Ryan McMaken
Si Donald Trump tiene algún interés en recortar los programas sociales federales, indudablemente no ha supuesto una parte importante de su campaña.
De hecho, probablemente sea seguro decir que una buena parte del atractivo de Trump para muchos de sus seguidores es el hecho de que no haya dicho nada acerca de recortes sustanciales en Seguridad Social, Medicare o programas sociales para las rentas bajas.
Las prestaciones sociales son populares
Después de todo, los programas de prestaciones sociales son inmensamente populares entre los estadounidenses, como demostraba un estudio de Pew:En 2013, cuando Pew encuestó a estadounidenses con respecto a qué programas públicos debían recortarse, mayoríass dispares se opusieron a recortes en Medicare o Seguridad Social. Cuando se les preguntaba qué programas debían recortarse como parte de las negociaciones presupuestarias en Washington, el 87% de los encuestados se oponía a recortes en la Seguridad Social, mientras que el 82% se oponía a recortes en Medicare. (La popularidad de estos programas se extiende entre republicanos, demócratas y votantes no afiliados). (…)
Pew reporta que el 71% de los estadounidenses se oponen a recortes en “ayuda a los necesitados” (como Medicaid, TANF, etc.).
La oposición a estos programas podría funcionar políticamente en muchos distritos del Congreso, pero las competencias con grupos mayores y más diversos de electores, como las elecciones estatales, y especialmente las elecciones nacionales, la oposición a estos programas es probable que equivalga a un suicidio político.
A muchos votantes mayores (que tienen un mayor grado de participación que los más jóvenes) les gusta decir que sus programas de Seguridad Social y Medicare son en realidad un forma de “recuperar” lo que “pagaron”, pero la realidad es que muchos receptores de Medicare reciben más de tres veces lo que pagaron y la mayoría de los estadounidenses que reciben beneficios para ancianos reciben más de lo que pagaron en total. Estos votantes no van a renunciar a un acuerdo tan ventajoso, sin que importe cuántas horas extras de trabajo impliquen para los jóvenes.
Entretanto, los recortes fiscales siguen siendo populares porque pocos votantes entienden que esos recortes en ausencia de recortes en el gasto simplemente se traducen posteriormente en más impuestos o en mayores impuestos ocultos en forma de inflación de precios.
Mirando el panorama de las elecciones de 2016, uno se sorprende por lo poco que se habla de recortes presupuestarios en absoluto. Incluso los ataques contra el estado del bienestar se han limitado a su aplicación a los extranjeros ilegales y a otros grupos considerados insuficientemente estadounidenses. Este año, las elecciones ignoran virtualmente la economía, al centrarse en asuntos culturales relacionados con la inmigración, las acusaciones de racismo, la religión y el sexo.
Los estadounidenses pueden ir a las barricadas sobre si los carteles de los baños transgénero deberían estar o no en inglés y español, pero todos podemos estar de acuerdo en que es mejor que ningún presidente toque nuestras pensiones públicas. En otras palabras, la postura general parecer ser que el gasto social es como la tarta de manzana estadounidense. Es simplemente importante asegurarse de que solo los verdaderos estadounidenses consigan algo de ella.
En esto, Trump tal vez haya seguido el ejemplo del establishment republicano, que se dio cuenta desde hace mucho que hace falta estar loco para llevar a cabo una campaña de recorte de programas sociales. Después de perder dos elecciones nacionales en la década de 1990, los republicanos nominaron al candidato del “conservadurismo compasivo”, George W. Bush. La expresión pretendía enviar el mensaje de que a Bush le interesaban poco los grandes recortes en prestaciones sociales. Bush fue así a la campaña a favor del mayor aumento en gasto social desde la Gran Sociedad cuando apoyó la expansión del Medicare.
Mitt Romney, por el contrario, nunca consiguió presentar un mensaje aceptable sobre prestaciones sociales. Dio vueltas en torno al asunto, pero acabó dando a la mayoría de los votantes la impresión de que quería recortar las prestaciones. A esta impresión le pudo haber ayudado el hecho de que Romney en realidad sí reclamó recortar la Seguridad Social y Medicare en la CPAC a principios de 2012.
No es sorprendente que Romney perdiera fácilmente en las elecciones de 2012.
Por qué los republicanos pueden ganar elecciones en el ámbito estatal, pero no nacionales
La popularidad de estos programas nacionales ayuda a explicar en parte por qué los republicanos convencionales tienen tanta desventaja en las elecciones presidenciales. Debido en parte a una percepción de que los demócratas son mejores para los programas de prestaciones sociales, los demócratas empiezan cada elección presidencial con una ventaja en el colegio electoral. El asunto de las prestaciones sociales ayuda los demócratas en el viejo Rust Belt (incluyendo Pensilvania), Nueva Inglaterra, los estados occidentales de los Grandes Lagos e incluso Iowa. Muchas de estas áreas tienden a ser socialmente conservadoras, favorables a las armas y religiosas, pero en las elecciones nacionales se inclinan por los demócratas.De hecho, si miramos más allá del asunto de las prestaciones sociales, encontramos que muchos de estos estados se inclinan por los republicanos. Solo un vistazo al mapa de gobernadores del Partido Republicano debería hacer que nos rasquemos la cabeza preguntándonos por qué no parece poder ganar elecciones nacionales. Los estados en rojo tienen todos gobernadores republicanos en 2016. Si un candidato republicano a la presidencia ganara en todos estos estados con gobernadores republicanos, ganaría con holgura:
Fuente: Wikipedia.
Pero eso no es probable que ocurra.
En lo que se refiere a las elecciones presidenciales, estados como Nuevo México, Wisconsin, Illinois, Michigan y Nueva Jersey son todos fiablemente “azules”. Y aun así, cuando se producen las elecciones estatales, muchos de ellos eligen gobernadores republicanos. Muchos de ellos han elegido recientemente al menos un miembro republicano del Senado de EEUU. Muchos de estos estados también tienen una mayoría republicana en al menos una cámara del parlamento estatal.
Parte de esto puede atribuirse al hecho de que la mayoría de las elecciones a gobernador se producen en años intermedios, cuando no hay elecciones presidenciales. En esos años, la participación de los votantes suele ser menor. Es debatible si una menor participación favorece necesariamente o no a los republicanos, pero persiste el hecho de que un grupo distinto y menor de personas votan en las elecciones intermedias a gobernador de las que votan en las elecciones presidenciales. Sin embargo, podría sospecharse que una mayor participación tendería a favorecer en general a los programas populares de prestaciones sociales.
Pero otra razón para el nivel relativamente alto de éxito de los republicanos se debe al hecho de que las elecciones estatales no tienden a centrarse en las prestaciones sociales a nivel nacional. Por ejemplo, muchos candidatos a gobernador pueden presentarse con programas de recorte de impuestos y contrarios al gasto público, porque, a nivel estatal, estas posturas no impactan en los programas federales de prestaciones sociales (aunque puedan afectar a Medicare hasta cierto punto). Además, las campañas al Senado de EEUU a menudo tratan asuntos locales, como subvenciones agrícolas y construcción de carreteras.
Pero en casi todas las elecciones con un electorado más grande que un distrito de la Cámara de EEUU, oponerse al gasto en prestaciones sociales se convierte en un gran problema político.
George W. Bush se dio cuenta de esto cuando lanzó su campaña de “conservadurismo compasivo” y probablemente Trump también se dio cuenta con su campaña de estado neutral del bienestar.
El asunto del recorte presupuestario está muerto
Lo que nos dice todo esto es que el recorte presupuestario está muerto como asunto político importante. Es raro escuchar a algún candidato de algún partido mayoritario en estas elecciones dicen algo en absoluto acerca de recortar el gasto público o equilibrar presupuestos. Trump ha afirmado de forma poco convincente que puede recortar el déficit nacional vendiendo algunos activos públicos. Pero indudablemente no ha hablado de recortar prestaciones a los votantes. Los programas de la tercera edad han sido sacrosantos, pero, como señalaba Will Marshall en The Hill, ya nadie habla siquiera de una reforma del estado del bienestar. Simplemente se ha convertido en algo indiscutible para la mayoría de los votantes.Parece haber una creencia prolongada entre algunos republicanos de pensamiento libertario y otros de que, en el fondo, a la gente le preocupan estos asuntos. Por desgracia, hay pocas evidencias de que sea así. Lo único que cambiaría esto sería una transformación ideológica. Pero eso requiere tiempo, energía, compromiso y argumentos convincentes. Pocos están interesados en ese trabajo tan penoso.
Entretanto, la política actual de monetización de deuda y tirar adelante para que las futuras generaciones se ocupen de eso parece haber funcionado bastante bien desde que Reagan disparó el gasto en déficit sin comparación en tiempos de paz. En la década de 1990, oímos muchas cosas acerca de los peligros de un déficit presupuestario masivo. Sin embargo, desde entonces, los votantes parecen haber perdido el interés.
Tal vez la apatía tenga algo que ver con el enorme tamaño e incomprensibilidad de las cifras afectadas. Pocos saben los que significan 14 billones de dólares de deuda y a pocos parece importarle. Parafraseando a Josif Stalin: una deuda de 1 millón de dólares es un problema, pero 14 billones de dólares de deuda es solo una estadística.