de intereses entre las calificadoras y los emisores no es el resultado de la ausencia de regulación, sino más bien el resultado directo y predecible de la regulación. La solución a este problema es eliminar los privilegios monopólicos de las NRSROs y hacer que ellas compitan en el mercado.
¿Prestamistas rapaces o prestatarios rapaces?
Por mucho que las pérdidas de la crisis financiera hayan estado concentradas en el mercado hipotecario y particularmente en valores respaldados por hipotecas subprime, los defensores de más regulaciones han argumentado que la crisis financiera podría haberse evitado si los reguladores federales hubieran eliminado las prácticas rapaces en el mercado hipotecario. Tal aseveración ignora que la gran mayoría de las hipotecas en mora estaban en manos de especuladores o eran la consecuencia de las mismas razones que siempre resultan en una mora sobre una hipoteca: pérdida de trabajo, gastos en atención médica, y divorcio.
La característica hipotecaria más estrechamente asociada con una mora es la cantidad de patrimonio del prestatario. En lugar de ayudar a fortalecer los estándares de financiamiento, el gobierno federal lideró el movimiento para reducirlos. A través de los años, la Administración Federal para la Vivienda (FHA, por su sigla en inglés) redujo sus requisitos para pago inicial, desde un 20 por ciento en los años treinta al punto que hoy uno puede conseguir un préstamo de la FHA con un pago inicial de solamente 3,5 por ciento.
El argumento del crédito rapaz establece que los prestatarios fueron atraídos hacia préstamos insostenibles—muchas veces debido a tentadoras bajas tasas de intereses—los prestatarios luego entraron masivamente en mora, causando declives en los precios de las viviendas, lo cual derivó en una caída general en el mercado hipotecario. Para que este argumento tenga alguna validez, el aumento en la tasa de mora hipotecaria tuvo que preceder la caída en los precios de las casas. De hecho, lo opuesto ocurrió, con la tasa nacional de apreciación del precio de las viviendas llegando a su pico en el segundo cuarto de 2005 y el nivel de precios absoluto llegando a su tope en el segundo cuarto de 2007; el aumento dramático en las nuevas moras hipotecarias no tuvo lugar hasta el segundo cuarto de año de 2007. Si bien es de esperarse que haya cierta retroalimentación entre los precios y la cantidad de hipotecas en ejecución, la evidencia respalda la teoría de que las caídas iniciales en la apreciación de los precios y luego las caídas absolutas de los mismos condujeron a aumentos en la ejecución de hipotecas en lugar de que préstamos insostenibles hayan conducido a caídas en los precios.
Normalmente uno esperaría que los inversionistas en valores relacionados a hipotecas impongan la disciplina de mercado sobre los prestamistas, asegurándose de que las pérdidas se mantengan dentro de las expectativas. La disciplina de mercado empezó a erosionarse en 2005 conforme Fannie Mae y Freddie Mac se convirtieron en los principales compradores de valores respaldados por hipotecas subprime. Cuando el mercado estaba en su punto más alto, Fannie y Freddie compraron más del 40 por ciento de los valores respaldados por hipotecas subprime. Esta también fue la cosecha de préstamos que ha tenido el peor de los desempeños; los préstamos subprime que aparecieron antes de 2005 se han desempeñado en gran medida dentro de las expectativas. Al entrar a este mercado con tanta fuerza, Fannie y Freddie aumentaron considerablemente la demanda de valores subprime, y como en última instancia podían transferir sus pérdidas al fisco, tenían pocos incentivos para monitorear efectivamente la calidad del crédito que financiaban.
Conclusión
Las últimas décadas han presenciado una expansión significativa en el número de regulaciones y reguladores financieros, a diferencia de lo que se asevera frecuentemente de que nuestras regulaciones financieras habían sido “desmanteladas”. Si bien es posible que muchos reguladores hayan sido cortoplacistas o que confiaron demasiado en su habilidad de salvar del colapso a nuestros mercados financieros, dichos defectos son atribuibles a la regulación, y no a la desregulación. Cuando uno escarba la superficie del argumento de la “desregulación”, se vuelve evidente que los supuestos culpables, como la Ley Gramm-Leach-Bliley, no causaron la actual crisis y que la supuesta negativa de los reguladores de confrontar los derivados y las hipotecas “rapaces” habría tenido poco impacto en la manera en que se desarrollaron las cosas, ya que estos asuntos no se encontraban en el centro de la crisis. Para explicar la crisis financiera, y evitar la siguiente, debemos analizar el fracaso de la regulación, no el de una mítica desregulación.

¿Fue la desregulación la causante de la crisis financiera?

Mark Calabria explica en este ensayo que el grado de intervención estatal en el sector financiero y de crédito para viviendas de EE.UU. Calabria cree que ahí se encuentra la explicación a la reciente crisis financiera.
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Mark A. Calabria es Director de Estudios de Regulaciones Financieras.
También puede leer este ensayo en formato PDF aquí.

El relato popular en Washington es que una década de desregulaciones permitió y alentó los excesos de Wall Street, lo cual desembocó en la crisis financiera actual. Sin ningún cuestionamiento, esta novela probablemente servirá de base para cualquier reforma financiera. Implementar medidas de este tipo basadas en fundamentos así de defectuosos solamente asegurará que las próximas crisis financieras sean más frecuentes y más severas.
¿Desmantelando el Estado regulador?
Aunque es la calidad y el fundamento de la regulación lo que tiene que estar en el centro de cualquier debate respecto al papel de las regulaciones en la crisis financiera, una manera directa de cuantificar las regulaciones es calculando los dólares del presupuesto y la cantidad de personas que trabajan en las agencias de regulación financiera. En un estudio para el Mercatus Center, Veronique de Rugy y Melinda Warren descubrieron que lo asignado para gastos por regulación bancaria y financiera aumentó de únicamente $190 millones en 1960 a $1.900 millones en 2000 y a más de $2.300 millones en 2008 (en dólares constantes de 2000).


Sunday, August 21, 2016

El papel de Clinton en la crisis financiera

Por Charles Philbrook

ILE

Debo confesar que no pensaba escribir sobre esta mega crisis por un buen tiempo. Y no pensaba hacerlo porque todo lo que he escrito en relación a ésta desde hace más de dos años se encuentra, en blanco y negro, disperso por toda la galaxia virtual de Internet. Ya no quedaba mucho por decir: el exceso especulativo en los mercados era demasiado grande como para no llamar la atención de cualquier economista medianamente informado en el tema; era demasiado grande como para que uno no se preguntara de dónde venía ese oxígeno que alimentaba ese fuego infernal, y demasiado grande como para no escribir sobre este Armagedón financiero en cierne.



Y eso hice, hasta que el recuerdo de la maldición de Casandra me llevó por otros rumbos alejados de la redacción y de la prosa. Pero en las últimas semanas el colapso en los mercados ha llevado a que la izquierda económica salga, en tono triunfal, a declarar la muerte del libre mercado -que aseguran fue por suicidio-. Seguir callado, como se comprenderá, dejaba de ser una opción. Un reducido número de economistas advertimos sobre el tsunami que se nos venía encima. La inmensa mayoría de nuestros colegas en la profesión, o no vio la ola o, si la vio, supuso que las nuevas condiciones oceanográficas favorecían la práctica del surfing.
Ahora que la naturaleza y la magnitud de la crisis quedan al descubierto, son estos economistas precisamente los que han cambiado la trusa de baño por el traje de tres piezas de analista económico, y pontifican en cuanto medio de comunicación pueden acerca del rol que el Estado debe tener en la solución del problema, que atribuyen a una "falla de mercado". ¿Falla de mercado ...o falla de gobierno? Esta es la pregunta que me lleva a tomar la pluma una vez más.
¡Pero no se apresure en responder! Esta gran crisis financiera, poliédrica, de la cual el inmobiliario es uno de los lados, tiene en William Jefferson Clinton, el ex presidente norteamericano, uno de sus tantos responsables. Y no lo afirmo yo: es lo que se deduce de esta nota publicada hace casi diez años en el órgano oficial de la izquierda norteamericana, el neoyorquinísimo New York Times, firmada por Steven A. Holmes, en la que ya el título dejaba presagiar lo que se estaba fraguando: "Fannie Mae flexibiliza crédito para estimular el préstamo hipotecario". Como la nota es larga, transcribo algunos de los párrafos relevantes:
"[C]on el fin de ayudar a que las minorías y la población de menores ingresos se hagan de una casa, Fannie Mae Corporation planea reducir los requerimientos crediticios que le pide a la banca al momento de comprarle su cartera hipotecaria". (...)

"Este plan piloto, en el que en un comienzo participarán 24 bancos en 15 ciudades (incluyendo el área metropolitana de Nueva York), busca incentivar a los bancos a que concedan préstamos hipotecarios a personas a las que su historial crediticio no les permite obtener préstamos convencionales". (...)

"Fannie Mae, el suscriptor de préstamos hipotecarios más grande del país, se encuentra presionado en gran forma, por un lado, por la Administración Clinton, que insiste en que aumente su cartera de colocaciones hipotecarias entre los grupos de menores ingresos y, por otro, por sus accionistas, que buscan que mantenga su alto nivel de rentabilidad."

"[Por su parte], los bancos, las instituciones de ahorro y crédito y las compañías de préstamos hipotecarios también presionan a Fannie Mae para que los ayude a otorgar cada vez mayores préstamos a personas de alto riesgo crediticio ("subprime borrowers"). Los ingresos, el historial de crédito y los niveles de ahorro de estos deudores les impiden acceder a préstamos hipotecarios convencionales, y es por eso que cuando obtienen préstamos, éstos vienen con tasas de interés altas --de 3 a 4% por encima de las tasas convencionales." (...)
"'Fannie Mae ha logrado que millones de hogares accedan a la casa propia al reducir los requerimientos del depósito inicial', afirma su presidente, Franklin D. Raines." (...)
"Este nuevo segmento crediticio [los clientes 'subprime'] lleva a Fannie Mae a que asuma un progresivo riesgo, el cual no presenta problemas en épocas de crecimiento económico. Sin embargo, podría encontrarse en graves apuros cuando los vientos cambien, obligando al gobierno a emprender un rescate financiero, como el de los bancos de ahorro y préstamos [Savings & Loans] en los noventa". ("Fannie Mae eases credit to aid mortgage lending", New York Times, 30/setiembre/1999)

Queda claro, entonces, que todo este caos y pánico financiero tiene su origen en el hecho que a alguien en la Casa Blanca se le ocurrió que el populismo económico no tenía por qué ser monopolio de las democracias tercermundistas --de ambos lados del espectro político--, y si John no tenía ahorros para adquirir una vivienda, "no problem, sir", se le reducía o eliminaba el depósito inicial, y si ahora era Peter el que no tenía los ingresos necesarios, "no problem, sir", había que ver la manera de utilizar algo de alquimia financiera y contabilidad creativa para que el pago mensual, los primeros tres o cuatro años, fuese artificialmente bajo --aunque luego se duplicara y hasta triplicara--. Estas personas de bajos ingresos, que las medidas clintonianas buscaban capturar en una versión primermundista de clientelismo político, despiertan ahora del sueño de la casa propia a la pesadilla de la casa embargada. Quienes desde el gobierno planearon y ejecutaron esta política de Estado olvidaron algo fundamental: en la historia económica de la humanidad no existe un solo caso exitoso de creación de riqueza por decreto. Toda creación de riqueza es un largo y complejo proceso de reconversión de ahorro en inversión. Sin ahorro no hay inversión, y sin inversión no hay crecimiento económico. Así de simple.

Pero el demócrata Clinton especuló que la dinámica del juego de espejos, por el cual se genera la sensación de un túnel sin fin cuando se colocan uno frente al otro, podía aplicarse con buenos resultados colocando al mercado inmobiliario frente al mercado de valores (¡como dos espejos!). Se equivocó rotundamente, y ahora la gente tiene que abandonar sus casas, y ahora a él le queda el juicio de la historia.

Cómo podía saber el New York Times que, diez años después de su nota, ésta se usaría como prueba para responsabilizar a un ex presidente norteamericano de asesinato en primer grado del mercado hipotecario. Sí, los mercados no cometieron suicidio: fueron amordazados, atados de pies y manos y, posteriormente, estrangulados por la intervención estatal y las distorsiones y efectos perversos que ésta trajo consigo. Ahora viene la gran purga de todos los excesos en la economía y por eso tiembla el gran edificio financiero global. Adam Smith, finalmente, ha decidido realizar una limpieza general de la casa, y cuando hace la limpieza --nos enseña la historia-- siempre empieza por los rincones más sucios. Ayer fue el mercado hipotecario; hoy, el crediticio; mañana, quién sabe. And, boy, is he pissed!

El papel de Clinton en la crisis financiera

Por Charles Philbrook

ILE

Debo confesar que no pensaba escribir sobre esta mega crisis por un buen tiempo. Y no pensaba hacerlo porque todo lo que he escrito en relación a ésta desde hace más de dos años se encuentra, en blanco y negro, disperso por toda la galaxia virtual de Internet. Ya no quedaba mucho por decir: el exceso especulativo en los mercados era demasiado grande como para no llamar la atención de cualquier economista medianamente informado en el tema; era demasiado grande como para que uno no se preguntara de dónde venía ese oxígeno que alimentaba ese fuego infernal, y demasiado grande como para no escribir sobre este Armagedón financiero en cierne.


Cómo el gobierno de EE.UU. creó la crisis financiera

Por John B. Taylor

Muchos están pidiendo una comisión como la del 11 de septiembre de 2001 para investigar la crisis financiera. Cualquier investigación como esta no debería descartar al mismo gobierno como un gran culpable. Mi investigación muestra que las acciones e intervenciones del gobierno —no una falla inherente o la inestabilidad de la economía privada— causaron, prolongaron y drásticamente empeoraron la crisis.
La clásica explicación de las crisis financieras es que son causadas por excesos —con frecuencia excesos monetarios— que llevan a un auge y un inevitable colapso. Esta crisis no fue diferente: un boom de la vivienda seguido por un desplome provocó cesaciones de pagos, la implosión de hipotecas y valores relacionados a hipotecas de instituciones financieras, y la resultante agitación financiera.


Los excesos monetarios fueron la principal causa del auge. La Reserva Federal de Estados Unidos mantuvo su meta para la tasa de interés, especialmente en 2003-2005, muy por debajo de las conocidas normas monetarias que señalan que una buena política debería estar basada en experiencia histórica. Mantener las tasas de interés en el camino en el que funcionaron bien en las últimas dos décadas, en lugar de mantenerlas tan bajas, habría prevenido el auge y el colapso. Investigadores de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico han presentado evidencia corroborativa de otros países: mientras más alto el grado de exceso monetario en un país, mayor fue el boom de la vivienda.
Los efectos del auge y el colapso fueron amplificados por varios factores, incluyendo el uso de hipotecas subprime (o de alto riesgo) y de tasas variables, que provocaron la toma excesiva de riesgos. También hay evidencia de que la excesiva toma de riesgos fue estimulada por tasas de interés excesivamente bajas. Las tasas de impagos y ejecuciones hipotecarias están inversamente relacionadas a la inflación del precio de las viviendas. Estas tasas cayeron rápido durante los años en los que los precios de las viviendas subieron rápido, probablemente descarrilando muchos programas de suscripción de hipotecas y engañaron a mucha gente.
Las hipotecas subprime, de tasas variables y de otras clases fueron atados en muy complejos valores respaldados por hipotecas. Las agencias calificadoras subestimaron el riesgo de estos valores, ya sea por falta de competencia, irresponsabilidad o más probablemente la inherente dificultad de evaluar el riesgo debido a la complejidad.
Otras acciones del gobierno también estuvieron en juego: las empresas patrocinadas por el gobierno Fannie Mae y Freddie Mac fueron alentadas a expandirse y comprar valores respaldados por hipotecas, incluyendo aquellas armadas con riesgosas hipotecas subprime.
La acción del gobierno también contribuyó a prolongar la crisis. Considere que la crisis financiera se agudizó el 9 y 10 de agosto de 2007, cuando las tasas de interés del mercado de dinero subieron pronunciadamente. Los spreads de tasas de interés, como la diferencia entre préstamos interbancarios a tres meses y a un día, se dispararon a niveles sin precedentes.
Diagnosticar la razón de este repentino aumento era esencial para determinar qué tipo de respuesta política era necesaria. Si la liquidez era el problema, entonces proveer más liquidez facilitando préstamos en la ventanilla de descuento de la Reserva Federal (Fed), o abriendo nuevas ventanillas o líneas de crédito, sería lo apropiado. Pero si el riesgo de contraparte estaba detrás del repentino aumento en las tasas de interés del mercado de dinero, entonces sería apropiado un enfoque directo en la calidad y la transparencia del balance del banco.
Al principio, las autoridades diagnosticaron mal la crisis como una de liquidez y recetaron el tratamiento equivocado.
Para proveer más liquidez, la Fed creó la Línea de Crédito de Subastas a Plazo (TAF por sus siglas en inglés) en diciembre de 2007. Su principal objetivo era reducir los spreads de tasas de interés en los mercados de dinero y aumentar el flujo de crédito. El TAF, no obstante, no pareció hacer mucha diferencia. Si la razón del spread era el riesgo de contraparte, a diferencia de la liquidez, esto no es una sorpresa.
Otra pronta respuesta política fue el Acta de Estímulo Económico de 2008, aprobado en febrero. El principal objetivo de este paquete era enviar US$100.000 millones en efectivo a individuos y familias para que tuvieran más para gastar, y de esta manera impulsar el consumo y la economía. Sin embargo, la gente gastó poco o nada del descuento temporal (como predijo la teoría de ingresos permanentes de Milton Friedman, la cual sostiene que los aumentos temporales en los ingresos, a diferencia de los permanentes, no provocan incrementos significativos en el consumo). El consumo no fue impulsado.
La tercera respuesta política fue la gran reducción en la meta para la tasa de interés de fondos federales a 2% en abril de 2008, de 5,25% en agosto de 2007. Esta fue más drástica de lo que prescribirían normas monetarias como mi propia Regla Taylor. El efecto más evidente de este recorte de tasa fue una pronunciada depreciación del dólar y un gran aumento del precio del petróleo. Después del comienzo de la crisis, el precio del crudo se duplicó a más de US$140 en julio de 2008, antes de desplomarse a medida que disminuían las expectativas de crecimiento económico mundial. Para entonces, sin embargo, el daño del alto precio del petróleo ya estaba hecho.
Después de un año de tales erróneas prescripciones, la crisis empeoró repentinamente en septiembre y octubre de 2008. Presenciamos una seria restricción del crédito, que seriamente debilitó una economía que ya estaba sufriendo por el persistente impacto del aumento del precio del petróleo y la crisis inmobiliaria.
Muchos han argumentado que la razón de este mal paso fue la decisión del gobierno de no prevenir la bancarrota de Lehman Brothers durante el fin de semana del 13 y 14 de septiembre. Un estudio de este evento sugiere que la respuesta es más complicada y estaba en otra parte.
Aunque los spreads de tasas de interés aumentaron ligeramente el lunes 15 de septiembre, se mantuvieron en el rango observado durante el año previo y permanecieron allí el resto de la semana. El viernes 19 de septiembre, el Departamento del Tesoro anunció un paquete de rescate, aunque no reveló su tamaño o los detalles. Durante el fin de semana se armó el paquete, y el martes 23 de septiembre, el presidente de la Fed, Ben Bernanke, y el secretario del Tesoro, Henry Paulson, testificaron ante el Comité de Banca del Senado. Los funcionarios presentaron el Programa de Alivio de Activos en Problemas (TARP por sus siglas en inglés), indicando que sería de US$700.000 millones. Proporcionaron un corto borrador de legislación, sin ninguna mención de la supervisión y con pocas restricciones sobre el uso de los fondos.
Los dos hombres fueron indagados intensamente y la reacción fue bastante negativa, juzgando por el gran volumen de correo negativo que recibieron muchos miembros

Cómo el gobierno de EE.UU. creó la crisis financiera

Por John B. Taylor

Muchos están pidiendo una comisión como la del 11 de septiembre de 2001 para investigar la crisis financiera. Cualquier investigación como esta no debería descartar al mismo gobierno como un gran culpable. Mi investigación muestra que las acciones e intervenciones del gobierno —no una falla inherente o la inestabilidad de la economía privada— causaron, prolongaron y drásticamente empeoraron la crisis.
La clásica explicación de las crisis financieras es que son causadas por excesos —con frecuencia excesos monetarios— que llevan a un auge y un inevitable colapso. Esta crisis no fue diferente: un boom de la vivienda seguido por un desplome provocó cesaciones de pagos, la implosión de hipotecas y valores relacionados a hipotecas de instituciones financieras, y la resultante agitación financiera.

Wednesday, August 17, 2016

PREMIO NOBEL JOSEPH STIGLITZ ADVIERTE DEL RIESGO DE OTRA CRISIS FINANCIERA

El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz ha advertido del riesgo de una nueva crisis financiera, afirmando que “Las principales políticas aplicadas después de la crisis han empeorado las cosas”.


La economía mundial siguió tambaleándose en 2015, siete años después del comienzo de la crisis financiera global en 2008.
Según datos del informe de la ONU ‘Situación y perspectivas de la economía mundial 2016’, la tasa media de crecimiento en las economías desarrolladas registró una caída de más del 54% desde la crisis. Unos 44 millones de personas están en paro en los países desarrollados, mientras que la inflación ha alcanzado sus niveles más bajos desde la crisis.
Asimismo, las tasas de crecimiento de los países avanzados también se han hecho más inestables, una tendencia que el ganador del premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz considera sorprendente, puesto que “siendo economías desarrolladas con cuentas de capital completamente abiertas, deberían haberse beneficiado del flujo libre del capital y el riesgo compartido internacionalmente y así haber sufrido poca inestabilidad macroeconómica”.
“Más aún, las transferencias sociales, incluidos los subsidios de desempleo, deberían haber permitido a las familias estabilizar su consumo”, añade el economista y profesor estadounidense en su artículo publicado por el portal Project Syndicate.
“El problema consiste en que las principales políticas que se han aplicado después de la crisis —el saneamiento presupuestario y la flexibilización cuantitativa (FC) por parte de los principales bancos centrales— han contribuido poco para estimular el crecimiento, las inversiones, el consumo de las familias. Al contrario, han tendido a empeorar las cosas”
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Para Stiglitz, es obvio que mantener las tasas de interés cerca del cero no aumenta necesariamente los niveles de crédito o inversiones.



“Cuando a los bancos se les da la libertad de elección, escogen ganancias sin riesgo o incluso la especulación financiera en lugar de préstamos que apoyarían el objetivo más amplio del crecimiento económico”
La Flexibilización Cuantitativa debería haber ido acompañada de unas tareas específicas para los bancos, opina Stiglitz. En lugar de animar a los bancos a no prestar, se les debería haber penalizado por guardar reservas excesivas.
“Parece que el torrente de liquidez ha ido de manera desproporcionada a crear riqueza financiera e inflar burbujas de activos, más que a reforzar la economía real”
“Pese a las bruscas caídas en los precios de las acciones en todo el mundo, la capitalización de mercado como cuota del PIB mundial continúa alta. No se puede ignorar el riesgo de otra crisis financiera”, concluye Stiglitz.
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Fuente: http://www.project-syndicate.org/commentary/whats-holding-back-the-global-

PREMIO NOBEL JOSEPH STIGLITZ ADVIERTE DEL RIESGO DE OTRA CRISIS FINANCIERA

El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz ha advertido del riesgo de una nueva crisis financiera, afirmando que “Las principales políticas aplicadas después de la crisis han empeorado las cosas”.


La economía mundial siguió tambaleándose en 2015, siete años después del comienzo de la crisis financiera global en 2008.
Según datos del informe de la ONU ‘Situación y perspectivas de la economía mundial 2016’, la tasa media de crecimiento en las economías desarrolladas registró una caída de más del 54% desde la crisis. Unos 44 millones de personas están en paro en los países desarrollados, mientras que la inflación ha alcanzado sus niveles más bajos desde la crisis.
Asimismo, las tasas de crecimiento de los países avanzados también se han hecho más inestables, una tendencia que el ganador del premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz considera sorprendente, puesto que “siendo economías desarrolladas con cuentas de capital completamente abiertas, deberían haberse beneficiado del flujo libre del capital y el riesgo compartido internacionalmente y así haber sufrido poca inestabilidad macroeconómica”.
“Más aún, las transferencias sociales, incluidos los subsidios de desempleo, deberían haber permitido a las familias estabilizar su consumo”, añade el economista y profesor estadounidense en su artículo publicado por el portal Project Syndicate.
“El problema consiste en que las principales políticas que se han aplicado después de la crisis —el saneamiento presupuestario y la flexibilización cuantitativa (FC) por parte de los principales bancos centrales— han contribuido poco para estimular el crecimiento, las inversiones, el consumo de las familias. Al contrario, han tendido a empeorar las cosas”
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Para Stiglitz, es obvio que mantener las tasas de interés cerca del cero no aumenta necesariamente los niveles de crédito o inversiones.


GOLDMAN SACHS: “LA TERCERA OLEADA DE LA CRISIS FINANCIERA, A PUNTO DE GOLPEAR EL MUNDO”

Parece que las predicciones nefastas para la economía global por parte de los más altos estamentos financieros, se están sucediendo cada vez con más frecuencia estas últimas semanas.


Todas estas entidades elitistas y mafiosas parecen haberse puesto de acuerdo para advertirnos de que se acercan más momentos difíciles, aunque cabe aclarar que nadie habla de un gran colapso repentino, sino de un largo y continuado declive económico.
El gigante financiero Goldman Sachs lo admitió esta semana cuando sus principales analistas afirmaron que la tercera ola del colapso financiero de 2008, se está acercando rápidamente.
Según Goldman Sachs, la deuda estará en la raíz de la crisis que se aproxima.
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“Esta ola de crisis se caracteriza por los bajísimos precios de las materias primas, el estancamiento del crecimiento en China y de otras economías de mercados emergentes, y la baja inflación mundial.


 
Este triple impacto de la crisis tiene sus raíces en la respuesta a las dos primeras oleadas de la crisis, el colapso bancario y la crisis de la deuda soberana europea, y todo forma parte del llamado superciclo de la deuda de las últimas décadas.
Todos los bancos centrales se apresuraron a bajar las tasas de interés en respuesta a las dos primeras crisis impulsadas por la deuda, alentando a los inversores a prestar en los mercados emergentes como China para obtener un retorno digno.
Ahora que las tasas de interés parece que van a subir, los prestamistas se dirigen hacia las salidas y los inversores se están retirando de los productos básicos, que están estrechamente vinculados con el destino de las economías emergentes”
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Como dijimos en un reciente artículo, titulado: SUENAN LAS ALARMAS: LA ECONOMÍA MUNDIAL A PUNTO DE VENIRSE ABAJO, parece que los grandes clanes mafiosos que han provocado toda esta crisis, están advirtiéndonos de lo que se avecina, como si ellos no tuvieran nada que ver con ello.
Los primeros en advertir sobre la llegada de la nueva oleada de crisis, fueron los medios más alternativos de la red, después les sucedieron algunos economistas y analistas contracorriente y ahora ya son las grandes entidades financieras, lo que indica que pronto (en unos meses quizás) podríamos sufrir las consecuencias…
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GOLDMAN SACHS: “LA TERCERA OLEADA DE LA CRISIS FINANCIERA, A PUNTO DE GOLPEAR EL MUNDO”

Parece que las predicciones nefastas para la economía global por parte de los más altos estamentos financieros, se están sucediendo cada vez con más frecuencia estas últimas semanas.


Todas estas entidades elitistas y mafiosas parecen haberse puesto de acuerdo para advertirnos de que se acercan más momentos difíciles, aunque cabe aclarar que nadie habla de un gran colapso repentino, sino de un largo y continuado declive económico.
El gigante financiero Goldman Sachs lo admitió esta semana cuando sus principales analistas afirmaron que la tercera ola del colapso financiero de 2008, se está acercando rápidamente.
Según Goldman Sachs, la deuda estará en la raíz de la crisis que se aproxima.
Financial Markets Wall Street IMC Financial Markets
“Esta ola de crisis se caracteriza por los bajísimos precios de las materias primas, el estancamiento del crecimiento en China y de otras economías de mercados emergentes, y la baja inflación mundial.


Saturday, July 16, 2016

Las mentiras del PIB argentino

 
Juan Ramón Rallo
Director del Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Mariana (España) y profesor asociado de la Universidad Rey Juan Carlos.
Los Kirchner gobernaron Argentina entre 2003 y 2015, un período que estuvo caracterizado por los peores rasgos del peronismo: populismo, clientelismo, inflacionismo, intervencionismo y parasitismo. Uno de los casos más sonados de degeneración institucional se produjo a comienzos de 2007, cuando el gobierno utilizó los cuerpos policiales para tomar el control del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) y relevar a los encargados de calcular la inflación. La autonomía del INDEC frente al dirigismo político se vio totalmente socavada desde entonces, de modo que las estadísticas oficiales perdieron cualquier credibilidad de manera irremisible.



Las razones de este salvaje intrusismo político no son difíciles de comprender: incluso creyéndonos los datos del INDEC gubernamental, los precios se multiplicaron por cinco desde finales de 2006 a finales de 2015… una media del 19% anual. La inflación es un robo del gobernante sobre el ciudadano inocente, pues le arrebata parte del poder adquisitivo de sus ingresos sin que se haya aprobado oficialmente ninguna subida de impuestos. Lógico, pues, que la cleptocracia kirchnerista quisiera ocultar estadísticamente el desastre inflacionista que estaba perpetrando con el propósito de multiplicar el tamaño del Estado a costa de pauperizar a los argentinos.
En suma, la recuperación argentina fue mucho más débil de lo que nos contaron, sobre todo a partir de 2011.
Pero la magnitud de la mentira peronista no termina en haber enmascarado la inflación. Al cabo, no es posible manipular estadísticamente la evolución de los precios sin, a su vez, afectar a las cifras del PIB. Y es que el PIB es el valor de mercado de los bienes y servicios producidos en un año dentro del país, de manera que la elección de una cifra de inflación u otra juega un papel esencial en su determinación. Por ejemplo, si el valor de mercado de los bienes y servicios fabricados dentro de un país pasa de 100 a 150, diremos que el PIB nominal ha crecido 50%: si suponemos que en ese período la inflación ha sido del 10%, el crecimiento económico real del PIB habrá sido del 40%; si, en cambio, calculamos que la inflación ha alcanzado el 30%, entonces el crecimiento económico real habrá sido sólo del 20%.
Pues bien, la semana pasada, el INDEC argentino publicó su nueva estimación del PIB desde 2004 y los resultados son desoladores: a día de hoy, la economía argentina es un 24% más pobre de lo que creíamos. La razón principal detrás de este corrección es que el país creció 18 puntos menos de lo manifestado por los Kirchner entre 2004 y 2014: es decir, que la recuperación económica posterior al colapso de 2001 fue bastante menos intensa de lo que se nos transmitió durante años. Especialmente significativo es el desfase que se da entre el crecimiento real y el oficial en el período 2011-2014, esto es, durante la segunda y terrible legislatura de Cristina Fernández de Kirchner: mientras que el INDEC politizado había publicado un crecimiento débil pero positivo del 4,2% durante estos años, la realidad fue que la economía se contrajo un 1,5%. Lejos de expandirse, la Argentina de Kirchner y Kicillof llevaba cuatro años en un estancamiento recesivo.
En suma, la recuperación argentina fue mucho más débil de lo que nos contaron, sobre todo a partir de 2011. Muchos de nuestros políticos quisieron convertir al país sudamericano en una referencia a seguir para España: por ejemplo, Alberto Garzón reivindicó las políticas peronistas posteriores a 2001 frente a la austeridad de la Troika, y el propio ministro de Economía argentino que contribuyó a amañar las cuentas del PIB, Axel Kicillof, estuvo el 26 de junio dando apoyo a Unidos Podemos. Pero no, el peronismo no ofrece ningún modelo económico acerca de cómo desarrollarnos: sólo constituye un modelo político de cómo robar a la población mediante la inflación y de cómo embaucarla sistemáticamente para mantenerla ciega ante ese expolio.