Menos conocido, aunque quizá tan relevante como la fuerza laboral, es el empuje empresarial de los mexicanos en este país. Sus pequeños y medianos negocios emplean a millones y han revitalizado las comunidades y los barrios donde se establecen. En Nueva York, este empuje empresarial es innegable, y en buena medida ha tomado la estafeta de los migrantes de Puerto Rico y República Dominicana, que llegaron a la Gran Manzana antes que los mexicanos. Las tiendas de abarrotes en Nueva York son conocidas como “bodegas”, en español, y las lavanderías, gasolineras y tintorerías son todas giros dominados por inmigrantes.
Un informe de 2014 de la Sociedad de las Américas documentó que los inmigrantes crean negocios en los sectores de bienes y servicios dirigidos al consumidor final en una proporción que está muy por encima del porcentaje que representan de la población estadounidense.
Entre este grupo de negocios (comercios minoristas, de la industria de la hospitalidad y establecimientos de servicios), los inmigrantes constituyen 28% de los empresarios establecidos, pese a que sólo cuentan con 16% de la población de Estados Unidos.
Asimismo, los inmigrantes participan en una proporción mucho mayor a su presencia demográfica en salones de manicura, licorerías y restaurantes, de los que poseen 38%. El informe recuerda estudios que han mostrado que, en comparación con los nacidos en Estados Unidos, los inmigrantes son entre 10 y 15% más propensos a crear sus propios negocios.
Si bien no se dispone de cifras de emprendedores y empresarios mexicanos en Estados Unidos, es visible su presencia en Nueva York, donde la migración proveniente de México es relativamente reciente y se volvió masiva en la década de 1990. Es menos evidente que en ciudades como Los Angeles o San José, California, donde constituyen buena parte de los pequeños y medianos empresarios.
Hoy se ve en La Gran Manzana la huella emprendedora que ya está bien asentada en Los Angeles, explica Gaspar Orozco, director adjunto del Instituto Jaime Lucero de Estudios Mexicanos de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY). “Vemos una fuerza emprendedora muy fuerte de la comunidad mexicana que se traduce en pequeños negocios, tiendas de abarrotes o incluso en negocios ambulantes como venta de frutas. Es el germen emprendedor de los mexicanos”, señala Orozco, también un poeta galardonado y quien fungiera como el cónsul responsable de los asuntos de la comunidad en Nueva York y posteriormente en Los Ángeles.
Una de las claves del éxito del emprendimiento de los mexicanos en Estados Unidos es que llegan bajo un cierto patrón. Los mexicanos migran siguiendo las huellas de un familiar, que a su vez sigue los pasos de personas de la misma comunidad, zona, etnia o estado. A Nueva York han arribado migrantes de Puebla y luego de Oaxaca que componen, de acuerdo con cifras del Consulado de México en Nueva York, cerca de 70% del total de los mexicanos de la llamada zona triestatal, compuesta por los estados de Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut. Ese lazo ayuda a que los recién llegados se empleen en negocios de familiares y de amigos, y el emprendimiento es aprendido de primera mano.
“El estatus migratorio es un obstáculo para muchas cuestiones, pero de todas maneras nuestra gente puede darle la vuelta a ese reto buscando apoyo de amigos y de empresarios con los que se asocian y puedan seguir generando recursos”, explica Orozco. De alguna manera, los inmigrantes mexicanos son en sí mismo emprendedores natos. El mismo hecho de emigrar, agrega, en especial como indocumentado, en condiciones de mucho peligro, revela enorme iniciativa y determinación.
El caso de Passaic
Un ejemplo claro de esta multiplicación de emprendedores es Passaic, una comunidad en el estado de Nueva Jersey que fue virtualmente abandonada por la industria cuando la economía de Estados Unidos viró hacia los servicios. En un par de décadas, la migración mexicana convirtió a Passaic en un centro distribuidor de productos mexicanos para toda la costa Este.
La contribución mexicana para la revitalización de Passaic ha sido reconocida incluso por la alcaldía, que consintió en erigir una estatua del general Ignacio Zaragoza en su plaza principal, donde se organizan desfiles del 5 de Mayo y procesiones de la Pasión de Cristo en Semana Santa.
Griselda García, originaria de Izúcar de Matamoros, en Puebla, es junto con su padre la dueña de la tienda de abarrotes El Tepeyac, en el barrio de Harlem del Este. García acepta que la mayor dificultad para los emprendedores mexicanos es la condición de indocumentados. Pese a todo, asegura que en su experiencia de 17 años como comerciante, los pequeños negocios son emprendidos de manera abrumadora por inmigrantes.
“Un gran porcentaje de dueños de negocios pequeños es en su gran mayoría de inmigrantes. Hoy por hoy no conozco a un gringo que me diga que abrirá un comercio”, explica García. Añade que tal como sucedió en su caso, en que su padre emigró primero y comenzó El Tepeyac, muchas familias mexicanas migrantes arriban a un negocio como punto de empleo central y a partir de ahí se multiplican en otros comercios. Su hermano, por ejemplo, tiene una carnicería también en Harlem del Este, igualmente llamada El Tepeyac.
El negocio de García y su hermano, que vende longaniza, chicharrón y cecina de Yecapixtla, apuntan además a una de las armas principales de los emprendedores mexicanos aquí: la comida. Si los mexicanos florecen y se expanden culturalmente en su vecino del norte es debido en buena medida a la cocina nacional, claramente superior a la estadounidense en su variedad, sabores y sofisticación.
Los tacos se han convertido, al margen de los burritos inspirados en la cultura mexicano-estadunidense de la frontera, en un alimento ubicuo en el país, y las salsas picantes y las enchiladas ya son parte del menú cotidiano de hogares estadounidenses.
El barrio de Harlem del Este ha sido uno de los que más han sufrido de “gentrificación” en Nueva York, que es el proceso mediante el cual residentes blancos se mudan a vecindarios ocupados por minorías. Pese a la transformación, García asegura que ahora sus ingredientes mexicanos son adquiridos por estadounidenses.
“Los gringos no quieren ya ir a sentarse a comer enchiladas, sino que las están aprendiendo a hacer. Y yo les digo cómo se cocina lo auténtico cuando vienen con sus listas en las manos y las recetas impresas de platillos complicados como cochinita pibil. Ya no se quedan en el guacamole y las salsas”, expone García.
Aunque ajeno al ámbito de la comida, quizás el ejemplo de inmigrante mexicano exitoso en Nueva York es Jaime Lucero, que en la década de 1970 abandonó el pueblo de la sierra poblana donde nació para cruzar a nado el Río Bravo. Lucero siguió los pasos de su hermano mayor, y luego de trabajar como lavaplatos en la cocina de un restaurante, varias décadas más tarde creó una empresa distribuidora de ropa.
El de Lucero, un hombre de una sagaz inteligencia que apenas terminó la secundaria, es un negocio millonario con 270 empleados de base que incluye también un restaurante en Manhattan. Su fortuna le ha permitido convertirse en un mecenas de la comunidad mexicana en el área triestatal mediante Casa Puebla y generosas donaciones a la CUNY, que en una ceremonia a principios de mayo decidió dar el nombre de su principal donador al Instituto de Estudios Mexicanos.
Lucero debió vencer como empresario la enorme discriminación que sufren los mexicanos en Estados Unidos, que el virtual candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, ha hecho dolorosamente visibles. La afirmación de Trump al iniciar su campaña política de que los mexicanos son “violadores” que traen crimen y drogas a Estados Unidos, fue considerada por numerosos observadores como una declaración que hundiría su campaña desde el inicio. El efecto, sin embargo, fue exactamente el contrario, lo que reveló el sentimiento antimexicano que hay en este país, pese a que pocas naciones en el mundo tienen tan amplia vinculación comercial, económica y de sus sociedades.
Pese a esta animosidad contra los mexicanos, varios emprendedores apuntan a que el racismo, clasismo y la exclusión en México son tan o más intensos que en Estados Unidos. Sobre la comunidad mexicana en NY, Lucero asegura: “usted conoce México, pues transpórtelo aquí. Existen los mismos comportamientos: los mexicanos de recursos, que están muy bien educados y colocados en grandes empresas, y los mexicanos que nos la venimos jugando. Esos mundos no se mezclan, y hasta hace muy poco nunca había sentido que son nuestros aliados”.
Muchos emprendedores mexicanos consideran que cuando en Estados Unidos demuestran su compromiso, su ética de trabajo, su honestidad y que han aprendido la mecánica de un negocio, los ascensos suceden, pese a su color de piel, procedencia y nivel educativo. Uno de los ejemplos fue el chef Carlos Llaguno, heredero de la celebridad Anthony Bourdain en el restaurante neoyorquino Les Halles, donde llegó como asistente de cocina. Pese a nunca haber estudiado de manera formal para ser chef profesional o administrar negocios, Llaguno fue hasta antes de su muerte en 2015 el administrador de la cocina de dos restaurantes, con responsabilidades que iban desde comprar alimentos hasta supervisar la comida en uno de los establecimientos de comida francesa más tradicionales de Manhattan.
Muchos otros mexicanos, que son uno de los pilares de las cocinas en todo Estados Unidos, han comenzado en las labores más modestas y han terminado por dirigirlos.
“El racismo, la discriminación y el clasismo que en México aún se arrastran como un lastre es un factor que inhibe el desarrollo social. En una sociedad más democrática como la de Estados Unidos hay también más oportunidades para todos, pese a los evidentes problemas que existen”, opina Orozco. Bajo ese contexto, el poder de emprendimiento de los mexicanos parece ser mejor recompensado en Estados Unidos. García señala que en este país “se desarrolla una fe” de que si uno se esfuerza pueda haber una recompensa al paso del tiempo, en tanto que en México, según su experiencia, a veces se tiene la sensación de que poco sirve el puro trabajo si no se cuentan con las conexiones o los amigos en lugares adecuados.
Los obstáculos para los mexicanos podrían ir en aumento en Estados Unidos. Trump ha evidenciado un sentimiento racista, y en cierto sentido lo ha naturalizado. Ha culpado a los mexicanos de las dificultades que enfrentan muchos estadounidenses que han perdido sus formas de vida en una economía que ya no genera empleos industriales, lo que ha afectado a grandes sectores. Las cifras, sin embargo, no respaldan sus declaraciones.
Los inmigrantes de América Latina que viven en Estados Unidos contribuyeron con 86,000 millones de dólares (mdd) al fisco de este país en 2013, según un informe difundido en 2014 por el organismo civil Alianza para una Nueva Economía Estadounidense. Ese mismo documento reveló que el gasto después de impuestos de los hispanos en Estados Unidos en 2013 fue de 605,000 mdd. La conclusión del informe es que los hispanos están fortaleciendo a las comunidades estadounidenses, no sólo con su trabajo sino con su contribución fiscal y con su poder de consumo.
Otro estudio del mismo organismo concluyó además que contrario a lo que aseguran algunos oponentes a la migración en Estados Unidos, los inmigrantes no constituyen un gasto para el sistema de salud del país sino que le aportaron a éste 182,400 mdd de 1996 a 2011. El estudio concluyó que de no ser por las aportaciones de los inmigrantes, que en los hechos están subsidiando el fondo de salud para las personas de bajos ingresos, conocido como Medicare, este sistema sería prácticamente insolvente.
Las aportaciones de los mexicanos en EU van mucho más allá de lo económico, y se extienden a los ámbitos sociales y culturales, como demuestra el caso de El Tepeyac y de los cientos de miles de negocios de abarrotes y restaurantes que dan colorido y variedad al país. La fuerza de los empresarios mexicanos será esencial en el futuro de EU, un país que se precia de haber sido forjado por inmigrantes y por el emprendimiento posible en el capitalismo. “Estamos en el ciclo en que se van a jubilar todos los baby boomers, la gente que nació tras las Segunda Guerra Mundial, y no hay quien tome el relevo entre los anglosajones. Los que vamos a entrar al quite somos los hispanos”, dice García.